martes, 29 de diciembre de 2020

Biden prepara un gobierno de delincuentes

 

Apología del crimen de Estado

Eduardo J. Vior

La designación de April Haines como futura Directora Nacional de Inteligencia de EE.UU. confirma la voluntad de Joe Biden de retomar las torturas y asesinatos de Bush y Obama.

Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
29 de diciembre de 2020

Joe Biden insiste en afirmar ante quien quiera oírlo que su gobierno no será un Obama 3.0. Sin embargo, al menos los nombramientos que viene anunciando para las áreas de política exterior, defensa, inteligencia y seguridad indican que será peor, ya que potencia lo peor de Clinton, Bush y Obama juntos. Puede especularse que el futuro presidente quiera encaminar su gobierno rodeado de profesionales altamente cualificados y experimentados, pero al hacerlo está entregando a priori las riendas del poder. Todos los cuadros seleccionados son figuras descollantes dentro del poder imperial, tienen juego propio y ninguno de ellos se va a limitar a sostener la mano del anciano en el Salón Oval esperando hasta que Kamala Harris lo remplace. La escogida para conducir el aparato de inteligencia es un ejemplo.

La semana pasada el presidente electo confirmó que nombrará a Avril Haines (New York, 1969) como Directora de Inteligencia Nacional. Nacida y educada en un medio laico judeocristiano (su madre, quien murió joven, era judía), hasta sus 30 años recorrió la escena liberal de la intelectualidad norteamericana. Estudió Física en Chicago, tuvo junto con su marido una librería erótica en Baltimore y se doctoró en Derecho Internacional en Georgetown en 1999. Evidentemente, su pasaje por esa universidad tan cercana al poder de Washington dio frutos, ya que en 2001 se convirtió en asesora legal delegada en la Conferencia de La Haya sobre Derecho Internacional Privado, en 2002 comenzó a trabajar en un tribunal federal con jurisdicción sobre Kentucky y Michigan y en 2003, finalmente, comenzó su carrera en el gobierno federal, en la Oficina de Asesoramiento Legal del Departamento de Estado, donde permaneció hasta 2006. Siempre leal a sus cambiantes jefes, en 2007 y 2008 Haines se desempeñó en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado como Consejera Adjunta por la mayoría (demócrata) bajo la dirección del senador Joe Biden.

Luego volvió al Departamento de Estado, donde sirvió entre 2008 y 2010, surfeando sin problemas la transición entre los gobiernos de Bush y Obama. En 2010 dio el salto a la Casa Blanca, para trabajar como asesora adjunta del Presidente para asuntos de Seguridad Nacional. Como premio a su profesionalidad, luego de algún titubeo, en junio de 2013 Obama la designó como Subdirectora de la CIA. Fueron muy sonados su ocultamiento entonces del informe sobre las torturas realizadas por la CIA entre 2002 y 2009 en distintos centros de detención clandestinos esparcidos por el mundo y su participación como asesora legal en el programa de asesinato selectivo de sospechosos de terrorismo que el gobierno de Obama llevó a cabo con drones en distintos países de Oriente Medio y África Oriental. Se estima que unas 11.000 personas fueron asesinadas ilegalmente en esos años por orden directa del Presidente y bajo su supervisión.


April Danica Haines, futura Directora Nacional de Inteligencia 

Después de dejar el gobierno en enero de 2017, Haines tuvo un contrato en la Universidad de Columbia como miembro del Instituto de Derechos Humanos, mientras trabajaba para Palantir Technologies, una empresa de Denver (Colorado) especializada en el análisis de grandes bancos de datos y que fuera acusada de asistir al gobierno de Donald Trump con programas para la detención de inmigrantes. Al mismo tiempo no tuvo empacho en trabajar para WestExec Advisors, la empresa de software fundada por el futuro Secretario de Estado Antony Blinken y Michèle Flournoy, para asesorar a empresas que buscan contactos con el Pentágono. Con estos antecedentes Haines reúne todos los requisitos para dirigir a los espías: capacidad técnica, contricción al trabajo, oportunismo, inescrupulosidad y cinismo. Altamente respetada por estas cualidades y su experiencia gubernamental, Haines va a ser la primera Directora Nacional de Inteligencia.

No obstante, se espera que durante el proceso de confirmación en el Senado sea cuestionada por su participación en el programa de asesinatos con drones y en el ocultamiento del informe sobre el programa de torturas clandestinas de la CIA. Estos antecedentes han suscitado acerbas críticas de la izquierda demócrata y de organismos defensores de los derechos humanos contra la nominación de Haines, aunque, por ejemplo, Human Rights Watch resalta su “franqueza” y “transparencia”.

Como Directora Nacional de Inteligencia deberá coordinar el trabajo de los 16 servicios del país. Consecuentemente con la estrategia general demócrata, se espera que ponga el acento en el cerco, aislamiento y boicot contra Rusia, a quien ve como el enemigo principal. Es posible también que intensifique las campañas de desestabilización contra China, así como el ciberespionaje para contrarrestar el ascenso del país asiático. Retornando a las prácticas del gobierno de Obama, seguramente se inmiscuirá en los asuntos internos de sus aliados, suscitará alzamientos contra gobiernos desafectos y acumulará el máximo pensable de datos sobre toda la humanidad, para luego comercializarlos o usarlos en conflictos, según pinte la ocasión.

Avril Haines es una eficiente, experimentada, ambiciosa y ciega servidora del peor poder norteamericano. Con ella a cargo del aparato de espionaje, Biden confía en poder dormir tranquilo delegando las principales decisiones exteriores, sin atisbar que está llamando a una guerra entre caciques. Todas las figuras que el futuro presidente y sus asesores están nominando para dirigir la política exterior, las fuerzas armadas, la inteligencia y la seguridad del país rezuman las mismas cualidades y todos ambicionan más poder. Cada uno es más aventurero que el otro. Evidentemente, el “Estado profundo” ha decidido que, repitiendo las fórmulas fracasadas en los 1990, los 2000 y los 2010, se puede alcanzar el éxito que se esfumó entonces. No parece entender que el mundo ha cambiado, que los adversarios también juegan, son mucho más poderosos y no están más dispuestos a dejar impunes los crímenes cometidos en nombre de la libertad. El entronizamiento de esta banda de criminales es un búmerang que va a retornar sobre el corazón de Washington. Quien siembra vientos, cosecha tormentas.

lunes, 14 de diciembre de 2020

La corte corona hoy al rey pro tempore de EE.UU.

 

En el reino del revés

No el pueblo, sino 538 electores eligen este lunes 14 al 46º presidente de EE.UU., en un país donde hay demócratas que rechazan el voto popular directo y algunos republicanos son pacifistas

por Eduardo J. Vior
Infobaires24
14 de diciembre de 2020

Eduardo J. Vior

Durante más de un siglo y medio el sistema político norteamericano ha contradicho muchas reglas de la democracia, pero esta anomalía se ha hecho insostenible para sus propios sostenedores. Este lunes 14 se reúnen en sus respectivos estados los 538 miembros del Colegio Electoral de los Estados Unidos para elegir al 46º presidente del país. En 48 de los 50 estados el ganador se lleva todo (o sea que se desconsideran los votos del segundo) y en 17 de los 50 los electores pueden votar a quien quieran. Los defensores del sistema argumentan que así se defienden los derechos de los estados menos poblados. Sin embargo, en cinco ocasiones (1824, 1876, 1888, 2000 y 2016) el voto electoral contradijo el popular y la fractura ideológica que recorre la nación hace que muchos derechistas aboguen por el voto popular directo. La misma inversión de los alineamientos tradicionales se manifiesta en la discusión sobre la ley de Defensa. La presidencia Biden-Harris será un tiempo de batalla.

Durante las últimas cinco semanas el presidente Donald Trump y sus leales dentro del Partido Republicano han cuestionado los resultados en algunos estados oscilantes en los cuales denunciaron distintas formas de fraude. En todos los casos los tribunales rechazaron las demandas. La última derrota la sufrieron el pasado viernes, cuando la propia Corte Suprema desestimó la demanda de Texas contra Michigan por graves infracciones durante el escrutinio.

Entre las muchas peculiaridades del sistema hay que contar que hoy los electores sólo se reúnen en las respectivas capitales estaduales, en diversos tipos de locales y a diferentes horas. Se supone que se hace así, para evitar que una multitud los presione, pero de este modo la posibilidad de manipulación se multiplica por 50.

A diferencia del 3 de noviembre, cuando en la mayoría de los estados se votó electrónicamente, este lunes se sufraga en papel. Las legislaciones de 33 estados y del Distrito de Columbia (ciudad de Washington) obligan a los electores a optar por quien obtuvo la mayoría del voto popular en su distrito, pero los restantes 17 les dan libertad de elección.

Los electores fueron escogidos según listas presentadas por los partidos. En general, se trata de activistas, funcionarios estaduales y locales, donadores y personas estrechamente vinculadas a los candidatos. La única restricción es que no sean funcionarios federales. En general, los electoers son leales al mandato recibido de sus votantes.

Finalmente, el 6 de enero corresponderá al Congreso hacer el recuento final de los votos electorales. El vicepresidente Mike Pence deberá entonces abrir los sobres en orden alfabético según el nombre del estado y presentarlos a los cuatro relatores (dos por el Senado y dos por la Cámara) que harán el conteo a viva voz. Cuando éste finalice, el vicepresidente proclamará al vencedor. Recién entonces la elección estará oficialmente terminada y el triunfador prestará su juramento al mediodía del 20 de enero. 

Muchos detractores del sistema esperan que ésta sea la última vez en la que el Colegio Electoral se arrogue la facultad de elegir al presidente. El llamado Pacto Interestatal en pro del Voto Popular Nacional (NPVIC, por su sigla en inglés) está movilizando activamente, para que en la mayor cantidad posible de estados las legislaturas mocionen la transición hacia el voto directo y lo propongan al Congreso de la Unión. El movimiento se está concentrando actualmente en nueve estados en los que espera persuadir a las legislaturas. En casi todos ha obtenido la aprobación de una de las cámaras, pero le falta la otra.

En general, en años recientes el voto indirecto ha beneficiado a candidatos republicanos (George W. Bush en 2000 y Donald Trump en 2016), pero pequeños estados del interior con gobiernos demócratas tampoco quieren abandonar el sistema, porque les da un peso en las campañas electorales nacionales muy por encima de su importancia poblacional o económica.

La unificación del sistema electoral a nivel nacional, su trazabilidad mediante la combinación de voto electrónico y boleta en papel y el voto popular directo democratizarían sustancialmente la política estadounidense, promoverían a nuevos líderes y disminuirían el peso de los aportes financieros en las campañas. Sin embargo, esta propuesta es demasiado democrática para la elite y va a enfrentar serias resistencias.

El mismo sistema de frenos y restricciones opera en la política de Defensa Nacional. Cuando el viernes pasado el Senado aprobó por 84 votos contra 13 la Ley de Presupuesto para la Defensa, se hizo evidente la fractura del Partido Republicano entre trumpistas y partidarios del establishment. Quienes se ven con chances de candidatearse en 2024, si el actual presidente no repite su intento, tienen en vista el liderazgo de éste y no se apartan ni un centímetro de su línea.

 

Josh Hawley, Tom Cotton, Ted Cruz y Rand Paul: halcones trasmutados en palomas
Josh Hawley, Tom Cotton, Ted Cruz y Rand Paul: halcones trasmutados en palomas

Paradójicamente, esta lealtad ha llevado a conocidas figuras reaccionarias a contradecir posiciones que sostuvieron durante años. Resulta extraño ver a senadores tan conservadores como Josh Hawley (Montana), Tom Cotton (Arkansas), Ted Cruz (Texas) y Rand Paul (Kentucky) defendiendo el derecho del presidente a retirar las tropas de Afganistán sin necesidad de autorización parlamentaria o criticando el derecho de las empresas de comunicación a decidir por sí solas sobre los contenidos que pueden circular por sus redes.

El Senado aprobó el viernes la ley para el financiamiento de la Defensa y la envió al poder ejecutivo, tal como ha hecho en los últimos 59 años, pero esta vez es muy probable que el presidente la vete. Aunque la mayoría que la aprobó es suficiente para rechazar un veto presidencial, el episodio va a servir al mandatario para subrayar ante sus 71 millones de votantes su firmeza de convicciones y a los potenciales candidatos del futuro para ponerse a su sombra.

Como consecuencia de sus denuncias contra la censura sobre sus tuits durante la campaña electoral, el presidente y sus seguidores reclaman la abrogación del artículo 230 de la Ley de Decencia en la Comunicación, de 1996, que concedió a las plataformas de Internet el exclusivo derecho a determinar los contenidos que pueden circular por sus redes.

Por otra parte, piden también que se quite de la ley de Defensa una enmienda incluida por la senadora demócrata Elizabeth Warren (Massachusetts) que obliga a retirar de cuarteles y unidades militares todo símbolo que recuerde a la Confederación (1861-65). El reclamo conservador es un gesto demagógico hacia sus seguidores en el sur del país, pero no menos relevante de cara a la elección de 2024.

En el reino del revés hay conservadores que abogan por el voto popular directo, el retiro de las tropas de Afganistán y la limitación del monopolio de las corporaciones sobre los contenidos en Internet. La elección del 3 de noviembre aún no ha terminado y ya comenzó la campaña para 2024. ¿Podrán por el camino aparecer posiciones más coherentes o seguiremos teniendo que escudriñar en la niebla?

miércoles, 2 de diciembre de 2020

La elección brasileña de 2022 se dirimirá en el Ejército

 

El triunfo militar aumenta la inestabilidad de Brasil

La concentración y dispersión de la mayoría de los votos en un “Gran Centro” amorfo y oportunista deja la política brasileña a merced de las luchas facciosas dentro del Ejército

por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de diciembre de 2020

Eduardo J. Vior

El pasado domingo 29 de noviembre se realizó la segunda vuelta de las elecciones municipales en Brasil. Los votantes de 57 ciudades de más de 200.000 habitantes, en las que en el primer turno, quince días antes, ningún candidato a intendente (prefeito) hubiera alcanzado más del 50% de los sufragios, debieron concurrir a sufragar entre los dos candidatos mejor posicionados. Los medios concentrados, la Bolsa de São Paulo y un sector del gobierno y de las Fuerzas Armadas, conservador, pero distante del presidente Jair Bolsonaro y su ministro de Economía, Paulo Guedes, festejaron el crecimiento de los partidos del Centrão (el gran centro político), una amalgama de unas diez fuerzas pequeñas, conservadoras, oportunistas y corruptas, pero alejadas del extremismo del presidente y sus acólitos. Obviamente, también celebran la mala performance del centroizquierda y de la izquierda en general, especialmente la del PT.

Todo salió de acuerdo a la estrategia del Alto Mando militar: en 2014 impulsaron el impeachment que en 2016 llevó a la deposición de Dilma Rousseff, en 2017 al juicio contra Lula, en 2018 a su detención y a la elección de Jaír Bolsonaro, en 2019 desmontaron el Lava Jato y desplazaron a Sergio Moro (su promotor principal), también durante ese mismo año intervinieron las comunicaciones del país y siempre agitaron las “carpetas” que podrían destruir cualquier carrera política. De ese modo obtuvieron el total disciplinamiento de la elite política y empresaria.

Las consecuencias están a la vista, ya que nadie tiene alternativas al poder omnímodo de esta nueva dictadura militar con disfraz civil. Sin embargo, el secreto del futuro está en el detalle del presente.

Si sólo se comparan los votos obtenidos con los de 2016, el Partido de la Social Democracia Brasileira (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, fue el gran perdedor y, sin embargo, su candidato Bruno Covas ganó en la ciudad de São Paulo. También el presidente Bolsonaro perdió votos, pero los partidos que probablemente le den apoyo en 2022 (REP, avante, Podemos, PSC, etc) aumentaron su caudal.

El tradicional MDB (la oposición consentida de la época de la dictadura, hoy un partido “fisiológico”) y el PSDB fueron quienes más votos trasvasaron hacia el “centro bolsonarista”. No obstante, mantuvieron el control de capitales importantes, como la mencionada São Paulo y también Porto Alegre. El partido Demócratas (DEM, supervivencia del oficialismo dictatorial), creció mucho y será clave para definir la candidatura presidencial conservadora. En él se destacan el bahiano Antonio Carlos Magalhães y el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.

En el centroizquierda el Partido Socialista Brasileiro (PSB) perdió muchos municipios, pero mantuvo Recife y ganó en Maceió (capital de Alagoas). El Partido Democrático Laborista (PDT, fundado por Leonel Brizola) también cayó un poco, pero conservó Fortaleza (capital de Ceará) y conquistó Aracajú (capital de Sergipe). Ambos partidos preservaron sus bases electorales, pero siguen confinados en el nordeste.

En la izquierda, en tanto, el PT perdió 71 intendencias, pero creció en las grandes ciudades y en la cantidad de población que gobierna. Entre tanto, el Partido Comunista do Brasil (PCdoB) perdió muchas intendencias y no consiguió ninguna victoria relevante, ni siquiera en el estado de Maranhão, donde su líder Flávio Dino es el gobernador. Tanto este partido como la Rede, de Marina Silva (ex ministra de Medio Ambiente en el primer gobierno de Lula) corre el riesgo de no superar en 2022 la barrera del 5% y perder presencia parlamentaria y televisiva. También el Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), que en la reciente elección paulista tuvo una excelente performance con Guilherme Boulos, corre ese riesgo.

Salvo que se produzca una hecatombe económica, Bolsonaro será candidato a un segundo mandato con el apoyo de un «Gran Centro» remozado. João Dória (PSDB), gobernador de São Paulo, estará en la fórmula de la derecha tradicional. El PT también va a presentar candidato, quizás junto con el PSOL y el PCdoB. Está asimismo cantado que Ciro Gomes (PDT) será el candidato de la coalición entre el PDT y el PSB. Sin embargo, si las fuerzas de izquierda y centroizquierda no se unen, el triunfo del bolsonarismo será muy probable y varias de ellas quedarán fuera de juego.

Más allá del tablero electoral, la izquierda debe preocuparse por la manipulación de las campañas. ¿Hubo fraude, como denunció el presidente? No es imposible, habida cuenta de que Brasil tiene un sistema de voto electrónico sin respaldo en papel, con un software comprobadamente vulnerable y que el general Augusto Heleno, desde el Gabinete de Seguridad Institucional de la Presidencia, monitorea todas las comunicaciones. Pero las intensas fake news, las milicias ultraderechistas, la prédica de las iglesias pentecostales y la compra de votos también inciden contra las izquierdas.

Significativamente, este trasvase de votos beneficia a toda la derecha. Nadie gana demasiado, pero todos cosechan un poco del ataque permanente contra las izquierdas. El Alto Mando está perfeccionando así la ingeniería política que experimentó bajo la dictadura. En vez de dos partidos, como entonces, ahora ha aparecido un sinfín de lemas, de modo que ninguno se torne demasiado fuerte y todos deban coaligarse, para obtener sus minutos de televisión y poder negociar cargos más ventajosamente.

Sin embargo, el poder omnímodo que el Ejército de Brasil ha alcanzado puede volvérsele en contra. Mientras que el general Heleno y otros altos oficiales bajo las órdenes de la embajada norteamericana han colaborado activamente con el desguace del Estado y la entrega de la soberanía, numerosos cuadros, entre ellos el vicepresidente, general Hamilton Mourão, y el jefe de la Casa Civil, general Walter Braga Netto, resisten el desmonte de algunas empresas estatales estratégicas y, especialmente, de las industrias militares y se oponen a la política extremadamente neoliberal del ministro de Economía Paulo Guedes.

No es previsible que en el corto plazo sectores de la oficialidad busquen la alianza con fuerzas de izquierda, nacionalistas o de centroizquierda. Sin embargo, sus arremetidas contra el titular de Economía cuentan con el beneplácito de grandes sectores empresarios y de las corporaciones ruralistas que, para salir de la crisis, necesitan expandir los negocios con China y con Argentina. Así puede surgir una alianza militar-conservadora-empresaria que dé un vuelco a la política económica. Como no tiene alternativas para la Presidencia, en esa eventualidad se dislocaría el poder político y se abriría un ciclo de inestabilidad y crisis que habilitaría la irrupción de nuevos actores. Hoy el partido se juega en los casinos militares, pero pronto puede desbordar. Brasil es más impredecible que nunca en los últimos cincuenta años y está abierto a desarrollos muy caóticos que van a sorprender a propios y extraños.