Romper el cerco con inteligencia y astucia
Mientras
Alberto Fernández inauguraba el período parlamentario, en Uruguay se
congregaba la derecha regional buscando aislar a Argentina
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de marzo de 2020
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2 de marzo de 2020
Más
allá de la reafirmación de los valores “tradicionales” del Uruguay
ruralista, la asunción de Luis Lacalle Pou mostró el retorno de la más
rancia oligarquía oriental al poder acompañada de reminiscencias de la
dictadura y la adhesión a un neoliberalismo duro. La falta de
definiciones políticas y la cantidad de vacantes en el gabinete auguran
un gobierno en crisis permanente. No obstante, la coincidencia de toda
la derecha regional en la ceremonia, con el aval norteamericano y del
Rey de España, anuncian un cerco que Argentina deberá desarmar con
firmeza y prudencia.
Luis Lacalle Pou asumió la Presidencia de Uruguay
en una ceremonia en la que afirmó que “el pueblo pidió un cambio, pero
un cambio basado en acuerdos”, y prometió un “diálogo constante con los
partidos que no participan de este gobierno y con las asociaciones
civiles”. Lacalle Pou y la vicepresidenta Beatriz Argimón llegaron el
domingo 1º minutos antes de las 14.00 para ser investidos en sus
respectivos cargos por el presidente del Senado, José Mujica, frente a
la Asamblea General. Además de senadores y diputados, estaban los
familiares de la nueva fórmula presidencial y las delegaciones
extranjeras. Allí estaban Jair Bolsonaro (Brasil), Mario Abdo Benítez
(Paraguay), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia) y Abdul
Hamid (Bangladesh), también el rey Felipe de España, el vicepresidente
de Ecuador, Otto Sonnenholzner, y los cancilleres de Argentina, Felipe
Solá, y Karen Longarik, de Bolivia. Además, asistió el administrador de
la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, Andrew Wheeler, y
el líder del oficialismo en la Cámara de los Comunes de Canadá, Pablo
Rodríguez, de origen argentino.
El
mandatario comenzó su discurso destacando que la Constitución se viene
cumpliendo desde hace 35 años, que la democracia del país ha sido
reconocida como “una de las mejores del mundo” y que el nuevo gobierno
tiene “la responsabilidad de continuarla”. Luego aseguró que los
gobernantes son “inquilinos del poder” y “empleados de los ciudadanos” y
que están para “servirlos”. En esa misma línea, aseguró que el nuevo
gobierno pretende “tener una relación transparente y de comunicación
constante para poder generar confianza”.
Destacó
que por primera vez el país será gobernado por una coalición de cinco
partidos. Luego aclaró que “el cambio” que la ciudadanía votó se hará
“en diálogo constante con los partidos políticos que no forman parte de
nuestro gobierno y con todas las organizaciones civiles”. Los aplausos
más fuertes que se ganó el presidente fueron cuando dijo que el nuevo
Poder Ejecutivo se negaba a que esta “nueva etapa” consistiera en
“cambiar una mitad por la otra”, ya que “la unión es lo que nos piden
los uruguayos”. Según dijo, se buscará “continuar lo que se hizo bien,
corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, hacer lo que no se supo o no
se quiso hacer en estos años”.
Acto
seguido, Lacalle comenzó a presentar algunos de los objetivos de su
gobierno: uno de ellos será bajar el desempleo, cuya cifra es “la más
alta de los últimos años”. Por eso, afirmó, es necesario “iniciar
urgentemente una recuperación de la competitividad nacional” y del
“precio de los servicios públicos”, así como “ordenar adecuadamente los
recursos humanos del Estado”. Además, Lacalle Pou dijo que se
comprometerá a dar un “apoyo directo a las micro, pequeñas y medianas
empresas” y generar una “apertura de mercado en mejores condiciones para
nuestros bienes”.
Respecto de la
situación fiscal, expresó que el actual es el déficit fiscal “más alto
de los últimos 30 años”. Recordó su promesa de campaña de tener un
gobierno austero y aseguró que impulsará una “verdadera regla fiscal”.
Además, el presidente dijo que es “inminente” una reforma de la
seguridad social.
Uno de los temas
que Lacalle Pou destacó con más insistencia fue “la crisis de la
seguridad humana” que, a su entender, vive el país. “No tenemos dudas de
que estamos ante una emergencia”, aseguró. Recordó la reunión que
tendrá este lunes con las jerarquías policiales y dijo que en su
gobierno “se cuidará a los que cuidan”. “No estamos dispuestos a ceder
territorio a la delincuencia o al narcotráfico, y vamos a perseguir el
abigeato, que desola gran parte del interior de nuestro país”, aseguró.
El
presidente fue muy crítico con la situación actual de la educación del
país y dijo que estos años “han sido un período de retroceso en nuestra
enseñanza”, a pesar de las “grandes cantidades de dinero invertido”.
Seguidamente,
Lacalle Pou pidió fortalecer el Mercosur, pero al mismo tiempo
“flexibilizar el bloque para que cada socio pueda avanzar en procesos
bilaterales con otros países”. Además, sostuvo que es necesario
internalizar el acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea:
“Los procesos iniciados deben terminarse: si no se terminan, generan
descreimiento”. El presidente aseguró que para afianzar los intereses
del bloque “no debe importar el signo político de cada uno de los
miembros”.
No obstante su rechazo a
las políticas exteriores ideológicas, Lacalle Pou no invitó a
representantes de Venezuela y Cuba y se mostró amistoso con Jair
Bolsonaro. Lacalle Pou recibió a Bolsonaro e invitó al secretario
general de la OEA, Luis Almagro, a su ceremonia de asunción por cuya
reelección votará.
La falta de
definiciones en su discurso inaugural coincide con la ausencia de
lineamientos en varias áreas cruciales de la “coalición multicolor”. La
diversidad de la misma, la participación del retirado excomandante del
Ejército Guido Manini Ríos –de ruidosas posturas reaccionarias- y la
difícil coyuntura internacional preanuncian un gobierno plagado por
crisis y enfrentamientos. Sin embargo, la coincidencia en el traspaso
del mando de los mandatarios de Brasil, Paraguay, Chile y la canciller
del régimen de facto de Bolivia muestra la voluntad de aislar a
Argentina e imponerle soluciones “multilaterales” aperturistas y
autoritarias.
Argentina no puede
volver a pelearse con Uruguay, como sucedió en los años 2000. Se trata
de un país pequeño, pero tradicionalmente vinculado a Gran Bretaña y a
Estados Unidos y muy integrado con las economías de Argentina y Brasil.
Si el Río de la Plata se convierte en una frontera, Uruguay se
transforma inmediatamente en una base de operaciones político-económica
que puede provocarnos serios daños. Al mismo tiempo, Argentina necesita
que la República Oriental ayude a controlar la fuga de capitales y
clausure su cooperación con la ocupación de las Islas Malvinas.
Esta
situación y nuestras necesidades imponen llevar adelante una relación
firme, pero incluyente. De Uruguay obtendremos más encaminando proyectos
económicos comunes que enfrentándolo. Nuestro nuevo embajador allí es
la persona ideal para este trato callado. No perturbemos su trabajo
haciendo demasiado ruido.
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Eduardo J. Vior