Boris Johnson pone en peligro la paz mundial
El
reelecto primer ministro británico prometió sacar a su país de la UE
como sea, pero las dificultades de su aventura pueden inducirlo a poner
en riesgo el orden internacional
En
la elección parlamentaria del pasado jueves 12 el líder conservador
apostó muy fuerte y ganó en grande. Obtuvo el mayor éxito de los
conservadores desde la elección de 1988 en la que Margaret Thatcher
aplastó a los laboristas. Ahora tiene que cumplir su promesa de sacar a
Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) a la brevedad. Entre tanto,
pretende efectivizar el compromiso secreto que contrajo con Donald Trump
a cambio del apoyo de éste para ganar la elección y cerrar pronto un
acuerdo de libre comercio: privatizar el Servicio Nacional de Salud
(NHS, por su nombre en inglés). Sin embargo, la resistencia que este
paso puede despertar entre sus nuevos votantes venidos del laborismo y
la negativa europea a aceptar sus condiciones en la transición hacia el
Brexit pueden inducirlo a emprender aventuras demagógicas que pongan en
peligro la paz mundial.
Este lunes
16 Boris Johnson recibió en Westminster a 109 nuevos diputados
conservadores elegidos el pasado jueves, para planificar la votación
parlamentaria de su acuerdo con los europeos para comenzar la salida de
la Unión el próximo 31 de enero y encarar el financiamiento del sistema
de salud y la policía. El primer ministro, quien conquistó el apoyo de
miles de tradicionales votantes laboristas en los distritos populares
del centro y norte de Inglaterra, ha proclamado que quiere hacer un
“gobierno del pueblo” y “merecer la confianza del público poniendo en
práctica el Brexit”.
Los
conservadores están especialmente contentos por la incorporación a su
bloque de una cantidad de diputados originariamente procedentes del
laborismo. Por eso, quieren aprovechar su renovada potencia para
apresurar la votación del acuerdo que el primer ministro alcanzó y
comenzar a salir de la Unión Europea el próximo 31 de enero.
Una
vez iniciada la separación, Johnson quiere negociar sendos acuerdos de
libre comercio con la Unión Europea y con Estados Unidos. Especialmente
este último desea firmarlo antes de la elección presidencial
norteamericana del 3 de noviembre próximo. Entre sus tareas prioritarias
está también conseguir un remplazante confiable para la presidencia del
Banco de Inglaterra, ya que Mark Carney deja el cargo a fin de enero
después de seis años de gestión. Quien presida el Banco central de la
quinta potencia industrial del mundo tendrá un rol relevante para el
futuro de Londres como segunda capital financiera del planeta.
Después
de su sensacional triunfo Johnson, guiado por su asesor Dominic
Cummings, pretende reorganizar rápidamente el Estado británico y
asegurar el financiamiento del sistema de salud y la policía. Asimismo
debe decidir, si permite a Huawei instalar la red de telefonía celular
5G, un tema sensible que puede acarrearle un fuerte conflicto con EE.UU.
Consciente del escaso margen de maniobra que tiene, el primer ministro
ya declaró que “no es posible oponerse a la inversión extranjera en
nuestro país, pero –aclaró- no podemos perjudicar nuestra capacidad para
colaborar con nuestros aliados dentro de los Cinco Ojos”. Cinco Ojos
(“Five eyes”) se llama a la asociación para el intercambio de
información de inteligencia entre EE.UU., Canadá, Gran Bretaña,
Australia y Nueva Zelanda. Washington ya ha amenazado a diversos aliados
con suspender el intercambio de información sensible, si estos
incorporan tecnología de Huawei.
Entre
tanto, el Partido Nacional Escocés (SNP, por su nombre en inglés), que
ganó 48 de las 59 bancas correspondientes a Escocia en el Parlamento de
Londres, ha anunciado ya que, si Gran Bretaña sale de la UE, pugnará por
que se autorice la realización de un nuevo referendo sobre la salida
del reino, como se hizo en 2014. En aquel momento la mayoría de los
votantes optó por permanecer dentro de GB, pero la salida del país de la
Unión podría llevar a los escoceses a separarse, para seguir dentro del
bloque europeo de quien dependen en gran medida.
El sábado pasado Boris Johnson
agradeció a sus votantes por la victoria en las elecciones calificando
el próximo Brexit como “una maravillosa aventura”. Ahora debe negociar
con Bruselas las condiciones de la salida, pero no hay chances de que la
mayoría de los europeos acepte las condiciones que pretende imponerles
Londres. Si no hay acuerdo de transición con Europa, la frontera
irlandesa se convertiría en un límite “duro”, con pedido de documentos y
aduanas, lo que atizaría el nacionalismo de la población católica del
norte, relativamente calmo desde los acuerdos de la Pascua de 1998.
Además, los ciudadanos y mercancías británicas tendrían dificultades
para ingresar a la UE, mientras se mantienen las obligaciones
financieras del Reino Unido con la Unión. Se calcula que una salida tan
dura costaría al reino el 8% de su PBI o 2.500 libras esterlinas por
persona.
La alternativa pasa por
aceptar las condiciones que Bruselas impone, pero, aunque menos dañina
desde el punto de vista económico, esta solución también implicaría que
las industrias automotriz y química y los servicios deberían someterse a
las imposiciones de sus competidores europeos. Johnson ya estaba en
octubre pasado confrontado con esta alternativa de hierro, pero salió
aceptando que el control aduanero e inmigratorio esté entre Inglaterra e
Irlanda y no en medio de ésta. Claro que esto implica que Irlanda del
Norte de hecho permanezca dentro de la UE, mientras el resto del reino
se va, pero este compromiso le permitió arrancar a Bruselas importantes
concesiones para la circulación de productos y servicios británicos.
El
sector fabril del Reino Unido registró en diciembre de 2019 el
desempeño más débil en más de siete años, lo que aumenta las
posibilidades de que la economía se contraiga en el cuarto trimestre,
según IHS Markit. La lectura preliminar del sector de servicios, el
componente más grande de la economía, se contrajo a 49 puntos, el mínimo
en nueve meses. La posibilidad de abandonar la Unión Europea y la
desaceleración global han afectado la demanda durante 2019. La decisiva
victoria electoral de Boris Johnson la semana pasada podría apaciguar
algunas preocupaciones a corto plazo, aunque quedan muchos interrogantes
en torno a la futura relación del Reino Unido con la UE.
El
panorama del futuro próximo es tremendamente duro para el Reino Unido.
Cualquier acuerdo que haga con la Unión Europea y/o con Estados Unidos
le implicará ceder posiciones fundamentales, a cambio de mantener el rol
de Londres como capital financiera internacional. El intento de
privatizar el sistema de salud puede volcar contra el gobierno
conservador a los miles de votantes y a algunos dirigentes laboristas
que ahora lo apoyaron por nacionalismo. La tentación del demagógico
Johnson de inventar una aventura exterior en cualquier parte del mundo
(incluso en el Atlántico Sur) para obligar a su pueblo a cerrar filas
detrás de la reina va a ser muy grande. Para el reelecto primer ministro
el Brexit es “una aventura maravillosa”. Nadie duda de que es una
aventura, pero todos los demás estamos seguros de que no será
maravillosa.
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Eduardo J. Vior