miércoles, 4 de marzo de 2020

En Montevideo se congregaron golpistas y golpeados

Romper el cerco con inteligencia y astucia


Mientras Alberto Fernández inauguraba el período parlamentario, en Uruguay se congregaba la derecha regional buscando aislar a Argentina
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de marzo de 2020
Eduardo J. Vior
Más allá de la reafirmación de los valores “tradicionales” del Uruguay ruralista, la asunción de Luis Lacalle Pou mostró el retorno de la más rancia oligarquía oriental al poder acompañada de reminiscencias de la dictadura y la adhesión a un neoliberalismo duro. La falta de definiciones políticas y la cantidad de vacantes en el gabinete auguran un gobierno en crisis permanente. No obstante, la coincidencia de toda la derecha regional en la ceremonia, con el aval norteamericano y del Rey de España, anuncian un cerco que Argentina deberá desarmar con firmeza y prudencia.
Luis Lacalle Pou asumió la Presidencia de Uruguay en una ceremonia en la que afirmó que “el pueblo pidió un cambio, pero un cambio basado en acuerdos”, y prometió un “diálogo constante con los partidos que no participan de este gobierno y con las asociaciones civiles”. Lacalle Pou y la vicepresidenta Beatriz Argimón llegaron el domingo 1º minutos antes de las 14.00 para ser investidos en sus respectivos cargos por el presidente del Senado, José Mujica, frente a la Asamblea General. Además de senadores y diputados, estaban los familiares de la nueva fórmula presidencial y las delegaciones extranjeras. Allí estaban Jair Bolsonaro (Brasil), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia) y Abdul Hamid (Bangladesh), también el rey Felipe de España, el vicepresidente de Ecuador, Otto Sonnenholzner, y los cancilleres de Argentina, Felipe Solá, y Karen Longarik, de Bolivia. Además, asistió el administrador de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, Andrew Wheeler, y el líder del oficialismo en la Cámara de los Comunes de Canadá, Pablo Rodríguez, de origen argentino.
El mandatario comenzó su discurso destacando que la Constitución se viene cumpliendo desde hace 35 años, que la democracia del país ha sido reconocida como “una de las mejores del mundo” y que el nuevo gobierno tiene “la responsabilidad de continuarla”. Luego aseguró que los gobernantes son “inquilinos del poder” y “empleados de los ciudadanos” y que están para “servirlos”. En esa misma línea, aseguró que el nuevo gobierno pretende “tener una relación transparente y de comunicación constante para poder generar confianza”.
Destacó que por primera vez el país será gobernado por una coalición de cinco partidos. Luego aclaró que “el cambio” que la ciudadanía votó se hará “en diálogo constante con los partidos políticos que no forman parte de nuestro gobierno y con todas las organizaciones civiles”. Los aplausos más fuertes que se ganó el presidente fueron cuando dijo que el nuevo Poder Ejecutivo se negaba a que esta “nueva etapa” consistiera en “cambiar una mitad por la otra”, ya que “la unión es lo que nos piden los uruguayos”. Según dijo, se buscará “continuar lo que se hizo bien, corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años”.
Acto seguido, Lacalle comenzó a presentar algunos de los objetivos de su gobierno: uno de ellos será bajar el desempleo, cuya cifra es “la más alta de los últimos años”. Por eso, afirmó, es necesario “iniciar urgentemente una recuperación de la competitividad nacional” y del “precio de los servicios públicos”, así como “ordenar adecuadamente los recursos humanos del Estado”. Además, Lacalle Pou dijo que se comprometerá a dar un “apoyo directo a las micro, pequeñas y medianas empresas” y generar una “apertura de mercado en mejores condiciones para nuestros bienes”.
Respecto de la situación fiscal, expresó que el actual es el déficit fiscal “más alto de los últimos 30 años”. Recordó su promesa de campaña de tener un gobierno austero y aseguró que impulsará una “verdadera regla fiscal”. Además, el presidente dijo que es “inminente” una reforma de la seguridad social.
Uno de los temas que Lacalle Pou destacó con más insistencia fue “la crisis de la seguridad humana” que, a su entender, vive el país. “No tenemos dudas de que estamos ante una emergencia”, aseguró. Recordó la reunión que tendrá este lunes con las jerarquías policiales y dijo que en su gobierno “se cuidará a los que cuidan”. “No estamos dispuestos a ceder territorio a la delincuencia o al narcotráfico, y vamos a perseguir el abigeato, que desola gran parte del interior de nuestro país”, aseguró.
El presidente fue muy crítico con la situación actual de la educación del país y dijo que estos años “han sido un período de retroceso en nuestra enseñanza”, a pesar de las “grandes cantidades de dinero invertido”.
Seguidamente, Lacalle Pou pidió fortalecer el Mercosur, pero al mismo tiempo “flexibilizar el bloque para que cada socio pueda avanzar en procesos bilaterales con otros países”. Además, sostuvo que es necesario internalizar el acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea: “Los procesos iniciados deben terminarse: si no se terminan, generan descreimiento”. El presidente aseguró que para afianzar los intereses del bloque “no debe importar el signo político de cada uno de los miembros”.
No obstante su rechazo a las políticas exteriores ideológicas, Lacalle Pou no invitó a representantes de Venezuela y Cuba y se mostró amistoso con Jair Bolsonaro. Lacalle Pou recibió a Bolsonaro e invitó al secretario general de la OEA, Luis Almagro, a su ceremonia de asunción por cuya reelección votará.
La falta de definiciones en su discurso inaugural coincide con la ausencia de lineamientos en varias áreas cruciales de la “coalición multicolor”. La diversidad de la misma, la participación del retirado excomandante del Ejército Guido Manini Ríos –de ruidosas posturas reaccionarias- y la difícil coyuntura internacional preanuncian un gobierno plagado por crisis y enfrentamientos. Sin embargo, la coincidencia en el traspaso del mando de los mandatarios de Brasil, Paraguay, Chile y la canciller del régimen de facto de Bolivia muestra la voluntad de aislar a Argentina e imponerle soluciones “multilaterales” aperturistas y autoritarias.
Argentina no puede volver a pelearse con Uruguay, como sucedió en los años 2000. Se trata de un país pequeño, pero tradicionalmente vinculado a Gran Bretaña y a Estados Unidos y muy integrado con las economías de Argentina y Brasil. Si el Río de la Plata se convierte en una frontera, Uruguay se transforma inmediatamente en una base de operaciones político-económica que puede provocarnos serios daños. Al mismo tiempo, Argentina necesita que la República Oriental ayude a controlar la fuga de capitales y clausure su cooperación con la ocupación de las Islas Malvinas.
Esta situación y nuestras necesidades imponen llevar adelante una relación firme, pero incluyente. De Uruguay obtendremos más encaminando proyectos económicos comunes que enfrentándolo. Nuestro nuevo embajador allí es la persona ideal para este trato callado. No perturbemos su trabajo haciendo demasiado ruido.

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Eduardo J. Vior