NUEVA ESTRATEGIA NACIONAL DE INTELIGENCIA

Barack Obama va a la guerra por agua,
energía y alimentos

Barack Obama va a la guerra  por agua, energía y alimentos
La nueva Estrategia Nacional de Inteligencia de EE.UU. propone militarizar el control de los recursos vitales escasos en el mundo. 
Dos días después de la mayor marcha de la historia contra el cambio climático que recorrió Nueva York, más de ciento veinte líderes mundiales participaron el martes en una cumbre de la ONU sobre el cambio climático que terminó con el compromiso para reducir la deforestación en 50%, hasta 2020, y llevarla a cero hasta 2030. Brasil rehusó firmar la Declaración de Nueva York, porque no fue invitado a participar en la redacción del documento. Este conflicto es típico de las diferentes aproximaciones políticas y estratégicas a la crisis medioambiental.
Ya nadie discute si hay cambio climático si no cuán veloz es éste, cuáles son sus implicaciones políticas y sociales y cómo afrontarlas. La discusión sobre el calentamiento atmosférico llevó en los últimos años a otra sobre sus consecuencias para la seguridad del planeta. Mientras que los países del G-77 + China entienden “seguridad” como seguridad humana y el desarrollo sostenible como su solución, Estados Unidos y sus aliados la ven como una cuestión militar.
Consecuente con esta visión bélica, en su orden ejecutiva del pasado miércoles 24, para la implementación de los proyectos de cooperación para el desarrollo, el presidente Barack Obama señaló el calentamiento atmosférico como una de las principales amenazas a la seguridad internacional. El calentamiento climático –alarma– agudiza las tensiones dentro de las naciones y las enfrenta entre sí por el control de recursos devenidos escasos. Éste es uno de los argumentos centrales de la nueva Estrategia Nacional de Inteligencia para 2014-2018 (NIS, por su sigla en inglés), presentada el pasado jueves 18 por el director nacional de Inteligencia (DNI) James Clapper (http://www.dni.gov/files/documents/2014_NIS_Publication.pdf). El documento pretende orientar el trabajo de las 16 agencias que integran la Comunidad de Inteligencia (IC, por su sigla en inglés) en los próximos cuatro años. Debería publicarse cada cuatro años y ésta es su tercera aparición. El documento constata que “el crecimiento de la población mundial, junto con los efectos de la polución y del cambio climático, pesa sobre los acuíferos que alimentan a la población y son vitales para la agricultura”. Para paliar los efectos desestabilizadores del cambio climático, la IC se propone analizar casuísticamente de qué modo la escasez de recursos naturales afecta la economía de los países.
No obstante, James Clapper advirtió en su discurso de presentación del informe sobre las dificultades que enfrenta hoy la Comunidad de Inteligencia para juntar la información necesaria para superar los efectos del cambio climático sobre la seguridad. Según el DNI, la recolección de informaciones y el intercambio con servicios extranjeros han sido dañados por la filtración de datos por Edward Snowden y por las limitaciones presupuestarias.
Sin embargo, precisamente gracias a Snowden, la nueva estrategia incluye por primera vez siete principios de “ética profesional” a los que deben someterse los espías estadounidenses: 1) atenerse a la misión encomendada; 2) respeto por la verdad; 3) legalidad; 4) integridad moral; 5) buena administración de los recursos; 6) excelencia; y 7) respeto por la diversidad.
Desde la publicación de los documentos de la NSA por Snowden el año pasado, la DNA ha sido presionada públicamente para que justifique la masiva intervención de millones de comunicaciones telefónicas dentro de EE.UU. Nadie, en cambio, ha denunciado los riesgos implícitos en el tratamiento militar de los conflictos medioambientales.
En su parte general, la NIS identifica a China como la principal amenaza a la seguridad de Estados Unidos, seguida inmediatamente por Corea del Norte, Irán y Rusia, aunque reconoce que con ésta en algunos aspectos se puede negociar. Mientras tanto, la competencia por recursos escasos, como los alimentos, el agua y la energía, está aumentando su importancia en la agenda de la seguridad, en la medida en que exacerba la inestabilidad, mientras que los constantes avances de la tecnología van a traer tanto beneficios como nuevos desafíos.
La conexión lógica que la estrategia norteamericana establece entre cambio climático y problemas de seguridad, así como entre éstos y la necesidad de intervención militar, es débil y sospechosa. Su argumento es que las crisis vinculadas con el cambio climático (falta de agua, de alimentos y/o de recursos energéticos) generan intranquilidad y, eventualmente, agitación y levantamientos. Ante gobiernos débiles o corruptos –argumentan– estas protestas pueden conducir a rebeliones o situaciones de anarquía y desgobierno aprovechables por grupos extremistas. Las fuerzas armadas de los Estados Unidos, entonces, deben intervenir para restablecer el orden, la gobernabilidad y la confianza en la economía. Este argumento es falso y antidemocrático. Problemas en el abastecimiento de agua, alimentos y energía sólo producen protestas cuando los gobiernos son incapaces de resolverlos, y en los países democráticos esas demandas se resuelven mediante el diálogo y la negociación. Aun cuando los gobiernos siguen siendo incapaces de satisfacer adecuadamente estas necesidades, no se producen problemas de seguridad, si no existe un agente interno o externo que los provoque. Y todavía en el caso de que aparecieran, las infracciones a la seguridad de las personas y los bienes se resuelven habitualmente con los medios civiles del Estado democrático (la Justicia y la policía).
“Quien se quemó con leche ve una vaca y sale corriendo”, dice el refrán popular. El anuncio de la intención de Washington de militarizar el tratamiento de la crisis medioambiental recuerda a otras campañas para militarizar problemas que antes eran de jurisdicción civil, y sus trágicas secuelas.
Los recursos de la Tierra no son primordialmente bienes transables para obtener ganancia, sino medios para asegurar el buen vivir. El problema no radica en que unos tengan mucha agua, abundantes alimentos y ricas fuentes de energía que a otros les faltan, sino en el modo de producción y de intercambio que rige en el mundo. Mientras los bienes imprescindibles para la vida sean transables, siempre serán escasos, porque los agentes mercantiles provocarán la escasez para aumentar su ganancia. Si no se adapta el modo de producir y distribuir al cambio climático, se derogan las prácticas perniciosas para evitar el agravamiento de la crisis climática, se garantiza a los pueblos que sufren la escasez que reciban los productos a precios razonables y a los productores precios que justifiquen sus inversiones y cubran sus demás necesidades de desarrollo humano, la crisis está programada y ningún ejército podrá resolverla.