sábado, 27 de octubre de 2018

El triunfo coronelista nos acerca al abismo

Entrevista en el diario "Vanguardia" de Bucaramanga (Colombia)


Brasil se mueve de izquierda a derecha


Brasil está ad portas de elegir al líder que regirá los destinos del gigante suramericano. El eventual triunfo de un ultraconservador inquieta porque sumiría al país en una era incierta.



En vísperas de la segunda vuelta electoral más importante en épocas recientes, Brasil abraza una polarización visceral alimentada por un discurso de odio del gran favorito Jair Bolsonaro, que ha apelado al voto de la desesperación en un país en crisis, hastiado de la corrupción y desencantado con la izquierda. 
No cabe duda, que la elección presidencial de este domingo marcará un antes y un después en la historia del país más grande y poderoso de América Latina, región que observa con profunda incertidumbre y justificados temores este desenlace político.
Con sobradas razones inquieta que el candidato ultraderechista Bolsonaro, vencedor en la primera vuelta con casi 50 millones de votos, es decir el 46%, tenga más chances de ganar frente al líder de izquierda Fernando Haddad, que está obligado a remontar un resultado adverso del 29%.
Es más, de acuerdo con las últimas encuestas, Bolsonaro supera a Haddad por una diferencia de entre 14 y 20% las intenciones de voto.
La prueba de fuego será este 28 de octubre, cuando más de 147 millones de brasileños vayan a las urnas para definir presidente hasta 2023, entre la izquierda o la extrema derecha.
El carácter autoritario personalista del exmilitar Bolsonaro, nostálgico de las dictaduras, es factor de preocupación.
Ha insultado a los pobres, las mujeres, los homosexuales y los negros que son una comunidad muy importante en Brasil. Y si a esto se le suma que reniega de la democracia, esa que irónicamente lo puede llevar al poder, y su promesa de abrir la región amazónica a la explotación comercial, el horizonte no puede ser más oscuro.
Martha Lucía Márquez, directora del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana de Bogotá, explica el vertiginoso ascenso de Bolsonaro a factores internos como el descrédito de la izquierda, particularmente del Partido de los Trabajadores (PT) por los sonados escándalos de corrupción.
Destaca la importancia como actor político que están adquiriendo los grupos evangélicos en América Latina que mueven votos desde sus iglesias, y que han reaccionado frente a las políticas liberales y de inclusión de los gobiernos de izquierda, haciendo alusión a grupos Lgtbi o derechos de la mujer.
Además la doctora en Ciencias Sociales y Humanas describe a Bolsonaro como una figura atípica en la medida en que aun cuando ha sido legislador durante muchos años, ha sido poco exitoso porque prácticamente no ha sacado proyectos de ley.
Igualmente identifica que en Brasil no hay un centro político desde hace mucho rato.
“No hay un candidato que logre construir un centro político, en los años 80 después de la transición a la democracia, Brasil ha vivido una competencia entre la izquierda” representada en el PT que gobernó entre 2003 y 2016, y la derecha en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que apoya a Bolsonaro, sostiene.
A juicio de la experta en temas de América Latina, lo de Bolsonaro además guarda similitud con la llegada al poder de Trump en Estados Unidos, quien fue elegido con unos 63 millones de votos.
Si bien reconoce que Bolsonaro sí ha tenido cierta trayectoria política a diferencia de Trump, la relación es “justamente en términos de su incapacidad política y su estilo político, es un hombre abiertamente de derecha, que hace comentarios políticamente inadecuados”.
Por su parte, Fabián Gamba, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de La Salle, estima que después del gran avance de la izquierda en América Latina, vuelven las derechas al poder en varios países como ocurriría en Brasil y “eso implica innegablemente un nuevo mapa político para el subcontinente porque las relaciones entre Estados van a depender de las líneas de acción de los gobiernos y las tendencias políticas de los mismos”.
En ese contexto, le preocupa que un candidato tan extremo en cuanto a sus percepciones sobre temas sensibles como lo exhibe Bolsonaro, “llevaría a un Brasil que se ubicaría en otro terreno diferente y a un retroceso de las políticas en las que Brasil ha avanzado y que lo ha llevado a ser un referente en América Latina, nos va a llevar a un nuevo panorama de lucha y de movilización social”.
Eduardo Vior, analista internacional argentino, interpreta la situación actual brasileña como de extrema polarización y prevé un “ciclo de ingobernabilidad, mucha sectarización y fractura social y política”.
Es más, va más allá, y alerta que “este personaje (Bolsonaro) que es un delirante paranoico mesiánico puede estar tentado a usar las milicias de las iglesias pentecostales y las milicias de los latifundistas en el interior del país para construir una fuerza propia si él intenta imponerse frente al Ejército”.
Será un período complejo porque se va fracturar la relación entre las elites que llegan en una situación económica difícil, enfatiza Vior.
Como dato interesante, agrega el experto, en el último año, aproximadamente 88 mil de las mayores riquezas de Brasil han pedido visa para irse a vivir a otros países.
La razón, según él, “porque saben que van a hacer sus negocios en su país, pero también saben que la situación va a ser desastrosa, por la convulsión social, la inseguridad y la falencia progresiva del Estado en muchas cuestiones”.
No en vano, Brasil es un país cada vez mas asfixiado por la violencia que se palpa en las calles con cerca de 64 mil homicidios en 2017, a la que le cuesta salir de la recesión provocada por el Gobierno de Dilma Rousseff, y del desempleo, que se ha estancado en un 13%.
De otro lado, el analista argentino considera que algo característico de esta campaña ha sido la táctica de Bolsonaro “de esconderse detrás del señor WhastApp”.
El candidato ultraconservador tiene millones de seguidores en redes, rechazó los debates con sus rivales, y dio contadas entrevistas para no comprometerse demasiado o más bien, equivocarse con su discurso incendiario.

viernes, 26 de octubre de 2018

Brasil pone a todo el continente en peligro

La dictadura bolsonarista puede destruir Suramérica

Al instaurar su planeado régimen autoritario, Jair Bolsonaro no podrá mantener la heterogénea alianza que lo sostiene y agudizará las tensiones internas y externas
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
24 de octubre de 2018
Eduardo J. Vior
Después de que el manifiesto de Jair Bolsonaro en el acto del pasado domingo 20 en la Av. Paulista de São Paulo confirmó que planea instaurar una dictadura y de que las últimas encuestas hicieron previsible su triunfo sobre Fernando Haddad el próximo domingo 28, las especulaciones de los analistas se dirigen a prever el curso de su probable gobierno.
Cuatro ejes se perfilan claramente en la futura acción internacional del presidente Bolsonaro. En primer lugar, afianzará estrechos vínculos diplomáticos e ideológicos con los gobiernos de EE.UU. e Israel, segundo, en su ofensiva contra Venezuela puede llegar hasta la agresión militar. En tercera instancia, en América del Sur aspira a formar con Argentina, Paraguay, Chile y Colombia una alianza de gobiernos conservadores. Finalmente, si bien ha dicho que no piensa retirar a su país del Mercosur, pretende “desideologizarlo”.
Sin esperar a que el domingo próximo las urnas lo confirmen, el candidato ultraderechista ya llamó el pasado martes 16 a Mauricio Macri, para ratificar la “relación estratégica” entre Brasil y la Argentina. El sábado último también se comunicó con el presidente paraguayo Mario Abdo Benítez, a quien le expresó su deseo de fortalecer las relaciones bilaterales. En tanto, en su casa de Río de Janeiro recibió también a los senadores chilenos Jacqueline van Rysselberghe y José Durana, de la base parlamentaria del gobierno de Sebastián Piñera quien ya había manifestado públicamente su apoyo al futuro superministro económico de Bolsonaro, Paulo Guedes, quien, tras formarse en la Universidad de Chicago con Milton Friedman, durante la dictadura de Augusto Pinochet fue profesor en la Universidad de Chile. Según fuentes de la campaña, se espera que en los próximos días Bolsonaro también converse con Piñera y con el presidente de Colombia, Iván Duque.
El Mercosur no es mencionado en el programa electoral del candidato, que sólo apunta a una reforma de Itamaraty y, en general, a profundizar la integración con los países latinoamericanos “que estén libres de dictaduras”. En cambio, sí ha destacado que pretende forjar un alineamiento más firme con Washington e intensificar la colaboración y el comercio con Israel, Corea del Sur e Italia (ya está en comunicación con el viceprimer ministro italiano, el ultraderechista Matteo Salvini).
Aunque ya tiene un equipo que está elaborando los lineamientos de la política exterior, todavía no ha decidido, si para ejecutarla designará a un político o a un diplomático de carrera. Entre las opciones “políticas” suena mucho la senadora Ana Amélia Lemos, del Partido Progresista, ex compañera de fórmula de Geraldo Alckmin. Actual titular de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, luego de la primera vuelta se apresuró a respaldar al aspirante del PSL. De ser nombrada, sería la primera mujer canciller en la historia de Brasil.
Otro nombre político que se baraja es el del empresario Luiz Philippe de Orléans e Bragança, diputado electo por el PSL por São Paulo y heredero de la familia imperial derrocada en 1889. El Príncipe (como lo llaman) quiere revisar la estructura del Mercosur e impulsa la firma de acuerdos bilaterales de libre comercio, como el que acaban de negociar Brasil y Chile.
Entre las alternativas diplomáticas, en tanto, uno de los favoritos sería el embajador Ernesto Fraga Araújo, actual director del Departamento de Estados Unidos y Canadá de Itamaraty, firme defensor de Bolsonaro e impulsor de una “relación carnal” con Washington. Otras posibilidades profesionales serían el embajador Luiz Fernando Serra y tres mujeres embajadoras de alto perfil: María Luiza Ribeiro Viotti (actual jefa de gabinete del secretario general de la ONU, Antonio Guterres), María Nazareth Farani de Azevedo (representante permanente de Brasil ante la ONU en Ginebra) y María Dulce Silva Barros (subsecretaria general de Comunidades Brasileñas y Asuntos Consulares y Jurídicos en Itamaraty).
Por la conformación de su base de apoyo, da la impresión de que la política exterior de Bolsonaro oscilará entre el ideologismo, la demagogia y los intereses contrapuestos del Ejército, los grupos financieros, los terratenientes exportadores y los industriales de São Paulo, donde están las mayores industrias exportadoras del país, especialmente la automotriz. Indudablemente, Brasil buscará imponer a sus vecinos acuerdos comerciales desiguales, intervendrá en sus asuntos internos aplicando presión militar (especialmente en la Cuenca del Plata), probablemente entregue a Estados Unidos la base aeroespacial de Alcántara, en el nordestino Estado de Maranhão, y financiará la expansión de sus iglesias pentecostales allende las fronteras. Sin embargo, si se embarca junto con Washington y Bogotá en una intervención militar contra Venezuela, provocará un conflicto bélico de larga duración y amplio alcance, que fracturará el continente e involucrará también a Bolivia, Nicaragua, Cuba, Rusia, Irán y China.
Como el Ejército brasileño se concibe a sí mismo como pilar y equilibrador del Estado, en principio no es previsible que quiera meterse en un conflicto armado de grandes proporciones, antes de “reordenar” el escenario interno en el sentido propuesto por el “Grupo Brasilia” (equipo cívico-militar liderado por el general Augusto Heleno que se viene reuniendo en Brasilia desde hace un año, para planificar el futuro gobierno): combate a la corrupción y a la criminalidad, represión de los movimientos sociales y de la izquierda, disciplinamiento de los trabajadores y relanzamiento del crecimiento económico.
Sin embargo, a pesar de la confianza que los medios conservadores y liberales y los grandes grupos financieros tienen en que el superministro Paulo Guedes y los militares “moderen” a Bolsonaro, éste es un delirante paranoico, megalómano y místico. Cuando haya que comenzar a repartir los escasos recursos del Estado, la heterogénea alianza que lo está llevando al poder fracturará. Rupturas, enfrentamientos y persecuciones dentro de la elite serán entonces moneda corriente. Si por el desgobierno la crisis se agudiza, no sería raro que el presidente mesiánico intente imponer una dictadura personal con ayuda de las milicias evangelistas, los parapoliciales y las fuerzas de choque de los terratenientes. En ese contexto, también puede ocurrírsele invadir Venezuela, para coronarse como nuevo emperador de los trópicos.
El domingo próximo marcará el comienzo de una época tan negra de la historia suramericana, como no la hemos vivido desde 1865. Que el resultado sea diferente depende de la unidad de las fuerzas democráticas.

lunes, 22 de octubre de 2018

Washington, Ankara y Riad buscan calmar las aguas

Trump y Erdogan intentan silenciar el asesinato del espía Jamal Khashoggi

EE.UU.,  Turquía y Mohamed bin Salman, el hombre fuerte de Arabia Saudita, tratan de limitar las consecuencias de la desaparición del colaborador con la inteligencia británica
(Foto: AFP)
21 de Octubre de 2018
Tres semanas después de la desaparición y asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi (se pronuncia "Yamal Jashogui") en el consulado de su país en Estambul, Arabia Saudita, Turquía y EE UU parecen haber encontrado un chivo expiatorio, para calmar las aguas. Sin embargo, aun así la inestabilidad del régimen saudita y su enorme peso internacional pronostican nuevas y mayores explosiones.
"Las conversaciones entre Jamal Khashoggi y las personas con las que se entrevistó en el consulado del reino en Estambul... degeneraron en una pelea, que provocó su muerte", indicó la agencia oficial saudita SPA el viernes por la noche, citando a la fiscalía.
En el mismo acto, el reino de Arabia Saudita confirmó el despido del subjefe de la inteligencia, el general Ahmed al Assiri, quien cargará la responsabilidad por el homicidio. Además, el rey saudita instó al príncipe heredero a reformar los servicios de inteligencia
Hombre muy cercano al heredero del trono saudita, Mohamed bin Salman (conocido como MbS), al Assiri en 2016 ayudó al financiamiento de la campaña electoral de Donald Trump por orden de MbS y hasta hace nueve meses fue el vocero de la coalición árabe que desde 2015 lleva la guerra contra Yemen. The New York Times, había adelantado que Riad difundiría que el general debía interrogar a Khashoggi en Estambul y "se le fue la mano".
Jamal Khashoggi entró el 2 de octubre en el consulado de Arabia Saudita en el Bósforo y nunca más salió. Estaba citado, para retirar el certificado de divorcio que precisaba para casarse con su novia turca, pero 15 agentes sauditas lo esperaban allí, lo torturaron y, al parecer, lo descuartizaron vivo.
Desde los años '80 Khashoggi cooperaba con el servicio de contraespionaje británico MI6. Protegido por el exjefe de la inteligencia saudita, el príncipe Turki ben Faiçal, lo acompañó en la embajada en Londres a principios de los años '90. Más tarde pasó al servicio del príncipe Al-Walid bin Talal, torturado en noviembre de 2017 durante el golpe palaciego de MbS, pero ya desde el junio anterior Khashoggi vivía en EE UU donde fue columnista del Washington Post hasta su desaparición.
Si bien el gobierno turco mantuvo viva la atención internacional mediante filtraciones oficiosas de los hechos, los sospechosos y su huida, nunca acusó directamente a MbS. Del mismo modo se comportó Donald Trump, quien primero dudó de la muerte de Khashoggi, para recién pasar a reconocerla el jueves pasado.
Está claro que el periodista colaboró durante años con el servicio de contraespionaje británico MI6 y es probable que estuviera envuelto en un intento de golpe contra MbS. No es tampoco improbable que los émulos de James Bond lo hayan enviado a la muerte, porque ya no lo necesitaban. Asimismo, el periodista/agente estaba estrechamente vinculado a la Hermandad Musulmana, hasta 2015, sostenida por Arabia Saudita, Bajréin, los Emiratos y Turquía y con milicias propias dentro de Siria que Erdogan desmontó, cuando mejoró sus vínculos con Vladimir Putin. Luego sobrevinieron el asalto al poder de Mohamed bin Salman y el discurso de Trump en Riad en junio de 2017 en el que ordenó el fin del terrorismo islamista. A continuación, MbS escenificó el bloqueo de Catar, al que acusó de apoyar al terrorismo, pero el emirato resistió gracias al apoyo turco. Según afirmó Thierry Meissan en la Red Voltaire <http://www.voltairenet.org/article203485.html>, Jamal Khashoggi estaba implicado en un complot contra el príncipe heredero que estaban preparando varios miembros de la familia real saudita y, ante el asesinato de este, han huido del país.
Si bien los medios occidentales mostraron la reacción turca al asesinato de Khashoggi como un castigo a Arabia Saudita, Ankara presiona a MbS para que resuelva rápidamente el caso, al mismo tiempo que evita romper con los inversionistas y compradores sauditas a los que tanto necesita en la crisis actual. En este equilibrismo Erdogan coincide con Trump, quien acaba de aprobar una venta de armas al reino por 110 mil millones de dólares y no quiere escándalos.
Por esta vez Mohamed bin Salman parece haberse salvado, pero no puede repetir estas barbaridades sin pagar las consecuencias. Incluso, todavía no hay garantías de que nuevas revelaciones no arruinen el intento de silenciamiento. MbS ofrece material más que suficiente para hacerlas. En torno a Arabia Saudita, el final de una crisis es el prólogo de otra y cada una dibuja círculos más amplios que la anterior. «

Periodista y espía para dos coronas
Jamal Khashoggi (1958-2018, se pronuncia "Yamal Jashogui") fue un periodista y espía saudita que en los '80 acompañó a Ossama bin Laden en Afganistán.
Khashoggi conocía los secretos de la familia real y participó en las negociaciones con al-Qaeda previas a los atentados del 11/9/01 en Nueva York. Inmediatamente después su jefe, el príncipe Turki al-Faisal, dejó el mando de la inteligencia y lo llevó consigo a las embajadas en Londres (2002-05) y Washington (2005-06).
Por sus vínculos con el MI6 británico, durante la "primavera árabe" (2011-12) Khashoggi impulsó a los Hermanos Musulmanes y hasta 2017 fue protegido por el nuevo jefe de la inteligencia, el príncipe Al-Walid bin Talal. Fracasados los alzamientos, entre 2012 y septiembre de 2016 publicó críticas columnas de opinión en Al Arabiya.
Cuando Mohamed bin Salman (MbS) se convirtió en sucesor del trono en marzo de 2017, Khashoggi vio el peligro que corría y se exilió en EE UU en septiembre de ese año, donde escribió para el Washington Post hasta el 2 de octubre pasado.

jueves, 18 de octubre de 2018

La internacional neofascista tiene límites

A pesar de Steve Bannon, Bolsonaro no es Trump

Aunque el ex asesor presidencial quiere sumar al líder brasileño a su “global movement”, las diferencias son mayores que las coincidencias
Eduardo J. Vior
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
17 de octubre de 2018
El triunfo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de la elección presidencial brasileña y el apoyo público que recibió del ex asesor presidencial norteamericano Steve Bannon sugirieron en los medios de todo el mundo similitudes entre el presidente aupado a la Casa Blanca por el organizador de la derecha alternativa (“alt right”) y el ex oficial paracaidista devenido político. The Movement planea expandirse por Europa, América Latina y Asia, pero va a rebotar contra más de una realidad nacional.
En una entrevista mantenida el pasado miércoles 10 en Londres con el editor en jefe de Bloomberg, John Micklethwait, Steve Bannon sostuvo que los europeos deben abandonar el euro y elogió a líderes nacionalistas como el húngaro Viktor Orban a quien calificó de “heroico”. El otrora arquitecto del triunfo electoral de Donald Trump en 2016 dijo en la entrevista que “The Movement” tiene por finalidad convertir a la Unión Europea (UE) en “una colección de naciones soberanas”, en vez de un bloque integrado política y económicamente.
“Estoy convencido de que cada uno debe tener el control sobre su propia moneda”, declaró Bannon. En vistas a la elección del Parlamento Europeo en mayo próximo el ex asesor presidencial está tratando de coordinar a los partidos nacionalistas del continente, para alcanzar un tercio de los más de 700 diputados europeos. Éste sería el primer paso, para luego extender su movimiento a Brasil y Paquistán, fracturar la Iglesia Católica con el apoyo de los ultraconservadores y llegar hasta Filipinas y Argentina. “No se trata sólo de la UE; este movimiento es global por su propia naturaleza”, concluyó en la entrevista.
Bannon abrió el mes pasado en Bruselas la oficina de El Movimiento gracias a la colaboración de Mischael Modrikamen, presidente del pequeño Partido Popular Belga (PP), e inmediatamente emprendió con éste una gira por Roma, donde se reunió con su principal adalid, el ministro del Interior italiano Matteo Salvini, y Belgrado, donde conferenció con el presidente húngaro Viktor Orban.
Según Modrikamen, la nueva organización será un “club”, para “recaudar fondos en América y Europa que aseguren que las ideas ‘populistas’ sean escuchadas por los ciudadanos europeos”. El Movimiento va a destacar cuatro temas comunes a los partidos nacionalistas de la UE: el control de la inmigración, el “islamismo”, el aumento de la “seguridad” y la transformación de la Unión en “una Europa de naciones soberanas, orgullosas de sus identidades”.
Sin embargo, no todas son rosas. El pasado lunes 8, en una rueda conjunta con Salvini, Marine Le Pen cerró la puerta a futuras colaboraciones afirmando que “Bannon no es europeo. Es americano. Nosotros y sólo nosotros daremos forma a la fuerza política que resulte de las europeas de 2019”. La contundencia de estas declaraciones se vio, empero, matizada el jueves 11, cuando Bannon y Le Pen se reunieron en la ciudad francesa de Lille. Tras el encuentro, el vicepresidente de Reagrupación Nacional, Louis Aliot (que, además, es la pareja de Le Pen), concedió que su fuerza aceptaba a Bannon, porque “sólo quiere ofrecer asesoramiento a los partidos euroescépticos”.
El Movimiento tampoco ha podido hacer pie en Gran Bretaña, donde el nacionalista UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido) ha rechazado seguirlo, y donde Bannon aceptó no entrometerse, según manifestó en la entrevista con Bloomberg.
Entre tanto, Brasil debería ser el pivote para organizar El Movimiento en América Latina. Es público que Bannon asesora la campaña electoral de Jair Bolsonaro. Uno de los hijos del candidato presidencial, Eduardo (electo diputado federal por São Paulo), se reunió con Bannon en New York en mayo pasado donde cerraron el acuerdo de colaboración. La principal evidencia de esta intervención es la estrategia de guerra psicológica aplicada por la derecha en las redes. Mentiras, insultos y difamaciones han movilizado el odio de millones de electores contra el PT y sus candidatos.
Como Salvini ha elegido a Macron y Merkel como su principal enemigo para las elecciones europeas, hay quienes en Brasil asimilan este enfrentamiento a la confrontación entre Bolsonaro y Haddad. Sin embargo, las apariencias engañan. Mientras que Macron es un banquero de la Rothschild, Haddad es un profesor de Filosofía, que ha tenido una competente gestión como alcalde de São Paulo de donde salió sin cargo alguno por corrupción. Al contrario de Macron, un lobo neoliberal con piel de oveja, Haddad encarna lo que resta de una izquierda realmente progresista.
El trumpismo de Bolsonaro (“Tornem o Brasil Grande de Novo!”, “Hagan a Brasil grande de nuevo”) se asemeja al de Trump (“Make America great again!”). Sus persistentes apelaciones a la Patria, a la bandera y a las fuerzas armadas también suenan similares. No obstante, el aventurero brasileño no tiene interés en defender la industria nacional, los empleos ni la rica cultura de su país. A diferencia de su modelo norteamericano también ha avalado la tortura, la dictadura y el aniquilamiento físico de minorías y opositores. Bolsonaro no es fascista ni trumpista, sino muy brasileño, como apuntó el domingo el veterano periodista Mino Carta. “Un capitán del monte”, lo llamó, aludiendo a los salvajes cazaesclavos que en los siglos XVII y XVIII recorrían las serranías del Nordeste buscando a quienes habían huido de las plantaciones de azúcar.
Bolsonaro es un salvaje sanguinario a quien se ha encomendado la tarea de devolver al redil a tanto negro, indio y mulato liberado por Lula. Para ello está dirigido por el capital financiero especulativo concentrado y sostenido por los militares más reaccionarios. Sin embargo, el peligro es grande de que el payaso se crea dueño del circo y quiera eliminar a sus dadores de trabajo. Ni Steve Bannon podrá entonces limitar el caos en el país más grande de América Latina.
El ascenso de los nacionalismos en los países capitalistas centrales es producto de la combinación entre la creciente desigualdad, el desmontaje del Estado de Bienestar, la crisis de las izquierdas y de los movimientos obreros, la aparición de elites reaccionarias que ofrecen una nueva política identitaria y la facilidad de difusión que ofrecen las redes sociales.
Entre tanto, el Informe de Estabilidad Financiera 2018 del FMI, publicado en la reciente reunión de Singapur, constata que existe el riesgo concreto de una crisis global. Si se produce esta anunciada catástrofe, Bannon pretende pescar en río revuelto. No obstante, como demuestran los ejemplos de Francia y Brasil, las diferencias nacionales entre los ultraderechistas son más que las semejanzas.
La única alternativa posible a El Movimiento retificado, elitista, demagógico y (¡éste sí!) populista de los acólitos del suprematismo blanco mundial es el surgimiento de movimientos populares, democráticos, sociales, nacionales (en serio) e impregnados por una ética humanista y solidaria. Queda bastante por hacer.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Sólo Haddad puede salvar la civilidad

Brasil se debate entre la democracia y el golpe permanente

El triunfo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de la elección brasileña ha excedido todas las expectativas y pone al país al borde del caos
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
10 de octubre de 2018
Eduardo J. Vior
Una mezcla de rabia, frustración y odio han arrasado el cuadro institucional de la 3ª República. Excepto el candidato ultraderechista, casi ninguno de los favoritos ha sobrevivido a las urnas. El ejército y el bloque “BBB” (bala, Biblia, buey) chocan los cinco, pero también a ellos se los puede llevar la correntada.
Al día siguiente de la primera vuelta, Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal, PSL) y Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores, PT) se lanzaron a la conquista del casi 35% de los votos que eligió mayormente opciones en el centro del espectro político. Mientras que el primero obtuvo 46% de los votos, su contrincante llegó al 29,28%. El candidato ultraderechista desmintió a su vice, el general Hamilton Mourão, quien había propuesto que un “consejo de notables” reforme la Constitución. Su oponente, en tanto, anunció el lunes 8 que, para hacer los cambios institucionales necesarios, prefiere que el parlamento enmiende la Constitución, en lugar de convocar a una conflictiva Asamblea Constituyente. Al mismo tiempo, se apartó del ex-ministro Jose Dirceu, quien desde la prisión declaró que “el PT debe prepararse para tomar el poder”.
El mayor beneficiado por los resultados de la elección fue el Partido Social Liberal (PSL) que aprovechó el arrastre de su candidato presidencial, para pasar en la Cámara de Diputados de ocho a 52 bancas y en el Senado de cero a nueve senadores.
Un total de 147 millones de brasileños fueron a las urnas este domingo para escoger presidente y vice, la totalidad de los diputados federales, dos tercios del Senado, gobernadores y legisladores estaduales. Al no alcanzar ninguno de los contendientes la mitad de los votos, el 28 de octubre habrá segunda vuelta. A pesar de que en Brasil el voto es obligatorio, 29,9 millones de ciudadanos se abstuvieron, el porcentaje más alto desde 2002. Movilizar a estos abstinentes será un segundo objetivo de ambos contendientes.
Tanto la abstención como el voto ultraderechista expresan un rudo castigo al PT y a los grandes partidos que sostuvieron la 3ª República desde la Constitución de 1988. Además del PT, vieron reducidas sus bancadas el Movimiento Democrático Brasileño (MDB, hasta mayo de 2018 PMDB) y el Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB). El PT sigue siendo la primera minoría en Diputados, aunque disminuyó de 68 a 56 legisladores. En el Senado bajó de 13 a 6 bancas. Su mejor resultado lo tuvo en el Nordeste, seguido por el Sudeste. El MDB, en tanto, pasó en la Cámara del segundo al quinto lugar, reduciéndose de 65 deputados a 34, mientras que en el Senado disminuyó de 19 a 12. A su vez, el PSDB, que en Diputados era el tercer partido más fuerte, ahora es el décimo, bajando de 54 diputados federales a 29 y de 10 senadores a ocho.
El análisis de los resultados electorales muestra que Bolsonaro recibió más votos en los municipios más ricos, mientras que Haddad lo hizo en los más pobres. Este patrón se verificó en todo Brasil.
Trece de los 27 estados de la República eligieron sus gobernadores ya en esta primera vuelta. Entre ellos el Partido Socialista Brasileño (PSB) y el PT tuvieron el mayor número de electos, tres cada uno.
A partir de enero de 2019, cuando asuman los mandatados, Diputados va a pasar de los actuales 25 partidos a 34. En el Senado, a su vez, de 16 partidos se llegará a 21. Si bien, en caso de ser elegido, Jair Bolsonaro tendría al principio el apoyo de los frentes interbloque de los ruralistas (el llamado Frente Parlamentario Agropecuario), los pentecostales (que forman el Frente Parlamentario Evangélico, con 199 miembros entre ambas cámaras) y los adeptos a la política de mano dura (el llamado “Frente de la Bala”), estaría en una situación muy inestable por la dispersión de la representación. Suba quien suba, la relación entre el ejecutivo y el legislativo será aún más complicada que en la actualidad, el sistema político sufrirá aún más de parálisis y dependerá en todavía mayor medida de los trueques de favores, agravando la crisis de gobernanza y la desconfianza popular.
El triunfo de Bolsonaro se fue perfilando a lo largo de la campaña. El apoyo del bloque BBB y de los militares y el atentado que el candidato sufrió a mediados de septiembre le arrimaron simpatías, pero el vuelco del sistema financiero y del obispo Edir Macedo (titular de la Iglesia Universal) en su favor, así como la publicitada “acusación” del ex ministro Antonio Palloci contra Lula por haber recibido coimas produjeron un vuelco decisivo. Al final superó el 46%.
Seguramente, la opinión democrática del país se va a movilizar ahora detrás de la candidatura de Fernando Haddad, pero es improbable que pueda invertir el resultado. Por supuesto, en tres semanas pueden “pasar cosas”, pero, aun si fuera vencido, el bolsonarismo subsistirá.
Según una entrevista con un jefe militar brasileño no identificado, publicada por M. Falak el pasado domingo 7 en Ámbito Financiero, el alto mando del Ejército de Brasil seleccionó y entrenó al candidato ya desde 2014, cuando a la crisis económica se sumó la crisis política que dos años más tarde acabaría con la presidenta Dilma Roussef. Lo reeducaron, lo hicieron casar con su tercera esposa, lo obligaron a hacer psicoanálisis y organizaron su pasaje al Partido Social Liberal. El objetivo del Estado Mayor sería instaurar lo que los militares denominan una “nueva democracia”, o sea un régimen neoliberal autoritario en el que las fuerzas armadas tengan incluso oficiales desempeñando cargos de gobierno, pero donde no gobiernen como tales.
Esta tendencia militar se autodefine como “liberal” y dispuesta a cumplir un rol subordinado dentro de la estrategia norteamericana para de América del Sur, pero con control del territorio propio e intervención “ordenadora” en los asuntos de los países limítrofes.
El golpe de estado y el “lava jato” destrozaron el sistema político brasileño. En medio de una crisis total la desorientación de los sectores populares los empujó hacia un aventurero facineroso y la moralina de las iglesias pentecostales. El Ejército especula con aprovechar este fascismo neoliberal y colonial, para instaurar una dictadura con disfraz legalista, pero debería recordar que, apenas las FF.AA. entran en la política, la política entra en los cuarteles y la crisis se perpetúa.
Por otra parte, Lula mantiene un fuerte espíritu de lucha y, aun preso, no cejará en organizar la resistencia. Los reaccionarios nunca tendrán paz.
Al mismo tiempo, no hay que menospreciar al personaje. Bolsonaro es un megalómano delirante capaz de creerse el rol que le han adjudicado. Puede verse tentado a utilizar las milicias pentecostales, a los latifundistas y los parapoliciales, para afirmarse en el poder. En ese caso, el Ejército tendría que remediar el caos que él mismo generó. Brasil se debate entre la democracia y el golpe permanente.

martes, 2 de octubre de 2018

Europa desafía a EE.UU.

La UE amaga con ponerse los pantalones largos

Si institucionaliza el anunciado canal de pagos para las transacciones con Irán, Europa puede salvar el acuerdo nuclear e independizar su política exterior de EE.UU.
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de octubre de 2018
Eduardo J. Vior
Las grandes potencias no ven bien que los países medianos los presionen dando a conocer acuerdos que todavía no se han cerrado. Este error lo cometió el pasado lunes 1º de octubre la diplomacia iraní, cuando durante todo el día anunció que la Unión Europea (UE) pondría en marcha en el curso del mes el “canal de pagos” (SPV, por su sigla en inglés) con el que financiar las transacciones comerciales bilaterales y así salvar el Acuerdo Nuclear de 2015. Aunque el miércoles 26 la Encargada de las Relaciones Exteriores de la UE, Federica Mogherini, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, habían informado en la ONU la creación del SPV, la Comisión Europea se está tomando su tiempo para implementarlo. Es que, de entrar en vigor, el mecanismo revolucionaría las relaciones europeo-norteamericanas, echaría una buena palada para el entierro del dólar y desataría represalias estadounidenses que los europeos quieren evitar.
El “canal de pagos” sería un mecanismo por el cual las empresas europeas e iraníes negociarían entre sí con aval estatal y sin usar el dólar. Con este instrumento pretenden eludir las sanciones económicas decretadas por el gobierno de Donald Trump, después de retirarse en mayo pasado del acuerdo 5+1 con Irán (JCPOA, por su sigla en inglés), y cuya segunda fase debe entrar en vigencia a partir del 4 de noviembre afectando las transacciones comerciales, financieras y cambiarias.
Cuando Zarif y Mogherini hicieron el anuncio, la segunda enfatizó que, “en términos prácticos, adoptar este mecanismo implica que los estados de la UE van a poner en funcionamiento una entidad legal, para facilitar transacciones financieras con Irán, de modo que las empresas europeas pueden desarrollar sus transacciones con ese país ajustándose a la normativa de la Unión. El acuerdo podría incorporar a otros socios comerciales en el mundo.” El mecanismo debería empezar a funcionar antes del fin de este mes.
Si Bruselas finalmente se anima a implementar esta iniciativa, se posicionaría como un importante actor en la geopolítica mundial y estaría desafiando seriamente la hegemonía estadounidense. A pesar de la retirada de EE.UU. del acuerdo nuclear en mayo pasado, Rusia, China y los tres miembros de la UE signatarios del tratado (Gran Bretaña, Francia y Alemania), además de la República Islámica, han continuado insistiendo en mantenerlo vigente. Aunque les tomó algunos meses, los tres países europeos parecen haber entendido (lo que rusos y chinos ya sabían) que, para poder seguir haciendo negocios con Irán –como desean-, tienen que evitar el uso de dólares. Ahora, finalmente, se declaran decididos a hacerlo en euros. La picardía es que este mecanismo legal de la UE es a todas luces ilegal para EE.UU., o sea que no serán grandes conglomerados (con eventuales lazos comerciales y financieros con Estados Unidos) quienes lo protagonicen, sino pequeñas empresas que, a su vez, tratarán con pequeñas empresas que, a su vez, negociarán con empresas iraníes.
La extinta Unión Soviética ya lo hizo en la década de 1980, para eludir las sanciones norteamericanas. Es posible, pero no es un instrumento duradero ni remplaza el necesario acuerdo de fondo entre Washington y Teherán que permita retomar el comercio multilateral con la nación persa.
El paso tiene, empero, proyección a futuro, ya que, simultáneamente, Rusia y China ya están haciendo negocios con Irán, respectivamente en rublos y yuan. Sólo India cedió a la presión norteamericana y dejó de comprar petróleo y gas iraní. La entrada de Europa al comercio con moneda propia la obligaría, entonces, a organizar con rusos y chinos nuevos mecanismos de clearing que aseguren con respaldo en el oro las transacciones y los pagos entre zonas económicas muy diversas. Si funcionara, el sistema sería una opción para la crónica falta de divisas del Gran Sur.
Como las perspectivas de cambio estratégico son inmensas, tanto mayor debe ser el cuidado que pongan los actores involucrados. Por eso es riesgosa la desmedida presión iraní sobre Europa, ya que la burocracia bruselense es timorata y puede arrepentirse del paso dado la semana pasada. Si los líderes europeos no retroceden antes, la entrada en vigencia del canal de pagos permitiría a Irán seguir dirigiendo a Europa el 40% de sus exportaciones hidrocarburíferas y a las mayores corporaciones energéticas de la UE continuar desarrollando la infraestructura iraní. Al mismo tiempo, abriría una puerta trasera para que los asustadizos indios vuelvan a comprar el combustible persa.
Por ahora, los representantes norteamericanos -el Consejero de Seguridad Nacional John Bolton a la cabeza de ellos- están ejerciendo la máxima presión sobre todos los estados que comercian con Irán, para que se adhieran a las sanciones, pero la Comisión Europea no puede ceder. No sólo su industria petrolera y energética la aprieta. En mayo de 2019 se celebrarán elecciones al Parlamento Europeo y, si los votantes perciben que la Comisión baja la cabeza ante Trump, los partidos antieuropeístas se alzarán con la mayoría.
Washington seguramente seguirá apretando a Irán hasta poder alcanzar un compromiso. Las empresas norteamericanas tampoco quieren quedarse fuera del negocio persa y no están dispuestas a tolerar que todos los demás les birlen la oportunidad. Sin embargo, aunque después de la elección legislativa norteamericana del 6 de noviembre se llegue a un acuerdo, el nuevo mecanismo de pagos ya debería estar en funcionamiento y sirviendo como advertencia a Estados Unidos de que el dólar no es más la única moneda de referencia y de que hasta sus más cercanos aliados pueden independizar sus relaciones económicas externas.
Para los países del Sur ampliado, en tanto, la controversia monetaria actual revela que el dólar no tiene por qué seguir siendo la única referencia, que EE.UU. sigue siendo la primera potencia, pero ya no la única, y que negociando dura y astutamente, hasta con ellos es posible llegar a acuerdos mutuamente ventajosos.