martes, 17 de diciembre de 2019

La elección británica extrema el riesgo internacional

Boris Johnson pone en peligro la paz mundial


El reelecto primer ministro británico prometió sacar a su país de la UE como sea, pero las dificultades de su aventura pueden inducirlo a poner en riesgo el orden internacional

Eduardo J. Vior
En la elección parlamentaria del pasado jueves 12 el líder conservador apostó muy fuerte y ganó en grande. Obtuvo el mayor éxito de los conservadores desde la elección de 1988 en la que Margaret Thatcher aplastó a los laboristas. Ahora tiene que cumplir su promesa de sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) a la brevedad. Entre tanto, pretende efectivizar el compromiso secreto que contrajo con Donald Trump a cambio del apoyo de éste para ganar la elección y cerrar pronto un acuerdo de libre comercio: privatizar el Servicio Nacional de Salud (NHS, por su nombre en inglés). Sin embargo, la resistencia que este paso puede despertar entre sus nuevos votantes venidos del laborismo y la negativa europea a aceptar sus condiciones en la transición hacia el Brexit pueden inducirlo a emprender aventuras demagógicas que pongan en peligro la paz mundial.
Este lunes 16 Boris Johnson recibió en Westminster a 109 nuevos diputados conservadores elegidos el pasado jueves, para planificar la votación parlamentaria de su acuerdo con los europeos para comenzar la salida de la Unión el próximo 31 de enero y encarar el financiamiento del sistema de salud y la policía. El primer ministro, quien conquistó el apoyo de miles de tradicionales votantes laboristas en los distritos populares del centro y norte de Inglaterra, ha proclamado que quiere hacer un “gobierno del pueblo” y “merecer la confianza del público poniendo en práctica el Brexit”.
Los conservadores están especialmente contentos por la incorporación a su bloque de una cantidad de diputados originariamente procedentes del laborismo. Por eso, quieren aprovechar su renovada potencia para apresurar la votación del acuerdo que el primer ministro alcanzó y comenzar a salir de la Unión Europea el próximo 31 de enero.
Una vez iniciada la separación, Johnson quiere negociar sendos acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y con Estados Unidos. Especialmente este último desea firmarlo antes de la elección presidencial norteamericana del 3 de noviembre próximo. Entre sus tareas prioritarias está también conseguir un remplazante confiable para la presidencia del Banco de Inglaterra, ya que Mark Carney deja el cargo a fin de enero después de seis años de gestión. Quien presida el Banco central de la quinta potencia industrial del mundo tendrá un rol relevante para el futuro de Londres como segunda capital financiera del planeta.
Después de su sensacional triunfo Johnson, guiado por su asesor Dominic Cummings, pretende reorganizar rápidamente el Estado británico y asegurar el financiamiento del sistema de salud y la policía. Asimismo debe decidir, si permite a Huawei instalar la red de telefonía celular 5G, un tema sensible que puede acarrearle un fuerte conflicto con EE.UU. Consciente del escaso margen de maniobra que tiene, el primer ministro ya declaró que “no es posible oponerse a la inversión extranjera en nuestro país, pero –aclaró- no podemos perjudicar nuestra capacidad para colaborar con nuestros aliados dentro de los Cinco Ojos”. Cinco Ojos (“Five eyes”) se llama a la asociación para el intercambio de información de inteligencia entre EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda. Washington ya ha amenazado a diversos aliados con suspender el intercambio de información sensible, si estos incorporan tecnología de Huawei.
Entre tanto, el Partido Nacional Escocés (SNP, por su nombre en inglés), que ganó 48 de las 59 bancas correspondientes a Escocia en el Parlamento de Londres, ha anunciado ya que, si Gran Bretaña sale de la UE, pugnará por que se autorice la realización de un nuevo referendo sobre la salida del reino, como se hizo en 2014. En aquel momento la mayoría de los votantes optó por permanecer dentro de GB, pero la salida del país de la Unión podría llevar a los escoceses a separarse, para seguir dentro del bloque europeo de quien dependen en gran medida.
El sábado pasado Boris Johnson agradeció a sus votantes por la victoria en las elecciones calificando el próximo Brexit como “una maravillosa aventura”. Ahora debe negociar con Bruselas las condiciones de la salida, pero no hay chances de que la mayoría de los europeos acepte las condiciones que pretende imponerles Londres. Si no hay acuerdo de transición con Europa, la frontera irlandesa se convertiría en un límite “duro”, con pedido de documentos y aduanas, lo que atizaría el nacionalismo de la población católica del norte, relativamente calmo desde los acuerdos de la Pascua de 1998. Además, los ciudadanos y mercancías británicas tendrían dificultades para ingresar a la UE, mientras se mantienen las obligaciones financieras del Reino Unido con la Unión. Se calcula que una salida tan dura costaría al reino el 8% de su PBI o 2.500 libras esterlinas por persona.
La alternativa pasa por aceptar las condiciones que Bruselas impone, pero, aunque menos dañina desde el punto de vista económico, esta solución también implicaría que las industrias automotriz y química y los servicios deberían someterse a las imposiciones de sus competidores europeos. Johnson ya estaba en octubre pasado confrontado con esta alternativa de hierro, pero salió aceptando que el control aduanero e inmigratorio esté entre Inglaterra e Irlanda y no en medio de ésta. Claro que esto implica que Irlanda del Norte de hecho permanezca dentro de la UE, mientras el resto del reino se va, pero este compromiso le permitió arrancar a Bruselas importantes concesiones para la circulación de productos y servicios británicos.
El sector fabril del Reino Unido registró en diciembre de 2019 el desempeño más débil en más de siete años, lo que aumenta las posibilidades de que la economía se contraiga en el cuarto trimestre, según IHS Markit. La lectura preliminar del sector de servicios, el componente más grande de la economía, se contrajo a 49 puntos, el mínimo en nueve meses. La posibilidad de abandonar la Unión Europea y la desaceleración global han afectado la demanda durante 2019. La decisiva victoria electoral de Boris Johnson la semana pasada podría apaciguar algunas preocupaciones a corto plazo, aunque quedan muchos interrogantes en torno a la futura relación del Reino Unido con la UE.
El panorama del futuro próximo es tremendamente duro para el Reino Unido. Cualquier acuerdo que haga con la Unión Europea y/o con Estados Unidos le implicará ceder posiciones fundamentales, a cambio de mantener el rol de Londres como capital financiera internacional. El intento de privatizar el sistema de salud puede volcar contra el gobierno conservador a los miles de votantes y a algunos dirigentes laboristas que ahora lo apoyaron por nacionalismo. La tentación del demagógico Johnson de inventar una aventura exterior en cualquier parte del mundo (incluso en el Atlántico Sur) para obligar a su pueblo a cerrar filas detrás de la reina va a ser muy grande. Para el reelecto primer ministro el Brexit es “una aventura maravillosa”. Nadie duda de que es una aventura, pero todos los demás estamos seguros de que no será maravillosa.

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Eduardo J. Vior