jueves, 12 de marzo de 2020

El estallido de la crisis mundial es una chance



La crisis financiera mundial y la expansión del Coronavirus están llevando la economía internacional a una recesión que, no obstante, implica una oportunidad para Argentina

Eduardo J. Vior
El fracaso de la reunión de la OPEP+ en acordar una reducción de la producción de petróleo para reducir la baja de su precio, en momentos en que la expansión internacional del Coronavirus ha reducido drásticamente los flujos de personas y de cargas, ha desatado una baja generalizada en las cotizaciones de las acciones, de los bonos de deuda y de los precios de las commodities en todos los mercados del mundo. Esta caída de las cotizaciones genera una corrida hacia el dólar, el oro y otros valores considerados seguros y una retracción de las inversiones y de la demanda que, necesariamente, acarrearán la quiebra de muchas empresas y un aumento del desempleo. Es decir, ha estallado una crisis mundial quizás mayor que la de 2008-09. En estas condiciones los bonos de la deuda argentina han perdido drásticamente su valor y sus tenedores (los principales fondos de inversión del mundo) deben decidir entre asegurarse su rescate por nuestro país o malvenderlos. Ambas alternativas indican que Argentina está en default y, pasado el momento de la negociación, abandonada a su suerte. De nosotros depende cómo salgamos.

Estallido de la crisis mundial

Los principales índices bursátiles de Estados Unidos caían con fuerza el miércoles, tras un intento de rebote en la sesión previa, debido a que los inversores se mostraban escépticos sobre el plan de estímulos del presidente Donald Trump para combatir el Coronavirus. Wall Street había remontado con fuerza el martes, ayudando a resarcir parte de las pérdidas del lunes, pero retrocedió fuertemente este miércoles, porque muchos analistas han entendido que las ayudas financieras de la Reserva Federal y del gobierno de Washington sólo sirven al sector financiero, pero no recuperan la demanda.
Entre tanto, China festeja su triunfo sobre la pandemia. El martes 10 el presidente Xi Jinping visitó por primera vez la ciudad de Wuhan, donde a fin de diciembre pasado comenzó la crisis sanitaria. Casi tres cuartos de los 80.000 infectados en todo el país se han curado. El día en el que Xi visitó Wuhan sólo hubo 19 nuevos casos comprobados. Al mismo tiempo, Ying Yong, secretario del Partido Comunista de China (PCCh) en la provincia de Hubei, donde está ubicada la ciudad en cuestión, ordenó a los funcionarios locales que prepararan el reinicio de las actividades productivas y de servicios y garantizaran el movimiento ordenado de las personas.
El giro chino hacia la normalización y la creciente baja en el número de infecciones en Corea del Sur contrastan con la expansión del virus en Occidente. Varias crisis están confluyendo en el mismo escenario:
–           En primer lugar, obviamente la crisis sanitaria. Desde Europa y Oriente, la pandemia está alcanzando EE.UU., donde el número de infectados puede explotar en los próximos días, a pesar de la actitud denegatoria del gobierno.
–           En segunda instancia, el virus adelantó la recesión que se venía anunciando. En el primer trimestre China no tuvo crecimiento económico y Estados Unidos se prepara a igual futuro.
–           Tercero, el fracaso de las negociaciones entre la OPEP y algunos socios externos (en particular, Rusia) sobre la reducción de sus envíos de crudo y el consecuente anuncio de ambas partes de que incrementarían las ventas hundieron el precio del barril. Aunque el martes las cotizaciones repuntaron, siguen en el nivel más bajo desde 2014.
Si bien los medios norteamericanos rieron por las enormes pérdidas de Rusia y la consecuente devaluación del rublo, la industria petrolera de EE.UU. avizora un futuro aterrador. Gracias a la perforación de esquistos la superpotencia mundial es desde 2019 la primera exportadora mundial de hidrocarburos, pero también la que más ha invertido en los últimos diez años. Sus empresas están muy endeudadas y la retracción del consumo por la crisis mundial puede empujar a la ruina a miles de productores y comercializadores. La UE, en tanto, se dirige rauda hacia una recesión. Ya estaba muy golpeada por la guerra comercial entre EE.UU. y China y el Coronavirus le asestó un golpe durísimo.

La guerra de los precios del petróleo.

Después del fracaso de las negociaciones en Viena la semana pasada, Arabia Saudita anunció que, a partir del 1º de abril, enviará al mercado mundial 2,5 millones de barriles diarios más. Este miércoles la siguieron los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El petróleo extra que los dos aliados del Golfo Pérsico planean agregar es equivalente al 3,6% de los suministros mundiales y llegará al mercado en momentos en que se pronostica que la demanda global de combustible en 2020 se contraerá por primera vez en casi una década debido a la pandemia.
El argumento de Rusia contra la reducción de sus exportaciones es simple: por cada barril que la OPEP y sus socios sacan del mercado, EE.UU. vende uno más. El dato fue también registrado por los saudíes, quienes salieron a competir con Rusia en su enfrentamiento con el fracking norteamericano. Como cada barril de crudo producido cuesta a Saudi-Aramco (la empresa estatal saudita de petróleo) sólo 2,80 dólares contra los 16 dólares que paga la estadounidense Exxon Mobil o los 20 oblados por la rusa Rosneft, los saudies pueden seguir abaratando su fluido negro.
El conflicto petrolero tiene, pues, razones políticas: ni rusos ni sauditas –aunque por razones diferentes- quieren entregar el mercado mundial a los norteamericanos. El aumento en las exportaciones y la baja de los precios causa a ambos grandes perjuicios, pero con perspectivas disímiles. Mientras que las subvenciones a las exportaciones de petróleo amenazan con consumir rápidamente los 500 mil millones de dólares de las reservas internacionales del reino, en los últimos años Rusia ha desacoplado sus costos de producción de hidrocarburos del dólar y puede aprovechar la previsible rápida recuperación de la economía china en los próximos meses, para abastecerla a través del poliducto “Poder de Siberia” inaugurado en diciembre pasado.

La tormenta perfecta

El hundimiento de las cotizaciones petroleras impulsa la baja de todas las commodities y, con ello, déficits en las balanzas comerciales y de pagos de los países emergentes que, a su vez, suscitan la fuga de capitales hacia el dólar y el oro. Consecuentemente, se devalúan los bonos de sus deudas soberanas. Como al mismo tiempo el abaratamiento del petróleo empuja a la quiebra a las altamente endeudadas empresas norteamericanas involucradas en los yacimientos de esquistos, la crisis financiera y cambiaria pronto puede alcanzar la economía real. Si las empresas no pueden pagar sus deudas y el mercado internacional de bonos se derrumba, los bancos y fondos de inversión dejarán de prestar.
Durante 2019 la economía mundial ya estaba muy débil y la norteamericana, en particular, sólo se sostenía por el consumo privado. Desde abril de ese año las inversiones privadas se contrajeron y las existencias crecieron desmedidamente. La guerra comercial liderada por Trump en 2018 y 2019 hizo el resto. Los inversores han concluido ahora que el ciclo de 11 años de crecimiento se acabó. Están retirando ganancias y comprando divisas duras u oro.
El desorden provocado por el Coronavirus es, por lo tanto, sólo una “causa precipitante” de la crisis financiera y comercial. Si bien China no cayó en recesión y se anuncia su pronta recuperación, el efecto retardado de su menor demanda agregada en el primer trimestre va a pesar sobre la economía mundial en los próximos meses. La economía mundial se está precipitando en una crisis mundial peor que la de 2008-09 y esta vez ya no van a alcanzar los estímulos monetarios para superarla. Se necesitan medidas mucho más radicales para estimular la demanda agregada, pero no se ven las condiciones políticas, para que las principales potencias occidentales las adopten. Por el contrario, la próxima recuperación de la economía china, además de satisfacer su demanda interna, propenderá a aumentar el peso mundial de ese país.
La economía argentina está enormemente endeudada y con vencimientos a muy corto plazo. Por eso es que el FMI declaró la deuda argentina como “insostenible”. Los bonos entregados a los mayores fondos internacionales de inversión se han devaluado mucho y las duras condiciones que el gobierno de A. Fernández impone para renegociar la deuda debilitan la posición de los acreedores. O aceptan los términos propuestos por Argentina y postergan las cobranzas o declaran unilateralmente nuestro default, la cotización de los bonos se hunde y sus inversores pierden sus depósitos. En cualquiera de ambos casos nuestro país está en camino de desacoplarse de una economía mundial en crisis, pero puede sacar provecho de la crisis. Para ello, debe recuperar su soberanía monetaria, cambiaria y crediticia e inyectar dinero en la economía real, mientras aprovecha los vínculos estratégicos con China y Rusia para activar las inversiones necesarias y exportar. La ruina de la economía de casino internacional puede ser nuestra salvación.

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Eduardo J. Vior