domingo, 29 de julio de 2012

Nueva publicación sobre Brasil en "Miradas al Sur"

Comparto con Uds. el artículo que publicó Miradas al Sur hoy, domingo 29 de julio:

El plástico que ahoga a los brasileños

El consumidor brasileño sigue sometido a tasas exorbitantes, muy superiores a la de otros países de la región.
Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
Vem aí ao Feirão Limpa Nome” (Vení a la gran feria limpia-nombre) convoca la página web de la consultora paulista Senasa Experian. Se trata de un evento que la empresa organizó en San Pablo del 25 al 28 de julio pasado junto con representantes de bancos y grandes cadenas comerciales para facilitar la negociación entre clientes y acreedores. Durante la feria, personal de la consultora se encargó de intermediar las negociaciones y de asesorar a los deudores para el buen resultado de sus tratativas, a veces con varias empresas al mismo tiempo.
Que esta feria de refinanciaciones haya reunido a más de 60.000 personas habla por sí sola. Según un relevamiento de la Confederación Nacional del Comercio de Bienes, Servicios y Turismo (CNC), divulgada el pasado día 24, el porcentual de familias con deudas llegó en julio al 57,6%. Si bien Tulio Maciel, director del departamento económico del Banco Central, en declaraciones formuladas el jueves 26, relaciona esta alta tasa de endeudamiento con la expansión del crédito inmobiliario, la misma entidad reconoció ya un mes antes que el 29,5% de las operaciones con tarjetas de crédito tenía un atraso en los pagos mayor a los 90 días. La explicación para tan alta morosidad está en el nivel de las tasas de interés que se pagan por el financiamiento con tarjetas de crédito. ProTeste, una de las más importantes asociaciones de consumidores, dio a conocer el 18 de julio un estudio comparando las tasas que se pagan por sobregiro en Brasil con las de otros seis países de América latina (Argentina, Chile, Colombia, Perú, Venezuela y México) y comprobó que el consumidor brasileño sigue sometido a tasas exorbitantes, a pesar de la caída de la tasa básica de intereses de la economía, la Selic.
El brasileño que financia sus consumos por medio de la tarjeta de crédito –que en Brasil se conoce como “crédito rotativo”– paga una tasa anual de 323,14%. En Perú, el segundo país más caro de América latina, la tasa más cara es del 55% al año, en Chile, del 54,24% y en la Argentina del 50%. El menor porcentual (29,23%) se paga em Colombia.
Las tasas que bancos y empresas de crédito cobran en el llamado crédito rotativo son una de las causas del creciente endeudamiento de los hogares brasileños. En Brasil, hasta los comercios más pequeños permiten pagar con tarjeta de crédito.
Según Renata de Almeida, analista de la asociación, los indicadores económicos de los países investigados no justifican la discrepancia entre las tasas. Para la ProTeste, las tasas de las tarjetas de crédito deberían seguir la trayectoria descendiente de la Selic, la tasa básica de intereses de la economía brasileña, que cayó del 11% al 8,5% anual entre enero y junio. En el mismo período, en contrapartida, las tasas de sobregiro cobradas por los bancos subieron del 237,9% al 323,14% anual. De acuerdo con la asociación, el pretexto de las entidades crediticias para esta tasa gigantesca es la altísima morosidad de los consumidores.
Mientras que el Banco de Brasil y la Caixa Económica Federal, ambos estatales, bajaron sus tasas de crédito en los últimos meses siguiendo los lineamientos del Banco Central, y que la tasa de inflación ronda el 5% anual, los bancos privados se resisten a acompañar las medidas de estímulo. Los bancos extranjeros están urgidos por sus casas matrices a remitir ganancias, pero los privados nacionales tampoco acompañan al gobierno.
En medio de la crisis mundial y con una tasa de crecimiento anual del PBI del 2,5% en el primer semestre, ante las elecciones municipales de octubre próximo (comparables a nuestras legislativas a mitad del mandato) el gobierno federal necesita relanzar el crecimiento económico. La inversión en infraestructura está demorada por la ineficiencia de los estados y municipios y por trabas políticas. El altísimo nivel de endeudamiento privado le impide a su vez fomentar el consumo. A la vuelta de las vacaciones de invierno esta semana seguramente se va a intensificar la pulseada para ver quién manda en la economía brasileña.

domingo, 15 de julio de 2012

La economía, en el centro de la coyuntura

Año 5. Edición número 217. Domingo 15 de julio de 2012
La baja de la tasa de interés del Banco Central al 8%, el pasado miércoles 11 es, por ahora, la última medida macroeconómica adoptada para reactivar la economía brasileña, cuya tasa de crecimiento no superará este año el 2%. Todos los actores piden un nuevo ciclo inversionista, pero la inminencia de las elecciones municipales del 7 de octubre traba los acuerdos.
Por ejemplo, dos Medidas Provisorias dictadas por el gobierno en abril pasado creando incentivos tributarios y crediticios para el sector productivo pueden perder vigencia, si el Congreso no las convierte en ley la semana próxima. La Medida Provisoria (MP) es un instrumento legislativo del Presidente de la República, similar a nuestros decretos de necesidad y urgencia, que debe ser ratificado por el Congreso dentro del mismo período de sesiones. Si la Cámara de Diputados no las aprueba antes del receso parlamentario que comienza el próximo martes 17 y las envía al Senado, el Poder Ejecutivo no podrá decretar otras sobre los mismos temas hasta el año próximo, por lo que el gobierno está intensamente movilizado para superar el bloqueo opositor.
La economía ya está en el centro de la incipiente campaña electoral. Para los conservadores no hay duda: “El gobierno continúa apostando al mercado interno, para enfrentar la crisis global –argumentaba Rolf Kuntz, columnista económico de O Estado de São Paulo, el pasado día 11–, pero hasta ahora la apuesta dio poco o ningún resultado. (…) A largo plazo el crecimiento depende de la tasa de inversión y de la eficiencia del capital invertido.” Según el mantra conservador, basta con que el Estado gaste menos y mejore las condiciones de mercado para que las empresas privadas crezcan. Por el contrario, el ex ministro de Economía de la dictadura (1967-74 y 1979-85) y ahora firme oficialista Delfim Netto afirmó el pasado día 10 en la revista de centroizquierda Carta Capital que “en lo que se refiere a Brasil, la sexta economía mundial desaceleró (como las otras), pero está en una situación relativamente mejor, con una política económica virtuosa que mantiene la línea de desarrollo con inclusión social, un control de la inflación bien ajustado y una política fiscal que, comparada a los demás países, es nítidamente superior en sus resultados”.
Algo más matizado, el día 11 Luis Nassif enumeraba en el mismo medio los obstáculos al crecimiento de la demanda: “(…) Las inversiones en el marco del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC, vigente desde 2010), las de las empresas estatales y de los Estados no carecen de recursos financieros, pero hay mucha lentitud en la implementación de los proyectos. La exigencia de Petrobras de que sus proveedoras aumenten el contenido nacional en los suministros para las plataformas petrolíferas dará un enorme impulso a la industria, pero ésta necesita tiempo. El Banco Nacional de Desarrollo Económico (Bndes) dispuso grandes líneas de financiamiento para los Estados, pero falta que éstos presenten proyectos de inversión en infraestructura. (…) El consumo de las familias está limitado por el alto nivel de endeudamiento alcanzado. El aumento de la demanda de productos de exportación, en tanto, depende de que la producción brasileña sea más competitiva. A corto plazo el gobierno apunta en esta dirección desvalorizando el real y subiendo los impuestos a las importaciones, pero toda la acción del Ministerio de Hacienda se está concentrando sobre los productos finales y sólo poco a poco está actuando sobre las cadenas productivas”.
Trabado por la coyuntura electoral y la ineficiencia del Estado, el gobierno de Dilma está agotando sus herramientas macroeconómicas y aparentemente sólo busca limitar el castigo de los votantes, mientras espera negociaciones más fluidas para después de octubre.

sábado, 7 de julio de 2012

Democracia tumultuosa

En un seminario sobre el estado de la integración regional y de la democracia en el Cono Sur después del golpe de estado contra Lugo, realizado ayer en la Casa de la Patria Grande Néstor Kirchner en la Ciudad de Buenos Aires, Rafael Folonier, Coordinador de la Unidad Técnica Presidencia y principal asesor en política sudamericana de la Presidenta Cristina Fernández, dijo lo siguiente: 
“Nosotros defendemos las democracias tumultuosas, porque preferimos el tumulto al silencio de otras épocas. Y en el Cono Sur, hoy, tenemos la suerte de tener mujeres de la talla de Dilma y de nuestra jefa, Cristina Fernández de Kirchner, que nos hacen recordar a mujeres patriotas como Manuela Pedraza, que peleó tres días contra los invasores ingleses, fusil en mano, tras la muerte de su compañero”.
Se trata de una afirmación a tener en cuenta para la discusión estratégica y organizativa en el continente: en Argentina los avances de la democracia política realizados en los últimos años se enancan sobre oleadas repetidas de movimientos sociales, nuestro sistema político es caótico, pero vital, y el gobierno nunca pierde el contacto con el pueblo, porque, si lo perdiera, caería por falta de aparato de apoyo. En Paraguay se comenzó a hacer lo mismo en medio de muchas contradicciones. Una de las razones más importantes del golpe se dirigió a truncar este proceso que ahora la resistencia no puede abandonar. Si la resistencia paraguaya se encierra en la dinámica de los aparatos políticos, será derrotada. Debe canalizar políticamente las demandas del movimiento campesino sin intentar cooptarlo. En Uruguay, la lucha política e ideológica dentro del Frente Amplio se da entre los partidarios de la representación y los que siguen queriendo darle expresión a los movimientos sociales. En Brasil, finalmente, el contacto entre la conducción y los movimientos sociales está prácticamente rota. 
Para reflexionar y discutir. Retomaré el tema en próximas entradas. 

viernes, 6 de julio de 2012

Prejuicio e interés

Vivir y trabajar en las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay tiene muchas desventajas: estar lejos de todos los centros de producción política, científica y cultural; vivir en una ciudad (Foz do Iguazú) con una sola librería decente, sin teatros ni cines; lidiar con elites locales que medran con la situación fronteriza y se cierran a todo cambio; percibir la cercanía del contrabando, el narcotráfico, la trata de personas, las medidas represivas concomitantes de los tres estados y la vigilancia norteamericana. Pero tiene también algunas ventajas: Foz do Iguazú es una inmejorable atalaya para observar comparativamente y en relación los tres países. Y para quien, como yo, investiga con pasión sobre migraciones y ciudadanía, un laboratorio perfecto.
En mis entradas anteriores en este blog caractericé el momento sudamericano por el relanzamiento de las revoluciones cívica y popular que están pendientes desde hace 200 años. La revolución cívica expande las libertades individuales, amplía la protección de individuos y grupos ante la arbitrariedad, consecuentemente fortalece el Estado de Derecho e impulsa la autonomía creadora de tod@s, incluida la multiplicación del espíritu empresario en todos los sectores de la sociedad. Enriquecerse con el trabajo digno y decente no es un pecado, sino que debe ser una opción disponible en condiciones de equidad.
La revolución popular, por su parte, reúne a los individuos y grupos en pueblos y a éstos los hace soberanos. Es inseparable del patriotismo cívico que no quiere dar, sino cuidar la vida por la Patria. El patriotismo hoy sólo puede ser latinoamericanista. Un patriotismo que hoy se oponga a la unidad latinoamericana y caribeña es tan sólo un nuevo disfraz del cipayismo. La revolución popular se dirige fundamentalmente a democratizar la vida en común en todos los aspectos: políticos, sociales, económicos y culturales. Por estas razones irrumpe en la política, en la economía y la cultura y las hace transparentes, a veces caóticamente, pero las somete al control de tod@s y cada un@. Si la revolución cívica expande el espacio de la libertad individual y grupal, la revolución popular forma la comunidad organizada de las mujeres y los hombres libres.
Ambas revoluciones son contradictorias en sí y entre sí. La expansión de la democracia y la igualdad necesariamente chocan con el espíritu empresario que propugna la revolución cívica. La ampliación de la autonomía y de las libertades individuales coliden con la primacía del interés popular y patriótico. La primacía de la comunidad por sobre los intereses particulares por momentos puede limitar la libertad individual. Pero además son contradictorias en sí mismas: la formación de la comunidad organizada sobre la soberanía popular debe armonizarse con los derechos a la participación de grupos y regiones. A su vez el desarrollo del espíritu empresario afecta la autnomía de quienes no se benefician directamente por él.
No existen fórmulas mágicas. Solamente el desarrollo constante de redes continentales de discusión e intercambio pueden hacer posible la formación de una opinión sudamericana emancipada. Sin embargo, existe una certeza abarcadora de ambas revoluciones: solamente la instrucción y la formación de las clases populares y las clases medias en la percepción de sus propias necesidades y de las de la comunidad pueden permitir resolver estos conflictos sobre la base del diálogo intercultural, interetario, interclasista e intergenérico.
En los últimos 200 años nuestros países han sido conformados por el colonialismo cultural, económico y político. Aun el modelo más exitoso de deglución antropofágica de las fórmulas coloniales, Brasil, las sigue incoporando y procesando con el discurso nacional del "blanco, pero también negro". En Hispanoamérica, donde no tuvimos ningún imperio mediador y la dominación poscolonial se sintió directamente, hemos optado en cambio por discursos de ruptura. Estos moldes coloniales condicionan las ópticas de nuestras clases medias y populares, aunque menos las de éstas. Deforman sujetos, clases y culturas en la pérdida de confianza en sí mismas y la imitación permanente. Pero más grave es que maleducan en el desprecio por los pobres, los desheredados, los expulsados de la sociedad y le ponen color al prejuicio: todo color de piel, negro o cobrizo, se hace sospechoso y amenazante. Sistemas nacionales mutilados, incapaces de extender la ciudadanía a todos sus habitantes, porque son incapaces de extender su soberanía a todos los ámbitos de la vida comunitaria, enseñaron a temer y dsconfiar de quien expulsaban.
En largas décadas de luchas algunos de nosotros construimos en el último tercio del siglo XX y la primera década del XXI naciones más pluralistas, estados más soberanos y ciudadanías más abarcadoras. Quienes más ampliaron el acceso a la ciudadanía, más éxito económico, social, político y cultural tienen, y vice versa.
La incorporación de las comunidades de origen inmigrante, de los indios y los afrodescendientes a la ciudadanía y a la construcción delpueblo soberano es la piedra de toque de estos procesos. No puede haber revoluciones cívica y popular, mientras subsistan rémoras coloniales en las relaciones entre los estados, los sistemas políticos y sociales y estas poblaciones. Aquí no voy a entrar a analizar los procesos de incorporación a la ciudadanía de las comunidades de origen inmigrante que ya he tratado muchas veces y sigo estudiando en los países del MERCOSUR (quien tenga interés, que vea mi libro Migraciones internacionales y ciudadanía democrática, Saarbrücken: EAE-Verlag, 2012), sino lo contrario: voy a exponer de qué modo la persistencia de prejuicios racistas en una comunidad de origen inmigrante puede impedirle satisfacer sus intereses, al mismo tiempo que desarticula una débil comunidad política con su poder de veto. Estoy refiriéndome a los llamados "brasiguayos", los colonos de origen brasileño que habitan en Paraguay.

Brasiguayos: racismo contra racionalidad

El grupo de los denominados "brasiguayos" abarca unas 350.000 personas que habitan en el Este y Norte de Paraguay. Llegaron allí, en su mayoría pobrísimos, en los años 70 como masa de maniobra de las dictaduras brasileña y paraguaya. Los territorios del Este y Norte del Paraguay se habían despoblado durante la Colonia española, primero por efecto de la concentración de la población indígena en las misiones jesuíticas y luego como resultado de la disolución de las mismas. La guerra genocida entre 1864 y 1870 acabó por hacer de estas regiones desiertos. En las primeras tres décadas del siglo XX el litoral del Alto Paraná estaba ocupado por yerbatales argentinos que, si bien del lado brasileño acabaron cuando la "Columna Prestes" recorrió la zona en 1935, del paraguayo continuaron hasta los años 60. 
En esa época la dictadura de A. Stroessner (1954-89) repartió enormes extensiones de tierras supuestamente fiscales a sus seguidores. Como la región oriental de Paraguay sirvió de base entre las décadas del 50 y del 60 a dos movimientos guerrilleros sucesivos y la dictadura brasileña que ocupó el poder en 1964 tambien tenía interés en erigir un muro defensivo ante las amenazas que pudieran llegar de Argentina, como parte del mismo proceso que llevó en 1973 a la firma del tratado de Itaipú, para asegurar la región, se convocó al masivo poblamiento por agricultores brasileños de Rio Grande do Sul, Santa Catarina y del Oeste de Paraná. Estos campesinos, mayormente de ascendencia alemana e italiana del Norte, provenían de las colonias que en los dos primeros estados habían fundado sus antepasados en el siglo XIX y principios del XX. 
A partir de la década del 60 la concentración de la propiedad de la tierra y las rigideces de los sistemas hereditarios traídos de Europa dejaron a muchos de ellos sin tierra. Pasaron entonces a colonizar el Oeste de Paraná, pero de aquí también fueron expulsados muchos por la construcción de la represa de Itaipú a partir de 1974. Cruzaron entonces el río y comenzaron a comprar tierras baratas a las empresas inmobiliarias de brasileños y de testaferros de la dictadura paraguaya. Sin embargo, la mayoría de ellos no obtuvo la propiedad, sino sólo la posesión precaria. Ésta es una de las fuentes principales de los conflictos actuales, ya que estas propiedades no están adecuadamente catastradas y muchas veces los colonos aún hoy no tienen títulos de propiedad. Además muchas veces, ahora que las tierras están en plena producción de soja transgénica, aparecen herederos de los antiguos "propietarios" a reclamar por sus títulos. A esto hay que agregar que muchos colonos -inclusive sus hijos- no están documentados, de modo que no pueden poseer títulos legales.
Esta situación genera inseguridad y violencia permanentes. Los tribunales de Ciudad del Este están llenos de procesos en los que los antiguos beneficiarios del régimen reclaman la restitución de las tierras o los colonos demandan que se escriture. La regularización catastral dispuesta por el gobierno de Lugo debía resolver estos problemas, pero fracasó por varias razones: en primer lugar, los antiguos propietarios no tienen interés en el catastramiento y lo boicotean. Muy eficaz fue la campaña de los medios hegemónicos agitando el fantasma de la expropiación. En segundo lugar, hay que tener en cuenta el autoaislamiento de la colectividad brasiguaya. Si bien la mayoría de ellos son chacareros medianos y pequeños, siguen sin criticar las orientaciones de los pocos latifundistas entre ellos, aliados con los terratenientes colorados y liberales y, sobre todo, con las corporaciones multinacionales semilleras y herbicidas. 
Los agricultores brasiguayos se han enriquecido y han acumulado mucho capital, pero éste no se invierte en agregar valor a la producción, industrializándola y cuidando la tierra, sino en bienes inmuebles y de consumo. Muchos tienen una segunda vivienda en Foz do Iguaçu, para poder aprovechar los sistemas educativos y de salud brasileños.
Hay varias explicaciones para esta conducta: la inmensa mayoría de los colonos no ha aprendido castellano, aunque ya viven más de treinta años en el país. Quizás por sus orígenes en las colonias alemanas e italianas de Rio Grande do Sul mantienen un sentimiento racista de superioridad respecto de los paraguayos. La colectividad no tiene medios de comunicación ni centros educativos superiores propios. Tampoco ha desarrollado su vida cultural. Por esto carecen de contacto con la sociedad paraguaya y son rehenes de los personeros del régimen.
A su vez, el gobierno de Lugo equivocó el objetivo, al alentar ocupaciones de tierras contra estos agricultores. Ocupaciones de tierras -a veces realizadas por pobres urbanos sin trasfondo campesino- que intervenían en los procesos de demarcación catastral. Así emblocó a los brasiguayos con sus terratenientes, las grandes empresas del agronegocio y los politiqueros locales de los partidos tradicionales.
Finalmente hay que considerar el rol de Itamaraty. La diplomacia brasileña tiene una actitud ambigua ante Paraguay: por un lado, siguiendo la política de Lula (ahora, de Dilma), inspirada por Marco Aurélio Garcia y Samuel Pinheiro Guimaraes, para apoyar el fortalecimiento de la democracia paraguaya, alienta a los brasiguayos a integrarse en la sociedad y la política paraguayas; por el otro, sigue sin liberarse de la herencia dictatorial y persiste en intervenir ante el poder político paraguayo ante cada reclamación de la comunidad. De este modo la alienta a no asumir la iniciativa, a dejarse representar alternativamente por la derecha paraguaya y/o por la diplomacia brasileña.
La población brasiguaya se ha convertido en un importante freno a la democratización y la ciudadanización de Paraguay. No interviene directamente en la política y, en consecuencia, tampoco se ve obligada a formular sus puntos de vista, defenderlos e impulsarlos. De este modo mantiene su poder de veto, sin permitir que el país desarrolle su conciencia política. Pero tampoco alcanza la normalidad jurídica que tan imperiosamente necesita y vive en la zozobra permanente. Para capitalizarse necesitaría industrializar la producción agropecuaria, pero para ello requiere del Estado créditos e infraestructura que éste no puede darle, porque la mayoría de los brasiguayos apenas pagan impuestos. Mientras tanto, apuesta a incorporar más cultivos transgénicos, aumentando la concentración de la tierra, con lo que anticipa la agudización de los conflictos con los campesinos, pero también la ruina de más de uno de sus miembros. Un perro del hortelano perfecto.


El racismo no entiende razones, sino contenciones

La política paraguaya ha entrado en arenas movedizas. El golpe canadiense de Monsanto y Nidera fue avalado, pero no acompañado por la mayoría de las facciones coloradas. Los liberales y oviedistas están presionados para alcanzar resultados rápido. Para ello van a autorizar todo tipo de semillas transgénicas sin recaudo alguno y van a forzar las exportaciones, para multiplicar las ganancias de sus simpatizantes. La oligarquía colorada no se va a quedar quieta y va a reclamar su tajada. Los conflictos entre ellos y con los campesinos desposeídos van a aumentar. Las alianzas van a cambiar de un día al otro y los brasiguayos pronto pueden volver a ser el chvio expiatorio de los conflictos políticos y sociales del país. ¿Qué va a hacer Brasil entonces? ¿Va a intervenir nuevamente, para defender a sus connacionales o los va a empujar a defenderse solos? Si hace lo primero, estará legitimando el golpe que condenó el 22 de junio y creará un grave conflicto en el MERCOSUR. Si no lo hace, tendrá que argumentar bien, para que el fin de sus intervenciones en Paraguay sea bien digerido en el frente interno. 
Los brasiguayos, por lo pronto, se están emborrachando de soja, pero el despertar va a ser muy duro. dscubrirán que ni sus "amigos" liberales y colorados ni Itamaraty pueden remplazar su propia responsabilidad. Su racismo no entiende razones, sino los límites que Brasil primero, y el resto del MERCOSUR después les pongan. Sólo así pueden comenzar a razonar, enterrar a los abuelos y dscubrir que son paraguayos de origen brasileño.

lunes, 2 de julio de 2012

 Querid@s amig@s y compañer@s:
Comparto con Uds. la nota sobre Brasil que publiqué ayer en Miradas al Sur. Espero sus comentarios.
Cordialmente
Eduardo J. Vior

Dilma esquiva el tema de la inflación

Año 5. Edición número 215. Domingo 1 de julio de 2012


El aumento de la inflación asusta a los tecnócratas brasileños, pero no se entiende por qué Rousseff no obvia esos temores y lleva adelante una política ofensiva de reactivación de la inversión. La respuesta está en las elecciones de octubre.
El gobierno brasileño anunció el miércoles pasado su propósito de gastar 8.400 millones de reales para reactivar la alicaída economía, pero se quedó muy por debajo de las expectativas previas. La motivación electoral es obvia: el próximo 7 de octubre se realizan en todo el país elecciones municipales en las que se juega el control de las mayores ciudades. En la perspectiva de las presidenciales y parlamentarias de 2014 el gobierno necesita ganar sobre todo São Paulo, para frenar a la oposición, pero anda a los tropezones, porque el PT ha perdido los lazos con sus bases sociales. Falta de fuerza política propia, la presidenta teme al fantasma de la inflación agitado por los medios y los especuladores. Por eso, el programa de reactivación acabó en una canilla libre, para que tres ministerios (Educación, Defensa y Desarrollo Urbano) absorban los excedentes de las fábricas de camiones y ómnibus. La mayor parte de los gastos previstos irá para la compra de ocho mil camiones, para acciones contra la sequía y para el reequipamiento de las Fuerzas Armadas. En segundo lugar está la compra de 8.570 ómnibus para escuelas rurales. También se comprarán mobiliario escolar, tractores e implementos agrícolas, motoniveladoras y retroexcavadoras para municipios rurales, ambulancias, motos para la Policía Federal y otras maquinarias de uso municipal. Así no se reactiva la economía y Dilma lo sabe.
Todavía el día anterior el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior Fernando Pimentel anunciaba ufano que “ya hicimos mucho para expandir el consumo. Ahora nos estamos concentrando en la inversión”. Por su parte, el ministro de Hacienda, Guido Mantega, también comunicó el miércoles la reducción de la Tasa de Intereses de Largo Plazo (Tjlp) de 6% a 5,5% anual y nuevas bajas para el futuro.
La timidez de las medidas puede explicarse por los datos dados a conocer el jueves por el Banco Central que redujo su proyección de crecimiento del PBI de 3,5% a 2,5% para el año en curso. Para 2013 también fueron alteradas las previsiones, pasando de 4,25% la semana anterior para 4,20% el jueves. La tasa de inflación estimada por el Banco Central para este año también fue corregida de 4,4% a 4,7%, superando la meta fijada de 4,5%.
Evidentemente, el renovado crecimiento de la inflación asustó a los tecnócratas, pero no se entiende por qué Dilma no obvia esos temores y lleva adelante una política ofensiva de reactivación de la inversión, aun haciéndose cargo de un cierto aumento de la inflación.
La respuesta puede hallarse en las elecciones municipales de octubre próximo y en la pérdida de conexión del PT con su base social. El Partido dos Trabalhadores, surgido en 1980 de la fusión del nuevo movimiento obrero del ABC paulista con grupos de base de la Iglesia Católica e intelectuales de izquierda, ya no es más el partido socialdemócrata apoyado en una fuerte Central Única dos Trabalhadores (CUT) capaz de dirigir y controlar la movilización obrera. Otras centrales sindicales han crecido, el Movimiento de los campesinos Sin Tierra (MST) ha ganado autonomía y, sobre todo, el partido ha perdido a sus mejores cuadros políticos en la devastadora crisis conocida como “Mensalão” (la gran mensualidad) que estalló en 2005. A partir de agosto próximo (para peor) serán juzgados en el Supremo Tribunal Federal (STF).
El llamado “Mensalão” era un gigantesco sistema de desvío de fondos estatales a través de bancos privados, para financiar las campañas electorales del PT y la fidelidad de voto de parlamentarios de los partidos aliados, que estalló en 2005, obligando a renunciar a gran parte de la dirección del PT y a muchos parlamentarios, entre ellos cuadros fundadores del partido.
A partir de ese momento el PT vivió del carisma de Lula. Él fue quien ganó las elecciones de 2006 e impuso exitosamente a la antes desconocida Dilma Rousseff quien, a su vez, tomó la posta en 2010 con un estilo propio que le dio una gran independencia respecto de su mentor. Dilma es más técnica y menos extrovertida, pero igualmente exitosa en su control de los aparatos formales e informales del poder. Junto con Lula cogitó ahora el desembarco del ex-ministro de Educación Fernando Haddad en São Paulo, para disputar la alcaldía a José Serra, el ex candidato presidencial del Psdb.
Aunque el foco de la campaña del PT estará puesto en la capital paulista, dirigentes partidarios consideran que la presencia de Lula será fundamental en por lo menos otras tres capitales (Porto Alegre, Salvador y Recife), pero todo va a depender de la salud del ex presidente. Para éste, en cambio, no tienen tanta importancia. Venciendo a José Serra en São Paulo el partido debilita al Psdb a nivel nacional. En las demás ciudades, el PT tiene aliados importantes que, si ganan, no le crearán problemas.
Consciente de la debilidad de su partido, Dilma cierra acuerdos de elite, mientras se comunica con sus bases por encima de los partidos, pero no se atreve a lanzar programas de inversiones neokeynesianos que podrían empujar la inflación hacia arriba. Sin embargo, si la economía no repunta, no le quedan muchas otras alternativas. En los próximos meses tendrá que decidirse, si quiere ganar las elecciones aun con un partido rengo.