La UE amaga con ponerse los pantalones largos
Si
institucionaliza el anunciado canal de pagos para las transacciones con
Irán, Europa puede salvar el acuerdo nuclear e independizar su política
exterior de EE.UU.
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de octubre de 2018
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2 de octubre de 2018
Las
grandes potencias no ven bien que los países medianos los presionen
dando a conocer acuerdos que todavía no se han cerrado. Este error lo
cometió el pasado lunes 1º de octubre la diplomacia iraní, cuando
durante todo el día anunció que la Unión Europea (UE) pondría en marcha
en el curso del mes el “canal de pagos” (SPV, por su sigla en inglés)
con el que financiar las transacciones comerciales bilaterales y así
salvar el Acuerdo Nuclear de 2015. Aunque el miércoles 26 la Encargada
de las Relaciones Exteriores de la UE, Federica Mogherini, y el Ministro
de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, habían
informado en la ONU la creación del SPV, la Comisión Europea se está
tomando su tiempo para implementarlo. Es que, de entrar en vigor, el
mecanismo revolucionaría las relaciones europeo-norteamericanas, echaría
una buena palada para el entierro del dólar y desataría represalias
estadounidenses que los europeos quieren evitar.
El
“canal de pagos” sería un mecanismo por el cual las empresas europeas e
iraníes negociarían entre sí con aval estatal y sin usar el dólar. Con
este instrumento pretenden eludir las sanciones económicas decretadas
por el gobierno de Donald Trump, después de retirarse en mayo pasado del
acuerdo 5+1 con Irán (JCPOA, por su sigla en inglés), y cuya segunda
fase debe entrar en vigencia a partir del 4 de noviembre afectando las
transacciones comerciales, financieras y cambiarias.
Cuando
Zarif y Mogherini hicieron el anuncio, la segunda enfatizó que, “en
términos prácticos, adoptar este mecanismo implica que los estados de la
UE van a poner en funcionamiento una entidad legal, para facilitar
transacciones financieras con Irán, de modo que las empresas europeas
pueden desarrollar sus transacciones con ese país ajustándose a la
normativa de la Unión. El acuerdo podría incorporar a otros socios
comerciales en el mundo.” El mecanismo debería empezar a funcionar antes
del fin de este mes.
Si Bruselas
finalmente se anima a implementar esta iniciativa, se posicionaría como
un importante actor en la geopolítica mundial y estaría desafiando
seriamente la hegemonía estadounidense. A pesar de la retirada de EE.UU.
del acuerdo nuclear en mayo pasado, Rusia, China y los tres miembros de
la UE signatarios del tratado (Gran Bretaña, Francia y Alemania),
además de la República Islámica, han continuado insistiendo en
mantenerlo vigente. Aunque les tomó algunos meses, los tres países
europeos parecen haber entendido (lo que rusos y chinos ya sabían) que,
para poder seguir haciendo negocios con Irán –como desean-, tienen que
evitar el uso de dólares. Ahora, finalmente, se declaran decididos a
hacerlo en euros. La picardía es que este mecanismo legal de la UE es a
todas luces ilegal para EE.UU., o sea que no serán grandes conglomerados
(con eventuales lazos comerciales y financieros con Estados Unidos)
quienes lo protagonicen, sino pequeñas empresas que, a su vez, tratarán
con pequeñas empresas que, a su vez, negociarán con empresas iraníes.
La
extinta Unión Soviética ya lo hizo en la década de 1980, para eludir
las sanciones norteamericanas. Es posible, pero no es un instrumento
duradero ni remplaza el necesario acuerdo de fondo entre Washington y
Teherán que permita retomar el comercio multilateral con la nación
persa.
El paso tiene, empero,
proyección a futuro, ya que, simultáneamente, Rusia y China ya están
haciendo negocios con Irán, respectivamente en rublos y yuan. Sólo India
cedió a la presión norteamericana y dejó de comprar petróleo y gas
iraní. La entrada de Europa al comercio con moneda propia la obligaría,
entonces, a organizar con rusos y chinos nuevos mecanismos de clearing
que aseguren con respaldo en el oro las transacciones y los pagos entre
zonas económicas muy diversas. Si funcionara, el sistema sería una
opción para la crónica falta de divisas del Gran Sur.
Como
las perspectivas de cambio estratégico son inmensas, tanto mayor debe
ser el cuidado que pongan los actores involucrados. Por eso es riesgosa
la desmedida presión iraní sobre Europa, ya que la burocracia bruselense
es timorata y puede arrepentirse del paso dado la semana pasada. Si los
líderes europeos no retroceden antes, la entrada en vigencia del canal
de pagos permitiría a Irán seguir dirigiendo a Europa el 40% de sus
exportaciones hidrocarburíferas y a las mayores corporaciones
energéticas de la UE continuar desarrollando la infraestructura iraní.
Al mismo tiempo, abriría una puerta trasera para que los asustadizos
indios vuelvan a comprar el combustible persa.
Por
ahora, los representantes norteamericanos -el Consejero de Seguridad
Nacional John Bolton a la cabeza de ellos- están ejerciendo la máxima
presión sobre todos los estados que comercian con Irán, para que se
adhieran a las sanciones, pero la Comisión Europea no puede ceder. No
sólo su industria petrolera y energética la aprieta. En mayo de 2019 se
celebrarán elecciones al Parlamento Europeo y, si los votantes perciben
que la Comisión baja la cabeza ante Trump, los partidos antieuropeístas
se alzarán con la mayoría.
Washington
seguramente seguirá apretando a Irán hasta poder alcanzar un
compromiso. Las empresas norteamericanas tampoco quieren quedarse fuera
del negocio persa y no están dispuestas a tolerar que todos los demás
les birlen la oportunidad. Sin embargo, aunque después de la elección
legislativa norteamericana del 6 de noviembre se llegue a un acuerdo, el
nuevo mecanismo de pagos ya debería estar en funcionamiento y sirviendo
como advertencia a Estados Unidos de que el dólar no es más la única
moneda de referencia y de que hasta sus más cercanos aliados pueden
independizar sus relaciones económicas externas.
Para
los países del Sur ampliado, en tanto, la controversia monetaria actual
revela que el dólar no tiene por qué seguir siendo la única referencia,
que EE.UU. sigue siendo la primera potencia, pero ya no la única, y que
negociando dura y astutamente, hasta con ellos es posible llegar a
acuerdos mutuamente ventajosos.
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Eduardo J. Vior