Gran Bretaña arrastra a EE.UU. a una aventura suicida
Moscú le advierte a Washington que no siga a Londres
El aviso de Putin de que su país está dispuesto a usar armas no
convencionales si es atacado no se dirigió contra EE.UU., sino que fue
un alerta por el discurso imperialista de la canciller británica
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam
06-05-2022 | 09:50
Reunión de la OTAN.
El
pasado 27 de abril el presidente de Rusia amenazó a Occidente con
utilizar armas no convencionales si terceras potencias intervienen en el
conflicto en Ucrania. Aunque el presidente Joe Biden le quitó
importancia, los medios norteamericanos y europeos presentaron al
unísono la advertencia como el aviso de que Rusia se apresta a utilizar
armas nucleares tácticas. Sin embargo, si se pone la declaración de
Vladimir Putin en el contexto de los cruces discursivos de la semana
pasada, puede inferirse que el líder ruso, en realidad, advirtió a los
líderes norteamericanos sobre los riesgos que corren obedeciendo al
senil imperialismo británico.
“Si alguien tiene la intención de
interferir desde el exterior, debe saber que constituye una inaceptable
amenaza estratégica para Rusia. Deben saber que nuestra respuesta a los
contraataques será muy rápida”, advirtió Putin en un acto con
legisladores rusos en San Petersburgo el pasado miércoles 27 de abril.
“Nadie puede presumir de estas armas y nosotros no nos jactaremos de
ellas, pero las usaremos”, aseguró.
Inmediatamente abundaron en
los medios occidentales los comentarios sobre la “intención” rusa de
usar su armamento nuclear. Por su parte, el presidente Joe Biden
advirtió el jueves 28 que la amenaza de Vladimir Putin es
“irresponsables”.
No es seguro que Putin se haya referido
exclusivamente a las armas nucleares. También puede haber aludido al
3M22 Zircon, el cohete de crucero hipersónico para distancias de hasta
400 kilómetros. Ya fue probado dos veces en esta guerra y sus resultados
fueron excelentes. Asimismo hay que considerar los cohetes hipersónicos
estratégicos Avangard y el recientemente probado Sarmat, que en pocos
minutos podrían alcanzar objetivos en toda Europa y América del Norte.
Ambos pueden llevar cabezas de distinto tipo.
La advertencia del
presidente ruso sobre un eventual uso de armas no convencionales fue
formulada apenas un día después de que su canciller, Serguéi Lavrov,
llamara a no subestimar la posibilidad de una tercera guerra mundial.
El
aviso de Putin podría entenderse como una reacción a la reunión de los
aliados de la OTAN en la base aérea estadounidense de Ramstein, en
Alemania, el 26 de abril. La posible adhesión de Finlandia y Suecia a la
alianza y la constitución de un “Grupo Consultivo sobre Ucrania” (en
realidad, una coordinación operativa) son motivos de alarma suficientes.
Maria Zajárova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia. Por
su parte, la vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia,
Maria Zajárova, lo explicó en una columna de opinión que publicó en su
canal de Telegram el jueves 28: “En Occidente se han activado los
mecanismos de filtración de una nueva tesis en la conciencia pública:
los rusos amenazan con una guerra nuclear”. Y aclaró: “Huelga decir que
es una tesis absolutamente falsa”. Y explicó: “Hace dos días, Sergei
Lavrov, respondiendo durante una entrevista dijo resumidamente lo
siguiente:
1) Fue Rusia quien persuadió a Estados Unidos en una
larga negociación para que reafirmara la fórmula Gorbachov-Reagan de que
no puede haber vencedores en una guerra nuclear y que ésta nunca debe
desencadenarse.
2) Fue Rusia la que convenció a los Cinco Nucleares para que adoptaran una declaración en el mismo sentido.
3) Hay riesgos, no debemos inflarlos, pero tampoco debemos subestimarlos”. “Hemos
hecho, prosiguió, todo lo posible para evitar una guerra nuclear,
porque entendemos los riesgos y peligros reales que conlleva un
comportamiento irresponsable en este ámbito. No podemos permitir que se
produzca la mera idea de una guerra nuclear”.
“Obsérvese la
torpeza con la que se ha enmarcado esto en términos de trabajo con los
medios de comunicación”, criticó. Primero, un periodista repitió todas
las citas hechas a medida contra nuestro país y luego Ned Price (vocero
del Departamento de Estado) volvió a mencionarlas. Nadie se molestó en
prestar atención a lo que dijo el Ministro de Asuntos Exteriores sobre
los riesgos y los intentos de Rusia por evitar lo impensable.
“Al
día siguiente -siguió relatando- la campaña se unió a la concienciación
masiva a través de los medios de comunicación. (…) Y ahora Europa
también habla de ello: el ministro de Asuntos Exteriores francés,
Jean-Yves Le Drian, califica las palabras del ministro de Asuntos
Exteriores ruso de ‘retórica de la intimidación’. Me gustaría
preguntarle al francés si ha visto lo que ha dicho Serguéi Lavrov”,
informó.
“Nuestro país está en contra de la guerra nuclear, eso
es lo que afirma el ministro ruso”, declaró. Quizás el problema es que
los capitales occidentales han leído las entrevistas tal y como las
narran los medios de comunicación occidentales. Simplemente, no deberían
haber desconectado sus fuentes alternativas de información; entonces
habrían escuchado las declaraciones de Rusia cerca del original. Y no en
la interpretación de sus propios medios, que lo hacen según la propia
metodología de la OTAN”, concluyó la vocera.
Si Lavrov sólo
manifestó la preocupación de Rusia ante los crecientes riesgos para la
paz mundial y Putin se limitó a advertir contra la eventual injerencia
de terceras potencias en el conflicto de Ucrania, ¿por qué ambos líderes
del Estado ruso tocaron el tema en la misma semana?
No basta la
mencionada reunión en Ramstein para despertar tamaña alarma de los
gobernantes rusos, pero sí debería inducir a todo el mundo a la máxima
preocupación la última expresión del delirante curso del Reino Unido:
Global Britain representa una amenaza superlativa para la paz mundial (y
a los argentinos nos atañe directamente).
Al dirigirse al cuerpo
diplomático reunido en la alcaldía de Londres en la tradicional cena de
Pascua, Elizabeth “Liz” Truss, secretaria del Foreign Office, fijó los
lineamientos de la estrategia global de su país, “Global Britain”. El
discurso tuvo como título “El retorno de la Geopolítica” (Geopolitics is
back), pero habría que subtitularlo “El fin de la diplomacia y el
retorno de las cañoneras”.
Buscará en vano quien quiera saber qué
entiende la ministra por seguridad global (global security), objetivo
omnipresente en el texto. Tampoco vale la pena preguntar cuáles reglas
(rules) es preciso acatar para pertenecer al club de las naciones
“libres”. Sería importante, porque la secretaria amenaza con duros
ataques económicos y militares a quien ponga en peligro la “seguridad
global” y viole las “reglas”.
“Mi visión es la de un mundo en el
que las naciones libres son firmes y dominantes. Donde la libertad y la
democracia se fortalezcan a través de una red de acuerdos económicos y
de seguridad”, postuló al principio. Esta red de acuerdos y pactos se
extendería a lo largo y ancho del mundo, pero sería muy diferente al
sistema internacional vigente. La secretaria lo explica a su modo: “Las
estructuras económicas y de seguridad que se desarrollaron tras la
Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría han permitido la agresión en
lugar de contenerla”.
Y continúa: “Rusia es capaz de bloquear
cualquier acción efectiva en el Consejo de Seguridad de la ONU. Putin ve
su veto como una luz verde a la barbarie. Ha abandonado el Acta
Fundacional de la OTAN-Rusia y el Tratado sobre Fuerzas Armadas
Convencionales en Europa. Ha violado múltiples medidas de control de
armas. El G20 no puede funcionar como un organismo económico eficaz
mientras Rusia siga en la mesa”. En realidad, fue la OTAN la que,
mediante su continua expansión hacia el este y sus acciones unilaterales
(Irak, Libia, Siria, Yemen, etc.) incumplió dichos pactos. Fueron
europeos y norteamericanos quienes en el G20 bloquearon el diálogo con
los países en vías de desarrollo. La inversión de la realidad es una
constante del discurso de Truss.
Y propone “necesitamos un nuevo
enfoque, que combine la seguridad dura y la seguridad económica, que
construya alianzas globales más fuertes y en las que las naciones libres
sean más asertivas y tengan más confianza en sí mismas, que reconozca
que la geopolítica ha vuelto”. No hacen más falta organismos
internacionales en los que las naciones compatibilizan intereses y fines
encontrados, sino alianzas “duras” (militares) entre estados que
coincidan en la defensa de la libertad y la democracia tal como la
entiende Londres.
Para alcanzar su objetivo, la canciller propuso
utilizar tres instrumentos: a) la fuerza militar, b) la “seguridad
económica” y c) “alianzas globales más profundas”.
“En primer
lugar, comenzó Truss su enumeración, debemos reforzar nuestra defensa
colectiva.” En realidad, como reconoce la propia secretaria, este
objetivo ya se viene implementando: “El Reino Unido envió armas y
entrenó a las tropas ucranianas mucho antes de que comenzara la guerra.
Pero el mundo debería haber hecho más para disuadir la invasión. No
volveremos a cometer el mismo error”. Recordemos que en 2015 se firmó el
segundo acuerdo de Minsk que la parte ucraniana nunca cumplió. Entre
2015 y 2019 hubo múltiples contactos sobre Ucrania entre Rusia y las
potencias occidentales sin que se llegara a negociaciones efectivas. Ya
en 2020 comenzó a escalar la tensión que ahora desembocó en guerra.
Según la canciller británica, ni siquiera deberían haber hablado.
Primero los cañones, es su consigna.
Pero la propuesta
intensificación en el uso del instrumento militar excede a Ucrania y a
las fuerzas convencionales: “(…) rechazamos la falsa opción entre una
defensa tradicional más fuerte y las capacidades modernas. Tenemos que
defendernos de los ataques en el espacio y el ciberespacio, así como por
tierra, aire y mar. También rechazamos, continuó, la falsa elección
entre la seguridad euroatlántica y la seguridad indopacífica. En el
mundo moderno necesitamos ambas”.
Liz Truss, secretaria del Foreign Office. Lo
dejó claro: “Necesitamos una OTAN global. Con esto no me refiero a la
ampliación de los miembros a los de otras regiones. Quiero decir que la
OTAN debe tener una perspectiva global. Tenemos que adelantarnos a las
amenazas en el Indo-Pacífico, trabajando con nuestros aliados como Japón
y Australia para garantizar la protección del Pacífico. Y debemos
garantizar que democracias como la de Taiwán sean capaces de
defenderse”. Rusia es un enemigo secundario; el enemigo principal de
Occidente es China. La guerra en Ucrania es sólo el comienzo de una
guerra global y de amplio espectro contra China. Por ello la furiosa
advertencia de la República Popular al día siguiente del discurso: quien
reconozca una eventual independencia de derecho de Taiwán afrontará la
guerra.
También la economía es un campo de guerra: “En segundo
lugar, debemos reconocer el creciente papel que desempeña la economía en
la seguridad”. Para operar esta instrumentación, la canciller redefine
la idea de libre comercio. “El libre comercio y los mercados libres son
el motor más poderoso del progreso humano. Siempre defenderemos la
libertad económica. Pero el libre comercio debe ser justo y eso
significa respetar las reglas”. Los diplomáticos norteamericanos y
británicos hablan permanentemente de “un orden basado en reglas”, que no
son las del sistema internacional vigente y que nadie define.
Esas
“reglas” fijan los límites del libre mercado. Para acceder a él, hay
que respetarlas: “Estamos demostrando que el acceso económico ya no es
un hecho. Hay que ganárselo. Los países deben cumplir las reglas. Y eso
incluye a China. (…) No seguirán ascendiendo si no cumplen las reglas”.
Se acabó el libre comercio. En un mundo en guerra sólo los más fuertes
pueden comerciar. Y a quien no se someta a las “reglas” (que, por
indefinidas, pueden cambiar todos los días), se lo amenaza con destruir
su economía.
“Esto nos lleva al último punto, cierra la
secretaria, que es que nuestra prosperidad y seguridad deben construirse
sobre una red de fuertes acuerdos. (…) Debemos seguir reforzando
nuestra alianza de la OTAN con vínculos en todo el mundo (…)”. La
conclusión es obvia: “El G7 debería actuar como una OTAN económica,
defendiendo colectivamente nuestra prosperidad”.
Tal arenga
requiere tal final: “Los agresores están dispuestos a ser audaces,
nosotros debemos serlo más. Así es como nos aseguraremos de que se
restablezca la soberanía de Ucrania. Así es como nos aseguraremos de que
la agresión y la coerción fracasen. Así es como, en todo el mundo
ganaremos esta nueva era de paz, seguridad y prosperidad”.
El
discurso de Liz Truss no es para tomar a la ligera. Es el anuncio de que
el mundo está en una guerra interminable y global. La reina Elizabeth
II está en el tramo final de su vida. Su hijo Charles es incapaz de
asumir el trono y su nieto William aún no se puede hacer cargo. La
monarquía británica se basa en las fuerzas armadas y la simbiosis entre
ambas mantiene unida a la aristocracia y asegura la lealtad de la
burguesía (sobre todo la financiera). En un momento de vacancia el poder
recae en los militares y la política del gobierno se conduce con lógica
bélica. No hay lugar para la diplomacia. Sólo los cañones piensan.
Si
EE.UU. tuviera un liderazgo político fuerte, la acefalía del poder
británico se paliaría. Pero también en Washington faltan cabezas y sus
sustitutos carecen del sentido de realidad, la templanza y la prudencia
que impone la situación interna y mundial. En esas condiciones el pesado
yugo de la Madre Patria ata los destinos de ambas naciones. A esto
temen los líderes rusos y chinos. Por ello es que advierten, casi
imploran, a Washington que no siga detrás de los delirios seniles de un
imperialismo británico caduco, pero por eso mismo tan peligroso.
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