domingo, 27 de noviembre de 2016

La unidad continental es superior a las ideologías

Dos caminos, un destino
 por Eduardo J. Vior
analista internacional

A sus 22 años Fidel Castro presidió en Bogotá el Congreso Latinoamericano de Estudiantes que Juan D. Perón financió para oponerse a la Conferencia Panamericana de Cancilleres, con la que EE UU impuso el 9 de abril de 1948 la fundación de la OEA. Ese día el gobierno colombiano asesinó al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, desatando un alzamiento popular (el bogotazo) que duró diez días y originó la guerra civil que ahora busca su fin.

El líder cubano fue detenido por la policía colombiana, pero un compañero argentino, Antonio Cafiero, logró que el canciller Juan A. Bramuglia –orden de Perón mediante– consiguiera la liberación del joven dirigente.
Cuando Perón estaba exiliado en España, a principios de los años '60, su delegado personal John W. Cooke quiso persuadirlo de asilarse en Cuba, pero el General prefirió la libertad de movimiento que tenía en España a pesar de Franco.

Durante su tercera presidencia, entre 1973 y 1974, Perón ordenó a su canciller Alberto Vignes votar en la OEA por el levantamiento del bloqueo contra Cuba y obligó a la empresa Ford a entregar a la isla una flota de coches adquirida con un crédito argentino.

Cuenta mi amigo Enrique del Percio que Antonio Cafiero visitó a Fidel en Cuba por última vez en 2000, poco antes de que George W. Bush comenzara su mandato. Ante su angustia por el reaccionarismo del tejano, el cubano le respondió: "¡Pero, chico! Con los republicanos siempre hemos podido negociar mejor que con los demócratas".
En el futuro próximo, los latinoamericanos necesitaremos mucho este pragmatismo. Aunque no se conocieron, los destinos de Perón y Fidel se cruzaron varias veces y se respetaron mucho. Sabían que sólo la unidad del continente puede traer la definitiva independencia y la justicia social.

Allá en el cielo latinoamericano, después de que el Comandante recupere el resuello, se presentará al General para incorporarse con el Che, Néstor, Chávez y tantos más al comando que prepara la cercana batalla celestial por la definitiva unidad e independencia del Continente. «

Fidel y Perón guían la unidad continental

El destino latinoamericano

Aunque no se conocieron, la política latinoamericana hizo que Fidel y Perón se cruzaran varias veces y se respetaran a pesar de las diferencias.
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La muerte lima los cantos y subraya las líneas maestras de una vida. Fidel Castro militó la suya en pos de la unidad latinoamericana como destino de la independencia y la justicia social. Durante su vida tuvo muchos admiradores y detractores, pero muy pocos pares, uno de ellos argentino.

Cuba hoy lo reconoce. Dice el editorial del Granma del sábado 26: “Fidel, junto a otros magnos pensadores latinoamericanos, sembró en la región esa necesaria premisa de supervivencia sobre la base de la independencia que cuando es olvidada por los pueblos conduce a involuciones históricas como las verificables hoy en partes del subcontinente”. Quien le salvó la vida, resaltó la dimensión continental de su revolución y la defendió contra el bloqueo imperialista fue Juan Domingo Perón.

A sus 22 años Fidel Castro presidió en Bogotá el comité organizador del Congreso Latinoamericano de Estudiantes que el gobierno argentino financió para oponerse a la Conferencia Panamericana de Cancilleres en la que EE.UU. impuso la fundación de la OEA el 9 de abril de 1948. Ese mismo día esbirros del gobierno conservador colombiano asesinaron al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, desatando un alzamiento popular (“el bogotazo”) que duró diez días y cuya represión empujó a los montes de Cundinamarca a los guerrilleros que luego darían origen a las FARC. Así comenzó la guerra civil que ahora busca su fin.

En esos días de furia el líder cubano fue detenido por la policía colombiana y se temía por su vida, pero el dirigente estudiantil argentino Antonio Cafiero logró que el canciller Juan A. Bramuglia -presente en la conferencia-, con la anuencia del Presidente Perón interviniera ante el gobierno colombiano, consiguiera la liberación de Fidel y lo sacara del país.

Cuando Perón estaba exiliado en España, a principios de los años 60, su delegado personal John W. Cooke lo incitó a asilarse en Cuba, pero el General avizoró las restricciones que sufriría por la dependencia cubana de la Unión Soviética y prefirió la libertad de movimiento que tenía en España a pesar de Franco.

Durante su tercera presidencia, entre 1973 y 1974, Juan D. Perón ordenó a su canciller J.A. Vignes votar en la OEA por el levantamiento del bloqueo contra Cuba y obligó a la empresa Ford a entregar a la isla una flota de coches que el gobierno cubano había adquirido con un crédito oficial argentino. Fue por entonces que el General dio a su ministro de Economía, José Ber Gelbard una carta personal para el líder cubano, cuando en junio de 1974 el ministro viajó a Cuba en misión oficial. Allí le expresa lo siguiente: “(…) es indudable que la necesidad de una unidad latinoamericana será la única posibilidad de libertad real para nuestro continente”. La unidad continental es el único reaseguro de la libertad y la justicia. Más allá de las diferencias ideológicas, de estilo y edad, esta fe en el destino unió a ambos líderes.

Cuenta mi amigo Enrique del Percio que Antonio Cafiero visitó a Fidel en Cuba por última vez en 2000, poco antes de que George W. Bush comenzara su mandato. Ante su angustia por el reaccionarismo del tejano, el cubano le respondió: “¡Pero, chico! Si los peores ataques los hemos recibido de los demócratas. Con los republicanos siempre hemos podido negociar”. Fidel lo tuvo claro: cuando está en juego la suerte de la patria, las ideologías son meras distracciones.

En el futuro próximo los latinoamericanos necesitaremos mucho este pragmatismo maquiaveliano en el mejor sentido del término. Perón y Fidel no se conocieron, pero sus destinos se cruzaron varias veces y se respetaron mucho a pesar de las diferencias. Ambos sabían que sólo la unidad del continente puede consolidar la independencia y la justicia social.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Con Trump llega un remedo del viejo imperialismo

El fin del multilateralismo

El triunfo de Donald Trump preanuncia el pasaje de los acuerdos globales de inversión y comercio a una división del mundo en áreas de influencia rivales.
Foto: AFP
Foto: AFP

La victoria del candidato republicano en las elecciones presidenciales del pasado 8 de noviembre está sustituyendo rápidamente en la agenda internacional los acuerdos multilaterales de inversión y comercio por pactos regionales entre grandes potencias y países emergentes tanto o más desiguales que los globales. Sin embargo, como cuando los elefantes pelean, las hormigas se divierten, esta renovada competencia entre potencias puede dar a los países en vías de desarrollo un mayor margen de maniobra.

Con el callado traspaso del liderazgo regional de Estados Unidos a China, el domingo 20 acabó en Lima la 24º Reunión del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC, por su sigla en inglés). En ésta el presidente norteamericano Barack Obama asistió impávido al entierro sin ceremonia del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP) que Donald Trump desistió de ratificar. Los veintiún mandatarios de la cuenca del Pacífico presentes juraron lealtad al libre comercio, pero su mirada ya había girado hacia Asia.

Mientras que el futuro presidente norteamericano prefiere acuerdos bilaterales a los multilaterales y pretende retirar a su país de algunas regiones y cuestiones costosas y poco rentables, China va ocupando los espacios vacantes. En Lima su presidente, Xi Jinping, se proclamó defensor del libre comercio mundial y propuso al presidente ruso Vladimir Putin, con quien se reunió el domingo 20, impulsar juntos el intercambio en el Pacífico.
 
En tanto, durante la última visita de Barack Obama a Alemania, el pasado jueves 17, la canciller Angela Merkel manifestó que Alemania sigue estando interesada en el Tratado de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) que Europa estaba negociando con EE.UU., pero que “actualmente no están dadas las condiciones para firmar este acuerdo”.

Donald Trump todavía no gobierna pero su elección ya liquidó los acuerdos del Pacífico y el Atlántico. Con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea probablemente Alemania intente sustituir a EE.UU. en el control de Europa. China y Rusia, por su lado, procuran hacerlo en Asia y el Pacífico.

Habida cuenta de las dimensiones y la complejidad de la dirección estadounidense sobre el mundo, el venidero presidente no puede retornar al aislacionismo vigente hasta 1941, pero sí hacer más selectiva la intervención norteamericana en los asuntos mundiales y delimitar áreas de influencia que excluyan a las demás potencias.

El alineamiento de grandes estados bajo la conducción norteamericana para imponer a las naciones pequeñas y medianas sus reglas económicas y comerciales, que falsamente se llamó “multilateralismo”, será remplazado por la rivalidad entre poderes regionales. Este retorno a la dominación directa puede ser más brutal, pero es más nítido. Además, como las potencias competirán entre sí por controlar áreas cerradas, las naciones pequeñas y medianas podrán negociar en mejores condiciones recostándose en un gran Estado contra el otro.

El fin del “multilateralismo” favorece el ascenso de China hacia el liderazgo mundial, pero no tan rápido como especulan muchos observadores. En un llamativo editorial del Diario del Pueblo de Beijing se afirmaba este lunes 21 que “por un largo tiempo el liderazgo de los Estados Unidos va a ser irremplazable, pero el continuado ascenso de China es también inevitable”. La transición de un sistema al otro será dura, mas llena de oportunidades que los inteligentes y voluntariosos sabrán aprovechar.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Trmp comenzará su presidencia afrontando conflictos


“Trumponomics” en un torbellino

¿Cómo se avizoran los primeros meses de política económica del nuevo presidente de los Estados Unidos? Choques con los medios, el Congreso, la Corte y la Reserva Federal.
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Pasada la campaña electoral, mientras el mundo va digiriendo su resultado y los observadores especulan sobre la política económica del futuro presidente, Wall Street se apresura a sacar tajada de la prospectiva de crecimiento económico. Éste puede llegar, pero, si Donald Trump es fiel a sus promesas, chocará con uno o más factores de poder.

Probablemente desista de deportar a los once millones de indocumentados que habitan en EE.UU., porque es impracticable y muchas empresas viven de ellos. A cambio, puede continuar la construcción del muro fronterizo con México, para mostrar cómo cumple su programa, y crear puestos de trabajo con dinero público. Si, como ha prometido, también atrae inmigración calificada, quedará bien, aunque no termine el muro.

Es altamente posible que el futuro mandatario desista de hacer ratificar por el Senado el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés), que quiera forzar a México a renegociar el NAFTA y pretenda imponer sus condiciones a los europeos en las aún inacabadas negociaciones sobre el Tratado Transatlántico (TTIP). Como México seguramente cederá, Trump a la vez impondría aranceles a las importaciones mexicanas y haría pagar el muro al vecino del Sur.
Puede ser que el nuevo mandatario aumente las demandas contra China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero es difícil que vaya más allá, porque a nadie le conviene desquiciar el comercio transpacífico.

Los observadores esperan asimismo que apuntale con dinero público las inversiones en infraestructura y en la construcción de viviendas. Dado que el desempleo ronda hoy el 4 por ciento, esta inyección de dinero aumentará los salarios y la conflictividad laboral, porque los trabajadores tomarán en serio las promesas de “su” presidente. Esta será una prueba de fuego para el reaccionario en la Casa Blanca. Como, para alentar la demanda, al mismo tiempo querrá rebajar los impuestos de trabajadores y clase media, deberá resistir las presiones de la clase alta que no quiere que disminuya la gigantesca distancia que la separa de los asalariados. Tampoco va a reducir los beneficios de la Seguridad Social ni del seguro médico. Del mismo modo, el sucesor de Obama prometió repetidamente revisar y reformular el seguro médico obligatorio para personas carenciadas (“Obamacare”), pero sin precisar su propuesta. Para no perder imagen, quizás sólo lo convierta en optativo, aunque así deje sin resolver los enormes problemas del sistema público de salud.

Sin embargo, cada una de estas iniciativas chocará con intereses en el Congreso, con los medios liberales y conservadores, con una Corte mayoritariamente liberal y con el alza de las tasas de interés que la Reserva Federal impondrá para controlar la inflación. El presidente Trump puede ceder a las presiones para mantener la gobernabilidad, pero, si es fiel a sí mismo, movilizará el apoyo popular e irá al choque, produciendo una mezcla rara de Napoleón pelirrojo con Franklin D. Roosevelt reaccionario.

Trump propone una política económica intervencionista

¿Un Roosevelt reaccionario?
Eduardo J. Vior
Tiempo Argentino
13-11-16

Durante la larga campaña electoral, el establishment empresario estadounidense estaba horrorizado por la demagogia agresiva y chabacana de Donald Trump, pero el miércoles habló como presidente electo a las cinco de la mañana, el Dow Jones aumentó 256 puntos (1,4 por ciento). La Bolsa tuvo su mejor semana en casi cinco años al ganar 5,36%, con dos cierres récord consecutivos. Muchos protestan contra el reaccionario, pero otros muchos festejan la esperada recuperación económica. "Vamos a revivir los centros urbanos y a reconstruir nuestras autopistas, puentes, túneles, aeropuertos, escuelas y hospitales", anunció Trump en su primer discurso. Se estima que el nuevo gobierno pedirá al Capitolio 500 mil millones de dólares para destinarlos sólo a infraestructura. Trump se propone también incentivar la producción no contaminante de carbón e innovar "ecológicamente" en la exploración de hidrocarburos. Durante la campaña se burló del ecologismo, pero sabe que el medio ambiente también da dinero. Aboga por el entendimiento con Rusia, mientras promete invertir en nuevas naves y aviones y aumentar el personal de las fuerzas armadas. Probablemente no deporte a los 11 millones de indocumentados que habitan en EE UU, pero seguirá construyendo el muro fronterizo con México para cumplir su programa y crear puestos de trabajo. Además, impondrá a su vecino del Sur aranceles a las importaciones, con lo que este terminará pagando por el muro. Trump retirará del Senado el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP) y buscará imponer a los europeos sus condiciones en las negociaciones sobre el Tratado Transatlántico (TTIP). El magnate reniega del multilateralismo, no del libre comercio bilateral. El futuro gobierno aumentará las demandas contra China en la Organización Mundial del Comercio, pero no arriesgará una guerra comercial. Como anunció que rebajará los impuestos de trabajadores y clase media, afrontará presiones de la clase alta, que quiere mantener la enorme desigualdad de ingresos actual, pero disminuirá los impuestos corporativos. Siempre dijo que revisaría el seguro médico para los carenciados ("Obamacare"), pero no lo va a abolir, porque fueron millones los pobres que lo votaron. Algún negocio se le ocurrirá también en este campo. De hecho, el viernes le dijo al Wall Street Journal que no lo eliminará, sino que lo modificará. Sabe que cada una de estas iniciativas colisionará con intereses en el Congreso, con los medios liberales y conservadores, con la Corte y con la Reserva Federal que querrá impedir la inflación. Desde hace tiempo los republicanos reclaman que el Congreso audite el Banco Central. La oportunidad de someterlo a su autoridad política los va a unir ahora. Las condiciones son inmejorables para que la mayor potencia del globo supere el estancamiento, desarrollando el mercado interno. En los años '30, Franklin D. Roosevelt salió de la crisis fomentando la demanda y con un programa liberal y social. Donald Trump prueba ahora la misma fórmula, pero con una ideología reaccionaria y métodos fascistoides.

viernes, 4 de noviembre de 2016

En Caracas nadie puede dejar de dialogar

El Papa hace bailar a Venezuela

La intermediación papal parece haber calmado -por el momento- la tensión en Caracas. Cómo sigue la negociación y el futuro de un Maduro que camina en la incertidumbre.
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Tras meses de tensión política en Venezuela, este martes se relajó el ambiente tanto que el presidente Nicolás Maduro incluso bailó con su esposa en el estudio de Radio Miraflores al inaugurar su programa “La Hora de la Salsa”. Es que el Papa Francisco puso a bailar a toda la dirigencia política venezolana.

En su programa el presidente reiteró que la Revolución Bolivariana continuará abogando “por la paz, la coexistencia, el respeto, el diálogo y la paz”. Entre tanto, ante la liberación de algunos pocos antichavistas presos, la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) aplazó la evaluación del desempeño del presidente en la Asamblea Nacional (mal llamado juicio político) y suspendió la marcha hacia el palacio presidencial de Miraflores, prevista para este jueves pasado, mientras su coordinador Carlos Ocáriz daba a conocer la propuesta opositora de agenda para el diálogo nacional: 1) si no se hace el referendo revocatorio, se solicita adelantar para 2017 las elecciones presidenciales previstas para 2018; 2) libertad a los presos, retorno de los exiliados y acabar con “la persecución política”; 3) recomposición del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y del Consejo Nacional Electoral (CNE) para que sean más “ecuánimes”; y 4) atención a las víctimas de la crisis humanitaria.

Mientras el presidente de la Asamblea Nacional, el opositor Henry Ramos Allup, advertía que la oposición no había capitulado, sino sólo hecho algunas concesiones, Voluntad Popular (VP), el partido del encarcelado Leopoldo López, insistía en que hay que marchar hasta el palacio presidencial. Como en su respuesta Maduro calificó a VP de “grupo terrorista”, este miércoles la MUD acusó, a su vez, al gobierno de boicotear el diálogo político.
 
Aunque la oposición asegura que podría retomar las movilizaciones si hasta el 11 de noviembre (cuando se reunirá por segunda vez la mesa de diálogo) no hay resultados claros, de momento se enfrió el conflicto. Es que, ante la presión combinada del Papa, la UNASUR, los ex-presidentes de España, Panamá y República Dominicana y el aval de EE.UU. al diálogo, es dudoso que alguien se atreva a retomar el enfrentamiento. Ambos campos están profundamente divididos entre negociadores y guerreristas, pero el realismo parece irse imponiendo.

La mesa de negociaciones que sesionó el pasado domingo 30 todavía no determinó cómo seguirá. Los líderes opositores aún insisten con el referendo revocatorio, pero después del 1° de enero ya no se puede convocarlo, porque a Maduro sólo le restarán dos años de mandato y la Constitución ya no lo permite. La MUD se juega, por lo tanto, a adelantar la elección presidencial que el gobierno, a su vez, procurará retrasar priorizando la superación de la crisis humanitaria de la que espera que le devuelva una cuota de credibilidad.

Líderes extremistas como Leopoldo López seguramente intentarán provocar, pero el peso de la figura papal ha dejado a los violentos de ambos lados sin justificación. Gobierno y oposición están forzados a negociar. Sin dudas, el Ejecutivo irá liberando presos con cuentagotas y ambos tratarán de sacar tajada política de la ayuda exterior alimentaria y en medicamentos. Puede ser que el oficialismo consienta en incorporar opositores al máximo tribunal de Justicia y a la Corte Electoral, pero sólo si la oposición comparte la directiva de la Asamblea Nacional. Todavía habrá muchos gritos y dientes apretados, pero es difícil que alguien salga de la pista donde el Papa Francisco puso a todos a bailar.