09 de Mayo de 2015
Ganó el imperio y el mundo tiembla
La sorpresiva y arrasadora victoria conservadora en la elección parlamentaria británica del pasado jueves 7 preanuncia potentes tormentas sobre la economía y la paz mundiales.
Viejos himnos de guerra resonaron cuando el reelecto primer ministro
David Cameron anunció ayer que gobernará para "una nación" y que
pretende hacer "más grande a Gran Bretaña". Con este grito de guerra
llamó a la carga contra los derechos de las naciones que integran el
Reino Unido y anunció que la City londinense se apresta a desestabilizar
las finanzas mundiales, mientras empuja a su aliado norteamericano a
las guerras neocoloniales que sola no sabe dar.
Los conservadores (CP) tendrán 326 bancas en el nuevo Parlamento, formando un gobierno de mayoría que no tenían desde el igualmente sorpresivo triunfo de John Major en 1992. Ed Miliband, líder del Partido Laborista, Nick Clegg, de los Demócratas Liberales (LDP), y Nigel Farage, del nacionalista Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), renunciaron después de su apabullante y desconcertante derrota. Anoche se esperaba que el viejo /nuevo primer ministro anunciara el gabinete que la reina presentará el 27 de mayo.
Al referirse a la otra gran triunfadora, Nicola Sturgeon, quien conquistó para su Partido Nacional Escocés (SNP) 56 de las 59 bancas en juego en la región, Cameron prometió "extender los brazos para unir a la nación". Ante un pueblo escocés que pide masivamente reformar la Constitución para que reconozca a las cuatro naciones (ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses) que integran el Reino Unido, esta consigna preanuncia el recorte de la soberanía que Edinburgo supo conseguir.
Los tories obtuvieron el 37% de los sufragios totales, los laboristas el 31%, UKIP el 13%, el LDP el 8%, el SNP el 5%, los verdes el 4% y los galeses de Plaid Cymru el 1 por ciento.
Según su voto, el país quedó claramente fracturado en cinco regiones: el sur y suroeste son masivamente conservadores; la mayor parte del Gran Londres, el centro y norte de Inglaterra siguen siendo laboristas, aunque estas dos regiones son más pobres y menos pobladas; Escocia y Gales responden masivamente a los propios nacionalismos, e Irlanda del Norte sigue segmentada entre unionistas y nacionalistas.
Contra los pronósticos de todas las empresas de sondeos de opinión que esperaban un empate técnico entre ambos partidos mayores, el CP triunfó ampliamente gracias al “conservador tímido" (el que ante los encuestadores no se atreve a reconocer que votará a los tories) y al miedo que los medios hegemónicos suscitaron entre votantes ingleses de clase media sobre la "inestabilidad" política y económica que acarrearía un gobierno laborista con apoyo de los nacionalistas escoceses.
Tiempos sombríos se anuncian para Gran Bretaña y el mundo. A la profundización de los recortes presupuestarios y el aumento de la xenofobia, la arrogancia conservadora añadirá una mayor dureza hacia la Unión Europea, más libertad para la especulación financiera y más guerras regionales para que el Imperio vuelva al escenario. Como en los últimos cuatro siglos, proclamar la "grandeza" del Imperio, sólo puede traer desgracias a Europa y el mundo.
Los conservadores (CP) tendrán 326 bancas en el nuevo Parlamento, formando un gobierno de mayoría que no tenían desde el igualmente sorpresivo triunfo de John Major en 1992. Ed Miliband, líder del Partido Laborista, Nick Clegg, de los Demócratas Liberales (LDP), y Nigel Farage, del nacionalista Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), renunciaron después de su apabullante y desconcertante derrota. Anoche se esperaba que el viejo /nuevo primer ministro anunciara el gabinete que la reina presentará el 27 de mayo.
Al referirse a la otra gran triunfadora, Nicola Sturgeon, quien conquistó para su Partido Nacional Escocés (SNP) 56 de las 59 bancas en juego en la región, Cameron prometió "extender los brazos para unir a la nación". Ante un pueblo escocés que pide masivamente reformar la Constitución para que reconozca a las cuatro naciones (ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses) que integran el Reino Unido, esta consigna preanuncia el recorte de la soberanía que Edinburgo supo conseguir.
Los tories obtuvieron el 37% de los sufragios totales, los laboristas el 31%, UKIP el 13%, el LDP el 8%, el SNP el 5%, los verdes el 4% y los galeses de Plaid Cymru el 1 por ciento.
Según su voto, el país quedó claramente fracturado en cinco regiones: el sur y suroeste son masivamente conservadores; la mayor parte del Gran Londres, el centro y norte de Inglaterra siguen siendo laboristas, aunque estas dos regiones son más pobres y menos pobladas; Escocia y Gales responden masivamente a los propios nacionalismos, e Irlanda del Norte sigue segmentada entre unionistas y nacionalistas.
Contra los pronósticos de todas las empresas de sondeos de opinión que esperaban un empate técnico entre ambos partidos mayores, el CP triunfó ampliamente gracias al “conservador tímido" (el que ante los encuestadores no se atreve a reconocer que votará a los tories) y al miedo que los medios hegemónicos suscitaron entre votantes ingleses de clase media sobre la "inestabilidad" política y económica que acarrearía un gobierno laborista con apoyo de los nacionalistas escoceses.
Tiempos sombríos se anuncian para Gran Bretaña y el mundo. A la profundización de los recortes presupuestarios y el aumento de la xenofobia, la arrogancia conservadora añadirá una mayor dureza hacia la Unión Europea, más libertad para la especulación financiera y más guerras regionales para que el Imperio vuelva al escenario. Como en los últimos cuatro siglos, proclamar la "grandeza" del Imperio, sólo puede traer desgracias a Europa y el mundo.
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Eduardo J. Vior