Ante el avance diplomático y militar de Rusia y el agravamiento de la
crisis en Occidente los actores de menor nivel van dejando el ring libre
para la pelea de fondo entre las superpotencias
por Eduardo J. Vior Agencia Télam
23-07-2022 | 20:16
Putin junto a sus pares de Irán y Turquía en Teherán / Foto: AFP.
Mientras
Vladimir Putin explotaba el éxito de su encuentro con los presidentes
de Irán y Turquía en Teherán, Serguei Lavrov respondía a los ataques
ucranianos contra objetivos civiles dentro de Rusia anunciando la
extensión de la “Operación Militar Especial” a toda Ucrania. Mientras
que Rusia se consolida política, económica y militarmente, el gobierno
ucraniano se desmorona, obligando a los miembros de la OTAN a
involucrarse cada vez más directamente en la guerra. Al mismo tiempo, se
profundiza la crisis política y económica de los países europeos. Sus
elites se fragmentan y los radicales toman el mando. Los actores de
segunda clase son crecientemente desplazados por la polarización del
conflicto. El momento del choque entre las superpotencias se acerca
peligrosamente.
“La idea de la dominación total de los ‘mil
millones de oro’ es racista y neocolonial y divide a los pueblos en
primera y segunda categoría”, dijo el miércoles el presidente ruso
Vladimir Putin en su intervención en el foro “Ideas Fuertes para un
Nuevo Tiempo” que se celebró en Moscú organizado por la ONG Agencia de
Iniciativas Estratégicas. Estos encuentros tienen lugar cada dos años,
para tratar propuestas de innovación gubernativa presentadas por
ciudadanos de toda la Federación.
"Este modelo es racista y
neocolonial en su esencia, mientras que la ideología globalista y
pseudoliberal que subyace se parece cada vez más al totalitarismo",
subrayó el presidente ruso. A continuación sostuvo que “se avecina una
nueva era y una nueva etapa en la historia del mundo. Sólo los Estados
auténticamente soberanos están en condiciones de garantizar una dinámica
de alto crecimiento y convertirse en un modelo para los demás.” Y
agregó que “la soberanía tiene que ver con la libertad de desarrollo
nacional y, por tanto, con el desarrollo de cada individuo.”
Al
mismo tiempo, no escatimó críticas al funcionamiento de la democracia
rusa: “estoy convencido de que, para ser fuertes, independientes y
competitivos, debemos mejorar los mecanismos de participación del pueblo
en la vida del país y hacerlos más abiertos y justos.”
Desafecto
a enunciar grandes relatos, ésta es probablemente la primera ocasión en
la que el presidente ruso propone tan claramente un frente del 80% de
la humanidad contra el 20% más rico. No es una casualidad ni un delirio
de grandeza: Vladimir Putin viene de haber alcanzado un resonante
triunfo en la reunión que tuvo en Teherán con sus colegas de Irán,
Ebrahim Raisi, y de Turquía, Tayik Recep Erdoğan, y lo explota
políticamente con un mensaje ecuménico.
La reunión en Teherán se
realizó en el marco del llamado Proceso de Paz de Astaná (capital de
Kazajistán), iniciado en 2017 para alcanzar la paz en Siria. Discutieron
la situación actual en el país árabe y subrayaron su compromiso con la
integridad territorial del mismo, así como con la Carta de la ONU. Este
compromiso es tanto más importante cuanto que Turquía hasta hace pocos
días tenía previsto invadir el norte del país árabe para ocupar una faja
fronteriza de unos 30 km de ancho y así combatir mejor a las milicias
kurdas. Como contrapartida a su concesión, Erdoğan consiguió vía libre
para operar contra las milicias kurdas en el norte de Irak. Irán, por su
parte, acordó la venta a Rusia de drones de largo alcance y con Turquía
un importante acuerdo gasífero. Todos salieron ganando y felices.
El
éxito de la cumbre de Teherán hizo posible que este viernes 22 se
firmaran en Estanbul dos documentos idénticos entre la ONU, Turquía y
Ucrania, por un lado, y entre la ONU, Turquía y Rusia, por el otro, para
que Kiev desmine sus puertos y Rusia le permita exportar trigo y
girasol por el Mar Negro. El gobierno de Zelensky festeja, porque podrá
sacar sus granos por vía marítima (ya lo hace por el Danubio), pero
mucho más ganaron Turquía y Rusia. Al encargarse de la seguridad de los
envíos, ambas se reparten el control sobre el Mar Negro. Las dos
participan también junto con Ucrania en la comisión de control con sede
en Estanbul que vigilará que los barcos que crucen el Bósforo de ida,
para ir a cargar el trigo ucraniano, lo hagan vacíos (sin armas).
Erdoğan, en tanto, quedó como prestigioso árbitro, consiguió un
descuento del 25% para comprar trigo ruso y Rusia obtuvo de la ONU la
autorización para exportar por esa vía cereales y fertilizantes, lo que
obligará a muchos países a derogar sus sanciones. A cambio Moscú se
comprometió a no atacar Odessa y otros dos puertos por un lapso
renovable de 120 días. La postergación de la “Operación Militar
Especial” no la cancela, sólo la prolonga.
"(La guerra) es ventajosa para los estadounidenses y los británicos,
porque están al otro lado del océano, están lejos", dijo Lavrov / Foto:
AFP. El discurso programático de Vladimir
Putin y la cumbre de Teherán coincidieron con la ampliación de los
objetivos geográficos de la “Operación Militar Especial” por el ministro
ruso de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov en una entrevista con la
redactora jefa de RT, Margarita Simonián. "[La guerra] es ventajosa para
los estadounidenses y los británicos, porque están al otro lado del
océano, están lejos", dijo Lavrov. Según el canciller ruso, las
estadísticas muestran que la Unión Europea asumió el 40% de los daños
económicos derivados de las sanciones, mientras que a EE.UU. le
corresponde menos de un 1%. Según Lavrov, precisamente ese es el motivo
principal por el que los países occidentales impiden a Ucrania acordar
con Rusia.
También señaló que el actual alcance geográfico del
operativo ruso es ya diferente al previsto hace tres meses. "No se trata
solo de Donetsk y de Lugansk, sino también de las provincias de Jersón y
de Zaporozhie y algunos otros territorios", enfatizó el ministro.
Lavrov explicó que la decisión se debe a que Occidente sigue llenando
Ucrania con armas de cada vez mayor alcance. "No podemos permitir que en
la parte ucraniana que controle Zelenski o quien lo releve se
despliegue un armamento que nos amenace directamente", defendió.
No
obstante, recalcó que Rusia sigue sosteniendo que se debe impedir la
guerra nuclear. Comentando la crisis energética actual en Europa, el
ministro manifestó que “no podemos alegrarnos de que la gente en Europa
se congele, viva mal", y recalcó que fue decisión de los políticos
europeos "romper los vínculos naturales y ventajosos" con Rusia.
En
suma, Putin y Lavrov trasmiten el claro mensaje de que no habrá
negociaciones políticas, mientras los occidentales continúen
abasteciendo al gobierno ucraniano con armas de cada vez mayor alcance,
capaces de afectar el territorio ruso. Por esa amenaza Rusia se
considera forzada a continuar y profundizar la guerra hasta la
aniquilación de todo foco de resistencia ucraniano que -en su
percepción- pueda amenazar a la población rusohablante.
Tras la
derrota de las fuerzas ucranianas en el este y la ampliación por Rusia
de sus objetivos de guerra la conflagración se agudiza. El ejército
ucraniano se está desmoronando a ojos vista y los “asesores”
occidentales tienen cada día un rol mayor. Según un informe no
confirmado de la Agencia de Inteligencia Exterior (AW, por su nombre en
polaco) de Polonia, Kiev está enviando al Donbass formaciones no
preparadas, el nivel profesional de los oficiales es débil y el mando es
a menudo ejercido por combatientes nacionalistas. Desde mayo de este
año el control y la conducción de las operaciones han sido asumidas por
“asesores” de EE.UU., Gran Bretaña y Canadá. El intervencionismo
occidental y el sometimiento ucraniano a él son cada vez mayores.
Sin
embargo, según cuenta Philip Giraldi, un ex agente de inteligencia
norteamericano que hoy preside una fundación para la reorientación de la
política exterior de su país, la Casa Blanca sigue negando la
intervención de soldados estadounidenses en la guerra de Ucrania. En la
cumbre de la OTAN celebrada en Madrid el 29 de junio pasado Biden
informó que el Vº Cuerpo del US Army establecerá un cuartel general
permanente en Polonia, que el Pentágono mantendrá una brigada adicional
en Rumanía y reforzará sus fuerzas en los estados bálticos. Asimismo, se
incrementará el número de tropas estadounidenses en Europa.
Giraldi
comenta asimismo que el 25 de junio pasado el New York Times publicó un
informe titulado "Una red de comandos coordina el flujo de armas en
Ucrania, según [informan] las autoridades: La operación secreta en la
que participan fuerzas de operaciones especiales de EE.UU. indica la
magnitud del esfuerzo para ayudar a los militares ucranianos todavía en
desventaja." También, continúa el analista, se ha informado que comandos
del SAS británico están custodiando al presidente Volodymyr Zelensky.
El NYT aclara que los soldados y oficiales de la CIA no están en el
frente con las tropas ucranianas. A pesar del ocultamiento, Rusia y
otros servicios de inteligencia conocen sobradamente la operación. Según
el ex espía, Biden no admitirá la intervención, por lo menos hasta que
algunos de estos soldados sean asesinados o, peor aún, capturados y ante
las cámaras empiecen a hablar de su papel.
A continuación cita a
la teniente coronel retirada de las US Air Force Karen Kwiatkowski,
antigua analista del Departamento de Defensa, quien observa que el
despliegue de personal no uniformado "es completamente típico de las
etapas iniciales de una guerra larga de Estados Unidos".
Sin
dudas, Rusia violó el Derecho Internacional al invadir Ucrania en
febrero pasado, pero en los últimos ocho años todas las instituciones
custodias de dicho Derecho fallaron. Nadie tuvo la voluntad o la fuerza
para obligar a Ucrania a cumplir con los acuerdos de Minsk y cesar su
hostigamiento contra la población civil de la cuenca del Don. Al mismo
tiempo, la OTAN acercó más y más efectivos y armamentos a las fronteras
de Rusia. El año pasado se sumaron la amenaza de Zelensky de incorporar
su país a la OTAN y su anuncio de que Ucrania volvería a tener armas
atómicas. Finalmente, EE.UU. y la OTAN desestimaron sendas ofertas de
negociación de Rusia.
Los aliados occidentales indujeron a Rusia a
entrar en la guerra suponiendo que sus fuerzas armadas serían incapaces
de combatir eficazmente, que la economía rusa se desmoronaría ante las
primeras sanciones y que la imagen de Putin se derrumbaría, dando lugar a
alzamientos populares que permitirían a Occidente impulsar un golpe de
estado y el cambio del régimen político. Al contrario, con un golpe de
timón el gobierno ruso restañó las pérdidas económicas y financieras,
reorientó el comercio exterior, sustituyó las importaciones occidentales
y remplazó a las empresas de ese origen por competidoras rusas. La
balanza de pagos de Rusia ha alcanzado en lo que va del año un superávit
histórico. Como al mismo tiempo Moscú sólo ha empleado en Ucrania el
10% de sus efectivos militares y está incrementando las reservas con
voluntarios, pudo prescindir del reclutamiento forzoso. Por
consiguiente, la guerra no ha influido en la vida cotidiana de la
sociedad rusa. Consecuentemente, el índice de apoyo al presidente, que
en febrero estaba en el 70%, hoy ha subido a casi el 79%.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, anunció el jueves 21 la suba
de las tasas de interés en la zona euro / Foto: Archivo. Todo
lo contrario sucede en Europa y Estados Unidos. El Banco Central
Europeo (BCE) anunció este jueves 21 que elevaba los tipos de interés en
50 puntos básicos, para frenar la inflación en zona euro. La subida, la
primera en once años, duplica lo estimado previamente por la propia
entidad financiera. La inflación interanual en la eurozona alcanzó en
junio el 8,6% anual frente al 8,1% registrado en mayo. El alza está
impulsada principalmente por los precios de la energía, que aumentaron
un 42% en junio. Durante las últimas semanas, la divisa europea también
ha pasado por su peor período en veinte años en medio de crecientes
temores a una recesión.
El Viejo Continente enfrenta también el
riesgo de una crisis desatada por los países más endeudados del bloque
como Italia (donde la deuda externa alcanza 150% de su PBI) y Grecia. Si
bien la crisis occidental comenzó ya durante la pandemia, el gigantesco
endeudamiento público y privado dejó a los países europeos sin resto
para soportar el rebote de las sanciones contra Rusia. Sometidos a los
grandes bancos y fondos de inversión, los gobiernos occidentales carecen
de iniciativa. En consecuencia, Macron y Scholz se han debilitado, cayó
Draghi y Liz Truss se posiciona como eventual primera ministra del
Reino Unido. Después de la elección de noviembre probablemente el
gobierno de Biden sólo sea un títere en las manos de un Congreso
mayoritariamente republicano.
Esta falta de conceptos y de
liderazgo induce a los dirigentes occidentales a seguir el automatismo
de la guerra: cuanto mayores son las victorias rusas, más armas y
efectivos mete la OTAN. Pronto llegará el día en que los Spetnaz cacen a
un general de la alianza y lo presenten ante las cámaras. ¿Asumirá
entonces Joe Biden su responsabilidad, retirará a las tropas, cancelará
el suministro de armas a Kiev y forzará a Zelensky a buscar la paz? ¿O,
por el contrario, ordenará el envío de más efectivos e irá al choque
frontal con las fuerzas rusas? El tiempo de los moderados e indecisos se
acerca a su fin. Comienza la pelea de fondo. ¡Segundos afuera!
El "golpe" contra Johnson agrava la guerra y la represión
La caída del primer ministro obedece a la decisión del poder británico
de incrementar el esfuerzo bélico y aumentar la presión autoritaria
sobre su población
Por Eduardo J. Vior
analista internacional 08-07-2022 | 13:47
Foto: AFP.
Quien piense que Boris Johnson tuvo que abandonar Downing Street 10 por
sus fiestas durante la pandemia y por haber encubierto la inconducta
sexual de uno de sus colaboradores cree que la aristocracia británica es
un coro de ángeles y la familia real un conjunto de estrellas de
Netflix. Pero ni lo uno ni lo otro. La urgencia de la derecha imperial
por concretar el segundo golpe de estado contra el jefe de gobierno en
menos de un mes resultó de la constatación de que la estrategia aplicada
contra Rusia ha fracasado y de que, si no se aplican medidas duras, la
agitación social contra el ajuste neoliberal se extenderá, para peor,
cuando el fin del reinado más largo de la historia inglesa anuncia una
grave crisis sucesoria.
Tras una serie de escándalos y la
pérdida de confianza de los conservadores que desembocó en un cascada de
dimisiones de los ministros de su gobierno, el primer ministro
británico Boris Johnson renunció el jueves 7 como líder del Conservative
Party (CP). Sin embargo, pretende seguir como primer ministro hasta que
los tories elijan a un nuevo líder, mientras los medios británicos ya
especulan sobre quién podría relevarlo. El abrupto desenlace desencadenó
una pugna entre los aspirantes a tomar el relevo en Downing Street y la
exigencia de algunos diputados de que se vaya ya y no espere a que
termine la elección del liderazgo partidario.
Según una
encuesta realizada por la empresa YouGov este 6 y 7 de julio que recogió
la opinión de 716 políticos conservadores, los mejores pretendientes
para el puesto de “premier” serían el ministro de Defensa, Ben Wallace
(13 %), la ministra de Comercio, Penny Mordaunt (12 %), el exministro de
Hacienda, Rishi Sunak (10 %), la secretaria de Asuntos Exteriores, Liz
Truss (8 %), el despedido secretario de Estado para la Ordenación,
Vivienda y Comunidades, Michael Gove (7 %), y el ministro de Justicia y
viceprimer ministro, Dominic Raab (7 %). Otros políticos obtuvieron un
porcentaje menor. El orden de preferencias es también un indicador de
las prioridades de los dirigentes conservadores.
La BBC describe
a Ben Wallace, quien sirvió como soldado, como una figura "de bajo
perfil" que logró atraer la atención tras el inicio de los combates en
Ucrania, dado el papel que juega el Reino Unido en el apoyo bélico a
Kiev. Por su parte, el canal ITV indica que el titular de Defensa es
estimado por muchos en el Parlamento por su "enfoque directo y sin
rodeos". Fue ministro de Seguridad desde 2016 hasta que asumió su actual
cargo tres años después. Se hizo conocido el año pasado, cuando su
departamento evacuó a ciudadanos británicos y aliados de Afganistán, y
este año por el envío de armas a Kiev. Al contrario de Johnson, es un
político de bajo perfil y más afecto a las decisiones que a las
declaraciones. Se lo puede considerar un intérprete fiel de la
estrategia del Alto Mando, que mayormente es la de la monarquía.
Foto: AFP.
Entre tanto, el excanciller de Hacienda Rishi Sunak (un inglés de
padres indios) fue, junto con el exsecretario de Salud, Sajid Javid, uno
de los primeros altos cargos del Ejecutivo en presentar su renuncia.
ITV destaca que Sunak fue considerado en un momento como "el favorito"
para relevar a Johnson. Sin embargo, perdió popularidad por el aumento
del costo de vida.
A su vez, Penny Mordaunt ocupa actualmente el
cargo de ministra de Comercio y en 2019 hizo historia al convertirse en
la primera mujer en dirigir la cartera de Defensa, aunque permaneció
solo tres meses en el puesto, ya que fue destituida por Johnson cuando
éste tomó el gobierno.
Si bien la actual secretaria de Asuntos
Exteriores Liz Truss no se apresuró a exigir la dimisión de Johnson, la
calificó como "correcta". Entre sus activos políticos los medios
destacan su beligerante apoyo a Ucrania y su defensa de las sanciones
contra Moscú. Además, se aprecia su papel en la negociación de los
acuerdos comerciales entre el Reino Unido y la Unión Europea tras el
Brexit.
En su anuncio Johnson señaló que ya habló con Graham
Brady, jefe del Comité Conservador de Miembros Privados, el llamado
Comité 1922, organismo de la bancada conservadora que promovió la moción
de censura en su contra en junio. Los dos acordaron que el proceso de
selección del nuevo premier debe iniciarse "ahora". El calendario del
proceso se anunciará la próxima semana.
Bajo las reglas actuales
se va a dar un proceso de selección interna dentro del CP del cual
saldrá el nuevo líder del partido y, por lo tanto, el nuevo Primer
Ministro. Mientras que en los comicios generales pueden votar más de 40
millones de adultos británicos que eligen un nuevo parlamento, al líder
de cuya mayoría la Reina lo invita a formar gobierno, en la actual
selección sólo intervienen unos pocos miles.
Se trata de un
proceso mucho más largo y elitista. Primero, los 358 parlamentarios
conservadores van a ir votando cada 2 a 3 días, para ir descartando en
cada ronda a uno de los posiblemente más de 10 precandidatos. Luego,
cuando queden solo 2, se va a pasar esa decisión final al voto de una
minoría de menos del 0,3% de la población compuesta por los 100 a 150
mil afiliados a los clubs conservadores, que en su gran mayoría son
blancos, varones y adultos mayores. Como en ese diminuto electorado casi
no hay trabajadores, madres solteras, jóvenes o minorías étnicas, los
candidatos que más fuerza van a tener son aquellos que pueden ofrecer
más dureza ante la Unión Europea, los inmigrantes o Rusia.
El
curso del proceso de selección dentro del Conservative Party va a servir
de indicador sobre el próximo futuro del Reino. Los retos son grandes:
el país vive su peor inflación en cuatro décadas, hay una ola de huelgas
que han comenzado los trabajadores de los trenes y metros y que amenaza
extenderse a otros rubros, en tanto en Irlanda del Norte y Escocia
crecen las tendencias separatistas.
Por un lado, en Escocia el
gobierno nacionalista ha fijado fecha para un segundo referéndum por la
independencia. Por el otro, en Irlanda del Norte hay fuertes tensiones
entre los unionistas que quieren acabar con el protocolo con la UE y los
nacionalistas que lo defienden y buscan ir hacia la reunificación con
la República de Irlanda.
Un tema clave es la guerra de Ucrania. A
40 años de las Malvinas, Johnson quiso imitar lo que hizo en 1982 la
entonces primera ministra tory Margaret Thatcher, quien supo revertir su
impopularidad interna derrotando militarmente a Argentina. Esta vez el
primer ministro quiso generar una ola de patriotismo antirruso y
presentarse como el paladín de la unidad occidental para defender a
Ucrania. El problema es que, a más de cuatro meses de haber iniciado
esta guerra el 24 de febrero, las sanciones no han detenido a Moscú y
Ucrania ya ha perdido un quinto de su territorio sin perspectivas de
poder reconquistar la mayor parte de las zonas rusohablantes del este.
Expresión directa de la coalición de fuerzas que sostiene la monarquía
(el Labour Party es sólo un apoyo sustituto), al liderazgo conservador
cabe en los años por venir la inmensa responsabilidad de resguardar la
unidad del Estado y su papel en la política mundial durante un traspaso
de la corona que se anuncia como largo y traumático. Tras el reinado más
prolongado de la historia de Inglaterra, la reina Elizabeth II se
acerca a su muerte. El príncipe Charles, a los 74 años y sin fuerzas ni
voluntad, es todavía el sucesor del trono. Podría, entonces, abdicar a
favor de su hijo mayor, el príncipe William.
Sin embargo, ésta
no es una decisión que el heredero o el ya monarca pueda tomar por sí
solo. Según el Derecho tradicional inglés (common law), Charles se
convertirá automáticamente en Rey apenas la Reina muera. Su eventual
abdicación requeriría una ley, como ocurrió con la del Rey Edward VIII
en 1936. Este procedimiento legal lleva tiempo, implicaría fuertes
discusiones sobre el futuro de la monarquía y un debate nacional sobre
el rumbo futuro.
Si bien las leyes del Reino prohíben a la
familia real tomar posiciones políticas, es obvio que lo hacen en
privado, ya por el hecho mismo de que la Reina cada miércoles recibe al
primer ministro, se informa y lo aconseja. De Charles se sabe que es un
moderado conservador, con práctica ecologista, pero no social. William,
en tanto, se ha mostrado en la misma línea, pero su entusiasta apoyo a
Ucrania en la guerra de la OTAN contra Rusia preanuncia que sostendrá el
esfuerzo del Ejército Británico contra su homólogo ruso.
A esta
altura es todavía difícil predecir quién ganará la compulsa interna de
los conservadores, pero hay muchos indicios de que no será un moderado o
moderada: las apuestas, el fracaso bélico, el peligro de secesión
escocesa e irlandesa, la agitación social y la sucesión real reclaman un
gobierno coherente y decidido. Ni en el centro ni en la “izquierda” de
Westminster se ve alguna posibilidad de concretar esta opción. Muy
probablemente se dé un giro a la derecha, hacia un gabinete imperialista
y dictatorial, como en otros períodos críticos de la historia inglesa.
Para los próximos meses es razonable esperar un incremento del esfuerzo
de guerra contra Rusia, que inexorablemente va a arrastrar a EE.UU., una
política represiva contra los movimientos huelguísticos e intentos por
detener o postergar la votación escocesa.
A lo largo de su
historia, cada vez que Inglaterra ha estado en crisis su elite ha
iniciado una guerra y con este pretexto ha ajustado el torniquete
autoritario sobre su población. En el último medio siglo, además, en
cada ocasión bélica ha involucrado a Estados Unidos para que le saque
las papas del fuego. Pero ahora es diferente: todo intento de enfrentar
militarmente a Rusia y China acabará en un desastre. Al mismo tiempo, ni
la corona ni el gobierno cuentan con líderes que puedan legitimar la
represión interna. El golpe de estado contra Johnson sólo puede traer a
Europa y Gran Bretaña sufrimientos y dolores sin sentido.