La crisis del Imperio se prolonga y profundiza
Los
comicios de medio término han agudizado la división interna de la
sociedad norteamericana, generando gran incertidumbre sobre su conducta
internacional
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de noviembre de 2018
Infobaires24
8 de noviembre de 2018
Aunque
aún faltan resultados definitivos en algunas circunscripciones, ya está
claro que los comicios legislativos y estaduales del martes 6 han
dejado vencedores y perdedores en ambos campos políticos, que han
fracturado todavía más al país y que el presidente Donald Trump se
propone usar esa fisura, para victimizarse y convertir la elección
presidencial de 2020 en un plebiscito. Lamentablemente, si el conflicto
interno estadounidense no se resuelve, se desviará en múltiples
“batallas por delegación” en que otros países y regiones serán víctimas
de esta guerra civil larvada.
Los
candidatos demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara de
Representantes y ganaron algunas gobernaciones estaduales, aunque menos
de las que esperaban, pero los republicanos conquistaron más bancas
senatoriales de las previstas. Gracias a su triunfo los demócratas
recuperan un cierto control legislativo sobre la gestión del presidente,
pero los republicanos han aumentado su presencia en el Senado, con lo
que podrán nombrar funcionarios, jueces y convalidar la política
exterior del presidente.
Al perder
el control de la cámara baja, Trump ha retrocedido, pero menos que otros
presidentes anteriores en elecciones de medio término. Desde un
comienzo Trump presentó las elecciones de medio término –se eligieron
435 diputados, 35 senadores y 36 gobernadores— como un referéndum sobre
su gestión. Fue una jugada riesgosa, pero el presidente se metió con
todo en la campaña y salió a apoyar a los candidatos republicanos en
estados clave. Incluso llegó hasta a elogiar al texano Ted Cruz, a quien
había insultado duramente en las primarias de 2016, permitiéndole ahora
ganar muy ajustadamente al ascendente demócrata Beto O´Rourke y así
asegurar el control del Senado. Hacia el final de la campaña el
presidente se concentró casi exclusivamente en apoyar a aquellos
republicanos que asegurarían una victoria en el Senado y tuvo éxito.
Además, confirmó que su mensaje antinmigrante tiene una enorme fuerza
movilizadora entre los votantes republicanos.
Sin
embargo, el plebiscito sobre el modelo de nación que Trump quiere
construir quedó indeciso. Antes de las elecciones la mayoría de los
analistas y consultores predecían que los republicanos mantendrían el
control del Senado, pero sólo pocos preveían que ganaran una, quizás dos
bancas más. Finalmente, conquistaron tres sitiales más. Connotados
demócratas, como Heidi Heitkamp, Joe Donnelly y Claire McCaskill
perdieron sus puestos. Por el contrario, el republicano Dean Heller
perdió la banca por Nevada. Aunque todavía faltan resultados definitivos
de tres candidaturas, puede afirmarse que Mitch McConnell seguirá
siendo el jefe de una mayoría senatorial republicana de, por lo menos,
52 a 48.
Esta elección ha devuelto a
Estados Unidos un gobierno dividido en el que oficialismo y oposición
pueden bloquearse mutuamente. Con su nueva mayoría demócrata, la Cámara
de Representantes controla el presupuesto y, por lo tanto, puede frenar
programas impulsados por el gobierno. Como quien controla la Cámara
puede elegir a los presidentes de sus comités, los demócratas estarán en
condiciones de obligar a testigos a comparecer y declarar sobre, por
ejemplo, la eventual colusión de Trump con Rusia, sus oscuros negocios y
las acusaciones de asedio sexual que pesan sobre el presidente.
Los
representantes están incluso facultados, para iniciar el proceso de
juicio político contra el presidente, aunque para deponerlo hacen falta
los dos tercios del Senado. Casi seguramente la veterana demócrata Nancy Pelosi
se convertirá en nueva vocera (presidente) de la Cámara. Sin embargo,
la elección ha introducido en dicha sala un cierto reflejo de los
importantes cambios sociales y culturales que atraviesan el Imperio.
Muchas mujeres, algunas musulmanas o indias y muchas latinas se sentarán
por primera vez entre los representantes. Dentro del Partido Demócrata
ha crecido la izquierda en sus distintos matices. Pelosi, por lo tanto,
tendrá una difícil tarea de coordinación de intereses y orientaciones.
Por el otro lado, empero, si los demócratas exageran en su bloqueo del
gobierno, pueden hacer el caldo gordo a la victimización del presidente.
Donald Trump es un maestro en mostrarse como un pobre perseguido y
construir enemigos.
Aunque el
presidente mismo no se candidateaba, el juicio sobre su gobierno pesó
mucho en la decisión de los votantes. Alrededor de dos tercios de los
entrevistados al salir de los locales de votación confirmaron esta
apreciación. El 40% declaró que había sufragado en oposición al
mandatario, mientras que un 25% lo había hecho para apoyarlo. Sin
embargo, el crecimiento económico y la tasa de desempleo más baja desde
1969 fueron finalmente decisivos. Por ello, en sus tuits del miércoles 7
el jefe de Estado se autoelogió copiosamente, celebró el resultado como
un “triunfo sensacional” y advirtió a los demócratas que no aprovechen
la Cámara para poner obstáculos a su gobierno. Por las dudas, mandó
también un mensaje para la interna republicana: “aquellos que trabajaron
junto conmigo –tuiteó- hicieron una maravillosa elección. A quienes no,
les digo adiós.”
El resultado de
las elecciones va a influir directamente sobre la agenda del año
próximo. El 41% de los votantes encuestados ubicó el sistema de salud en
el primer rango entre sus preocupaciones, muy por delante de la
inmigración (23%), la economía (21%) y la portación de armas (11%). Este
hallazgo se corresponde con la importancia que sobre todo los
candidatos opositores dieron al tema. Según un estudio de la Brookings
Institution, el 80% de los postulantes demócratas a la Cámara y el 68%
de los aspirantes al Senado del mismo color han colocado el
mantenimiento del seguro de salud (“Obamacare”) entre sus prioridades.
Bajo
condiciones normales, los analistas podrían festejar el resultado de
estas elecciones como la comprobación de la superioridad del sistema
norteamericano de “gobierno dividido”: un partido controla el Ejecutivo,
mientras que el otro lo equilibra desde el Legislativo. Sin embargo, en
el contexto de una sociedad profundamente fracturada, con un movimiento
supremacista blanco en crecimiento y un ala izquierda demócrata en
avance, el “gobierno dividido” no equilibra, sino que paraliza. EE.UU.
debe decidir en los próximos dos años sobre cuestiones cruciales de su
vida como nación (aborto, inmigración, seguro de salud, portación de
armas, etc.) y el Congreso debe tomar decisiones relevantes. Ya ahora la
confrontación sobre valores y normas fundantes de la nacionalidad
norteamericana se está trasladando a las calles con grave riesgo para su
democracia. Si el Legislativo está paralizado, la situación puede
escalar rápidamente.
La división de
la mayor potencia del mundo traerá más incertidumbre a la política y la
economía internacionales. Cursos cambiantes, contradicciones y falta de
interlocutores válidos inducirán a muchos actores internos y externos a
probar su suerte en empresas aventureras. El martes 6 el mundo se ha
tornado todavía más inseguro e imprevisible.
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Eduardo J. Vior