martes, 21 de enero de 2020

EL VIAJE DE ALBERTO A ISRAEL

Una oportunidad de tener voz en la reconfiguración de Medio Oriente:

Argentina, Israel e Irán necesitan la paz en Medio Oriente


El imam Hussein recibe al general Soleimani en el cielo.

La autocontención del liderazgo iraní y la mediación de Rusia y China tras el asesinato de Qasem Soleimaní alinean a Netanyahu con Eurasia y disminuyen la tensión también en Suramérica

Canciller Solá, presidente Fernández y embajador Sergio Uribarri. Una oportunidad de tener voz en la región más candente del globo.

POR EDUARDO J. VIOR (aprovechando aportes de Pepe Escobar, Thierry Meissan y Guillermo Robledo)

El anuncio oficial de que el primer viaje del presidente Alberto Fernández al exterior lo llevaría hoy a Israel, donde el viernes participará en Jerusalén junto a numerosos líderes mundiales en la conmemoración del 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por el Ejército Rojo, despertó en Argentina encendidas y controvertidas reacciones.
En la discusión se metió el secretario de Estado Mike Pompeo quien el sábado 18 tuiteó «en el quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman, recordamos el ataque de 1994 contra el centro judío AMIA en Buenos Aires y su esfuerzo incansable para llevar a sus responsables a la justicia.» Luego de esto, nadie puede tener dudas acerca de la imbricación internacional del aniversario argentino ni de su estrecho vínculo con las movidas que se producen en Oriente Medio.
Precisamente por este complicado entramado es aconsejable comenzar el análisis determinando algunos hechos duros sobre la conmemoración en Yad Vashem. Según informa el portal oficial Noticias de Israel, el evento fue organizado por el presidente de ese país, Reuven Revlin, y el centro conmemorativo del Holocausto que cuenta con el financiamiento del empresario ruso-judío y filantropista Viatcheslav Moshe Kantor, presidente del Congreso Judío Europeo y muy cercano al presidente ruso Vladimir Putin. Concurren representantes de 46 países, entre ellos el propio Putin, quien ya se encuentra en Israel para una visita de Estado, el presidente francés Emmanuel Macron, el príncipe Charles del Reino Unido, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier y el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, con una delegación bipartidista del Congreso. No concurre Donald Trump.
Se espera que Rivlin se reúna con casi todos los líderes durante media hora cada uno. En cambio, el primer ministro Benyamin Netanyahu, en principio, sólo tiene planeado encuentros con Putin, Macron y Pence. La Casa Rosada ha anunciado que Alberto Fernández se reunirá con Putin, Macron y Netanyahu.
La figura central de la reunión será el mandatario ruso. Según el diario La Nación del jueves 17 de enero, el gobierno argentino comunicó a la embajadora de Israel, Galit Ronen, la decisión de Alberto Fernández de concurrir a la conmemoración, sorprendiéndola. ¿Quién lo invitó, si no Israel? Este domingo 19, en tanto, la embajada intentó hacer como que todo estaba previsto, pero no convenció. En una nota de Román Lejtman en Infobae se informó que la invitación ya había sido formulada por la embajadora el pasado 12 de noviembre, pero que Alberto Fernández recién se habría decidido a viajar el miércoles 15 de enero, cuando Cristina Fernández, a la vuelta de Cuba, lo invitó a cenar y le “aconsejó” acudir a la cita en Jerusalén.
El remiendo es peor que la versión originaria, ya que, si Cristina indicó al presidente la conveniencia de viajar a Israel después de su vuelta de Cuba, es necesario inferir que lo hizo inspirada por alguna conversación que tuvo en la isla. Como se sabe, el liderazgo cubano está en fluido contacto con el Papa Francisco y con Vladimir Putin. O sea que la corrección hecha oficiosamente por la embajada lleva a pensar que el presidente tomó la decisión siguiendo un acuerdo entre Raúl Castro, el Papa y Vladimir Putin.
En segundo lugar, el viaje se produce pocos días después de que Mauricio Macri ordenara escenificar el recordatorio por el quinto aniversario de la muerte de Alberto Nisman, del que la embajada se abstuvo, retirando también a la DAIA y la AMIA. Tercero, el presidente viaja a Israel, pero a la reunión del Foro Económico Mundial en Davos que comienza el lunes 20 sólo envía a Guillermo Nielsen (YPF). Tan importante como los foros a los que concurren nuestros representantes son aquéllos donde pegan el faltazo.
De estos primeros datos es preciso inducir que Alberto Fernández participa por alguna razón más que en la negociación de la deuda externa en el recordatorio del Holocausto con un mensaje universal de tolerancia y de lucha contra el antisemitismo. Para entender por qué, es necesario situar la conmemoración en su contexto regional.

Trump quiere retirar a EE.UU. de Medio Oriente

Al ordenar el asesinato del general iraní Soleimaní en Irak el pasado 2 de enero, Donald Trump puso al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Lo hizo para consumar un giro estratégico que está cambiando la historia mundial, afirma el internacionalista francés ‎Thierry Meyssan (https://www.voltairenet.org/article208908.html, 14-01-20), refugiado en Siria desde hace diez años.
Meyssan estima que Putin y Trump están organizando ‎una retirada coordinada de Estados Unidos e Irán de Medio Oriente. Sin embargo, ambos países sufren profundas divisiones internas que se reflejan en la incoherencia de sus políticas internacionales:‎
  • Donald Trump enfrenta no sólo la oposición de los demócratas, sino también la de muchos republicanos y de casi toda la administración federal, que no sigue sus instrucciones y conspira abiertamente para eyectarlo ‎de la Casa Blanca. Al mismo tiempo, como la elección del presidente se hace en EE.UU. por Colegio Electoral, no importan tanto la cantidad de votos que cada candidato obtiene como el número de unidades federadas en los que obtiene la mayoría. Así son tan relevantes los denominados “estados oscilantes” que de una elección a otra cambian su voto. El principal de ellos es Florida, y dentro de él, Miami, donde el voto de los inmigrantes latinoamericanos puede decidir el comicio. Por ello es que en esta campaña electoral los temas de la política hemisférica son mas centrales que nunca. Por el Partido Republicano (GOP, por su nombre en inglés) el senador Marco Rubio tiene un liderazgo indiscutido sobre la minoría cubanoamericana y lo usa para presionar al presidente junto con su colega Lindsey Graham, senador por Carolina del Sur y miembro prominente del lobby pentecostal dentro del GOP. Ambos están aliados a Mike Pompeo, secretario de Estado, quien aún sigue controlando la CIA (su cargo anterior) y mantiene una gran influencia sobre el secretario de Defensa, Mark Esper. El juego se vuelve, entonces, sumamente complejo y difícil de discernir: ¿el presidente está amenazando a Irán, para después negociar desde mejores posiciones o –presionado por la ultraderecha- efectivamente está iniciando una guerra contra la nación persa y, por extensión, contra Rusia y China?
  • En Irán, en tanto, compiten entre sí el presidente Hassan Rohaní y su gobierno y el poder estatal que depende del Guía de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei. El presidente Rohaní representa los intereses de la burguesía comercial de Teherán e Ispahán, que sufre mucho por las sanciones ‎estadounidenses. Rohaní fue ‎el primer contacto iraní del gobierno de Reagan y de Israel, cuando ambos ejecutaron en 1985 y 1986 el ilegal plan Irán-Contras (la venta de armas a Irán –que estaba sancionado por el Congreso estadounidense- para recaudar fondos con los que financiar a los contras nicaragüenses) y es, por lo tanto, un viejo conocido del “Estado profundo” norteamericano. Ya en 2013, durante las ‎negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, el jeque Rohaní fue el ariete de Obama y de Alí Akbar Velayati (canciller iraní entre 1981 y 1997 y actual consejero internacional del ayatolá Jamenei), contra el nacionalismo laico del entonces ‎presidente Mahmud Ahmadineyad, lo que lo convirtió en negociador del acuerdo nuclear de 2015.
  • Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el Imam Ruholá Jomeini, para dar la jefatura del Estado a un “sabio”. La función del ayatolá Jamenei es, entonces, garantizar que las decisiones políticas sigan ‎los preceptos del Islam y los principios de la Revolución. De él ‎dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem ‎Soleimaní. Sin embargo, a pesar de tantas facultades políticas, el presupuesto del Guía de la Revolución se determina según las fluctuaciones de los ingresos por la exportación del petróleo y, por consiguiente, está sumamente afectado por las sanciones norteamericanas.
Tanto en Estados Unidos como en Irán la mayoría de las decisiones adoptadas por uno de los poderes ‎descritos encuentra de inmediato la oposición de sus adversarios internos. ‎Por esta razón los cursos de acción de ambos contendientes son tan contradictorios y difíciles de prever. No obstante, hay hechos duros que todos conocen:
  • La República Islámica no reconoce el Estado de Israel, pero nunca ha planteado nunca la ‎liquidación de los judíos. Muy por el contrario, para resolver el estatuto de Israel y Palestina propone aplicar el principio de “una persona, un voto”, ‎incluyendo también a la diáspora palestina.
  • Aunque los medios presentan a Irán e Israel como enemigos ‎irreconciliables, ambos países explotan juntos y comparten la propiedad del oleoducto Eilat-Ascalón‎. El petróleo iraní llega por el Mar Rojo al sureño puerto israelí de Eilat, el oleoducto atraviesa el país y sale hacia Europa, refinado, por el puerto de Ascalón.
  • Si bien las potencias occidentales y la propaganda israelí afirman querer impedir que Irán tenga bombas atómicas, saben bien que una “fetua” o pronunciamiento legal del Imam Jomeini de 1988 declaró ‎las armas de destrucción masiva incompatibles con el Islam. Por consiguiente, la única potencia nuclear en Oriente Medio es Israel.

Irán ganó la guerra, pero puede perder la paz

Sobre la base de estos hechos, Thierry Meissan pasa a analizar el asesinato del general Soleimaní y la ‎crisis posterior: ‎
Soleimaní era un soldado excepcional. Ingresó a la Guardia Revolucionaria en el momento de su fundación, en 1979. De 1980 a 1988 luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán. Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre ‎árabe y persa de Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución auxilió a las ‎víctimas de la agresión occidental en toda la región. En 2006, durante la invasión israelí a Líbano, estuvo en Beirut dirigiendo la resistencia junto al general sirio Hassan ‎Turkmani y el jefe de Hezbolá, Hassan Nasralá. Sin embargo, no tuvo empacho en negociar con EE.UU., cuando las circunstancias lo aconsejaban. En 2001, por ejemplo, se alió con George W. Bush para ‎luchar contra los talibanes afganos. Y en mayo de 2018 cumpió la ‎orden de limitarse a defender a las comunidades chiitas en todo Medio Oriente.
Donald Trump comprendía el enorme papel militar del general Soleimaní como principal ejecutor de la política regional del ayatolá Jamenei, pero no entendió que el gran estratega se había convertido en un héroe de todos los pueblos de la región, admirado‎ en las academias militares del mundo entero. Al autorizar su asesinato, el presidente norteamericano arruinó la reputación que había ganado desde 2017 al tratar de contrarrestar el anterior apoyo estadounidense a ‎al-Qaeda y el Estado Islámico (EI), perdiendo su rol de árbitro regional.‎
El asesinato de Qasem Soleimaní unificó temporalmente a los dos poderes políticos iraníes alrededor de un mismo ‎sentimiento y obligó al gobierno israelí a adoptar una actitud ambigua, casi prescindente.‎ Estados Unidos esperaba que Irán reaccionara automáticamente, contragolpeando, pero el Guía Jamenei y el presidente Rohaní, en consulta con Rusia y China, prefirieron negociar con la mayoría de los países de la región, incluso con sus enemigos del Golfo. En ese momento sucedieron dos hechos: por un lado, el miércoles 8 un ataque con cohetes de la Fuerza Quds afectó con precisión instalaciones de las bases de Ayn al Asad en el norte de Irak, aunque solamente hirió a numerosos norteamericanos. La precisión del ataque y la incapacidad de la defensa antiaérea estadounidense para derribar ni un solo cohete demostraron a todos los países vecinos quién tiene la supremacía.
Por el otro lado, pocas horas más tarde la defensa antiaérea iraní derribó un avión ucraniano que despegaba de Teherán. Aunque tardío, el reconocimiento del presidente iraní de que se trató de un error de la defensa antiaérea y su disposición (aún no concretada) a entregar a Ucrania la caja negra le sirvieron para restablecer el intercambio diplomático con Europa y Canadá. El análisis de los datos técnicos conocidos revela, empero, que la aeronave no fue derribada por error: alguien quiso crear un casus belli, para romper toda negociación con Occidente. Nuevamente la lucha interna por el poder trabó una estrategia internacional brillante. Y sirvió para opacar la condena al asesinato de Solemaini y sus acompañantes.
A raíz del asesinato de Solemaini –continúa T. Meissan– Irán anunció que no seguiría respetando ‎el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de ‎su país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto, pero ‎en realidad eran ofertas de paz. Finalmente, el lunes 20 la cancillería iraní confirmó que su país no se ha retirado del acuerdo. Por su parte, la retirada de las ‎tropas estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un compromiso contraído por Trump durante su campaña electoral.
Durante los últimos años Irán consiguió eludir la presión norteamericana en Siria mediante la brillante conducción militar de Soleimaní y la participación en el proceso diplomático de Astana (Kasajistán) liderado por Rusia y con la actuación de Turquía. Tal como comentó Shaiel Ben-Ephraim en Asia Times (Putin calls on Netanyahu amid struggle for Syria, 15-01-20), este exitoso precedente es la fórmula que el ayatolá Jamenei aplica ahora, para expulsar a EE.UU. de Medio Oriente: acudir a negociaciones regionales, bajo el paraguas de Rusia y China, alcanzar acuerdos de seguridad colectiva (por ejemplo, en el Golfo) y arreglar bilateralmente los conflictos con sus vecinos.
La decisión de acudir a la diplomacia en lugar de a las armas tiene en cuenta, por un lado, el debilitamiento de la hegemonía norteamericana tras el asesinato de Soleimaní, pero, por el otro, refleja también la consciencia del liderazgo iraní sobre los propios límites: la exitosa estrategia del general asesinado trajo una relativa paz a la región, pero Irán está exhausto y necesita hallar rápidamente alternativas económicas.
Tras el fracaso de EE.UU., Rusia lo ha sucedido como árbitro entre todas las fuerzas de Oriente Medio y es aceptada incluso por Israel. Por supuesto que los halcones estadounidenses seguirán boicoteando ese liderazgo, al igual que la ultraderecha israelí o las familias más retrógradas de la península arábiga. Del mismo modo que los revolucionarios iraníes y sus aliados (Hezbolá, la Yihad Islámica, los hutíes yemenitas, etc.).
En tanto, tambien en Asia Times la periodista Siavash Fallahpour sostiene que, aunque Rusia y Turquía podrían ayudar a Irán a expulsar a EE.UU. de Medio Oriente, prefieren apuntar a obtener simultáneamente el retiro de las fuerzas norteamericanas e iraníes de las posiciones que ocupan.
Los principios de la paz no serán fijados todavía y su plena vigencia demorará. Durante el periodo de duelo por la muerte del general Soleimaní, Irán no podrá admitir públicamente ‎haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos que, por otra parte, necesita el consenso de todos los estados de la región y, ‎por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras disolventes y de su apoyo al terrorismo islámico, ni siquiera el Reino Unido podrá hacerlo fracasar y tendrà que aceptar que se lo convalide en una conferencia regional. ‎
Durante algún tiempo en todo Medio Oriente seguirán sonando los tambores de la guerra. Habrá atentados, levantamientos y represiones violentas. Las potencias regionales, en tanto, estarán tentadas de aprovechar las ventajas temporarias que les da la pérdida de hegemonía norteamericana.

La hora de Rusia

Inmediatamente después del asesinato de Soleimaní, Vladimir Putin inició una diplomacia viajera que lo llevó a Ankara, Damasco y, esta semana, a una larga visita en Tel Aviv. El presidente ruso puede obtener la retirada de los iraníes de Siria y, por consiguiente, el alejamiento de sus invencibles cohetes de alcance medio tierra-tierra, pero no lo hará gratis. Por lo pronto, la fuerza aérea israelí deberá dejar de bombardear bases persas en Siria. Pero, exige Moscú, si Tel Aviv quiere la paz en su frontera norte, debe apoyar también el levantamiento de las sanciones occidentales contra Damasco, para que Assad pueda reconstruir su devastado país. Se trata de un precio muy alto que Netanyahu todavía no puede pagar.
Para los israelíes Moscú se está convirtiendo en el destino diplomático más importante y el primer ministro necesita el apoyo ruso en la elección parlamentaria de marzo próximo, para ganar los votos del millón de inmigrantes rusos que viven en el país. Las encuestas todavía dan al bloque Azul y Blanco como ganador y al Likud como segundo y no está aún definido quién ganará la elección.
Al mismo tiempo, es evidente que Donald Trump se apartó de la política unilateralmente prosionista de su secretario de Estado Pompeo. Contra el histórico expansionismo de la ultraderecha nacionalista de Tel Aviv, el presidente parece estar favoreciendo el retorno al proyecto de Confederación Jordano-Palestina. Este giro estratégico se guía por el sentido común: si Israel anexa Cisjordania, una minoría judía gobernará a una mayoría palestina a la que –al igual que sucedió en Suráfrica– a la larga no podrá negar los derechos cívicos, con el riesgo de que el nuevo Estado pase a ser dirigido por los árabes. El reflotamiento de este viejo plan es una señal de alerta para Netanyahu. El primer ministro a cargo ya está anoticiado de que no puede mantener impunemente su red internacional de tráfico de armas y su complicidad con el de drogas contando sin más con el apoyo estadounidense.
Como es obvio, no todos los actores siguen sobre el terreno la lógica de la modificada constelación geopolítica del Medio Oriente y su influencia sobre la relación de fuerzas en América del Sur. Muchos se guían por sus intereses particulares, por convicciones ideológicas superadas por la evolución u obligados por alianzas de antaño. La reunión cumbre del 24 de enero nos mostrará –si Benyamin Netanyahu entendió que Israel ya no puede ganar una guerra contra Irán– que, ante la nueva hegemonía ruso-china sobre Eurasia, la retirada norteamericana del Medio Oriente es inexorable. Si el líder israelí acepta que, para mantener el poder, le conviene plegarse a la nueva “pax eurasiana”, integrar a su país al Camino de la Seda y la Franja, y remplazar las exportaciones de armas por las de gas, perderá interés en desatar guerras regionales y en participar en el riesgoso tráfico de drogas. De cumplirse estas complejas condiciones, dejará a sus aliados suramericanos librados a su propia suerte y priorizará los negocios pacíficos.
Puede ser que esta hipótesis esté influida por un deseo de paz e independencia. No es de esperar que los actores del cambio epocal que estamos viviendo anticipen sus jugadas. Deberemos interpretarlas por las señales que den. Por esto, es preciso prestar atención a la coreografía de la cumbre de Jerusalén, para poder juzgar la estrategia internacional del gobierno argentino. Si Alberto Fernández sabe equilibrar los encuentros con los líderes presentes, priorizar el intercambio con Vladimir Putin y lanzar a árabes e israelíes un audible mensaje de paz, habremos entendido que Donald Trump llamó a la retirada y está dispuesto a negociar un nuevo reparto del poder. Por lo pronto, queda claro que el presidente de todos los argentinos no viaja a Israel sólo para negociar sobre la deuda externa, sino para que empecemos a jugar en las ligas mayores del nuevo mundo.

martes, 14 de enero de 2020

Los conflictos intestinos complejizan la crisis mediooriental

La crisis entre Irán y EE.UU. se complica por las luchas internas


El derribamiento del avión ucraniano puso de relieve conflictos por el poder dentro de Irán y de EE.UU. que pueden descontrolar la gobernabilidad de Oriente Medio
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
14 de enero de 2020
Eduardo J. Vior
Tanto Estados Unidos como Irán estilizan su enfrentamiento actual como una lucha contra el terrorismo, que cada uno adjudica a la otra parte. Sin embargo, por un lado, las circunstancias en las que el presidente Donald Trump ordenó el asesinato del teniente general Qassem Soleimaní y su discurso posterior al hecho, como el modo en que la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) abatió el pasado miércoles 8 una aeronave civil ucraniana, provocando la muerte de 180 personas, y las contradictorias justificaciones posteriores indican que las luchas por el poder dentro de cada uno de ambos países condicionan sus decisiones externas y complican la resolución negociada de los conflictos.
De los asesinatos de Qassem Soleimaní, jefe de la Fuerza Quds (Jerusalén) de la CGRI, Abu Mahdi Al-Muhandis, subjefe de las Unidades de Movilización Popular (Al Hashd al Shaabi), y diez jefes más, el pasado 2 de enero, se sabe que fueron decididos en la Casa Blanca por el presidente y un pequeño círculo de asesores sin facultades legales para ordenar la muerte de un alto funcionario de un país con el que EE.UU. no está en guerra. Las circunstancias políticas permiten sospechar que se debió a una arremetida de Pompeo, para comprometer al mandatario en una guerra de gran magnitud en Oriente Medio. El secretario de Estado controla indirectamente a los militares y la CIA y está aliado a la ultraderecha evangelista republicana cuyos votos deciden la presidencia en el Colegio Electoral. Además, Trump necesita el respaldo de la mayoría republicana en el Senado, para salir absuelto del juicio político.
Por su parte, tanto los datos técnicos del hecho como la disculpa luego del abatimiento del avión ucraniano y la furia de sectores de la población que exigen la renuncia de los principales líderes iraníes constituirían la evidencia de que el disparo contra la aeronave ucraniana no fue un accidente, sino parte de una aguda lucha por el poder dentro de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI).
El domingo 12 se reunió el Consejo de Guardianes de la Constitución (Consejo de la Shura) con la presencia del convocado Comandante de la CGRI, General Hussein Salamí, y del jefe de la Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria, el general Amir Haji Zadeh, para discutir el derribamiento del aeroplano ucraniano y sus consecuencias. No trascendió lo discutido, pero el presidente del Consejo, Alí Larinjani, se manifestó conforme con las explicaciones dadas por los jefes del CGRI. A su vez, el Ministerio de Relaciones Exteriores anunció la formación de un comité especial para atender a los familiares de las víctimas.
Después de varios días de ambigüedad sobre las razones de la caída del avión de pasajeros ucraniano al oeste de la capital, Teherán, el gobierno iraní busca acabar la discusión declarando que la causa fue un error humano.
Según el general Hajji Zadeh, “la persona que lanzó el misil tenía solo diez segundos para tomar una decisión y alcanzó un objetivo equivocado. Asumimos toda la responsabilidad y estaremos sujetos a cualquier decisión tomada por las autoridades iraníes”, dijo. El comandante iraní explicó también que, por su altura y ángulo de vuelo, el avión ucraniano fue confundido con un cohete de crucero entrante y derribado. Sin embargo, desde el punto de vista técnico la argumentación iraní es insostenible. Las baterías de fabricación rusa que utiliza la defensa antiaérea de Teherán están preparadas para convivir con el intenso tráfico aéreo civil de una gran capital. Tienen dos radares, uno para la identificación de los objetos voladores y otro para guiar los cohetes hacia el objetivo. Además, ningún operador toma solo la decisión de disparar, sino que la consulta con su mando, generalmente instalado en otra parte. O sea, que entre el reconocimiento de un objeto volador en aproximación y la decisión de abatirlo trascurre un lapso bien mayor de los diez segundos referidos por el comandante de la Fuerza Quds. Asimismo, ningún radar ruso confundiría el vuelo a ras del suelo de los cohetes norteamericanos Tomahawk, con un perfil longilíneo, con el vuelo ascendente de un avión que despega y tiene un perfil redondeado. Da la impresión de que, ante el vacío producido por el asesinato de un líder tan impresionante como Soleimaní, alguien quiso poner a la conducción en serios problemas internos e internacionales.
Sobre la indignación popular por la muerte de 82 iraníes y 63 canadienses, de los cuales 57 tenían origen iraní, se ha montado una nueva ola de protestas en las cuales es difícil distinguir a los honestos de los agitadores instigados por las potencias occidentales. Absurdamente, entre los manifestantes fue detectado, detenido y expulsado el embajador británico Rob Macaire.
Mientras tanto, se agita el carrusel diplomático. El domingo se entrevistaron en Mascate, la capital de Omán, el canciller iraní Mohammad Javad Zarif y el nuevo sultán, Haitham bin Tariq Al Said, quien sucedió a su hermano Kabus que murió el viernes después de 50 años de reinado. Por su neutralidad, el Sultanato de Omán cumple en la región un central papel mediador. Los viajes se suceden. Rusia y China, en tanto, están sumamente activos en la región, la segunda, entre bambalinas.
En este contexto se inserta la reacción de Donald Trump ante los 22 cohetes iraníes de alcance medio que el miércoles 8 impactaron en las bases de Ain al Asad y Erbil. Aunque el presidente había amenazado previamente con serias represalias, si Irán se atrevía a atacar instalaciones o personal norteamericano, tras el ataque del miércoles se limitó a constatar que no se habían producido bajas entre el personal de las bases y que “el hecho de que tengamos el mayor potencial militar del mundo no significa que tengamos que usarlo”. La razón de tanta autocontención hay que buscarla en que la defensa antiaérea norteamericana no volteó ni un solo cohete iraní, porque no es capaz de detectarlos. Fue así que Benyamin Netanyahu se apresuró a declarar que “se trata de un problema entre norteamericanos e iraníes que no atañe a Israel” y Arabia Saudita manifestó su preocupación por el mantenimiento de la paz.
A pesar de la agudización de las hostilidades, ambas potencias intercambian señales de diálogo. El día del asesinato del general iraní, por ejemplo, Washington envió a través de intermediados suizos una advertencia a Irán para que sus represalias “fueran proporcionales” al agravio sufrido. A su vez, poco después del bombardeo del miércoles 8, Irán mandó a través de la embajada suiza un fax encriptado instando a EE.UU. a no planear más represalias.
El abatimiento del avión ucraniano modificó los cálculos. El liderazgo iraní está fuertemente presionado interna y externamente y los medios internacionales han olvidado el asesinato de Soleimaní, para concentrarse en la tragedia aérea. Es temprano para saber quién incurrió en el “error” voluntario, pero da la impresión de haber sido alguien que, ante la ausencia del gran líder militar, quiso desacreditar a la conducción de la Guardia Revolucionaria, sin reparar en las consecuencias políticas.
Ambos países están atravesando una severa crisis de liderazgo. Trump se esfuerza por ser reelecto en noviembre próximo y, para ello, está dispuesto a pactar a diestra y siniestra, sin atender a las consecuencias. La muerte de Soleimaní parece, en tanto, haber dejado a Irán a la deriva en medio de una grave crisis económica, corrupción y deslegitimación de la conducción.
Oriente Medio y el mundo no soportan tanto vacío de poder. Si no se restablecen rápidamente los puentes, la crisis en ambas potencias (la mundial y la regional) alentará a aventureros que quieran entronizarse a costa del conjunto.

lunes, 6 de enero de 2020

donald Trump ha traspasado una línea roja sin retorno

Si EE.UU. ataca a Irán, se va a encontrar con Rusia y China


Al ordenar el asesinato de Qassem Soleimaní, Donald Trump ha subido la apuesta desconsiderando la multiplicidad de las respuestas posibles y sin prever cómo zafar del pantano
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
6 de enero de 2020
Eduardo J. Vior
Con el asesinato del comandante de la fuerza Quds (Jerusalén) de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), el teniente general Qassem Soleimaní, Estados Unidos provocó a Irán, para arrastrarlo a una guerra en la que espera poder derrotarlo e imponerle condiciones ruinosas. Sin embargo, el alto mando estadounidense parece no haber tenido en cuenta la complejidad de las reacciones que ha despertado, la multiplicidad de alternativas a disposición de Teherán ni el forzoso involucramiento de Rusia y China.
“Que esto sirva como advertencia, hemos puesto en la mira 52 sitios [por los 52 rehenes tomados por la CGRI en 1979)] importantes para Irán y la cultura iraní y esos blancos serán golpeados muy rápido y muy fuertemente. ¡EEUU no quiere más amenazas!”, escribió Donald Trump este domingo en su cuenta de Twitter. Al presidente, obviamente, no le importó que muchos fueran sitios del patrimonio cultural de la Humanidad.
Desde el otro lado le replicó el general Hossein Salamí, jefe de los Guardianes de la Revolución Islámica que “el asesinato del mártir general Qassem Soleimaní será seguido por una venganza estratégica que definitivamente pondrá fin a la presencia de EEUU en la región”. Salamí agregó que la represalia iraní “vendrá en una vasta geografía, a lo largo del tiempo y con impactos determinantes”.
El general Soleimaní, comandante de la Fuerza Quds, a cargo de las operaciones especiales exteriores de la Guardia Revolucionaria, murió en la noche del 2 al 3 de enero, cuando abandonaba el aeropuerto de Bagdad a donde había llegado desde Damasco, alcanzado por dos cohetes Hellfire R9X Ninja disparados desde un dron MQ-9 Reaper que había despegado desde Catar. Junto con él fallecieron Abu Mahdi Al-Muhandis, subjefe de las Unidades de Movilización Popular (Al Hashd al Shaabi), la coalición de 40 milicias iraquíes que derrotó al Estado Islámico (EI), otros cuatro oficiales del CGRI y varios altos mandos iraquíes.
Como protesta ante el atentado, en todo Irán se realizaron masivas procesiones fúnebres. La primera tuvo lugar este domingo en la ciudad de Ahwaz, a donde llegó el cuerpo desde Kerbala (Irak). Posteriormente sus restos se trasladarán al santuario Imam Reza en Mashhad. En un hecho de significación mundial, este domingo la televisión iraní transmitió el izamiento de una bandera roja sobre la cúpula de la mezquita de Jamkaran, en la ciudad santa de Qom, en la que residen las principales autoridades religiosas del país. El estandarte traía la inscripción en farsi Ya la-Thārat al-Husayn (“¡Oh los asesinos de Husáyn!”) con la que se homenajea el sacrificio del Imán Husáyn en la batalla de Kerbala (683 dne) y se apostrofa a sus asesinos. El color rojo representa la sangre de los mártires. El martirio de Husáyn marca el inicio del Islam chiíta. La bandera no se había izado nunca desde que Irán se hizo chiíta en 1501. Cuando se la izó, el imán de la mezquita clamó “¡Oh, Alá! Acelera la reaparición de tu custodio”, pidiendo la venida del Mahdi (el Guiado). El Mahdi es el duodécimo Imán de la tradición chiíta, desaparecido en el siglo IX, que –según la tradición- volverá a la Tierra para dirigirla durante algunos años antes del fin del mundo, librándola del mal y restaurando la verdadera religión.
Este domingo se sucedían agitados intercambios diplomáticos entre representantes iraníes y extranjeros, para hallar una salida a la crisis creada por EE.UU. Teherán pidió una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar el asesinato de Qassem Soleimaní y la Unión Europea invitó al canciller iraní Mohamad Javad Zarif a Bruselas, mientras que la cancillería iraní advertía al embajador de Suiza (representante de los intereses de EE.UU.) que “un ataque contra sitios históricos o culturales constituye un crimen de guerra“. Entre tanto, fuentes de Teherán informaron que EE.UU. ha pedido insólitamente a Irán, a través del mismo mediador, que no lleve a cabo “una respuesta desproporcionada”. Por su parte, la región mediooriental está conmocionada. Diplomáticos sauditas, cataríes y emiratíes se distanciaron del ataque. En Bagdad, a su vez, el gobierno de transición declaró haber sido informado pocos minutos antes del bombardeo, pero haberse expresado en desacuerdo con el mismo, mientras que el parlamento exigió al gobierno que reclame el retiro de todas las tropas de la OTAN.
Entre tanto, en un aparente acto fallido, el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu confirmó que su país es la única potencia nuclear de Oriente Medio. En una reunión de gabinete en la que se trataban sus negociaciones con Chipre y Grecia para construir un gasoducto, este domingo el procesado jefe de gobierno anunció que “de este modo Israel se convierte en potencia nuclear”, para corregirse inmediatamente y decir “potencia energética”. El acto fallido de “Bibi” debe entenderse como una terrible amenaza contra Irán. Lógicamente, Irán respondió canceló el cumplimiento de las obligaciones que le imponía el Acuerdo Nuclear de 2015.
El gobierno norteamericano habría apostado a que se produzca una respuesta iraní en Irak o en el Golfo Pérsico, pero Teherán tiene muchas opciones disponibles. En Irak, por ejemplo, las FMP pueden paralizar la salida del petróleo controlado por los estadounidenses, en Yemen los hutíes cerrarían el tránsito naviero por el Mar Rojo, mientras que en Afganistán, las milicias chiítas harían la vida imposible a las tropas de EE.UU.
Ante la inminencia de una guerra entre Irán y Estados Unidos China y Rusia ya se alinearon la semana pasada, al realizar maniobras navales junto con la marina iraní en el Golfo de Omán. No obstante, China todavía está pidiendo a ambas partes que mantengan la calma. Beijing no quiere guerras en Asia, porque dañarían su iniciativa del Nuevo Camino de la Seda y la Franja. Además, es la principal compradora de petróleo iraní, su mayor socio comercial en general e Irán es un nodo privilegiado para las comunicaciones hacia Occidente, por lo que China tiene un especial interés en la estabilidad de ese país.
Hasta ahora Beijing intentó equilibrar su apoyo a Teherán con buenas relaciones hacia Saudiarabia, pero esto cambiaría en caso de guerra. Por otra parte, sobre el Golfo de Omán también tiene costa Paquistán, donde la República Popular expandió el puerto de Gwadar como salida del ferrocarril Transhimalaya que le permitiría exportar hacia el Oeste, sin pasar por los mares del Sur de China y el Estrecho de Malaca. Por consiguiente, la gran potencia oriental no soportaría callada un ataque contra Irán. Del mismo modo, Rusia tampoco se mantendría quieta ante una agresión a su vecino que podría dejarla expuesta a ataques desde el sur.
EE.UU. asesinó al de facto segundo líder de la República Islámica, para provocar a Irán a comenzar una guerra frontal, en la que calcula derrotarlo fácilmente e imponerle una negociación desventajosa, para que entregue su arsenal de cohetería, se retire de Siria, Irak, Yemen y Afganistán y clausure definitivamente su programa nuclear. La operación fue ordenada, evidentemente, previendo una confrontación en territorio iraquí o en el Golfo, pero Washington no calculó la posible reacción de las milicias que el general Soleimaní organizó en la región ampliada ni la implicación de Rusia y China.
Donald Trump ordenó el asesinato del líder iraní en una fuga hacia adelante, presionado por la amenaza de juicio político y por las condiciones que la ultraderecha evangélica republicana le impuso para apoyarlo en la venidera elección presidencial de noviembre. En su lógica supone que hay que golpear fuerte al adversario, para imponerle condiciones de negociación ventajosas, pero este pensamiento binario no tiene en cuenta los sentimientos y las emociones de otras culturas y cosmovisiones. A esta altura de los acontecimientos es difícil avizorar quién podría interceder, para evitar una catástrofe de alcance planetario, pero sí se puede determinar que Estados Unidos se ha metido en un pantano sin salida. La pregunta es qué pasará después de su derrota.