domingo, 31 de mayo de 2015

Si EE.UU. arma a Ucrania, Rusia lo hará con Donetsk

Cómo evitar una guerra en Europa

Mientras aumenta la presión mediática para que el presidente Barack Obama envíe armas a Ucrania, el Pentágono y sus aliados ucranianos intensifican las provocaciones para obviar la mediación de los principales líderes europeos ante el presidente ruso Vladimir Putin y agudizar el conflicto, pero si Washington pertrecha a Kiev, Moscú hará lo mismo con Donetsk y el continente marchará hacia la guerra.
El miércoles pasado, mientras el vicepresidente norteamericano Joe Biden insistía en postergar el envío de armas a Ucrania, el Pentágono denunciaba sonoramente concentraciones de tropas rusas en las fronteras con Ucrania y Estonia. Paradójicamente, nadie comentó que el Ministerio de Defensa de Donetsk denunció el viernes 29 que las fuerzas ucranianas en la línea de alto el fuego poseen armas químicas no identificadas.
Ya en diciembre pasado el Congreso de los Estados Unidos aprobó casi unánimemente el envío de armas "defensivas" a Ucrania. En febrero y en abril pasados insistió votando los fondos pertinentes, pero Obama no acata la resolución no vinculante esperando que Angela  Merkel y François Hollande arranquen a Putin concesiones que este no puede hacer, si no se derogan las sanciones y la resolución del Congreso. Contra Obama, en tanto, el secretario de Defensa Ash Carter y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, continúan batiendo el parche a favor de equipar militarmente a Ucrania.
Desde que estalló la crisis ucraniana, Obama y Merkel han actuado bastante coordinadamente. Ambos líderes coinciden en combinar las sanciones económicas contra Rusia con la oferta de negociaciones. En febrero pasado la canciller alemana logró que los acuerdos de Minsk II frenaran los combates en Dontesk y Luhansk, pero el resto de los acuerdos no se implementó. Las violaciones de ambos lados se suceden y el millón de pobladores de las regiones orientales siguen segregados de Ucrania, sin recibir sus sueldos y pensiones ni poder proveerse de los objetos más elementales.
Una organizada campaña de confusión busca actualmente en Washington demostrar que Berlín, en realidad, podría aceptar el armamento de Ucrania. Con una serie de rumores y trascendidos se trata de declarar por no existentes las reiteradas manifestaciones de los dirigentes alemanes contra el armamentismo. Sin embargo, Alemania no puede cambiar su política hacia Ucrania, porque si se agudiza el conflicto Este-Oeste, disminuirá su influencia en Europa. Al contrario, Angela Merkel y su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, se manifiestan molestos por la reticencia de Kiev a cumplir los acuerdos de alto el fuego. Los acompañan los gobiernos de Austria, Hungría, la República Checa e Italia, cuyo comercio exterior sufre mucho por la prohibición de exportar hacia Rusia. Si EE UU envía armas a Ucrania, entonces, chocará con sus aliados europeos. No obstante, el Pentágono argumenta que armando a Ucrania se podría obligar a Rusia a hacer concesiones que resarcirían a los europeos por las pérdidas ocasionadas por las sanciones.
Quien así piensa, no entiende que la expansión de la OTAN hasta la frontera rusa, violando los acuerdos posteriores a la Guerra Fría, representa para Moscú una amenaza existencial inaceptable. A la derecha del Pentágono, los neoconservadores quieren rendir a Rusia, fragmentarla y someterla. Los países de Europa Central, Francia e Italia, en cambio, ven con espanto esta amenaza imperial. Desde 1975 la distensión iniciada por la Conferencia de Helsinki estabilizó la paz en Europa y creó la confianza suficiente, como para que las partes negociaran las cuestiones fundamentales del continente. Este diálogo hizo posible que 1989 transcurriera pacíficamente. Un nuevo Helsinki implicaría sentar a la mesa a todos los actores intervinientes en Europa con la sola condición previa de dejar las armas en la entrada de la sala de conferencias. Por las buenas o por las malas alguien deberá convencer a los neocons norteamericanos para que acepten esta única alternativa de paz.

viernes, 22 de mayo de 2015

En Asia se forma el triángulo RIC

¿Qué consiguió Modi en China?

Aunque el primer ministro indio Narendra Modi recién el miércoles 20 regresó de su viaje por Asia Oriental, en su patria ya arreciaba la batalla mediática sobre el mismo y sus referencias a India durante el trayecto.

India arrastra un viejo complejo de inferioridad hacia China y duda de la contribución de este viaje para superarlo.
Con desusada deferencia Xi Jinping recibió el miércoles al premier indio en su ciudad natal de Xi'an. Durante su viaje, que continuó por Beijing y Shangai, la comitiva india firmó acuerdos de cooperación económica y comercial sobre una amplia gama de temas por 32 mil millones de dólares.
El viernes el mandatario indio conversó con su par chino, Li Kechiang, sobre el centenario conflicto fronterizo entre ambos países. China ha rechazado siempre el acuerdo limítrofe firmado entre las autoridades coloniales británicas sobre India y las de Tibet en 1914. Por este conflicto en 1962 el ejército chino invadió India e impuso una línea de alto el fuego que aún se mantiene. Como el variopinto nacionalismo indio nunca superó este trauma,los medios de Nueva Delhi reaccionan ahora hipersensibles ante el primer viaje de un mandatario indio a Beijing.
Los reclamos mutuos se concentran en los extremos oriental y occidental de la frontera. A 5000 metros de altura, las zonas litigiosas son del tamaño de Suiza o Bélgica y están casi despobladas, pero Tibet es el mayor reservorio de agua dulce de Asia y por la disputada región occidental de Aksai Chin, fronteriza con Cachemira (reclamada por Pakistán e India), pasa la carretera que une Tibet con Xinjiang. La amenaza del cerco sino-paquistaní aumentó la presión sobre el viaje de Modi.
El primer ministro Li no le ofreció una solución al litigio, pero prometió cooperar para que ambos países encuentren una solución "justa, razonable y mutuamente aceptable". Para reducir las tensiones, ambos países acordaron una estrecha comunicación y cooperación militar. Al mismo tiempo una comisión mixta tratará de equilibrar el intercambio comercial, reduciendo el déficit indio de 45 mil millones de dólares, y de facilitar las inversiones privadas recíprocas. También se acelerará la emisión de visas para turistas.
Mientras que los medios chinos informaron muy escuetamente sobre la visita, este magro balance desató una tempestad en la escena india. Las críticas opositoras –mayormente del Partido del Congreso (CP, por su sigla en inglés), que gobernó India casi ininterrumpidamente desde 1947– se centraron en la falta de resultados concretos de la visita y en la visión negativa de India que el primer ministro habría tenido en su mensaje ante la importante diáspora india en Shangai. El premier habría dicho entonces que "los indios antes se avergonzaban por la corrupción en su país, pero desde el año pasado pueden estar orgullosos de su patria", en referencia a la victoria que su hinduista Partido Popular Indio (BJP, por su sigla en inglés) obtuvo hace justo un año. Esta visión de las casi siete décadas anteriores naturalmente encendió la ira del CP.
Después de China, Narendra Modi se dirigió a Mongolia y Corea del Sur buscando compensar la masiva influencia china con la apertura de puertas para empresas indias.
¿Para qué sirvió la visita? Indudablemente China se beneficiará de la apertura del mercado indio mucho más que su contraparte por el acceso al chino.También Rusia espera que sus tradicionales buenas relaciones con India y su vínculo estratégico con China culminen en un triángulo mágico ("RIC") con indiscutible poder sobre Asia. Modi, por su parte, volvió el miércoles a Nueva Delhi con las manos llenas de promesas y cuantiosas inversiones, pero sobre todo rompió el hielo en una relación difícil y abrió el camino para un vínculo que, de prosperar, tendrá un peso enorme en la política mundial. La diplomacia china quizás prefirió hacer negocios con el líder derechista y no con sus antecesores siguiendo el viejo adagio de Deng Xiaoping: "No importa si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones."

viernes, 15 de mayo de 2015

En Levante Washington está preso de sus dilemas

Estados Unidos busca la cuadratura del círculo

Al desistir de concurrir a la reunión cumbre de EE UU con los monarcas del Golfo hoy en Camp David, el rey saudí Salman y su par de Baréin, Hamad, aumentaron su presión para que Barack Obama se comprometa a sostenerlos incondicionalmente como precio de su aceptación del acuerdo nuclear con Irán.

Al desistir de concurrir a la reunión cumbre de EE UU con los monarcas del Golfo hoy en Camp David, el rey saudí Salman y su par de Baréin, Hamad, aumentaron su presión para que Barack Obama se comprometa a sostenerlos incondicionalmente como precio de su aceptación del acuerdo nuclear con Irán.
Como al mismo tiempo el sultán de Omán Qaboos y el presidente Jalifa, de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), están enfermos, el jefe de la Casa Blanca deberá contentarse con la amenazante segunda fila regional. El desplante de los emires marca el límite del intento estadounidense de cuadrar el círculo levantino.
El mandatario estadounidense invitó a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por su sigla en inglés) a una reunión consultiva para ayer en Washington y a una cumbre para hoy en la residencia veraniega de Camp David para convencerlos de que el documento final a firmarse en julio próximo no dejará intacto el poder nuclear de Teherán ni le dará carta blanca para intervenir en los asuntos internos de los países vecinos.
Para justificar la ausencia de Salman, el ministro saudí de Relaciones Exteriores, Adel Al-Jubeir, explicó que el monarca debe supervisar el cumplimiento de la tregua de cinco días en Yemen que empezó el domingo pasado. Pero antes de la cumbre los miembros del GCC ya reclamaron la superioridad militar sobre Irán como condición de su apoyo al acuerdo y recibir una garantía de ayuda automática de EE UU ante cualquier amenaza externa o interna, lo que Washington no puede ni quiere dar. Ante la ausencia del rey saudí, Obama deberá vérselas ahora con su hijo y sobrino, Mohamed al Salman (ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas) y Mohamed al Nayef (ministro del Interior y jefe de la poderosa Guardia Nacional), respectivamente. Ambos son herederos del trono, ambiciosos,  y necesitan victorias militares para legitimarse internamente.
Los emires declaran temer un gran alzamiento chií alentado desde Teherán, pero la línea divisoria en Levante no pasa entre suníes y chiíes, sino entre los propulsores de gobiernos laicos y/o pluralistas y las elites que parasitan la riqueza del petróleo. Los monarcas de la península construyeron un enemigo chií, para mantener su control sobre las masas sunís, pero en realidad temen que se propaguen a sus países el debate y la vivacidad de la escena política iraní, que a pesar de teocrática es una república.
EE UU necesita negociar con Irán, para evitar un choque frontal con Rusia y China. Al mismo tiempo sus aliados europeos y sus propias empresas presionan para penetrar en el mercado iraní, de 80 millones de habitantes. Pero Washington al mismo tiempo quiere limitar la influencia regional de Teherán. Por ello es tan tímido en la lucha contra el terrorismo suní en Siria e Irak e insiste en fragmentar ambos países. Paralelamente en Siria y Yemen tolera o acompaña intervenciones saudíes y/o turcas que impulsan al terrorismo.
Desde que el año pasado apareció el Estado Islámico, EE UU sigue sin saber cuál es su enemigo principal en Levante: si los islamistas extremos o la influencia iraní. El acuerdo nuclear con Teherán de marzo pasado enloqueció a sus aliados levantinos y la Casa Blanca no sabe hoy cómo contenerlos.
Estados Unidos busca mantenerse en la mesa del poder mundial aceptando que rusos y chinos medien ante Irán, mientras apacigua a sus aliados levantinos. Lo más probable es que no pueda evitar que al mismo tiempo Irán acreciente su rol de protector de los movimientos republicanos y que sus aliados lo involucren en sus aventuras reaccionarias.
El acuerdo nuclear con Irán se limita a un solo aspecto de las relaciones de la República Islámica con las potencias rectoras de la ONU y Alemania. Washington busca a la vez negociar con Teherán y limitar su influencia regional apoyándose en los regímenes más reaccionarios del mundo. Al igual que en el tratamiento geométrico de la cuadratura del círculo, EE UU trata en Medio Oriente de cubrir un espacio inabarcable respondiendo a demandas contradictorias y quedará preso de ellas hasta que se decida a iniciar una negociación global que incluya a las otras grandes potencias interesadas y a los poderes regionales.

sábado, 9 de mayo de 2015

Londres se apresta a desestabilizar el orden mundial

Ganó el imperio y el mundo tiembla

La sorpresiva y arrasadora victoria conservadora en la elección parlamentaria británica del pasado jueves 7 preanuncia potentes tormentas sobre la economía y la paz mundiales.

Viejos himnos de guerra resonaron cuando el reelecto primer ministro David Cameron anunció ayer que gobernará para "una nación" y que pretende hacer "más grande a Gran Bretaña". Con este grito de guerra llamó a la carga contra los derechos de las naciones que integran el Reino Unido y anunció que la City londinense se apresta a desestabilizar las finanzas mundiales, mientras empuja a su aliado norteamericano a las guerras neocoloniales que sola no sabe dar.
Los conservadores (CP) tendrán 326 bancas en el nuevo Parlamento, formando un gobierno de mayoría que no tenían desde el igualmente sorpresivo triunfo de John Major en 1992. Ed Miliband, líder del Partido Laborista, Nick Clegg, de los Demócratas Liberales (LDP), y Nigel Farage, del nacionalista Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), renunciaron después de su apabullante y desconcertante derrota. Anoche se esperaba que el viejo /nuevo primer ministro anunciara el gabinete que la reina presentará el 27 de mayo.
Al referirse a la otra gran triunfadora, Nicola Sturgeon, quien conquistó para su Partido Nacional Escocés (SNP) 56 de las 59 bancas en juego en la región, Cameron prometió "extender los brazos para unir a la nación". Ante un pueblo escocés que pide masivamente reformar la Constitución para que reconozca a las cuatro naciones (ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses) que integran el Reino Unido, esta consigna preanuncia el recorte de la soberanía que Edinburgo supo conseguir.
Los tories obtuvieron el 37% de los sufragios totales, los laboristas el 31%, UKIP el 13%, el LDP el 8%, el SNP el 5%, los verdes el 4% y los galeses de Plaid Cymru el 1 por ciento.
Según su voto, el país quedó claramente fracturado en cinco regiones: el sur y suroeste son masivamente conservadores; la mayor parte del Gran Londres, el centro y norte de Inglaterra siguen siendo laboristas, aunque estas dos regiones son más pobres y menos pobladas; Escocia y Gales responden masivamente a los propios nacionalismos, e Irlanda del Norte sigue segmentada entre unionistas y nacionalistas.
Contra los pronósticos de todas las empresas de sondeos de opinión que esperaban un empate técnico entre ambos partidos mayores, el CP triunfó ampliamente gracias al “conservador tímido" (el que ante los encuestadores no se atreve a reconocer que votará a los tories) y al miedo que los medios hegemónicos suscitaron entre votantes ingleses de clase media sobre la "inestabilidad" política y económica que acarrearía un gobierno laborista con apoyo de los nacionalistas escoceses.
Tiempos sombríos se anuncian para Gran Bretaña y el mundo. A la profundización de los recortes presupuestarios y el aumento de la xenofobia, la arrogancia conservadora añadirá una mayor dureza hacia la Unión Europea, más libertad para la especulación  financiera y más guerras regionales para que el Imperio vuelva al escenario. Como en los últimos cuatro siglos, proclamar la "grandeza" del Imperio, sólo puede traer desgracias a Europa y el mundo.