Con la bienvenida de China al bloque, Argentina quedó de hecho incorporada
a la alianza integracionista de las principales potencias emergentes,
pero no todas son rosas
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam
28-09-2022 | 09:26
“Observar
con calma; asegurar nuestra posición; afrontar los hechos con
tranquilidad; esconder nuestras capacidades y ganar tiempo; mantener un
perfil bajo y nunca reclamar liderazgo”Deng Xiaoping
El comunicado de la cancillería china saludando el ingreso de nuestro
país al acuerdo entre las más relevantes potencias medianas convalida la
incorporación de Argentina a la primera liga de la política mundial,
pero es para celebrar en silencio. En un mundo en guerra los peligros
acechan. La defensa de la neutralidad argentina pasa por desfiladeros
muy estrechos. Haber añadido una A al BRICS es un enorme logro
internacional, pero qué resultados se obtengan de esta adhesión
dependerá de la visión, la inteligencia y la astucia de nuestros
dirigentes.
Con la incorporación de Argentina el bloque integracionista suma seis potencias emergentes.
A través de una comunicación diplomática el gobierno de la República
Popular comunicó el miércoles pasado en una escueta frase que “China da
la bienvenida a Argentina a la gran familia BRICS” y se muestra
“dispuesta a fortalecer la comunicación y coordinación entre los dos
países en asuntos internacionales y regionales”. Previamente, este
martes durante un encuentro con el canciller argentino, Santiago
Cafiero, al margen de la 77a sesión de la Asamblea General de las
Naciones Unidas en Nueva York, el ministro de Relaciones Exteriores
chino, Wang Yi, expresó su aval a nuestra incorporación al bloque.
En el encuentro el jefe de la diplomacia de Beijing expresó que “China
aprecia la adhesión de Argentina al principio de una sola China y apoya a
Argentina en la salvaguarda de la soberanía nacional y la integridad
territorial”.
En la reunión Cafiero dijo que desde el
establecimiento de relaciones diplomáticas hace 50 años, los dos países
siempre se han respetado, unido y cooperado. “Gracias a China por su
fuerte apoyo a Argentina. Argentina adhiere firmemente a la política de
una sola China, da la bienvenida a la inversión china y está dispuesta a
promover la construcción conjunta de la Franja y la Ruta, ampliar la
cooperación bilateral en diversos campos como la economía, comercio,
minerales, gas de esquisto y gas natural, y abrir los próximos 50 años
de relaciones más fructíferas entre los dos países”, dijo el canciller.
Las naciones del BRICS en su conjunto representan el 22% de la
superficie terrestre del planeta, el 42% de la población mundial, el 24%
del Producto Bruto Interno (PBI) global y contribuyen con el 16% de las
exportaciones y el 15% de las importaciones mundiales de bienes y
servicios.
La alianza surgió en 2008, cuando Brasil, Rusia,
India y China comenzaron a desarrollar enfoques comunes sobre economía
internacional. En 2010 se incorporó Sudáfrica y los BRIC pasaron a ser
los BRICS.
BRICS no es una asociación comercial ni un organismo
de integración económica, sino un bloque de naciones de mediano porte
coordinadas para desarrollar entre ellas y con los demás miembros de la
comunidad internacional relaciones equitativas y de mutuo
reconocimiento. Según sus propios documentos, el mecanismo del BRICS
tiene como objetivo promover la paz, la seguridad, el desarrollo y la
cooperación.
Actualmente la asociación está presidida por China;
el próximo presidente pro tempore será Suráfrica. Argentina se va a
incorporar formalmente al BRICS en la próxima reunión cumbre,
probablemente junto con la República Islámica de Irán.
Las
principales ventajas que trae la pertenencia al bloque están
relacionadas con el comercio y el acceso al mercado, la inversión
extranjera directa y, sobre todo, con un mayor poder de negociación y
una voz común en los asuntos internacionales. Actualmente, la
cooperación sectorial abarca más de 30 áreas.
En 2014, durante
la XIa cumbre celebrada en Brasil, se crearon instituciones de
importancia estratégica primordial, como el Nuevo Banco de Desarrollo
(NDB, por su nombre en inglés) y el Acuerdo sobre Reservas Contingentes
(CRA, idem), que tienen efectos e implicaciones de gran alcance para el
mundo global en general y las economías de los BRICS en particular.
Durante los últimos años el NDB ha aprobado unos 80 proyectos de
infraestructura y desarrollo sostenible por un valor de 30.000 millones
de dólares que también incluyen préstamos concedidos en el marco del
Mecanismo del NDB para la Ayuda de Emergencia entre los países miembros.
Aunque existe un amplio entusiasmo por la expansión del bloque, la
iniciativa se enfrenta a limitaciones prácticas. La primera es la
desconexión ideológica entre los actuales miembros del BRICS. Aparte de
su peso en las respectivas regiones y tener grandes masas de tierra con
poblaciones considerables, no hay mucho más en común. Sus intereses son
diversos y a veces chocan.
La segunda limitación práctica a la
expansión está relacionada con las finanzas. Suráfrica, Rusia y Brasil
están lidiando con sus propios problemas monetarios internos y externos,
por lo que su capacidad financiera es limitada. Es decir que las
instituciones que sostienen la alianza deben ser financiadas
principalmente por China, lo que puede derivar en un sesgo nacional de
la política crediticia del bloque.
Tres factores han renovado
recientemente el impulso de esta iniciativa. En primer lugar, la falta
de confianza en la conducta de las potencias occidentales en los
organismos multilaterales, particularmente en los financieros y
comerciales. Los diplomáticos norteamericanos hablan permanentemente
sobre la necesidad de que todos los actores internacionales “se ajusten a
reglas”, pero eluden definirlas cuando se les pregunta por ellas. Al
mismo tiempo en los últimos veinte años han abrogado todos los tratados
de la época de la Guerra Fría que limitaban el riesgo de guerra nuclear.
También han vaciado de contenido los organismos de Naciones Unidas con
decisiones unilaterales e inconsultas.
En segundo lugar, el
comportamiento del Norte durante la COVID-19 -especialmente a través del
“apartheid de las vacunas”- ha empujado a los países en desarrollo a
buscar alianzas más fiables y justas.
En tercer lugar, la
estrecha mentalidad de Guerra Fría de Occidente en torno al conflicto
entre Rusia y Ucrania ha alienado a las naciones en desarrollo que no
quieren elegir un bando u otro.
En este contexto el cambio hacia
un BRICS ampliado es inevitable a largo plazo. Sin embargo, se
producirá gradualmente. La ampliación no tiene tanto que ver con el
aumento de la base de poder como con la creación de alianzas y opciones
alternativas, lejos de la actual dependencia del dólar y de la hegemonía
occidental.
Precisamente esta mayor libertad para elegir socios
e interlocutores internacionales que Argentina adquirirá al ingresar al
BRICS aterra a Estados Unidos. Sin nada que ofrecer al continente más
que buenas palabras (necesarias) en los organismos financieros
internacionales o amenazas (innecesarias), Washington está en malas
condiciones para competir con Beijing. Tanto más agresivo se ha vuelto.
Sean los legisladores norteamericanos que junto con un funcionario del
FBI hace pocos meses vinieron a Argentina, para visitar Atucha, o la
Cámara de Comercio Argentino-Estadounidense (AmCham) que la semana
pasada se manifestó contra la ampliación de la Corte Suprema de Justicia
o la Jefa del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de EE.UU., la generala
Laura Richardson, quien hace dos semanas reunió en Ecuador a los
ministros de Defensa de diez países del continente para advertirles
sobre el peligro que entrañan las inversiones chinas, falto de
inversiones productivas que ofrecer, a Estados Unidos sólo le queda la
razón de la fuerza.
Por cierto, en la delicada situación
financiera en que se encuentra, nuestro país no puede darse el lujo de
enfrentarse a la todavía primera potencia del mundo. Es bueno que
Argentina añada al BRICS una A, es bueno que aprovechemos sus
posibilidades crediticias. En este mundo, cada vez más inestable,
confrontativo y caótico, todo parece indicar que la única posibilidad de
salir del subdesarrollo y la dependencia es privilegiar aquellas
vinculaciones que nos den un mayor margen de maniobra en la toma de
decisiones y nos excluyan de cualquier chantaje político para la
realización de nuestra proyección exterior y nuestra política interna.
Sin embargo, una cosa es andar a los bandazos y otra es realizar una
política internacional pragmática. No todo acuerdo internacional aporta
al desarrollo y la soberanía del país; no se puede borrar con el codo lo
que se afirmó ayer a los gritos. Desde comienzos de este año nuestro
gobierno tomó varias decisiones internacionales erráticas e innecesarias
de las que costará mucho alejarse. El orden de prioridades de las
iniciativas de nuestra Cancillería debe ser ampliar el margen de
maniobra de Argentina en el mundo, establecer un sólido sistema de
alianzas con socios confiables, mantener buenas relaciones con el mayor
número posible de países (lo que también implica no asumir como propios
enfrentamientos ajenos), hacer buenos negocios, atraer inversiones
productivas y difundir una imagen positiva de Argentina en el mundo.
Estas prioridades requieren tener una sólida visión sobre el futuro de
nuestro país, capacidad de conducción, habilidad táctica y astucia. Sólo
cumpliendo estas condiciones podremos aprovechar el haberle agregado
una A al BRICS.
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