Brasil supera sus limitaciones con protagonismo mundial
Con un envión, Lula salta al lomo de la Historia
Cercado por sus enemigos de adentro y afuera, el líder brasileño busca
en la política exterior el apoyo, para recuperar la economía brasileña y
sacar a su pueblo del hambre y la violencia
Por Eduardo J. Vior
Agencia Télam 01-11-2022 | 11:07
Foto Leo Vaca.
“Uno no puede crear nada por sí mismo; sólo puede esperar hasta
escuchar el paso de Dios resonando a través de los acontecimientos;
entonces salta hacia adelante y agarra la punta de su manto. Eso es
todo.” (Otto von Bismarck, Canciller de Prusia y de Alemania, 1862-90)
Este domingo 30 Luis Inácio Lula da Silva ganó la segunda vuelta de la
elección presidencial brasileña por una ínfima diferencia, su
contrincante venció en la mitad sur, la más rica y poderosa del país y
todavía tendrá durante dos meses oportunidad suficiente de hacer daño
desde el Planalto. El próximo gobierno estará apoyado en el Congreso por
diez partidos que muchas veces estuvieron enfrentados entre sí,
mientras que el legislativo estará conducido por el mayoritario Centrão
(el gran centro), que viene de sostener a Jair Bolsonaro y, con
seguridad, cobrará cara cada ley que apruebe. El vicepresidente electo,
Geraldo Alkmin, es un dirigente de centroderecha que en 2014 inició el
juicio político contra Dilma Rousseff. El futuro presidente, a su vez,
tiene 77 años, hace pocos años superó un cáncer y durante su prisión
perdió a la compañera de su vida, a un hermano y a un nieto. Tantos
golpes acumulados dejan rastros.
Estas circunstancias personales
y políticas se ven empeoradas por el contexto económico y social. En
Brasil hay hambre y millones de brasileños duermen en las calles. En la
Amazonía los fazendeiros queman una cancha de fútbol por día. Las
policías, las milicias y los civiles armados asesinan cotidianamente a
negros, indios y pobres. El narcotráfico controla el sur del país con la
benevolencia del alto mando militar y ramificaciones en Paraguay. La
Bolsa paulista ya avisó que no tolerará el mínimo desvío de la política
de estabilidad macroeconómica imperante.
Foto Julián Álvarez.
No obstante tanta adversidad, Lula vio la puerta abierta y entró. La
Historia mundial está dando un salto gigantesco: se acabó el orden
atlántico del último milenio y uno nuevo está surgiendo. Brasil y
Argentina juntos pueden reconducir el Mercosur. En cooperación con
México liderarían la CELAC y desde esta plataforma podrían negociar en
bloque con China y con EE.UU. La Unasur reconstruida ofrecería el
sustento político para pacificar y organizar el subcontinente, el
BRICS+, en tanto, puede brindar un escenario privilegiado para que
Brasil participe en el liderazgo mundial. La iniciativa de la Franja y
la Ruta, finalmente, interconectaría a Brasil con la nueva economía
mundial. Lo que su país no da, Lula lo busca en la nueva arquitectura
internacional.
Llamó la atención que el domingo por la noche
Lula leyera un discurso medido y cuidadosamente preparado. No es su
hábito. Fue un texto programático en el que hizo hincapié en la defensa
de la democracia; la lucha contra el hambre, el impulso del desarrollo
sostenible con inclusión social y en una "lucha implacable contra el
racismo, los prejuicios y la discriminación". Invitó también a la
cooperación internacional para preservar la selva amazónica y anunció
que luchará por un comercio mundial justo.
La tarea de Sísifo de
Lula comienza ahora. Hereda una nación devastada: al menos 33 millones
de brasileños están sumidos en el hambre, otros 115 millones luchan
contra la "inseguridad alimentaria" y el 79% de las familias son rehenes
de altos niveles de endeudamiento personal. Deberá enfrentarse a un
Congreso y un Senado profundamente hostiles e incluso a gobernadores
bolsonaristas, por ejemplo, en el estado más poderoso de la federación,
São Paulo, que concentra más poder de fuego industrial que muchas
latitudes del Norte Global.
Foto Leo Vaca.
El vector absolutamente clave es que el sistema financiero
internacional y el "Consenso de Washington", que ya controlan la agenda
de Bolsonaro, han capturado el gobierno de Lula incluso antes de que
comience. No es casualidad que la revista neoliberal británica The
Economist ya haya "advertido" al presidente electo que se desplace hacia
el centro, es decir, que permita que su gobierno sea dirigido por la
mafia financiera internacional. Probablemente Lula designe a Henrique
Meirelles como ministro de Economía. Este ex director general de
FleetBoston (el segundo mayor acreedor externo de Brasil después del
CitiGroup) ya ha expresado un apoyo irrestricto a Lula, para quien
trabajó anteriormente como jefe del Banco Central. Si es nombrado,
seguramente Meirelles mantendrá la política de estabilización
macroeconómica del actual ministro Paulo Guedes, confirmando así la
línea que el propio Meirelles trazó en 2016, durante el gobierno de
Michel Temer, tras el golpe institucional contra Dilma Rousseff.
El cerco internacional en torno a Lula se viene construyendo desde hace
meses. El pasado mes de abril la subsecretaria de Estado para Asuntos
Políticos de Estados Unidos, Victoria Nuland, la autora del golpe de
estado de 2014 en Ucrania, visitó Brasil "extraoficialmente". Se negó a
reunirse con Bolsonaro y alabó el sistema electoral brasileño. Más
tarde, Lula prometió a la UE una especie de "cogobernanza" de la
Amazonía y condenó públicamente la "Operación Militar Especial" rusa en
Ucrania. Todo esto después de que en 2021 hubiera elogiado a Joe Biden.
La "recompensa" por la actuación fue una portada de la revista Time.
Todo lo anterior puede sugerir que el entrante gobierno del Partido de
los Trabajadores se alineará en una pseudoizquierda (neoliberalismo con
rostro humano) y estará infiltrado por todo tipo de vectores de derecha
al servicio de Wall Street y del Departamento de Estado. Los puntos
clave serían, entonces, la adquisición de activos económicos clave por
parte de los sospechosos globalistas habituales y el estrangulamiento
del espacio soberano de Brasil.
Lula, por supuesto, es demasiado
inteligente para ser reducido al papel de mero rehén del capital
financiero internacional especulativo y concentrado, pero su margen de
maniobra interno es extremadamente limitado.
Foto Leo Vaca.
En el exterior, Lula jugará una partida totalmente diferente. Habiendo
sido fundador del BRICS en 2006, es muy respetado por Xi Jinping y
Vladimir Putin. Ha prometido cumplir un solo mandato, hasta finales de
2026, pero ése es precisamente el tramo clave para atravesar la década
que Putin describió en su reciente discurso en la conferencia anual del
Club Valdai como la más peligrosa e importante desde la Segunda Guerra
Mundial.
El impulso hacia un mundo multipolar, representado
institucionalmente por una congregación de organismos que van desde los
BRICS+ hasta la Organización de Cooperación de Shangai y la Unión
Económica Euroasiática, se beneficiará enormemente de tener a Lula a
bordo como líder natural del Sur Global.
Por supuesto, su
política exterior inmediata se centrará en América del Sur: ya ha
anunciado que su primera visita presidencial lo traerá a Argentina.
Efectivamente, en enero se celebrará en nuestro país la cumbre anual de
la CELAC en la que la Casa Rosada espera obtener nuevamente la
presidencia pro tempore. En la reunión seguramente Brasil se reintegrará
al bloque. Allí Lula tendrá oportunidad de conversar con sus pares de
todos los colores, desde Nicolás Maduro y Daniel Ortega hasta Guillermo
Lasso y Luis Lacalle Pou.
Luego visitará Washington. Tiene que
hacerlo. Mantené a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca, dice
el refrán. Nadie duda en el Sur Global de que bajo Barack Obama y Joe
Biden se orquestó la compleja operación para derrocar a Dilma en 2014 y
expulsar a Lula de la política, pero al mal tiempo hay que ponerle buena
cara.
Por cierto, en la cumbre del G20 que se celebrará en Bali
dentro de dos semanas Brasil tendrá una representación meramente
formal, pero seguramente el mandatario electo enviará una delegación
extraoficial a la que Argentina abrirá la puerta. Ya en enero próximo,
en la próxima cumbre del BRICS en Sudáfrica, los roles se invertirán y
será Brasil quien dé la bienvenida a Argentina. Allí también se sumarán
Arabia Saudí y, probablemente, Irán y Turquía.
Lula ya ha
declarado que el BRICS será el instrumento central de su política
exterior. Se explica, primero, por una razón lógica: esta plataforma
intercontinental reúne potencias emergentes de Asia, África y América
Latina con distintos regímenes y orientaciones, pero concordantes en
construir un orden internacional paritario. Sobre todo, empero, pesa el
antecedente histórico: desde el principio de su gobierno, en 2003, Lula
apostó por una asociación estratégica con China y consideró su primer
viaje a Beijing en 2004 como su máxima prioridad en política exterior.
Desde 2009 Brasil ha sido el socio comercial clave de China en América
Latina, absorbiendo aproximadamente la mitad de las inversiones de la
potencia asiática en la región y más inversión que cualquier otro
destino latinoamericano en 2021. Se sitúa también como el quinto mayor
exportador de crudo para el mercado chino, el segundo de hierro y el
primero de soja. Lula es considerado por China como un viejo amigo y ese
capital político le abrirá prácticamente todas las puertas rojas.
Foto Julián Álvarez.
Esto puede incluir que Lula inscriba formalmente a Brasil como socio de
la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por su nombre en inglés) de
una manera que no moleste a Estados Unidos. El presidente electo,
después de todo, es un maestro en este arte.
El tiempo es corto:
no se sabe cuánto tiempo de vida resta a Lula y el líder no tiene
sucesor. En algún momento de esta década EE.UU. va a haber saldado su
lucha interna e intentará volver por sus fueros. Nadie sabe cuándo ni
cómo se resolverá la guerra mundial en curso ni se conoce cómo será el
orden de la posguerra. Por eso no hay un minuto que perder. En la noche
de la elección Lula leyó un discurso programático, para iniciar al día
siguiente las tratativas con las distintas facciones políticas y
económicas y no dejar el más mínimo resquicio por donde pueda colarse la
violencia reaccionaria. Alberto Fernández viajó inmediatamente a
Brasil, para acordar la agenda regional e internacional. Las cumbres del
G20, de la CELAC y del BRICS+ están a la vuelta de la esquina y la
coordinación brasileño-argentina es imprescindible. Sólo juntos podemos
tapar en Mercosur el agujero bajo la línea de flotación que ha abierto
Uruguay al iniciar negociaciones para un acuerdo de libre comercio con
China. Cuando la Historia da un salto, hay que montarla sin titubear,
pero con el impulso justo, porque, si uno falla el envión, quedará por
mucho tiempo con las piernas para arriba y la espalda rota.
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