domingo, 23 de agosto de 2020

En EE.UU. la campaña electoral asemeja una guerra

 

Patriotas y globalistas van por todo


Eduardo J. Vior

La diferencia entre 4 y 10 puntos que la mayoría de las encuestas da a favor de Joe Biden y la amplitud del abanico de corrientes representado en la Convención Nacional del Partido Demócrata reunida (virtualmente) entre el lunes y el jueves pasado en Milwaukee, Michigan, podrían generar la errónea creencia de que la elección presidencial del 3 de noviembre ya está jugada. Sin embargo, la publicación de una comprometedora foto de Bill Clinton y la detención de Steve Bannon dan cuenta de los violentos bandazos que patriotas y globalistas se están dando. En noviembre ambos juegan a todo o nada. Ni los programas ni los discursos son relevantes. Por primera vez desde 1860 la elección norteamericana es realmente el escenario de una lucha por el poder.

El pasado jueves por la mañana fue detenido en Manhattan Steve Bannon, el artífice del triunfo electoral de Donald Trump en 2016 y por corto tiempo su consejero nacional de Seguridad. La Segunda Fiscalía Federal del Distrito lo acusó por defraudación y malversación, luego de revelarse que los 50 millones de dólares que la ONG We Built the Wall (Construimos el Muro) había recaudado públicamente de donantes privados para la construcción de un tramo del muro fronterizo con México habían sido malversados por él y sus cuatro socios. En caso de ser condenado le corresponderían hasta 20 años, pero la Fiscalía espera que el reo colabore denunciando a implicados en otras causas. Significativamente, al mismo tiempo se supo que el fiscal federal actuante hasta junio pasado en el mismo distrito, Geoffrey Berman, estaba investigando los negocios de Rudy Giuliani, el exalcalde de New York y actualmente abogado personal del presidente. Aunque no se sabe si las causas están conectadas, llama la atención la simultánea detención de Bannon.

Conociendo la política norteamericana, es imposible no tener la sensación de que la fiscalía actuó el jueves, cuando debía concluir la Convención Demócrata como respuesta a la publicación el martes en el británico Daily Mail de fotos que tomadas al expresidente Bill Clinton en 2002 y que lo comprometerían seriamente con Jerry Epstein, el magnate muerto en agosto de 2019, mientras esperaba el proceso por tráfico de menores, prostitución y reducción a la servidumbre en innúmeros casos. “Curiosamente”, las fotos fueron publicadas el mismo día en que Clinton debía hablar ante la reunión del Partido Demócrata.

En las fotos, tomadas aparentemente durante una escala en un aeropuerto durante un vuelo caritativo a África, se ve al exmandatario siendo masajeado en la nuca por Chauntae Davies, entonces de 22 años, quien durante años habría sido violada y sometida por Epstein y luego se convirtió en su principal denunciante. No obstante que Davies declaró al Daily Mail que Clinton durante el viaje se comportó como “un perfecto caballero”, la foto confirmaría las versiones sobre sus vínculos con el magnate. En declaraciones a Forbes dadas el año pasado, en cambio, el exmandatario había declarado que no sabía nada de las atrocidades de su conocido.

Confirmando la dureza del enfrentamiento electoral de este año, en su discurso del miércoles a la noche ante la Convención el expresidente Barack Obama calificó al presidente Trump de “vago”, incapaz de hacer su trabajo o, incluso, de tomárselo en serio. Según Obama, Trump no ha mostrado interés en hacer otra cosa que “conducir la presidencia como si fuera un reality show”. “Donald Trump no creció en el cargo desde que lo ejerce, añadió el expresidente, simplemente porque es incapaz de hacerlo”. Estados Unidos había sabido construir un culto en torno a su máxima magistratura y desde hace más de un siglo no hay memoria de que un exmandatario trate así al presidente en funciones.

Del lunes al jueves se realizó en Milwaukee (Michigan) la Convención Nacional del Partido Demócrata que el miércoles proclamó la fórmula presidencial Joe Biden-Kamala Harris. Por precaución ante la pandemia de Covid-19, la reunión se hizo casi completamente en forma virtual. Tuvo momentos estelares, como el discurso de Michelle Obama el lunes y los de Barack Obama y Kamala Harris el miércoles, no el de Biden. «Ahora y acá, si me confían la Presidencia, sacaré lo mejor de nosotros, no lo peor; elegiré la verdad, sobre la ficción, la luz, sobre la oscuridad», aseguró el dirigente de 77 años desde la ciudad donde vive hace años, Wilmington, Delaware, en su discurso. Su alocución fue prolija, con una convocatoria al resurgimiento nacional desde la oscuridad de la pandemia y la crisis económica, pero no fue para entusiasmar.

Joe Biden es un político profesional que, después de haber transitado todos los pasillos de Washington, a los 78 años llega a competir por la presidencia contra un jefe de Estado, ciertamente de 74 años, pero mucho más aguerrido y dispuesto a todo.

Biden y Susan Rice, la exconsejera Nacional de Seguridad de B. Obama, que suena para Secretaria de Estado en un gobierno demócrata

El candidato demócrata ha congregado detrás suyo un abanico multicolor de minorías, está movilizando a los jóvenes e, incluso, tratando de atraer a votantes republicanos de centro. No obstante, si bien su programa se abrió hacia el centroizquierda, sus cuadros, sus votantes y su propio perfil están en el centro del espectro político. El propio equipo para un eventual gobierno que ya está empezando a conformar va en la misma dirección. Sus asesores explican la contradicción entre su programa, su perfil y sus cuadros por su “pragmatismo”. Sin embargo, el rol decisivo de Tony Blinken, el exsubconsejero de Seguridad Nacional en el gobierno de Obama-Biden, como coordinador para política exterior, y el de Lawrence Summers, el exsecretario del Tesoro que salvó a los bancos en 2009, muestran que nada ha cambiado en el aparato demócrata. No importa con qué programa y qué perfil de votantes suban al gobierno, lo ejercerán para las grandes corporaciones de IA y TI, para los mayores bancos y fondos de inversión, si es necesario, con el apoyo de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia. Trump, por el contrario, es el defensor de la industria metalmecánica, del carbón y del petróleo, todas industrias que la revolución 4.0 está dando vuelta o dejando de lado.

Estados Unidos se encuentra en un trilema: si persiste en la política aislacionista y proteccionista de los últimos años, protegerá a su economía de la competencia exterior y agudizará los enfrentamientos comerciales, pero perderá mercados y el interno no le bastará para recuperar el paso en la competencia por la hegemonía mundial. Si retorna al globalismo, en tanto, se verá invadido por la producción importada y no podrá crear suficientes puestos de trabajo competitivos. La reforma ecológica de la economía, finalmente, requeriría un control democrático del poder hoy inexistente. La encerrona en la que se encuentra la mayor potencia del mundo necesariamente va a hacer la campaña electoral más y más violenta. De aquí a noviembre presenciaremos una gran batalla de barro sin final claro.

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