lunes, 24 de diciembre de 2018

La retirada de Siria cambia las reglas del juego

El repliegue de EE.UU. desplaza el conflicto mundial

Al retirar sus fuerzas de Siria y Afganistán y aceptar la tregua local en Yemen, tras la renuncia del secretario de Defensa Trump desplaza la confrontación a América y Asia
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
23 de diciembre de 2018
Eduardo J. Vior
Las decisiones del presidente norteamericano de retirar sus tropas de Siria, reducir sus efectivos en Afganistán y avalar el cese del fuego en el puerto de Hodeida, Yemen, provocaron la renuncia del secretario de Defensa, general James Mattis. Por sus implicaciones y alcances la triple decisión se asemeja al retiro estadounidense de Vietnam en 1973. Entonces, como ahora, el Imperio se retiró para concentrar sus fuerzas y contraatacar.
El pasado jueves 20 el jefe del Pentágono anunció que abandonaría el cargo a finales de febrero por sus diferencias estratégicas con el presidente. “Porque usted tiene el derecho de tener a un Secretario de la Defensa cuyos puntos de vista estén mejor alineados con los suyos, creo que es correcto que yo me retire de mi cargo”, informó Mattis en una inusualmente dura misiva dirigida al mandatario.
Mattis pertenece al grupo de los militares globalistas que acompañaron a Trump al inicio de su administración y condicionaron su política. Luego de la salida del general MacMaster, a fin de año se retira Kelly y dos meses después Mattis. Todavía queda el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, quien, aunque civil, sigue abanderando el globalismo más agresivo.
Según diversas versiones, la decisión de abandonar Siria fue tomada unilateralmente por Trump. El presidente justificó la salida de Siria en el “triunfo” que los 2000 efectivos de las fuerzas especiales habrían alcanzado sobre el Estado Islámico (EI). Sin embargo, está demostrada la ineficiencia de sus tropas, cuando no su falta de voluntad para combatir a los terroristas. Más bien las fuerzas especiales de EE.UU. se concentraron en proteger a las milicias kurdas que ocupan el tercio norte del territorio sirio.
En lo inmediato el presidente sacó las conclusiones correctas de la aplastante superioridad estratégica rusa entre el Éufrates y el Mediterráneo. Siria recibió recientemente entre seis y ocho baterías de misiles antiaéreos rusos S-‎‎300/PMU2, con un radio de acción de 250 kilómetros, para proteger su aviación y sus instalaciones militares. Más importante aún es la implementación en el país árabe del sistema ruso de gestión automatizada del espacio aéreo Polyana D4M1, que coordina la defensa antiaérea con la aviación. ‎‎Polyana D4M1 puede abarcar 800 kilómetros cuadrados, seguir ‎simultáneamente 500 objetivos para la aviación y la cohetería y ordenar a la vez el derribo de 250 ‎blancos. Gracias a este sistema los mandos de la aviación siria reciben ‎también informaciones de los aviones rusos de control radioeléctrico A-50U y de los satélites rusos de vigilancia. ‎Desde el despliegue de las nuevas baterías las incursiones aéreas occidentales se redujeron en 80%. Los aviones israelíes cesaron de sobrevolar territorio sirio desde el 18 de septiembre.
Más allá de la superioridad tecnológica rusa, equiparar este desarrollo habría obligado a EE.UU. a un despliegue gigantesco de fuerzas imposible de justificar en el momento actual.

Algo similar sucede en Afganistán donde, después de 17 años de guerra continuada, los talibanes han avanzado hasta convertirse en unidades altamente tecnificadas capaces de coordinar acciones simultáneas en gran parte del territorio. Como al mismo tiempo los respalda el histórico patriotismo de su pueblo, es imposible que la coalición occidental y sus aliados locales puedan vencerlos. Por esta razón, el presidente ha ordenado también el retiro de 7.000 efectivos en los próximos meses, casi la mitad del total de los norteamericanos involucrados allí.
Las repentinas decisiones de Donald Trump, sin consultar ni informar a sus aliados occidentales ni a los locales, es especialmente un duro golpe para Gran Bretaña, segundona en ambos frentes de batalla y con intereses propios en el Oriente Medio ampliado. Para reafirmarlos, el secretario británico de la Defensa, Gavin Williamson, viajó urgentemente a Kiev el pasado viernes 21. Durante su visita aseguró a sus anfitriones que el Reino Unido no aceptará que el Mar Negro caiga bajo exclusivo control ruso. Para respaldar su declaración, la Royal Navy envió el buque de reconocimiento HMS Echo que el secretario visitó en el puerto de Odessa. Williamson respaldó la posición ucraniana, después de que el mes pasado tres navíos de ese país quisieron forzar el paso por el estrecho de Kerch, entre Crimea y el continente, y fueron abordados por buques rusos.
El viernes asimismo el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó unánimemente encomendar a un equipo de la organización el monitoreo por 30 días del alto el fuego acordado hace pocos días entre la resistencia yemenita y las fuerzas de la coalición internacional liderada por Arabia Saudita en el puerto de Hodeida, en el norte de Yemen. Para que la unanimidad fuera posible, ante la presión rusa la delegación norteamericana debió renunciar a un pasaje de la enmienda que propusiera al borrador presentado por los británicos, en la que acusaba a los iraníes de violar la prohibición de enviar armas a los defensores del puerto.
No sólo es importante que la resolución haya sido adoptada unánimemente, sino también que haya tenido el apoyo de sauditas y emiratíes, los principales involucrados en la invasión al país surarábigo, y que Washington haya cedido ante la defensa rusa de la posición iraní. Evidentemente, también aquí el presidente Trump retrocede y hace gestos de paz a su par ruso.

Las concesiones del mandatario norteamericano no son una muestra de debilidad sino de realismo. Desde 2002 los Estados Unidos se han involucrado entre Libia y Afganistán, entre el Cáucaso y el Océano Índico, en un sinnúmero de guerras y conspiraciones en las que –siguiendo la teoría del almirante Arthur Cebrowski (1942-2005)- buscaban destruir los estados nacionales de la región, para hacerla más fácilmente dominable, debilitar la influencia de Rusia y China y poner sus recursos naturales a disposición de las grandes corporaciones. Más allá de los enormes destrozos humanos y materiales provocados, los militares estadounidenses han fracasado: Irán no ha caído, Irak se reconstruye, Siria ha vencido y Rusia y China tienen más influencia regional que antes.
De la derrota Donald Trump ha sacado las conclusiones correctas. Por eso ahora retira las tropas, para concentrar fuerzas y consolidar la defensa de sus principales áreas de dominio: Asia Oriental, Europa y América Latina. Nuestro problema es pertenecer a la tercera de ellas. El fin de la gran guerra del Medio Oriente es el comienzo de un nuevo round por el dominio mundial.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Se asoma un desconocido nuevo orden mundial

Aún no se sabe quién heredará a los globalizadores

En EE.UU., Gran Bretaña, Francia y Alemania el neoliberalismo se está retirando, pero ofreciendo resistencias. La lucha por su sucesión está abierta y el futuro es incierto.
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
14 de diciembre de 2018
Eduardo J. Vior
En ambas márgenes del Atlántico Norte 2018 se cierra ante un horizonte de ríspidas batallas políticas y sociales. Heterogéneas coaliciones de masas buscan recuperar sus estados para imprecisos imaginarios nacionales, mientras que fuerzas competitivas buscan adueñarse del timón de esos sueños. Según quien triunfe, será el perfil del mundo venidero.

Cuando en la elección legislativa del pasado 6 de noviembre los demócratas conquistaron la mayoría de la Cámara de Representantes, estaba claro que aprovecharían las facultades que les da la Constitución para iniciar el juicio político al Presidente. Para ello necesitan que la Justicia les brinde suficientes evidencias sobre el mandatario. El fiscal especial Robert Mueller, que investiga al presidente desde que asumió el mando, está ansioso por ofrecerlas, pero todavía no tiene suficientes.
El pasado miércoles 12 por la tarde una corte federal de Manhattan condenó a Michael Cohen, quien durante mucho tiempo fue el abogado y persona de mayor confianza de Donald Trump, a una pena de prisión de tres años por haber tratado de comprar el silencio de dos mujeres que mantuvieron hace años relaciones sexuales con el actual presidente. Sin embargo, aunque colaboró con el tribunal, a Cohen se le negó la indemnidad. Ante la corte el abogado de 52 años asumió la responsabilidad por sus delitos diciendo que su deber era servir a Trump y “encubrir sus sucias acciones”.
En esta macroinvestigación dirigida por el procurador especial Robert Mueller el presidente enfrenta tres posibles acusaciones. Si bien el proceso se originó en la sospecha sobre su probable connivencia con agentes rusos para dañar la imagen de Hillary Clinton durante la campaña electoral, éste es el cargo menos sólido. La segunda acusación –ya más consistente- es que el mandatario mintió ante los investigadores y presionó al FBI para frenar la pesquisa, según lo acusa el desplazado jefe de la institución James Comey. La tercera inculpación (el pago a las dos mujeres), a su vez, ya está probado. ¿Qué puede pasar ahora?
Los pagos ilegales a las dos mujeres configuran un delito, pero solamente mediante el juicio político se puede sentar a Trump en el banquillo de los acusados. Como mayoría en la cámara baja, a partir de enero la oposición podría impulsar el proceso, aunque difícilmente ganaría en el Senado, de mayoría republicana. Sin embargo, los demócratas dudan de la conveniencia de basarse sólo en este cargo. Por el contrario, si se demostrara que Trump colaboró con el Kremlin o que obstruyó a la justicia, el panorama mudaría.
Mediante su política nacionalista y su férrea voluntad de poder, Donald Trump ha arrinconado al globalismo, pero ha abierto la puerta a toda suerte de aventureros que se consideran llamados a asaltar el poder y tendrá que librar duras batallas para llegar en 2020 a la reelección.
El acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea no avanzó un paso, pero la primera ministra Theresa May sigue en su puesto, después de que los conservadores eurófobos fracasaran en su intento de sacarle la jefatura del Partido. En la mañana del miércoles los rebeldes presentaron una moción interna de censura contra la jefa del bloque parlamentario y primera ministra, pero 200 legisladores la respaldaron contra 117. Con esta victoria May puede seguir liderando el partido para los próximos 12 meses, pero carece de mayoría parlamentaria, porque –si se diera en los Comunes una votación sobre el Brexit, los rebeldes se manifestarían contra su jefa. Por esta razón, May confirmó también que no liderará a su partido en la elección parlamentaria de 2022, aunque se negó a confirmar, si continuará en el gobierno después de que el Brexit entre en vigor en marzo de 2019.
El tema de fondo sigue irresuelto. El acuerdo que May alcanzó con la UE en noviembre solo tendrá vigencia si el parlamento lo aprueba antes del 21 de enero, la fecha más tardía para empezar a votar las leyes necesarias para organizar la salida de la Unión. La votación debía hacerse el martes pasado, pero el lunes la primera ministra la suspendió ante la perspectiva de una gran derrota. Por eso pasó el martes recorriendo infructuosamente el continente, para pedir ayuda. Sin emabrgo, la UE se apresuró a avisar que el acuerdo era “el mejor posible” y que es inmodificable.
Los eurófobos denuncian que el acuerdo es una trampa para que no haya Brexit, porque permite mantener indefinidamente las regulaciones europeas en Irlanda del Norte, que tiene frontera seca con la República de Irlanda, rompiendo así la unidad del Reino. Hasta la votación puede suceder de todo, incluso que la oposición presente una moción de censura a la primera ministra, como el Partido Nacionalista Escocés pidió al laborismo. Si Corbyn finalmente se decide a presentarla, necesita el apoyo de dos terceras partes de la Cámara para que caiga May, pero si gana sólo por mayoría simple, la primera ministra tendría 15 días para formar una nueva alianza de gobierno. Si no lo logra, la tarea pasará al laborismo que deberá buscar para ello una mayoría parlamentaria.

Entre tanto, a pesar del atentado terrorista que el martes pasado costó la vida a tres personas y dejó otros trece heridos en el mercado navideño de Estrasburgo, Francia se prepara para un nuevo fin de semana de protestas de los Chalecos Amarillos. En una conferencia de prensa dada en la sala del Juego de Pelota de Versailles, donde en junio de 1789 el Tercer Estado se constituyó en Asamblea Nacional, Maxime Nicolle y Priscillia Ludosky (voceros del movimiento) desestimaron el discurso que el presidente Emmanuel Macron dio el lunes pasado y convocaron a movilizarse “más que nunca” este 15 de diciembre. Ambos exigieron al gobierno que baje ampliamente los impuestos y convoque a referéndum, cuando la población lo reclame.
Ante la eventualidad de que se produzcan nuevos y violentos choques como los del sábado pasado, Benjamin Griveaux, vocero del Elíseo, declaró el jueves que el gobierno “por ahora” no piensa prohibir la manifestación del sábado, pero que apela a la “razonabilidad” de los movilizados.
Después del golpe terrorista del martes a la noche la oposición, que hasta ahora apoyaba unitariamente a los manifestantes, se dividió. Por la derecha, Laurent Wauquiez, presidente de Los Republicanos, pidió que se suspenda la protesta del sábado próximo. Una posición similar adoptó Marine Le Pen.
También la izquierda está dividida. Mientras que Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, acusa a los partidos del régimen de instrumentalizar el atentado contra la movilización de abajo, el disminuido grupo socialista en la Asamblea Nacional abogó por suspender la manifestación.
Apoyado por un abanico variopinto de fuerzas políticas, el movimiento de los Chalecos Amarillos ha expresado hasta ahora la veta popular del nacionalismo francés, oponiendo una cierta idea plebeya de Francia al aristocratismo de Emmanuel Macron, mientras que los partidos establecidos, intelectuales y medios boquean en busca de respuestas.

En Estados Unidos el nacionalismo trumpista ha vencido al globalismo neoliberal, pero éste se venga ahora promoviendo el juicio político al presidente. En Gran Bretaña, en tanto, Theresa May busca salvar la centralidad de la City de Londres en la economía financiera europea y evitar un voto parlamentario de desconfianza que podría llevar a los laboristas de Jeremy Corbin a Downing Street 10. En Francia, a su vez, republicanos de izquierda y de derecha se disputan la dirección de un nuevo movimiento nacional anti-UE.
Se podría seguir la lista: procesos similares se dan en Alemania, Italia, España, Hungría, Polonia, la República Checa, etc. La globalización ha terminado y los nacionalismos pujan por sucederla, a su vanguardia el norteamericano. Pero nadie sabe para dónde ir. Antes de que el globalismo esté enterrado, la lucha por su sucesión desgarrará a los países centrales del viejo sistema.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

EE.UU. venció por puntos

G20: Ganó Trump y China sacó provecho

Voces del Mundo
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Telma Luzzani
La cumbre del G20 en Argentina (118)
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"En lo inmediato ganó Donald Trump: consiguió que los chinos se avengan a una negociación con EEUU. Pero también ganó China, que se integra en la transición política planteada por su gobierno de pasar de una economía de exportación a una de consumo", señaló el historiador y analista Eduardo J. Vior. América Latina se quedó con las manos vacías.
Los presidentes de EEUU, Donald Trump, y China, Xi Jinping, llegaron a una tregua en su guerra comercial. El escenario fue la cumbre del G20 en Buenos Aires, Argentina, desarrollada el viernes y sábado pasados, donde ambos líderes acordaron una tregua para no imponer nuevos aranceles a las importaciones de sus productos.
Vior, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Heidelberg, analizó además las consecuencias de la tregua comercial entre Washington y Beijing para el Cono Sur.
"Los primeros que perdieron son Brasil y Argentina, porque si China compra más commodities a EEUU, como se ha anunciado ahora con la soja, por ejemplo, dejan de comprar a Brasil y Argentina. En el caso de Brasil llegó a Buenos Aires sin nada, porque dentro del equipo de transición entre el saliente Michel Temer y el electo Jair Bolsonaro no hay acuerdo sobre la línea de política exterior. En el caso argentino, lo que ha hecho el gobierno es someterse a la posición norteamericana, al no acordar inversiones en infraestructura con los rusos y los chinos", sostuvo Vior.
Presidente de EEUU, Donald Trump, y presidente de China, Xi Jinping (Archivo)

Finalmente, cuestionó la efectividad de la cumbre, un mero pretexto para que los líderes de cada país concreten reuniones bilaterales —según observó-, y describió la situación doméstica de los mandatarios. "Trump tiene que afrontar el cierre de una planta General Motors en EEUU. Theresa May vuelve a Londres y se someterá al voto del Brexit donde tiene oposición laborista pero también de su propio Partido Conservador. En Francia, Macron tiene que resolver el tema de los "chalecos amarillos", que es también el tema del desgaste y la ruptura de su bloque en la Asamblea Nacional. Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza. Hay que ver qué pueden capitalizar, nadie va a darles crédito por lo que ocurrió en Buenos Aires", apuntó, señalando que de fondo lo que está en crisis es la multilateralidad y la globalización, que eran el escenario que daba sentido al G-20.

martes, 4 de diciembre de 2018

Washington lidera, pero nadie lo acompaña

En el G20 las potencias sólo atendieron su juego

La cumbre de Buenos Aires certificó el retorno al liderazgo solitario de EE.UU. que deberá revalidarlo en las grandes batallas que se avecinan
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
4 de diciembre de 2018
Eduardo J. Vior
Fue necesaria la presión de la delegación norteamericana, para que el documento final de la reunión cumbre de Buenos Aires superara la indefinición del borrador presentado por la presidencia argentina y fijara la agenda internacional. Como en el juego infantil del Antón Pirulero, cada potencia “atiende su juego y el que no, una prenda tendrá”. Las reuniones bilaterales al margen del encuentro han sido mucho más importantes que la cumbre y han consolidado el avance estadounidense, al menos por ahora.
La Cumbre del G20 concluyó el sábado pasado con una declaración final de los jefes de Estado y de gobierno. El documento se centró en el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo, un futuro alimentario sostenible y una perspectiva transversal de género, tal como propuso desde noviembre de 2017 la presidencia de turno argentina. El documento completo consta de 30 puntos. Si bien el borrador presentado por los organizadores era bastante anodino, algunos temas causaron discordancias y hasta el viernes a la noche no había consenso sobre el texto. Finalmente, se aceptó constatar que existe una crisis migratoria mundial, se registró el rechazo estadounidense al Acuerdo de París sobre Cambio Climático y en el pasaje sobre el comercio mundial se dejó de condenar el proteccionismo.
Donde, empero, quedó impresa más claramente la marca norteamericana fue en el apartado sobre la promoción del crecimiento: “Reafirmamos nuestro compromiso para utilizar todas las herramientas políticas para lograr un crecimiento sólido, sostenible, equilibrado e inclusivo”, indica la versión final. “Todas las herramientas” es una invitación franca a recurrir a intervenciones estatales en la economía e, incluso, al proteccionismo. Y sigue: “La política monetaria continuará apoyando la actividad económica y asegurando la estabilidad de precios consistente con los mandatos de los bancos centrales. La política fiscal… debe ser utilizada de manera flexible y favorecer el crecimiento, al tiempo que garantice que la deuda pública se encuentre en un camino sostenible”. Este enunciado muestra un compromiso entre las políticas de estabilización fiscal y monetaria y su instrumentación para alcanzar el crecimiento macroeconómico.
Entre tanto, Donald Trump y Xi Jinping protagonizaron el sábado por la tarde “la cumbre de la cumbre”. En la cena que compartieron en el Palacio Duhau junto a numerosos asesores acordaron a partir del 1 de enero congelar por tres meses la imposición de nuevos aranceles. Washington tenía previsto imponer para entonces tasas aduaneras adicionales sobre las importaciones chinas por 200.000 millones de dólares. Asimismo, China se comprometió a aumentar sus compras de commodities norteamericanas, para equilibrar el déficit comercial, y a dejar de exigir a las empresas de EE.UU. que invierten en el país que compartan sus patentes.
El acuerdo prueba una vez más el acierto de la brutal táctica de negociación de Trump: amenaza, grita, insulta y lleva el enfrentamiento hasta el límite de la ruptura, para luego acordar desde una posición ventajosa. Los mayores perjudicados por este acuerdo somos Brasil y Argentina, que perderemos porciones de mercado para nuestras exportaciones a China, y los europeos inversores en el país asiático, que sí comparten sus patentes con las empresas chinas.
Al mismo tiempo que Xi y Trump, el sábado por la tarde se encontraron Mauricio Macri y Vladimir Putin. También en este caso los condicionantes norteamericanos marcaron el ritmo, ya que las eufóricas declaraciones del presidente ruso y sus colaboradores, anunciando después de la reunión que la Federación Rusa construiría en Atucha una central nuclear llave en mano, que se había destrabado la instalación de un puerto aceitero ruso en Ramallo y que empresas de ese país tenderían la línea férrea entre Vaca Muerta y Bahía Blanca fueron desmentidas y desvalorizadas por los voceros argentinos.
Más prudente, en cambio, fue el gobierno de Macri, al avisar a la contraparte china que de la reunión con el presidente Xi Jinping del domingo tampoco saldrían nuevas obras. El encuentro en Olivos sirvió entonces, para ratificar los acuerdos de 2013 y 2014, que habían sido congelados por el mismo Macri apenas asumió, y presentarlos con el pomposo título de Plan de Acción Conjunta 2019-23. La única novedad fue la ampliación del swap de monedas en otros 8.700 millones de dólares, llevándolo a casi veinte mil millones.
Como el gobierno de Macri, por su desmedido endeudamiento, es altamente dependiente del voto norteamericano en los organismos internacionales, acató callado la prohibición de Washington de autorizar inversiones chinas y rusas en infraestructura y se limitó a hacer acuerdos comerciales. Macri viene maniobrando para no perder el financiamiento chino, pero quedó atrapado en la competencia estratégica entre Beijing y Washington. Como premio por su obediencia, finalmente, Trump ofreció 800 millones de dólares en créditos para infraestructura.
La cumbre tuvo otros dos triunfadores impensados: Theresa May y Mohamed bin Salman. La primera ministra británica aprovechó el reciente acuerdo con la Unión Europea sobre el Brexit para proponer a Brasil y Argentina un acuerdo de libre comercio y obtuvo de ambos países la autorización para un segundo vuelo semanal de Latam a Puerto Argentino.
El príncipe heredero saudita, por su parte, evitó que el presidente turco Recep T. Erdogan pudiera poner el asesinato de Jamal Khashoggi en la agenda de la cumbre, recibió públicamente una efusiva palmada de Putin, concertó millonarios negocios con varios países y se llevó el reconocimiento público de Donald Trump. Todos los países cuyas delegaciones atendieron a su interés nacional salieron del encuentro con algún provecho.
“Vamos subiendo la cuesta que abajo en la calle se acabó la fiesta”, cantaba Joan Manuel Serrat hace 50 años. La reunión de Buenos Aires quedó atrás y las principales potencias enfrentan esta semana decisiones trascendentes. Trump debe afrontar el cierre de una planta de General Motors y la pérdida de puestos de trabajo; May debe superar el voto parlamentario sobre el acuerdo con la UE; Macron, por su parte, no sabe cómo sacarse de encima la revuelta de los chalecos amarillos; Merkel entrega este martes la presidencia de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) e inicia su retiro de la Cancillería; mientras que Vladimir Putin tiene que salir de la crisis económica que le está provocando una acelerada pérdida de simpatía.
La cumbre del G20 en Buenos Aires marcó el retorno de la hegemonía norteamericana como superpotencia solitaria. Se terminó el multilateralismo y todos hacen su juego como pueden. Las alianzas cambian y nuevos bloques se forman. Hacen falta objetivos claros y timoneles que sepan alcanzarlos, no peleles.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Las potencias intentan limitar el conflicto en Oriente Medio

La nueva crisis mundial asoma desde Arabia Saudita

Mientras Trump intenta frenar la presión internacional sobre Riad por el caso Khashoggi, las inminentes negociaciones sobre Yemen acorralan al reino
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
22 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
En su conferencia de prensa del martes 20 el presidente Donald Trump intentó desmerecer el informe de la CIA que demuestra que el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salman, estaba perfectamente informado sobre al asesinato del doble espía y periodista Jamal Khashoggi (se pronuncia Jashoqui) en el consulado de su país en Estanbul el pasado 2 de octubre. No obstante, como las evidencias son aplastantes, el reino no podrá resistir una prevista resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que en los próximos días ordenará a las partes en guerra en Yemen iniciar negociaciones de paz, sellando la derrota de la agresión que el país sudarábigo sufre desde hace casi cuatro años. Sin embargo, si el príncipe heredero se ve cercado, estaría tentado a desatar una crisis petrolera y financiera mundial y/o una guerra que incendie el Medio Oriente ampliado. Las grandes potencias tratan de contener el peligro, pero dependen de cómo se resuelva la crísis dinástica dentro del reino.
En un tuit publicado el miércoles 21 Donald Trump insistió en defender su negativa a condenar a los líderes sauditas por el asesinato de Jamal Khashoggi. Hablando con la prensa el día martes el presidente había dicho que EE.UU. quiere seguir siendo un “firme aliado” de Arabia Saudita, aun cuando “puede haber sido” que el príncipe Mohamed bin Salman (MbS) haya sabido del asesinato de Jamal Khashoggi. “En todo caso”, aclaró, “nuestra relación es con el Reino”.
Reforzando su argumentación, el miércoles el presidente festejó los bajos precios de los hidrocarburos: “Los precios del petróleo están bajando. ¡Genial! Es lo mismo que una rebaja de impuestos para los norteamericanos y para el mundo. Muchas gracias Arabia Saudita, pero que bajen aún más de los 54 dólares actuales”, tuiteó. Ya el martes su principal argumento había sido económico: “si cancelamos los contratos para la venta de armas [a Riad], Rusia y China serán los principales beneficiarios,” declaró.
Las declaraciones de Trump sucedieron en pocos días a la publicación el viernes anterior de un informe de la CIA que constataba que MbS fue el autor intelectual del asesinato del periodista y doble espía.
La crisis desatada por el asesinato de Khashoggi traza círculos cada vez más amplios y preocupa a todas las cancillerías. No obstante los riesgos de escalamiento, las presiones diplomáticas sobre los sauditas pueden conducir a la salida de la terrible guerra que azota a Yemen. El martes el enviado especial del secretario general de la ONU, Martin Griffiths, se puso en camino hacia Sana’a, para organizar las negociaciones que deben realizarse próximamente en Suecia. Griffiths pretende que el mes próximo los Hutis y la facción apoyada por los sauditas se sienten a la mesa de negociaciones.
Aunque la semana pasada ambas partes expresaron su beneplácito al envío de la misión y a la realización de negociaciones, fieros combates que estallaron el lunes en el norteño puerto de Hodeida hacen temer por el cronograma. Los choques se concentraron en la parte oriental de la ciudad parcialmente sitiada por la coalición liderada por los sauditas.
En coincidencia con la misión de Griffiths, el lunes Gran Bretaña presentó al Consejo de Seguridad un proyecto de resolución que exige un inmediato alto el fuego en la ciudad de Hodeida cuyo puerto es prácticamente la única vía para el ingreso de ayuda humanitaria. Por su parte, Mohamed Ali al-Huti, líder del Alto Comité Revolucionario, tuiteó el lunes la disposición de su grupo a suspender todas las operaciones militares y el lanzamiento de cohetes hacia Arabia Saudita. También Riad expresó su apoyo a nuevas tratativas. En una reunión con el Consejo de la Shura (asesor de la corona), el rey Salman bin Abdulaziz afirmó el lunes que su gobierno respalda para Yemen una “solución política” y un “diálogo nacional comprehensivo”.
Aunque los países occidentales han condenado los ataques contra la población civil, siguen apoyando la agresión saudita y continúan vendiendo armas a Riad. Por estas razones, es de aplaudir que el debilitamiento internacional de Arabia Saudita esté conduciendo a una salida negociada en Yemen.
No sólo los Estados Unidos, sino también China y Rusia están intentando contener los crecientes daños producidos por el asesinato de Khashoggi. MbS ha amenazado concretamente con tomar medidas de represalia económica, si es incriminado. Se escucha hablar de un boicot petrolero saudita que dejaría a Europa Occidental sin hidrocarburos. Otra amenaza que ha esgrimido es retirar de los bancos europeos y norteamericanos los depósitos de los fondos soberanos del reino. En cualquiera de los casos se desataría una crisis mundial de proporciones. Por ello nadie entre los principales líderes internacionales se atreve todavía a condenar abiertamente al joven príncipe heredero. La alternativa en juego es desplazarlo de la línea sucesoria.
Recientemente algunos funcionarios norteamericanos han indicado que apoyarían la asunción del trono por el príncipe Ahmed bin Abdulaziz. Último hermano vivo del rey Salmán y, como éste, hijo del fundador del reino (1932), Abdulaziz bin Saud. El príncipe Ahmed (76 años) fue viceministro del Interior durante 40 años y este año tuvo que salir en un exilio encubierto, después de que Mohamed bin Salman en noviembre pasado encarceló a 40 príncipes de la casa real y torturó a algunos de ellos, hasta que le entregaron la mitad de sus riquezas. Ahmed volvió significativamente a Riad la semana pasada.
Las fuentes sauditas aseguran que la diplomacia internacional confía en que el príncipe Ahmed no cambiaría ni revertiría ninguna de las reformas sociales o económicas promulgadas por MbS, honraría los contratos de compra de equipamiento militar y mantendría la política internacional saudita, pero restablecería la unidad de la familia real.
Aunque la oposición interna a MbS es fuerte, no todos en la familia están de acuerdo con derrocar al príncipe heredero, como el príncipe Turki bin Faisal, ex embajador en Washington y Londres y también ex jefe de inteligencia señaló: “Mientras más críticas al príncipe heredero hay, más popular es en el reino”. El problema consiste en que el mundo no puede arriesgarse a una crisis económica general y/o a una guerra que incendie el Medio Oriente ampliado, porque el joven príncipe megalómano y paranoico sea popular. Alguien debe hallar la vuelta a la cuadratura del círculo y ese alguien gobierna desde Washington.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Tel Aviv decide entre la guerra fácil y ser potencia

Israel debate sobre Gaza mientras anexa Cisjordania

Una fallida operación en la Franja y la consiguiente respuesta de Hamas, derivó en una crisis de gobierno que obligaría a Benjamin Netanyahu a anticipar las elecciones
Tiempo Argentino
18 de Noviembre de 2018

Después de la renuncia el pasado miércoles de Avigdor Lieberman al Ministerio de Defensa y de que el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Educación Neftali Bennett el pasado viernes constataran la imposibilidad de sostener la coalición derechista de gobierno, ya nadie duda de que Israel marcha hacia una elección parlamentaria anticipada. La derecha israelí presenta la contienda como una decisión sobre la invasión a Gaza, pero el primer ministro prefiere avanzar en Cisjordania sin choques frontales. Nuevamente la paz mundial depende de la decisión de los ciudadanos israelíes.

Tras la salida del gabinete del partido Israel Beitenu (Israel, nuestra casa), el gobierno sólo tiene 61 de los 120 diputados que hay en la Knesset (Parlamento), una mayoría insuficiente para gobernar. Por ello, los socios del partido Likud del primer ministro reclaman una elección anticipada. Normalmente, la votación debería hacerse en noviembre de 2019, pero, si se disuelve el Parlamento, el comicio podría hacerse en febrero o marzo próximo, aunque Netanyahu prefiere que sea el 21 o 28 de mayo de 2019.
En una primera apreciación, la coalición derechista se rompió porque Lieberman renunció el miércoles en disidencia con la tregua que el gobierno acordó el lunes con el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, después de que el domingo fracasara una operación comando de la Fuerza de Defensa de Israel (FDI) en la Franja de Gaza y muriera un teniente coronel del Ejército. Como represalia por el operativo, Hamás arrojó 460 cohetes contra objetivos civiles en el sur de Israel, de los cuales sólo 100 pudieron ser detenidos por el sistema anticohetes "Domo de Hierro". Ante el fracaso sólo restaba acordar un alto el fuego o invadir la Franja, desatando una guerra regional en gran escala.
A este dilema aludió el primer ministro el miércoles por la mañana, cuando en el tradicional acto de homenaje al fundador del Estado, David Ben Gurion y a su esposa Paula, declaró que "en tiempos normales un líder debe estar atento al corazón del pueblo, y el nuestro es sabio", edulcoró. "Pero en épocas de crisis, advirtió, el público no puede ser siempre incluido en la consideraciones que deben ser escondidas del enemigo", puntualizó. En clara referencia a Lieberman, concluyó diciendo que "en este momento la conducción no debe hacer las cosas fáciles, sino las correctas". La inferencia es simple: Lieberman quería invadir Gaza, mientras que él optó por el camino más dificultoso: aceptar un alto el fuego con Hamás y ganar tiempo.
A pesar de que los socios de la coalición derechista quieren adelantar la elección, el primer sondeo divulgado el mismo miércoles prevé una clara victoria del Likud de Netanyahu y sólo un magro aumento de dos diputados para el partido de Lieberman. No hay duda de que el prestigio del primer ministro va en aumento y que no existe alternativa convincente a su gobierno.
Netanyahu ha gobernado entre 1996 y 1999 y continuadamente desde 2009. En esos 12 años sólo ha ejecutado una guerra con la Franja de Gaza en 2014. Por ello un analista de Haaretz decía la semana pasada que Netanyahu es el primer ministro más pacifista de la historia de Israel.

El primer ministro ha acordado con China que el Camino de la Seda y la Franja desemboquen en el Mediterráneo por puertos israelíes. En el norte convino con Rusia el alejamiento de las fuerzas iraníes y de Hezbolá a 150 km de la frontera con Siria. Y en la Franja de Gaza convive tensamente con Hamás y la Yihad Islámica sostenida por Irán. Es en Cisjordania, finalmente, donde sigue anexando territorio, sin hallar resistencias importantes. Allí juega su carta más importante.

El primer ministro sabe que, ante la amenazante crisis financiera y económica, el gran capital financiero especulativo concentrado ambiciona una guerra general en Oriente Medio, pero prefiere continuar expandiendo el poder de su país sin acudir a un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles. Por ello es que el mundo está tan pendiente de la próxima elección israelí.  «
 
El jefe del ejército patovica
Avigdor Lieberman nació 1958 en Chisinau, Moldavia, en la entonces Unión Soviética, donde llegó a trabajar como custodio en un local bailable. Luego trabajó como locutor en Bakú, Azerbaiyán y emigró a Israel en 1978 a la edad de 21 años. En Israel sirvió en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y se graduó en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se lo acusa de haber formado parte del partido Kach, ilegalizado en 1988 por su militancia racista antiárabe. En octubre de 2006 el primer ministro Ehud Ólmert y Lieberman formaron una coalición en la que el segundo fue ministro de Asuntos Estratégicos, encargándose de combatir el plan nuclear iraní. El 1 de abril de 2009 asumió el cargo de Ministerio de Relaciones Exteriores en el segundo gobierno de Benjamín Netanyahu, con quien cogobernó hasta la semana pasada, pero ya como ministro de Defensa, conquistando un gran prestigio entre los militares.

jueves, 8 de noviembre de 2018

El empate político paraliza el país

La crisis del Imperio se prolonga y profundiza

Los comicios de medio término han agudizado la división interna de la sociedad norteamericana, generando gran incertidumbre sobre su conducta internacional
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
Aunque aún faltan resultados definitivos en algunas circunscripciones, ya está claro que los comicios legislativos y estaduales del martes 6 han dejado vencedores y perdedores en ambos campos políticos, que han fracturado todavía más al país y que el presidente Donald Trump se propone usar esa fisura, para victimizarse y convertir la elección presidencial de 2020 en un plebiscito. Lamentablemente, si el conflicto interno estadounidense no se resuelve, se desviará en múltiples “batallas por delegación” en que otros países y regiones serán víctimas de esta guerra civil larvada.
Los candidatos demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara de Representantes y ganaron algunas gobernaciones estaduales, aunque menos de las que esperaban, pero los republicanos conquistaron más bancas senatoriales de las previstas. Gracias a su triunfo los demócratas recuperan un cierto control legislativo sobre la gestión del presidente, pero los republicanos han aumentado su presencia en el Senado, con lo que podrán nombrar funcionarios, jueces y convalidar la política exterior del presidente.
Al perder el control de la cámara baja, Trump ha retrocedido, pero menos que otros presidentes anteriores en elecciones de medio término. Desde un comienzo Trump presentó las elecciones de medio término –se eligieron 435 diputados, 35 senadores y 36 gobernadores— como un referéndum sobre su gestión. Fue una jugada riesgosa, pero el presidente se metió con todo en la campaña y salió a apoyar a los candidatos republicanos en estados clave. Incluso llegó hasta a elogiar al texano Ted Cruz, a quien había insultado duramente en las primarias de 2016, permitiéndole ahora ganar muy ajustadamente al ascendente demócrata Beto O´Rourke y así asegurar el control del Senado. Hacia el final de la campaña el presidente se concentró casi exclusivamente en apoyar a aquellos republicanos que asegurarían una victoria en el Senado y tuvo éxito. Además, confirmó que su mensaje antinmigrante tiene una enorme fuerza movilizadora entre los votantes republicanos.
Sin embargo, el plebiscito sobre el modelo de nación que Trump quiere construir quedó indeciso. Antes de las elecciones la mayoría de los analistas y consultores predecían que los republicanos mantendrían el control del Senado, pero sólo pocos preveían que ganaran una, quizás dos bancas más. Finalmente, conquistaron tres sitiales más. Connotados demócratas, como Heidi Heitkamp, Joe Donnelly y Claire McCaskill perdieron sus puestos. Por el contrario, el republicano Dean Heller perdió la banca por Nevada. Aunque todavía faltan resultados definitivos de tres candidaturas, puede afirmarse que Mitch McConnell seguirá siendo el jefe de una mayoría senatorial republicana de, por lo menos, 52 a 48.
Esta elección ha devuelto a Estados Unidos un gobierno dividido en el que oficialismo y oposición pueden bloquearse mutuamente. Con su nueva mayoría demócrata, la Cámara de Representantes controla el presupuesto y, por lo tanto, puede frenar programas impulsados por el gobierno. Como quien controla la Cámara puede elegir a los presidentes de sus comités, los demócratas estarán en condiciones de obligar a testigos a comparecer y declarar sobre, por ejemplo, la eventual colusión de Trump con Rusia, sus oscuros negocios y las acusaciones de asedio sexual que pesan sobre el presidente.
Los representantes están incluso facultados, para iniciar el proceso de juicio político contra el presidente, aunque para deponerlo hacen falta los dos tercios del Senado. Casi seguramente la veterana demócrata Nancy Pelosi se convertirá en nueva vocera (presidente) de la Cámara. Sin embargo, la elección ha introducido en dicha sala un cierto reflejo de los importantes cambios sociales y culturales que atraviesan el Imperio. Muchas mujeres, algunas musulmanas o indias y muchas latinas se sentarán por primera vez entre los representantes. Dentro del Partido Demócrata ha crecido la izquierda en sus distintos matices. Pelosi, por lo tanto, tendrá una difícil tarea de coordinación de intereses y orientaciones. Por el otro lado, empero, si los demócratas exageran en su bloqueo del gobierno, pueden hacer el caldo gordo a la victimización del presidente. Donald Trump es un maestro en mostrarse como un pobre perseguido y construir enemigos.
Aunque el presidente mismo no se candidateaba, el juicio sobre su gobierno pesó mucho en la decisión de los votantes. Alrededor de dos tercios de los entrevistados al salir de los locales de votación confirmaron esta apreciación. El 40% declaró que había sufragado en oposición al mandatario, mientras que un 25% lo había hecho para apoyarlo. Sin embargo, el crecimiento económico y la tasa de desempleo más baja desde 1969 fueron finalmente decisivos. Por ello, en sus tuits del miércoles 7 el jefe de Estado se autoelogió copiosamente, celebró el resultado como un “triunfo sensacional” y advirtió a los demócratas que no aprovechen la Cámara para poner obstáculos a su gobierno. Por las dudas, mandó también un mensaje para la interna republicana: “aquellos que trabajaron junto conmigo –tuiteó- hicieron una maravillosa elección. A quienes no, les digo adiós.”
El resultado de las elecciones va a influir directamente sobre la agenda del año próximo. El 41% de los votantes encuestados ubicó el sistema de salud en el primer rango entre sus preocupaciones, muy por delante de la inmigración (23%), la economía (21%) y la portación de armas (11%). Este hallazgo se corresponde con la importancia que sobre todo los candidatos opositores dieron al tema. Según un estudio de la Brookings Institution, el 80% de los postulantes demócratas a la Cámara y el 68% de los aspirantes al Senado del mismo color han colocado el mantenimiento del seguro de salud (“Obamacare”) entre sus prioridades.
Bajo condiciones normales, los analistas podrían festejar el resultado de estas elecciones como la comprobación de la superioridad del sistema norteamericano de “gobierno dividido”: un partido controla el Ejecutivo, mientras que el otro lo equilibra desde el Legislativo. Sin embargo, en el contexto de una sociedad profundamente fracturada, con un movimiento supremacista blanco en crecimiento y un ala izquierda demócrata en avance, el “gobierno dividido” no equilibra, sino que paraliza. EE.UU. debe decidir en los próximos dos años sobre cuestiones cruciales de su vida como nación (aborto, inmigración, seguro de salud, portación de armas, etc.) y el Congreso debe tomar decisiones relevantes. Ya ahora la confrontación sobre valores y normas fundantes de la nacionalidad norteamericana se está trasladando a las calles con grave riesgo para su democracia. Si el Legislativo está paralizado, la situación puede escalar rápidamente.
La división de la mayor potencia del mundo traerá más incertidumbre a la política y la economía internacionales. Cursos cambiantes, contradicciones y falta de interlocutores válidos inducirán a muchos actores internos y externos a probar su suerte en empresas aventureras. El martes 6 el mundo se ha tornado todavía más inseguro e imprevisible.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Nadie sabe para dónde va el gigante suramericano

La política exterior de Brasil dejó de ser previsible con Bolsonaro

Los primeros gestos en el plano internacional del presidente electo están más motivados por posibles negocios y pagar deudas dentro del país que por reflexiones estratégicas o diplomáticas

4 de Noviembre de 2018
Desde su elección el pasado domingo 28, Jair Bolsonaro ha utilizado la política exterior para movilizar ideológicamente el frente interno y patear el tablero de los negocios. Sin embargo, sus declaraciones contradictorias multiplican los conflictos internacionales, poniendo en riesgo la posición internacional de Brasil. La falta de conducción clara de la política exterior, así como su combinación de ideologismo y picaresca pueden provocar una catástrofe de proporciones.
En declaraciones al diario israelí Israel Hayom (Israel Hoy), el futuro mandatario anunció el pasado jueves su intención de trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén y cerrar la representación palestina en Brasilia. Fundado en 2007, el periódico gratuito, propiedad del multimillonario norteamericano Sheldon Adelson, amigo y financiador de Benjamín Netanyahu, ha copado el mercado israelí. Al elegir este medio, entonces, Bolsonaro avisó a las empresas israelíes que los negocios con Brasil pasan por Netanyahu y a los medios brasileños (especialmente, a Folha de São Paulo) que se someten o los compran sus amigos.
El presidente electo no cesa de movilizar a sus adherentes con consignas ideológicas, mientras hace negocios. La política exterior, evidentemente, no se va a hacer en Itamaraty.
En su corto discurso en la noche del triunfo, Bolsonaro prometió liberar a Brasil "de las relaciones internacionales ideológicas", pero en pocos días ha ofendido a China visitando Taiwán dos veces durante la campaña electoral, ha desvalorizado el vínculo con Argentina,  ha asustado a los países árabes con el traslado de la embajada en Israel, ha obligado a los gobiernos europeos a exigirle que respete el Acuerdo Climático, ha suscitado preocupaciones sobre su política de Derechos Humanos y, finalmente, este viernes ha propuesto romper las relaciones diplomáticas con Cuba. Si esto no es ideologismo…
El pasado lunes 29, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Lu Kang, hizo votos, para que la cooperación entre ambos países se profundice, pero el martes 30 el China Daily salió con los tapones de punta en un editorial titulado: "No hay razones para que el 'Trump Tropical' revolucione las relaciones con China", reclamando a Bolsonaro objetividad y racionalidad, porque, si no, "el costo que deberá pagar la economía brasileña será muy alto".
Dentro de América del Sur, en tanto, el electo prioriza las relaciones con Chile y Colombia y propone romper vínculo con Venezuela, pero es dudoso que se sume a una invasión a ese país, porque los militares en el gobierno no quieren arriesgar un conflicto internacional de proporciones.
El equipo presidencial (especialmente sus hijos) se alinea con el proyecto de Steve Bannon (el exasesor de Donald Trump), para extender su "Movement" ultraderechista a todo el continente, pero el aliado principal es Israel.
En marzo pasado ambos países firmaron un acuerdo comercial para el intercambio de productos primarios brasileños por tecnología militar y aeroespacial israelí. Este último interés, junto con el nombramiento del exastronauta Marcos Pontes para el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y la intención norteamericana de usar la base aeroespacial de Alcântara, en la Amazonia, sugiere que los tres gobiernos cooperarán para hacer inteligencia, militarizar el espacio y vender servicios estratosféricos.
Por la dirección de la política exterior brasileña competirán neoliberales ortodoxos, pastores pentecostales, el futuro ministro Sergio Moro que quiere crear un "partido judicial" continental y militares conservadores fieles a la tradición subimperial de Brasil. El futuro presidente, en tanto, no es un estratega ni sabe de geopolítica, pero es un pícaro negociante que busca ganar provocando el miedo y que, a falta de saberes, pretende gobernar dividiendo a sus apoyos.
Desde 1808 la política exterior de Brasil ha sido continua y pragmática. Jair Messias Bolsonaro quiere ahora romper con esta tradición. Si su peculiar combinación entre ideologismo y negocios espurios no es rápidamente controlada, puede producir un desastre.  «


Una carrera paradigmática
Jair Bolsonaro fue apoyado desde el principio por el Instituto Millenium, un foro ultraliberal con sede en Rio de Janeiro cuya cabeza intelectual es el filósofo Denis Rosenfield, profesor emérito de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Exmilitante del PT convertido en sionista militante y neoliberal ortodoxo, Rosenfield es un acérrimo defensor de Israel y funge como nexo intelectual entre Bolsonaro y Benjamin Netanyahu. Amigo del general Sergio Etchegoyen, exjefe del Estado Mayor del Ejército y Secretario de Seguridad de Michel Temer, ya desde el primer golpe en 2016 viene presionando para que militares en actividad participen en el gobierno. Rosenfield ejerce particular influencia sobre oficiales que pasaron por Rio Grande do Sul y ha arrastrado a una fuerte facción del Ejército a colaborar con Israel. Por ello Netanyahu comprometió su asistencia a la asunción del mando en Brasilia el 1º de enero y Bolsonaro se apresuró a anunciar su viaje a Tel Aviv inmediatamente después de Estados Unidos.

jueves, 1 de noviembre de 2018

En el trato con China Brasil dará examen de sensatez

Bolsonaro aún no se decide entre la realidad y la locura

En su política internacional el futuro presidente deberá elegir entre su mesianismo y la pragmática defensa de los intereses nacionales
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
1 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
Desde 1808 la política exterior de Brasil se ha movido entre dos coordenadas: actuar como poder subimperial a costas de sus vecinos suramericanos o integrarse con ellos, especialmente con Argentina. Al seguir la primera opción, se pegó a Gran Bretaña primero y a Estados Unidos después. En la segunda elección se diferenció de las potencias hegemónicas, sin necesariamente oponérseles. No obstante, en ambos casos la diplomacia brasileña siempre fue muy consciente de sus intereses. Jair Messias Bolsonaro parece ahora querer romper con esta tradición. Si su ideologismo no es rápidamente controlado, puede producir un desastre.
En la noche de la elección el eufórico futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, rechazó con gesto brusco una pregunta sobre la relación con Argentina y la inserción en el Mercosur: “No es prioridad la Argentina, el Mercosur tampoco es prioridad”, afirmó, y agregó que “el Mercosur es muy restrictivo”. Sin embargo, a modo de disculpa, ya el martes 30 declaró no tener nada en contra del Mercosur ni de Argentina. Sin embargo, sus declaraciones fueron retomadas por el propio Bolsonaro: “Mercosur tiene su importancia sí pero, en mi opinión, está sobrevalorado. Fue bien gestado en su inicio pero luego el asunto ideológico pasó a hablar más alto”, afirmó el futuro presidente.
Para calmar las aguas, el pasado martes 30 el ministro de Relaciones Exteriores argentino Jorge Faurie invitó al presidente electo de Brasil a acompañar el 29 y 30 de noviembre próximos a su todavía presidente Michel Temer a la cumbre del G20 que se realizará en Buenos Aires. Como en la reunión Donald Trump y Xi Jinping ocuparán el centro del escenario, con la invitación Faurie estaba pidiendo a Itamaraty que cuide el vínculo con China. El entredicho con Argentina se reforzó, cuando se supo que el nuevo mandatario irá primero a EE.UU., Israel y Chile, rompiendo así una tradición de décadas, según la cual nuestro país es el primer destino de los mandatarios brasileños al asumir.
En su corto discurso en la noche del triunfo Bolsonaro prometió liberar a Brasil “de las relaciones internacionales ideológicas de los últimos años”, pero las primeras señales que emitió marchan en la dirección contraria: al ofender a China y desvalorizar el vínculo con Argentina, está creando problemas respectivamente con el primero y el tercer socio comercial de Brasil, para aliarse incondicionalmente con EE.UU., con quien Brasil no tiene mucho intercambio.
El equipo de Bolsonaro quiere tener con Washington un vínculo tan estrecho como durante el primer gobierno militar (1964-67). Para ello se apoya en que el futuro presidente ha sido presentado en la prensa internacional como un “Trump tropical”, tiene fuertes vínculos con fondos de Wall Street y cuenta con el asesoramiento de Steve Bannon, el ex asesor de Trump.
Al conflicto con Argentina se sumó uno más grave con China. Además de las felicitaciones protocolares, a través de un editorial del China Daily titulado “No hay razones para que el ‘Trump Tropical’ revolucione las relaciones con China” Beijing se quejó de que durante la campaña el candidato triunfante fue “menos que amistoso” y le reclamó que, como presidente, aplique una evaluación “objetiva y racional” de las relaciones, porque, de lo contrario, “el costo que deberá pagar la economía brasileña será muy alto”. El año pasado el intercambio comercial entre ambos países alcanzó los 75 mil millones de dólares, con un superávit brasileño de 20 mil millones. China, asimismo, es responsable por numerosas y cuantiosas inversiones. Si las relaciones entre ambos países empeoran, la economía brasileña sufrirá enormes pérdidas.
Entre tanto, fuentes de Itamaraty informan sobre divisiones entre la ortodoxia neoliberal de Paulo Guedes y la postura más soberanista de los militares participantes del futuro equipo de gobierno que seguramente se van a reflejar en la política externa. Evidentemente, las relaciones con China serán la piedra de toque, para saber cuán realista será el nuevo gobierno.
Dentro de América del Sur, en tanto, por ahora parecen ser prioritarias las relaciones con Chile y Colombia. Seguramente Bolsonaro cortará cualquier tipo de relación con Venezuela. Sin embargo, en algún momento los 58 mil millones de dólares del intercambio con Argentina harán sentir su peso. Por su parte, el Mercosur probablemente vuelva a ser una unión aduanera, como en sus primeros años, y se lo “flexibilice”, para permitir acuerdos bilaterales fuera del bloque.
En el ámbito global, a su vez, Bolsonaro se ofrece como el aliado más fiel de Trump y para ello tiene la asistencia de Steve Bannon, quien desde Brasil pretende extender su “Movement” ultraderechista internacional por todo el continente. Sin embargo, jugar al “Trump tropical” puede salirle muy caro. Durante la campaña electoral amenazó con que Brasil abandonaría el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, pero algunas diplomacias europeas le avisaron que, si lo hace, afectará los vínculos comerciales y financieros y el venidero jefe de Estado reculó raudamente.
Bolsonaro fue apoyado desde el principio por el Instituto Millenium, un foro ultraliberal con sede en Rio de Janeiro cuya mayor cabeza intelectual es el filósofo Denis Rosenfield, profesor emérito de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, ex militante del PT convertido en sionista militante y neoliberal ortodoxo. Rosenfield es un acérrimo defensor de Israel y funge como nexo intelectual entre Bolsonaro y Benjamin Netanjahu. Por ello el primer ministro israelí comprometió su asistencia a la asunción del mando en Brasilia el 1º de enero y el futuro presidente se apresuró a anunciar su viaje a Tel Aviv. Sin embargo, la proclamada intención de trasladar la embajada a Jerusalén quedó en la nada. Como Brasil vende grandes cantidades de carne (15 mil millones de dólares por año) y pollo a los países árabes, el anuncio del traslado alarmó a los exportadores quienes inmediatamente presionaron al equipo del candidato triunfante.
A pesar de la retórica de campaña, se descarta también momentáneamente una acción militar contra Venezuela. El gobierno será militantemente antichavista, pero no arriesgará un conflicto exterior que rápidamente puede desbordar.
En el futuro equipo de gobierno convivirán en conflicto neoliberales ortodoxos y militares conservadores, pero fieles a la tradición geopolítica subimperial de origen colonial. El futuro presidente es un retrógrado mesiánico y paranoico y no se encuadra, en realidad, en ninguna de las dos alas. Sin embargo, a poco de ponerse en marcha el gobierno deberá definir su rumbo. Esto no sucederá, empero, sin arduas luchas internas que, necesariamente, tendrán repercusiones sobre la política exterior del país. Entre el pragmatismo y el mesianismo lo que suceda en Brasil determinará la suerte del continente.

sábado, 27 de octubre de 2018

El triunfo coronelista nos acerca al abismo

Entrevista en el diario "Vanguardia" de Bucaramanga (Colombia)


Brasil se mueve de izquierda a derecha


Brasil está ad portas de elegir al líder que regirá los destinos del gigante suramericano. El eventual triunfo de un ultraconservador inquieta porque sumiría al país en una era incierta.



En vísperas de la segunda vuelta electoral más importante en épocas recientes, Brasil abraza una polarización visceral alimentada por un discurso de odio del gran favorito Jair Bolsonaro, que ha apelado al voto de la desesperación en un país en crisis, hastiado de la corrupción y desencantado con la izquierda. 
No cabe duda, que la elección presidencial de este domingo marcará un antes y un después en la historia del país más grande y poderoso de América Latina, región que observa con profunda incertidumbre y justificados temores este desenlace político.
Con sobradas razones inquieta que el candidato ultraderechista Bolsonaro, vencedor en la primera vuelta con casi 50 millones de votos, es decir el 46%, tenga más chances de ganar frente al líder de izquierda Fernando Haddad, que está obligado a remontar un resultado adverso del 29%.
Es más, de acuerdo con las últimas encuestas, Bolsonaro supera a Haddad por una diferencia de entre 14 y 20% las intenciones de voto.
La prueba de fuego será este 28 de octubre, cuando más de 147 millones de brasileños vayan a las urnas para definir presidente hasta 2023, entre la izquierda o la extrema derecha.
El carácter autoritario personalista del exmilitar Bolsonaro, nostálgico de las dictaduras, es factor de preocupación.
Ha insultado a los pobres, las mujeres, los homosexuales y los negros que son una comunidad muy importante en Brasil. Y si a esto se le suma que reniega de la democracia, esa que irónicamente lo puede llevar al poder, y su promesa de abrir la región amazónica a la explotación comercial, el horizonte no puede ser más oscuro.
Martha Lucía Márquez, directora del Instituto Pensar de la Universidad Javeriana de Bogotá, explica el vertiginoso ascenso de Bolsonaro a factores internos como el descrédito de la izquierda, particularmente del Partido de los Trabajadores (PT) por los sonados escándalos de corrupción.
Destaca la importancia como actor político que están adquiriendo los grupos evangélicos en América Latina que mueven votos desde sus iglesias, y que han reaccionado frente a las políticas liberales y de inclusión de los gobiernos de izquierda, haciendo alusión a grupos Lgtbi o derechos de la mujer.
Además la doctora en Ciencias Sociales y Humanas describe a Bolsonaro como una figura atípica en la medida en que aun cuando ha sido legislador durante muchos años, ha sido poco exitoso porque prácticamente no ha sacado proyectos de ley.
Igualmente identifica que en Brasil no hay un centro político desde hace mucho rato.
“No hay un candidato que logre construir un centro político, en los años 80 después de la transición a la democracia, Brasil ha vivido una competencia entre la izquierda” representada en el PT que gobernó entre 2003 y 2016, y la derecha en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que apoya a Bolsonaro, sostiene.
A juicio de la experta en temas de América Latina, lo de Bolsonaro además guarda similitud con la llegada al poder de Trump en Estados Unidos, quien fue elegido con unos 63 millones de votos.
Si bien reconoce que Bolsonaro sí ha tenido cierta trayectoria política a diferencia de Trump, la relación es “justamente en términos de su incapacidad política y su estilo político, es un hombre abiertamente de derecha, que hace comentarios políticamente inadecuados”.
Por su parte, Fabián Gamba, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de La Salle, estima que después del gran avance de la izquierda en América Latina, vuelven las derechas al poder en varios países como ocurriría en Brasil y “eso implica innegablemente un nuevo mapa político para el subcontinente porque las relaciones entre Estados van a depender de las líneas de acción de los gobiernos y las tendencias políticas de los mismos”.
En ese contexto, le preocupa que un candidato tan extremo en cuanto a sus percepciones sobre temas sensibles como lo exhibe Bolsonaro, “llevaría a un Brasil que se ubicaría en otro terreno diferente y a un retroceso de las políticas en las que Brasil ha avanzado y que lo ha llevado a ser un referente en América Latina, nos va a llevar a un nuevo panorama de lucha y de movilización social”.
Eduardo Vior, analista internacional argentino, interpreta la situación actual brasileña como de extrema polarización y prevé un “ciclo de ingobernabilidad, mucha sectarización y fractura social y política”.
Es más, va más allá, y alerta que “este personaje (Bolsonaro) que es un delirante paranoico mesiánico puede estar tentado a usar las milicias de las iglesias pentecostales y las milicias de los latifundistas en el interior del país para construir una fuerza propia si él intenta imponerse frente al Ejército”.
Será un período complejo porque se va fracturar la relación entre las elites que llegan en una situación económica difícil, enfatiza Vior.
Como dato interesante, agrega el experto, en el último año, aproximadamente 88 mil de las mayores riquezas de Brasil han pedido visa para irse a vivir a otros países.
La razón, según él, “porque saben que van a hacer sus negocios en su país, pero también saben que la situación va a ser desastrosa, por la convulsión social, la inseguridad y la falencia progresiva del Estado en muchas cuestiones”.
No en vano, Brasil es un país cada vez mas asfixiado por la violencia que se palpa en las calles con cerca de 64 mil homicidios en 2017, a la que le cuesta salir de la recesión provocada por el Gobierno de Dilma Rousseff, y del desempleo, que se ha estancado en un 13%.
De otro lado, el analista argentino considera que algo característico de esta campaña ha sido la táctica de Bolsonaro “de esconderse detrás del señor WhastApp”.
El candidato ultraconservador tiene millones de seguidores en redes, rechazó los debates con sus rivales, y dio contadas entrevistas para no comprometerse demasiado o más bien, equivocarse con su discurso incendiario.