Alemania marcha a la crisis sin claridad ni líderes
Ante la inevitable recesión que se aproxima, la coalición de gobierno
insiste en discursos ideológicos que los empresarios desmienten en la
práctica, aunque sin confrontar
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam
14-11-2022 | 20:16
Scholz no encuentra el rumbo y Alemania se dirige a una recesión. Foto: AFP
Todos los expertos coinciden en que Alemania avanza raudamente hacia
una gran recesión durante el próximo invierno boreal. La crisis en la
locomotora de la economía regional en algún momento va a arrastrar al
resto de la Unión Europea. Aunque lo adjudiquen a diversas causas, todos
coinciden en que el mayor responsable por la debacle coyuntural es el
aumento de los costos de la energía. Al mismo tiempo, mientras que los
medios y los principales actores políticos apuntan hacia la
“dependencia” de China como mayor problema estructural de la economía
alemana, los representantes de la gran industria prosiguen
pragmáticamente con sus negocios en la gran potencia oriental, al mismo
tiempo que aprovechan la ayuda estatal para abrir nuevos mercados en el
Sureste Asiático. Sin embargo, el predominio en la dirección del
Estado de un discurso ideológico que identifica falsos adversarios y no
llama a las cosas por su nombre hace muy difícil dar el golpe de timón
que devuelva al gigante el liderazgo sobre la economía europeo.
El miércoles pasado el Consejo Asesor de la Economía Alemana
(Sachverständigerrat der Deutschen Wirtschaft) presentó en Berlín su
informe anual. El Consejo Asesor es una institución oficiosa compuesta
por cinco destacados economistas del establishment que habitualmente en
noviembre presenta un informe y una prognosis sobre la marcha de la
economía alemana que sirven para guiar las políticas económicas y
financieras del país. Como para el próximo año los expertos
esperan un descenso del PBI del 0,2%, el documento se concentró en
explorar los caminos para superar la crisis actual.
Otros centros de estudios y consultoras tienen una opinión similar. Por
ejemplo, en el Test del Mercado Financiero del Centro Leibniz de
Investigación Económica Europea (ZEW), una encuesta mensual entre 350
expertos financieros de bancos, compañías de seguros y grupos
industriales sobre el mercado financiero internacional, las perspectivas
económicas han vuelto a deteriorarse. Los valores actuales sólo fueron
inferiores entre noviembre de 1992 y febrero de 1993 (por el peso de los
costos que acarreó la fusión de ambos estados alemanes), explican los
investigadores del ZEW.
También el Commerzbank apunta en la misma dirección. Su indicador cayó recientemente de 0,71 a 0,5 puntos,
el mayor descenso en once años. Las razones fueron el debilitamiento de
la economía mundial, la subida de los tipos de interés y la caída del
índice de compras entre Estados Unidos y Europa. El aumento del comercio
entre Europa y China sólo compensó parcialmente el descenso. Dadas las
circunstancias, el Banco espera una recesión en los meses de invierno. A
su vez, el Instituto de Investigación Económica (IWF, por su nombre en
alemán) encuesta periódicamente a más de 9.000 empresas sobre cómo
valoran su situación actual y sus expectativas empresariales para los
próximos seis meses. En octubre, al igual que el ZEW, los encuestados
afirmaron que la situación era difícil. Los sectores de la industria y
la construcción, en particular, son los que más están sufriendo la
situación económica. La utilización de la capacidad en el sector
manufacturero ya ha caído al 84,6 por ciento y el indicador de la
industria de la construcción cayó a su nivel más bajo desde enero de
2016.
Luego de que se superaran las restricciones por la
pandemia de Covid19, señala el informe del IWF, en la primera mitad del
año el mercado laboral estaba al rojo vivo. Sin embargo, al subir la
inflación y los tipos de interés, el boom se está enfriando. En Estados
Unidos en septiembre pasado las ofertas de empleo se han reducido al
nivel de febrero de 2020. El panorama es similar en la eurozona, donde
la disposición a contratar nuevo personal cayó a su nivel más bajo en 18
meses. Y en el Reino Unido, la tasa de desempleo prevista para 2023 se
elevó por última vez del 4,1% al 4,5%. En el caso de Alemania,
finalmente, los economistas suponen que la tasa de desempleo podría
aumentar en 0,6 puntos, hasta el 5,5%, en el próximo año.
El
índice de gestores de compras del sector privado también cayó en
octubre, de 45,7 a 44,1 puntos. Impulsados principalmente por los altos
costos de la energía y la débil demanda de bienes industriales,
los índices se deterioraron con la misma fuerza que hace casi dos años y
medio, cuando comenzó la pandemia. Sin embargo, hay un punto positivo:
"A pesar del descenso del crecimiento y de las perspectivas
empresariales decididamente sombrías, los niveles de empleo aún no han
caído, lo que apunta a la resistencia del mercado laboral alemán", dijo
el economista de S&P Phil Smith.
Foto: Archivo Mientras que las consultoras y los centros de investigación alemanes son relativamente pesimistas, la
Comisión Europea (CE) considera a Alemania como un freno al crecimiento
de Europa. El país entrará en recesión el próximo año y arrastrará a
toda la UE. En su informe de otoño la Comisión prevé que la economía
germana se contraerá un 0,6% en 2023.
Según el informe
de la Comisión, durante el próximo invierno el conjunto de la economía
europea entrará en recesión. La razón es la elevada incertidumbre por la
guerra, los altos precios de la energía y la pérdida de poder
adquisitivo de los hogares por la elevada inflación. Aunque en la
mayoría de los países de la UE y en la UE en su conjunto el informe
prevé que en 2023 la debilidad se compensará, no será así en Alemania.
Se prevé que la inflación alcance este año un máximo del 8,5% en la zona del euro y del 9,3% en el conjunto de la UE.
También se calcula que los precios subirán rápidamente el próximo año,
con una inflación del 6,1% en la zona euro y del 7,0% en el conjunto de
la UE. Para Alemania, también en este caso la Comisión pronostica un
valor peor, con una inflación del 7,5%. Las previsiones recién vuelven a
ser halagüeñas para 2024. Para entonces se espera que la economía de la
UE crezca un 1,6%. Sin embargo, aunque Alemania en ese año se esté
recuperando, seguirá estando rezagada, con una previsión de crecimiento
del 1,4%.
En este contexto se ha desatado un debate
ideológico sobre la “reorientación” de la economía alemana, que desde
principios de la década de 1980 tiene una estrecha interdependencia con
China. Las sinergias productivas entre ambos países son enormes
y hasta el estallido de la guerra en Ucrania los ferrocarriles del país
asiático transportaban cada vez más partes y productos semiterminados
en ambas direcciones. No casualmente una de las primeras víctimas de la
guerra fue el transporte terrestre entre ambas potencias. Luego vinieron
las sanciones contra Rusia y, aunque de diferente carácter,
también muy dañinas, las dispuestas por EE.UU. para castigar la
industria china de semiconductores.
Hace un par de
meses los medios concentrados y los cerebros de la coalición gobernante
de socialdemócratas, liberales y verdes comenzaron a reflexionar en voz
alta sobre que había que “redireccionar” la economía alemana y reducir
su “dependencia” del país asiático. Especialmente el ministro de Economía, el verde Robert Habeck, quiere animar a la economía alemana a alejarse de China.
Los apoyos anunciados para abrir nuevos mercados han sido bien
recibidos, pero hace tiempo que las empresas vienen tratando de
diversificar sus asociaciones estratégicas y de hallar nuevos mercados y
el camino probablemente sea más largo de lo que espera el inexperto
Habeck, quien hasta su nombramiento hace un año nunca había tenido que
ver con la dirección de la política económica.
Esta semana el
ministro viajó a Singapur acompañando al Canciller Scholz a la 17ª
Conferencia Alemana de Negocios (APK, por su nombre en alemán) que se
reunió el 14 de noviembre. De ahí ambos siguieron a Bali, a la reunión
del G20 del 15 y 16, para finalmente aterrizar en Bangkok, para
participar el 18 de noviembre en la reunión de jefes de Estado y de
gobierno de la Conferencia Económica para Asia y el Pacífico (APEC, por
su nombre en inglés). La maratón de encuentros y conferencias subraya la
importancia que Asia Oriental y Suroriental así como los países
latinoamericanos de la Cuenca del Pacífico han adquirido en la economía
mundial.
A primera vista el ministro y los máximos
representantes de la industria y las pequeñas y medianas empresas
alemanas defienden la misma posición. Sin embargo, Habeck está señalando
una dirección que muchas empresas ya han tomado hace tiempo.
Casualmente la maratón de conferenciaen el Sureste Asiático llega en un
momento en que todas las potencias han puesto las relaciones entre
Alemania y China bajo la lupa. Los grupos dirigentes de Alemania se
debaten entre la ideología y la realidad, sin identificar claramente los
objetivos e intereses nacionales. Hace poco Berlín permitió a la
empresa estatal china Cosco adquirir una participación minoritaria en el
puerto de Hamburgo, pero rechazó una adquisición del fabricante de
chips Elmos por parte de una empresa con participación estatal china.
Además, el canciller Olaf Scholz hizo una visita a Beijing buscando el
entendimiento con Xi Jinping, pero reclamando el fin de la guerra en
Ucrania y poniendo sobre la mesa las acusaciones occidentales por
violación de los derechos humanos en Xinjiang, tal como le reclamaron
sus socios del FDP y los Verdes. Si el rumbo estuviera claro, se
trataría de fintas diplomáticas, pero, como nadie sabe para dónde va el
país, tantas idas y vueltas confunden más de lo que aclaran.
Y,
por último, Habeck sigue machacando sobre las relaciones con China.
Cuando inauguró la 17ª Conferencia de Negocios Alemanes para Asia y el
Pacífico (APK, por su nombre en alemán) junto con el director general de
Siemens, Roland Busch, éste se mostró francamente entusiasmado. En
debates públicos y no públicos, Busch y Habeck subrayan repetidamente lo
cercanas que son sus valoraciones. Lo que el ministro no dice, es qué
ocurriría si Beijing da un corte al conflicto por Taiwán. Si
Alemania pretendiera imponer contra China sanciones como las que se
aplican actualmente contra Rusia, razonan, resultaría un sinfín de
trastornos para las inversiones alemanas en el país asiático.
Aun así, el ministro supone que la industria alemana podría desacoplarse
de China en pocos años, pero el CEO de Siemens maneja otros tiempos:
“reducir la dependencia de China, dice, no es cuestión de tres a cinco
años. Quizá sólo veamos los efectos completos dentro de 20 años". La
realidad siempre es más fuerte que los discursos.
Cuando los
empresarios alemanes reunidos en Singapur hablan sobre posibles
ubicaciones alternativas a China, rápidamente queda claro que ningún
país de la región puede ofrecer una calidad comparable en la producción,
y mucho menos una densidad de proveedores rudimentariamente comparable.
La estabilidad política y la seguridad jurídica tampoco se dan en todas
partes, haya o no competencia de sistemas, como existe entre China y
los países occidentales.
Las empresas alemanas facturan
en Asia más de 500.000 millones de euros, de los cuales sólo la
República Popular China representa algo más de la mitad. Los
procesos de producción están estrechamente vinculados y tienen varios
niveles. Y Habeck también sabe que en los próximos años no sólo la
empresa privada alemana dependerá de China, sino también el gobierno: la
transición hacia las energías renovables no será posible sin materias
primas, paneles solares y aerogeneradores procedentes de China. China, a
su vez, necesita los productos de vanguardia que las empresas alemanas
suministran, estén o no instaladas en el país asiático. La
interdependencia sino-germana será imposible de disolver por muchas
décadas.
La administración de Joe Biden ha adoptado de
Trump el enfoque de confrontación con China y lo ha profundizado. El
gobierno alemán lo ve con ojos críticos, a pesar de sus buenas
relaciones con Biden, pero no lo cuestiona públicamente, porque
la nación germana es muy dependiente e EE.UU. en todos los ámbitos. Si
en el gobierno participara algún grupo de líderes y asesores que
tuvieran en claro la situación central de Alemania en Eurasia, que la
obliga a mantener buenas relaciones con el Este y el Oeste, y tuvieran
en claro el interés del país por hacer negocios en todos los puntos
cardinales, harían menos declaraciones altisonantes en público y más
diplomacia estratégica y económica por senderos discretos.
Alemania enfrenta una crisis aún más profunda que la posterior a la reunificación del país,
hacia 1992-93, porque en aquella época el mercado mundial sostenía la
demanda. Hoy no es así. Las potencias anglosajonas están desacoplándose
de Rusia y China para protegerse y han decretado el fin de la
globalización. Como en la década de 1930 es tiempo de que cada potencia
tenga “su” propio mercado, pero, para conquistarlo, hay que tener
claridad de objetivos, fines e intereses. Esta claridad hoy falta en
Alemania. Por lo tanto, en los próximos meses la veremos hamacarse como
barquichuelo en la tormenta.
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