Más allá de la euforia independentista, el triunfo de las fuerzas soberanistas en las elecciones autonómicas catalanas de ayer pronostica un futuro de inestabilidad que probablemente sólo se resuelva después de las elecciones generales españolas de diciembre próximo.
Sumados, los lemas soberanistas obtuvieron el 47,3% de los votos y 73 de las 135 bancas del parlamento regional. Con el 78% de los 5,5 millones de votantes habilitados la participación fue sumamente masiva. Sin embargo, los resultados obtenidos por los liberales (Ciudadanos), socialdemócratas (PSC) y demócratas radicales y ecologistas (Catalunya Sí que es Pot) muestran que más de un tercio del electorado es contrario al gobierno central presidido por Mariano Rajoy, pero rechaza las rupturas.
Los independentistas pueden ahora avanzar hacia la separación de España, pero no desdeñar la importante minoría que reclama prudencia. El presidente de la Generalitat Artur Mas (Convergencia Democrática de Cataluña, CDC) estilizó estos comicios como un “plebiscito”, pero el verdadero referendo todavía debe ser convocado y autorizado por la justicia española.
Juntspel Sí (Juntos por el Sí, la coalición formada por CDC e Izquierda Republicana de Cataluña, ERC) obtuvo el 39,3% de los votos y 62 bancas, seis por debajo de la mayoría absoluta y necesita de la CUP (socialistas autogestionarios y ecologistas), que consiguió diez escaños o un 8% de los votos, para tener la mayoría absoluta. Por su parte, el partido liberal Ciudadanos representa el gran fenómeno de la oposición. Llegó al segundo lugar, con el 18 por ciento o 25 diputados. Con este resultado la fuerza que dirige Albert Rivera se postula como gran elector en las elecciones generales del 20 de diciembre. En tanto, con 17 diputados los socialistas del PSC aparecen como tercera fuerza, mientras que los populares (PP) obtuvieron once diputados. Muy por debajo de las expectativas quedó Catalunya Si que es Pot, la coalición en la que Podemos se presentaba a estos comicios. Finalmente, la conservadora Unión por Cataluña quedó afuera.
El apoyo obtenido por el soberanismo pesará seguramente en la campaña para las elecciones generales de diciembre, pero aún no se sabe en qué sentido. Si el presidente del gobierno español Mariano Rajoy convence a los demás españoles de que peligra la unidad de España, la polarización puede resultar difícil de controlar. Sin embargo, si las fuerzas intermedias actuantes en Cataluña, en España y en la Unión Europea consiguen arbitrar entre las partes, puede que se alcance una solución de compromiso.
Es dudoso que la clase media catalanista quiera ir al enfrentamiento. Artur Mas supo capitalizar la crisis por la corrupción del sistema político catalán poniendo a la sociedad civil por encima de la sociedad política, pero depende de esa misma mayoría de clase media. La suya es una estrategia gatopardista, destinada a cambiar algo para que la élite barcelonesa no pierda el gobierno de la región, pero nada más.
Los estados nacionales son malos, pero todavía son el único ámbito realmente existente para la expansión de los derechos y el desarrollo de la democracia. La alternativa a ellos no es la libertad de los pueblos, sino su sujeción a poderes supranacionales antidemocráticos. Por eso, ante la cerril derecha que gobierna desde Madrid, el pueblo catalán actuó ayer con precaución. La burguesía catalana deberá ahora negociar y esperar al gobierno central que resulte electo en diciembre. La paz y la democracia tienen una nueva oportunidad. «