Aún no se sabe quién heredará a los globalizadores
En
EE.UU., Gran Bretaña, Francia y Alemania el neoliberalismo se está
retirando, pero ofreciendo resistencias. La lucha por su sucesión está
abierta y el futuro es incierto.
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
14 de diciembre de 2018
Infobaires24
14 de diciembre de 2018
En
ambas márgenes del Atlántico Norte 2018 se cierra ante un horizonte de
ríspidas batallas políticas y sociales. Heterogéneas coaliciones de
masas buscan recuperar sus estados para imprecisos imaginarios
nacionales, mientras que fuerzas competitivas buscan adueñarse del timón
de esos sueños. Según quien triunfe, será el perfil del mundo venidero.
Cuando
en la elección legislativa del pasado 6 de noviembre los demócratas
conquistaron la mayoría de la Cámara de Representantes, estaba claro que
aprovecharían las facultades que les da la Constitución para iniciar el
juicio político al Presidente. Para ello necesitan que la Justicia les
brinde suficientes evidencias sobre el mandatario. El fiscal especial
Robert Mueller, que investiga al presidente desde que asumió el mando,
está ansioso por ofrecerlas, pero todavía no tiene suficientes.
El
pasado miércoles 12 por la tarde una corte federal de Manhattan condenó
a Michael Cohen, quien durante mucho tiempo fue el abogado y persona de
mayor confianza de Donald Trump, a una pena de prisión de tres años por
haber tratado de comprar el silencio de dos mujeres que mantuvieron
hace años relaciones sexuales con el actual presidente. Sin embargo,
aunque colaboró con el tribunal, a Cohen se le negó la indemnidad. Ante
la corte el abogado de 52 años asumió la responsabilidad por sus delitos
diciendo que su deber era servir a Trump y “encubrir sus sucias
acciones”.
En esta
macroinvestigación dirigida por el procurador especial Robert Mueller el
presidente enfrenta tres posibles acusaciones. Si bien el proceso se
originó en la sospecha sobre su probable connivencia con agentes rusos
para dañar la imagen de Hillary Clinton durante la campaña electoral,
éste es el cargo menos sólido. La segunda acusación –ya más consistente-
es que el mandatario mintió ante los investigadores y presionó al FBI para frenar la pesquisa, según lo acusa el desplazado jefe de la institución James Comey. La tercera inculpación (el pago a las dos mujeres), a su vez, ya está probado. ¿Qué puede pasar ahora?
Los
pagos ilegales a las dos mujeres configuran un delito, pero solamente
mediante el juicio político se puede sentar a Trump en el banquillo de
los acusados. Como mayoría en la cámara baja, a partir de enero
la oposición podría impulsar el proceso, aunque difícilmente ganaría en
el Senado, de mayoría republicana. Sin embargo, los demócratas dudan de
la conveniencia de basarse sólo en este cargo. Por el contrario, si se
demostrara que Trump colaboró con el Kremlin o que obstruyó a la
justicia, el panorama mudaría.
Mediante
su política nacionalista y su férrea voluntad de poder, Donald Trump ha
arrinconado al globalismo, pero ha abierto la puerta a toda suerte de
aventureros que se consideran llamados a asaltar el poder y tendrá que
librar duras batallas para llegar en 2020 a la reelección.
El
acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea no avanzó un paso, pero
la primera ministra Theresa May sigue en su puesto, después de que los
conservadores eurófobos fracasaran en su intento de sacarle la jefatura
del Partido. En la mañana del miércoles los rebeldes presentaron una
moción interna de censura contra la jefa del bloque parlamentario y
primera ministra, pero 200 legisladores la respaldaron contra 117. Con
esta victoria May puede seguir liderando el partido para los próximos 12
meses, pero carece de mayoría parlamentaria, porque –si se diera en los
Comunes una votación sobre el Brexit, los rebeldes se manifestarían
contra su jefa. Por esta razón, May confirmó también que no liderará a
su partido en la elección parlamentaria de 2022, aunque se negó a
confirmar, si continuará en el gobierno después de que el Brexit entre
en vigor en marzo de 2019.
El tema
de fondo sigue irresuelto. El acuerdo que May alcanzó con la UE en
noviembre solo tendrá vigencia si el parlamento lo aprueba antes del 21
de enero, la fecha más tardía para empezar a votar las leyes necesarias
para organizar la salida de la Unión. La votación debía hacerse el
martes pasado, pero el lunes la primera ministra la suspendió ante la
perspectiva de una gran derrota. Por eso pasó el martes recorriendo
infructuosamente el continente, para pedir ayuda. Sin emabrgo, la UE se
apresuró a avisar que el acuerdo era “el mejor posible” y que es
inmodificable.
Los eurófobos
denuncian que el acuerdo es una trampa para que no haya Brexit, porque
permite mantener indefinidamente las regulaciones europeas en Irlanda
del Norte, que tiene frontera seca con la República de Irlanda,
rompiendo así la unidad del Reino. Hasta la votación puede suceder de
todo, incluso que la oposición presente una moción de censura a la
primera ministra, como el Partido Nacionalista Escocés pidió al
laborismo. Si Corbyn finalmente se decide a presentarla, necesita el
apoyo de dos terceras partes de la Cámara para que caiga May, pero si
gana sólo por mayoría simple, la primera ministra tendría 15 días para
formar una nueva alianza de gobierno. Si no lo logra, la tarea pasará al
laborismo que deberá buscar para ello una mayoría parlamentaria.
Entre
tanto, a pesar del atentado terrorista que el martes pasado costó la
vida a tres personas y dejó otros trece heridos en el mercado navideño
de Estrasburgo, Francia se prepara para un nuevo fin de semana de
protestas de los Chalecos Amarillos. En una conferencia de prensa dada
en la sala del Juego de Pelota de Versailles, donde en junio de 1789 el
Tercer Estado se constituyó en Asamblea Nacional, Maxime Nicolle y
Priscillia Ludosky (voceros del movimiento) desestimaron el discurso que
el presidente Emmanuel Macron dio el lunes pasado y convocaron a
movilizarse “más que nunca” este 15 de diciembre. Ambos exigieron al
gobierno que baje ampliamente los impuestos y convoque a referéndum,
cuando la población lo reclame.
Ante
la eventualidad de que se produzcan nuevos y violentos choques como los
del sábado pasado, Benjamin Griveaux, vocero del Elíseo, declaró el
jueves que el gobierno “por ahora” no piensa prohibir la manifestación
del sábado, pero que apela a la “razonabilidad” de los movilizados.
Después
del golpe terrorista del martes a la noche la oposición, que hasta
ahora apoyaba unitariamente a los manifestantes, se dividió. Por la
derecha, Laurent Wauquiez,
presidente de Los Republicanos, pidió que se suspenda la protesta del
sábado próximo. Una posición similar adoptó Marine Le Pen.
También
la izquierda está dividida. Mientras que Jean-Luc Mélenchon, líder de
La Francia Insumisa, acusa a los partidos del régimen de
instrumentalizar el atentado contra la movilización de abajo, el
disminuido grupo socialista en la Asamblea Nacional abogó por suspender
la manifestación.
Apoyado por un
abanico variopinto de fuerzas políticas, el movimiento de los Chalecos
Amarillos ha expresado hasta ahora la veta popular del nacionalismo
francés, oponiendo una cierta idea plebeya de Francia al aristocratismo
de Emmanuel Macron, mientras que los partidos establecidos,
intelectuales y medios boquean en busca de respuestas.
En
Estados Unidos el nacionalismo trumpista ha vencido al globalismo
neoliberal, pero éste se venga ahora promoviendo el juicio político al
presidente. En Gran Bretaña, en tanto, Theresa May busca salvar la
centralidad de la City de Londres en la economía financiera europea y
evitar un voto parlamentario de desconfianza que podría llevar a los
laboristas de Jeremy Corbin a Downing Street 10. En Francia, a su vez,
republicanos de izquierda y de derecha se disputan la dirección de un
nuevo movimiento nacional anti-UE.
Se
podría seguir la lista: procesos similares se dan en Alemania, Italia,
España, Hungría, Polonia, la República Checa, etc. La globalización ha
terminado y los nacionalismos pujan por sucederla, a su vanguardia el
norteamericano. Pero nadie sabe para dónde ir. Antes de que el
globalismo esté enterrado, la lucha por su sucesión desgarrará a los
países centrales del viejo sistema.
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Eduardo J. Vior