En tres días Argentina ya mueve el tablero mundial
Las
delegaciones presentes en la asunción del gobierno por Alberto
Fernández, la acogida a Evo Morales y el viaje de Fabiola Yañez a Roma
indican el peso internacional de nuestro país
El
expresidente Mauricio Macri abusó durante su gobierno de la afirmación
retórica de que, gracias a él, estábamos “en el mundo”, cuando en
realidad sólo veíamos la política internacional por televisión. En tres
días de gobierno nacional y popular, en cambio, Argentina ya alteró la
relación entre las potencias y las desafió a cambiar sus perspectivas.
El
otorgamiento el miércoles 11 de refugio a Evo Morales y otros miembros
del gobierno boliviano depuesto por el golpe de estado del 27 de
noviembre pasado, la propuesta a los acreedores privados internacionales
de postergar, mas no reducir el pago de la deuda externa soberana y el
mantenimiento de la calificación del Partido de Dios libanés (Hizbolá)
como organización “terrorista” marcaron en tres días los hitos entre los
cuales se va a mover en los próximos tiempos la política exterior
argentina.
Al recibir el miércoles
11 en la Casa Rosada al subsecretario interino estadounidense para
Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, Alberto Fernández
demostró que el intempestivo regreso a Estados Unidos el día anterior
del director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de
Seguridad, Mauricio Claver-Carone, no era más que una provocación
política con fines electorales dentro de los propios EE.UU. En una larga
charla el presidente y Kozak acordaron crear un sistema de consulta
permanente. El encuentro se dio en tan buen tono que el representante
norteamericano invitó a Fernández a Washington para el 17 de diciembre
y, según la Casa Rosada, “el presidente argentino se comprometió a
asistir a un evento vinculado al petróleo”.
Dando
señas de las prioridades de la política exterior argentina,
previamente, ya a las 9 de la mañana del mismo miércoles, AF recibió al
presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel,
y al canciller Bruno Rodríguez. En el encuentro ambas partes se
comprometieron a “fortalecer las relaciones bilaterales y los históricos
lazos de amistad” entre ambos países.
Claver-Carone
se retiró del país antes del acto de pose del nuevo gobierno alegando
que no sabía que en el recinto se encontrarían el ministro de
Comunicaciones de Venezuela, Jorge Rodríguez, y el ex presidente
ecuatoriano Rafael Correa. No obstante su supuesta sorpresa, antes de
irse llamó al diario Clarín.
Por su
parte, después de jurar como vicepresidenta, Cristina Fernández recibió
sucesivamente en su despacho del Senado a representantes de China y
Rusia. Primero agasajó al vicepresidente de la Asamblea Popular
Nacional, Arken Imirbaki, quien estaba acompañado por el embajador de
China en Argentina, Zou Xiaoli, y por Lan Hu, Subdirector General para
América Latina y el Caribe del Ministerio de Asuntos Exteriores de la
República Popular.
Cristina con el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China, Arken Imirbaki.
A
los pocos minutos la vicepresidenta recibió también al presidente del
Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia,
Konstantin Kosachev. Lo acompañaron el embajador de ese país, Dmitry
Feoktistov, y el vicejefe del mismo comité, Oleg Khodyrev.
Cristina con el presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Asamblea Federal de Rusia, Konstantin Kosachev.
Tanto en Brasil como en Argentina se había rumoreado que Lula da Silva
podía asistir al acto, pero, en cambio, asistió el vicepresidente
brasileño, el general Hamilton Mourão. La designación fue sorpresiva, ya
que Jair Bolsonaro había dicho que no iba mandar a nadie. El silencio
de los medios brasileños y de gran parte de los argentinos sobre esta
visita fue atronador. En Clarín no se la mencionó, pero en La Nación se
destacaron en tres posteos el aplauso que Fernández arrancó al
vicepresidente, cuando en su discurso inaugural se refirió a la
importancia que la relación estratégica con Brasil tiene para Argentina,
así como la conversación que el futuro embajador argentino en Brasilia,
Daniel Scioli, mantuvo con el general aprovechando la recepción a las
delegaciones extranjeras posterior a la jura. De modo similar, entre los
medios brasileños solamente el portal Defesa.net, vocero oficioso del
Alto Mando, dedicó un extenso artículo a la asunción del mando por AF en
el que puntualizó la presencia del vicepresidente brasileño. “Bolsonaro
hizo campaña abierta por la reelección de Macri que acabó siendo
derrotado”, cerró el evidente pase de factura.
Probablemente,
Lula no haya venido, para no perturbar la maniobra del Alto Mando
brasileño para imponer al presidente Bolsonaro la venida de Mourão, tan
importante para la relación argentino-brasileña y la supervivencia del
Mercosur. Confirmando esta presunción, este miércoles 11 el
vicepresidente sostuvo en su blog su convicción de que “el pragmatismo
va a prevalecer en la relación comercial entre Argentina y Brasil”. Así
el vínculo argentino-brasileño transitaría simultáneamente a través del
Alto Mando del Ejército brasileño, para garantizar la continuidad
estratégica del vínculo, por el ineludible intercambio diplomático y por
la relación política entre el Frente de Todos (FdT) y Lula. El primero y
el último de estos carriles se combinan en un juego de pinzas, para
desgastar y destruir la maniobra “lavajatista” del pentecostalismo
sionista ligado al narcotráfico en ambos países.
Entre
tanto, en un artículo publicado en Clarín el pasado miércoles 11 el
analista internacional Juan G. Tokatlián señala el estrecho margen de
maniobra de la política exterior argentina en el momento actual “entre
el imperativo doméstico de las demandas socio-económicas y el
condicionamiento externo”. “En 2019, continúa, Estados Unidos está
embarcado en una ‘triple guerra’ comercial, tecnológica y geopolítica
contra China, los vecinos tienen en su mayoría gobiernos electos, pero
esencialmente de derecha e, incluso, reaccionarios, en Bolivia hay un
gobierno pos-golpe de Estado y la situación interna en Argentina es
dramática”, enumera.
“Primero,
propone, hay que tener un buen diagnóstico sobre Estados Unidos y su
política exterior. Segundo, no asumir una mentalidad de cerco y
desplegar una doble política hacia los vecinos inmediatos. Tercero,
eludir el faccionalismo y la fragmentación del Frente de Todos.” El
artículo de Tokatlián es bueno, pero sólo pinta un cuadro de situación.
Falta la película, y para ello hay que que prever, por lo menos, tres
desarrollos: 1) ¿estallará una crisis mundial de proporciones durante
2020?; 2) ¿hasta cuándo y hasta qué punto llevará Trump su alianza
momentánea con el “Estado profundo” y los cristianos sionistas
(Pompeo)?; 3) ¿en qué momento se producirá la esperable crisis en la
coalición de gobierno brasileña? Según qué respuesta se dé a cada una de
estas preguntas, los cursos de acción de la política exterior argentina
serán diferentes.
En sus relaciones
internacionales el nuevo gobierno argentino se propone al mismo tiempo
llevar una política basada en los derechos humanos, la preservación de
la “casa común”, la no intervención en los asuntos internos de otros
países y la vigencia de la soberanía popular. Al mismo tiempo, aspira a
impulsar una estrategia de afirmación de la soberanía bicontinental, de
alianza especial con Brasil y China, de diversificación de las alianzas y
de vínculos pragmáticos con los centros del poder mundial. Para
combinar líneas tan diversas, empero, necesita no sólo una conducción
clara y decidida, sino también una fuerte unidad interna y la simpatía
popular dentro y fuera del país. Es un cóctel inédito, muy difícil de
lograr, pero el único que puede dar a nuestro país un lugar reconocido
en el mundo.
Rafael Correa junto a Lugo en la asunción de Alberto Fernández.