domingo, 30 de noviembre de 2014

EE.UU. retrocede ante la creciente importancia de Irán

“Es la dignidad, ¡estúpido!”

Al prolongar ocho meses la negociación sobre el programa nuclear iraní, Occidente reconoce la importancia de Teherán en el futuro ordenamiento del Levante y Asia Central.

“Es la dignidad, ¡estúpido!”
Cuando sonó la hora cero del lunes 24, ni John Kerry estaba bañado en champaña ni Mohamed Y. Zarif, el canciller iraní, se refugió llorando en los rincones del palacio vienés donde los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania e Irán venían negociando sobre el programa nuclear de este último. La prolongación de las negociaciones hasta el 30 de junio próximo es un gran triunfo de la República Islámica.
Consecuente fue el festejo del líder máximo de la Revolución Iraní: “Irán no va a ponerse de rodillas ante los colonialistas norteamericanos y europeos”, tronó el ayatolá Seyyid Alí Jamenei el lunes en Teherán.
EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania acordaron el lunes firmar con Irán el 1° de marzo de 2015 un acuerdo político y el 1° de julio siguiente otro técnico que zanjen el conflicto en torno del programa nuclear persa.
Por su parte, en un mensaje a la nación, el presidente Hasán Rouhaní comunicó el lunes que “se ha alcanzado una gran victoria” y que “se va a llegar tarde o temprano a un acuerdo”.
Los comentaristas norteamericanos se preguntan azorados por qué fracasaron. Hasta hace seis meses las potencias occidentales apretaban el torniquete para que Irán desmantelara su programa atómico. Impusieron sanciones económicas brutales que casi ahogaron la vida de los 80 millones de iraníes. ¿Por qué la derrota?
Nuevamente las potencias occidentales no entendieron la diferencia de perspectivas y mentalidades con una potencia emergente:
1. Creyeron poder oponer al presidente Rouhaní y al ministro Zarif al líder Alí Jamenei y se equivocaron. Puede ser que ambos sean más flexibles que su jefe, pero ni juegan su propio partido ni son pronorteamericanos. Irán es un Estado teocrático, pero con una vida política riquísima, llena de tensiones y debates resumidos en la cúspide por una elite religiosa conservadora, pero inteligentísima y muy despierta. Rouhaní respeta el espacio que le deja el Líder Supremo. 2. Supusieron que Irán negociaría a toda costa y fallaron. La República Islámica necesita acordar, para superar el bloqueo económico, pero tiene tiempo. Mientras que los gobiernos estadounidenses tienen agendas a cuatro u ocho años, Alí Jamenei conduce la Revolución Islámica desde 1989, tiene sólo 75 años y, cuando muera, será sucedido por otro Seyyid (descendiente de Husein, hijo de Fátima, hija del Profeta), electo por una asamblea de clérigos que saben que de su unidad depende la suerte de la República. Irán ha demostrado una (para Washington) inesperada capacidad para resistir las sanciones económicas y la baja en el precio del petróleo. Redirigió las ventas de hidrocarburos hacia China y otros países asiáticos y hasta las aumentó. El mes pasado, además, Irán y Rusia acordaron el trueque de petróleo por bienes de todo tipo por un volumen de 20 mil millones de dólares. Por otra parte, después de 30 meses de recesión la economía iraní está creciendo nuevamente al 2,5% anual. 3. El Departamento de Estado apostó a que el interés por los negocios pesaría más que el orgullo y la embarró. El ayatolá Jamenei vinculó exitosamente el programa nuclear con la dignidad de la patria y el pueblo lo acompaña. El honor nacional primó sobre el bolsillo. 4. Washington apuntó a alcanzar un acuerdo a mitad de camino entre ambas partes, mientras que Irán buscaba permanentemente defender la porción más grande posible de su programa nuclear. Para ello tuvo un auxilio inesperado: la ofensiva del Estado Islámico en las vecinas Irak y Siria a partir de junio pasado valorizó enormemente su influencia sobre ambos países y la ayuda de Hezbolá en la guerra contra el terrorismo wahabita. Los ayatolás saben que las negociaciones sancionarán su nuevo rol regional con la firma de las mayores potencias mundiales y por eso no piensan renunciar a su poder nuclear como disuasión contra las potencias atómicas circundantes.
¿Qué pasa si el nuevo Senado republicano quiere a su vez subir la cota para un entendimiento? Que chocarán con Rusia y China, que presionan a Washington para imponerle un acuerdo antiterrorista general para el Levante. Puede ser que en los meses venideros los halcones republicanos escenifiquen todavía algún berrinche, pero al final tendrán que firmar. Cuanto más tarden, peor para ellos.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Tokio amenaza con profundizar la crisis económica

Japón presiona al mundo

En el límite de sus reformas conservadoras, el primer ministro Shinzo Abe usa una “recesión de papel” para ganar posiciones en la economía global.

Japón presiona al mundo
Mientras la noticia de la sorpresiva recesión de la economía japonesa comienza a ser digerida en las principales economías del mundo, el primer ministro Shinzo Abe aprovecha para llamar a elecciones anticipadas para aumentar su poder, profundizar las reformas conservadoras y comprometer al globo en la solución de la crisis nipona.
Después de que el viernes 14 se supiera que la economía nipona se había reducido en un 8,9% por ciento acumulado en el segundo y tercer trimestre de 2014, el lunes 17 el primer ministro Abe anunció la convocatoria a elecciones parlamentarias anticipadas para el 14 de diciembre, dos años antes de lo previsto, y pospuso a 2017 la programada subida del IVA. El impuesto había sido aumentado del 1% al 5% en 2012 y entró en vigor en abril pasado, provocando –dicen– la actual retracción. La segunda etapa, del 5% al 10%, debía regir a partir de octubre próximo. La introducción del impuesto fue un instrumento para reducir el déficit fiscal del 227% del PBI, el mayor de los países industrializados, pero fue resentida por los consumidores y el país cayó en la tercera recesión desde 2008.
La reducción del PBI se produjo por la retracción de la compra de inmuebles y la acumulación de stocks en los depósitos, porque la introducción del IVA hace siete meses elevó la inflación al 3% anual después de más de veinte años de inflación cero, en tanto salarios y pensiones apenas subieron. El 25% de la población es mayor de 65 años y recibe ingresos fijos. Además proporcionalmente pocas mujeres participan en el mercado de trabajo por tradición y por la falta de infraestructura para la atención de los niños y el ingreso de muchas familias depende de un solo salario. Por ello, no hay espacio para la inflación que la macroeconomía tan imperiosamente necesita.
Sin embargo, no todos son perdedores. Sus mayores corporaciones –Mitsubishi, Sony y Panasonic– aprovechan la debilidad actual del yen para aumentar sus ventas al exterior. Las exportaciones subieron 9,6% en un año, mientras que las importaciones lo hicieron en un 2,7%, dejando de todos modos un déficit de balanza comercial de seis mil millones de dólares debido a las compras de hidrocarburos forzadas por el cierre de las centrales nucleares después del desastre de Fukuyima en 2011. No obstante, se espera que la baja del pecio del petróleo disminuya ya en noviembre los gastos externos.
Gracias a las gigantescas inyecciones de liquidez que el Banco de Japón (BoJ, por su sigla en inglés) dio al sector financiero en estos dos años, el yen perdió durante 2014 el 11% de su valor frente al dólar, forzando a las corporaciones a invertir más dentro del país, en tanto los bancos dan más créditos. Es lo que Abe quería: más inflación, inversiones y créditos. Si en las elecciones anticipadas logra aumentar su poder parlamentario (como se estima), puede llegar a 2018 sin mayores tropiezos y hasta inaugurar como jefe de gobierno los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio.
Desde noviembre de 2012 Shinzo Abe gobierna el país en coalición con el partido budista Nuevo Komeito. Durante su gobierno se propuso relanzar la economía, paralizada desde hace un cuarto de siglo. Sin embargo, por su nostalgia del Japón militarista y sus reivindicaciones territoriales en el Mar de la China Meridional agudizó las tensiones con China y ambas Coreas. Al mismo tiempo pidió la reforma de la Constitución, para que el país vuelva a tener fuerzas armadas, prohibidas en la Constitución autorizada por los ocupantes norteamericanos en 1955. Para calmarlo, Xi Jinping y Barack Obama lo llevaron hace dos semanas a acordar con China un mecanismo de consulta mutua para evitar choques militares.
Las reformas económicas de Abe incluyen estímulos monetarios y financieros, el desarrollo de la industria de la salud y de los cuidados para mayores, la incorporación de más mujeres al mercado de trabajo, la reorientación de los fondos de pensiones hacia inversiones productivas, el aumento de la producción de alimentos y la innovación tecnológica para recuperar competitividad.
Al principio, las reformas hicieron crecer la economía durante 2013, pero durante 2014 ésta se contrajo. Uno de los mayores logros de Abe fue elevar la inflación a cerca del uno por ciento anual, para superar uno de los dramas de su economía que consiste en que desde 1990 la inflación se mantuvo en cero y por lo tanto no aumentó la masa monetaria, aunque sí las deudas. De modo que la proporción deuda/PBI aumenta constantemente. Por eso la promesa del Banco de Japón de subir la inflación al 2% anual es crucial para el éxito del proyecto.
Al terminar la cumbre del G20 en Brisbane el pasado domingo 16, David Cameron previno en un artículo que publicó The Guardian que la economía mundial está al borde de un nuevo estallido. Por su parte, Peter Cardillo, de la consultora londinense Rockwell Global Capital, opinó que “Japón va a impactar tarde o temprano sobe la economía norteamericana”. En mayor riesgo está empero el intercambio chino-nipón. La mayoría de las maquinarias que Japón exporta van hacia China y, si los productos medidos en yen se hacen más caros y el tipo de cambio no varía, los equipos serán demasiado caros para los chinos, agravando el efecto que el menor ritmo de la economía china tiene ya sobre las compras a su vecino. En la medida en que la economía china crece más lenta y la europea está estancada, algunos analistas prevén para los próximos meses una mayor volatilidad de los mercados financieros que también puede dañar la recuperación japonesa.
La recesión nipona no va a afectar la economía mundial en lo inmediato, pero, como una población atada a ingresos fijos no puede aumentar su consumo, si la inflación sube, la solución debe provenir de la coyuntura internacional. Si la economía mundial no levanta vuelo, Japón seguirá estancado y, al comprar menos, lastrará los intercambios globales.
Shinzo Abe busca relanzar la economía japonesa mejorando la oferta interna y recuperando competitividad, pero en tanto él y sus pares occidentales no mejoren la participación de los salarios y pensiones en las respectivas economías, la cuenta global no cerrará. Esta decisión política requiere empero mucho más que trucos electoralistas.

domingo, 16 de noviembre de 2014

China fija sus condiciones a un Estados Unidos debilitado

Cumbres borrascosas

Las citas del eje Asia-Pacífico en China y del G-20 en Brisbane confirman el desplazamiento del poder mundial hacia el este, pero también cierta tensión entre los principales bloques.

Cumbres borrascosas
Al igual que sus antecesoras desde 2008, la actual conferencia del G-20 en la nordaustraliana Brisbane está cruzada por las diferencias sobre la mejor estrategia para salir de la crisis mundial. No se esperan de esta cumbre medidas concretas para superar la crisis mundial y los varios conflictos regionales que enfrentan a sus participantes, pero tampoco que haya grandes choques.
La cumbre del G-20 sólo puede entenderse en el contexto de los movimientos que se produjeron durante los días previos en Asia Oriental y el Pacífico. La semana se abrió con la decisiva victoria de China sobre Estados Unidos, cuando la Conferencia de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC, por su nombre en inglés), que se celebró los pasados lunes y martes en Beijing, decidió incluir en las negociaciones sobre el Área de Libre Comercio de Asia y el Pacífico (FTAA, por su nombre en inglés) todas las agendas regionales para la liberalización del comercio, incluida la Cooperación Transpacífica (TPP, por su nombre en inglés) que Washington impulsaba junto con países de ambas márgenes del océano, pero sin China. Con esta decisión Beijing neutralizó la iniciativa norteamericana y, en tanto bisagra de la cooperación económica con Asia Central y Rusia, se colocó en el centro de la economía mundial.
En general los encuentros y acuerdos que se dieron en Beijing hasta el miércoles dieron la impresión de que Xi aprovechó la debilidad de Obama después de las elecciones del 4 de noviembre, para avanzar posiciones, pero dándole argumentos en materias sensibles como acordar medidas contra el cambio climático, cooperar en la lucha antiterrorista, crear mecanismos de confianza mutua en materia militar y consultar regularmente sobre conflictos regionales, para que pueda resistir mejor los embates del Senado opositor.
China consolidó sus acuerdos con EE.UU. mediante entendimientos con otros participantes en la conferencia. Con Rusia, por ejemplo, convino comenzar la construcción del gasoducto transiberiano que la ayudará a superar su fatal dependencia del carbón. Con Japón, por su parte, estableció mecanismos de consulta regulares sobre el Mar de la China Meridional, para prevenir conflictos bélicos.
Todavía durante la semana sesionaron en Brisbane las conferencias empresaria (B20) y sindical (L20) preparatorias de las cumbres de los jefes de Estado (G20) y de los ministros de Economía y Finanzas (F20) que se están reuniendo en paralelo ayer y hoy. La reunión del G20 cristaliza desplazamientos severos en las relaciones internacionales de poder.
Como anfitrión de la conferencia, Australia propuso una agenda centrada en el relanzamiento del crecimiento económico y una mayor creación de empleos, la resiliencia de la economía mundial ante futuras crisis y la reforma de las instituciones internacionales (especialmente el FMI y el BM).
Aunque no estaba originariamente previsto, los últimos acontecimientos hicieron que la imposición de las grandes corporaciones y del capital internacional ocupe un lugar central en las discusiones. La resistencia de monstruos como Google, Facebook o Ikea a pagar impuestos en los países donde obtienen sus ganancias, las críticas de los países europeos a su vecino Luxemburgo por ofrecer beneficios fiscales a empresas que actúan en todo el continente y las multas que varios países están aplicando a los mayores bancos internacionales por manipulación de las cotizaciones de divisas han despertado la ira de la opinión pública europea que presiona a sus gobernantes.
Menos acuerdo existe sobre el camino para superar la crisis económica mundial. Los líderes de los países occidentales insisten en impulsar el crecimiento, mientras que los emergentes ponen el acento en la regulación de los flujos de capital y algunos de ellos –como Argentina y Brasil– en la distribución de la riqueza.
Para evitar que la agenda se “sature y distraiga del tratamiento del crecimiento económico”, según dijo, el conservador primer ministro australiano Tony Abbott retiró el cambio climático del temario, generando bastante irritación entre los asistentes a la cumbre. Por eso, Estados Unidos y China acordaron ya el miércoles bilateralmente la reducción combinada de sus emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2020.
La reunión cumbre está teñida por agudas tensiones entre Australia y Rusia después del derribo del avión de Malaysian Airlines sobre Ucrania en junio pasado, cuando murieron 43 australianos. Canberra acusa a Moscú de no colaborar en el esclarecimiento del incidente e incluso consideró la posibilidad de excluir a Vladimir Putin de la conferencia, pero los demás participantes se opusieron. Subrayando las malas relaciones, Rusia envió entonces una pequeña flota que estacionó frente a la costa norte del país oceánico.
Además de la agenda general, cada país intenta poner sobre la mesa sus problemas más acuciantes. Argentina aprovecha para advertir sobre el accionar de los fondos buitre y la necesidad de acordar medidas que permitan dar certeza a los canjes de deuda soberana. Nuestro país está representado por el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el canciller Héctor Timerman, debido a que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner debe permanecer en reposo por cuestiones de salud.
Por su parte, la presidenta brasileña Dilma Rousseff se encontrará durante la cumbre con los presidentes de Estados Unidos, Rusia, China y la canciller alemana Ángela Merkel.
Quien está más solicitado es el primer ministro de India, Narendra Modi. En el gobierno desde junio pasado, todavía hay muchos líderes mundiales que no han conversado con el millonario hinduista y tienen prisa por hacer negocios con el gigante surasiático.
A pesar de que la cumbre tiene un temario fundamentalmente económico, las conversaciones políticas sobre las crisis más candentes (Ucrania, Irán, Siria, ébola, terrorismo e inmigración) darán el tono.
Desde que en 2008 se abrió la brecha entre los miembros del Brics y los del G-7 las reuniones del G-20 se han devaluado, aunque siguen sirviendo como foro para presentar las plataformas políticas de los bloques enfrentados y son muy útiles para buscar acuerdos en reuniones bilaterales o en pequeñas rondas.
Ante la debilidad norteamericana y el avance chino, esta conferencia del G-20 en el extremo norte de Australia se recordará como la del enfrentamiento entre bloques cada vez más perfilados que compiten sobre la conducción del mundo, mientras buscan puentes para enfrentar juntos los problemas más acuciantes. La polarización –lo enseñó la Guerra Fría– puede ser muy mala, pero tiene la virtud de poner en claro las diferencias de intereses y orientaciones y de colocar a los contendientes ante la responsabilidad de entenderse para no caer al abismo. ¿Podrán? Cuando en la próxima reunión en Estambul el presidente Barack Obama llegue con los pasos marcados por un Senado opositor, se sabrá.

La cumbre del G20 avala la posición argentina

OPINIÓN

Controlando al capital

Después de que Xi Jinping y Barack Obama definieran esta semana en Beijing la agenda para la gobernanza mundial de los próximos años, y de que la crisis en el este de Ucrania recrudeciera violentamente, la cumbre del G-20 reunida este fin de semana en Brisbane se aparta de su agenda para discutir sobre los conflictos geoestratégicos.
El gobierno australiano del conservador Tony Abbott propuso para la conferencia una agenda centrada en el relanzamiento del crecimiento económico mundial y la creación de empleo, así como en el fortalecimiento de las instituciones globales.
Sin embargo, ya en los últimos meses se produjo un sensible desplazamiento en las discusiones preparatorias hacia la búsqueda de mecanismos para obligar a las grandes corporaciones multinacionales y los megabancos a pagar impuestos allí donde ganan su dinero. Aunque Canberra sigue una línea neoliberal y en la ONU ha votado contra la propuesta argentina, para que el organismo internacional regule el pago de las deudas soberanas, la indignación de las opiniones públicas en Europa y los países emergentes contra la evasión impositiva y las manipulaciones monetarias la compele a solidarizarse con los afectados. Este posicionamiento legitima el embate argentino, para que la reunión se aboque al tratamiento de la regulación de las deudas soberanas. Representada por el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el canciller, Héctor Timerman, Argentina –junto a otras naciones emergentes– reclama la necesidad de acordar medidas que permitan dar certeza a los canjes de deuda.
Sin embargo, será difícil evitar que el foro sea absorbido por cuestiones geopolíticas como los conflictos en Ucrania y Medio Oriente, así como la amenaza del ébola. Acusando a Rusia de falta de colaboración en el esclarecimiento del derribamiento del avión malayo MH-17 en junio pasado, que provocó la muerte de 43 australianos, el primer ministro de ese país evocó inclusive la posibilidad de desinvitar a Rusia de la cumbre, pero los demás participantes se opusieron.
Como respuesta Moscú acaba de estacionar una flotilla naval frente a la costa norte de Australia y sus diplomáticos cuestionan extraoficialmente la cumbre, argumentando que "para discutir los temas importantes de la economía mundial tenemos el BRICS". Los mandatarios de China y EE UU, a su vez, sólo tienen interés en la conferencia para los contactos bilaterales con representantes europeos, africanos y latinoamericanos, porque en días pasados, reunidos en Beijing, mediante una serie de acuerdos económicos, medioambientales, militares y de seguridad ya fijaron la hoja de ruta mundial para los próximos años.
Las condiciones en las que se desenvuelve la cumbre demuestran la inextricable vinculación entre los grandes temas de la economía mundial y el transcurso del conflicto geoestratégico entre los países eurasiáticos y los occidentales. Sin posicionamiento estratégico no habrá resolución de nuestros problemas económicos internacionales.

domingo, 9 de noviembre de 2014

EE.UU. marcha hacia la guerra interna y externa

Estados Unidos

Barack Obama busca medidas para aliviar su crisis política

El presidente norteamericano intenta fijar una agenda de gobierno conjunta con los republicanos para eludir el encierro institucional que dibujó la aplastante victoria de los halcones el último martes.

Barack Obama busca medidas para aliviar su crisis política
Cuando el Presidente Barack Obama recibió el viernes 7 a los líderes parlamentarios de ambos partidos, ya había marcado los límites de su futuro trabajo con el Congreso después de la victoria republicana en las elecciones del pasado martes 4. Sin respiro, todas las fuerzas políticas están dando los primeros pasos para las presidenciales de 2016. El dominio opositor sobre ambas Cámaras del Congreso, la mayoría de los gobiernos estaduales, la Suprema Corte, el Pentágono y las agencias de seguridad e inteligencia pueden conducir al “gobierno compartido” o a la parálisis política, más probablemente a una combinación entre acuerdos espurios y vetos recíprocos, pero el resultado dependerá de las coyunturas y de la habilidad de los líderes contendientes.
Por primera vez en ocho años, el Partido Republicano (“Grand Old Party” o GOP) obtuvo en las elecciones de mitad de mandato el control de ambas Cámaras del Congreso, al ganar siete senadurías y aumentar en 13 escaños su mayoría en la Cámara de Representantes. Se espera que el senador por Kentucky Mitch McConnell sea el próximo líder de la mayoría en el Senado. McConnell ha liderado la campaña contra la reforma financiera de Obama en 2010 y apoyó el fallo “Citizens United” que permite desde 2011 el gasto ilimitado en campañas electorales. La cifra récord de cuatro mil millones de dólares gastados en esta elección le dio la razón.
Los republicanos también quitaron a los demócratas varias gobernaciones estaduales muy disputadas como Maryland, Arkansas, Illinois y Massachusetts. Algunos mandatarios republicanos también derrotaron a fuertes desafiantes, entre ellos Scott Walker de Wisconsin, Rick Scott de Florida y Rick Snyder de Michigan. No obstante, el demócrata Tom Wolf venció al gobernador republicano de Pennsylvania Tom Corbett.
En estas elecciones se votaron casi 150 iniciativas de leyes a lo largo del país. En Alaska, Nebraska, Dakota del Sur, Illinois y Arkansas se elevó el salario mínimo, en Massachusetts se aprobó para los trabajadores una licencia paga por enfermedad de hasta 40 horas al año, la más extensa del país, en Washington DC y Oregon, en tanto, se legalizó la marihuana, pero en Florida se rechazó su uso medicinal. Los votantes de Colorado y Dakota del Norte, por su parte, se negaron a definir los óvulos fertilizados como seres humanos, protegiendo así el derecho al aborto, pero en Tennessee se facultó a la legislatura estadual para aprobar leyes antiabortistas. Los electores de Colorado rehusaron exigir el etiquetado de los alimentos transgénicos y en el estado de Washington, finalmente, se impuso comprobar los antecedentes en todas las ventas de armas.
Las elecciones de mitad del período presidencial reforzaron la división del país en dos campos socioculturales opuestos: los demócratas ganaron el voto femenino (53%), pero los republicanos se impusieron con un margen mayor entre los hombres (55%). El 59% de los blancos (75% del total de los votantes) optó por el GOP, pero el 90% de los negros (12% del total) votó a los demócratas, al igual que el 64% de los hispanos (8%). Sin embargo, la proporción de este grupo que concurrió a las urnas aumentó menos que su peso demográfico. El 75% de los votantes fue blanco y votó a la derecha. Además de una profunda insatisfacción con el gobierno de Obama y un persistente miedo por la situación económica, los republicanos lograron movilizar a los votantes blancos, masculinos y de mayor edad. Por el contrario, los votantes entre 18 y 29 años favorecieron a los demócratas, pero fueron sólo el 13% de los electores.
Los demócratas lograron mantener unida la coalición de minorías que dio a Obama sus victorias en 2008 y 2012, pero no pudieron movilizarla. En encuestas a boca de urna los votantes se manifestaron disgustados con ambos partidos. La mitad desaprueba cómo el Ejecutivo actuó ante la epidemia de ébola y siete de cada diez temen un nuevo atentado terrorista dentro de EE.UU. Las opiniones siguen divididas por mitades sobre el seguro de salud obligatorio, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana. En cambio importa poco la política exterior.
Los análisis postelectorales demuestran que el cambio demográfico que se está dando en el país hacia una disminución del peso relativo de la población blanca frente a las diversas minorías y el rejuvenecimiento de la población no se traduce aún en las urnas por la desconfianza hacia los partidos políticos y la falta de mensajes fuertes en una elección de medio término. Además los republicanos han superado a los demócratas en el uso de tecnologías sofisticadas para identificar a sus votantes y movilizarlos. El voto demócrata sigue dependiendo mucho de las mujeres, pero en varias competencias estaduales no pudieron movilizarlas.
En los próximos dos años el gobierno no podrá impulsar ninguna medida contra la voluntad del Congreso ni éste contra la del Presidente. La posibilidad de que ambos partidos compartan el gobierno y no repitan la parálisis reciente depende de los temas, de los posicionamientos preelectorales para 2016 y de cómo se vaya resolviendo la lucha por el poder dentro de cada partido. Mientras que los demócratas sólo tienen una precandidata con chances (Hillary Clinton), en el Partido Republicano asoma una docena de postulantes con posiciones muy diferentes y algunos con una alta dependencia del reaccionario Tea Party.
Si entre los republicanos se impone el ala derecha que pretende derogar la reforma fiscal de 2010 y el seguro de salud obligatorio, el Presidente podrá mostrarlos como amenaza para los intereses de la mayoría, reacios a los consensos que la población reclama y así podrá azuzar sus divisiones internas. Obama ya declaró el pasado miércoles que buscaría los compromisos necesarios para evitar el bloqueo mutuo, pero que no dudaría en usar los poderes presidenciales para impulsar la reforma migratoria que el Congreso viene frenando. Al mismo tiempo anunció que pedirá la autorización del Congreso para continuar la campaña militar contra el Estado Islámico en el Levante, mudando su posición anterior y traspasándole la responsabilidad por el casi seguro envío de tropas al Medio Oriente.
Los republicanos tendrán cómodas mayorías en la Cámara y el Senado, aunque serán insuficientes para rechazar vetos presidenciales (se precisan los dos tercios), por lo que deberán negociar, pero los analistas no están coinciden en sus predicciones sobre el rumbo que adoptará el GOP.
A principios de 2015 la insoslayable discusión sobre el límite del endeudamiento público evidenciará quién conduce el Partido Republicano. Mitch McConnell se verá probablemente desafiado por Ted Cruz, de Texas, Rand Paul, de Kentucky, u otras estrelas del nuevo firmamento reaccionario. Será el momento de definir quién conducirá el partido hasta 2016.
Después de la victoria republicana aumentó la posibilidad de que el Presidente avance en las negociaciones para el acuerdo comercial transpacífico, que los dirigentes sindicales rechazan, porque rebaja los derechos de los trabajadores norteamericanos. En acuerdo con el Senado de mayoría republicana la Casa Blanca buscaría primero obtener la facultad de negociar aceleradamente, para en una segunda etapa someter el tratado al Parlamento. El segundo acuerdo en negociación (con Europa), en cambio, probablemente no se concluya antes de 2016.
La presión de los hombres viejos de raza blanca que votaron a los republicanos para que defiendan su supremacía racial, nacional y de género con la militarización interna y la guerra externa endurecerá el control interno y casi seguramente enviará nuevamente a las tropas al Medio Oriente. Los próximos dos años serán muy duros para el mundo, porque la superpotencia tensará al máximo sus fuerzas agresivas hasta definir su rumbo. De la firmeza y la templanza de sus contendientes dependerá evitar nuevas catástrofes.

domingo, 2 de noviembre de 2014

La parálisis de EE.UU. es la catástrofe para el mundo

Un supermartes para los halcones

El conservador Partido Republicano llega, según los sondeos, más consolidado que los demócratas a las elecciones intermedias de esta semana. Incluso, podría pasar a ser mayoría en el Senado.

Un supermartes para los halcones
Caricatura. Fanáticos del grupo tea party militan el voto del partido republicano.
A pesar de algunas incertidumbres regionales, todos los pronósticos para las elecciones legislativas de este martes 4 de noviembre indican que el Partido Republicano (Grand Old Party, GOP, en inglés) conquistará la mayoría del Senado de EE.UU. Combinado con el dominio que tiene en la Cámara de Representantes, surgirá entonces lo que se conoce como “gobierno compartido”: el Ejecutivo y el Congreso deberán acordar en todos los ámbitos legislativos, so pena de bloquearse mutuamente. En cualquiera de las dos alternativas se presenta un panorama interno devastador y la certeza de que el imperio descargará su crisis en el exterior.
Los republicanos están capitalizando la frustración del electorado con las políticas de Obama. El seguro de salud accesible (llamado popularmente Obamacare) funciona mal y no fue introducido en muchos Estados republicanos, porque los gobiernos estaduales tienen potestad para bloquear su introducción. La reforma migratoria, para documentar a 12 millones de extranjeros, está frenada por falta de acuerdo entre los partidos. La infraestructura está en un estado calamitoso. En varios Estados crece la resistencia contra la fracturación de rocas para extraer el petróleo y gas de esquistos. La economía ha crecido en el último trimestre un 3,5% anual, pero sólo por la reducción del déficit comercial y el aumento de los gastos militares.
En las elecciones del 4 de noviembre se renuevan 33 bancas de la llamada Clase II del Senado de EE.UU. Desde la sanción de la Constitución en 1789 el Senado se divide en tres clases de 33 o 34 senadores cada una que se renuevan alternadamente cada dos años. El cuerpo se compone de un total de cien senadores y se necesitan 51 para tener la mayoría. El mandato dura seis años. En esta elección se vota en 33 estados, pero solamente un senador en cada uno. Desde principios del siglo XIX la Clase II representa entre el 50% y el 60% de la población norteamericana. Además de las bancas de esta clase se renuevan otras tres por motivos diversos (muerte o retiro de los titulares).
De los 36 cargos que deben elegirse ahora, 21 pertenecen al Partido Demócrata y 15 al Partido Republicano. Este martes también se elegirán miembros de la Cámara de Representantes (cuya mayoría republicana está garantizada), los gobernadores de los mismos estados y numerosas legislaturas estaduales.
Para alcanzar la mayoría, los republicanos necesitan 51 senadores, seis más de los actuales. A los demócratas, en cambio, les bastaría con conservar 48, si los independientes Angus King (Maine) y Bernie Sanders (Vermont) continúan votando con ellos y el vicepresidente Joe Biden, como presidente del Senado, desempata en caso de paridad. Sin embargo, los independientes han insinuado que podrían aliarse con los republicanos. Si otros dos independientes (Greg Orman en Kansas y Larry Pressler en Dakota del Sur) obtienen bancas, podría formarse un bloque independiente de cuatro miembros con alianzas cambiantes, aumentando así la inestabilidad política.
Para conquistar el Senado, los candidatos del GOP deberán derrotar a algunos líderes demócratas, lo que su partido nunca consiguió desde 1980. Dada la paridad que se registra en Luisiana y Georgia, podría suceder además que haya que esperar los balotajes en enero, para definir la mayoría del Senado.
Si los republicanos conquistan la mayoría del Senado, aumentarían la parálisis política actual y la polarización del país. Intentarán desmantelar el “Obamacare” y trabar la agenda legislativa del Presidente, particularmente la reforma inmigratoria para documentar a los 12 millones de inmigrantes que viven sin documentos de identidad.
Para frenar este avance, los demócratas están concentrando sus esfuerzos en algunos estados claves, como New Hampshire y Carolina del Norte, donde la inyección de donaciones para la campaña elevó el costo de cada banca a cien millones de dólares. Al mismo tiempo, para evitar críticas, se despegan del presidente y han lanzado al ruedo a Bill y Hillary Clinton, que han apoyado a sus compañeros de partido en varios Estados. Esta última, en particular, está calentando los motores en vistas a la elección presidencial de 2016.
Subrayando la polarización y las dimensiones de la batalla que se está librando, incluso periódicos de izquierda liberal, como The Nation, están apoyando a los candidatos demócratas, para evitar que una mayoría republicana en el Senado traiga la parálisis o –lo que temen aún más– el cogobierno entre Obama y la derecha. En un editorial del pasado martes 28, el histórico vocero de la izquierda norteamericana refutó la noción extendida entre los progresistas de que, ante el sesgo conservador del gobierno de Obama, una victoria republicana no cambiaría nada.
“Los republicanos no sólo son una cuadrilla de demolición de las pocas conquistas que los trabajadores y las minorías han alcanzado bajo este gobierno –argumenta el editorial–, sino que podrían apoyar al presidente en iniciativas negativas que actualmente son frenadas por el presidente del bloque demócrata de senadores, Harry Reid, como por ejemplo el otorgamiento al presidente de facultades especiales en temas candentes como la Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés), que los dirigentes sindicales califican como ‘Nafta con esteroides’”.
“Podrían convenir también –continúa– bajar los impuestos de las grandes corporaciones. No hay que olvidarse tampoco –concluye– que Obama ya agitó varias veces la bandera de la reducción de ayudas sociales como señal para un acuerdo con los republicanos.”
El miércoles 5 se sabrá qué perfil tiene el Congreso de los Estados Unidos. Probablemente sea mayoritariamente republicano y se reedite el gobierno compartido entre el presidente y el Congreso. Si, contra todos los pronósticos, el GOP no conquista el Senado, sufriría una gran derrota, porque apostó mucho a este éxito y se muestra triunfalista. Sin embargo, se mantendría el actual empate y los temas centrales de la agenda política (implementación del seguro médico obligatorio, inversión en infraestructura, creación de nuevos empleos, reforma inmigratoria, reducción del gasto en defensa) continuarían postergados por lo menos hasta 2017. Por el contrario, si los republicanos triunfan e imponen a sus líderes en las principales comisiones (Relaciones Exteriores, Energía y Recursos Naturales, Servicios Armados, Bancos, Viviendas y Asuntos Urbanos, Medio Ambiente y Obras Públicas), se reforzará el bloqueo de las pocas buenas iniciativas de Obama, se retrocederá en los derechos adquiridos, así como aumentará la polarización interna y la agresividad externa. ¿Se imaginan al Senador John McCain presidiendo la Comisión de las Fuerzas Armadas y liderando las nuevas guerras junto con Obama? Las mejores perspectivas para los próximos dos años son de parálisis, las peores, de retroceso reaccionario. Ninguno de ambos pronósticos es, empero, para alegrarse, ya que, cuando el Ejecutivo y el Congreso no gobiernan, las burocracias (particularmente la militar y la de seguridad) y las corporaciones se conducen solas y, si hay problemas, el pato de la boda lo paga el resto del mundo.