El fin del multilateralismo
El triunfo de Donald Trump
preanuncia el pasaje de los acuerdos globales de inversión y comercio a
una división del mundo en áreas de influencia rivales.
La victoria del candidato republicano en las elecciones
presidenciales del pasado 8 de noviembre está sustituyendo rápidamente
en la agenda internacional los acuerdos multilaterales de inversión y
comercio por pactos regionales entre grandes potencias y países
emergentes tanto o más desiguales que los globales. Sin embargo, como
cuando los elefantes pelean, las hormigas se divierten, esta renovada
competencia entre potencias puede dar a los países en vías de desarrollo
un mayor margen de maniobra.
Con el callado traspaso del liderazgo regional de
Estados Unidos a China, el domingo 20 acabó en Lima la 24º Reunión del
Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC, por su sigla
en inglés). En ésta el presidente norteamericano Barack Obama asistió
impávido al entierro sin ceremonia del Tratado de Asociación
Transpacífico (TPP) que Donald Trump desistió de ratificar. Los veintiún
mandatarios de la cuenca del Pacífico presentes juraron lealtad al
libre comercio, pero su mirada ya había girado hacia Asia.
Mientras que el futuro presidente norteamericano
prefiere acuerdos bilaterales a los multilaterales y pretende retirar a
su país de algunas regiones y cuestiones costosas y poco rentables,
China va ocupando los espacios vacantes. En Lima su presidente, Xi
Jinping, se proclamó defensor del libre comercio mundial y propuso al
presidente ruso Vladimir Putin, con quien se reunió el domingo 20,
impulsar juntos el intercambio en el Pacífico.
En tanto, durante la última visita de Barack Obama a Alemania, el pasado jueves 17, la canciller Angela Merkel manifestó que Alemania sigue estando interesada en el Tratado de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) que Europa estaba negociando con EE.UU., pero que “actualmente no están dadas las condiciones para firmar este acuerdo”.
Donald Trump todavía no gobierna pero su elección
ya liquidó los acuerdos del Pacífico y el Atlántico. Con la salida de
Gran Bretaña de la Unión Europea probablemente Alemania intente
sustituir a EE.UU. en el control de Europa. China y Rusia, por su lado,
procuran hacerlo en Asia y el Pacífico.
Habida cuenta de las dimensiones y la complejidad
de la dirección estadounidense sobre el mundo, el venidero presidente no
puede retornar al aislacionismo vigente hasta 1941, pero sí hacer más
selectiva la intervención norteamericana en los asuntos mundiales y
delimitar áreas de influencia que excluyan a las demás potencias.
El alineamiento de grandes estados bajo la
conducción norteamericana para imponer a las naciones pequeñas y
medianas sus reglas económicas y comerciales, que falsamente se llamó
“multilateralismo”, será remplazado por la rivalidad entre poderes
regionales. Este retorno a la dominación directa puede ser más brutal,
pero es más nítido. Además, como las potencias competirán entre sí por
controlar áreas cerradas, las naciones pequeñas y medianas podrán
negociar en mejores condiciones recostándose en un gran Estado contra el
otro.
El fin del “multilateralismo” favorece el ascenso
de China hacia el liderazgo mundial, pero no tan rápido como especulan
muchos observadores. En un llamativo editorial del Diario del Pueblo de
Beijing se afirmaba este lunes 21 que “por un largo tiempo el liderazgo
de los Estados Unidos va a ser irremplazable, pero el continuado ascenso
de China es también inevitable”. La transición de un sistema al otro
será dura, mas llena de oportunidades que los inteligentes y
voluntariosos sabrán aprovechar.
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Eduardo J. Vior