martes, 28 de abril de 2020

A veces la caridad bien entendida empieza por el vecino

Dos ópticas y dos modelos para la salida de la crisis
Mientras la fuga de capitales del Sur hacia el Norte financia la recuperación de éste último, China invierte en la reactivación de las economías emergentes para impulsar el propio crecimiento
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
28 de abril de 2020
Eduardo J. Vior
Kristalina Georgiewa está regando dinero por todo el mundo: 442 millones de dólares para Senegal, 174 para Albania, 121 para Kirguistán, mil millones para Ghana, etc., etc. La Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprueba cada día un nuevo crédito de emergencia y todavía tiene por delante una larga lista de solicitudes. Más de 90 países emergentes han pedido ayuda al FMI y muchos más temen ir a la quiebra. Sin embargo, son sólo gotas sobre piedras calientes, si se dimensionan los daños que la crisis económica está provocando en los países emergentes y más pobres y los que se pueden producir, según cómo se recupere la economía mundial.

Los precios de las materias primas se han derrumbado. Al mismo tiempo, como en los países europeos y Estados Unidos sigue aumentando el desempleo, disminuyen las remesas de los emigrados. Los ingresos por el turismo también han desaparecido. Desde el inicio de la actual crisis mundial la fuga de capitales desde los países en vías de desarrollo hacia los centrales ha sido mayor y más rápida que en toda la crisis de 2007/09. Sólo durante marzo salieron 100 mil millones de dólares hacia los países del Norte y en abril probablemente las cifras sean similares.

Después de 2009 muchos países del Sur atrajeron las ingentes emisiones de dinero de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra, porque ofrecían tasas de interés incomparablemente superiores a las de los centros de origen. El boom del “carry trade” enriqueció a algunos pocos multimillonarios en los países emergentes y llenó las arcas de los fondos de inversión, generando una montaña de deudas imposibles de pagar. Según el FMI, entre 2010 y 2020 las obligaciones externas de los países en vías de desarrollo se duplicaron.

Ahora que el carrusel gira en dirección contraria, se devalúan las monedas, sobre todo en potencias medianas como Indonesia, Sudáfrica o México, con lo que el servicio de las deudas se hace doblemente pesado y, consecuentemente, se encarecen las tasas que pagan.

La jefa del FMI y el presidente del Banco Mundial, David Malpass, han tenido un primer éxito: en su primera reunión virtual de primavera (boreal), hace dos semanas, los países del G20 acordaron otorgar a los 77 países más pobres una moratoria de sus deudas soberanas por un año. Se trata de 14 mil millones de dólares que descontaron de sus carteras. Comparados con los dos billones de dólares del programa norteamericano de asistencia a la economía interna o los 500 mil millones del programa alemán no es mucho dinero, pero ayuda.

Según un informe del Instituto Internacional de Finanzas (IFI, por su nombre en inglés), con sede en Basilea (Suiza) y sostenido por los principales bancos del mundo, los efectos de la crisis actual son muy superiores a los de 2008. Se calcula que China acabará el año con un crecimiento del 2,1%, mientras que EE.UU. se contraerá el 3,8%, Japón el 4,2% y la Eurozona el 5,7%. Exceptuando a China, se calcula que el conjunto de los países emergentes reducirá su PBN en 2,6%. Entre ellos, los de desarrollo medio de Europa y América Latina sufrirán las peores pérdidas, respectivamente el 4,7% y el 5%.

Según estas predicciones, excluyendo a China, todos los países en vías de desarrollo experimentarán un fuerte retroceso. Se prevé que India se achicará en un 0,3%, mientras que México –que sufre, además, los efectos de la contracción norteamericana- se retraerá un 5,8%. Se espera que la economía turca retroceda un 2,7%, mientras que la rusa llegará al 5,1%. Ambas economías están también especialmente afectadas por la caída de sus exportaciones a la Eurozona. Ante el congelamiento de la explotación de oro y platino, en tanto, Sudáfrica caerá un 4,7%.

El colapso de la economía mundial produjo una reversión de los flujos de capital. No es de esperar que en la segunda mitad del año las transferencias recuperen el nivel de 2019. Se calcula que Asia Suroriental va a volver a recibir inversiones, mientras que América Latina y los llamados “mercados fronterizos” (aquellos países que ofrecen altos retornos, pero grandes riesgos) van a tener que esperar hasta 2021. Para muchos emergentes, la ausencia de inversiones especulativas implica que no van a poder cubrir sus déficits de balanza de pagos y que van a tener que defaultear y aplicar medidas de ajuste con las esperables consecuencias sociales. Como al mismo tiempo se han hundido los precios de las commodities que esos países exportan, hasta supermillonarios como Arabia Saudita van a tener balances de pagos deficitarios.

En China la situación sólo se distiende lentamente. Aparentemente, casi no se producen nuevos contagios. Con la reapertura de la economía están mejorando también los datos principales. Desde su histórico hundimiento a 35,7 en febrero pasado, el índice de producción fabril saltó en marzo a 52,0 puntos y con ellos superó por poco el umbral de crecimiento de los 50 puntos. El índice para el sector de servicios pasó de 29,6 puntos en febrero a 52,3 en marzo. Sin embargo, la economía china está lejos de haberse recuperado del retroceso del primer trimestre del año. En una comparación anual el PBI ha perdido el 6,8% de su valor y es el primer trimestre negativo desde 1976. En comparación con la salida de la crisis de 2007/09, la recuperación de la economía china será sensiblemente más lenta.

Aunque se espera que el relanzamiento de la demanda interna pronto dé impulso a la economía de la superpotencia asiática, la falta de compradores allende las fronteras le va a poner un severo freno. Si bien China está incrementando su salida de la crisis mediante mejoras en la producción y la logística, ya las dificultades para viajar en tiempos de pandemia limitan su capacidad para recuperar viejos mercados y adquirir nuevos.

A modo de compensación, el gobierno chino está poniendo en práctica una intensa “diplomacia sanitaria”, asistiendo a otros países con insumos médicos e ingentes créditos, para que superen rápidamente la pandemia y pongan en funcionamiento sus economías. No lo hace por misericordia, sino por un interés bien entendido: China sabe que su economía no puede recuperarse, mientras el mundo no salga del pozo. Son dos perspectivas diametralmente opuestas: en tanto Estados Unidos y las principales potencias occidentales chupan de los países emergentes todos los capitales especulativos que en los últimos años han hecho allí ingentes ganancias y exigen el cobro de las deudas que el Sur ha contraído con ellos, la República Popular insiste en el “codesarrollo”, la idea de que el desarrollo es un negocio compartido, que solamente funciona si ambas partes ganan a la vez. Son dos modelos con perspectivas discordantes que, necesariamente, van a tener resultados disímiles.

miércoles, 22 de abril de 2020

Todavía es temprano para relajarse

No por mucho madrugar amanece más temprano

Ante la recuperación china, varios líderes occidentales se apresuran a reactivar sus economías, pero nadie sabe cuándo terminará la pandemia ni qué alcance tendrá

Eduardo J. Vior
Eduardo J. Vior
Infobaires24
22 de abril de 2020


¿Fanfarronería o realidad? Ver en las fotos del martes 21 al presidente Xi Jinping sin barbijo durante su visita a Laoji, al norte de la histórica ciudad de Xian, da envidia. Salones de tatuaje y peluquerías en Copenhague, playas en Australia, librerías en Alemania: varios países que han visto descender las tasas de infección por COVID19 van aligerando las restricciones de circulación. No obstante, el espectáculo de la fastuosa celebración de la Pascua ortodoxa sin fieles en la moscovita Catedral de Cristo Salvador fue este domingo un llamado a la realidad. La pandemia está lejos de terminar y las especulaciones políticas y económicas sobre lo que pueda suceder después deben hacerse en el modo subjuntivo que en castellano expresa aquello que sucede entre la irrealidad y la posibilidad.

Cuando el mercado estaba en pleno pánico por el derrumbe de los precios del petróleo, el presidente Donald Trump apostó fuerte asegurando un fuerte respaldo al sector. Al igual que con su mediación entre Rusia y Arabia Saudita que posibilitó el acuerdo de la OPEP, ahora prometió la compra de 75 millones de barriles hasta llenar las reservas estratégicas de Estados Unidos. “Es un buen momento para comprar petróleo y nos gustaría que el Congreso lo apruebe en lugar de almacenarlo para las grandes empresas”, afirmó el lunes 20 en rueda de prensa. El comunicado llevó cierta calma y los precios del WTI -el valor de referencia para el mercado estadounidense- repuntaron más de un 100% para salir de niveles negativos. El problema con el vencimiento de los contratos de futuros de mayo fue que, al estar saturada la capacidad de almacenamiento por el excedente de producción que trajo el parate económico agudizado por el coronavirus, los traders no sabían dónde poner el crudo que recibirían y prefirieron no vender.

No obstante, la situación está lejos de normalizarse. El Brent, el mercado de referencia a nivel mundial, que no tiene esta cláusula de entrega física, también se contraía un 26% este martes para llegar a los 18,7 dólares, el menor nivel desde el año 2001.

Presionado para mostrarse activo, el presidente anunció entonces vía Twitter el envío de fondos para proteger al sector. “Nunca dejaremos sola a la gran industria del petróleo y el gas de los Estados Unidos. He instruido a la secretaría de Energía y a la secretaría del Tesoro a formular un plan que ponga a disposición fondos para que estas importantes empresas y empleos estén asegurados en el futuro”, dijo. Entre tanto, el Congreso alcanzó el martes un acuerdo bipartidario, para subsidiar a las pymes por un total de 500 mil millones de dólares, así como incrementar el apoyo a hospitales y multiplicar los testeos.

No obstante, al mismo tiempo Donald Trump continuó alentando las protestas contra las restricciones a la circulación. Los manifestantes ocuparon las calles en Michigan, Ohio y Virginia reclamando que el aislamiento está destruyendo sus economías y pisoteando sus derechos. Desafiando la distancia social obligatoria y en muchos casos sin tapabocas, los críticos cuestionaron severamente a sus gobernadores y exigieron que el gobierno federal eche al Dr. Anthony Fauci, cabeza de la comisión consultiva asesora sobre el coronavirus quien el mismo lunes advirtió que “a menos que controlemos el virus, no va a haber recuperación económica”. 

Aunque Trump y otros miembros de su gobierno afirman que algunas partes del país están en condiciones de retomar progresivamente sus actividades, muchos gobernadores sostienen que, ante la carencia de tests suficientes, sería prematuro reabrir sus economías.

En principio, en la mayoría de los países predomina la idea de ir flexibilizando el aislamiento, pero manteniendo la distancia social. Según la Johns Hopkins University de Baltimore, más de 2,5 millones de personas se han infectado en el mundo y 171.000 han muerto. Cerca de un cuarto de los fallecimientos (más de 42.300) se han producido en Estados Unidos.

Nadie puede prever todavía a ciencia cierta qué consecuencias económicas va a tener la paralización actual. Las más importantes bolsas han sufrido severas pérdidas. Los inversores temen que la continuidad y difusión de la pandemia destruya las mayores economías del globo y que los gobiernos no sean capaces de detener la crisis. Este reflejo de pánico está induciendo a los bancos centrales al accionismo. La extremada baja en el precio del petróleo agrega nerviosismo. Faltos de recetas que no estén en los manuales del neoliberalismo, la mayoría de los bancos centrales sólo han atinado a bajar las tasas de interés hasta cero. Supuestamente, el abaratamiento del precio del dinero debería hacer más fácil tomar créditos, para impulsar la demanda. Sin embargo, algunos analistas advierten que esta inyección de dinero podría alentar la volatilidad de las inversiones especulativas, ya que, si no hay demanda, carece de sentido poner el dinero en la producción. Hacer negocios con el dinero que se recibió prestado sin costo alguno es mucho más redituable que arriesgarse en un negocio productivo.

Tampoco está claro cómo se reconstruirán las cadenas productivas rotas por la pandemia. Investigaciones norteamericanas dan cuenta de que la agudización de las tensiones entre ambas potencias y el temor estadounidense a que la economía de la potencia asiática se dispare en la segunda mitad del año están impulsando a sus empresas a desplazar sus órdenes de producción de China hacia otros países. De hecho, las últimas evaluaciones indican que el PBI de la República Popular crecería en 2020 un 3,5%, mientras que el de EE.UU. descendería cerca del 5%.

Todavía es demasiado temprano para hacer previsiones precisas. La pandemia aún no ha alcanzado su pico en Estados Unidos, Rusia ni en el Reino Unido, de manera que es imposible saber, primero, cuánto tiempo más sus gobiernos deban reducir la circulación de personas y bienes. Esto implica, además, que aún es imposible predecir las direcciones de irradiación de los contagios desde esos países al resto del mundo. La pandemia es mundial y nadie puede salvarse solo. Es lógica la impaciencia de banqueros y prestamistas que no quieren ver su dinero inmóvil, pero, como dice el refrán alemán, “la prudencia es la madre de la porcelana”.

miércoles, 15 de abril de 2020

Una transformación ineluctable, pero de signo desconocido

El mundo ha cambiado, ¿para mejor?

Las discusiones sobre la primacía del combate a la pandemia o la retomada de la actividad económica traslucen la preocupación de las grandes potencias por su lugar en la economía global
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
15 de abril de 2020
Eduardo J. Vior
El coronavirus no es la causa de la pavorosa crisis económica que ha estallado en el planeta, pero la ha desatado. Decenas de millones de personas han perdido sus trabajos y millones de empresas de todos los tamaños están cerrando sus puertas sin retorno. Es un buen pretexto, para llenar los medios con una dicotomía aparente entre la primacía de la salud o de la economía. Sin embargo, como la experiencia reciente demuestra que quienes mantuvieron la libre circulación provocaron una mortandad que desarticuló todas las actividades económicas, evidentemente hay alguna otra razón para la insistencia de centrales empresarias, fondos de inversión y grandes consultoras en que ya se reanude la vida laboral.

Alguien tan autorizado como Anthony Fauci, el principal asesor del presidente Donald Trump para la lucha contra el coronavirus, afirmó este lunes que, si las restricciones a la movilidad se hubieran impuesto más temprano, se habrían salvado vidas y que, si se las relaja, con certeza aflorarán nuevos casos.

Según Robert Redfield, director del Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, por su nombre en inglés), se espera que en EE.UU. la pandemia alcance su pico durante esta semana. Aunque sólo tiene la tercera población más numerosa del globo, EE.UU. ha batido el récord internacional de muertes por coronavirus. Y pueden ser más, ya que las estadísticas oficiales no estarían contando los fallecimientos producidos en casa.

En una entrevista dada el domingo, Fauci anunció que en algunas regiones del país se podría retomar la actividad económica ya el mes próximo, si las autoridades sanitarias pueden aislar a las poblaciones vulnerables. No obstante, el experto no pudo garantizar absoluta libertad de circulación ni siquiera para el día de la elección presidencial, el próximo 3 de noviembre.

Por su parte, cediendo a las presiones empresarias, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, declaró este lunes que su equipo debía balancear entre salvar vidas y proteger la economía. Llenos de miedo, trabajadores fabriles y de la construcción llenaron este lunes los medios de transporte de Madrid. Aunque se había anunciado que se les entregarían tapabocas adecuados, la policía sólo distribuyó barbijos de uso único.

Entre tanto, en Alemania la Academia Nacional de Ciencias Leopoldina sostuvo este mismo lunes en un informe entregado a la Canciller Angela Merkel que la normalidad de la vida pública en el país se podría restablecer gradualmente, si la tasa de infección se estabiliza en un nivel bajo. Si bien el número de nuevos infectados se ha reducido, sigue siendo alto. Este miércoles la presidenta del gobierno va a mantener una teleconferencia con los ministros presidente de los 16 estados que componen la RFA, en la que se espera que se diseñe una “ruta de salida” de las limitaciones a la movilidad que, por otra parte, nunca han sido rígidas.

Por su parte, en Corea del Sur el primer ministro Chung Sye-kyun informó asimismo el lunes que su gobierno estaba discutiendo nuevas reglamentaciones, para autorizar “un cierto nivel de actividad económica y social”, pero manteniendo la distancia social necesaria para evitar la dispersión del virus. Si bien su país ha podido fijar la cifra diaria de contagios en alrededor de los 500, las autoridades advierten contra la “difusión silenciosa″ que se estaría dada en los bares, que nunca se clausuraron. No obstante, el presidente Moon Jae-in proclamó el lunes 13 su voluntad de salvar empleos y proteger la economía en un contexto de creciente recesión.

El récord indiscutible en cuanto a cantidad de contagiados y muertos lo sigue teniendo, día por día, Estados Unidos. De los aproximadamente 22.000 muertos la mitad se ha registrado en Nueva York. No obstante, se están hospitalizando cada vez menos pacientes y distintos indicadores muestran que las restricciones de contacto (que no de circulación) están teniendo efectos positivos.

A su vez, el presidente del Tribunal de Cuentas de la Federación de Rusia, Alexey Kudrin, estimó el mismo lunes 13 que, si se prolonga la cuarentena actual, el PBI del país caerá en 2020 un 5%.

Entre tanto, en Gran Bretaña la cifra de muertos superó el mismo día los 10.600, cuando el primer ministro Boris Johnson, el primer jefe de gobierno que enfermó y superó el contagio, reconoció la calidad de la atención que recibió en el Servicio Nacional de Salud (NHS, por su nombre en inglés) que él tanto denostaba hasta infectarse.

De acuerdo a investigadores de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, más de 1,9 millones de personas han contraído la enfermedad en el mundo y 115.000 han muerto. Sin embargo, habida cuenta del falseamiento de los datos por algunos gobiernos, de la baja proporción de testeos y de los dispares criterios estadísticos, estas cifras distan de reflejar la realidad.

La llegada a Nueva York de aviones rusos y barcos chinos llevando ayuda dieron la señal de que el mundo ha cambiado. Estados Unidos está encerrado en sí mismo y no atina a responder a las demandas internacionales. Esta ausencia norteamericana tiene su contrapartida en el activismo chino, que junto a Rusia y Cuba despliega su cooperación con países de regímenes y orientaciones muy contrapuestas, como Italia, España, EE.UU. o Venezuela.

Washington se ha replegado, mientras Beijing y Moscú expanden su “soft power” y Bruselas y Tokio se debaten en sus laberintos, pero en el medio quedan muchos espacios vacíos que nadie llena y pueden incitar a aventureros, como, por ejemplo, una América Latina desintegrada y sin liderazgos.

Detrás del aparente dilema entre protección de la salud o de la economía asoma la angustia de los fondos de inversión por no perder demasiadas posiciones. China ya está volviendo a funcionar al 100% de sus capacidades y hasta fin de año recuperará las pérdidas sufridas. Los Estados Unidos, por el contrario, no podrán retomar la normalidad hasta junio o julio próximos y todas las estimaciones prevén que en 2020 su PBI se reduzca en un 5%. Esta divergencia entre ambas superpotencias augura que en 2021 la República Popular puede llegar a ser primera potencia mundial. Esto conllevaría la conquista de posiciones de poder duro y blando y el predominio en amplias regiones del globo. El mundo ya ha cambiado y la discusión actual no lo puede disfrazar, pero no sabemos si para mejor o peor.

martes, 7 de abril de 2020

No es tiempo para salir a pasear

Todavía falta mucho para que la tormenta amaine


Aunque el primer sol de primavera y el amesetamiento de las muertes lanzaron a las calles a miles de paseantes en China, Inglaterra y Francia, es demasiado temprano para relajarse

Eduardo J. Vior
Las escenas se repitieron por doquier este fin de semana: el primer sol de primavera empujó a miles de visitantes ansiosos de distensión al Lago del Oeste en la ciudad de Hangzhu, en el extremo sur del Gran Canal que llega desde Beijing, 1.100 km más al norte. Varios cientos se agolparon al pie de la Torre Eifel, en París; otros 3.000 se amontonaron en el Brockwell Park de Londres. Tras meses de encierro, la superación de la pandemia en China y un leve amesetamiento de las muertes en Europa relajaron los controles. También las bolsas de Nueva York, Londres, Francfort y Tokio cotizaron al alza, como si se acercara el final de la pesadilla. Nada más errado: los Estados Unidos avanzan hacia el pico de la infección y la economía mundial dista mucho de haber tocado fondo. No es momento para relajarse.

Este lunes el número de muertes parecía aumentar más lentamente en Italia, España y Francia, dando la impresión de que el confinamiento y la distancia social están funcionando, pero todavía no hay nada que festejar. Por el contrario, la internación “precautoria” del primer ministro británico Boris Johnson se convirtió el lunes en reclusión en terapia intensiva. Todo un signo de la evolución de la pandemia y la economía.

Aunque los mercados se recuperaron en un 3% en París y Francfort y Tokio se atrevió a subir un 4%, el Cirujano Mayor de las fuerzas armadas norteamericanas, el General Jerome Adams, avisó que lo peor todavía está por llegar: “Nos estamos acercando a nuestro momento Pearl Harbor u 11 de septiembre”, declaró el domingo a Fox News. En la Ciudad de Nueva York, en tanto, el número de nuevos infectados, de pacientes que necesitan respirador y de muertos había descendido levemente. Sin embargo, el gobernador estadual Andrew Cuomo advirtió que aún era demasiado temprano para decir que se había revertido la curva.

Vendedor profesional, el presidente Donald Trump se apresuró a anunciar en una conferencia de prensa en la Casa Blanca que “estamos empezando a ver la luz al final del túnel”. El Estado de Luisiana lo desmintió con 68 muertes más, el mayor aumento desde el comienzo de la pandemia.

También el lunes el primer ministro japonés Shizo Abe anunció que está preparando un paquete de promoción económica por 108 billones de yenes (un billón de dólares). Sería el mayor en la historia nipona y ascendería al doble de lo que se esperaba.

Quien no pierde el tiempo para aprovechar políticamente la pandemia es el jefe de la Casa Blanca. Se estima que el Covid19 va a matar a cerca de 100.000 norteamericanos, se sabe que ya desató una crisis económica similar o superior a la de 1930 y sembró el pánico en todo el país, pero el mandatario está utilizando la pandemia, para reimplantar las deducciones impositivas de viáticos para empresas, cerrar las fronteras avanzando con el muro en el confín con México y aumentar el proteccionismo con el argumento de que EE.UU. no puede seguir importando insumos médicos.

Según el ascendente Peter Navarro, Director de la Oficina de Comercio y Manufacturas de la Casa Blanca, la peste demostró la certeza del presidente, cuando afirmó que “EE.UU. debe comprar productos norteamericanos, defender sus fronteras y recuperar una fuerte base manufacturera”. “Nunca más tenemos que depender del resto del mundo, para tener nuestros insumos medicinales o combatir una epidemia”, sostuvo enfáticamente el asesor.

El mismo lunes la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su nombre en inglés) relajó las disposiciones sobre el kilometraje permitido para automotores. El propio gobierno afirma que este aumento en las emisiones permitidas agravará la polución ambiental y los gastos en combustible, pero ayuda a que menos conductores deban cambiar sus viejos vehículos por otros más modernos.

Del mismo modo el presidente siguió avanzando sobre la Justicia. El viernes pasado anunció el nombramiento de un joven juez de 38 años en la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia. Éste fue sólo un paso más de los muchos que dio su gobierno desde 2017. Ya obtuvo la confirmación del Senado para el nombramiento de 190 jueces en distintas instancias y regiones. El gobierno de Trump ostenta el mayor número de nombramientos en la Justicia desde la época de Reagan (1981-89).

Lo que para muchos es sufrimiento, para unos pocos es ganancia. En la medida en que la pandemia quiebra las cadenas de suministro dentro y entre los países, algunos productos alimenticios aumentan sus precios y empujan a numerosos habitantes del Sur global hacia el hambre profundo.

Especialmente el arroz y el trigo (cultivos responsables por un tercio de las calorías del mundo) han pegado saltos de gigante en los mercados de futuro. Mientras que EE.UU. es productor de ambos, muchos países de África y Medio Oriente ven dispararse sus gastos de importación. No se sabe cuál fue la verdadera causa del aumento de precios, si la especulación con el mercado de futuros, dificultades logísticas por las cuarentenas, compras por pánico o una combinación de los tres factores, pero los alimentos están empezando a escasear en los mercados de África y Medio Oriente. Al mismo tiempo, en Europa, Japón y EE.UU. las familias están llenando sus alacenas para prevenir futuros desabastecimientos. Finalmente, gobiernos previsores en Rusia, Kazajistán y Vietnam están restringiendo exportaciones, para proteger el consumo doméstico.

El resultado es que los precios del arroz tailandés (el segundo exportador del mundo) alcanzaron el nivel más alto de los últimos seis años. Las cotizaciones de futuro del trigo en el mercado de Chicago aumentaron el 8% en marzo pasado y el trigo duro canadiense, preferido para la elaboración de pastas y cuscús, está en su nivel más alto desde agosto de 2017. También en EE.UU. los aumentos de precios de los alimentos parecen estar llegando a los consumidores. Tanto los huevos como la carne están subiendo en consonancia con las mayores compras de la industria alimenticia que está llenando sus depósitos previendo una futura escasez.

Si la pandemia perdura y se extiende a América Latina, África y Asia del Sur, como se prevé, y los precios de los alimentos siguen subiendo, se producirán migraciones, revueltas y guerras. Junto con la quiebra de las cadenas de suministro ocasionada por las cuarentenas, este clima de agitación y nerviosismo profundizará una crisis mundial que no ha hecho más que comenzar. Es demasiado temprano para salir a pasear y relajarse.