sábado, 14 de diciembre de 2019

Ante el ascenso de AF las potencias hacen su juego

En tres días Argentina ya mueve el tablero mundial


Las delegaciones presentes en la asunción del gobierno por Alberto Fernández, la acogida a Evo Morales y el viaje de Fabiola Yañez a Roma indican el peso internacional de nuestro país

Eduardo J. Vior
El expresidente Mauricio Macri abusó durante su gobierno de la afirmación retórica de que, gracias a él, estábamos “en el mundo”, cuando en realidad sólo veíamos la política internacional por televisión. En tres días de gobierno nacional y popular, en cambio, Argentina ya alteró la relación entre las potencias y las desafió a cambiar sus perspectivas.
El otorgamiento el miércoles 11 de refugio a Evo Morales y otros miembros del gobierno boliviano depuesto por el golpe de estado del 27 de noviembre pasado, la propuesta a los acreedores privados internacionales de postergar, mas no reducir el pago de la deuda externa soberana y el mantenimiento de la calificación del Partido de Dios libanés (Hizbolá) como organización “terrorista” marcaron en tres días los hitos entre los cuales se va a mover en los próximos tiempos la política exterior argentina.
Al recibir el miércoles 11 en la Casa Rosada al subsecretario interino estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, Alberto Fernández demostró que el intempestivo regreso a Estados Unidos el día anterior del director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, Mauricio Claver-Carone, no era más que una provocación política con fines electorales dentro de los propios EE.UU. En una larga charla el presidente y Kozak acordaron crear un sistema de consulta permanente. El encuentro se dio en tan buen tono que el representante norteamericano invitó a Fernández a Washington para el 17 de diciembre y, según la Casa Rosada, “el presidente argentino se comprometió a asistir a un evento vinculado al petróleo”.
Dando señas de las prioridades de la política exterior argentina, previamente, ya a las 9 de la mañana del mismo miércoles, AF recibió al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y al canciller Bruno Rodríguez. En el encuentro ambas partes se comprometieron a “fortalecer las relaciones bilaterales y los históricos lazos de amistad” entre ambos países.
Claver-Carone se retiró del país antes del acto de pose del nuevo gobierno alegando que no sabía que en el recinto se encontrarían el ministro de Comunicaciones de Venezuela, Jorge Rodríguez, y el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa. No obstante su supuesta sorpresa, antes de irse llamó al diario Clarín.
Por su parte, después de jurar como vicepresidenta, Cristina Fernández recibió sucesivamente en su despacho del Senado a representantes de China y Rusia. Primero agasajó al vicepresidente de la Asamblea Popular Nacional, Arken Imirbaki, quien estaba acompañado por el embajador de China en Argentina, Zou Xiaoli, y por Lan Hu, Subdirector General para América Latina y el Caribe del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular.
Cristina con el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, Arken Imirbaki.

A los pocos minutos la vicepresidenta recibió también al presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia, Konstantin Kosachev. Lo acompañaron el embajador de ese país, Dmitry Feoktistov, y el vicejefe del mismo comité, Oleg Khodyrev.
Cristina con el presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia, Konstantin Kosachev.

Tanto en Brasil como en Argentina se había rumoreado que Lula da Silva podía asistir al acto, pero, en cambio, asistió el vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão. La designación fue sorpresiva, ya que Jair Bolsonaro había dicho que no iba mandar a nadie. El silencio de los medios brasileños y de gran parte de los argentinos sobre esta visita fue atronador. En Clarín no se la mencionó, pero en La Nación se destacaron en tres posteos el aplauso que Fernández arrancó al vicepresidente, cuando en su discurso inaugural se refirió a la importancia que la relación estratégica con Brasil tiene para Argentina, así como la conversación que el futuro embajador argentino en Brasilia, Daniel Scioli, mantuvo con el general aprovechando la recepción a las delegaciones extranjeras posterior a la jura. De modo similar, entre los medios brasileños solamente el portal Defesa.net, vocero oficioso del Alto Mando, dedicó un extenso artículo a la asunción del mando por AF en el que puntualizó la presencia del vicepresidente brasileño. “Bolsonaro hizo campaña abierta por la reelección de Macri que acabó siendo derrotado”, cerró el evidente pase de factura.
Probablemente, Lula no haya venido, para no perturbar la maniobra del Alto Mando brasileño para imponer al presidente Bolsonaro la venida de Mourão, tan importante para la relación argentino-brasileña y la supervivencia del Mercosur. Confirmando esta presunción, este miércoles 11 el vicepresidente sostuvo en su blog su convicción de que “el pragmatismo va a prevalecer en la relación comercial entre Argentina y Brasil”. Así el vínculo argentino-brasileño transitaría simultáneamente a través del Alto Mando del Ejército brasileño, para garantizar la continuidad estratégica del vínculo, por el ineludible intercambio diplomático y por la relación política entre el Frente de Todos (FdT) y Lula. El primero y el último de estos carriles se combinan en un juego de pinzas, para desgastar y destruir la maniobra “lavajatista” del pentecostalismo sionista ligado al narcotráfico en ambos países.
Entre tanto, en un artículo publicado en Clarín el pasado miércoles 11 el analista internacional Juan G. Tokatlián señala el estrecho margen de maniobra de la política exterior argentina en el momento actual “entre el imperativo doméstico de las demandas socio-económicas y el condicionamiento externo”. “En 2019, continúa, Estados Unidos está embarcado en una ‘triple guerra’ comercial, tecnológica y geopolítica contra China, los vecinos tienen en su mayoría gobiernos electos, pero esencialmente de derecha e, incluso, reaccionarios, en Bolivia hay un gobierno pos-golpe de Estado y la situación interna en Argentina es dramática”, enumera.
“Primero, propone, hay que tener un buen diagnóstico sobre Estados Unidos y su política exterior. Segundo, no asumir una mentalidad de cerco y desplegar una doble política hacia los vecinos inmediatos. Tercero, eludir el faccionalismo y la fragmentación del Frente de Todos.” El artículo de Tokatlián es bueno, pero sólo pinta un cuadro de situación. Falta la película, y para ello hay que que prever, por lo menos, tres desarrollos: 1) ¿estallará una crisis mundial de proporciones durante 2020?; 2) ¿hasta cuándo y hasta qué punto llevará Trump su alianza momentánea con el “Estado profundo” y los cristianos sionistas (Pompeo)?; 3) ¿en qué momento se producirá la esperable crisis en la coalición de gobierno brasileña? Según qué respuesta se dé a cada una de estas preguntas, los cursos de acción de la política exterior argentina serán diferentes.
En sus relaciones internacionales el nuevo gobierno argentino se propone al mismo tiempo llevar una política basada en los derechos humanos, la preservación de la “casa común”, la no intervención en los asuntos internos de otros países y la vigencia de la soberanía popular. Al mismo tiempo, aspira a impulsar una estrategia de afirmación de la soberanía bicontinental, de alianza especial con Brasil y China, de diversificación de las alianzas y de vínculos pragmáticos con los centros del poder mundial. Para combinar líneas tan diversas, empero, necesita no sólo una conducción clara y decidida, sino también una fuerte unidad interna y la simpatía popular dentro y fuera del país. Es un cóctel inédito, muy difícil de lograr, pero el único que puede dar a nuestro país un lugar reconocido en el mundo.

Rafael Correa junto a Lugo en la asunción de Alberto Fernández.

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Eduardo J. Vior