domingo, 29 de julio de 2018

La nueva ley de nacionalidad cimenta el apartheid

Israel se despide de la democracia

29 de Julio de 2018

La decisión del gobierno israelí de ampliar los asentamientos en Cisjordania en represalia por un atentado y la creciente persecución contra la minoría LGBTQ son parte de la misma ofensiva nacionalista a la que pertenece la promulgación de la nueva Ley de Nacionalidad Israelí. El país cimenta la segregación étnica, mientras se prepara a expandir su territorio.

El viernes pasado, el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, anunció la construcción de 400 casas más en la colonia de Adam, cinco kilómetros al norte de Jerusalén, donde el jueves un adolescente palestino había acuchillado a tres personas.

Ya el domingo 22 decenas de miles de activistas LGBTQ marcharon en Tel Aviv contra la exclusión de los padres homosexuales de la ley que autoriza la paternidad subrogada y reclamaron contra el registro estatal de aquellos que lo hicieron en el exterior y llevaron a sus niños a vivir a Israel.

La ley mencionada determina que "el Estado de Israel es el hogar nacional del pueblo judío" y sólo el pueblo judío puede ejercer el derecho a la autodeterminación nacional. De este modo se quita la ciudadanía al 20% de la población, de origen palestino. El hebreo se convierte en única lengua oficial, reservando al árabe un indefinido "estatus especial".

La norma también establece que "Jerusalén completa y unida" es la capital de Israel y proclama "el interés del Estado en proteger los asentamientos judíos", convalidando así la ocupación permanente de Cisjordania. Israel carece de Constitución escrita y el Estado se rige por la Declaración de la Independencia (de 1948) y una serie de once leyes básicas difícilmente reformables a las que ahora se suma la Ley de Nacionalidad.

Para los defensores de la nueva ley, la misma es sólo la confirmación constitucional de que Israel es el "hogar nacional del pueblo judío" y no afecta los derechos individuales de los demás habitantes. Por el contrario, los críticos árabes y judíos la acusan de establecer el "apartheid" y de tener un carácter racista.

La Ley de Nacionalidad es parte de un conjunto de normas aprobadas antes del receso veraniego. Esa misma semana se promulgó una ley que da a la Corte de Jerusalén la jurisdicción sobre los litigios entre palestinos de Cisjordania y colonos, en un importante avance hacia la anexión. La noche anterior se votó también la ley conocida como "Breaking the Silence" (Rompiendo el silencio) que prohíbe que en las escuelas se muestre negativamente al ejército y se critique la ocupación. Todavía está pendiente de decisión otra norma que prevé penas de hasta diez años de cárcel para quien grabe o fotografíe a militares en operaciones.

Ya en el pasado el propio primer ministro Benjamin Netanyahu dio la razón a los críticos de la ley, cuando, hablando ante el Congreso Sionista Mundial reunido en Jerusalén en octubre de 2015, disculpó a Adolf Hitler. Según él, hasta 1941 el Führer no pretendía masacrar a los judíos europeos, sino que fue el Muftí de Jerusalén, el Hashi Amin al-Husseini, quien lo habría convencido de cometer el genocidio. La afirmación contradice toda la historiografía sobre la Shoá, se alinea con las tesis revisionistas reaccionarias y revela el verdadero pensamiento de Netanyahu.

La sanción de la ley implica un fuerte avance hacia el Estado teocrático-racial y la anexión de Cisjordania. Evidentemente, los grupos mafiosos y especulativos que han cooptado la representación del judaísmo dentro y fuera de Israel especulan con que la tormenta pronto pasará y esperan el momento oportuno para seguir expandiéndose, ya que el nacionalismo racista no reconoce otros límites que los que impone una guerra perdida.

martes, 24 de julio de 2018

Es la hora del bilateralismo

Los miembros del G20 ya abandonaron el multilateralismo

Para limitar la guerra comercial y evitar la monetaria, las autoridades financieras y monetarias de los veinte países más desarrollados prefirieron los diálogos bilaterales
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
24 de julio de 2018
Eduardo J. Vior
En la conferencia de los ministros de Finanzas y presidentes de los bancos centrales de las naciones desarrolladas y emergentes que sesionó en Buenos Aires este fin de semana bajo la presidencia argentina los participantes se dedicaron a reducir los perjuicios de la guerra comercial en curso y a impedir que desborde hacia una competencia cambiaria. En la declaración final hubo un párrafo muy lavado sobre las “tensiones” que afectan el comercio mundial, pero los asambleístas trataron de no mostrar demasiadas diferencias en público y priorizaron los contactos bilaterales con Washington, Berlín y Beijing. Es que, aunque el multilateralismo murió, nadie quiere expedirle el certificado de defunción, si bien muchos ya están noviando con su verdugo.
En su discurso el secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin, rechazó de plano la advertencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) de que el alza de los aranceles de importación podría provocar una reducción del crecimiento de la economía mundial (hoy situado en el 3,9 por ciento anual) y por esta vía afectar a la propia economía norteamericana.
Durante la conferencia ni Estados Unidos, China o Alemania cedieron en sus posiciones. Mnuchin urgió a China y la UE a respetar “el comercio libre, transparente y en igualdad de condiciones”. El secretario del Tesoro propuso a sus interlocutores un acuerdo de libre comercio, aunque bajo las condiciones de Washington: “si Europa cree en el libre comercio, estamos dispuestos a firmar un acuerdo comercial sin tarifas, barreras no arancelarias ni subsidios”, dijo y añadió “las tres condiciones deben ser cumplidas simultáneamente”.
Sin embargo, la propuesta estadounidense, que el ministro de Finanzas de Canadá Bill Morneau celebró como “una gran idea”, no fue bien acogida por el francés Bruno Le Maire quien avisó que Francia no está dispuesta a negociar “con un revólver apoyado en la sien”. Y agregó que espera que Trump “cambie su actitud y entre en razón”. De otro modo, avisó, “no va a haber otra opción que adoptar represalias”.
Para calmar los temores de que EE.UU. pudiera acudir a una devaluación del dólar, para mejorar su posición frente a la baja del renminbi, el sábado por la mañana, antes de comenzar las deliberaciones, Mnuchin comprometió ante los periodistas que Trump respeta la independencia de la Reserva Federal y no va a interferir en el mercado cambiario. Por el contrario, aseguró que se va a mantener el alza de las tasas de interés y el consecuente alza del dólar.
Por su parte, la presidenta del FMI, Christine Lagarde, reiteró en su alocución inaugural su temor de que las limitaciones al comercio global puedan dañar el crecimiento del PBI mundial.
Tras las bambalinas la cumbre estuvo protagonizada por los diálogos informales entre EE.UU., Alemania y China quienes para afuera mostraron posiciones duras, mientras buscaban febrilmente acuerdos entre sí y con cuanto interlocutor se les acercara. La mayor evidencia de este doble juego la dio el hecho de que los tres países firmaron el documento final que aboga por la libertad de comercio y cuestiona el proteccionismo comercial.
Por esta misma razón a los diplomáticos argentinos no les costó demasiado acordar con sus huéspedes una declaración conjunta de tonos suaves y que elude toda definición. En la misma se da cuenta de que el fuerte crecimiento global continúa, pero está menos sincronizado que en años anteriores y enfrenta más riesgos, incluidas las tensiones comerciales.
Especialmente los países emergentes –dice- estarían en peligro de sufrir fuertes volatilidades en sus mercados y la masiva salida de capitales.
Por su parte, el comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici, reconoció que “el impacto de las medidas proteccionistas implementadas hasta ahora ha sido todavía muy limitado, aunque existe un fuerte riesgo de escalamiento”.
Abriendo la primera ronda seria de negociaciones este miércoles el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se reunirá en Washington con el presidente Donald Trump. De acuerdo a innombrados funcionarios europeos, su intención es “desescalar” el conflicto. A su vez, funcionarios de la Casa Blanca habrían informado al muy consultado blog Politico que en esta primera tratativa se evitaría hablar sobre los aranceles a la importación de automotores. No obstante, delegados europeos dejaron trascender que, por las dudas, la UE está preparando para noviembre alzas de tarifas sobre importaciones norteamericanas como represalia al castigo de Washington. Juncker ya dejó en claro que su bloque “continuará reaccionando golpe a golpe contra las provocaciones que se le hagan”.
El gobierno argentino celebra que en la reunión ministerial no hayan estallado conflictos y que tanto Mnuchin como Lagarde hayan apoyado la política económica de Nicolás Dujovne. También se adjudican la confirmación de la participación de Donald Trump en la cumbre de presidentes y jefes de gobierno en noviembre. Sin embargo, no pudieron mostrar ni una sola negociación bilateral que dé salida a las exportaciones argentinas y traiga verdaderos ingresos. Mientras que los demás participantes en la reunión pasaron el tiempo buscando conciertos que les permitan sobrellevar la muerte del multilateralismo, los funcionarios argentinos prefirieron los aplausos fáciles de un foro multilateral que ya no tiene más nada que dar. Sabrá la presidenta del FMI, por qué se arriesga tanto apoyando el intento suicida de sujetar al pueblo argentino con las cadenas del stand by, pero el multilateralismo ha muerto y quien se ate a él lo acompañará a la tumba.

jueves, 19 de julio de 2018

Los presidentes coinciden, pero falta mucho

Trump y Putin entreabrieron la puerta de la paz

El “Estado profundo” norteamericano se rebela contra el intento de fijar reglas para la competencia civilizada entre EE.UU. y Rusia
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
19 de julio de 2018
Eduardo J. Vior
Tras la cumbre entre el presidente de Estados Unidos y Rusia en Helsinki el pasado lunes 16 la inmensa mayoría de los medios occidentales acusó al mandatario norteamericano de haber capitulado ante su homónimo ruso. La indignación de las cadenas y diarios de EE.UU. fue tanto mayor, cuanto que el jefe de la Casa Blanca primero afirmó que Rusia no interfirió en la campaña electoral de 2016 y luego se retractó. Por cierto que ante la prensa en Helsinki y después Trump fue confuso y contradictorio. Sin embargo, no son sus palabras, sino el significado del encuentro mismo lo que enfurece al “Estado profundo”. Volver a establecer reglas para la relación con Rusia (y quizás también con China) limita el poder omnímodo que militares y espías conquistaron en los últimos 40 años. Por ello se han alzado contra el presidente.
Los presidentes sólo informaron someramente sobre lo conversado en las dos horas de reunión. Según fuentes rusas, habrían coincidido en extender la vigencia del Tratado Start III de 2010 sobre armas estratégicas y en comenzar a dirimir sus diferencias de percepción sobre las violaciones al Tratado para el Control de las Armas Nucleares de Alcance Medio (INF, por su sigla en inglés) de 1987, que prohíbe a las partes disponer de cohetes con un radio de acción entre los 500 y 5500 kilómetros.
Otro tema central fue Siria. Aparentemente, ambos jefes de Estado coincidieron en evitar allí todo choque entre israelíes e iraníes, mantener la comunicación militar entre EE.UU. y Rusia, separar a los contendientes en el norte y colaborar con el retorno de los refugiados. Por el contrario, evitaron hablar sobre la continuidad de Baschar al Assad.
Asimismo trataron sobre Ucrania. Putin dejó claro que la incorporación de Crimea a Rusia, aprobada en un referéndum realizado en marzo de 2014, es irreversible. A cambio, ofreció interceder para moderar a las milicias prorrusas en las repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk. En trueque, Trump habría ofrecido moderar las pocas sanciones económicas que dependen de su jurisdicción, dado que la mayoría de las mismas está sometida al voto parlamentario. No obstante, calló ante el pedido ruso de que Ucrania permanezca neutral.
Como era de esperar, en Rusia las reacciones ante la cumbre han sido mayoritariamente positivas. Por ejemplo, Andrei Kortunov, presidente del Consejo de Asuntos Internacionales, juzga que el encuentro puede servir, para que ambos países inicien un diálogo diplomático a bajo nivel. “Usualmente –dijo el experto- las relaciones ruso-norteamericanas progreden de arriba hacia abajo: los presidentes se encuentran, llegan a acuerdos y luego ponen en movimiento sus pesadas maquinarias burocráticas, para que los diplomáticos, funcionarios civiles y militares se encuentren y busquen la forma de implementar los acuerdos. Seguramente –continuó- esta vez comenzarán por la pacificación de Siria y el desarme nuclear.” De acuerdo a Kortunov, la propia realización de la cumbre debe verse como un gran suceso.
El Director del Instituto de Estudios sobre Estados Unidos y Canadá en la Academia Rusa de Ciencias, Valery Garbuzov, en tanto, opinó en TASS que es muy temprano, para evaluar el éxito o fracaso del diálogo en Helsinki. “Sólo se van a poder sacar conclusiones sensatas –indicó-, cuando se constituyan los grupos de trabajo comunes, se comience a resolver los problemas y se restauren los antiguos mecanismos de concertación entre ambas superpotencias”. No obstante, advirtió que todo gesto de distensión que Washington adopte hacia Moscú va a ser interpretado en EE.UU. como una prueba de la colusión entre ambos líderes. Él calcula que en ese contexto va a demorar por lo menos dos años, hasta que los dos países puedan dialogar con cierta normalidad.
Por su parte, Dario Fabbri, especialista sobre EE.UU. en la Revista Italiana de Geopolítica Limes, opinó que el mayor éxito de Putin en Helsinki fue el haber sido rehabilitado como interlocutor válido. Particularmente interesante es que el analista italiano subraya la consistencia de la propuesta geopolítica de Donald Trump. “Aún antes de ser electo en 2016 –destacó- Trump subrayó la importancia de normalizar las relaciones con Rusia. Hay que recordar –continuó- que el presidente norteamericano tiene una visión económica del mundo. Desde este punto de vista, Rusia no es un rival de EE.UU., porque es un país débil que no puede competir con la economía norteamericana. Sin embargo, prosiguió, Rusia puede ser muy útil a Estados Unidos, para avanzar en el desarme nuclear y resolver crisis regionales. En esos aspectos –concluyó- Trump ve una importante base para alcanzar acuerdos y por ello se encontró con Putin.”
Los medios norteamericanos y occidentales en general han acusado a Trump de ser una marioneta de Putin. Sin embargo, los hechos de los últimos tiempos desdicen esa afirmación. Especialmente en la política energética internacional Donald Trump ha llevado una dura confrontación con Rusia. Las ventas de petróleo y gas alcanzan al 60 por ciento de las exportaciones totales de Rusia, mientras que Europa le compra el 50 por ciento de los hidrocarburos que necesita. Al mismo tiempo, los ductos que atraviesan Rusia le sirven como palanca para influir sobre los productores en Asia Central, como Kazajistán y Turkmenistán.
Por otro lado, desde el golpe de estado en Ucrania en 2014 Putin ha buscado febrilmente la posibilidad de construir oleo- y gasoductos que lleven el fluido a Europa, sin pasar por el territorio de su vecino. En 2016 el gobierno de Barack Obama consiguió que Bulgaria desistiera de sumarse al proyecto South Stream, que a través del Mar Negro debía llevar a Europa el gas del Cáucaso. Ahora, Donald Trump está tratando de impedir la construcción del gasoducto North Stream 2, que, a través del Mar Báltico, transportaría los hidrocarburos rusos directamente hasta Alemania.
La razón inmediata para este bloqueo es que el presidente estadounidense quiere conquistar el mercado europeo para el Gas Natural Licuado (GNL) que EE.UU ha comenzado a exportar a Europa. Este año han comenzado los envíos y Trump necesita ganar nuevos clientes.
Además de la competencia en el mercado gasífero, Rusia está también sufriendo el alza de las tarifas aduaneras norteamericanas sobre la importación de metales, una de sus principales productos de exportación. Resumiendo, la acusación de que Trump es una marioneta de Putin carece de asidero real.
La reacción de los medios norteamericanos contra Trump por su encuentro con Putin ha sido tan feroz como predecible. Sin embargo, la acusación de “traición” vertida contra él lo pone en serio peligro. El Washington Post lo acusó de “coludirse con el líder criminal de una potencia hostil” y de “traicionar” a los servicios de inteligencia norteamericanos, al rechazar –junto con el presidente Putin- la acusación de interferencia rusa en la campaña electoral de 2016.
Trump es veleidoso, mentiroso, fanfarrón, demasiado retórico y contradictorio. Sin embargo, el eje central de su geopolítica está claro: reducir la exposición de las fuerzas norteamericanas en el mundo, concentrarse en pocos frentes y vincular las intervenciones exteriores con el inmediato provecho económico. Por ello está interesado en normalizar la competencia con Rusia. Sobre esta base espera también alcanzar reglas de trato con China.
Si la investigación del fiscal Robert Mueller avanza rápidamente, los conspiradores pueden estar tentados de iniciar en el Congreso el proceso de juicio político. Por esta razón, el presidente está urgido por ganar las elecciones legislativas del 6 de noviembre. Es una lucha feroz que se libra en las cabezas del pueblo norteamericano. Quien logre conquistarlas, habrá vencido. Del resultado de este combate depende la paz mundial.

martes, 17 de julio de 2018

Entrevista sobre la cumbre Putin-Trump en Helsinki

Para quien tenga ganas de escuchar media hora de muy buenas preguntas y mis respuestas sobre la cumbre que celebraron Vladimir Putin y Donald Trump en Helsinki el lunes 16, pueden hacerlo a partir de la mitad de esta grabación de la emisión de "Voces del mundo" con la conducción de Telma Luzzani y Néstor Restivo: https://mundo.sputniknews.com/radio_voces_del_mundo/201807171080479408-eeuu-rusia-presidentes-cumbre-en-finlandia/

viernes, 13 de julio de 2018

Se asoma el planeta del bilateralismo

La guerra comercial da al mundo un nuevo perfil

Aunque China y EE.UU. superen su diferendo comercial, un eventual acuerdo bilateral entre ellos y las nuevas alianzas de muchos otros anuncian el fin del multilateralismo.
Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
13 de julio de 2018
Eduardo J. Vior
Después de que el miércoles 11 el gobierno norteamericano anunció una nueva ronda de aumentos tarifarios sobre productos importados de China y de que el presidente Trump y la canciller alemana Angela Merkel tuvieron un fuerte choque en la cumbre de la OTAN en Bruselas, nadie más duda de que la nueva política mundial norteamericana va en serio. Sin embargo, al abrir tantos frentes al mismo tiempo, el líder norteamericano está propiciando el surgimiento de nuevas alianzas que cambian radicalmente el escenario mundial.

El presidente Trump está decidido a revolucionar las reglas del comercio mundial. Al mismo tiempo castigó a China y a los miembros de la Unión Europea subiendo radicalmente los aranceles sobre productos importados de esas regiones. A los chinos les impuso tasas enormes sobre productos tecnológicos. Los europeos, en tanto, ven sus exportaciones de acero y aluminio enormemente encarecidas. El látigo arancelario laceró especialmente a Alemania a cuya industria automotriz amenazó con tarifas impagables.

Rápidamente europeos y chinos se acurrucaron para guarecerse. A principios de la semana la visita del primer ministro chino, Li Keqiang, a países de Europa del Este y Alemania inmediatamente dio frutos. Ya se firmaron acuerdos comerciales y de cooperación tecnológica por un valor total de 23.000 millones de dólares. Además, Beijing espera que se firme una declaración conjunta con la UE para condenar la política económica de Donald Trump.

La visita del alto mando chino tuvo por objetivo unir a los países afectados por la política de Trump. Como señuelo China ofreció a los europeos facilitarles el acceso a su mercado. Por su parte, la canciller alemana Angela Merkel destacó que los aranceles impuestos contra China dañan el negocio alemán. Para aumentar su atractivo, China prometió introducir profundas reformas de mercado y abrirse aún más a las inversiones europeas. A cambio obtuvo el compromiso de que Alemania intercederá ante la UE, para abrir el mercado europeo a las importaciones e inversiones chinas.

La unidad de la Unión Europea es otra cosa que apoya China, especialmente como reacción ante la oferta que Donald Trump hizo recientemente al presidente francés Emmanuel Macron, para que Francia abandone la UE y se asocie comercialmente con Estados Unidos.
 
Especialmente los fabricantes de automotores apuestan a una relación privilegiada con China. Durante la visita de Li Keqiang a Alemania los máximos directivos de Volkswagen, BMW, Dailer-Benz y otras firmaron muchos contratos con los representantes chinos. Los dos países se complementan bien en términos económicos. Sin embargo, es difícil que se acerquen políticamente. Los alemanes no quieren perder el paraguas de la OTAN, aunque Trump se los cobre caro. Los chinos, por su parte, mantienen una competencia hegemónica con Japón con el que Alemania tiene muchos vínculos históricos y económicos. China, finalmente, tiene una estrecha alianza con Rusia a la que necesita, entre otras cuestiones, para desarrollar el Camino de la Seda. Alemania, en tanto, ve en Rusia un buen socio comercial, pero con el que comité políticamente. Como balance, puede preverse que ambas potencias afiancen su vínculo comercial y coincidan en la defensa de la Organización Mundial del Comercio (OMC) contra los embates norteamericanos, pero no mucho más.

A pesar de que los tambores de guerra están redoblando, ya se insinúa una cierta disposición al diálogo por ambas partes. Después de que EE.UU. anunciara la nueva lista de aranceles sobre las importaciones chinas por valor de U$S 200.000 millones, el viceministro de Comercio de China, Wang Shouwen, dijo que “cuando tenemos un problema comercial debemos hablar sobre él”.

Si bien la declaración se hizo en un contexto de nuevas amenazas de represalias por parte de Beijing, coincide con cierta disposición del equipo de Trump a reanudar conversaciones de alto nivel, según versiones procedentes de la Casa Blanca.

Las comunicaciones entre altos miembros de los gobiernos de Trump y de Xi Jinping se han desvanecido desde que una tercera ronda de negociaciones formales finalizó sin acuerdo a principios de junio. Los EE.UU. siguieron adelante con un plan para imponer aranceles de 25 por ciento a 34.000 millones de dólares en productos chinos la semana pasada y generaron represalias por parte de los chinos.

Hacia el 20 de agosto están previstas las audiencias y consultas que el Departamento de Comercio de EE.UU. debe llevar adelante, antes de poner en vigencia las sanciones, de modo que ambos países tienen ahora unas siete semanas para llegar negociar. Si no alcanzan ningún acuerdo, los aranceles norteamericanos entrarán en vigor el 30 de agosto y abrirán el camino para nuevas sanciones sobre otros 250 mil millones de dólares. Una vez que 450 mil millones de dólares en bienes transables sean castigados por cada lado puede augurarse la parálisis del comercio mundial.

“Cuando dos gobiernos llegan a este tipo de situación, incluso si en el frente oficial están peleando, es muy importante que más atrás haya algo que les permita declarar un cese del fuego llegado cierto punto”, dijo el miércoles Rufus Yerxa, presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior de EE.UU., en una entrevista de Bloomberg TV. “Por el momento, es algo que ninguna de las dos partes va a reconocer. Se están posicionando para el juego final”.

Si bien no hay conversaciones formales previstas, el diálogo entre ambos países continúa entre burócratas de menor nivel y el presidente Trump ha seguido destacando su amistad personal con Xi.
En algún momento ambas potencias se sentarán a negociar, pero los acuerdos bilaterales que puedan alcanzar torpedearán en la línea de flotación el sistema multilateral de comercio vigente desde la década de 1990. Por otra parte, cuanto más tarden en ponerse de acuerdo, mayores serán los daños para la economía mundial. El sistema multilateral era dañino para muchos países emergentes, pero la falta de reglas comerciales lo es más. Al mismo tiempo, las alianzas que los contrincantes van tejiendo por las dudas permanecerán. Roto el sistema multilateral de la globalización, cada cual atiende su juego y el que no, una prenda tendrá.

martes, 10 de julio de 2018

En Levante asoma el entendimiento

En Medio Oriente se abre un paréntesis esperanzador

Ante el eclipse de la influencia de los Estados Unidos en la convulsionada región y el ascendente rol mediador de Rusia, una actitud más prudente de los gobiernos de Israel, Irán y Siria podría ayudar a que esta vez un camino hacia la paz sea vea posible. El papel crucial que juegan Arabia Saudita y Turquía.
Revista T
Por Eduardo J. Vior
24 de Junio de 2018

En un gesto inusual, el Estado Mayor israelí anunció el sábado 2 de junio que está investigando las circunstancias en que sus tropas mataron por la espalda el día anterior, en el sur de la franja de Gaza, a Razan al-Najar, una enfermera voluntaria de 21 años que corría con su uniforme blanco a socorrer a un herido junto a la valla. El poco habitual gesto informativo israelí parece inscribirse en un cambio epocal que en las últimas dos semanas se ha iniciado en Medio Oriente. Gracias a la mediación rusa, se renueva la posibilidad de alcanzar una paz negociada para la región entera.
Fuentes estadounidenses e israelíes dieron cuenta ese sábado del retiro de las fuerzas iraníes y del Hezbolá libanés del sur y el suroeste de Siria. La retirada iraní sigue a un acuerdo ruso-israelí que permitirá al Ejército Árabe Sirio (EAS) avanzar hasta la frontera jordana en el sur y el confín con los territorios ocupados del Golán, en el suroeste. Los grupos terroristas estacionados en esas provincias entregarían sus armas a los rusos, en tanto los norteamericanos se retirarían del límite sirio-jordano para pasar a vigilar esa frontera junto a Rusia.
Ya a mediados de mayo, representantes iraníes e israelíes habrían acordado en una reunión en Jordania el retiro de los iraníes y de Hezbolá del confín con el Golán, a cambio de que Israel cese de atacar objetivos iraníes en Siria. Finalmente, el jueves 31, el presidente ruso Vladimir Putin y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu hablaron por teléfono, mientras el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, se encontraba en Moscú discutiendo la seguridad del borde sirio-israelí.
Como demuestra la reanudación de los choques en la valla que circunda Gaza, sobran las fuerzas que intentan sabotear las negociaciones, sea porque quieren la guerra o, simplemente, porque quieren conquistar su asiento en la mesa de diálogo. Entre los incendiarios está el teniente general Kenneth McKenzie, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, quien advirtió a Bashar al Assad que no intente recuperar los territorios del tercio noreste del país, ocupados por el Frente Democrático Sirio (FDS) –alianza liderada por las milicias kurdas con el apoyo de 3000 efectivos estadounidenses–, como amenazó el presidente sirio en una entrevista con la televisión rusa, si el FDS no se aviene a negociar. La clave de la liberación del norte de Siria, empero, depende mucho más de la estabilización de Turquía.

Turquía, en el cruce entre dos mundos
Unos 50 millones de votantes turcos se preparan para ir el próximo 24 de junio a las urnas, en una elección anticipada que no sólo puede cambiar radicalmente su régimen político sino también el lugar del país en el Medio Oriente ampliado. Cuando en abril pasado el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan convocó a los comicios, justificó el adelantamiento (originariamente tendrían lugar en 2019) por la cambiante situación internacional, que exigiría acelerar la actual fase de transición hacia el sistema presidencialista.
Entre los desafíos más urgentes de Turquía se encuentran la lucha contra la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) –hoy financiada desde Occidente–; el conflicto con EE UU por la protección que éste da a los kurdos en el norte de Siria; la extradición del clérigo Fetulá Gülen (acusado por el intento de golpe de estado de 2016), refugiado en Estados Unidos; la paralización del proceso de adhesión turco a la Unión Europea; el viejo conflicto en Chipre; y las problemáticas relaciones del país con Egipto, Israel, Libia y Yemen.
A partir de la intervención rusa en Siria en septiembre de 2015, Turquía dio un giro de 180 grados y pasó a sostener la unidad del país árabe, aunque manteniendo la ocupación de una franja en el norte del país. Para ello acaba de acordar con EE UU el retiro de las milicias kurdas de la ciudad de Manbij (ver recuadro) y su remplazo por tropas turcas, pero sin que los norteamericanos deban retirarse.
A los factores internacionales se han sumado las malas condiciones económicas internas. Tanto la inflación como el desempleo han superado el 10% y siguen subiendo. El déficit presupuestario se incrementó el 58% en 2017, y en lo que va de 2018, la lira turca se devaluó un 20% respecto del dólar. Como agravante, por primera vez desde que llegó al gobierno en 2003, Erdoğan afronta el acuerdo entre tres partidos opositores, para apoyar juntos al candidato que llegue a la segunda vuelta.
En estas condiciones, la convivencia con Rusia e Irán es vital para el sostenimiento del régimen religioso conservador.

Arabia Saudita, en una transición sin rumbo
Desde que en junio de 2017 el hijo del rey Salmán, de 82 años, Mohammed bin Salmán, de 32, desplazó de la línea sucesoria a su primo Mohammed bin Nayef, puso en marcha un proceso de modernización autoritaria que lo ha enemistado con buena parte de la familia real saudí, y eso sin resolver ninguno de los problemas internos y externos que afronta.
El principal dilema exterior del reino está en la guerra que desde hace tres años lleva en Yemen. Al menos mil soldados saudíes han muerto ya desde el inicio, en marzo de 2015, de una guerra que nadie sabe cómo acabar. En los últimos días, el movimiento noryemení Ansaralá (conocidos como “los huti”), apoyado por la mayoría del ejército, intensificó sus ataques al suroeste de Arabia. La guerra se inició cuando sauditas, emiratíes y bahreiníes invadieron Yemen para reponer al renunciado presidente Abd Rabuj Mansur Hadi. Ya costó las vidas de más de 10 mil yemeníes, hambrunas y epidemias. No obstante, la coalición todavía no ha logrado restaurar en el poder al exmandatario ni eliminar al movimiento chiíta Ansaralá, que cuenta con el activo apoyo de Irán.
Tanto más desconcertante resulta para los observadores el avance de la coalición hacia el puerto norteño de Hodeida, principal vía de abastecimiento de la capital Sana’a. Informes recientes sostienen que los atacantes se han acercado a 20 kilómetros del puerto. Hasta no hace mucho, rusos y norteamericanos –cada uno respaldando a uno de los bandos– se habían opuesto a que los sureños atacaran esta ciudad de 400.000 habitantes, por la catástrofe humana que se desencadenaría. La Casa Blanca dice que no levantó su veto al avance. El Kremlin, en tanto, no se manifestó. El ex embajador norteamericano Gerald Feierstein supone que los huti piensan luchar en la propia ciudad, lo que provocaría un desastre entre la población civil. Otro ex embajador, Stephen Seche, interpreta el avance sureño como una presión, para obligar a los norteños a retornar a la mesa de negociaciones auspiciadas por la ONU, pero nadie puede asegurar que sea así.
No sería de extrañar que exista un medio guiño ruso y norteamericano para el ataque, pero es más probable que la solución provenga de Irán, que desde febrero pasado ha venido negociando la paz en Yemen con las potencias europeas como parte de los intentos por mantener a EE UU dentro del acuerdo nuclear de 2015. Si este común interés iraní y europeo tiene éxito, Yemen reencontraría la paz.

Irán busca su camino
En tanto, en Irán las cosas no están tan claras. Cuando Donald Trump anunció la retirada de EE UU del Joint Comprehensive Plan of Action, es decir, el acuerdo nuclear 5+1 con Irán, Hasan Rohaní (un “reformador” contrario a la propagación de la revolución islámica) reaccionó recurriendo a los europeos. Los Guardianes de la Revolución, por su parte, convencieron a su aliado sirio de atacar el Golán ocupado (el pasado 10 de mayo); Hezbolá anunció que esa operación iniciaba una nueva estrategia regional; y Hamás intensificó las movilizaciones contra la valla que rodea la franja de Gaza. Como Israel temió que los Guardianes la atacaran simultáneamente desde Siria, Líbano y Gaza, lanzó una serie de bombardeos contra objetivos iraníes en Siria que movieron a los diplomáticos hacia los acuerdos de los últimos días.
Los Guardianes de la Revolución han logrado el repudio unánime de los pueblos de la región a la represión israelí contra los manifestantes palestinos. Dentro de Irán, en tanto, han mostrado que el acuerdo nuclear estaba en un callejón sin salida. Ahora negocian con todas las potencias desde sus posiciones. Vladimir Putin y Donald Trump lo han entendido. Por eso el acuerdo sobre el retiro de las tropas iraníes se limita al sur de Siria, y Teherán es parte de las conversaciones sobre Yemen.

¿Qué chance tiene Palestina?
Después de la Guerra Fría, Estados Unidos tuvo la oportunidad de negociar una paz ampliada para todo Oriente Medio, pero fracasó por la resistencia del Likud israelí. Bill Clinton y George Bush hijo se limitaron a negociar la solución bautizada “dos naciones, dos estados”, en la que Israel nunca creyó. Desde principios de la década pasada, Netanyahu la sepultó con la ocupación de Cisjordania, adonde se establecieron 800 mil colonos. El territorio palestino quedó allí segmentado y sin posibilidad alguna de sostener un Estado.
El plan trazado por el yerno del presidente Trump, Jared Kushner –hoy asediado por los fiscales que investigan el Rusigate–, pretende sólo detener la adquisición de territorios por parte de Israel y que los árabes acepten el nuevo trazado, pero esto es imposible.
La salida de la guerra en Siria mediante acuerdos ruso-israelíes e irano-israelíes ofrece, paradójicamente, la posibilidad de que una mediación rusa a varias bandas contemple los intereses de turcos y sirios, de israelíes e iraníes, de norteamericanos y kurdos, y restablezca de ese modo un cierto equilibrio regional. Para que los palestinos también tengan su parte, Netanyahu debería ser persuadido de abandonar su política de apartheid a cambio de obtener el reconocimiento internacional del río Jordán como la nueva frontera de un Estado israelí-palestino binacional.
El 4 de mayo se supo que es inminente una cumbre Trump-Putin para tratar las condiciones de la paz en el Oriente Medio ampliado. Ante el ocaso de la hegemonía norteamericana en la región, el creciente rol arbitral de Rusia, la prudencia de los liderazgos de Irán, Siria y Turquía y el súbito realismo de la conducción israelí están preparando una paz negociada. Es la primera chance realista en muchos años de salir de la guerra, al menos, por ahora.

Excesos en Gaza
La sesión de emergencia del miércoles 13 de junio, convocada al cierre de esta edición por la Asamblea General de las Naciones Unidas, difícilmente haya terminado de otro modo que con EE UU utilizando su derecho al veto, con lo que no habrá condena a Israel por el “uso excesivo de la fuerza” en Gaza.
La crítica situación humanitaria en la Franja, luego de la muerte de decenas de manifestantes por la violenta represión del ejército israelí allí y en los territorios ocupados de Cisjordania, disparó una petición formal de Argelia y Turquía para que la asamblea debatiera un proyecto de resolución instando a detener “cualquier fuerza excesiva, desproporcionada e indiscriminada” contra los palestinos, además de exigir “medidas inmediatas para poner fin a las restricciones impuestas por Israel a la libertad de movimiento de la población en la Franja de Gaza”, sitiada desde 2007.
No hay mayores diferencias entre este documento y otro que el Consejo de Seguridad analizó a principios de junio, que recibió diez votos a favor y cuatro abstenciones, pero cuyo borrador fue vetado por Estados Unidos.
Al menos 135 palestinos murieron en Gaza desde el 30 de marzo pasado, y otros 12 mil resultaron heridos a manos de las fuerzas armadas israelíes, mientras se movilizaban en las llamadas “marchas del Retorno”, que reclaman el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares.
Desde la organización Human Rights Watch denunciaron que fotografías y videos de la represión muestran ”un patrón de las fuerzas israelíes, que disparan con munición real contra personas que no representan una amenaza inminente a la vida”, y exigieron que la ONU identifique a los oficiales “responsables de emitir órdenes ilegales de abrir fuego”.

No todos van a la paz
Los partidos oficialistas israelíes presentaron un proyecto de ley para que Israel promueva la creación de un Estado kurdo. Ya durante la Guerra Fría, Tel Aviv se alió con los kurdos iraquíes. Ambos combatieron juntos a los kurdos de Turquía y ayudaron en 1999 al secuestro de Abdulá Öcalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), desde entonces preso en Turquía. En 2017, Israel fue el único país que reconoció la independencia del Kurdistán iraquí, pero la supresión del autogobierno regional por Bagdad –con la aprobación internacional– abortó la invención de un Estado tapón entre Irán, Irak y Turquía.
Entre tanto, el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo y el ministro de Relaciones Exteriores turco Mevlüt Çavuşoğlu acordaron el lunes 4 de junio en Washington el remplazo progresivo por unidades del ejército turco de las milicias kurdas en Manbij, al norte de Alepo. El acuerdo fortalece la faja de seguridad que Turquía ha erigido en el noroeste de Siria y le evita chocar con los estadounidenses acantonados en la ciudad fronteriza.

jueves, 5 de julio de 2018

Rusia y EE.UU. están creando un nuevo orden mundial

Trump y Putin saltan el cerco

Si la próxima cumbre entre los presidentes de Rusia y EE.UU. tiene éxito, habrán derrotado gravemente al globalismo y fundado un nuevo sistema mundial
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
5 de julio de 2018
Eduardo J. Vior
Si Vladimir Putin y Donald Trump logran celebrar su planeada reunión en Helsinki el próximo 16 de agosto y armonizar sus contrapuestos intereses, se pondrá en marcha un nuevo sistema internacional basado en bilateralismos concatenados, aunque las resistencias dentro de ambas potencias serán enormes y los peligros que acechan, aún mayores.

La crisis migratoria como pantalla

En su discurso ante el Bundestag el pasado martes 3 la canciller alemana Angela Merkel unió –no casualmente- el riesgo de que EE.UU. desate una guerra comercial total con la urgencia de que la Unión Europea (UE) aplique una política inmigratoria común.
Hace tres semanas se desató una doble crisis política (alemana y europea) en torno a la acogida y distribución dentro de Europa de los cientos de miles de refugiados e inmigrantes que llegan a través del Mediterráneo. Para mediar en la crisis europea, en la cumbre de la UE que se celebró los pasados jueves 28 y viernes 29 de junio sus líderes alcanzaron un flojo compromiso. Allí se decidió erigir centros de recepción de refugiados que deriven a los recién llegados rápidamente hacia otros países, centros de tránsito en Libia y un programa de asistencia a la economía africana subsahariana por 500 millones de euros.
En Alemania, en tanto, el conflicto, que estalló en el seno del gobierno de coalición se centró en el ingreso al país de solicitantes de asilo que ya han pasado por otros países de la Unión. Finalmente, el fin de semana pasado se pusieron de acuerdo en instalar en la frontera con Austria centros de tránsito que reciban a los refugiados y en el lapso de 48 horas los devuelvan a los países europeos de primer arribo. Tanto uno como el otro compromiso son gestos demagógicos, para convencer al público alemán y europeo de que los políticos “hacen algo” para frenar la inmigración, pero sólo sirven para hacer más difícil la vida de los refugiados, no para disuadirlos de pagar fortunas a los traficantes, para poder llegar a Europa.

La guerra comercial como realidad y como amague

En realidad, el esfuerzo por evitar la dispersión de la Unión se dirige al venidero enfrentamiento con Trump y Putin por el lugar de Europa en la economía mundial. El próximo viernes 6 entra en vigor la suba de los aranceles de importación norteamericanos por un valor de 34 mil millones de dólares. Al mismo tiempo China aumenta los aranceles de importación sobre 500 productos norteamericanos. Europa recibe los golpes de ambos lados.
El gobierno chino no quiere agudizar el enfrentamiento y evita responder a las usuales provocaciones del presidente estadounidense. Sin embargo, analistas serios temen que el enfrentamiento tarifario afecte el crecimiento y la estabilidad de su economía, muy dependiente de las ventas al área del dólar. Claro que la potencia asiática puede dar batalla y propinar duros golpes a su adversario, pero a disgusto. Beijing preferiría alcanzar rápidamente un acuerdo duradero. Esto es lo que Trump quiere. Por eso sube el precio.
El presidente norteamericano rechaza el actual sistema multilateral de comercio y exige una serie de acuerdos bilaterales. No por casualidad el embajador norteamericano en Berlín, Richard Grenell, se reunió el miércoles 4 con los máximos jefes de Volkswagen, BMW, Daimler-Benz y Continental, para ofrecerles oficialmente no subir las tarifas para la importación de vehículos alemanes en EE.UU., si la UE hace lo mismo con los estadounidenses. La jugada puede meter una cuña entre los negociadores europeos, ya que la industria automotriz alemana se está reconvirtiendo a vehículos eléctricos, para abastecer a China, su principal mercado. Si Washington acuerda con ella, los europeos, a su vez, presionarán a Beijing para que ceda ante los norteamericanos.
La evolución del conflicto comercial dependerá en gran parte del resultado de la reunión que Putin y Trump mantendrán el próximo 16 de agosto en Helsinki. Además de las crisis en Ucrania y Siria, la expansión de la OTAN hacia el este de Europa y la economía ocuparán un lugar central en su agenda. Rusia necesita que EE.UU. levante las sanciones que afectan su comercio exterior desde 2014 y deje de vetar la construcción del gasoducto North Stream 2, con el que Gazprom pretende transportar el gas ruso hasta la costa alemana atravesando el Mar Báltico, para asegurar el aprovisionamiento del mercado europeo. Trump, por el contrario, quiere disputarle dicho mercado con el gas licuado norteamericano que llega a las costas atlánticas del continente.
Como el jefe de la Casa Blanca es muy crítico de la OTAN, cuya conferencia anual se reúne el 12 y 13 de julio en Bruselas, existe la chance de que ambos líderes concuerden en limitar la expansión de la alianza en Europa Oriental a cambio de repartirse el mercado gasífero europeo. En ese punto habría que ver qué rol reservan a las empresas del continente (Total, British Gas/Shell, RWE, ENI, etc.). Probablemente, Trump lo haga depender de las concesiones comerciales que obtenga de la UE, con las cuales también presionaría a China. El levantamiento de las sanciones contra Rusia, en tanto, depende del resultado de la elección legislativa norteamericana del 6 de noviembre. Para mejorar sus chances, precisamente, el norteamericano necesita que su amigo ruso la haga importantes concesiones.
La mera hipótesis de que ambos jefes de Estado se pongan de acuerdo al margen de los centros de poder nacionales e internacionales está aterrando al “Estado profundo” norteamericano y a la oligarquía rusa. En sendos editoriales, que parecen escritos por la misma mano, The New York Times y The Washington Post arremetieron el fin de semana pasado contra la planeada cumbre, advirtiendo contra el riesgo de que Donald Trump se deje arrastrar por su colega ruso a compromisos dañinos para la soberanía de EE.UU. y recordando la necesidad de castigar a Rusia por sus supuestas violaciones del Derecho Internacional.
Del lado ruso la situación es sólo un poco más sencilla por el inmenso prestigio que Vladimir Putin tiene en su población. Sin embargo, los oligarcas enriquecidos en la década de 1990 y representados en el gobierno por el primer ministro Dmitri Medvedyev prefieren medrar con la actual tensión internacional que una distensión internacional que permita el desarrollo productivo de Rusia. Ellos son extractivistas y especuladores financieros y no quieren que una industria en crecimiento amenace su poder.
El globalismo multilateralista se está hundiendo, pero las oligarquías y aparatos de inteligencia y militares que viven de la guerra permanente ofrecen una tenaz resistencia. Todavía no se reconoce claramente el perfil del nuevo orden internacional, pero sí queda claro que cada nación y cada bloque debe defender sus propios intereses, si quiere sobrevivir.