domingo, 24 de mayo de 2020

Alemania y Francia protegen sus economías

Para salvar empresas, Merkel y Macron abandonan los dogmas
Ante la crisis mundial, las derechas europeas y sus elites empresarias discuten por interés y por poder, a diferencia de las latinoamericanas, tan afectas a la ideología
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
24 de mayo de 2020
Eduardo J. Vior
Cuatro países de la Unión Europea expresaron este sábado 23 su oposición al plan franco-alemán, para crear un fondo de 500 mil millones de euros para la recuperación de la economía europea. A diferencia del plan propuesto por Angela Merkel y Emmanuel Macron, que buscaba subvencionar la recuperación con una ampliación del presupuesto, Austria, Suecia, Dinamarca y los Países Bajos prefieren crear un fondo basado en préstamos. Los firmantes rechazan compartir la deuda de las economías más afectadas y aumentar el presupuesto de la Unión Europea.

Previamente, el lunes 18 Angela Merkel y Emmanuel Macron habían propuesto en una conferencia virtual que la UE adopte un plan de reconstrucción económica del bloque por un valor de 500 mil millones de euros. Con este monto se sostendrían proyectos comunes en infraestructura física y digital, así como en la reforma ecológica de la economía europea. Más fuerte que la discusión sobre el equilibrio fiscal de la Unión, empero, pesa el temor de los países pequeños y medianos a que las dos potencias mayores de la Europa unida retomen el liderazgo del continente. En esta discusión –a diferencia de muchas que se dan aquende el Atlántico- hay poco de ideología y mucho de poder e intereses. 

Pocos países están poniendo tanto dinero para recuperar sus economías devastadas por la crisis como Alemania. Se estima que su Producto Bruto Interno (PBI) se reducirá en 2020 entre un 6 y un 8 por ciento. Para disminuir el daño, se adoptaron distintas medidas de aislamiento y prohibiciones de circulación de personas y bienes que afectaron toda la vida económica. Al mismo tiempo, la Canciller Angela Merkel logró que la industria alemana produjera un test diagnóstico para detectar rápidamente y aislar a los contagiados. Gracias a masivos testeos y al equipamiento de las clínicas con respiradores, Alemania pudo aislar a los infectados, reducir las muertes y aminorar las limitaciones a la circulación. De ese modo, aunque hasta el 20 de mayo registró 178 mil infectados, sólo debió lamentar 8233 muertes.

Para mitigar los efectos de la paralización, el gobierno federal puso en marcha un programa de ayudas por un volumen de 353,3 mil millones de euros. A estas transferencias se suman otros 819,7 millones en garantías para los créditos que las empresas contraigan. Además, se dispusieron reducciones impositivas y diversas líneas de crédito del Instituto de Crédito para la Reconstrucción (KfW, por su nombre en alemán). Con un criterio eminentemente económico, además de sanitario, se destinaron 55 mil millones de euros para la lucha contra la pandemia, cuidando las finanzas de clínicas y hospitales (estatales o confesionales) con la intención declarada de reducir los costos macroeconómicos de la pandemia.

Un instrumento central de la política laboral al que se ha echado mano ha sido el subsidio de desempleo parcial, con el que el Estado paga una parte de los sueldos y salarios caídos por una paralización temporaria de una empresa. Sin embargo, la iniciativa más audaz del gobierno de la Gran Coalición es la creación del Fondo para la Estabilización de Empresas. 

El 25 de marzo pasado el Bundestag promulgó la ley de creación de un Fondo de Estabilización de las Empresas (WSF, por su nombre en alemán) que entró en vigencia el 28 de marzo. El mismo tiene como finalidades reducir los efectos negativos de la pandemia sobre las empresas, superar problemas de liquidez, ayudar al refinanciamiento en el mercado de capitales y, sobre todo, sostener la capitalización de las empresas. El WSF se compone de 400 mil millones de euros en garantías estatales para que las empresas puedan afrontar sus obligaciones, 100 mil millones de euros en participaciones estatales directas y 100 mil millones de euros para la refinanciación de los programas especiales de financiamiento del KfW. Hasta ahora se aprobaron 40.000 solicitudes de ayuda (el 99% de las solicitadas) por un volumen de 20 mil millones de euros.

El aspecto del Fondo que más ruido internacional ha generado ha sido el relativo a las participaciones estatales directas en algunas empresas. Estas medidas de recapitalización buscan fortalecer las reservas de las firmas, para asegurar su solvencia. Comprenden la compra por el Estado de los títulos y las acciones diversas que fueran necesarias para la estabilización de las firmas. El WSF pretende servir casi exclusivamente para la estabilización de empresas de la economía real cuya desaparición podría tener graves efectos sobre el peso económico de Alemania en el mundo o sobre su mercado de trabajo. Para tener derecho a recibir ayudas del Fondo las empresas que lo requieran deben en los dos años anteriores al 1º de enero de 2020 haber tenido balances totales por más de 43 millones de euros, haber realizado ventas netas anuales por más de 50 millones de euros y/o haber tenido más de 249 personas empleadas en el promedio del año. 

Sobre las solicitudes de las empresas deciden los ministerios de Finanzas y de Economía y Energía, pero considerando el significado de la empresa para la economía alemana, la urgencia, los efectos de la decisión sobre el mercado de trabajo y sobre la competencia. En la ley de creación del Fondo los criterios según los cuales el Estado federal puede participar en empresas se han redactado a propósito de un modo vago, para que ningún salvataje fracase por formulaciones demasiado precisas. Tanto Lufthansa como Cóndor, quizás autopartistas o incluso Daimler pueden necesitar ayudas. También empresas pequeñas, pero de alta tecnología, como el fabricante de vacunas Curevac, están bajo observación. 

El Fondo es financiado por los presupuestos del gobierno federal, de los gobiernos estaduales, las comunas y las cajas de la previsión social. En la prestación de sus ayudas se diferencia entre los pagos que efectivamente se realizan y las garantías que, se supone, no habrá que desembolsar. Las primeras ascienden a 453 mil millones de euros, mientras que las segundas se calculan en 820 mil millones. 

Entre las grandes empresas en riesgo sobresale especialmente Lufthansa. Desde el comienzo de la cuarentena el gigante tiene el 90% de sus aviones en tierra, no sabe cuándo volverá a volar y, además, debe responder por los pasajes vendidos antes de la paralización. Desde fin de marzo se viene negociando sobre el salvataje del Estado, pero todavía sin resultados concretos. En el gobierno hay mucha disputa sobre el carácter permanente o transitorio del aumento de participación del Estado en la aérea y qué tipo de acciones recibiría. Bruselas, a su vez, quiere asegurarse de que la ayuda gubernamental no perjudique a sus competidoras europeas. 

“En los meses venideros habrá quiebras de empresas y pérdida de empleos”, anunció en tanto el viernes 23 el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire. “Aunque la economía está poniéndose nuevamente en marcha, el relanzamiento se hace a ritmos desiguales”, añadió. Para impulsar la salida de la crisis, el gobierno prevé reducir paulatinamente el subsidio al desempleo. De ese modo pretende forzar a los empleadores a crear trabajo y a los trabajadores a demandarlo. Según estimaciones del Ministerio de Trabajo, desde principios de marzo el Estado ha pagado total o parcialmente los salarios de 8,6 millones de personas. 

El anuncio del ministro de Economía se dirigía también a las grandes empresas que aprovechan este tipo de crisis para cerrar plantas y adaptar sus estructuras para mejorar su competitividad futura. Típicamente, el miércoles se supo que Renault planea cerrar en Francia cuatro fábricas y así ahorrar dos mil millones de euros. El gobierno, empero, quiere limitar esta nueva pérdida de puestos de trabajo que recargarían aún más su presupuesto. En otra entrevista dada el mismo viernes, el funcionario reconoció que la mayor empresa de Francia (en la que el Estado tiene históricamente el 15% de las acciones) está en dificultades serias, pero vinculó el otorgamiento de cinco mil millones de euros de ayuda a la promesa de los dirigentes de la empresa de convertir a Francia en “el primer centro mundial para la producción de vehículos eléctricos”. 

Se trata de un póquer con cartas marcadas: la empresa amenaza con el cierre de plantas y el despido de miles de trabajadores, para obligar al gobierno a otorgarle la ayuda prometida y éste anuncia que reducirá los subsidios de desempleo y que vincula el otorgamiento del auxilio a la transformación “verde” de las líneas de producción del gigante automotor. 
En Francia el Estado ha intervenido a partir del 25 de marzo para salvar empresas utilizando la Banca pública de inversión. Para ello se ha puesto en marcha un mecanismo de garantías. Este dispositivo, de 300 mil millones de euros, permite a las empresas obtener créditos equivalentes hasta a un trimestre de actividad y desembolsarlos un año más tarde. Esta decisión ha limitado la suba del paro y la baja del poder de compra. Además se ha exceptuado a las empresas de pagar cotizaciones sociales e impuestos. 

En Francia se está discutiendo sobre la salida de la crisis entre una opción liberal, que espera que pasada la pandemia todo vuelva a ser como antes, y una opción social y ecológica, que supone que es necesario organizar la reconversión de la economía y del mercado de trabajo. En lo que concierne a las grandes empresas no queda otra alternativa que el Estado se convierta en accionario. En Francia el Estado tiene el derecho de nacionalizar (hay numerosos precedentes), es decir, tomar una parte suficientemente importante del capital como para poder comandar una reconversión. En tanto, el Estado no puede nacionalizar las empresas más pequeñas, pero puede poner en ejecución planes masivos de ayudas a los respectivos sectores inyectando subsidios para la reconversión, para la formación de personal e incluso para la investigación. 

A fin de marzo Le Maire afirmó que no tenía miedo de usar la palabra “nacionalización” para “proteger el patrimonio industrial francés”. Sin embargo, desde fin de abril el gobierno francés ha moderado mucho su discurso y hoy en día “nacionalización” sólo significa abrazar a las mayores empresas del país para que no se caigan. 

Aun cuando no faltan las andanadas retóricas, la discusión sobre las medidas a tomar para reconstruir las economías después de la pandemia giran en Europa mayormente en torno a argumentos de poder y de interés y se evitan las retahílas ideológicas tan al uso en América Latina. Es que las derechas y las elites empresarias europeas siguen vinculadas a la producción y están preocupadas por no perder posiciones en la competencia hegemónica mundial, no como las latinoamericanas, que sólo se interesan por negocios financieros y carecen de voluntad de poder.

domingo, 17 de mayo de 2020

En EE.UU. nadie se preocupa por su pueblo


La elite norteamericana baila al borde del precipicio
 
Mientras que Covid-19 ya mató a 86.000 personas y otros 36 millones están desempleados, los líderes políticos de EE.UU. piensan en las elecciones y en cómo financiarlas vendiendo vacunas

Eduardo J. Vior
A pesar de que Donald Trump nunca se desprendió completamente de los lastres imperialistas de sus antecesores, su nacionalismo económico, chovinismo, racismo y evangelismo teatralizado no trajeron nuevas guerras. Ahora, su fracaso en contener la pandemia de Covid-19 y la profunda crisis económica concomitante sirven de pretexto para la vuelta al escenario de los Obama y la pléyade de guerreros universalistas y magos de las finanzas que gobernó a EE.UU. en los 25 años posteriores al fin de la Guerra Fría. Sin visión ni estrategia, la elite norteamericana antepone los negocios y una campaña electoral centrada en el pasado a la resolución de la pandemia y la crisis.

El viernes pasado el presidente Donald Trump presentó al dúo encargado de coordinar el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus en la llamada “Operación Warp Speed” (máxima velocidad). Se trata de Moncef Slaoui, ex ejecutivo del gigante farmacéutico GlaxoSmithKline, y del general de cuatro estrellas Gustave Perna. Al presentarlos, Trump repitió su exigencia de “tener una vacuna antes de fin de año”. Su prisa no responde tanto al deseo de controlar la pandemia como a las urgencias de la campaña para la elección presidencial del 3 de noviembre.

La disputa insume mucho dinero y la industria farmacéutica es una de las mayores donantes, especialmente para los republicanos. Por ello, el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus tiene la absoluta prioridad de todos los políticos de primera línea. En la carrera para crear y fabricar la vacuna muchos gobiernos del mundo, entidades caritativas y los mayores laboratorios están enterrando miles de millones de dólares.

La investigación y desarrollo de vacunas contra esta pandemia se está realizando con toda urgencia, tanto por la necesidad de adelantarse a otras naciones como por la prisa en obtener ganancias. Históricamente, sólo el 6% de los desarrollos de vacunas consiguen llevar una al mercado después de años de inversiones gigantescas que sólo reditúan, si largos testeos demuestran su efectividad. Por el contrario, esta vez se están saltando etapas y haciendo los testeos de calidad y de inocuidad en paralelo, en lugar de secuencialmente. Los mayores laboratorios se han propuesto tener una vacuna disponible por cientos de millones de dosis en un plazo de entre 12 y 18 meses y para ello todos los actores están incrementando sus inversiones de riesgo en dimensiones gigantescas.

Uno de los principales temores de los científicos involucrados es que se repita la experiencia de la vacuna contra la influenza H1N1 (2009), que acabó acaparada por los países más ricos. De hecho, un estudio de la Universidad de Oxford (GB), publicado el viernes en la prestigiosa revista científica británica The Lancet, demostró que la población afrodescendiente, los pobres y los habitantes de áreas densamente pobladas tienen cuatro chances más de contagiarse con Covid-19 que el promedio de la población. El estudio fue realizado en Gran Bretaña, pero es congruente con similares investigaciones hechas en Estados Unidos.

Coincidentemente, el Departamento de Trabajo de EE.UU. ha anunciado este jueves que 2,98 millones de personas han pedido subsidios por desempleo en la última semana, llevando el número de desocupados registrados a más de 36 millones.

En cada medición la Reserva Federal va revisando a la baja sus estimaciones sobre el desarrollo de la economía norteamericana. Hace una semana se preveía que el Producto Bruto Interno (PBI) para el trimestre abril-junio caería en un 34,9% respecto al de igual período de 2019, pero esta semana ya se calculó una disminución del 42.8%, la mayor caída desde 1945. Los economistas coinciden en que la crisis actual se caracteriza por la quiebra total de las cadenas de suministros, sobre todo de insumos y bienes intermedios, y el hundimiento de la demanda. La pandemia puso al descubierto la fragilidad de cadenas de abastecimiento a muy largas distancias. Además, el enorme desempleo producido por el confinamiento y la falta de suministros hundió el consumo.

No obstante la pandemia y la crisis económica, la elite política norteamericana está casi exclusivamente abocada a la campaña electoral. Aprovechando que Barack Obama, tras tres años de silencio, volvió al ruedo para apoyar la candidatura presidencial de su antiguo vice, Joe Biden, la Casa Blanca lo acusa de haber conspirado avivando el fantasma de la “intromisión rusa” después de la campaña de 2016. Para ello ha hallado una buena excusa en la decisión del Departamento de Justicia de desechar la investigación seguida en 2017 contra el general Michael Flynn, entonces Director del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por su nombre en inglés).

A fines de 2016, después del triunfo electoral, Flynn había planificado una amplia reforma de los servicios de inteligencia de EE.UU., para centralizar las 16 agencias de inteligencia estadounidenses y someterlas al NSC, quitando por ejemplo a la CIA de la órbita del Departamento de Estado en el que todavía influía Hillary Clinton. Raudamente, la agencia y el equipo de Clinton denunciaron la supuesta complicidad de Flynn con la alegada intervención rusa a favor de Trump en las elecciones de 2016. Tanta fue la presión que el general debió renunciar sólo 24 días después de haber asumido en el cargo. La CIA se empeñó en demostrar que sus contactos con la embajada rusa constituían un crimen federal y una traición a la patria.

El general Flynn debió afrontar procesos administrativos y judiciales de los que, finalmente, salió airoso por falta de pruebas en su contra. La decisión final de Departamento de Justicia es utilizada ahora por el gobierno como una prueba de que Barack Obama y los demócratas inventaron pruebas con la sola intención de dañar al equipo de Trump al comienzo de su gestión.

Obama sigue siendo el líder político con la mayor popularidad y el equipo de campaña de Biden lo necesita para apuntalar a un candidato que es visto como flojo e indeciso. Según una reciente encuesta de la Universidad Monmouth, el 57% de los norteamericanos tiene una opinión favorable del ex presidente, incluyendo un 92% de demócratas, pero también un 19% de republicanos. De acuerdo al mismo sondeo, el 41% ve positivamente a Biden, mientras que el 40% juzga positivamente a Trump. Es por esta razón que el equipo electoral de Trump centra sus ataques en Obama. Ante un presente oscuro y un futuro turbio, la competencia electoral gira en torno al pasado.

Los republicanos temen que el mal manejo de la pandemia y la crisis económica les cueste la reelección de Donald Trump. De hecho, los estrategas demócratas calculan que hasta 16 estados podrían en noviembre próximo cambiar el voto que dieron en 2016. En EE.UU. el presidente no es elegido por el pueblo, sino por un colegio electoral de 540 miembros. Quien gana la votación en cada estado se lleva la totalidad de los electores que éste elige según su población. Para triunfar, hay que vencer en aquellos estados que aportan más electores. Algunos ya están históricamente definidos por los demócratas, otros por los republicanos, pero existe un cierto número de distritos que oscilan entre ambos y se han convertido en el principal campo de batalla. Normalmente, son unos diez u once, pero la gravedad de la situación actual ha hecho cambiar de opinión a más unidades y el resultado final es impredecible.

El gobierno federal y muchos gobiernos estaduales se contradicen sobre las medidas a tomar para superar la pandemia. Ningún líder relevante tiene más ideas para salir de la crisis económica que seguir bombeando dinero a tontas y a locas. Ambos partidos contendientes se refugian en el pasado, para ocultar su incapacidad. Mientras tanto, afuera, en el mundo, varias potencias están ocupando los lugares que Estados Unidos deja vacantes. En su interior aún no han aparecido alternativas de poder a una elite superada, pero no tardarán en surgir. El despertar será terrible.

jueves, 7 de mayo de 2020

El aislamiento social asegura la vida y el trabajo


La liberalización de los cementerios

EE.UU., Gran Bretaña y otros países festejan el relajamiento del aislamiento y la distancia social, mientras los expertos temen una segunda onda de contagios
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
6 de mayo de 2020
Eduardo J. Vior
Cuando este miércoles 6 el presidente Donald Trump rechazó en Phoenix, Arizona, ponerse un tapabocas, antes de entrar a visitar una fábrica de máscaras faciales, no obstante los 25.000 nuevos infectados y 2.000 muertos, comenzó oficialmente el “retorno a la normalidad”. En muchos países grandes empresas, medios y políticos están forzando el aflojamiento del aislamiento social obligatorio con el argumento de que hay que retomar la “normalidad” económica. Y en todas partes el resultado es el mismo: apenas se distienden los controles, crece el número de infectados y fallecidos por el Covid-19. ¿A quién sirve esta inducción al suicidio colectivo? Solamente a quienes mercan con el caos.

EE.UU. tiene más de 70.000 muertos y 1,2 millones de infectados, mientras que el Reino Unido va ganando el campeonato europeo con 29.000 muertos y el conjunto de Europa supera los 140.000. Ante estas cifras, epidemiólogs e infectólogos de todos los colores están advirtiendo a viva voz que se aproxima una segunda ola de infecciones que obligaría a los gobiernos a reimplantar bruscamente los controles y limitaciones.

Las autoridades alemanas ya están elaborando planes para manejar un resurgimiento de la pandemia. Por su parte, expertos italianos están urgiendo, para que se identifique tempranamente a las y los nuevos contagiados y se trace su red de contactos y el gobierno francés, que todavía no aflojó el aislamiento, ha preparado un “plan de reconfinamiento” para prevenir una segunda onda de contagios. “Tenemos la certeza de que habrá una segunda ola, pero no sabemos de qué dimensiones, dice Olivier Schwartz, virólogo del Instituto Pasteur, de Francia.

En los Estados Unidos, en tanto, donde la mitad de los estados está relajando las prohibiciones, los sanitaristas están sumamente preocupados. La mayoría de los distritos aún no está implementando los testeos masivos indispensables, para detectar y contener nuevos focos de contagio. Muchos gobernadores, también, se han apresurado a permitir la circulación de personas y bienes, sin que hayan pasado los 14 días continuados de descenso en el número de contagios, como exige el protocolo del gobierno federal.
En la Ciudad de Nueva York, que ha logrado reducir sustancialmente la cifra de muertos, el alcalde Bill de Blasio advirtió que muchos estados están retornando demasiado rápido al trabajo. En las últimas semanas la infección se está extendiendo a áreas rurales que, por su aislamiento, son muy difíciles de atender. En Iowa y Missouri, por ejemplo, el número de contagiados aumenta, mientras que sus gobernadores arriesgan la reapertura. En Georgia, Tennessee y Texas, a su vez, la pandemia va y viene, pero no remite claramente.

Los expertos temen especialmente la reapertura de los bares, el reinicio de las actividades deportivas y los recitales musicales con sus enormes aglomeraciones. Si se produce un recrudecimiento de la pandemia, se requerirá una enérgica represión para que esa gente vuelva a sus casas.

Según estimaciones de investigadores de la Universidad Johns Hopkins, en todo el mundo se han infectado más de 3,6 millones de personas, mientras que unas 250 mil habrían muerto, pero los especialistas consideran que ese número subestima las dimensiones de la catástrofe. Otros dos estudios recientes, por el contrario, predicen un severo recrudecimiento del brote de Covid-19 en Estados Unidos. Por un lado, un informe preliminar elaborado por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias pronostica que las muertes diarias por coronavirus en el país aumentarían a 3.000 por día para el 1º de junio, o sea un incremento del 70% sobre la cifra actual. De forma separada, el Instituto de Medición y Evaluación Sanitaria de la Universidad de Washington estima que el número de fallecimientos llegará a alrededor de 135.000 en agosto, más del doble de la predicción previa del mismo instituto.

No obstante este escenario catastrófico, sin alterarse Trump explicó el martes a David Muir, del canal ABC, que “es posible que haya algunas muertes”, como consecuencia de que muchos estados de la Unión están relajando las restricciones a la circulación, y afirmó con dura franqueza que éste es el camino elegido por EE.UU. para reabrir su economía. Por el contrario, en un juego de yo-yo característico de su discurso, al día siguiente sostuvo ante los periodistas en la Casa Blanca que la epidemia de coronavirus “es peor que Pearl Harbor. Es peor que el [ataque al] World Trade Center. Y nunca debería haber sucedido”, dijo.

Asimismo, elogió la labor del grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre el coronavirus e informó que va a conservar el organismo. “No tenía idea de cuán popular es el grupo de trabajo hasta ayer, cuando comencé a hablar sobre la liquidación […]. Es apreciado por el público”, dijo Trump. Es que entre lunes y martes trascendió a los medios que funcionarios de su gobierno habían informado a miembros del grupo que durante mayo sus tareas se irían repartiendo entre las dependencias regulares del Estado. El equipo fue formado en febrero pasado y puesto bajo la coordinación del vicepresidente Mike Pence. Sin embargo, -de acuerdo a fuentes internas- en el último tiempo las reuniones se fueron espaciando y haciéndose más breves. Sus figuras principales, los inmunólogos Deborah Birx y Anthony Fauci, aún concurren diariamente a la Casa Blanca, pero los demás especialistas poco a poco están retornando a sus actividades públicas o privadas.

La tropa presidencial quiere sacar ventaja del confinamiento forzoso de su competidor demócrata, Joe Biden, para reanudar las recorridas del jefe de Estado por todo el país, aprovechando la cobertura mediática, presentándolo así como el único líder en condiciones de vencer a la pandemia y poner la economía nuevamente en marcha. Se espera que al final de esta semana el gabinete difunda nuevas medidas impositivas y cambios administrativos, para reactivar la economía.

En Europa, entre tanto, el gobierno británico informó que hasta ahora 29.400 enfermos de Covid-19 han muerto en hospitales y otras instalaciones sanitarias, mientras que Italia comunicó una cifra total de 29.300 casos fatales. Al mismo tiempo la pandemia se está expandiendo ahora hacia países muy pobres y golpeados por guerras, catástrofes naturales y de otro tipo en el Sur global como Afganistán, Somalia y Yemen. La llegada de los contagios a esas latitudes significa un desastre de dimensiones mundiales.

Esta pandemia no sólo está poniendo a prueba a los gobiernos, los sistemas de salud, las instituciones de asistencia social y la propia cultura solidaria de los pueblos, sino que implica un test para el liderazgo mundial. No obstante, el desastre no supone necesariamente que la salida vaya a ser democrática y solidaria. Hay demasiados intereses de minorías ultrarricas, odiadoras y racistas en que reine el caos, porque el caos sería la antesala perfecta para la dictadura fascista universal en nombre de la Libertad …de los cementerios. Y esas minorías rechazan la vida.