jueves, 27 de febrero de 2020

El "Estado profundo" no puede vivir sin guerras

En Afganistán Trump busca la paz y su reelección

26 de febrero de 2020
Rusia, China, Irán y los talibanes permiten al presidente norteamericano alcanzar un acuerdo para sacar a las tropas del país asiático, pero el “Estado profundo” aún puede arruinar todo

Eduardo J. Vior
Después de 18 años de guerra, al acordar el pasado viernes 21 con los talibanes afganos el cese de las operaciones ofensivas durante una semana, los Estados Unidos comenzaron a recorrer el camino para salirse de su “peor desastre estratégico” (Foreign Policy, 21-02-20) en 45 años y para que el presidente Donald Trump en la campaña presidencial pueda mostrar que cumplió su palabra de 2016 de “traer a los muchachos de vuelta a casa”. Todas las potencias vecinas apoyan la tregua, pero todas ellas, también, aspiran a ocupar el espacio abandonado por los derrotados norteamericanos. Para no perder completamente pie en la región, entonces, este lunes 24 el presidente inició una visita estratégica a India.
Entre tanto, dentro del “Estado profundo” estadounidense son muchos los que no quieren abandonar el lucrativo negocio de la droga afgana y rehusarán firmar al presidente un cheque en blanco para su reelección. Dentro del país centroasiático, finalmente, la mayoría de los actores políticos teme que la retirada de EE.UU. reavive la guerra civil. Ante este oscuro horizonte sólo el sufrido pueblo afgano puede obligar a los numerosos contendientes a buscar la paz.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó el lunes 24 a la ciudad india de Ahmedabad en su primera visita oficial al país asiático, siendo recibido por el primer ministro indio, Narendra Modi. El evento central de la jornada fue una manifestación multitudinaria en el que las autoridades congregaron a 100.000 espectadores para el “Namaste Trump”. Por su tamaño, economía y ubicación, India es para EE.UU. un aliado fundamental para contrarrestar la influencia china en Surasia y Asia Central. Trump viajó luego a Nueva Delhi, donde centró su agenda en los asuntos comerciales. Obviamente, también la seguridad de la península y su entorno fueron motivo de tratativas entre los líderes.
Mientras tanto, desde el sábado está en vigencia en Afganistán un alto el fuego de siete días previo a la firma de un acuerdo de paz entre Estados Unidos y los talibanes, para tratar de poner fin a una brutal guerra de casi dos décadas, que ha dejado más de 100.000 víctimas civiles sólo en los últimos diez años, según estima la ONU.
El movimiento islamista talibán, las fuerzas estadounidenses y el ejército afgano se han comprometido a respetar una llamada “reducción de la violencia”. Si este acuerdo se respeta, el próximo sábado 29 se firmará la paz entre EE.UU. y los talibanes quienes a continuación comenzarán a negociar con el gobierno afgano. Cientos de afganos festejaron este sábado en las calles este inicio del fin de la guerra.
La tregua de siete días es el resultado de más de un año de negociaciones entre ambas partes en Catar. El entendimiento prevé que Washington retirar a sus tropas del país centroasiático, llevándolas de unos 12.000 a 8.000 soldados. Los talibanes, además, se comprometieron a no cobijar a organizaciones “terroristas” como Al Qaeda. Además, luego del el acuerdo del día 29, ambas partes liberarán respectivamente a 5.000 prisioneros talibanes y a 1.000 norteamericanos y aliados.
Casi nadie en Afganistán se lamentó por la relegitimización del movimiento islamista y la perspectiva de que dentro de poco vuelva a gobernar el país (ya lo hizo entre 1996 y 2002). El Pentágono ha dejado en claro que continuará combatiendo al Estado Islámico, presente allí desde 2016, y a Al Qaeda, aunque no dejó en claro cómo evitará afectar a la población civil.
El acuerdo deberá soportar sabotajes internos y externos. Por ejemplo, después del asesinato de Qasem Suleimaní el pasado 2 de enero, Irán buscó golpear a los estadounidenses en Afganistán mediante sus aliados afganos. Incluso, a pesar de que los talibanes tienen una ideología cercana al wahabismo saudita, recientemente también son apoyados por su vecino iraní, al menos en las provincias occidentales fronterizas.
Decenas de dirigentes afganos hasta ahora apoyados por EE.UU., inclusive el jefe de gabinete Abdulá Abdulá, manifestaron su preocupación por no haber sido incluidos en la tregua y, probablemente, reclamen el inmediato retiro del país de todas las tropas estadounidenses. La fractura del gobierno de unidad nacional también amenaza la pacificación. Recién el martes 18 el presidente Ashraf Ghani fue declarado vencedor en la elección del pasado 28 de septiembre y el todavía jefe de gobierno Abdulá Abdulá ya impugnó los cómputos. Mientras que el presidente Ghani es un académico formado en EE.UU. y apoyado por éstos, Abdulá es el heredero de una casta de funcionarios de la antigua monarquía derrocada en 1973 que durante la guerra contra los soviéticos en la década de 1980 se ligó a los caudillos de la llamada coalición del Norte. Afganistán está segmentado en clanes, etnias, confesiones y liderazgos regionales, todos ello mezclado con el narcotráfico y la intromisión norteamericana, paquistaní, saudita, iraní y del EI.
Durante años los líderes talibanes se mostraron como humildes siervos de la causa islámica. Sin embargo, se han convertido en los principales traficantes de heroína y han creado empresas de construcción y transportes en Paquistán y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), para lavar el dinero del tráfico. Las mismas supuestamente sirven para financiar la resistencia, pero de hecho muchos dirigentes las usan para enriquecerse. Entre tanto, desde 2016 diversos jefes locales de los talibanes se sumaron al Estado Islámico.
A este complejo escenario hay que sumar la influencia de China. Beijing aprovechó su influencia sobre su estrecho aliado paquistaní, para facilitar las negociaciones entre los talibanes y EE.UU., pero evitando inmiscuirse en la política interna afgana, para no provocar reacciones norteamericanas contra su programa de la Nueva Ruta de la Seda. China tiene miedo de que cualquier interrupción en el proceso de paz afgano lleve a Donald Trump a retirar unilateralmente las tropas del país y que se desate una nueva guerra civil que, a su vez, podría alentar a cientos de militantes uigures a instalarse en Afganistán, para erigir allí una base desde donde amenazar a China. Así como Beijing trata de no inmiscuirse en la política interna afgana, impulsa a su aliado paquistaní a apoyar el proceso de paz. No obstante esta alianza, éste continúa bloqueando las conexiones entre India y Afganistán.
Un factor de inestabilidad suplementario lo representa el narcotráfico. Para acelerar la búsqueda del alto del fuego, la Casa Blanca omitió este tema, pero el hecho de que Afganistán sea el productor del 90% de la heroína consumida en el mundo no puede ser ignorado. Precisamente, entre 1979 y 2019 la producción de heroína creció veinte veces, en paralelo con las intervenciones norteamericanas en el país, y se convirtió en un monocultivo. Todo comenzó por la tolerancia de la CIA hacia el cultivo de la flor por parte de las guerrillas antisoviéticas en la década de 1980, pero rápidamente sus agentes descubrieron que el tráfico de heroína era un buen medio para financiar operaciones encubiertas que el Congreso de EE.UU. nunca habría autorizado.
De esta experiencia de intervención a extender el tráfico hacia otros teatros de operaciones había un solo paso. Muchas empresas se crearon para blanquear lo recaudado y grandes bancos internacionales participaron en el reciclado de estas inmensas riquezas. Hoy en día es impensable el tráfico de heroína sin la participación de las agencias norteamericanas y británicas. Si ahora EE.UU. relegitima a los talibanes y no quiere ahogar la economía afgana, deberá buscar la legalización y regulación del tráfico mundial de heroína, el único medio serio para controlarlo y reducir la epidemia de drogadicción.
Casi todas las potencias vecinas a Afganistán están de acuerdo con y esperan beneficiarse de la salida de los norteamericanos de ese país. En contra están los generales estadounidenses, la DEA y la CIA, porque se les acaba el negocio. Mucho sabotaje y muchas resistencias van a surgir de las propias filas norteamericanas y del Estado Islámico (EI). Donald Trump, en tanto, urge a los negociadores, para que hasta noviembre se retire aunque sea un contingente simbólico, suficiente para mostrar a sus votantes que está trayendo “a los muchachos de vuelta”.
El comienzo del repliegue estadounidense no va a traer la paz a Afganistán, sino muy probablemente una nueva guerra civil. Los talibanes, el corrupto gobierno de Kabul y los señores de la guerra se van a disputar el control sobre las exportaciones de opio. Aun a su pesar, las potencias vecinas van a tener que intervenir en el país. Sólo la cooperación entre todas ellas podría forzar a las facciones en pugna a buscar la paz. El riesgo del retorno de EE.UU. está siempre pendiente.
Los cientos de miles de muertos y los millones de víctimas que el país ha tenido en los últimos 40 años deberían haber servido, para demostrar que la epidemia mundial de drogadicción sólo se resuelve con la legalización y la regulación de este mercado, que EE.UU. sigue siendo la mayor superpotencia del globo, aunque muy vulnerable, si se le opone una voluntad nacional consecuente, y que, finalmente, no existe sustituto válido para la responsabilidad de cada país y cada sociedad de encontrar pacífica y concertadamente por sí mismos la solución a sus propios problemas. Pero a Donald Trump, probablemente, le interese más su reelección.

lunes, 17 de febrero de 2020

Argentina y Venezuela, envueltas en el conflicto mundial

Rusia marca la cancha desde Tierra del Fuego hasta el Caribe



Eduardo J. Vior
Mediante las maniobras “Escudo Bolivariano” Moscú advierte a Washington que no se meta con Venezuela y lo sorprende mostrando su solidaridad con Argentina contra Gran Bretaña

Por Eduardo J. Vior

Mientras casi 40.000 efectivos de la OTAN inician en Polonia y los países bálticos la maniobra “Defender Europe”, sofisticadas armas antiaéreas provistas por Moscú acompañaron este sábado 15 y domingo 16 la movilización de dos millones de efectivos venezolanos en el ejercicio “Escudo Bolivariano”. Por las dudas Washington no haya escuchado, el viernes 14 también el embajador ruso ante Argentina se solidarizó desde Ushuaia con nuestro reclamo por la reintegración de las Islas Malvinas, abriendo un nuevo frente diplomático contra la OTAN y demostrando el nivel de la cooperación estratégica ruso-argentina.

En un acto que contó con la participación del gobernador de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Gustavo Melella, representantes de los veteranos de Malvinas y un nutrido público, el embajador ruso Dmitry Feoktistov tomó la palabra inesperadamente y declaró lo siguiente: “en Rusia tenemos la conmemoración del Regimiento Inmortal el Día de la Victoria, cuando la gente sale con retratos de sus seres queridos que murieron en la Guerra. En Argentina lo honramos en la Plaza San Martín y marchamos hasta el Monumento a los Caídos en Malvinas y siempre muchos argentinos se unen a nosotros en esta fecha”, expresó.

“En esta ocasión, continuó, los rusos nos unimos a ustedes para honrar la memoria de los caídos en las islas Malvinas. Quiero decirles a todos los veteranos y todos los argentinos que Rusia siempre los apoyará en todo y sobre todo en la cuestión de la soberanía de las Malvinas “, agregó. “La hora del colonialismo pasó y los ingleses deben devolver las islas a Argentina”, manifestó Feoktistov.

Las palabras pronunciadas por el diplomático ruso fueron entendidas como una advertencia de Moscú a Occidente que excede su relación con Argentina. Es que el pasado 4 de febrero la Organización del Atlántico Norte (OTAN) inició en Alemania, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia gigantescas maniobras que durarán cinco meses. Se trata de la práctica de la OTAN más grande de los últimos 25 años. Su objetivo declarado es entrenar el rápido despliegue de tropas norteamericanas en Polonia y los países bálticos ante un eventual ataque desde el Este. En el entrenamiento participan 20.000 efectivos estadounidenses y 13.000 unidades de equipamiento trasladadas a Europa por mar y aire.

Las maniobras incluyen en total a 37.000 soldados de 19 países. En tanto el mayor despliegue de tropas se realizará en Polonia, Alemania servirá de centro logístico y zona de tránsito. Por supuesto, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró que “Defender Europe no se dirige contra ningún país en particular”, pero es poco creíble. Después del golpe de estado en Ucrania en febrero de 2014, que provocó el alzamiento de la zona rusohablante del este del país y la reintegración de Crimea a Rusia, la alianza atlántica se dio cuenta de que a partir de entonces Rusia iba a responder a cada provocación occidental y comenzó a mejorar sus capacidades, para poder confrontar con el modernizado y bien entrenado ejército ruso.

Obviamente, realizar maniobras de estas dimensiones es un intento de provocación vinculado a la campaña electoral norteamericana. Por un lado, Trump necesita demostrar que es tan antirruso como el más furioso de sus opositores. Por el otro, su dependencia de los cristianos evangélicos liderados por el secretario de Estado Mike Pompeo lo obliga aún más a atizar el fuego antimoscovita.

La respuesta rusa se dio este fin de semana de este lado del Atlántico. El sábado 15 fueron activados en toda Venezuela los ejercicios “Escudo Bolivariano 2020”. En estas prácticas cívico-militares participan 2.370.430 efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y de la Milicia Bolivariana. Los ejercicios se ejecutaron en las ciudades de Caracas, Maracay, Valencia, Barquisimeto  y Maracaibo. Estas prácticas se realizan tras la entrada en vigor de la Ley de la FANB, que enfatiza la unión cívico-militar para la defensa territorial e incorpora a la Milicia Bolivariana como componente especial de esa institución.

Nicolás Maduro ha asegurado que los ejercicios militares no solo sirven para prevenir eventuales agresiones de EE.UU. y Colombia, sino también para responder a las mafias que contrabandean combustible hacia los países vecinos. Anticipando los ejercicios las fuerzas de seguridad venezolanas interceptaron el martes pasado en el estado de Lara (noroeste) un avión ligero que transportaba 500 kilogramos de cocaína y detuvieron a dos ciudadanos brasileños, informó el Ministerio del Interior.



Ese mismo martes un espectáculo sorprendente recibió al jefe opositor Juan Guaidó, cuando volvió a su país: unos grandes vehículos lanzamisiles aparecieron estacionados en la carretera que conecta Caracas con el aeropuerto de Maiquetía, bloqueada por efectivos militares. Al día siguiente unos equipos similares fueron vistos en la base aérea de La Carlota, en el centro de Caracas. Otros más fueron vistos en Puerto Cabello, sobre la costa del Caribe.

Según expertos, los vehículos mostrados en las fotografías eran parte de un grupo BUK M2E, un sistema de defensa antiaérea ruso de mediano alcance con el que cuenta el ejército venezolano. De acuerdo a informaciones de BBC Mundo, también se vieron vehículos de un S-125 Pechora, otro grupo de intercepción de origen ruso, pero más antiguo que el M2E. El BUK M2E y el S-125 Pechora, junto a los más sofisticados y avanzados S-300, forman el grueso de la artillería antiaérea de la FANB.

Aunque Venezuela cuenta también con sistemas RBS 70, de fabricación sueca, y los franceses Mistral, estos son mucho más modestos y no comparables a los BUK, Pechora o S-300, señalan los especialistas. También son rusos los lanzamisiles portátiles individuales Igla-S. Los sistemas antiaéreos rusos fueron entregados a Venezuela entre 2011 y 2014.



El país caribeño dispone asimismo de cazas Su-30Mk2, un modelo capaz de competir con los más avanzados aviones de combate de la OTAN. En su reciente visita a Caracas, entre tanto, el canciller ruso Serguéi Lavrov reafirmó que la cooperación militar entre ambos países es prioritaria para su país, formulando así una fuerte advertencia a Estados Unidos.

En el marco de la creciente confrontación entre la alianza occidental, por un lado, y Rusia, China e Irán, por el otro, que se está agudizando al calor de la retórica antirrusa que rezuma la campaña electoral estadounidense, tanto la maniobra de la OTAN en Europa Oriental como el ejercicio de las fuerzas venezolanas y la proclama del embajador ruso en Argentina deben entenderse como fintas previas a una pelea de boxeo que es de esperar no se dé nunca, pero –hagámonos conscientes- la confrontación mundial nos ha alcanzado.

viernes, 7 de febrero de 2020

Para dónde irá EE.UU. en noviembre y después

¿Qué Trump nos deparará 2021?


Tras superar el juicio político y sin competidores, el presidente norteamericano se encamina a su reelección, pero ¿con qué política?
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
7 de febrero de 2020
Eduardo J. Vior
Al día siguiente de haber sido sobreseído por el Senado, Donald Trump se descargó contra sus adversarios dentro y fuera del gobierno. Fue un mes duro, pero al presidente finalmente pudo empezar la campaña electoral con el pie derecho. A esta altura del año, faltando nueve meses para la elección presidencial, nadie duda del triunfo de Donald Trump. La incógnita se plantea sobre la política que éste llevará adelante en su segundo mandato.
En una alocución espontánea ante el personal de la Casa Blanca el jueves 6 por la mañana el jefe del Estado empezó descargando las tensiones que pasó durante 36 meses: “primero pasamos por el griterío de ‘Rusia, Rusia, Rusia,'”, dijo, aludiendo a las acusaciones de complicidad con Rusia, para ganar la elección de 2016. “Fue todo una bosta [sic] que nos obligó a soportar el Informe Mueller”, continuó refiriéndose a la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre si Trump había obstruido la Justicia durante las pesquisas sobre la intromisión rusa.
“Ésta no es ni una conferencia de prensa ni un discurso; es solamente una celebración”, sintetizó. “No niego haberme equivocado en mi vida ni haber hecho cosas incorrectas, aunque siempre sin intención, pero el resultado es éste”, culminó, mostrando la tapa del The Washington Post con el titular del día: “Trump sobreseído”.
Al absolver al presidente por 52 contra 48 votos en un cargo y por 53 contra 47 en el otro, el Senado de Estados Unidos dio el miércoles a la noche por terminado el juicio político que habilitó la Cámara de Representantes en diciembre pasado por los delitos de abuso de poder y de obstrucción al Congreso.
La votación en el Senado se realizó apenas unas horas después de que Trump presentara el martes su informe anual sobre el estado de la Unión ante la Asamblea Legislativa. Las escenas de Donald Trump negando el saludo a su anfitriona, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y la de ésta rompiendo el texto del discurso, apenas el mandatario hubo terminado, fueron cuidadosamente representadas, para inaugurar la campaña electoral. Un novelón perfecto, que el pleno subrayó aplaudiendo unánimemente a su huésped Juan Guaidó, cuando Trump lo presentó como “verdadero presidente de Venezuela”.
Las asambleas del Partido Demócrata (DP, por su sigla en inglés) en Iowa el pasado lunes 3 debían dar el puntapié inicial para la campaña preelectoral de la oposición, pero un grave desmanejo informático hizo que el partido pasara un papelón. Tres días después del comicio, con el 97% de las mesas escrutadas, Pete Buttigieg, exalcalde de South Bend, Indiana, superaba el jueves al senador Bernie Sanders ¡por 3 votos! Consecuentemente, el Comité Nacional Demócrata (DNC, por su nombre en inglés) ordenó la repetición de las asambleas.
El martes 11 se realizará la primera elección primaria en Nueva Hampshire, a la que el 22 suceden las asambleas demócratas en Nevada y el 29 la primaria demócrata en Dakota del Sur. Ya el martes 3 de marzo las primarias en 16 estados perfilarán más claramente las candidaturas. Mientras que en el Partido Republicano el liderazgo de Trump es incuestionable (en Iowa sacó el 97% de los votos), el Partido Demócrata aparece atomizado y sin liderazgo.
También el martes se conocieron los resultados de la última encuesta electoral de Gallup. Según la misma, el 49% de los votantes norteamericanos aprueba la gestión de Donald Trump. Es el índice más alto desde que asumió la presidencia en enero de 2017 e incluye tanto a un 94% de republicanos como a un 42% de electores autodefinidos como independientes. Sin embargo, el porcentaje de sostén entre los demócratas bajó a un inédito 7%. La diferencia de 87 puntos entre los partidarios de uno y otro partido es, según Gallup, la mayor polarización registrada desde que se realizan estas mediciones.
Para todo observador atento de la política mediooriental, en tanto, es evidente que el espacio político perdido por Irán tras el asesinato del comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica, Qasem Suleimaní, el pasado 2 de enero, fue ocupado por Rusia y no por EE.UU. En el mes que pasó desde que Donald Trump ordenara su muerte, la diplomacia de Moscú consiguió reducir la influencia iraní en Siria e Irak y se afianzó como garante del orden postbélico en Medio Oriente. Sin embargo, en Estados Unidos el presidente logró imponer la sensación de que el magnicidio sirvió para evitar futuros atentados.
Asimismo, dos semanas después de que China y EE.UU. firmaran el llamado Acuerdo de Fase 1 para resolver su entredicho comercial, este lunes pasado el Departamento de Comercio sacó una resolución que permite imponer tasas aduaneras suplementarias a los productos de países que hayan devaluado artificialmente sus monedas en relación al dólar, para mejorar sus chances ante los productos norteamericanos. Si bien los medios predominantes han puesto el acento en el mayor volumen de bienes y servicios que la República Popular se ha comprometido a comprar a Estados Unidos, el acuerdo se destaca en realidad por la rigurosa protección de la propiedad intelectual de los productos y servicios estadounidenses y por la eliminación de la obligación de transferir tecnología a China. Al mismo tiempo, la potencia asiática se obligó a aumentar sus importaciones de EE.UU. en 200 mil millones de dólares tan sólo entre 2020 y 2021, lo que va a impulsar fuertemente el crecimiento de la economía. Si bien se trata sólo de un acuerdo inicial y todavía quedan muchos sectores de ambas economías sobre los cuales negociar, Donald Trump puede vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo enorme.
En el mismo sentido, una encuesta publicada el lunes 3 muestra que el 61% de los norteamericanos aprueban el modo en que el gobierno federal está manejando el riesgo de extensión de la epidemia de coronavirus. Si bien muchos temen que la misma se expanda a EE.UU., muy pocos sienten temor a un contagio inminente.
Durante su discurso sobre el estado de la Unión, el pasado martes, Trump no se privó de alabar enfáticamente su llamado “plan de paz” para Oriente Medio. El presidente había presentado el proyecto el 28 de enero en la Casa Blanca ante un auditorio compuesto por líderes republicanos e importantes financiadores del partido, como el magnate del juego Sheldon Adelson. Según la propuesta, EE.UU. reconocería la soberanía israelí sobre los asentamientos judíos en Cisjordania, a Jerusalén como capital de Israel y daría a éste la custodia de todo el territorio, especialmente del valle del Jordán. Al mismo tiempo, permitiría la constitución de un Estado palestino en los retazos territoriales que quedarían en Cisjordania y Gaza y la instalación de su sede gubernamental en Jerusalén Oriental.
La propuesta, que no fue consultada con los palestinos, fue informada previamente al primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y a su contendiente, Benny Gantz, quien también la aprobó. Para los observadores se trata de una grosera intromisión en la campaña israelí para la elección parlamentaria de marzo próximo, pero sobre todo un recurso propagandístico para asegurarse el apoyo de las iglesias y congregaciones evangélicas sionistas.
A pesar de sus éxitos políticos, diplomáticos y económicos es dudoso que el presidente obtenga en noviembre la mayoría del voto popular, sobre todo por el rechazo que experimenta en los estados más poblados de las costas Este y Oeste. Igual que en 2016, va a recurrir entonces a conquistar la mayoría del Colegio Electoral. Por ello es que está tan pendiente del voto evangélico, predominante en los estados rurales del Sur, Medio Este y Medio Oeste, y del voto latinoamericano anticastrista y antichavista, determinante en Florida.
Donald Trump dista de ser un líder ideológico. Más bien es una veleta que gira con el viento. Según su visión estratégica, EE.UU. debería retirarse del Medio Oriente ampliado y llegar a una mutuamente provechosa partición de áreas de influencia con Rusia y China. Sin embargo, el secretario de Estado Mike Pompeo, lo ha atenazado eficazmente desde el gobierno, el Alto Mando, la CIA y el sionismo evangélico y el presidente se ha plegado a la política de los sectores ultrarreaccionarios. Gracias a ellos piensa ganar la elección. Después dependerá de la correlación de fuerzas. No hay dudas de que Donald Trump será reelecto, pero nadie sabe qué política llevará adelante en su segundo mandato.