miércoles, 20 de junio de 2012

Revolución cívica y revolución popular




Buenos Aires está en efervescencia y es un lujo sumergirse en ella. El pasado miércoles 13 estuve en la presentación del libro de Dante A. Palma El adversario: periodistas y política en la era kirchnerista (v. fotos en esta entrada), el sábado en la asamblea de Carta Abierta y en la jornada de discusión sobre la Ley de Educación Superior que organizó el Frente Grande, ambas en la Biblioteca Nacional. Ayer, martes 19, finalmente, participé en el lanzamiento del Movimiento por una Nueva Constitución Emancipatoria en el teatro Margarita Xirgu. 

Viej@s y jóvenes militantes olfatean el paso de la Historia y tratan de montarse en ella. Una pasión febril se ha apoderado de l@s activistas. Las utopías de justicia e igualdad caminan nuevamente por las calles, bulliciosas y de espíritu inquieto.

Sin que nadie lo ordene, de a poco se van definiendo proyectos de largo plazo. Aunque no lo habíamos conversado antes, me llamaron mucho la atención las argumentaciones de Ricardo Forster y Hernán Brienza durante la presentación del libro de Palma. Parecía que hubieran leído la introducción a mi última entrada en este blog sobre la revolución cívica y la revolución popular. Sin embargo, sé (y me lo confirmaron) que no lo habían hecho. Fue una feliz coincidencia, pero no casual.

La misma consonancia noté el sábado pasado en la mayoría de las manifestaciones sobre la situación de las universidades argentinas y las prioridades que debería tener la futura Ley de Educación Superior: si queremos tener una universidad democrática y popular, ésta debe adecuarse a las necesidades del desarrollo económico, político, social y cultural. Autonomía no puede ser sinónimo de violación sistemática de las leyes de la Nación. 




Durante la asamblea de Carta Abierta Jaime Sorín obtuvo un aplauso masivo, cuando destacó que el plan de construcción de 100.000 viviendas puesto en marcha por la Presidenta Cristina es más importante porque realiza un derecho social que por la enorme activación de la economía que tendrá como consecuencia.

Al lanzar el Movimiento por una Nueva Constitución Emancipatoria, Hugo Yasky (CTA) lo ubicó en la línea de la Asamblea de 1813 y de la Constitución de 1949. No hace falta señalar que Hugo no procede del Peronismo. Entonces, ¿por qué tanta consonancia manifiesta en escenarios diversos y por compañer@s de procedencias tan variadas? Podría argumentarse que todos los mencionados se alinean en el "centroizquierda", pero esto sería una tautología, ya que lo que define al "centro" es su equidistancia de ambos extremos y en Argentina hace mucho tiempo que no sabemos cuáles son las posiciones de la izquierda. En cambio están claras las posiciones y el proyecto nacional de la derecha: neocolonial, neoliberal, racista, xenófobo y partidario de una "democracia de elites". El PRO es su mejor representante político, el diario La Nación, su "tribuna de doctrina".

Tampoco se trata de construir antagonismos contra "los de arriba" para unir fuerzas sociales disímiles y contradictorias, como sugieren las tesis de Ernesto Laclau sobre el mal llamado "populismo" y que algunos periodistas usan para negar entidad al movimiento popular que empuja al kirchnerismo. No es el antagonismo lo que define el proyecto nacional que está tomando cada día más nítidos contornos, sino sus contenidos morales y simbólicos: la recuperación de las banderas democráticas y sociales de las tradiciones patrióticas y populares y su combinación con ideales de emancipación individual y social nunca antes realizados. El antagonismo resulta lógicamente de la resistencia de los privilegiados.

Dos tradiciones se están entrelazando en la conformación de un nuevo movimiento emancipador en Argentina: el plebeyismo patriótico, democrático y social gestado desde las primeras rebeliones mestizas durante la Colonia española y el liberalismo político, siempre opacado por su contracara demoníaca: el liberalismo económico cipayo y antisocial.

Éste no es un fenómeno puramente argentino. Todo el subcontinente sudamericano está viviendo una doble revolución, cívica y popular, que está transformando nuestras sociedades y culturas, mientras cambia nuestra ubicación en el mundo. La revolución cívica es el proceso de realización de los derechos y las libertades de individuos y grupos, para aumentar su autonomía. En Europa y los Estados Unidos esta revolución fue realizada entre los siglos XVIII y XX. En América Latina fue interrumpida por las oligarquías y los imperialismos cada vez que se puso en marcha. Hoy, cuando nuestros países han desarrollado clases medias complejas y sofisticadas que en la coyuntura de la lucha contra el neoliberalismo se coaligan con los movimientos populares, se hace posible por primera vez profundizar el consenso democrático con reformas emancipatorias. Pero no podemos perder de vista su carácter contradictorio: al ampliar los derechos y las libertades, esta revolución posibilita el individualismo. Muchos miembros de las clases medias pueden sentirse tentados a desprenderse de sus incómodos aliados populares en la creencia ingenua de gobernar sin ellos, pero sin recaer en las manos de las oligarquías. Perú y Paraguay se encuentran hoy al borde de la ruptura de las grandes alianzas que llevaron a los reformismos al gobierno. También pueden tender a frenar las reivindicaciones populares para no "asustar" a las elites reaccionarias, a las Fuerzas Armadas, las iglesias y la Justicia corrupta. Algo de esto le pasa actualmente al PT brasileño que, de tanto pacificar y desmovilizar a sus bases, se encuentra que los movimientos sociales se dan contra su gobierno. 

Impulsar la revolución popular, por su parte, quiere decir restablecer el sentido de comunidad organizada y autogobernada. "Nadie puede liberarse en una Nación que no se emancipa", decía el Gral. Perón. Para la revolución popular, patriótica y democrática, la comunidad del trabajo y la producción es un valor y la Patria, su símbolo. Ella se conjuga con las tradiciones democráticas y sociales de los movimientos obreros y campesinos, indígenas y estudiantiles. Pero el pueblo no se reúne de la nada; tiene historias y tradiciones, buenas y menos buenas. Los movimientos obreros arrastran también rémoras corporativas y están muchas veces dirigidos por burocracias que anteponen sus intereses y alianzas a las de los procesos revolucionarios. Los movimientos sociales surgidos en la época del neoliberalismo están muchas veces tan habituados a autogobernarse que resienten de toda conducción de conjunto, como puede verse en Ecuador y Bolivia. Las revoluciones populares también pueden estancarse o desbordarse, perder el rumbo y atomizarse.

No hay recetas, ni fines, ni metas a priori. No sabemos adónde vamos ni por dónde debemos ir. No tenemos vanguardias esclarecidas ni líderes mesiánicos. Por fortuna, tod@s l@s conductor@s actuales de las revoluciones sudamericanas son pragmátic@s y flexibles y han aprendido a reconocer sus errores. El desafío es acompañarl@s con equipos de cuadros y militantes bien formad@s, pero con sensibilidad popular y emancipatoria, crític@s, pero no iluminad@s, pragmátic@s, pero no oportunistas, y, sobre todo, solidari@s y con sentido de justicia. Sólo así será posible mantener la combinación de ambas revoluciones y evitar las cuñas que la derecha reaccionaria constantemente quiere colocar.

Nuestros movimientos son caóticos y contradictorios. Nadie puede arrogarse en ellos el rol de juez, para definir sus  límites. Sólo la solidaridad hacia adentro y la capacidad de sacrificio hacia afuera pueden ser la vara para medir los méritos de cada un@.























domingo, 10 de junio de 2012

La verdad tiene tranco largo


La verdad tiene tranco largo

Nuestro subcontinente sudamericano está viviendo una doble revolución, cívica y democrática, que está transformando nuestras sociedades y culturas, mientras cambia nuestra ubicación en el mundo. Al hablar de revolución cívica me refiero a un proceso en el que se reconocen y amplían los derechos y las libertades individuales y grupales, no sólo para defender mejor al individuo ante el Estado y las grandes corporaciones, sino también para expandir sus esferas de actuación. Es la revolución burguesa que nuestros países nunca profundizaron y que en Paraguay abortamos hace 140 años. Esta revolución implica necesariamente desarrollar el capitalismo con sus alcances y lacras. Desarrollar la revolución democrática, por su parte, quiere decir agrupar a los individuos en pueblos que se autogobiernen en todas las esferas de la vida. Es la única forma de compensar y controlar las barbaridades inherentes al capitalismo y mantener viva la perspectiva de un mundo más humano, aunque a veces implique limitaciones para algunos individuos y grupos y no garantice necesariamente la adecuada convivencia con el entorno natural.
La complejidad e incertidumbre de este doble proceso me hace acordar a El mar de las historias que se bifurcan, el maravilloso cuento de Salman Rushdie. Lo bueno y lo malo conviven en cada historia. Solamente la combinación de ambos polos hace una historia completa.
Visto desde una perspectiva histórica, puede afirmarse que estamos retomando los caminos truncados por los terrorismos de Estado en las décadas de 1960 y 1970. En ellos se despliegan muchas contradicciones de las que ya no tenemos memoria y que entonces fueron suprimidas por la barbarie imperial. Pero, como vivimos en el mundo de 2012, estos viejos conflictos se entrelazan con los actuales.
El proceso no sólo es contradictorio sino abarcador. Estas revoluciones están transformando la política, las relaciones internacionales y la economía, pero también el mundo de la vida cotidiana. “Es la hora de los hornos y ningún pan puede quedar en el horno”, dijo José Martí. Aunque por primera vez en nuestra Historia estas revoluciones no están propulsadas por la violencia política, la violencia recorre todos los reacomodamientos de las relaciones interpersonales, sociales, culturales, económicas y políticas. Por eso el período es tan terriblemente caótico. Somos parte de revoluciones que nos abarcan y nos incluyen, se meten en nuestras casas y en las maneras de trato con nuestros semejantes. Nos arrastran, sin que estemos suficientemente preparados para vivir en ellas y no tenemos certezas sobre sus derroteros.
No solamente que la resistencia del imperio y las oligarquías viejas y nuevas es constante y permanente. También actúa por las líneas interiores de los procesos populares y emancipatorios. Como las rupturas con el viejo sistema nunca son totales y, al menos en los países del MERCOSUR, hemos incorporado a los procesos revolucionarios gran parte de los viejos sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, también hemos tomado la mayoría de sus hábitos y conductas. El espíritu competitivo y el arribismo, el oportunismo y la corrupción caracterizan nuestras revoluciones sólo un poco menos que el patriotismo, la solidaridad, la búsqueda de justicia, el sentimiento democrático y la libertad de conciencia. Por ello no son raras las operaciones encubiertas, las campañas de difamación y calumnias, las intrigas y las conspiraciones. Debe entendérselas como un lastre necesario de la emancipación y la democracia, aunque para nada aceptables.
Cuando presenté este blog la semana pasada anuncié que en él publicaría contenidos políticos y académicos. Uno de los grandes temas latinoamericanos del momento es la clarificación de los frentes: ¿quién está realmente del lado de las revoluciones ciudadanas y populares que están viviendo nuestros países y quiénes sólo se aprovechan de ellas para medrar y, en el momento oportuno, saltar la cerca y aliarse con las oligarquías viejas y nuevas? No se trata de hacer campañas “puristas”, señalando a los “falsos patriotas”. Esto sería hacerle el juego a la reacción que pretende dividir las grandes coaliciones sociales que están hoy impulsando las transformaciones cívicas y democráticas. No obstante sí se trata de trabajar permanentemente sobre la política de Memoria, Verdad y Justicia restableciendo la vigencia de los hechos duros y la memoria de las utopías compartidas y desenmascarando las campañas confusionistas que engañan a desprevenidos y sirven a otros que no lo son tanto.
Desde 2009 vengo sufriendo arteras campañas de calumnias y difamaciones que intentan ensuciar mi nombre y convertirme en un paria social, sin trabajo ni amigos. Sin embargo, no lo han conseguido ni lo conseguirán. Tengo fuerza de resistencia y no tengo odio, aunque sí bronca. Tengo el amor fabuloso de mi esposa, compañera e inspiradora Alcira. Tengo amigos viejos que son de fierro y otros nuevos que han llegado en la crisis por sentimiento de justicia. Tengo el apoyo silencioso de mujeres y hombres de valía en el mundo académico y en la militancia nacional y popular. Por eso puedo resistir y seguir andando contra el golpe artero, la intriga, la ofensa y la mentira.

I.       El pretexto de las difamaciones

Desde hace casi tres años se agita contra mí una campaña anónima que intenta reescribir la Historia y convertirme en cómplice de la última dictadura. A pesar de que la Justicia Federal ha confirmado mi inocencia y de que la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el CELS han aceptado mis presentaciones[1], periódicamente circulan por Internet mails anónimos o con identidades apócrifas que quieren ensuciar mi nombre, dejarme sin trabajo y sin existencia pública. Existen fundadas sospechas e indicios sobre el origen, las motivaciones y las y los actores de esa campaña, pero, como la reforma de la legislación argentina sobre difamación y calumnias en 2009 impide accionar judicialmente en la materia[2], sólo resta argumentar, explicar y hacerse presente en todos los espacios públicos para desenmascarar la infamia.
Voy a contar de qué se trata y, si alguien quiere honestamente más aclaraciones, estoy a su disposición por este medio. Todas mis afirmaciones están documentadas.
La campaña pública contra mí comenzó a fin de 2009 y continúa. Toma como pretexto inicial mi desempeño como redactor de la Sección Internacional del diario Convicción entre 1978 y 1980 y como colaborador de la misma desde Alemania entre 1980 y 1982. Su fuente de información son listas de redactores y colaboradores del diario que fueron primero publicadas sin adjetivación alguna por Claudio Uriarte en su capítulo “Recuerdo de redacción: invierno en Convicción”, que integra el libro de E. Blaustein y M. Zubieta Decíamos ayer: la prensa argentina bajo el Proceso (Buenos Aires: Colihue, 1999). Poco después de la muerte de éste, en 2007, la lista apareció nuevamente en Internet, pero con el epíteto de “Colaboracionistas de la dictadura en el diario ‘Convicción’”. Con una sola palabra se convirtió a cientos de periodistas en cómplices del terrorismo de Estado.
En los últimos años varios de esos periodistas ya dieron adecuadas explicaciones en distintos medios de difusión y en libros.
Claudio Uriarte, quien se inició en el periodismo a los dieciocho años como compañero mío en la sección de Información Internacional donde trabajó entre 1978 y 1980, describió la sección y el diario en el capítulo mencionado (pp. 314-318) del modo siguiente:
“Convicción era como los demás diarios: con la misma variedad ideologica en la composición de su redacción y la misma inconsistencia editorial y de línea política.”
“El director era Hugo Ezequiel Lezama (…) [y] así se consiguió una redacción que se repartía entre a) liberales (…), b) una porción nada desdeñable de izquierdistas de distinto pelaje (…), c) una importante facción peronista y d) algunos radicales. (…) La redacción era así un muestrario bastante representativo de las tendencias de la época, y la mayoría de sus integrantes eran periodistas profesionales de reconocida trayectoria.”
“Cuando entré a Convicción, a Política internacional para ser más precisos, la sección estaba dirigida (en orden de autoridad decreciente) por un liberal (Mariano Montemayor, ya fallecido), por un nacionalista de derecha extremadamente culto y astuto (Edgardo Arrivillaga) y por un marxista (Alejandro Horowicz). (…) de lo que puedo dar fe es que Convicción no era un pasquín de servicios de informaciones.”
“Algunos de los que trabajaron en Convicción han preferido deletear el dato de sus currículums, (…). No entiendo (…) qué vergüenza pueden tener de haberse ganado la vida, en tiempos muy duros, escribiendo notas a veces muy buenas, y al mismo tiempo sin comprometerse nunca en posiciones políticas o sociales aberrantes.”
Más recientemente Daniel Muchnik, quien estuvo a cargo de la sección Economía de Convicción, reseñó en la edición del diario Perfil del 12 de noviembre de 2010 que:
“(…) En Convicción nos congregamos, en diferentes años y entre tantos, Pascual Albanese, Julio ardiles Gray, Hugo Beccacece, Vicente Muleiro, Sibila Camps, Mauro Viale, Fernando Niembro, Jorge Dorio, Giselle Casares, Vilma Colina, [Ricardo] Fermín Chávez, Osiris Chiérico, Oscar Delgado, Luis Domeniani, Carlos [‘Charly’] Fernández, Pedro Larralde, Enrique Macaya Márquez, Jorge Manzur, Juan Carlos Montero, Marcelo Moreno, Martín Olivera, J.C. Pérez Loizeau, Luis Lanús, Ernesto Schóo, Any Ventura, Alejandro Horowicz, Nelson Marinelli, Alberto Guilis, Edgardo Arrivillaga, León Epstein, Tito Livio La Rocca, H.H. Rodríguez Souza, Ángel Faretta, el que esta nota suscribe, etc., etc. Y firmaron colaboraciones Mario Rapoport, Luis Alberto Romero, María Moreno y Germán García entre muchos otros.”
“Cada uno de nosotros asumía su propia ideología. Había ideologías de todos los colores y posiciones [y] puede decirse sin temor al equívoco que los de ‘derecha’ eran minoría frente a los de ‘centroizquierda’ o ‘izquierda bien izquierda’. (…) Desde mi interés periodístico mis notas de análisis y cuestionamiento a la política de apertura de la economía, protección de la importación y destrucción de la industria nacional y a las facilidades otorgadas al sistema financiero con su correspondiente quiebra de instituciones bancarias en cadena, nada había cambiado entre lo que yo venía firmando en Clarín y aquello de lo que luego me hice cargo en Convicción con nombre y apellido. No padecí límites ni censuras, ni presiones, y nadie desde la conducción me sugirió títulos o temas determinados. (…) Como bien advierte Marcelo Borrelli en su libro El diario de Massera, no había en la Redacción signos evidentes de una ligazón del matutino con los marinos. No había en los pasillos personal naval en uniforme realizando tareas de control.” (…)
Por su parte, hace un año y medio, en un “contraeditorial” del diario El Argentino del 7 de diciembre de 2010, bajo el título “Convicción contado por uno de sus trabajadores”, Alejandro Horowicz, también compañero y jefe mío en la sección de Información Internacional, coincidió con Muchnik y ofreció “in memoriam Claudio Uriarte” una reseña similar de esa redacción y del diario:
“Sin embargo, no es ése el recuerdo instalado. ¿El motivo? Simple, al sobreimprimir la salvaje represión de la Marina (la ESMA) con el diario, una cosa se volvió la otra. En la simplificación liberal una sociedad aterrada soportó una dictadura militar y las FF.AA. pasaron a ser las únicas culpables; se omitía un pequeño detalle: sólo fueron el instrumento con que la dictadura burguesa terrorista ejecutó su terrible programa. Y los trabajadores de Convicción, al igual que los trabajadores de los demás medios, deben ser considerados por lo que publicaron con su firma. Todo lo demás, al igual que hoy, pasa por la responsabilidad editorial.”
Coincido con la caracterización de Horowicz. Toda la sociedad argentina fue campo de batalla. Había colaboracionistas en el quiosco de la esquina y resistentes en las redacciones y vice versa. Como ejemplo recuerdo un artículo mío de mediados de 1978 que acababa abogando por un orden mundial con vigencia de los derechos humanos (¡!). También hay que citar que Horowicz perdió su trabajo como Secretario de Redacción de la Sección Internacional a mediados de 1980 después de publicar una contratapa titulada “León Trotzky, fundador del Ejército Rojo”.
Claro que las transgresiones no eran gratuitas. Cuando a principios de 1979 me entusiasmé informando sobre las huelgas metalúrgicas en el ABC paulista (Brasil era mi especialidad) y el retorno de Leonel Brizola del exilio, Mariano Montemayor me llamó y me dijo que tuviera cuidado, que los servicios están interrelacionados y que no le gustaría verme “acabar en un zanjón”. Cuando se lo conté al Padre Jacinto Luzzi S.J., del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de la Compañía de Jesús, donde yo participaba regularmente en reuniones de la oposición sindical que luego formaría el “Grupo de los 25” que organizó la primera huelga general contra la dictadura el 25 de abril de 1979, se quedó pálido y no dijo nada. A los tres meses, en una conversación casual, me impulsó a presentarme a una selección de becarios para Alemania que organizaría la Fundación Konrad Adenauer. Así obtuve la beca que me llevó en 1980 con mi familia a Alemania.
Todavía poco antes de partir Edgardo Arrivillaga me preguntó si, al irme yo a Alemania, dejaba familia en Argentina. Extrañado, le respondí que sí, que quedaban mis padres y mi hermana con su familia, a lo que me respondió “¡ah, viejito! ¿Entonces vas a seguir colaborando con el diario, no?” Ante tan sutil insinuación lo hice. Colaboré con el diario hasta la Guerra de las Malvinas. Cuando ésta acabó, juzgué que ya no había riesgo y dejé de mandar colaboraciones. Todos los artículos de opinión que publiqué llevan mi firma, no fueron manipulados y expresan mi pensamiento. Quien quiera verlos, puede hacerlo en la Biblioteca Nacional o en la Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso.
Aclaro para los malintencionados: mi beca ascendía en los tres primeros años a los 1.100 marcos alemanes y yo pagaba 600 de alquiler. No era tan lujosa, como figura en algunos de los ataques contra mí de los últimos años. Pero, además, el pago por las colaboraciones lo percibía mi padre que me lo hacía llegar cuando podía, así que en los primeros años de mi estadía en Alemania trabajé de lo que encontraba para sostener a mi familia: como lavaplatos en un restaurante, como jardinero, haciendo mudanzas, etc. Recién a partir de 1982 comencé a dar clases de español en la Universidad de Heidelberg y en institutos privados, actividad que mantuve en paralelo hasta mi regreso al país en 2004.
Por otra parte, a partir de marzo de1981, con el advenimiento del gobierno Viola y el comienzo de las devaluaciones, las colaboraciones perdieron completamente valor, de modo que seguí escribiendo gratis, sólo para proteger a mi familia en Argentina.

II.    Mi actividad en Alemania y mi retorno a Argentina

Junto con mis estudios de posgrado en Maestría y Doctorado en Ciencia Política en Alemania seguí militando políticamente con pocas interrupciones, Durante los primeros años 80 participé en las reuniones de las agrupaciones peronistas en Europa, en una gran reunión de exiliados en París en 1981 (donde denuncié públicamente al colaboracionista Enrique “Quique” Padilla en presencia del ex-senador Hipólito Solari Yrigoyen) y mantuve luego regularmente el contacto con algunos compañeros, como Carlos Flaskamp, entonces exiliado en Colonia, o Emilio García Méndez, quien hizo su doctorado en Saarbücken. Ya en los años 90 milité durante diez años (1989-99) en el Partido Verde alemán[3] y a partir de 1993 participé regularmente en las reuniones de los grupos argentinos en Alemania. Todos los argentinos con quienes trabajé entonces supieron que yo había colaborado con Convicción. Nunca lo oculté y siempre figuró en mi CV. No es un honor, pero tampoco una mácula.
Pude regresar al país en 2004 gracias a que mi enamorada Alcira me ayudó a encontrar a Hugo Chumbita, a quien yo había conocido años atrás en París y con quien había colaborado a la distancia, cuando él editaba en Barcelona una buena revista de exiliados. Así conseguí un nombramiento como profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) que me permitió obtener un subsidio de la Oficina Federal alemana del Trabajo para mi retorno a Argentina que incluyó pago del viaje, del transporte de mis enseres y muebles, subsidio compensatorio del sueldo por un año y medio y seguro de salud. Vinculada con esta ayuda estaba la posibilidad de que mi Universidad obtuviera del World University Service (WUS) un subsidio para equipamiento por hasta 10.000 euros con la sola obligación de garantizar mi contratación por dos años. Aclaro que la UNLaM no daba contratos, sino que renovaba los nombramientos cada cuatro meses (¡!). Sobre este subsidio conversé a principios de 2005 con las autoridades del Departamento de Derecho y Ciencia Política donde trabajaba, el decano Alejandro Finocchiaro y la Secretaria Académica Andrea Peroceschi. Al poco tiempo me respondieron que no había interés ni posibilidad de que la Universidad garantizara mi contrato hasta mediados de 2007.
Aclaro este punto, porque en algunas de las difamaciones anónimas contra mí se lee que la UNLaM me habría echado, porque intenté chantajearla con este subsidio. La acusación es llamativa, porque supuestamente quienes me atacan se identifican como de izquierda, pero Finocchiaro pertenece a los cuadros de conducción del PRO, se proclama amigo de Mauricio Macri, llevó a trabajar a La Matanza a Rodolfo Barra y a Ciro James y quedó tan envuelto en el escándalo por las escuchas telefónicas en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que debió renunciar al decanato en 2011. Muy pocas personas sabían de la oferta que hice a la Universidad, de modo que la información debió venir de ese círculo. ¿Qué cuadros de la derecha están detrás de los ataques contra mí? ¿Quienes me atacan son izquierdistas despistados o provocadores infiltrados que quieren crear un clima de zozobra para asaltar posiciones en el gobierno popular usando estas campañas como pretexto? ¿Por qué nunca dan la cara, no presentan denuncias ante la Justicia ni muestran pruebas de sus afirmaciones?
De hecho seguí trabajando en La Matanza hasta que a fines de 2006 acabó el proyecto de investigación sobre “Condiciones de la participación política de comunidades de origen inmigrante: el caso de los bolivianos en el Partido de La Matanza” que dirigía (ver conclusiones en mi libro de reciente aparición: Migraciones internacionales y ciudadanía democrática, Saarbrücken: EAE, 2012). En ese momento dejaron de designarme y me quedé sin trabajo. Aclaro que la UNLaM nunca pagó antigüedad y que, al momento de dejar de trabajar allí, ganaba poco más de 2.000 pesos mensuales.
Mientras estaba sin empleo, participé en 2008 en la fundación de “Carta Abierta”, donde fundé y organicé la Comisión de Derechos Humanos que coordiné hasta principios de 2009.

III.  Mi paso por la Universidad Nacional de Río Negro

Después de pasar dos años dando cursos de posgrado en numerosas universidades nacionales, en enero de 2009 gané una convocatoria interna para trabajar en el Instituto de Investigaciones en Políticas Públicas y Gobierno de la recién fundada Universidad Nacional de Río Negro. Mi esposa Alcira fue invitada por el Rector Juan C. Del Bello a fundar un instituto de investigaciones de su interés. Así nació el Instituto de Investigaciones en Filosofía Práctica y Pensamiento de Asia, África y América Latina. Ella solicitó licencia en la UBA y ambos nos mudamos a Viedma.
En ese momento dejé la coordinación de la Comisión de Derechos Humanos de “Carta Abierta”. Quiero aclararlo, porque otra infamia que circula es que me habrían echado de este colectivo de centroizquierda. Nada más lejos de la verdad, como pueden atestiguarlo mi amigo Horacio González u otros miembros fundadores como Aurelio Narvaja o Ricardo Forster. Simplemente dejé de participar regularmente por razones de distancia, pero, cuando estoy en Buenos Aires y coincido con una asamblea, participo, como lo hice en el brindis de fin del año pasado. Hay suficientes testimonios y fotos que lo demuestran.
No cabe aquí indagar las causas, pero desde el inicio de nuestro trabajo en la UNRN fuimos aislados de la comunidad local, mi esposa jamás tuvo lugar de trabajo y mis investigaciones en el marco del proyecto “Condiciones y consecuencias políticas e institucionales de la participación ciudadana de las comunidades de origen inmigrante en la Provincia de Río Negro desde una aproximación intercultural a los derechos humanos” tuvieron escaso financiamiento y fueron muy mal miradas, en la medida en que acompañaba los proyectos para la organización de los quinteros bolivianos que viven superexplotados por la elite local en el Valle Inferior del Río Negro. En ese contexto fui convocado por el INTA de la Patagonia Norte para evaluar proyectos de asesoría a la horticultura regional que llevarían adelante sus técnicos.
Las trabas y los conflictos fueron escalando hasta que el 8 de diciembre de 2009, cuando mi esposa estaba volviendo del quirófano donde se le había trasplantado la cadera (estábamos en Buenos Aires) y recién despertándose de la anestesia, me llamó por teléfono para entrevistarme Alicia Miller, Jefa de Redacción del diario Río Negro. A pesar de que le manifesté la situación en que nos encontrábamos, insistió en entrevistarme sobre mi trabajo en Convicción, hasta que accedí. Obviamente no eligió el momento por causalidad. Como en Viedma es usual que los poderes locales accedan a las historias clínicas de quien quieran espiar y mi esposa se había hecho allí los estudios prequirúrgicos, ella conocía la fecha de la operación y sabía que me encontraría desconcentrado y con los pensamientos en otra cosa.
A partir de la publicación (tergiversada) de la entrevista tres días después se generó un escándalo (preparado por los conspiradores) en la sede local de la Universidad. Todavía en vísperas de Nochebuena en una reunión con el Rector éste me manifestó que el error era mío, por haber dado la entrevista y por haber puesto la verdad en mi CV, al mencionar mi paso por Convicción (¡!). Por otra parte, él no creía que mis atacantes se animaran a pedir el juicio académico contra mí y que, si lo hacían, podía quedarme tranquilo, porque el reglamento de juicio académico de la UNRN era tan garantista como el de la Universidad Nacional de Córdoba (efectivamente muy bien hecho).
Cuál no sería mi y su sorpresa, cuando el 11 de enero de 2010 se publicó en el Río Negro la noticia de que un grupo de docentes y funcionarios no docentes solicitarían el juicio académico contra mí. Recién días después de habérselo informado al Rector en sus vacaciones, me mandó por mail el reglamento en cuestión que había sido adoptado en octubre del mismo año (casi hecho a medida). Se trata de un documento de antología que obra en mi poder, porque viola todas las normas internacionales y nacionales de defensa en juicio:
·       Una de las causales posibles para solicitar un juicio académico contra un profesor pueden ser “conductas de algún modo vinculadas con violaciones de los derechos humanos”. O sea, el pizzero que llevaba las pizzas a las comisarías.
·       El juicio puede ser solicitado por cualquier miembro de la comunidad universitaria.
·       El juicio se realiza en instancia única, sin derecho a apelación.
·       El tribunal se reserva el derecho a  aceptar las pruebas presentadas por el acusado.
·       No existe posibilidad de asistencia letrada.
Como mi contrato vencía el 31 de enero y el Rector no quería tener escándalos, concertamos mi separación de la Universidad. Puede preguntarse, por qué no presenté un amparo ante la Justicia Federal local. Mi esposa y yo consideramos esta posibilidad, pero ante la colusión de las elites locales, las flagrantes violaciones a los derechos procesales que se dan en esa jurisdicción (conocemos el caso cercano y reciente de un fiscal federal a quien se sometió a un sumario viciado de nulidad y, sin embargo, debió pedir el traslado) y la falta de un abogado penalista local de confianza que me defendiera, decidimos regresar a Buenos Aires. En esas condiciones el pedido de juicio académico –que nunca había sido presentado al Rectorado- quedó sin objeto y nunca se sustanció. Lo digo para responder a otra maledicencia: NUNCA FUI SOMETIDO A JUICIO ACADÉMICO.
Cuando volvimos a Buenos Aires, llegaron mails anónimos a nuestras amistades, colegas y relaciones políticas y nuestro teléfono estuvo intervenido entre marzo y abril de 2010, hasta que con ayuda de organismos oficiales se liberó nuevamente.

IV.             Mi desempeño en la UNILA y mi defensa pública

En mayo de 2010 gané el concurso para profesor regular adjunto de Ciencia Política en la recién fundada Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) en Foz do Iguaçu, Brasil, donde sigo trabajando. Comencé a desempeñarme en septiembre de ese año y a viajar regularmente entre Buenos Aires e Iguazú, ya que mi esposa –reintegrada a la UBA e investigadora principal del CONICET con lugar de trabajo en Buenos Aires- no puede trasladarse.
En diciembre del mismo año se realizó en Foz la Cumbre de Presidentes del MERCOSUR y en ese marco se reunió el Foro de la Sociedad Civil. Como hace diez años que investigo y publico sobre el acceso de las comunidades de origen inmigrante a los derechos políticos, se me ofreció y acepté la coordinación de la mesa sobre “Migraciones y derechos humanos” que debía reunirse dentro de ese Foro. Cuál no sería mi sorpresa, cuando, al reunirse la mesa, se me informó que la misma estaba estructurada desde tiempo atrás, con grupos de trabajo y coordinadores. De todos modos se me dio la posibilidad de coordinar un bloque de las discusiones, pero, al comenzar, un grupo argentino (más tarde identificado) comenzó a increparme por mi supuesto colaboracionismo con la dictadura. Como la gritería aumentaba y no tuve ninguna posibilidad de defenderme, me retiré del Foro.
En los meses siguientes arreciaron los llamados y los mails sobre el Rectorado de la Universidad reclamando mi separación. Finalmente, en abril de 2011, una alumna puso en circulación dentro de la Universidad un mensaje electrónico con un texto bajado del periódico virtual Rebelión, en el cual se acumulaban todos los infundios sobre mí. Ante este ataque, de común acuerdo con el Sr. Rector de la Universidad, tomé una licencia en Buenos Aires, me presenté a la Justicia Federal, que inmediatamente certificó que no existe imputación alguna contra mí (certificado del Juez Federal Sergio Torres, del TOF 12, a cargo de la causa ESMA) y regresé a la Universidad, reintegrándome a mis tareas. En los meses siguientes me presenté a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) solicitando información sobre si existe algún tipo de investigación sobre mí vinculada con eventuales complicidades con violaciones de los derechos humanos durante la dictadura, pero ni uno ni otro dieron cuenta de la existencia de investigaciones al respecto. Reunidos estos antecedentes, finalmente, en enero de 2012 fui entrevistado por un periodista de la sección “Lesa Humanidad” del semanario Miradas al Sur en la que por primera vez pude dar a conocer públicamente la verdad de los acontecimientos.
Habiéndome presentado a la Justicia Federal, no existiendo investigación alguna contra mí por violaciones de los derechos humanos y después de que yo hice públicas tanto mi historia como los pasos emprendidos para limpiar mi nombre y honor, sin que nadie me contradijera, no existe justificación alguna para continuar los ataques en mi contra. Sin embargo, todavía aparecen en Argentina y en Brasil algunos anónimos que insisten en la mentira.
No sé qué los mueve ni por qué tienen tal afán por ensuciarme. Yo tengo la conciencia tranquila, todo lo que he afirmado en las líneas precedentes está debidamente documentado y a disposición de quien quiera saber la verdad. Tanto las autoridades de mi Universidad como las autoridades ejecutivas y judiciales pertinentes de Argentina están debidamente informadas. A mis atacantes les toca ahora explicar sus motivaciones, salir del anonimato, mostrar pruebas, si las tienen, o callarse.

V.   Operaciones distorsivas

Esta oscura trama de ataques con argumentos de izquierda e informaciones de la derecha (como demuestra el ejemplo de La Matanza) es parte de las maniobras distorsivas que se realizan actualmente para ganar posiciones aprovechando la fluidez de los movimientos sociales en curso, la flexibilidad de las alianzas y la persistencia de figuras, organizaciones e instituciones conservadoras, aun dentro de los procesos emancipatorios. En Argentina operan grupos provocadores que gritan contra mí para asaltar posiciones oficiales y amedrentar a los compañeros. En Brasil, por su parte, quienes se oponen al proyecto latinoamericanista de la UNILA agitan contra mí para golpear por elevación contra el Rector H. Trindade y la propia Presidenta de la República que respalda activamente el proyecto. Lo nuevo está naciendo, pero lo viejo todavía no ha muerto. En este espacio intermedio se dan estas batallas mediáticas que la extrema liberalidad de legislación argentina sobre calumnias y difamación hace posibles.
Yo sigo adelante, amando a mi queridísima Alcira, a mi hija y nietos, investigando, publicando y desempeñando normalmente mi vida académica. Como decía mi viejo maestro:
“Quienes quieran oír, que oigan;         
quienes quieran seguir, que sigan; 
alta es mi empresa y clara, mi divisa;         
mi causa es la causa del pueblo,    
mi guía, la bandera de la Patria”    
(Juan D. Perón).



[1]              Todas las afirmaciones factuales de este texto están documentadas y a disposición de quien quiera verlas.
[2]              Sobre el Derecho a Réplica –especialmente en Internet- publicaré un pequeño ensayo próximamente.
[3]              Me separé en protesta por su complicidad en la guerra contra Yugoslavia.