La eventualidad de que el ex primer ministro retome el poder desata
conflictos con repercusión internacional entre nuevos y viejos jefes del
Mossad
Por Eduardo J. Vior
Agencia Télam
30-07-2022 | 20:23
El panorama preelectoral muestra el renovado fortalecimiento de Benjamin Netanyahu / Foto: AFP.
Hace una semana la opinión pública argentina fue conmocionada por la
publicación en The New York Times de un artículo del periodista Ronan
Bergen que reprodujo un informe de la agencia de inteligencia israelí
Mossad sobre el atentado realizado en 1992 contra la embajada de ese
país en Buenos Aires. El artículo está lleno de imprecisiones y
omisiones que no aclararon tampoco la publicación del colega Román
Lejtman en Infobae ni la entrevista con el autor de la nota en NYT que
publicó Perfil, ambos del jueves 28. Como señala Raúl Kollman en
Página12 de este sábado 30, es curioso que 30 años después del atentado
el Estado de Israel dé a publicidad un informe que, sin aportar prueba
ninguna, altera todas las líneas de investigación de la Justicia
argentina, exculpa a funcionarios iraníes y argentinos de la
responsabilidad material por el atentado y sólo marginalmente lo conecta
con el posterior ataque contra la sede de AMIA en 1994. Particularmente
llama la atención el momento de la publicación: no hay ningún
acontecimiento del quehacer judicial o político argentino que la
justifique, pero sí la situación en Israel mismo.
Después de que
la coalición liderada por Naftali Bennet y Yair Lapid perdiera la
mayoría absoluta (61 diputados) en la Knesset en abril pasado y de haber
fracasado las negociaciones para recomponer los números, el presidente
Isaac Herzog convocó a nuevas elecciones parlamentarias para el 1º de
noviembre, la quinta en tres años. Según un sondeo publicado el domingo
24 por la cadena pública Kan, el bloque de partidos que apoyan al líder
de la oposición, Benjamín Netanyahu, obtendría 60 de los 120 escaños de
la Knesset en las elecciones del 1 de noviembre y quedaría a un voto de
la mayoría.
Se prevé que el partido Likud de Netanyahu sea el
mayor partido, con 35 escaños. El Yesh Atid del Primer Ministro Yair
Lapid le sigue con 22 escaños. Por su parte, la alianza de Kahol Lavan,
del ex ministro de Defensa Benny Gantz, y Nueva Esperanza, de Gideon
Sa'ar, obtendría 12 escaños. El partido de extrema derecha Sionismo
Religioso, en tanto, le sigue con 10 escaños, los partidos
ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá obtendrían ocho y siete
escaños respectivamente y el Laborismo y la Lista Conjunta, de mayoría
árabe, ganarían ambos seis. Dentro de ella, la Lista Árabe Unida ganaría
cuatro escaños, superando el umbral electoral. Según este sondeo,
finalmente, el partido Yamina del ex primer ministro Naftali Bennett no
alcanzaría el mínimo de cuatro escaños y quedaría fuera de la Knesset.
En síntesis, el panorama preelectoral muestra el renovado
fortalecimiento de Benjamin Netanyahu quien, a pesar de los procesos por
corrupción a los que está sometido, pudo recomponer su liderazgo y
movilizar a la derecha neoliberal. Por el contrario, uno de los dos
vencedores del año pasado, Naftali Bennet, pierde su base política. ¿Por
qué uno y otro proceso?
El dimitido primer ministro israelí Naftali Bennett / Foto: Archivo.
El gobierno de coalición establecido en junio de 2021, integrado por
partidos de centro, nacionalistas y hasta representantes de la minoría
árabe (por primera vez en la historia del Estado), cayó en junio pasado
después de haber perdido la mayoría y que el parlamento se
autodisolviera. La gota que colmó el vaso cayó en abril pasado, cuando
Bennett perdió su mayoría parlamentaria y no consiguió los votos
necesarios para prorrogar por otros cinco años los privilegios legales
de los colonos judíos en Cisjordania (prerrogativas que los palestinos
no tienen), para tener un seguro médico público israelí, ejercer la
abogacía y ser juzgados en los tribunales civiles israelíes. Se trata de
un sistema jurídico segregacionista que las organizaciones de derechos
humanos cuestionan. Antes que dejar de apoyar a los colonos, Bennett
prefirió entonces hundir su gobierno y renunció a favor de su socio
centrista en la coalición, Yair Lapid, quien conducirá el gobierno hasta
la próxima elección.
La próxima contienda se centrará, por un
lado, en el posible regreso de Netanyahu al poder y, por el otro, en la
eventual continuidad de la actual asociación política árabe-judía.
Aunque uno de los más breves en la historia del Estado, este gobierno
fue el primero en incluir representantes de la minoría árabe, rompiendo
así la tradición segregacionista vigente desde 1948. Como subrayó el
jefe de la Lista Árabe Unida, Mansour Abbas, "éste es un paso histórico;
sólo hemos empezado". Es que, ante la solidez del bloque de partidos
derechistas y la dispersión de fuerzas, nadie puede alcanzar una mayoría
alternativa a la de Netanyahu sin el apoyo de los diputados árabes.
Esta correlación de fuerzas confrontó a los integrantes de Yamina (la
alianza derechista que llevó a Bennett al gobierno) con un dilema que el
ex primer ministro aprovechó acusando al gobierno saliente de depender
de los "partidarios del terror". Prefirieron hacer caer al propio
gabinete en vez de ceder a la presión de los representantes árabes. Es
que el segregacionismo y la expansión de las colonias en los territorios
ocupados no sólo dan réditos ideológicos sino también económicos.
Ante este dilema se ha estancado el impulso anti-Netanyahu que permitió
el año pasado a Lapid soldar la extraña alianza de partidos de
izquierda, derecha, centro y árabes. Los sencillos e importantes logros
de la coalición (aprobar un presupuesto, actuar por consenso, buscar al
menos una parte del tiempo para desintoxicar el clima del debate
político) están siendo eclipsados por la renovada preeminencia de los
discursos racistas. La sólida mayoría de derechas de la Knesset se hace
notar y ahora marca el rumbo.
La purga en el Mossad
Una de las áreas donde más se hizo sentir la purga contra los resabios
de la larga era de Netanyahu fue en el Mossad. A pesar del supuesto
carácter apartidista del servicio, por la influencia que tiene sobre la
política del Estado y por sus nexos con representantes de las minorías
judías en el exterior (principalmente en EE.UU., Argentina, Reino Unido,
Francia y Brasil) la agencia a menudo ha sido instrumento de la
política del partido de turno en el gobierno, particularmente desde el
giro neoliberal que Likud impuso al país a partir de 1977 y muy
especialmente desde que Benjamín Netanyahu fue por primera vez jefe de
gobierno en 1996. Esta partidización del servicio ha provocado que
decisiones específicas de inteligencia sean manipuladas a favor o en
contra del gobierno.
Por ejemplo, el jefe del Mossad entre 2016 y
2021, Yossi Cohen, fue un eminente representante de la diplomacia
personal de Netanyahu. Estableció sólidos vínculos con monarcas de la
península arábiga y ordenó el asesinato de varios científicos nucleares
iraníes. Sin embargo, fue acerbamente criticado por cuatro de sus
antecesores, quienes en marzo de 2018 acusaron al primer ministro de
corrupción y advirtieron que su política expansionista en Cisjordania
paradójicamente estaba favoreciendo que la población árabe en un futuro
próximo sea mayoritaria dentro de un Estado que fue fundado como
exclusivamente judío.
Aunque el nuevo Director del servicio
desde junio de 2021, David Barnea, es un funcionario que pertenece a la
agencia desde 1996 y era el segundo de su antecesor, apenas asumió
intentó apartar a cuadros de la época de Netanyahu, Así, en enero pasado
dimitió el comandante de la división encargada de las operaciones
especiales por diferencias de opinión con el jefe de la agencia. Según
se informó entonces, Barnea quería introducir cambios importantes en las
relaciones con los agentes israelíes en el extranjero y B. no cumplió
las órdenes. Tras la dimisión de este jefe, su adjunto y varios agentes
también renunciaron y fueron remplazados. B. fue el cuarto alto
funcionario del Mossad que abandonó el servicio desde que Barnea asumió
el cargo.
Obviamente, a falta de pruebas y de la información
confidencial que este columnista no puede tener, sólo cabe conjeturar
sobre los motivos de la publicación del informe. Por las razones
señaladas al principio de este artículo debe descartarse que tenga la
intención de influir sobre el proceso judicial que duerme en los cajones
de la Corte Suprema argentina. Más bien debe considerárselo como un
ajuste de cuentas interno provocado por la posibilidad cierta de que
Benjamin Netanyahu gane la elección del 1º de noviembre, consiga reunir
la mayoría absoluta de la Knesset y se convierta nuevamente en primer
ministro de Israel. Obsesionado como está por impedir un entendimiento
entre EE.UU. e Irán sobre la cuestión nuclear, probablemente ataque, sea
directamente a la República Islámica o Líbano, con el que Israel tiene
actualmente un diferendo sobre la soberanía en las áreas marítimas
fronterizas en las que hay un enorme yacimiento gasífero.
En
esencia, el informe publicado por el NYT cuestiona la incapacidad de la
inteligencia israelí para prevenir el atentado contra la embajada en
Buenos Aires en 1992. Recordemos que éste coincidió con el comienzo de
la guerra de Bosnia-Hercegovina (1992-95) entre la minoría croata
apoyada por Alemania y la bosnia musulmana sostenida por una coalición
variopinta de países islámicos (por ej. Irán junto con Arabia Saudita),
por un lado, contra la minoría serbia que se recostaba precisamente en
esa república, por el otro. Fue entonces cuando las armas ilegalmente
enviadas por el gobierno de Carlos Menem “equivocaron” su destinatario.
Entonces el primer ministro era el laborista Yitzhak Rabin (1992-95,
cuando fue asesinado), quien estaba negociando con Yasser Arafat los
acuerdos que en 1993 se firmaron en Oslo. Aunque su gobierno tuvo una
posición neutral ante el conflicto en los Balcanes, las distintas
procedencias de los inmigrados indujeron dentro del país tomas de
posición encontradas. Ya entonces servían en cargos inferiores agentes
que después de 1996 fueron cooptados por Netanyahu. Es usual que antes y
después de su paso por el servicio muchos agentes tengan vínculos con
empresas electrónicas y/o militares y participen en operaciones
encubiertas en distintas partes del globo. De ese modo aprovechan sus
conocimientos para hacer negocios e influir sobre la política y las
fuerzas armadas. En ese mundillo hay que buscar a los destinatarios de
la publicación del informe. Con la vuelta de Netanyahu retornan los
fantasmas del pasado proyectando una sombra ominosa sobre el futuro de
Israel y de Medio Oriente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimad@s lector@s: Este es un blog moderado. Sus comentarios serán evaluados antes de la publicación, para evitar spam. Agradezco su atención. Eduardo J. Vior
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimad@s lector@s:
Este es un blog moderado. Sus comentarios serán evaluados antes de la publicación, para evitar spam.
Agradezco su atención.
Eduardo J. Vior