sábado, 28 de marzo de 2020

Tres tratamientos de la pandemia, tres liderazgos diversos

Dime cómo curas y te diré cómo gobiernas


La difusión mundial del coronavirus y el estallido de la crisis económica permiten comparar los modos y actitudes con los que los gobiernos tratan a sus poblaciones e inferir sus políticas futuras. 
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
28 de marzo de 2020
Eduardo J. Vior
Las imágenes comenzaron a llegar el sábado 22: largas columnas de M1117 Guardian recorrían las calles de Manhattan, mientras que en Miami Beach la policía local apaleaba literalmente a grupos de jóvenes afro- y latinoamericanos, para liberar los espacios públicos. En el otro extremo del globo, la ciudad de Wuhan –epicentro de la pandemia en China- puso este miércoles nuevamente en circulación sus 117 líneas de ómnibus, después de nueve semanas de clausura. Entre tanto, en Alemania el 23 de marzo gobierno y oposición se pusieron de acuerdo en limitar la circulación de personas y bienes para aumentar la distancia social. Tres criterios diferentes para el tratamiento de la pandemia se aparean con tres modelos para la economía mundial.
Tras unas sesiones en alza, los principales índices de Wall Street cayeron este viernes en la apertura de la Bolsa: el Dow Jones perdió 951,5 puntos (el 4,22 %), el Nasdaq (valores tecnológicos) cayó 254,67 puntos (el 3,27 %), mientras que el S&P 500 (las 500 empresas más importantes) bajó en 91,21 puntos (el 3,47 %). Simultáneamente cerca de 3,3 millones de personas solicitaron ayuda por desempleo en la semana que terminó este jueves 26. Es la cifra más alta desde 1982.
El desplome se produjo después de que en Estados Unidos se registraran 97.028 infectados, 1.475 de los cuales han resultado letales. El número de casos registrado en EE.UU. superó así al de China. El estado más afectado por el brote sigue siendo Nueva York, donde el gobernador del Estado, Andrew Cuomo, ha anunciado este 27 de marzo que en ese territorio se han contabilizado 7.300 nuevos casos durante las últimas 24 horas y que ya hay 44.635 infectados de los cuales 519 fueron letales.
Entre tanto, este viernes, finalmente, el Congreso de EE.UU. sancionó una ley de estímulo de 2,3 billones de dólares, para subsidiar a las industrias más afectadas por la pandemia, realizar pagos directos a las familias estadounidenses, dar préstamos a pequeños negocios, ayudar por desempleo y 75.000 millones de dólares para hospitales.
La conjunción de la pandemia y la crisis continúan asimismo hundiendo el precio del petróleo: el intermedio de Texas (WTI) cerró este viernes a 21,11 dólares el barril, en tanto el Brent Crude se cotizó a 27,76 dólares por barril. Esta brusca baja de las cotizaciones está llevando al desastre a numerosas empresas del área de petróleos no convencionales y arruinando la recaudación por exportaciones de muchos países exportadores de petróleo y gas.
A pesar de la grave crisis sanitaria que aqueja a EE.UU., el presidente y los gobernadores estaduales continúan por sendas divergentes: mientras que el mandatario neoyorquino insiste en aumentar la distancia social, para disminuir el número de casos mortales, Donald Trump sigue convencido de que el costo de cerrar la economía nacional supera en mucho a los beneficios. Su círculo más estrecho sostiene que es más económico mantener liberada la circulación de personas y bienes, hasta que por selección natural se dé una “inmunidad de rebaño”, que limitar la movilidad humana, para salvar vidas. Por ello no intenta proteger ni cuidar a la población, sino imponerle su fórmula, si es necesario, con violencia.
En el otro extremo del mundo, en tanto, China registra la normalización del 90% de sus empresas más grandes y del 60% de las pequeñas y medianas. Si bien al comienzo de la pandemia el gobierno y el PCCh tardaron en reaccionar, a partir del 12 de enero dispusieron una masiva prohibición de circulación que en su pico más alto confinó en sus casas a 930 millones de habitantes. Con severas restricciones, control de la información y el registro matutino y vespertino de los datos vitales de toda la población, la curva de reproducción de la pandemia bajó drásticamente, aun al costo de sufrir enormes pérdidas económicas, que las primeras estimaciones cifran en 9% interanual de caída del PBI en el primer bimestre y 13% de la inversión en capital fijo. La economía china sigue todavía corriendo el severo riesgo de una segunda ola de infección por la reanudación de los intercambios con el exterior, pero se calcula que, si todo va bien, su PBI termine 2020 creciendo entre 3 y 3,5%, la cifra más baja desde 1990.
Por su parte, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, anunció este 25 de marzo su decisión de aplazar la fecha del referendo constitucional previsto para el próximo 22 de abril. “Nuestra prioridad absoluta son las vidas, la salud y la seguridad de las personas”, aseveró el jefe de Estado ruso. Además, el mandatario dispuso para la próxima semana una licencia generalizada con goce de sueldo para todos los trabajadores y empleados. No obstante, los servicios esenciales y el gobierno en todos sus niveles continuarán funcionando.
El presidente dispuso aumentar el pago a los ciudadanos en situación de desempleo, apoyar a las familias con niños, renovar automáticamente todas las prestaciones y apoyos sociales, otorgar moratorias para los préstamos de consumo e hipotecarios, pagar el salario mínimo hasta fin de año a quienes estén dados de baja por la enfermedad y adelantar a los primeros días de mayo los pagos a los veteranos por el 75º aniversario de la victoria de 1945. Rusia registra cifras de infección muy bajas y apenas unos pocos muertos, pero persiste en una política de restricción (no prohibición) de la circulación, para disminuir los riesgos de contagio.
A su vez, en un gesto de firme gobernanza la Canciller alemana Angela Merkel desestimó ayer reclamos, para que ya después de Pascua aflojen las restricciones a la movilidad que tanto le ha costado imponer. “Este no es el momento para hablar de distensión de las medidas”, declaró en una conferencia de prensa celebrada por Internet. Las medidas adoptadas el domingo pasado, dijo, en gran parte del país recién comenzaron a ser aplicadas al día siguiente. “Es muy temprano todavía para saber si tienen éxito”, sostuvo. Por eso pidió al pueblo alemán “que tenga paciencia”. La Canciller se ha recluido por propia voluntad en una cuarentena, después de que a su médico personal se le diagnosticó Covid19, pero el análisis le dio negativo.
Después de largas semanas de discusiones e indecisiones, el Estado federal y los estados federados se pusieron de acuerdo el domingo pasado en un paquete de medidas que restringen severamente los contactos sociales y así mantener la capacidad operatoria del sistema sanitario. De acuerdo a las últimas cifras informadas por el Instituto Robert Koch, en Alemania había este viernes 43.367 infectados y se había producido un total de 307 muertes.
Paralelamente a las medidas sanitarias, el Bundestag aprobó el miércoles 25 un paquete de gastos por 156 mil millones de euros (cerca de la mitad del presupuesto anual del país), para subsidiar empresas y puestos de trabajo. El Bundesrat, la cámara de los estados federados, ratificó el proyecto este viernes. De este modo la República Federal abandonó radicalmente la severa política de equilibrio fiscal que se había impuesto desde principios de la década de 1990 y a la que había sometido al resto de Europa (recordemos la crisis griega).
Evidentemente, los diferentes modos de tratar la pandemia se corresponden con orientaciones político-económicas divergentes. Ya hoy pueden avizorarse por lo menos tres modelos: la reversión neofascista norteamericana, el capitalismo social regimentado euroasiático y el capitalismo estatal semiliberal de Europa Central y del Norte. Mientras que para el primero es prioritario mantener a toda costa la actividad económica y no disminuir la tasa de ganancia, la previsible mortandad en masa que se produzca se evalúa sólo como un dato estadístico.
En el otro extremo, en el modelo chino se priorizó la salvación de vidas prohibiendo drásticamente la circulación de personas y bienes, se controló la vida privada, los movimientos y los contactos de hasta el último habitante del país y se toleró el hundimiento de la vida económica en la certeza de que, de ese modo, la pandemia pasaría rápidamente y China pronto se pondría nuevamente en marcha. Los “apenas” 3.292 muertos que el país (con 1.300 millones de habitantes) sufrió son muestra del éxito de esta estrategia.
Sobre todo Alemania, pero también Francia y otros países de Europa Central y Occidental han optado por un camino intermedio: se han tomado tiempo para discutir ampliamente los pro y contra de cada opción, dejando que la pandemia avanzase, pero, cuando se alcanzó el consenso en torno a un progresivo aislamiento y mayor distancia social, al mismo tiempo abandonaron los dogmas neoliberales de los últimos 30 años e hicieron que sus estados intervengan masivamente en el salvataje inmediato de sus economías, pero también en el régimen de propiedad.
No sabemos cómo será el mundo post-pandemia, pero seguro que no será como el que teníamos hasta hace sólo un mes. Las cadenas transnacionales de producción se han roto y es probable que muchas no se recompongan. Esto llevará a nuevas alianzas y asociaciones, mucho más si los estados vuelven a intervenir en el desarrollo económico de los países con agendas sociales y laborales. Probablemente, el país más dañado sea Estados Unidos por la dimensión del contagio, de las muertes y del consecuente dislocamiento de la producción y los servicios. No es para alegrarse y probablemente haya que pensar en un “Plan Marshall” en la dirección inversa para rescatar su economía, pero es una oportunidad para aprovechar.

miércoles, 18 de marzo de 2020

La crisis y el coronavirus requieren un nuevo orden mundial

Ninguna locomotora puede tirar de un tren roto



Eduardo J. Vior
Mientras el coronavirus y la crisis económica se extienden por el mundo, China retoma su crecimiento, pero sin el resto del planeta no podrá avanzar mucho.
Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
18 de marzo de 2020

El negro lunes 9 de marzo confirmó, no sólo en Wall Street, lo que muchos temíamos desde hacía un par de años: llegó la crisis mundial. En tanto la epidemia de coronavirus viene siendo superada en China, se expande por Irán, Europa, Estados Unidos, África y pronto se la espera en el resto de Asia. Desde su presidencia pro tempore del G 20, Arabia Saudita está organizando para los próximos días una reunión virtual de líderes del bloque, para coordinar el combate contra la pandemia y la aguda recesión que ya comenzó, pero es difícil que se puedan poner de acuerdo, a juzgar por las disímiles actitudes ante la multifacética crisis.
Entre tanto, la economía china parece haber tocado fondo (muy profundo) y estar retomando el camino del crecimiento. Sin embargo, ni China puede sacar adelante un sistema mundial roto
La publicación el lunes 16 de los primeros datos oficiales sobre la economía de China en enero y febrero pasados asustó por las dimensiones de la caída: según Goldman Sachs, el PBI se redujo en un 9%, contra el 2,5% previsto en un informe anterior y para 2020 la previsión de crecimiento disminuyó del 5,5% al 3%. En el primer bimestre se hundieron casi todos los sectores de la economía: en relación a 2019 las ventas minoristas se redujeron en 20,5%; la producción industrial descendió 13,5% y la inversión en capital fijo, cerca de 25%. La publicación de los datos coincide con la reducción de la pandemia al mínimo. Por cuarto día consecutivo, el lunes 16 los casos importados (20) superaron a los locales (1), por lo cual varias regiones y ciudades extremaron los controles sobre los viajeros llegados del exterior.

A medida que los contagios remiten, la economía del país va reencendiendo los motores. A fines de la semana pasada el 95% de las mayores empresas fuera del epicentro de la provincia de Hubei habían reabierto, al igual que alrededor del 60% de las pymes. A su vez la ocupación de los trenes volvió ya a los niveles previos a la eclosión de la enfermedad. Asimismo, la aviación civil, los puertos y el transporte fluvial funcionan normalmente.
El índice Dow Jones, que mide el promedio de la actividad industrial en EE.UU., cayó el lunes un 12,9% y cerró a 20.188,52. La situación en Europa y Estados Unidos se está deteriorando aceleradamente. En Italia hay hoy en día 24.000 casos de coronavirus, en España, 9.000 y Estados Unidos reportó más de 4.660. Por lo menos 87 personas murieron allí por la enfermedad.
La combinación de pandemia y crisis económica llevó a Goldman Sachs el lunes a rebajar su previsión sobre el crecimiento del PBI norteamericano. La investigadora de mercados prevé una caída de 5% entre abril y junio después de un crecimiento nulo entre enero y marzo. Para todo 2020 redujo su pronóstico de 1,2% a 0,4%.

Por primera vez, este lunes el presidente Donald Trump reconoció la gravedad de la crisis, al referirse ante la prensa a un “enemigo invisible” que puede hundir la economía y requiere cuarentenas en algunas “áreas calientes”, sino en todo el país. Según estimó, la pandemia de COVID-19 podría estar controlada entre julio y agosto. Entre tanto, la economía norteamericana estaría avanzando hacia la recesión.
Según los expertos, la economía de EE.UU. se reducirá durante el segundo trimestre en el 8%, igual que en la crisis de 2008. Como preanuncio, en los últimos días han empeorado drásticamente las condiciones financieras y se espera que la crisis pronto alcance la economía real. En un mes las acciones de las empresas norteamericanas han perdido en promedio el 27% de su valor.
Por su parte, el gobierno francés ha dado un giro radical y de su neoliberalismo ha retornado al gaullismo de los años 60
Por ejemplo, el ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, declaró este martes que, para salvar a las grandes empresas en dificultades, el gobierno está hasta dispuesto a nacionalizarlas, si es necesario. Ya se está aplicando un paquete de medidas por €45 mil millones para ayudar a empresas y trabajadores a soportar la pandemia.
Asimismo, en otra voltereta notable, el gobierno británico acató este martes las recomendaciones de un comité de expertos del Imperial College e introdujo diversas medidas para alentar la distancia social e impedir la proliferación del virus. “Gran Bretaña no tiene tiempo que perder”, dice el informe, “y debe cambiar sus tácticas, para prevenir que miles de personas mueran y que el Sistema Nacional de Salud (NHS) sea rebalsado”. Un sistema, por otra parte, que está completamente en ruinas después de décadas de desfinanciamiento.
Según el reporte del Imperial College (uno de los consejos científicos que asesoran al gobierno), 250.000 personas podrían morir, si no se aplican medidas radicales para inducir la distancia social y retardar la difusión del virus. No obstante, las primeras decisiones oficiales en ese sentido sólo apelan a la buena voluntad de los británicos y no tienen carácter obligatorio.

Entre tanto, la Canciller alemana Angela Merkel anunció también este martes que la Unión Europea cerraría por 30 días sus fronteras exteriores. Al mismo tiempo, el ministro de Relaciones Exteriores Heiko Maas informó que se estaba poniendo en marcha una gran operación para llevar de regreso a Alemania a miles de ciudadanos varados en distintos países. Al igual que sus pares europeos, también la República Federal se encamina a la recesión.
Este panorama oscurece las posibilidades de recuperación de China. Su economía está fuertemente internacionalizada y depende de cadenas de producción transfronterizas. Además, restablecer esos lazos implica volver a poner en marcha rutas aéreas, navieras y ferroviarias que también son transmisoras del virus. China no se puede recuperar sola, ni puede ayudar a la economía mundial a salir de la crisis, si sus socios y/o sus consumidores no pueden movilizarse ni tienen poder de compra.
El tren de la economía mundial se ha roto y no hay locomotora que lo pueda sacar adelante, sin cambiar las vías. El sistema es uno, incluido China y Rusia, y desde fin del siglo pasado es impulsado por subsidios en reemplazo de las ganancias. Este ciclo de valorización financiera entre 2000 y 2020 ha hecho implosionar las instituciones económicas y financieras vigentes desde 1945.
Agotadas las sucesivas burbujas especulativas y ante la imposibilidad de seguir invadiendo países, el “Estado profundo” norteamericano acudió al coronavirus para desatar la crisis mundial y barajar de nuevo
Hoy en día nadie tiene la alternativa para reorganizar un sistema político y económico mundial fracturado e irreparable. Sólo el tendido de nuevas vías puede permitir que una o más locomotoras arrastren el tren de la economía mundial.

jueves, 12 de marzo de 2020

El estallido de la crisis mundial es una chance



La crisis financiera mundial y la expansión del Coronavirus están llevando la economía internacional a una recesión que, no obstante, implica una oportunidad para Argentina

Eduardo J. Vior
El fracaso de la reunión de la OPEP+ en acordar una reducción de la producción de petróleo para reducir la baja de su precio, en momentos en que la expansión internacional del Coronavirus ha reducido drásticamente los flujos de personas y de cargas, ha desatado una baja generalizada en las cotizaciones de las acciones, de los bonos de deuda y de los precios de las commodities en todos los mercados del mundo. Esta caída de las cotizaciones genera una corrida hacia el dólar, el oro y otros valores considerados seguros y una retracción de las inversiones y de la demanda que, necesariamente, acarrearán la quiebra de muchas empresas y un aumento del desempleo. Es decir, ha estallado una crisis mundial quizás mayor que la de 2008-09. En estas condiciones los bonos de la deuda argentina han perdido drásticamente su valor y sus tenedores (los principales fondos de inversión del mundo) deben decidir entre asegurarse su rescate por nuestro país o malvenderlos. Ambas alternativas indican que Argentina está en default y, pasado el momento de la negociación, abandonada a su suerte. De nosotros depende cómo salgamos.

Estallido de la crisis mundial

Los principales índices bursátiles de Estados Unidos caían con fuerza el miércoles, tras un intento de rebote en la sesión previa, debido a que los inversores se mostraban escépticos sobre el plan de estímulos del presidente Donald Trump para combatir el Coronavirus. Wall Street había remontado con fuerza el martes, ayudando a resarcir parte de las pérdidas del lunes, pero retrocedió fuertemente este miércoles, porque muchos analistas han entendido que las ayudas financieras de la Reserva Federal y del gobierno de Washington sólo sirven al sector financiero, pero no recuperan la demanda.
Entre tanto, China festeja su triunfo sobre la pandemia. El martes 10 el presidente Xi Jinping visitó por primera vez la ciudad de Wuhan, donde a fin de diciembre pasado comenzó la crisis sanitaria. Casi tres cuartos de los 80.000 infectados en todo el país se han curado. El día en el que Xi visitó Wuhan sólo hubo 19 nuevos casos comprobados. Al mismo tiempo, Ying Yong, secretario del Partido Comunista de China (PCCh) en la provincia de Hubei, donde está ubicada la ciudad en cuestión, ordenó a los funcionarios locales que prepararan el reinicio de las actividades productivas y de servicios y garantizaran el movimiento ordenado de las personas.
El giro chino hacia la normalización y la creciente baja en el número de infecciones en Corea del Sur contrastan con la expansión del virus en Occidente. Varias crisis están confluyendo en el mismo escenario:
–           En primer lugar, obviamente la crisis sanitaria. Desde Europa y Oriente, la pandemia está alcanzando EE.UU., donde el número de infectados puede explotar en los próximos días, a pesar de la actitud denegatoria del gobierno.
–           En segunda instancia, el virus adelantó la recesión que se venía anunciando. En el primer trimestre China no tuvo crecimiento económico y Estados Unidos se prepara a igual futuro.
–           Tercero, el fracaso de las negociaciones entre la OPEP y algunos socios externos (en particular, Rusia) sobre la reducción de sus envíos de crudo y el consecuente anuncio de ambas partes de que incrementarían las ventas hundieron el precio del barril. Aunque el martes las cotizaciones repuntaron, siguen en el nivel más bajo desde 2014.
Si bien los medios norteamericanos rieron por las enormes pérdidas de Rusia y la consecuente devaluación del rublo, la industria petrolera de EE.UU. avizora un futuro aterrador. Gracias a la perforación de esquistos la superpotencia mundial es desde 2019 la primera exportadora mundial de hidrocarburos, pero también la que más ha invertido en los últimos diez años. Sus empresas están muy endeudadas y la retracción del consumo por la crisis mundial puede empujar a la ruina a miles de productores y comercializadores. La UE, en tanto, se dirige rauda hacia una recesión. Ya estaba muy golpeada por la guerra comercial entre EE.UU. y China y el Coronavirus le asestó un golpe durísimo.

La guerra de los precios del petróleo.

Después del fracaso de las negociaciones en Viena la semana pasada, Arabia Saudita anunció que, a partir del 1º de abril, enviará al mercado mundial 2,5 millones de barriles diarios más. Este miércoles la siguieron los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El petróleo extra que los dos aliados del Golfo Pérsico planean agregar es equivalente al 3,6% de los suministros mundiales y llegará al mercado en momentos en que se pronostica que la demanda global de combustible en 2020 se contraerá por primera vez en casi una década debido a la pandemia.
El argumento de Rusia contra la reducción de sus exportaciones es simple: por cada barril que la OPEP y sus socios sacan del mercado, EE.UU. vende uno más. El dato fue también registrado por los saudíes, quienes salieron a competir con Rusia en su enfrentamiento con el fracking norteamericano. Como cada barril de crudo producido cuesta a Saudi-Aramco (la empresa estatal saudita de petróleo) sólo 2,80 dólares contra los 16 dólares que paga la estadounidense Exxon Mobil o los 20 oblados por la rusa Rosneft, los saudies pueden seguir abaratando su fluido negro.
El conflicto petrolero tiene, pues, razones políticas: ni rusos ni sauditas –aunque por razones diferentes- quieren entregar el mercado mundial a los norteamericanos. El aumento en las exportaciones y la baja de los precios causa a ambos grandes perjuicios, pero con perspectivas disímiles. Mientras que las subvenciones a las exportaciones de petróleo amenazan con consumir rápidamente los 500 mil millones de dólares de las reservas internacionales del reino, en los últimos años Rusia ha desacoplado sus costos de producción de hidrocarburos del dólar y puede aprovechar la previsible rápida recuperación de la economía china en los próximos meses, para abastecerla a través del poliducto “Poder de Siberia” inaugurado en diciembre pasado.

La tormenta perfecta

El hundimiento de las cotizaciones petroleras impulsa la baja de todas las commodities y, con ello, déficits en las balanzas comerciales y de pagos de los países emergentes que, a su vez, suscitan la fuga de capitales hacia el dólar y el oro. Consecuentemente, se devalúan los bonos de sus deudas soberanas. Como al mismo tiempo el abaratamiento del petróleo empuja a la quiebra a las altamente endeudadas empresas norteamericanas involucradas en los yacimientos de esquistos, la crisis financiera y cambiaria pronto puede alcanzar la economía real. Si las empresas no pueden pagar sus deudas y el mercado internacional de bonos se derrumba, los bancos y fondos de inversión dejarán de prestar.
Durante 2019 la economía mundial ya estaba muy débil y la norteamericana, en particular, sólo se sostenía por el consumo privado. Desde abril de ese año las inversiones privadas se contrajeron y las existencias crecieron desmedidamente. La guerra comercial liderada por Trump en 2018 y 2019 hizo el resto. Los inversores han concluido ahora que el ciclo de 11 años de crecimiento se acabó. Están retirando ganancias y comprando divisas duras u oro.
El desorden provocado por el Coronavirus es, por lo tanto, sólo una “causa precipitante” de la crisis financiera y comercial. Si bien China no cayó en recesión y se anuncia su pronta recuperación, el efecto retardado de su menor demanda agregada en el primer trimestre va a pesar sobre la economía mundial en los próximos meses. La economía mundial se está precipitando en una crisis mundial peor que la de 2008-09 y esta vez ya no van a alcanzar los estímulos monetarios para superarla. Se necesitan medidas mucho más radicales para estimular la demanda agregada, pero no se ven las condiciones políticas, para que las principales potencias occidentales las adopten. Por el contrario, la próxima recuperación de la economía china, además de satisfacer su demanda interna, propenderá a aumentar el peso mundial de ese país.
La economía argentina está enormemente endeudada y con vencimientos a muy corto plazo. Por eso es que el FMI declaró la deuda argentina como “insostenible”. Los bonos entregados a los mayores fondos internacionales de inversión se han devaluado mucho y las duras condiciones que el gobierno de A. Fernández impone para renegociar la deuda debilitan la posición de los acreedores. O aceptan los términos propuestos por Argentina y postergan las cobranzas o declaran unilateralmente nuestro default, la cotización de los bonos se hunde y sus inversores pierden sus depósitos. En cualquiera de ambos casos nuestro país está en camino de desacoplarse de una economía mundial en crisis, pero puede sacar provecho de la crisis. Para ello, debe recuperar su soberanía monetaria, cambiaria y crediticia e inyectar dinero en la economía real, mientras aprovecha los vínculos estratégicos con China y Rusia para activar las inversiones necesarias y exportar. La ruina de la economía de casino internacional puede ser nuestra salvación.

miércoles, 4 de marzo de 2020

En Montevideo se congregaron golpistas y golpeados

Romper el cerco con inteligencia y astucia


Mientras Alberto Fernández inauguraba el período parlamentario, en Uruguay se congregaba la derecha regional buscando aislar a Argentina
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de marzo de 2020
Eduardo J. Vior
Más allá de la reafirmación de los valores “tradicionales” del Uruguay ruralista, la asunción de Luis Lacalle Pou mostró el retorno de la más rancia oligarquía oriental al poder acompañada de reminiscencias de la dictadura y la adhesión a un neoliberalismo duro. La falta de definiciones políticas y la cantidad de vacantes en el gabinete auguran un gobierno en crisis permanente. No obstante, la coincidencia de toda la derecha regional en la ceremonia, con el aval norteamericano y del Rey de España, anuncian un cerco que Argentina deberá desarmar con firmeza y prudencia.
Luis Lacalle Pou asumió la Presidencia de Uruguay en una ceremonia en la que afirmó que “el pueblo pidió un cambio, pero un cambio basado en acuerdos”, y prometió un “diálogo constante con los partidos que no participan de este gobierno y con las asociaciones civiles”. Lacalle Pou y la vicepresidenta Beatriz Argimón llegaron el domingo 1º minutos antes de las 14.00 para ser investidos en sus respectivos cargos por el presidente del Senado, José Mujica, frente a la Asamblea General. Además de senadores y diputados, estaban los familiares de la nueva fórmula presidencial y las delegaciones extranjeras. Allí estaban Jair Bolsonaro (Brasil), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia) y Abdul Hamid (Bangladesh), también el rey Felipe de España, el vicepresidente de Ecuador, Otto Sonnenholzner, y los cancilleres de Argentina, Felipe Solá, y Karen Longarik, de Bolivia. Además, asistió el administrador de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, Andrew Wheeler, y el líder del oficialismo en la Cámara de los Comunes de Canadá, Pablo Rodríguez, de origen argentino.
El mandatario comenzó su discurso destacando que la Constitución se viene cumpliendo desde hace 35 años, que la democracia del país ha sido reconocida como “una de las mejores del mundo” y que el nuevo gobierno tiene “la responsabilidad de continuarla”. Luego aseguró que los gobernantes son “inquilinos del poder” y “empleados de los ciudadanos” y que están para “servirlos”. En esa misma línea, aseguró que el nuevo gobierno pretende “tener una relación transparente y de comunicación constante para poder generar confianza”.
Destacó que por primera vez el país será gobernado por una coalición de cinco partidos. Luego aclaró que “el cambio” que la ciudadanía votó se hará “en diálogo constante con los partidos políticos que no forman parte de nuestro gobierno y con todas las organizaciones civiles”. Los aplausos más fuertes que se ganó el presidente fueron cuando dijo que el nuevo Poder Ejecutivo se negaba a que esta “nueva etapa” consistiera en “cambiar una mitad por la otra”, ya que “la unión es lo que nos piden los uruguayos”. Según dijo, se buscará “continuar lo que se hizo bien, corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años”.
Acto seguido, Lacalle comenzó a presentar algunos de los objetivos de su gobierno: uno de ellos será bajar el desempleo, cuya cifra es “la más alta de los últimos años”. Por eso, afirmó, es necesario “iniciar urgentemente una recuperación de la competitividad nacional” y del “precio de los servicios públicos”, así como “ordenar adecuadamente los recursos humanos del Estado”. Además, Lacalle Pou dijo que se comprometerá a dar un “apoyo directo a las micro, pequeñas y medianas empresas” y generar una “apertura de mercado en mejores condiciones para nuestros bienes”.
Respecto de la situación fiscal, expresó que el actual es el déficit fiscal “más alto de los últimos 30 años”. Recordó su promesa de campaña de tener un gobierno austero y aseguró que impulsará una “verdadera regla fiscal”. Además, el presidente dijo que es “inminente” una reforma de la seguridad social.
Uno de los temas que Lacalle Pou destacó con más insistencia fue “la crisis de la seguridad humana” que, a su entender, vive el país. “No tenemos dudas de que estamos ante una emergencia”, aseguró. Recordó la reunión que tendrá este lunes con las jerarquías policiales y dijo que en su gobierno “se cuidará a los que cuidan”. “No estamos dispuestos a ceder territorio a la delincuencia o al narcotráfico, y vamos a perseguir el abigeato, que desola gran parte del interior de nuestro país”, aseguró.
El presidente fue muy crítico con la situación actual de la educación del país y dijo que estos años “han sido un período de retroceso en nuestra enseñanza”, a pesar de las “grandes cantidades de dinero invertido”.
Seguidamente, Lacalle Pou pidió fortalecer el Mercosur, pero al mismo tiempo “flexibilizar el bloque para que cada socio pueda avanzar en procesos bilaterales con otros países”. Además, sostuvo que es necesario internalizar el acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea: “Los procesos iniciados deben terminarse: si no se terminan, generan descreimiento”. El presidente aseguró que para afianzar los intereses del bloque “no debe importar el signo político de cada uno de los miembros”.
No obstante su rechazo a las políticas exteriores ideológicas, Lacalle Pou no invitó a representantes de Venezuela y Cuba y se mostró amistoso con Jair Bolsonaro. Lacalle Pou recibió a Bolsonaro e invitó al secretario general de la OEA, Luis Almagro, a su ceremonia de asunción por cuya reelección votará.
La falta de definiciones en su discurso inaugural coincide con la ausencia de lineamientos en varias áreas cruciales de la “coalición multicolor”. La diversidad de la misma, la participación del retirado excomandante del Ejército Guido Manini Ríos –de ruidosas posturas reaccionarias- y la difícil coyuntura internacional preanuncian un gobierno plagado por crisis y enfrentamientos. Sin embargo, la coincidencia en el traspaso del mando de los mandatarios de Brasil, Paraguay, Chile y la canciller del régimen de facto de Bolivia muestra la voluntad de aislar a Argentina e imponerle soluciones “multilaterales” aperturistas y autoritarias.
Argentina no puede volver a pelearse con Uruguay, como sucedió en los años 2000. Se trata de un país pequeño, pero tradicionalmente vinculado a Gran Bretaña y a Estados Unidos y muy integrado con las economías de Argentina y Brasil. Si el Río de la Plata se convierte en una frontera, Uruguay se transforma inmediatamente en una base de operaciones político-económica que puede provocarnos serios daños. Al mismo tiempo, Argentina necesita que la República Oriental ayude a controlar la fuga de capitales y clausure su cooperación con la ocupación de las Islas Malvinas.
Esta situación y nuestras necesidades imponen llevar adelante una relación firme, pero incluyente. De Uruguay obtendremos más encaminando proyectos económicos comunes que enfrentándolo. Nuestro nuevo embajador allí es la persona ideal para este trato callado. No perturbemos su trabajo haciendo demasiado ruido.