domingo, 26 de octubre de 2014

EE.UU. está preso de sus dilemas en el Levante

Kobani espera a los boinas verdes

Mientras las potencias sunitas del Levante boicotean la guerra contra el Estado Islámico, Assad, Jamenei y el PKK empujan a Washington a comprometerse en el combate.

Kobani espera a los boinas verdes
La guerra contra el Estado Islámico no se resuelve militarmente en Kobani, sino en Mosul, pero el heroísmo de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) y el hecho de que la batalla se libre ante las cámaras de televisión apostadas al otro lado de la frontera turca han hecho de la ciudad kurda un símbolo de la resistencia contra el islamismo. Entre tanto, cada paso que el presidente Barack Obama da para acabar con el flagelo lo enfrenta más con el bloque integrista que pretende reorganizar la región según líneas confesionales. Arabia Saudita, Turquía, Jordania, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), empero, han sido aliados de EE.UU. por décadas, y le cobran muy caro su reciente cooperación con Siria, Irán, los chiítas iraquíes y los kurdos de Siria.
Confirmando que Damasco está aprovisionando a las YPG, el ministro de Información Omran al-Zoubi declaró el jueves 23 que “la ciudad de Ein al-Arab (nombre árabe de Kobani) es tierra siria y sus vecinos son sirios”. Desde 2011, el Partido de la Unión Democrática del Kurdistán sirio (PYD, por sus siglas en kurdo) y su aliado, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán turco (PKK, por sus siglas en kurdo) declararon la neutralidad en la guerra siria, se apoderaron del norte del país y han advertido que, si Turquía invade, los kurdos defenderán Siria. Es lógico entonces que Damasco y no Estanbul sostenga Kobani. Lo ilógico es que EE.UU. los abastezca.
Esta “inconsecuencia” de Wa­shington y sus contactos con los líderes kurdos sobre los que informó el Wall Street Journal han enfurecido a sus aliados regionales que han abandonado la campaña aérea, mientras que el presidente turco Recep T. Erdogan el fin de semana pasado exigió que EE.UU. combata al mismo tiempo al EI y a Assad, si quiere que Turquía se sume a la coalición.
El líder turco apuesta a fragmentar Siria e Irak secundado por Francia y Gran Bretaña que desean recuperar su antigua influencia colonial. Daesh (por el acrónimo árabe del Estado Islámico) no surgió solo. Como demuestra un reciente informe de Reuters sobre la caída de Mosul en junio pasado, fueron oficiales iraquíes ligados al alto mando norteamericano quienes entregaron la segunda ciudad del país y disgregaron a las fuerzas leales. Y sigue teniendo ayuda, cuando no lo atacan seriamente.
La fragmentación de Irak permitió a Massud Barsani (presidente de la región autónoma y del Partido Democrático Kurdo, PDK) ampliar el territorio bajo su influencia y controlar importantes yacimientos petroleros. El actual líder de la región autónoma siempre tuvo el apoyo de la CIA y secundó a Turquía cuando ésta reprimía al PKK. Por eso en Kobani nadie espera a los peshmerga.
Poco a poco la conspiración colonialista pierde pie. El nuevo primer ministro de Irak Haider Al-Abadi, chiíta como su antecesor al Maliki, quiere restaurar la unidad del país combinando el apoyo norteamericano con el iraní que obtuvo generosamente la semana pasada en Teherán.
Si bien Irán rechaza unirse a la coalición contra el EI que lidera Estados Unidos, su líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, recibió personalmente al premier iraquí y le aseguró su apoyo. “Irán –declaró Jamenei– no dudará en ofrecer cualquier tipo de ayuda”, mientras criticaba la ofensiva occidental contra el EI diciendo que “creemos que el caso debe ser resuelto por los propios Estados de la zona”. El guía espiritual iraní insistió asimismo en que hay que restablecer la unidad nacional de los Estados de la región. Si bien Irán abastece y asesora al ejército iraquí y las milicias kurdas, no prevé mandar tropas a Irak, para evitar dar motivos a la agitación demagógica de los islamistas.
La evidencia de que la alianza Siria-Irak-Irán puede contener al Estado Islámico induce una discusión estratégica en la Comunidad de Inteligencia (IC, por sus siglas en inglés) norteamericana. En tanto un ex miembro directivo de la CIA propone la alianza con Damasco para combatir al Estado Islámico, un informe de la misma agencia publicado el miércoles 15 en el New York Times cuestionó la eficacia de armar a grupos rebeldes y aumentó las dudas de la CIA sobre el gasto de millones en milicias rebeldes en Siria.
El alto mando estadounidense sigue eludiendo tomar decisiones que seguramente alienarán a algún aliado regional. Así, el jefe del Comando del Ejército Zona Centro (Centcom), el teniente general Lloyd Austin, anunció el pasado viernes 17 que “lentamente” se está preparando una contraofensiva del ejército iraquí, aunque los comandantes norteamericanos estiman que éste necesitará asesores del ejército estadounidense. Austin señaló Mosul como la batalla decisiva en la guerra contra el EI, pero desconfía de la capacidad de los militares iraquíes y los peshmerga para reconquistar un objetivo tan difícil. Entre tanto prefiere continuar con los bombardeos de desgaste.
Mientras los aliados esperan, el EI atacó el lunes pasado simultáneamente quince objetivos en el Norte de Irak. A pesar de que los bombardeos norteamericanos han disminuido su capacidad para movilizarse en convoyes, el reducido número de blancos bombardeados le permite desplazar tropas hacia los pocos frentes de combate sin grandes problemas.
El gobierno norteamericano querría que sus aliados sunitas hicieran la guerra contra el Estado Islámico, pero éstos prefieren luchar contra Irán y los chiítas. Por su parte, el Pentágono no quiere dejar a iraníes, iraquíes y kurdos el honor de la victoria sobre el EI, pero si lo combate, se malquista con sus aliados de siempre.
Probablemente Obama no adopte decisiones importantes antes de las elecciones del 4 de noviembre próximo, pero si después –como anuncian las encuestas– el republicano John McCain preside la Comisión de Defensa del Senado, el presidente tendrá aún menos espacio de maniobra. Probablemente del empate de poder resulte el envío vergonzante de unos escasos contingentes, mientras los gobiernos de la región hacen lobbies encontrados dentro de EE.UU. y aumentan su parálisis. Kobani no necesita a los peshmerga entrenados por la CIA, sino a las propias “boinas verdes” norteamericanas, para que Washington se comprometa contra el islamismo. Mientras tanto la guerra de desgaste seguirá, inclusive dentro de los países occidentales.

domingo, 19 de octubre de 2014

El US-Army sufre de delirio paranoico

EE.UU. estrena el nuevo diseño de su estrategia bélica mundial

EE.UU. estrena el nuevo diseño  de su estrategia bélica mundial
Tres semanas antes de las elecciones para renovar la mitad del Congreso el próximo 4 de noviembre, el jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, Gral. Raymond Odierno, presentó el pasado martes 14 en la reunión anual de la Asociación del Ejército de Estados Unidos (AUSA, por su sigla en inglés) el nuevo diseño estratégico para el período 2020-2040, con el que el alto mando norteamericano condiciona al futuro Congreso para que revise el plan de reducción de gastos adoptado en 2011. Sin embargo, el documento presentado ante la conferencia de expertos y empresarios de armamentos va mucho más allá y apunta a reorganizar todo el mundo, incluidos los propios Estados Unidos.
El texto fue redactado por el Comando de Entrenamiento y Doctrina del Ejército (Tradoc) en función de la Doctrina Militar 3-0 adoptada en 2011. El Diseño Operativo del Ejército (Army Operating Concept, AOC) se caracteriza por reiterar algunos términos: multiplicidad de objetivos y teatros de operaciones, múltiples aliados, múltiples formas de lucha simultáneas, pero sobre todo porque todo es “desconocido” (unknown): desconocidas son “las nuevas amenazas”, los enemigos, sus objetivos, fines y medios, igual que sus fuerzas, disposición, capacidades e intenciones. El Ejército norteamericano, entonces, debe dar batalla en todo terreno y frente a cualquier amenaza simultáneamente y en varios escenarios, para lo que debe intensificar la guerra informacional, las operaciones psicológicas y políticas y “crear al enemigo un sinfín de dilemas simultáneos”.
Por su parte, el Tte. Gral. Herbert McMaster, Subcomandante del Centro de Integración y Capacitación del Tradoc, acentuó la necesidad de actuar política e informacionalmente: “Debemos entender a los diversos grupos e influir sobre ellos por medios cooperativos, persuasivos y en última instancia coercitivos”, añadió. Para lograrlo, dijo, “el Ejército debe construir alianzas y ser más agresivo en su acción informacional, política y cultural”.
Suponiendo que los contextos de las futuras guerras, los enemigos y los escenarios son desconocidos, el Ejército norteamericano debe dar batalla en todos los escenarios al mismo tiempo, con cualquier aliado y contra cualquier enemigo. La competencia por poder y recursos –dice el documento– va a provocar futuros conflictos armados. Para triunfar en ellos, el Ejército debe alcanzar “la supremacía” antes que “el adversario responda”. Para ello se aplica la doctrina de la guerra preventiva en vigor desde 1992.
Significativamente, en este documento se da poca importancia a la “guerra contra el terror”. En cambio se señala a los “poderes competitivos”: China, Rusia y a Irán como potencia regional. El documento incluye especialmente la necesidad de “responder a y mitigar las crisis en el interior (de EE.UU.)”. El Ejército debe “fortalecer el apoyo a las autoridades civiles”, para lo que debe actuar política e informacionalmente.
Como las “nuevas amenazas” son desconocidas, cuadros y soldados deben tener capacidades “adaptativas”. Aunque el término se menciona reiteradamente, sólo se define que los cuadros deben pensar “transculturalmente”. Se supone que, si saben trasmitir sus actitudes y concepciones, ganarán la simpatía de las poblaciones, aislarán a los “terroristas” y construirán naciones “democráticas, liberales y decentes”.
En el documento es novedoso el énfasis puesto en la necesidad de librar la “guerra política”, incluso dentro de Estados Unidos. La percepción de las “nuevas amenazas” y el sometimiento del Estado liberal a la guerra permanente y ubicua y a la total vigilancia interna están interrelacionadas, pero el peso relativo se ha desplazado: ahora todo encuentro entre culturas supone su choque militar. La propia democracia liberal se somete a un reclamo permanente de “seguridad” interna y externa que debe ser satisfecho por los militares.
El documento AOC es una explosión paranoica de una burocracia descontrolada del control civil. La doctrina militar norteamericana vigente abarca todos los aspectos de la vida y todos los países, convirtiendo a sus fuerzas armadas en un partido armado que juzga y ejecuta sus sentencias en su nación y el mundo entero. Si es malo estar dominado por un imperio, que éste se vuelva paranoico requiere un hospicio de dimensiones planetarias.

domingo, 12 de octubre de 2014

EE:UU: es cómplice del genocidio contra los kurdos

SIRIA-TURQUÍA

Obama, Erdogan y la guerra contra el Estado Islámico

Condicionado por sus aliados en el Cercano Oriente, Washington se hace cómplice del genocidio contra los kurdos y marcha sin poder impedirlo hacia una gran guerra regional.

Obama, Erdogan y la guerra contra del Estado Islámico
Nunca como en estos días ha sido tan patente la derrota de la estrategia del presidente Barack Obama de “guerra, pero no tanto” ni tan ominosas las consecuencias del fracaso. 
Mientras las heroicas Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas defienden sus últimos bastiones en Kobani ante la embestida del Estado Islámico (EI), el presidente turco Recep Erdogan sigue reclamando de Washington que priorice el combate contra el presidente sirio Bashar al Assad. Consecuentemente, el ejército turco asiste impávido a la expulsión de los kurdos del Norte de Siria, en tanto John Kerry charlotea sobre la erección de una “zona de contención” en el Norte de Siria.
Para apaciguar al islamismo interno, Ankara acepta la “limpieza étnica” que el Estado Islámico (EI) está realizando en la frontera sirio-turca, pero en cambio irrita a los 20 millones de kurdos internos que esta semana chocaron en las calles con la policía, los nacionalistas y los islamistas reclamando auxilio para sus compatriotas allende el confín. Preanunciando más sangre 20 personas murieron en las ciudades turcas.
El Pentágono, por su parte, ve los bombardeos a las unidades del EI en Kobani como distracción de su meta actual: destruir instalaciones, comandos y rutas de aprovisionamiento islamistas entre Siria e Irak. En un “sincericidio” el vicepresidente Joe Biden declaró en tanto el fin de semana pasado ante estudiantes de Harvard que para Estados Unidos los apoyos sauditas, kataríes y de los Emiratos (EAU) a los islamistas son más problemáticos que los propios extremistas, pero acto seguido se disculpó ante los tres gobiernos.
Los oficiales kurdos acusan directamente a Turquía de haberlos traicionado. Salih Muslim, co-presidente del Partido de Unión Democrática de Kurdistán (PYD), que agrupa a la mayoría de los kurdos del Norte de Siria, sostiene a las YPG y está estrechamente asociado con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía, declara que “no entiende por qué el mundo no presiona más a Turquía”. Después de recorrer las cancillerías de media Europa volvió con las manos vacías. Muslim rechazó una intervención unilateral turca en Siria, porque los kurdos la verían como una “invasión turca”.
“Para nosotros el PKK y el EIIL son lo mismo”, replicó el presidente Erdogan esta semana, mientras sus delegados exigían de los kurdos de Siria la ruptura con Assad, el desmantelamiento de su gobierno autónomo (tolerado por Damasco) y el sometimiento a su propio comando como condición del apoyo turco. El propio Erdogan anunció el martes 7 su disposición a intervenir en Siria, pero no fijó fecha.
En tanto mantiene a la coalición antiyihadista como rehén de su política interna, el presidente turco debilita a los monarcas del Golfo que también desean derrocar a Assad, pero por ahora aceptan la estrategia norteamericana de concentrarse primero en la derrota del EI. Al mismo tiempo, al cerrar la frontera para los kurdos, Erdogan arriesga la tregua arduamente negociada con el PKK. El renacimiento del enfrentamiento con la primera minoría del país lo haría dependiente a la vez del ejército y de los islamistas locales.
Mientras tanto, el gobierno norteamericano sigue sin decidirse. Apenas había el miércoles el secretario de Estado John Kerry sugerido su acuerdo con una “zona de contención” en el Norte de Siria, salió a contradecirlo el vocero del Pentágono. Hablar hoy de una “zona de contención” huele a avalar la “limpieza étnica” que el EI está haciendo, pero el DoD se preocupa más porque le cabría la responsabilidad de controlarla.
En las Unidades de Protección Popular que defienden Kobani combaten en paridad hombres y mujeres, que además eligen juntos a sus jefes. Este ejemplo democrático es el peor enemigo de las autocracias de la región. Por eso nadie se preocupa seriamente por parar la masacre.
La explicación del dilema norteamericano está en las impolíticas declaraciones del vicepresidente. Estados Unidos se enfrascó primero en la Guerra de Irak, destruyendo su Estado interconfesional y pluriétnico. Luego se metió con Siria, que es un mosaico aún más complicado. Aunque dictatoriales, las cabezas de ambos estados ofrecían la única sombrilla disponible para cobijar a pueblos y grupos religiosos enfrentados. Prudentemente Obama se negó en 2013 a intervenir directamente en Siria, pero inconsecuentemente se negó a negociar con Bashar al Assad y así se convirtió en rehén de los monarcas del Golfo y del presidente del Bósforo. Todos ellos tratan de descomprimir la presión participatoria dentro de sus propias sociedades mediante intervenciones externas en nombre de la fe.
La incapacidad de los presidentes demócratas para desmontar el gigantesco aparato norteamericano de intervención mundial, sin querer asumir la responsabilidad belicista que el mismo impone, ya ha dejado varias veces en las últimas décadas espacios libres en los que se desatan nuevos conflictos que alientan la paranoia guerrerista republicana. La complicidad estadounidense con el genocidio contra los kurdos en Siria prepara ahora el terreno para el triunfo republicano en noviembre y en 2016 y aumenta la escala del enfrentamiento venidero contra el Estado Islámico.

domingo, 5 de octubre de 2014

El alzamiento en Hong Kong está incitado por EE.UU.

¿Cómo se traduce “golpe de Estado suave” al chino?

Mientras la prensa occidental festeja la “revolución de los paraguas”, Beijing teme el desborde de un movimiento democrático al que ha hecho importantes concesiones.


Contaba el domingo pasado el presentador del programa “Dossier” de Telesur que todavía hace pocos años en un parque de Hong Kong vio un cartel de la época colonial que prohibía “la entrada con perros y chinos”. Para demostrar que no quiere la vuelta del colonialismo, la clase media de la metrópolis financiera lleva ahora sus perros a las manifestaciones de protesta. En tanto sólo lleve sus mascotas, no pasará nada.
Mientras el gobierno local dirigido por Leung Chun-Ying evita las provocaciones y procura recuperar la simpatía de la mayoría de la población ajena a las protestas, las dos principales alianzas partidarias compiten en los espacios públicos sobre el modo de selección de los candidatos para la elección del jefe de Gobierno en 2017. Las posiciones de los llamados “pandemócratas” contestatarios y de la Alianza Democrática por el Progreso de Hong Kong (pro-Beijing) están rígidamente enfrentadas.
La desobediencia civil comenzó inmediatamente después de que el Comité Permanente (CP) del Congreso Nacional del Pueblo Chino (CNPCh) decidiera a fin de agosto pasado que un comité de 1.200 miembros nominará por mayoría absoluta a hasta tres candidatos a jefe de Gobierno de la Región Autónoma Especial de Hong Kong (Raehk) “que amen a su patria y a Hong Kong”, habilitándolos así para presentarse a la primera elección libre en la ex colonia. Una vez electo el triunfador todavía debe ser convalidado por el CP. Los opositores cuestionan la decisión argumentando que viola la Declaración Conjunta anglo-china de 1984 que acordó la reincorporación de Hong Kong a China y la Ley Fundamental (LF) de la Región.
Este documento constitucional fue sancionado por el Congreso Nacional del Pueblo en 1990 y entró en vigor en 1997, cuando Hong Kong se reincorporó a China. La LF estableció el principio de “un país, dos sistemas” garantizando el mantenimiento del capitalismo en el enclave hasta 2047. Reconoce amplia autonomía a la Raehk, cuyos residentes permanentes gozan de todos los derechos consagrados en los pactos internacionales de derechos humanos. En la ciudad-isla rige el Derecho Consuetudinario de tipo inglés combinado con el chino y la Justicia local decide en última instancia.
Todo residente permanente de la Región Especial tiene el derecho a elegir y ser elegido (art. 26 LF), pero la LF no prevé explícitamente el voto secreto. Según su Art. 46 el Jefe de Gobierno puede ser electo o bien designado por el Gobierno central luego de consultas en el ámbito local. La LF reconoce también en su art. 156 al Comité Permanente (CP) del Congreso Nacional del Pueblo el poder de última interpretación de las leyes. Ya en 2004 este órgano postergó la decisión sobre la elección del Jefe de Gobierno de Hong Kong, por lo que la cuestión vuelve a plantearse. El jefe de Gobierno sustituye al antiguo gobernador colonial y el titular actual está en el cargo desde julio de 2012.
El problema constitucional es que, como no existe acuerdo sobre si la Ley Fundamental se basa en la Constitución de la República Popular China (RPCh) o en la Declaración Conjunta de 1984, tampoco hay consenso sobre el órgano reformador de dicha ley.
El movimiento actual tiene sus raíces en la campaña denominada “Ocupar [el distrito financiero] Central con Paz y Amor” iniciada a principios de 2013. Este movimiento resolvió hace dos meses invadir el distrito bancario y comercial, si el gobierno central no habilitaba el sufragio universal en la elección de 2017. No obstante, por primera vez desde 1997 a mediados de agosto legisladores pandemocráticos discutieron la reforma política con Zhang Xiaoming, responsable por el enlace local del gobierno central. Zhang advirtió entonces contra la eventual utilización de Hong Kong por un pequeño grupo para atacar la seguridad nacional de China.
La Federación de Estudiantes de Hong Kong y el grupo Scholarism (alumnado) comenzaron a protestar delante de la sede gubernamental el pasado 22 de septiembre. El día 26 cientos de manifestantes irrumpieron en la plaza del Centro Cívico regional, siendo reprimidos por la policía. Occupy Central anunció entonces una campaña de desobediencia civil.
En contra surgió la Alianza por la Paz y la Democracia, apoyada por el gobierno central, que impulsó entre julio y agosto la recolección de firmas contrarias a Occupy Central. El pasado sábado 28 estos últimos bloquearon las rutas que conectan el norte de la isla, provocando la represión de la policía que después de algunas horas los dispersó violentamente.
Un editorial publicado por el vocero del PCCh People's Daily el pasado 1° de octubre (Día Nacional de China) afirmó que la posición del gobierno chino es “inamovible” y legalmente válida, acusó al movimiento Occupy Central de ilegalidad y advirtió que “las consecuencias pueden ser inimaginables”. Concluyó amenazando que “si un pequeño grupo está determinado a oponerse al imperio de la ley, va a cosechar lo que ha sembrado”. Por su parte, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, declaró el pasado lunes 30 que “nos opondremos enérgicamente a que cualquier país extranjero interfiera en los asuntos internos de China”.
Mientras que el gobierno británico se manifestó afectado por la represión policial en Hong Kong y expresó su deseo de que el pueblo de la ex colonia pueda votar libremente, el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest, expresó que “los Estados Unidos apoyan el establecimiento del sufragio universal en Hong Kong de acuerdo a la Ley Fundamental.”
En tanto la LF no se expresa claramente sobre el derecho de los residentes permanentes de Hong Kong a elegir libremente a su jefe de Gobierno, la introducción del sufragio universal para la elección del jefe de Gobierno en 2017 representa un indudable avance. Desde el punto de vista político, se trata de una importante liberalización. Si se considera que toda Justicia electoral democrática tiene la facultad de vetar candidatos de acuerdo a la ley, la verdadera discusión en realidad pasa por la organización de una Justicia electoral objetiva.
El alzamiento dista por el momento de tener el apoyo mayoritario de la población de la ex colonia. El maltrato y el desprecio que los chinos sufrieron secularmente en la entonces colonia británica, junto con la pervivencia de las estructuras económicas y sociales heredadas, han dejado una secuela de resentimiento muy fuerte hacia los viejos amos. Por eso, si las autoridades chinas no caen en la provocación de reprimir violentamente y mantienen las negociaciones con los líderes del movimiento democrático, es previsible que el alzamiento se apague de aquí a poco.
El gobierno de la RPCh teme que el alzamiento electoral en Hong Kong sea utilizado por las potencias occidentales, para dar un “golpe suave” que enfrente a la ex colonia con la Madre Patria. Indudablemente, el levantamientos se inscribe dentro de dos contextos interrelacionados: por un lado las luchas por el poder dentro del PCCh en torno de las reformas propuestas por el presidente Xi Jinping y por el otro la estrategia político-militar norteamericana para cercar a y desestabilizar China. La represión de la policía el pasado fin de semana fue una indudable estupidez, pero Beijing no es hippie. Si sus servicios de inteligencia detectan que el llamado movimiento estudiantil es un mero instrumento de EE.UU., la respuesta será enérgica. Nada puede afectar la unidad política de la República Popular China. Si Obama se confunde, se hará corresponsable de un nuevo crimen.