sábado, 28 de diciembre de 2019

El juicio político contra Trump no es sólo un circo

En la batalla del Impeachment se juega la paz mundial


En la última semana la polémica por el juicio contra Donald Trump ha implicado a George Soros, mostrando que en el proceso se dirime la futura estrategia global de EE.UU.

Eduardo J. Vior
En momentos en que el juicio político contra Donald Trump está en un impasse, al acusar a George Soros de estar detrás del intento de deponer al jefe de Estado, el abogado de éste, Rudolph “Rudy” Giuliani, ha marcado la creciente distancia entre el presidente y el lobby israelo-norteamericano. En el impeachment contra Donald Trump no se dirime tanto la moralidad del presidente como la estrategia internacional de Estados Unidos.
En una entrevista con la revista New York Magazine, Rudy Giuliani afirmó el martes 24 que Soros usó su influencia para imponer a cuatro embajadores estadounidenses en Ucrania. El abogado no especificó los nombres a los que se refiere, mencionando solo a la última embajadora “controlada” por Soros, Marie Yovanovitch (2017-19). Según Giuliani, la diplomática presionaba a las autoridades ucranianas, para que cerraran las investigaciones anticorrupción que salpicaban a una ONG dirigida por el multimillonario húngaro-norteamericano. “No digan que soy antisemita si me opongo a él”, advirtió Giuliani, “Soros es apenas judío y yo soy más judío que él”, aseveró. “Es una persona abominable”, finalizó.
El asesor de Trump describió, cómo en 2017 una organización que llamó la “autoridad contable ucraniana” hizo un estudio y reveló que faltaban 5.300 millones de dólares en ayuda extranjera e intentó investigarlo. “De repente, miembros de la embajada de EE.UU. bajo el control de Marie Yovanovitch llegaron y dijeron a los ucranianos que no había necesidad de investigar ese gasto'”, agregó Giuliani. La historia coincide con la versión del entonces fiscal general de Ucrania, Yuri Lutsenko, quien en marzo de 2019 acusó a la representante estadounidense de presionarlo. En palabras de Giuliani, el dinero desviado de la ayuda humanitaria terminaba en las ONG de “Soros y los hijos de Soros”. La fundación Vidrodzhenia, la principal estructura de éste en Ucrania, ha financiado durante años a activistas y líderes antirrusos en el país. No obstante, el poder del magnate sobre Kiev ha disminuido en los últimos años, primero con la entrada de Donald Trump a la Casa Blanca, y luego con la elección de Volodímir Zelenski como presidente de Ucrania.
Al acusar al magnate, Giuliani intentó complicarlo con Joe Biden, uno de los principales precandidatos demócratas a la elección presidencial de noviembre próximo, cuyo segundo hijo Hunter fue entre el golpe de estado de 2014 y 2019 miembro del directorio de la empresa gasífera ucraniana Burisma, implicada en turbios negocios con el gas importado de Rusia. Precisamente, el proceso contra Trump está supuestamente motivado en la presión que el presidente habría ejercido en julio pasado en una conversación telefónica con Zelenski, para que éste investigara al hijo de Biden. Según la acusación, el presidente habría amenazado al ucraniano con retener la ayuda militar norteamericana, hasta obtener las informaciones requeridas.
La declaración de Giuliani suscitó la inmediata respuesta de Jonathan Greemblatt, presidente de la Liga Antidifamación, quien declaró que “la afirmación del Sr. Giuliani es ofensiva y desconcertante. Seamos claros, el Sr. Giuliani no es un árbitro para decidir quién es judío y quien no lo es”, dijo Greenblatt.
Con la diatriba contra Soros, Giuliani todavía no pudo sacar el proceso contra Donald Trump de su parálisis actual ni sumar puntos ante la opinión pública. Después de que el plenario de la Cámara de Representantes el pasado 13 de diciembre aprobó elevar al Senado la acusación contra el presidente por abuso de poder y por haber obstruido la labor del Congreso, la presidenta de la Cámara ha congelado el envío de los cargos al Senado, hasta tanto la mayoría republicana del mismo se avenga a actuar independientemente de la Casa Blanca y a citar a funcionarios del Ejecutivo cuya comparecencia hasta ahora ha sido prohibida por el presidente.
La batalla para fijar los parámetros del juicio se reanudará el próximo 3 de enero, cuando los congresistas vuelvan al trabajo tras dos semanas de vacaciones. Los demócratas quieren llamar entonces a declarar a varios testigos que la Casa Blanca les negó durante la primera fase del proceso, pero también buscan que la Administración haga públicos los documentos relacionados con el caso. Flojos de pruebas, los demócratas lo estarían reteniendo hasta imponer sus condiciones. Sin embargo, nada indica por el momento que los republicanos vayan a dar su brazo a torcer. El problema es que, aunque la ley obliga a los senadores a actuar como “un jurado imparcial”, Mitch McConnell, el líder del bloque republicano en la Cámara Alta, ya ha avisado que sus correligionarios están “coordinando totalmente” con la Casa Blanca. Esa actitud, empero, no sólo ha suscitado críticas internas, sino el rechazo de una parte de la opinión pública que desea que el juicio sea tan “objetivo” como se supone que es un juicio normal.
La actitud obstruccionista de los republicanos está volcando a la opinión. Según una nueva encuesta, el 55 por ciento de los norteamericanos dice estar a favor de la condena del presidente contra el 48 por ciento de la semana anterior. El día de Navidad sólo el 40 por ciento se oponía a la condena al presidente, el porcentaje más bajo desde que se pregunta por el tema. Tanto las posibles fisuras entre los senadores republicanos como estas encuestas dan a los demócratas la esperanza de dividir a sus oponentes. Los republicanos controlan 53 de los 100 escaños del Senado, pero unas pocas deserciones bastarían a los demócratas para imponer su lista de testigos.
El problema con la institución del juicio político es que está muy poco reglamentado. En las dos experiencias anteriores (en 1868, contra Andrew Johnson, y en 1998, contra Bill Clinton) se convinieron normas específicas y en ambos casos los presidentes fueron absueltos. Se trata de un mecanismo eminentemente político en el que no hay actores judiciales. No se busca la verdad, sino ventajas tácticas. Por ello, en los meses venideros, mientras que los demócratas tratarán de demostrar que el presidente es un corrupto que chantajeó a un mandatario extranjero para obtener información dañina para su competidor electoral y retaceó indebidamente información al Congreso, los republicanos se esforzarán por evidenciar que los demócratas no tienen pruebas contra el presidente y sólo quieren derrocarlo, porque no lo pueden vencer en las elecciones.
Que en este contexto Rudy Giuliani ataque a George Soros, arriesgando una confrontación con el lobby proisraelí en Washington, no es casual. Al mismo tiempo se intensifican las versiones de que Donald Trump está buscando un remplazante para el secretario de Estado Mike Pompeo. Para, finalmente, alcanzar la deseada negociación global con Rusia y China, el presidente necesita ser menos dependiente de la agenda israelí. Si vence a los demócratas (mayoritariamente globalistas y prosionistas) en la batalla del impeachment, espera ganar las elecciones y tener las manos libres para establecer con Moscú y Beijing las bases de una convivencia global. Pero si el mandatario es derrotado, el “Estado profundo” volverá por sus fueros e intentará recuperar por las armas el dominio que tuvo entre 1991 y 2015. En la batalla del impeachment se juega la paz mundial.

martes, 17 de diciembre de 2019

La elección británica extrema el riesgo internacional

Boris Johnson pone en peligro la paz mundial


El reelecto primer ministro británico prometió sacar a su país de la UE como sea, pero las dificultades de su aventura pueden inducirlo a poner en riesgo el orden internacional

Eduardo J. Vior
En la elección parlamentaria del pasado jueves 12 el líder conservador apostó muy fuerte y ganó en grande. Obtuvo el mayor éxito de los conservadores desde la elección de 1988 en la que Margaret Thatcher aplastó a los laboristas. Ahora tiene que cumplir su promesa de sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) a la brevedad. Entre tanto, pretende efectivizar el compromiso secreto que contrajo con Donald Trump a cambio del apoyo de éste para ganar la elección y cerrar pronto un acuerdo de libre comercio: privatizar el Servicio Nacional de Salud (NHS, por su nombre en inglés). Sin embargo, la resistencia que este paso puede despertar entre sus nuevos votantes venidos del laborismo y la negativa europea a aceptar sus condiciones en la transición hacia el Brexit pueden inducirlo a emprender aventuras demagógicas que pongan en peligro la paz mundial.
Este lunes 16 Boris Johnson recibió en Westminster a 109 nuevos diputados conservadores elegidos el pasado jueves, para planificar la votación parlamentaria de su acuerdo con los europeos para comenzar la salida de la Unión el próximo 31 de enero y encarar el financiamiento del sistema de salud y la policía. El primer ministro, quien conquistó el apoyo de miles de tradicionales votantes laboristas en los distritos populares del centro y norte de Inglaterra, ha proclamado que quiere hacer un “gobierno del pueblo” y “merecer la confianza del público poniendo en práctica el Brexit”.
Los conservadores están especialmente contentos por la incorporación a su bloque de una cantidad de diputados originariamente procedentes del laborismo. Por eso, quieren aprovechar su renovada potencia para apresurar la votación del acuerdo que el primer ministro alcanzó y comenzar a salir de la Unión Europea el próximo 31 de enero.
Una vez iniciada la separación, Johnson quiere negociar sendos acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y con Estados Unidos. Especialmente este último desea firmarlo antes de la elección presidencial norteamericana del 3 de noviembre próximo. Entre sus tareas prioritarias está también conseguir un remplazante confiable para la presidencia del Banco de Inglaterra, ya que Mark Carney deja el cargo a fin de enero después de seis años de gestión. Quien presida el Banco central de la quinta potencia industrial del mundo tendrá un rol relevante para el futuro de Londres como segunda capital financiera del planeta.
Después de su sensacional triunfo Johnson, guiado por su asesor Dominic Cummings, pretende reorganizar rápidamente el Estado británico y asegurar el financiamiento del sistema de salud y la policía. Asimismo debe decidir, si permite a Huawei instalar la red de telefonía celular 5G, un tema sensible que puede acarrearle un fuerte conflicto con EE.UU. Consciente del escaso margen de maniobra que tiene, el primer ministro ya declaró que “no es posible oponerse a la inversión extranjera en nuestro país, pero –aclaró- no podemos perjudicar nuestra capacidad para colaborar con nuestros aliados dentro de los Cinco Ojos”. Cinco Ojos (“Five eyes”) se llama a la asociación para el intercambio de información de inteligencia entre EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda. Washington ya ha amenazado a diversos aliados con suspender el intercambio de información sensible, si estos incorporan tecnología de Huawei.
Entre tanto, el Partido Nacional Escocés (SNP, por su nombre en inglés), que ganó 48 de las 59 bancas correspondientes a Escocia en el Parlamento de Londres, ha anunciado ya que, si Gran Bretaña sale de la UE, pugnará por que se autorice la realización de un nuevo referendo sobre la salida del reino, como se hizo en 2014. En aquel momento la mayoría de los votantes optó por permanecer dentro de GB, pero la salida del país de la Unión podría llevar a los escoceses a separarse, para seguir dentro del bloque europeo de quien dependen en gran medida.
El sábado pasado Boris Johnson agradeció a sus votantes por la victoria en las elecciones calificando el próximo Brexit como “una maravillosa aventura”. Ahora debe negociar con Bruselas las condiciones de la salida, pero no hay chances de que la mayoría de los europeos acepte las condiciones que pretende imponerles Londres. Si no hay acuerdo de transición con Europa, la frontera irlandesa se convertiría en un límite “duro”, con pedido de documentos y aduanas, lo que atizaría el nacionalismo de la población católica del norte, relativamente calmo desde los acuerdos de la Pascua de 1998. Además, los ciudadanos y mercancías británicas tendrían dificultades para ingresar a la UE, mientras se mantienen las obligaciones financieras del Reino Unido con la Unión. Se calcula que una salida tan dura costaría al reino el 8% de su PBI o 2.500 libras esterlinas por persona.
La alternativa pasa por aceptar las condiciones que Bruselas impone, pero, aunque menos dañina desde el punto de vista económico, esta solución también implicaría que las industrias automotriz y química y los servicios deberían someterse a las imposiciones de sus competidores europeos. Johnson ya estaba en octubre pasado confrontado con esta alternativa de hierro, pero salió aceptando que el control aduanero e inmigratorio esté entre Inglaterra e Irlanda y no en medio de ésta. Claro que esto implica que Irlanda del Norte de hecho permanezca dentro de la UE, mientras el resto del reino se va, pero este compromiso le permitió arrancar a Bruselas importantes concesiones para la circulación de productos y servicios británicos.
El sector fabril del Reino Unido registró en diciembre de 2019 el desempeño más débil en más de siete años, lo que aumenta las posibilidades de que la economía se contraiga en el cuarto trimestre, según IHS Markit. La lectura preliminar del sector de servicios, el componente más grande de la economía, se contrajo a 49 puntos, el mínimo en nueve meses. La posibilidad de abandonar la Unión Europea y la desaceleración global han afectado la demanda durante 2019. La decisiva victoria electoral de Boris Johnson la semana pasada podría apaciguar algunas preocupaciones a corto plazo, aunque quedan muchos interrogantes en torno a la futura relación del Reino Unido con la UE.
El panorama del futuro próximo es tremendamente duro para el Reino Unido. Cualquier acuerdo que haga con la Unión Europea y/o con Estados Unidos le implicará ceder posiciones fundamentales, a cambio de mantener el rol de Londres como capital financiera internacional. El intento de privatizar el sistema de salud puede volcar contra el gobierno conservador a los miles de votantes y a algunos dirigentes laboristas que ahora lo apoyaron por nacionalismo. La tentación del demagógico Johnson de inventar una aventura exterior en cualquier parte del mundo (incluso en el Atlántico Sur) para obligar a su pueblo a cerrar filas detrás de la reina va a ser muy grande. Para el reelecto primer ministro el Brexit es “una aventura maravillosa”. Nadie duda de que es una aventura, pero todos los demás estamos seguros de que no será maravillosa.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Ante el ascenso de AF las potencias hacen su juego

En tres días Argentina ya mueve el tablero mundial


Las delegaciones presentes en la asunción del gobierno por Alberto Fernández, la acogida a Evo Morales y el viaje de Fabiola Yañez a Roma indican el peso internacional de nuestro país

Eduardo J. Vior
El expresidente Mauricio Macri abusó durante su gobierno de la afirmación retórica de que, gracias a él, estábamos “en el mundo”, cuando en realidad sólo veíamos la política internacional por televisión. En tres días de gobierno nacional y popular, en cambio, Argentina ya alteró la relación entre las potencias y las desafió a cambiar sus perspectivas.
El otorgamiento el miércoles 11 de refugio a Evo Morales y otros miembros del gobierno boliviano depuesto por el golpe de estado del 27 de noviembre pasado, la propuesta a los acreedores privados internacionales de postergar, mas no reducir el pago de la deuda externa soberana y el mantenimiento de la calificación del Partido de Dios libanés (Hizbolá) como organización “terrorista” marcaron en tres días los hitos entre los cuales se va a mover en los próximos tiempos la política exterior argentina.
Al recibir el miércoles 11 en la Casa Rosada al subsecretario interino estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, Alberto Fernández demostró que el intempestivo regreso a Estados Unidos el día anterior del director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, Mauricio Claver-Carone, no era más que una provocación política con fines electorales dentro de los propios EE.UU. En una larga charla el presidente y Kozak acordaron crear un sistema de consulta permanente. El encuentro se dio en tan buen tono que el representante norteamericano invitó a Fernández a Washington para el 17 de diciembre y, según la Casa Rosada, “el presidente argentino se comprometió a asistir a un evento vinculado al petróleo”.
Dando señas de las prioridades de la política exterior argentina, previamente, ya a las 9 de la mañana del mismo miércoles, AF recibió al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y al canciller Bruno Rodríguez. En el encuentro ambas partes se comprometieron a “fortalecer las relaciones bilaterales y los históricos lazos de amistad” entre ambos países.
Claver-Carone se retiró del país antes del acto de pose del nuevo gobierno alegando que no sabía que en el recinto se encontrarían el ministro de Comunicaciones de Venezuela, Jorge Rodríguez, y el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa. No obstante su supuesta sorpresa, antes de irse llamó al diario Clarín.
Por su parte, después de jurar como vicepresidenta, Cristina Fernández recibió sucesivamente en su despacho del Senado a representantes de China y Rusia. Primero agasajó al vicepresidente de la Asamblea Popular Nacional, Arken Imirbaki, quien estaba acompañado por el embajador de China en Argentina, Zou Xiaoli, y por Lan Hu, Subdirector General para América Latina y el Caribe del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular.
Cristina con el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, Arken Imirbaki.

A los pocos minutos la vicepresidenta recibió también al presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia, Konstantin Kosachev. Lo acompañaron el embajador de ese país, Dmitry Feoktistov, y el vicejefe del mismo comité, Oleg Khodyrev.
Cristina con el presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia, Konstantin Kosachev.

Tanto en Brasil como en Argentina se había rumoreado que Lula da Silva podía asistir al acto, pero, en cambio, asistió el vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão. La designación fue sorpresiva, ya que Jair Bolsonaro había dicho que no iba mandar a nadie. El silencio de los medios brasileños y de gran parte de los argentinos sobre esta visita fue atronador. En Clarín no se la mencionó, pero en La Nación se destacaron en tres posteos el aplauso que Fernández arrancó al vicepresidente, cuando en su discurso inaugural se refirió a la importancia que la relación estratégica con Brasil tiene para Argentina, así como la conversación que el futuro embajador argentino en Brasilia, Daniel Scioli, mantuvo con el general aprovechando la recepción a las delegaciones extranjeras posterior a la jura. De modo similar, entre los medios brasileños solamente el portal Defesa.net, vocero oficioso del Alto Mando, dedicó un extenso artículo a la asunción del mando por AF en el que puntualizó la presencia del vicepresidente brasileño. “Bolsonaro hizo campaña abierta por la reelección de Macri que acabó siendo derrotado”, cerró el evidente pase de factura.
Probablemente, Lula no haya venido, para no perturbar la maniobra del Alto Mando brasileño para imponer al presidente Bolsonaro la venida de Mourão, tan importante para la relación argentino-brasileña y la supervivencia del Mercosur. Confirmando esta presunción, este miércoles 11 el vicepresidente sostuvo en su blog su convicción de que “el pragmatismo va a prevalecer en la relación comercial entre Argentina y Brasil”. Así el vínculo argentino-brasileño transitaría simultáneamente a través del Alto Mando del Ejército brasileño, para garantizar la continuidad estratégica del vínculo, por el ineludible intercambio diplomático y por la relación política entre el Frente de Todos (FdT) y Lula. El primero y el último de estos carriles se combinan en un juego de pinzas, para desgastar y destruir la maniobra “lavajatista” del pentecostalismo sionista ligado al narcotráfico en ambos países.
Entre tanto, en un artículo publicado en Clarín el pasado miércoles 11 el analista internacional Juan G. Tokatlián señala el estrecho margen de maniobra de la política exterior argentina en el momento actual “entre el imperativo doméstico de las demandas socio-económicas y el condicionamiento externo”. “En 2019, continúa, Estados Unidos está embarcado en una ‘triple guerra’ comercial, tecnológica y geopolítica contra China, los vecinos tienen en su mayoría gobiernos electos, pero esencialmente de derecha e, incluso, reaccionarios, en Bolivia hay un gobierno pos-golpe de Estado y la situación interna en Argentina es dramática”, enumera.
“Primero, propone, hay que tener un buen diagnóstico sobre Estados Unidos y su política exterior. Segundo, no asumir una mentalidad de cerco y desplegar una doble política hacia los vecinos inmediatos. Tercero, eludir el faccionalismo y la fragmentación del Frente de Todos.” El artículo de Tokatlián es bueno, pero sólo pinta un cuadro de situación. Falta la película, y para ello hay que que prever, por lo menos, tres desarrollos: 1) ¿estallará una crisis mundial de proporciones durante 2020?; 2) ¿hasta cuándo y hasta qué punto llevará Trump su alianza momentánea con el “Estado profundo” y los cristianos sionistas (Pompeo)?; 3) ¿en qué momento se producirá la esperable crisis en la coalición de gobierno brasileña? Según qué respuesta se dé a cada una de estas preguntas, los cursos de acción de la política exterior argentina serán diferentes.
En sus relaciones internacionales el nuevo gobierno argentino se propone al mismo tiempo llevar una política basada en los derechos humanos, la preservación de la “casa común”, la no intervención en los asuntos internos de otros países y la vigencia de la soberanía popular. Al mismo tiempo, aspira a impulsar una estrategia de afirmación de la soberanía bicontinental, de alianza especial con Brasil y China, de diversificación de las alianzas y de vínculos pragmáticos con los centros del poder mundial. Para combinar líneas tan diversas, empero, necesita no sólo una conducción clara y decidida, sino también una fuerte unidad interna y la simpatía popular dentro y fuera del país. Es un cóctel inédito, muy difícil de lograr, pero el único que puede dar a nuestro país un lugar reconocido en el mundo.

Rafael Correa junto a Lugo en la asunción de Alberto Fernández.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

EE.UU. abarca muchos frentes y no aprieta

De Buenos Aires a Tel Aviv: Trump busca recuperar el control



Los más recientes desarrollos en Argentina, Bolivia, Brasil, Israel y Paraguay están entrelazados por una lucha por el poder dentro del Imperio que se va a agudizar en los próximos meses

Eduardo J. Vior
Son demasiadas coincidencias, como para que el analista internacional no mire atentamente. Las derivaciones del “caso D’Alessio en Argentina, el pedido brasileño de extradición del ex presidente paraguayo Horacio Cartes en una causa conexa con el Lava Jato, la vuelta de la DEA a Bolivia y el procesamiento del primer ministro israelí Benyamin Netanyahu por corrupción atruenan por su conexión.
La causa que se sigue en Dolores a Marcelo D’Alessio por espionaje contra empresarios y políticos tuvo la semana pasada un giro, cuando el imputado pidió ser reconocido como “arrepentido” y el canal de noticias C5N mostró el pasado viernes 22 un diálogo por WhatsApp que evidencia que el editor de Política de Clarín, Ricardo Roa, apañaba ya a mediados de 2018 las maniobras del espía, para quebrar una empresa petrolera en Santa Cruz. Lo curioso de la denuncia es que se haya producido ahora, cuando el sitio web El Destape ya la había publicado en abril pasado. Entonces trascendió también que el ex agente de la AFI Hugo Rolando “Rolo” Barreiro en su declaración en Dolores había identificado como miembros del servicio de inteligencia israelí a algunos participantes en reuniones celebradas en 2017 en el Senado.
Para completar el desnudamiento repentino de la trama sionista en Argentina, en los últimos días se hizo pública la declaración que el pasado 11 de septiembre diera ante Ramos Padilla Dov Kilinsky. Se trata de un empresario israelí, representante de firmas proveedoras de equipos de seguridad e inteligencia, que estuvo relacionado con Marcelo D’Alessio y participó en la más arriba mencionada reunión en el despacho del senador correntino Carlos “Camau” Espínola. Muchos de los equipos que promociona Kilinsky sólo los pueden comprar organismos de seguridad e inteligencia y su venta requiere la autorización del Ministerio de Defensa israelí. En la declaración de Kilinsky quedó claro que él y D’Alessio conocen bien a Mario Montoto, el presidente de la Cámara de Comercio Argentino Israelí a la que Kilinksy pertenece. Curiosamente, en su declaración en Dolores Kilinsky mencionó como contacto con D’Alessio a Dan Alterson, sobre quien no se sabe nada.
Entre tanto, en las vísperas del ascenso al gobierno del Frente de Todos, se multiplican las operaciones de inteligencia y las señales provocativas. El anuncio del presidente de que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich sería la próxima presidente del PRO no sólo se adelanta al intento de sus competidores internos por conducir el partido conservador, sino que avisa que la Gendarmería, y con ella la Mossad, conducirán a la oposición.
Según el portal Infobae (de Daniel Haddad y Mario Montoto) del 22-11-19, “Alberto Fernández comunicó a la embajadora de Israel que analiza derogar el decreto que declaró a Hezbollah como agrupación terrorista. Fue durante la reunión que el presidente electo mantuvo con Galit Ronen hace diez días en su oficina de Puerto Madero.” Conociendo su prudencia y astucia, es sumamente dudoso que Alberto Fernández haya adelantado ante una interlocutora tan peligrosa una jugada internacional de estas dimensiones. Lo más probable es que el trascendido sea parte de la presión israelí, para arrancar concesiones al futuro presidente.
Todas las huellas de esta mafia llevan hacia las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay. En julio de 2018 se vendió el Shopping de Puerto Iguazú, en el corazón de la zona. Se estima que el precio pagado estuvo por encima de los 10 millones de dólares. Lo más interesante del centro comercial es que desde Brasil se accede a él antes de pasar por la aduana argentina. O sea, que allí es posible comprar cualquier producto, cruzar el puente binacional e ingresarlo al país vecino evadiendo la aduana, que recién está a 2 km más atrás del límite. En la compra participaron el ingeniero Carlos De La Fuente (propietario del edificio Terrazas del Puerto de Posadas) y dos socios porteños: Néstor Ceida y Mario Montoto.
Como un rayo caído del cielo, mediante el “Operativo Patrón” (nomen is omen) la Justicia brasileña ordenó el pasado martes 19 de noviembre la captura del ex presidente paraguayo Horacio Cartes por su presunta vinculación con una red internacional de lavado de dinero comandada por el cambista brasileño Dario Messer que blanqueó cerca de 1.600 millones de dólares. Como la economía brasileña no está dolarizada, los cambistas tienen allí un papel excepcional en el lavado de capitales. Al mismo tiempo la Policía Federal brasileña detuvo en São Paulo al cambista (“doleiro”) Nazun Azario Flato Turner y realizó allanamientos en Rio de Janeiro y Ponta Porá, en la frontera del Estado de Mato Grosso do Sul con Paraguay. El nombre del operativo se debió a que Dario Messer se refería a su amigo Cartes como el “patrón”. A Messer se lo conoce como el “doleiro de los doleiros”, por comandar desde Paraguay una red internacional con ramificaciones en decenas de países que lavó unos 1.600 millones de dólares. Heredero de una dinastía judeo-brasileña de cambistas de más de 100 años, en 2002 estuvo implicado en la quiebra fraudulenta de Banestado, en São Paulo y desde entonces pagó en Curitiba a un estudio de abogados, para que se asegurara de la pasividad del juez federal Sergio Moro, hoy ministro de Justicia de Brasil. Sin embargo, ya en el poder, éste parece haber cambiado de patrón.
Messer fue arrestado en julio pasado en São Paulo, luego de estar prófugo en Paraguay bajo la protección del ex presidente Cartes, que actualmente es senador vitalicio. La orden de arresto contra Cartes fue impartida por el juez federal de Rio de Janeiro Marcelo Bretas, a cargo del Lava Jato en ese estado y uno de los hombres de confianza del ministro Moro. Desde hace tres décadas el cambista en jefe viene siendo investigado por la Policía Federal brasileña por traficar a través de las fronteras grandes sumas de políticos, empresarios y criminales. Al mismo tiempo, ha sido uno de los principales lobbistas israelíes en Brasil y Paraguay y apareció varias veces en público junto al ex primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Era buscado por la Interpol desde mayo de 2018 por su implicación en el Lava Jato, pero también en Paraguay está imputado por lavado de dinero junto a otros implicados.
Uno de los encargados de esconder a Messer durante su fuga fue Antonio Joaquim da Mota, hacendado y empresario en la frontera entre Brasil y Paraguay, cuya familia está sospechada de complicidad con el crimen organizado en la frontera entre Mato Grosso do Sul y Paraguay, sobre el Alto Paraná. La pista hacia Mota la dio un contrato privado entre una empresa suya y Sérgio de Arruda Quintaliano, uno de los líderes del PCC (Primer Comando de la Capital, la gigantesca organización criminal con centro en São Paulo), que los investigadores encontraron en la computadora de la mujer del traficante.
En este contexto, también el golpe en Bolivia contra el presidente Evo Morales forma parte de este plan (¿de Trump?, ¿del Comando Sur?) para eliminar competencias en el mercado internacional de la droga. La reciente decisión del autoproclamado gobierno interino boliviano de restablecer la cooperación con la DEA libera nuevamente el tráfico a través de la frontera con Brasil y devuelve a EE.UU. el control de la producción boliviana de coca. Coincidentemente, Sergio Moro anunció el sábado 23 que Arturo Murillo, ministro del Interior del gobierno golpista boliviano, informó que extraditará a narcotraficantes brasileños hacia Brasil. Serán muy bienvenidos en los presidios federales de máxima seguridad, donde se reunirán con sus jefes y harán más sencilla la planificación de las operaciones. Esta decisión es parte del cumplimiento del pacto que el gobierno brasileño evidentemente hizo a principios de 2019 con el PCC, para que “pacifique” Brasil, a cambio de dejarlo traficar tranquilo. Parece que el PCC pagó por adelantado, porque durante 2019 el número de homicidios en Brasil disminuyó en 7.000.
La ofensiva norteamericana para la reconquista del mercado de la droga se realiza también en Israel. Después de que el jueves 21 el fiscal general imputara por corrupción al primer ministro Benyamin Netanyahu, el domingo el diputado de Likud Gideon Sa’ar, pidió formalmente al Comité Central partidario la realización inmediata de elecciones primarias. Israel atravesó este año ya dos elecciones parlamentarias (en abril y septiembre pasados) que no arrojaron mayorías claras y, si nadie logra formar un gobierno con suficiente apoyo parlamentario, en 14 días el presidente convocará a una inédita tercera elección en menos de un año. Para evitar este extremo, el desafiante del primer ministro quiere que se adelante la interna, ganarla y formar un gobierno con mayoría dentro del plazo estipulado. El liderazgo partidario aceptó llamar a los afiliados a las urnas, pero recién en seis semanas, por lo que el conflicto dentro del partido conservador probablemente escale.
Este político israelí, con formación en la inteligencia militar y origen argentino por su padre, adhiere a la propuesta de Donald Trump para formar una confederación jordano-palestina en lugar de la inviable solución de “dos estados”. Todo parece indicar que, ante la desestabilización permanente del Medio Oriente por la política guerrerista de Netanyahu y su necesidad de financiarse recurriendo al tráfico internacional de drogas y armas, el presidente norteamericano optó por una solución realista y sacrifica al primer ministro. De paso, neutraliza los efectos del tráfico internacional de drogas y armas sobre la política regional.
El significado de la coincidencia entre las revelaciones de la intromisión israelí en la política argentina, la reconquista de Bolivia por la DEA, los allanamientos en Brasil, el pedido de extradición contra Horacio Cartes y, finalmente, el procesamiento de Benyamin Netanyahu fortalece la hipótesis de que el presidente Trump está tratando de recuperar el control de las regiones bajo su hegemonía y regular los lazos entre el “Estado profundo” y el crimen transnacional organizado. Aunque el presidente norteamericano y sus generales disienten bastante, por ahora están coincidiendo en América del Sur y Medio Oriente. No obstante, EE.UU. ya no está en condiciones de operar durante largo tiempo en muchos frentes a la vez. El riesgo es grande de que la ofensiva se desinfle pronto o de que en algún teatro de operaciones la superpotencia cometa un error que sus adversarios aprovechen. La Historia ha echado a correr, pero nadie sabe para dónde va.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Aunque calle, al BRICS le preocupa Suramérica

Como con bronca y junando del rabo de ojo a un costado


El silencio del BRICS sobre los conflictos en América del Sur y el no haber invitado a los vecinos de Brasil muestran el temor del gobierno de este país por el futuro de la región
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
18 de noviembre de 2019
Eduardo J. Vior
Cuando se reúnen cuatro de las mayores potencias del mundo, seguro que sus líderes intercambian puntos de vista sobre TODOS los conflictos que aquejan al planeta. Por lo tanto, aquellos que mencionan en su comunicado final son tan importantes como los que no nombran. Al finalizar la reciente reunión del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) en Brasilia, celebrada el 13 y 14 de noviembre pasados, fue llamativo que el comunicado final no se refiriera a la crisis venezolana, al alzamiento popular en Chile ni al golpe de estado en Bolivia. La respuesta a la pregunta por el porqué de esta omisión debe buscarse en la debilidad del anfitrión. No solamente que Jair Messias Bolsonaro ha convertido a Brasil en un perro faldero de Estados Unidos, sino que su miedo ante los próximos desarrollos en la región lo impulsa a negarlos. Sin embargo, desde mucho antes de Freud sabemos que los fantasmas ocultos siempre retornan.
El pasado jueves 14 se difundió la Declaración de Brasilia. El documento tiene un preámbulo, cuatro capítulos (“Fortaleciendo los sistemas multilaterales”, “Cooperación económica y financiera”, “Coyunturas regionales” y “Cooperación Intra-Brics”). En los nueve ítems del capítulo sobre geopolítica los miembros se posicionan sobre Siria, Yemen, Palestina, la región del Golfo, Afganistán, la península coreana, Libia y Sudán, pero no sueltan ni una palabra sobre los conflictos en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Chile y Perú.
Obviamente, el silencio sobre los candentes temas suramericanos se debió a las diferencias de opinión entre los concurrentes. Por ejemplo, todos menos Brasil reconocen al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, mientras que Bolsonaro dio las cartas credenciales al representante de Juan Guaidó, aunque no quitó a Caracas su edificio en Brasilia. Por eso fue que la vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, declaró el jueves que la invasión de la sede diplomática por un grupo de opositores fue una “provocación” hecha especialmente para perturbar la cumbre.
Los interlocutores de Bolsonaro fueron piadosos con él. A cambio de su discreta disculpa ante Xi Jinping por las agresiones que profirió durante la campaña electoral de 2018, aceptaron callar sobre los conflictos que aquejan la vecindad. La instalación en Brasilia de una segunda sede del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por su nombre en inglés), el llamado Banco del Brics, y el compromiso brasileño de firmar contratos para importantes obras de infraestructura pesaron más que el silencio en el comunicado final. En definitiva, el presidente brasileño debió retroceder en sus ataques contra China, en sus extremas posiciones proisraelíes y en su seguimiento de EE.UU. en la cuestión climática sin contraprestaciones de sus contertulios. Ya desde la fundación del NDB en 2014 estaba previsto que el segundo presidente del Banco hasta 2024 debía ser un brasileño. Tampoco en este caso Brasilia pudo anotarse algún triunfo.
La débil performance de Brasil durante su presidencia en el BRICS se explica, tanto por su ciego alineamiento con EE.UU. como por los choques de Bolsonaro con sus vecinos. Tradicionalmente, el país sede de la cumbre al final de su período presidencial de un año invita a todos los vecinos, para subrayar su liderazgo regional. Esta vez, por primera vez, Itamaraty no pudo convidar a ningún gobernante de la región, porque su presidente tuvo conflictos con todos o se inmiscuyó en sus conflictos internos o externos. Por lo menos, ahora parece haber encarado una relación sensata con China. No solamente se resignó a que una empresa de ese país participe junto con Petrobrás en la licitación de un yacimiento en el presal frente a Santos, sino que la próxima introducción del 5G en Brasil anuncia, por un lado, un choque con Estados Unidos y, por el otro, una –indeseada- convergencia con Argentina. La “realidad efectiva”, al decir de Maquiavelo, siempre puede más que las fantasías de los gobernantes.
Por lo menos hasta la elección presidencial norteamericana de noviembre de 2020 la guerra abierta que allí se da entre el neomonroísmo de Donald Trump y el globalismo extremo de George Soros obligará a Trump a seguir apoyándose en los senadores de origen cubano Marco Rubio y Ted Cruz, quienes no escatiman esfuerzos, para propiciar cambios de régimen en países que consideran comunistas/socialistas en el continente. Hoy América Latina vive una imponente remilitarización que llevó desde la llegada al poder de Jair Bolsonaro hasta el reciente golpe policíaco/militar/mediático/evangelista en Bolivia. En Brasil veintidós miembros del gabinete de Bolsonaro son militares, entre los que destaca su vicepresidente, el general retirado Hamilton Mourão. La suerte de esta militarización, asociada con el predominio pentecostal, la economía de la droga y un neoliberalismo de manual tendrá una enorme influencia sobre la elección norteamericana de noviembre próximo. La ultraderecha continental está peleando desde posiciones defensivas y contra el tiempo. Por ello es tan extremadamente violenta.
Tanto más importante es el devenir de los procesos que avanzan a contracorriente, como México y Argentina. Sus éxitos relativos azuzan los temores reaccionarios. Que el capitán mesiánico y narcotraficante que ocupa el sillón presidencial en Brasilia haya impuesto a tres de las principales potencias del mundo no hablar sobre América del Sur en el comunicado final de la cumbre del BRICS es, en definitiva, una buena noticia.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Se cierra el cerco en torno a Argentina

Otra vez “la hora de la espada”



Eduardo J. Vior
Ante el cambio de gobierno en Argentina, el terrorismo narco derrocó a Morales en Bolivia, mientras Piñera da un autogolpe. ¿Tras la liberación de Lula sigue Brasil? El cerco se cierra.

En su famoso discurso de 1923 Leopoldo Lugones proclamó el advenimiento de “la hora de la espada”. Innumerables golpes de estado y asonadas se sucedieron hasta 1983, de los cuales los de 1955 y 1976 fueron los peores. Ambos fueron preparados por los servicios británicos y norteamericanos mediante asaltos autoritarios en los países vecinos. Ahora se repite la historia. Ante el cercano advenimiento de un gobierno nacional y popular en Argentina, con la ayuda de los gorilas brasileños Estados Unidos está cerrando el cerco alrededor de Argentina.
Este negro domingo 10, después de que las bandas “cívicas” de Santa Cruz asolaran La Paz durante dos días con atentados terroristas, el presidente Evo Morales Ayma presentó la renuncia. Ante la sublevación de la Policía Nacional y la “abstinencia” del Ejército, el día antes había acatado la recomendación de la OEA y convocado a repetir la elección presidencial ya realizada el 20 de octubre pasado.


En realidad, las denuncias por fraude fueron desde el inicio una excusa para el golpe de estado. La radicalización opositora fue empujada por los “comités cívicos” de Santa Cruz, milicias organizadas por los terratenientes sojeros del Oriente, muchos de ellos brasileños con sólidos vínculos con el narcotráfico. Su líder es Luis Fernando Camacho, de 40 años, hijo de la elite cruceña y desconocido hasta el inicio del conflicto, quien marcó el ritmo, hasta entrar este domingo en el Palacio Quemado.
En este contexto, la defección de la policía y la falsa “neutralidad” de los militares invalidaron el apoyo de los movimientos sociales del campo y la ciudad. La hegemonía de los “cívicos” cruceños permite prever la erección de una dictadura terrorista, con masivas violaciones de los derechos humanos, especialmente de los pueblos indígenas, campesinos y trabajadores. Frente al odio racial y clasista de los narcosojeros no habrá “moderación” que valga.


En Brasil, en tanto, la ejecución del “golpe en el golpe” se da por etapas. La alegría por la liberación de Lula no puede ocultar la puja entre la familia Bolsonaro y el alto mando militar por el liderazgo de una nueva fase de represión, persecuciones y entrega del patrimonio nacional. La liberación del líder petista parece desconcertante, porque el Supremo Tribunal Federal (STF) es el mismo que ha legitimado la conspiración desde 2014, hasta ahora sigue avanzando la entrega de la economía brasileña, se intensifica el control militar sobre la información y las comunicaciones, la oposición parlamentaria y mediática calla, el alineamiento ciego con EE.UU. e Israel permanece invariado y el obtuso discurso reaccionario sigue dando el tono del régimen.
Si se acuerda con esta caracterización, es preciso inferir que Lula salió de la prisión por voluntad de las fuerzas dominantes
¿Para qué? Lula fuera de la prisión sirve para justificar todas las idioteces de la prensa oficialista. Se lo puede responsabilizar por todo y culpar por la “inestabilidad” que acarrearía para la política y la economía. Probablemente, la derecha utilice su liberación también como pretexto, para endurecer la legislación represiva y poner un cerrojo a la postulación de candidaturas, si no, directamente, para suspender los derechos constitucionales.
No obstante, como en todo partido de fútbol participan dos equipos, este juego de Estado Mayor puede fracasar por la genialidad del líder del PT. Basta con que la semana próxima, cuando Putin y Xi estén en Brasil para la reunión del BRICS, se dé una reunión confidencial sin micrófonos, para que el rehén se convierta en captor. La próxima elección a la presidencia del PT indicará qué estrategia lleva las de ganar.
También en Chile asoma un cerramiento del régimen, en este caso mediante un autogolpe del presidente Sebastián Piñera
Después de tres semanas de alzamiento popular contra el neoliberalismo y de reclamos por un referendo para una Asamblea Constituyente que sustituya la Constitución dictatorial de 1980 por una democrática y social, el mandatario anunció el jueves 7 el endurecimiento de la legislación represiva y el sábado 9 envió al Congreso un proyecto de reforma parcial de la Constitución vigente, para incluir en ella algunas concesiones caritativas.
Después de una larga fase de titubeo el presidente parece ahora decidido a encarar reformas cosméticas, mientras agudiza la represión. Aunque las manifestaciones de protesta mantienen su masividad, la carencia de legitimidad de las fuerzas opositoras y la falta de un liderazgo alternativo inteligente prolongan la indefinición. Considerando la agudización de la crisis económica y social, agravada por la inestabilidad política, y la ofensiva reaccionaria en la región, es previsible que pronto llegue la hora de las decisiones.
A diferencia del Planalto, el gobierno de Donald Trump se comportó de manera profesional ante el triunfo electoral del Frente de Todos
No solamente el mandatario norteamericano llamó al presidente electo Alberto Fernández el viernes 1º, pocas horas antes de que éste viajara a México, sino que el embajador Edward Prado se reunió este viernes 8 con Sergio Massa y Jorge Argüello junto con congresistas republicanos. En México, Fernández se fotografió con Mauricio Claver, un abogado cubano anticastrista que en el Consejo de Seguridad Nacional es responsable para el Hemisferio Occidental. Es decir, asesora directamente a Trump en los temas de la región. Además, dato clave, viene de representar a EE.UU. en el FMI. AF mantuvo en México también, se sabe, una reunión secreta con un ignoto enviado del Departamento de Estado.


Sergio Massa había visitado Estados Unidos veinte días antes de las elecciones. El tigrense tiene desde hace tiempo como asesor en temas de seguridad a Rudy Giuliani, el ex alcalde neoyorquino que ahora es abogado personal de Trump, un vínculo importante con la Casa Blanca. El dirigente renovador dio una charla en el Wilson Center pero, principalmente, se reunió en forma reservada con funcionarios del Departamento de Estado y del Tesoro, ansiosos de pistas sobre el próximo gobierno.
Massa y Argüello expusieron el viernes sobre la necesidad de la continuidad de las inversiones norteamericanas en el país y buscaron ganar el apoyo de los representantes norteamericanos ante el FMI.
Sin embargo, el golpe en Bolivia y la desdolarización de las tarifas de los servicios públicos pronto van a agriar el idilio. El próximo gobierno argentino va a adoptar una firme defensa de la democracia y los derechos humanos, va a recibir a exiliados bolivianos e insistir en la necesidad de una salida pacífica en Venezuela.
Al mismo tiempo, si quiere contener el flagelo del narcotráfico, se enfrentará a la mafia internacional enquistada en el Planalto y a la DEA. Asimismo, la “reperfilación” de la deuda va a dejar a algún herido por el camino. Finalmente, el forzoso cumplimiento de los acuerdos de cooperación estratégica con China va a chocar con los intereses de EE.UU. Éstos lo saben. Por eso ya cierran el cerco en torno a Argentina que deberemos romper con astucia y constancia.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Trump necesita el apoyo de AMLO y Alberto

Con una pequeña ayuda de mis amigos

Infobaires24
3 de noviembre de 2019
La llamada de Trump a Alberto se entiende por la ofensiva demócrata, el estancamiento de la situación en Medio Oriente y la necesidad de llegar  a un arreglo en Venezuela

Eduardo J. Vior
Saludar no obliga a nada y puede reportar un gran beneficio. Con esta idea en mente el presidente norteamericano Donald Trump llamó el viernes 1º a Alberto Fernández, para felicitarlo por el triunfo del domingo 27 de octubre. Con este simple gesto corrigió el dedo admonitorio de su Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien dos días antes advirtió, palabras más o menos, que “las deudas se pagan”. En realidad, el mandatario hizo un pedido de ayuda: en la misma semana en la que la Cámara de Representantes de mayoría demócrata puso en marcha la fase testimonial previa al juicio político contra el jefe de Estado, al llamar a Alberto Fernández antes de que éste viaje a México, Trump le hizo un guiño para que empiecen a conversar. Nada más ni nada menos, pero es mucho.
Tanto López Obrador como Fernández están extremadamente condicionados por los problemas internos y sus constreñimientos internacionales. Después de 37 años de neoliberalismo y de una “guerra contra el narcotráfico” que entre 2006 y 2018 dejó 120.000 muertos, México necesita paz en sus fronteras y que entre en vigencia el nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá que remplaza al TLCAN que Donald Trump abrogó en 2017. Pero la ratificación del acuerdo en la Cámara de Representantes de EE.UU. depende de la evolución del juicio político contra el presidente norteamericano y López Obrador no puede esperar tanto para recuperar espacio de maniobra internacional. Por ello se abraza fervientemente al vínculo con el venidero gobierno argentino.
Para el próximo equipo peronista, en tanto, la relación con México es una alternativa al bloqueo y sabotaje por el Brasil bolsonarista y la posibilidad, junto con Uruguay y Bolivia, de acordar con las partes del conflicto venezolano una salida pacífica y democrática. Consciente de que no hay alternativa militar, hasta el propio Donald Trump puede estar interesado en un arreglo que dé a empresas norteamericanas con buena llegada a la Casa Blanca una chance en la industria petrolera del país suramericano.
Hasta las elecciones primarias del 11 de agosto pasado Donald Trump no escatimó los gestos de apoyo al gobierno de Mauricio Macri: reuniones, fotos en común, declaraciones y una masiva presión, para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) regale el 60% de su capital. Se trataba de evitar que Argentina estrechara sus lazos con China. Sin embargo, Macri fracasó y ahora Washington busca reducir el daño.
Para redondear, el pasado jueves 31 la Cámara de Representantes decidió iniciar el juicio político al presidente Donald Trump por el escándalo conocido como la “trama ucraniana”. Se trata de la denuncia contra el mandatario por haber presionado a su colega de Ucrania, Volodimir Zelensky, para que investigue las actividades empresarias de Hunter Biden, el hijo del ex vicepresidente de Obama, Joseph “Joe” Biden, quien es uno de los principales precandidatos presidenciales demócratas. Cuando en febrero de 2014 un golpe de estado orquestado por EE.UU. derrocó al gobierno ucraniano, Rusia recuperó Crimea y las provincias orientales rusófonas de Lugansk y Donetsk se alzaron en armas contra Kiev y todavía son autónomas. En aquel momento Hunter Biden se incorporó a la dirección de Burisma, la principal distribuidora de gas del país, controlada por el oligarca Mykola Zlochevsky, quien se especializaba en desviar al mercado negro el gas ruso que Ucrania compraba.
Tanto el presidente Obama como el secretario de Estado Kerry y la entonces consejera de Seguridad Nacional Susan Rice conocían las actividades del joven Biden. Sea cierto o no que el presidente Trump presionó a su recién electo par ucraniano, para que investigara a un ciudadano norteamericano (éste es el tenor de la acusación), los demócratas enfrentarán serias dificultades para justificar el proceso y es improbable que el mismo prospere en el Senado, controlado por los republicanos, y en un año electoral. Sin embargo, al poner en marcha la fase testimonial del juicio, la mayoría de la Cámara intenta, a la vez, desprestigiar públicamente al mandatario en plena campaña electoral y agudizar el conflicto con Rusia.
El proceso les sirve también para condicionar la aprobación del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (T-MEC), una de las cartas presidenciales para la reelección, asimismo contestada por la oposición con el argumento de que el presidente no ha apoyado suficientemente a las empresas estadounidenses frente a la nueva política petrolera de Andrés M. López Obrador.
El petróleo tiñe también la política mediooriental de EE.UU. A principios de octubre el Trump ordenó el retiro de las fuerzas norteamericanas de Siria, propició el entendimiento entre Vladimir Putin y Recep T. Erdogan, por un lado, para controlar la frontera sirio-turca, y, por el otro, el acuerdo entre el gobierno de Damasco y las milicias kurdas, para que el ejército sirio se despliegue en el norte y este del país como protección contra Turquía. No obstante, dejó en el país 200 efectivos, para ocupar los pozos petroleros en el Este y seguir exportando en beneficio propio el mineral por 30 millones de dólares mensuales.
A la agudización del conflicto de Medio Oriente contribuye también el bloqueo norteamericano contra el financiamiento internacional de Hizbulá que ha llevado desde hace dos semanas al cierre de todos los bancos de Líbano y a una crisis socioeconómica general que ya ha provocado la renuncia, el pasado lunes 28, del primer ministro sunita Saad Hariri. Con este asedio se pretende empujar al partido de la minoría chiíta libanesa a depender exclusivamente de Irán, para deslegitimarlo internamente y propiciar una nueva invasión israelí. Sin embargo, esta maniobra acarrea peligrosas consecuencias en nuestra región, porque la comunidad libanesa en las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay constituye el principal sostén financiero de Hizbulá en nuestro continente. Para preparar este bloqueo, ya hace tres meses los gobiernos de Argentina y Paraguay han etiquetado al partido libanés como “terrorista” y militarizado la zona fronteriza, justificando así la intromisión norteamericano-israelí y opacando el narcotráfico que involucra a funcionarios de todos los gobiernos.
El jefe de Estado de EE.UU. necesita dar señales de liderazgo, para contrarrestar el cerco que los demócratas van a montar en los próximos meses en la Cámara de Representantes. Si bien Argentina no ocupa un papel importante en las percepciones del público estadounidense, el encaminamiento de las negociaciones con el FMI y una gestión diplomática que aliviare la crisis venezolana serían, entonces, muy bienvenidos en el Salón Oval. Por eso es que al presidente estadounidense no le cae mal el vínculo entre Alberto Fernández y AMLO. Si el mandatario mexicano y el futuro jefe de Estado argentino encaminan una negociación exitosa sobre Venezuela que, a la vez, considere el interés económico estadounidense, el jefe de la Casa Blanca podría ayudar a repactar el pago de la deuda con el FMI y a aliviar las tensiones en su frontera sur. Donald Trump necesita una ayudita de sus amigos, pero sabe devolver los favores.

sábado, 26 de octubre de 2019

La Nueva Argentina tendrá otro lugar en el mundo

¿Dónde me pongo?

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En la víspera de la elección presidencial Argentina se pregunta cómo ubicarse entre un mundo que se hunde y otro que aún no florece

Eduardo J. Vior
En los albores de la TV privada, a comienzos de los años 60, los niños argentinos seguíamos las simples y efectivas payasadas de Pepe Biondi, el cómico de lo inverosímil, que en cada enredo que él mismo ocasionaba empezaba a correr sin ton ni son gritando “¿dónde me pongo?” Ahora, en cambio, apenas el pueblo argentino hunda en las urnas al agresor que lo devastó en los últimos cuatro años, no puede correr sin sentido, sino que necesita orientarse con precaución, pero con rapidez, en un mundo que desde 2015 está cambiando acelerada y radicalmente.
Cuando hace un cuatrienio “el mejor equipo de los últimos 50 años” asaltó el poder, en Washington, Bruselas y Tokio reinaba el globalismo financiero. De la mano de la reina Máxima de Holanda, el JP Morgan y el HSBC trajeron a Blackrock y Templeton a Argentina y entregaron el petróleo y el gas a la Shell. Se aplicó entonces en nuestro suelo la estrategia de destrucción de los estados nacionales diseñada en 2002 por el ex secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld y su jefe de planeamiento, el almirante Arthur K. Cebrowski, para que los países ricos pudieran en el futuro disfrutar sin límites los recursos naturales del 70% del mundo. El resultado de este asalto fue la pérdida de la soberanía, un endeudamiento gigantesco, la destrucción de nuestro aparato productivo, una extendida pobreza y el hambre.
Para renegociar esta deuda y recuperar el acceso al crédito que permita financiar la reconstrucción de nuestra economía, es necesario entenderse con el Presidente Donald Trump. Buscando salvar a Mauricio Macri, el mandatario norteamericano forzó al FMI a prestar a Argentina 57 mil millones de dólares, de los cuales llegaron poco más de 44 mil millones y se fugaron cerca de 40. Él ayudó a hundirnos; él nos tendrá que sacar del pantano.
Fiel a su estilo, el caudillo neoyorquino seguramente amenazará, imprecará, presionará y extorsionará, pero, ante un liderazgo firme y tranquilo que sepa aprovechar los previsibles apoyos de Rusia y China, finalmente buscará el compromiso.
Más peligrosos que Trump serán los coletazos de la narcopolítica norteamericana (el Departamento de Estado, la DEA y sus socios), israelí y brasileña que, con atentados, sabotajes y terrorismo, defenderán el enorme poder que ganaron en el Cono Sur en el último cuatrienio. Además de las tareas de inteligencia y represión internas, derrotar a este flagelo requerirá una amplia cooperación de organismos internacionales y la Unión Europea en materia de inteligencia financiera y persecución de paraísos fiscales y lavado de capitales.
La imprescindible cooperación estratégica con Brasil se moverá dentro de estos parámetros: entre las agresiones del narcogobierno bolsonarista y los intereses encontrados del capital productivo de nuestro vecino. Mientras que el empresariado transnacionalizado de São Paulo pretende prescindir de la integración productiva con Argentina, importantes sectores industriales necesitan nuestro mercado y la cooperación con nuestras empresas. Una política inteligente buscaría separar a unos de otros, para reforzar nuestra presión sobre la diplomacia brasileña.
En el primer círculo de nuestras relaciones exteriores están los países vecinos. Con ellos debemos intensificar la cooperación en materia de infraestructura, de lucha contra el crimen organizado y de comercio en base al principio de que “todos ganan”. No importa su régimen político, pero, por supuesto, las “afinidades electivas” deberían permitirnos profundizar la integración con Montevideo y La Paz.
En el segundo círculo están los demás países suramericanos y México, con quienes precisamos afianzar la cooperación política y diplomática, especialmente para mediar en la solución de conflictos ejecutando a la vez una efectiva política de defensa de los derechos humanos. Luego de salirnos del Grupo de Lima, en este camino reviviremos la Unasur y la Celac.
En el tercer círculo, finalmente, se ubican nuestras relaciones balanceadas y equilibradas con los distintos centros de poder. Argentina precisa de buenas relaciones con todas las potencias, especialmente con el cuadrilátero EE.UU., Europa, Rusia y China, sin descuidar el Oriente Medio ampliado, desde Libia hasta Irán, ni los emergentes como India o Suráfrica. No se trata sólo de comercio, sino también de inversiones productivas, crédito, respaldos monetarios, fiscalidad, seguridad, equilibrio estratégico y lucha contra el cambio climático.
La imprescindible búsqueda de equilibrios y la necesidad de mantener buenas relaciones con los más diversos sistemas no quiere decir, empero, que descuidemos la defensa activa de nuestra soberanía y la ocupación de todo el territorio bicontinental y el Mar Argentino. En 2030, y quizás antes, caducará el Tratado Antártico de 1959 y todas las potencias presentarán sus reclamos de soberanía sobre ese continente. Cuanto más el calentamiento del clima global derrita los hielos, más fácil se hará la explotación de los recursos naturales y energéticos de la región circumpolar. Gracias a la ocupación de las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur y a la entrega del Mar Argentino por los gobiernos de Menem y Macri, el Reino Unido está preparando una plataforma desde la cual reclamar derechos sobre los sectores antárticos de Argentina y Chile. Por supuesto que la recuperación y afirmación de nuestros derechos soberanos sobre el Mar Argentino, las islas y la Antártida Argentina deberían transcurrir pacíficamente, pero para hacerse efectivas, requerirán consistentes mecanismos de disuasión y alianzas con otras potencias que equilibren el apoyo que Londres recibe de Washington.
Mientras en Estados Unidos se dirime la lucha entre el globalismo financiero y el capitalismo productivo, la retirada norteamericana de Medio Oriente y la gran derrota que el colonialismo anglo-franco-germano sufrió allí dibujan los contornos de un nuevo orden mundial. La crisis del poder mafioso en Israel, la reorientación de Arabia Saudita, Catar y los Emiratos hacia Rusia y el apaciguamiento de las tensiones con Irán abren el camino, para que también allí el Nuevo Camino de la Seda y la Franja consoliden la unidad euroasiática.
Este giro estratégico, el desarrollo de nuevos centros de la economía mundial y la acelerada implementación de los grandes portacontenedores, que no pueden pasar por el Canal de Panamá y no quieren circular por el de Suez (para evadir el control que Rusia ejerce desde Siria), revaloriza la centralidad del Atlántico Sur como arteria vital del comercio mundial. Quien controle Suráfrica y Argentina tendrá las llaves de paso que regulan los flujos de la economía internacional.
Tanto el mundo bipolar de la segunda posguerra como el globalizado de la posguerra fría han muerto. El derrumbe produce mucho polvo que no deja ver el horizonte y siembra muchos escombros que hay que despejar, antes de ponerse a construir el mundo nuevo. Mientras el aire aclara, hay que moverse con cuidado y asegurando cada paso.