El estallido de la crisis mundial es una chance
La
crisis financiera mundial y la expansión del Coronavirus están llevando
la economía internacional a una recesión que, no obstante, implica una
oportunidad para Argentina
El fracaso de la reunión de la OPEP+ en
acordar una reducción de la producción de petróleo para reducir la baja
de su precio, en momentos en que la expansión internacional del
Coronavirus ha reducido drásticamente los flujos de personas y de
cargas, ha desatado una baja generalizada en las cotizaciones de las
acciones, de los bonos de deuda y de los precios de las commodities en
todos los mercados del mundo. Esta caída de las cotizaciones genera una
corrida hacia el dólar, el oro y otros valores considerados seguros y
una retracción de las inversiones y de la demanda que, necesariamente,
acarrearán la quiebra de muchas empresas y un aumento del desempleo. Es
decir, ha estallado una crisis mundial quizás mayor que la de 2008-09.
En estas condiciones los bonos de la deuda argentina han perdido
drásticamente su valor y sus tenedores (los principales fondos de
inversión del mundo) deben decidir entre asegurarse su rescate por
nuestro país o malvenderlos. Ambas alternativas indican que Argentina
está en default y, pasado el momento de la negociación, abandonada a su
suerte. De nosotros depende cómo salgamos.
Estallido de la crisis mundial
Los principales índices bursátiles de
Estados Unidos caían con fuerza el miércoles, tras un intento de rebote
en la sesión previa, debido a que los inversores se mostraban escépticos
sobre el plan de estímulos del presidente Donald Trump para combatir el Coronavirus. Wall Street había remontado con fuerza el martes, ayudando a resarcir parte de las pérdidas del lunes,
pero retrocedió fuertemente este miércoles, porque muchos analistas han
entendido que las ayudas financieras de la Reserva Federal y del
gobierno de Washington sólo sirven al sector financiero, pero no
recuperan la demanda.
Entre tanto, China festeja su triunfo
sobre la pandemia. El martes 10 el presidente Xi Jinping visitó por
primera vez la ciudad de Wuhan, donde a fin de diciembre pasado comenzó
la crisis sanitaria. Casi tres cuartos de los 80.000 infectados en todo
el país se han curado. El día en el que Xi visitó Wuhan sólo hubo 19
nuevos casos comprobados. Al mismo tiempo, Ying Yong, secretario del
Partido Comunista de China (PCCh) en la provincia de Hubei, donde está
ubicada la ciudad en cuestión, ordenó a los funcionarios locales que
prepararan el reinicio de las actividades productivas y de servicios y
garantizaran el movimiento ordenado de las personas.
El giro chino hacia la normalización y
la creciente baja en el número de infecciones en Corea del Sur
contrastan con la expansión del virus en Occidente. Varias crisis están
confluyendo en el mismo escenario:
– En primer lugar, obviamente la crisis sanitaria. Desde Europa y Oriente, la pandemia está alcanzando EE.UU., donde el número de infectados puede explotar en los próximos días, a pesar de la actitud denegatoria del gobierno.
– En segunda instancia, el virus adelantó la recesión que se venía anunciando. En el primer trimestre China no tuvo crecimiento económico y Estados Unidos se prepara a igual futuro.
– Tercero, el fracaso de las negociaciones entre la OPEP y algunos socios externos (en particular, Rusia) sobre la reducción de sus envíos de crudo y el consecuente anuncio de ambas partes de que incrementarían las ventas hundieron el precio del barril. Aunque el martes las cotizaciones repuntaron, siguen en el nivel más bajo desde 2014.
– En primer lugar, obviamente la crisis sanitaria. Desde Europa y Oriente, la pandemia está alcanzando EE.UU., donde el número de infectados puede explotar en los próximos días, a pesar de la actitud denegatoria del gobierno.
– En segunda instancia, el virus adelantó la recesión que se venía anunciando. En el primer trimestre China no tuvo crecimiento económico y Estados Unidos se prepara a igual futuro.
– Tercero, el fracaso de las negociaciones entre la OPEP y algunos socios externos (en particular, Rusia) sobre la reducción de sus envíos de crudo y el consecuente anuncio de ambas partes de que incrementarían las ventas hundieron el precio del barril. Aunque el martes las cotizaciones repuntaron, siguen en el nivel más bajo desde 2014.
Si bien los medios norteamericanos
rieron por las enormes pérdidas de Rusia y la consecuente devaluación
del rublo, la industria petrolera de EE.UU. avizora un futuro aterrador.
Gracias a la perforación de esquistos la superpotencia mundial es desde
2019 la primera exportadora mundial de hidrocarburos, pero también la
que más ha invertido en los últimos diez años. Sus empresas están muy
endeudadas y la retracción del consumo por la crisis mundial puede
empujar a la ruina a miles de productores y comercializadores. La UE, en
tanto, se dirige rauda hacia una recesión. Ya estaba muy golpeada por
la guerra comercial entre EE.UU. y China y el Coronavirus le asestó un
golpe durísimo.
La guerra de los precios del petróleo.
Después del fracaso de las negociaciones
en Viena la semana pasada, Arabia Saudita anunció que, a partir del 1º
de abril, enviará al mercado mundial 2,5 millones de barriles diarios
más. Este miércoles la siguieron los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El
petróleo extra que los dos aliados del Golfo Pérsico planean agregar es
equivalente al 3,6% de los suministros mundiales y llegará al mercado en
momentos en que se pronostica que la demanda global de combustible en
2020 se contraerá por primera vez en casi una década debido a la
pandemia.
El argumento de Rusia contra la
reducción de sus exportaciones es simple: por cada barril que la OPEP y
sus socios sacan del mercado, EE.UU. vende uno más. El dato fue también
registrado por los saudíes, quienes salieron a competir con Rusia en su
enfrentamiento con el fracking norteamericano. Como cada barril de crudo
producido cuesta a Saudi-Aramco (la empresa estatal saudita de
petróleo) sólo 2,80 dólares contra los 16 dólares que paga la
estadounidense Exxon Mobil o los 20 oblados por la rusa Rosneft, los
saudies pueden seguir abaratando su fluido negro.
El conflicto petrolero tiene, pues,
razones políticas: ni rusos ni sauditas –aunque por razones diferentes-
quieren entregar el mercado mundial a los norteamericanos. El aumento en
las exportaciones y la baja de los precios causa a ambos grandes
perjuicios, pero con perspectivas disímiles. Mientras que las
subvenciones a las exportaciones de petróleo amenazan con consumir
rápidamente los 500 mil millones de dólares de las reservas
internacionales del reino, en los últimos años Rusia ha desacoplado sus
costos de producción de hidrocarburos del dólar y puede aprovechar la
previsible rápida recuperación de la economía china en los próximos
meses, para abastecerla a través del poliducto “Poder de Siberia”
inaugurado en diciembre pasado.
La tormenta perfecta
El hundimiento de las cotizaciones
petroleras impulsa la baja de todas las commodities y, con ello,
déficits en las balanzas comerciales y de pagos de los países emergentes
que, a su vez, suscitan la fuga de capitales hacia el dólar y el oro.
Consecuentemente, se devalúan los bonos de sus deudas soberanas. Como al
mismo tiempo el abaratamiento del petróleo empuja a la quiebra a las
altamente endeudadas empresas norteamericanas involucradas en los
yacimientos de esquistos, la crisis financiera y cambiaria pronto puede
alcanzar la economía real. Si las empresas no pueden pagar sus deudas y
el mercado internacional de bonos se derrumba, los bancos y fondos de
inversión dejarán de prestar.
Durante 2019 la economía mundial ya
estaba muy débil y la norteamericana, en particular, sólo se sostenía
por el consumo privado. Desde abril de ese año las inversiones privadas
se contrajeron y las existencias crecieron desmedidamente. La guerra
comercial liderada por Trump en 2018 y 2019 hizo el resto. Los
inversores han concluido ahora que el ciclo de 11 años de crecimiento se
acabó. Están retirando ganancias y comprando divisas duras u oro.
El desorden provocado por el Coronavirus
es, por lo tanto, sólo una “causa precipitante” de la crisis financiera
y comercial. Si bien China no cayó en recesión y se anuncia su pronta
recuperación, el efecto retardado de su menor demanda agregada en el
primer trimestre va a pesar sobre la economía mundial en los próximos
meses. La economía mundial se está precipitando en una crisis mundial
peor que la de 2008-09 y esta vez ya no van a alcanzar los estímulos
monetarios para superarla. Se necesitan medidas mucho más radicales para
estimular la demanda agregada, pero no se ven las condiciones
políticas, para que las principales potencias occidentales las adopten.
Por el contrario, la próxima recuperación de la economía china, además
de satisfacer su demanda interna, propenderá a aumentar el peso mundial
de ese país.
La economía argentina está enormemente
endeudada y con vencimientos a muy corto plazo. Por eso es que el FMI
declaró la deuda argentina como “insostenible”. Los bonos entregados a
los mayores fondos internacionales de inversión se han devaluado mucho y
las duras condiciones que el gobierno de A. Fernández impone para
renegociar la deuda debilitan la posición de los acreedores. O aceptan
los términos propuestos por Argentina y postergan las cobranzas o
declaran unilateralmente nuestro default, la cotización de los bonos se
hunde y sus inversores pierden sus depósitos. En cualquiera de ambos
casos nuestro país está en camino de desacoplarse de una economía
mundial en crisis, pero puede sacar provecho de la crisis. Para ello,
debe recuperar su soberanía monetaria, cambiaria y crediticia e inyectar
dinero en la economía real, mientras aprovecha los vínculos
estratégicos con China y Rusia para activar las inversiones necesarias y
exportar. La ruina de la economía de casino internacional puede ser
nuestra salvación.