La dictadura bolsonarista puede destruir Suramérica
Al
instaurar su planeado régimen autoritario, Jair Bolsonaro no podrá
mantener la heterogénea alianza que lo sostiene y agudizará las
tensiones internas y externas
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
24 de octubre de 2018
Infobaires24
24 de octubre de 2018
Después
de que el manifiesto de Jair Bolsonaro en el acto del pasado domingo 20
en la Av. Paulista de São Paulo confirmó que planea instaurar una
dictadura y de que las últimas encuestas hicieron previsible su triunfo
sobre Fernando Haddad el próximo domingo 28, las especulaciones de los
analistas se dirigen a prever el curso de su probable gobierno.
Cuatro
ejes se perfilan claramente en la futura acción internacional del
presidente Bolsonaro. En primer lugar, afianzará estrechos vínculos
diplomáticos e ideológicos con los gobiernos de EE.UU. e Israel,
segundo, en su ofensiva contra Venezuela puede llegar hasta la agresión
militar. En tercera instancia, en América del Sur aspira a formar con
Argentina, Paraguay, Chile y Colombia una alianza de gobiernos
conservadores. Finalmente, si bien ha dicho que no piensa retirar a su
país del Mercosur, pretende “desideologizarlo”.
Sin esperar a que el domingo próximo las urnas lo confirmen, el candidato ultraderechista ya llamó el pasado martes 16 a Mauricio Macri,
para ratificar la “relación estratégica” entre Brasil y la Argentina.
El sábado último también se comunicó con el presidente paraguayo Mario Abdo Benítez,
a quien le expresó su deseo de fortalecer las relaciones bilaterales.
En tanto, en su casa de Río de Janeiro recibió también a los senadores
chilenos Jacqueline van Rysselberghe y José Durana, de la base parlamentaria del gobierno de Sebastián Piñera
quien ya había manifestado públicamente su apoyo al futuro
superministro económico de Bolsonaro, Paulo Guedes, quien, tras formarse
en la Universidad de Chicago con Milton Friedman, durante la dictadura
de Augusto Pinochet fue profesor en la Universidad de Chile. Según fuentes de la campaña, se espera que en los próximos días Bolsonaro también converse con Piñera y con el presidente de Colombia, Iván Duque.
El
Mercosur no es mencionado en el programa electoral del candidato, que
sólo apunta a una reforma de Itamaraty y, en general, a profundizar la
integración con los países latinoamericanos “que estén libres de
dictaduras”. En cambio, sí ha destacado que pretende forjar un alineamiento más firme con Washington e intensificar la colaboración y el comercio con Israel, Corea del Sur e Italia (ya está en comunicación con el viceprimer ministro italiano, el ultraderechista Matteo Salvini).
Aunque
ya tiene un equipo que está elaborando los lineamientos de la política
exterior, todavía no ha decidido, si para ejecutarla designará a un
político o a un diplomático de carrera. Entre las opciones “políticas”
suena mucho la senadora Ana Amélia Lemos, del Partido Progresista, ex compañera de fórmula de Geraldo Alckmin.
Actual titular de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado,
luego de la primera vuelta se apresuró a respaldar al aspirante del PSL.
De ser nombrada, sería la primera mujer canciller en la historia de
Brasil.
Otro nombre político que se baraja es el del empresario Luiz Philippe de Orléans e Bragança,
diputado electo por el PSL por São Paulo y heredero de la familia
imperial derrocada en 1889. El Príncipe (como lo llaman) quiere revisar
la estructura del Mercosur e impulsa la firma de acuerdos bilaterales de
libre comercio, como el que acaban de negociar Brasil y Chile.
Entre las alternativas diplomáticas, en tanto, uno de los favoritos sería el embajador Ernesto Fraga Araújo,
actual director del Departamento de Estados Unidos y Canadá de
Itamaraty, firme defensor de Bolsonaro e impulsor de una “relación
carnal” con Washington. Otras posibilidades profesionales serían el
embajador Luiz Fernando Serra y tres mujeres embajadoras de alto perfil: María Luiza Ribeiro Viotti (actual jefa de gabinete del secretario general de la ONU, Antonio Guterres), María Nazareth Farani de Azevedo (representante permanente de Brasil ante la ONU en Ginebra) y María Dulce Silva Barros (subsecretaria general de Comunidades Brasileñas y Asuntos Consulares y Jurídicos en Itamaraty).
Por
la conformación de su base de apoyo, da la impresión de que la política
exterior de Bolsonaro oscilará entre el ideologismo, la demagogia y los
intereses contrapuestos del Ejército, los grupos financieros, los
terratenientes exportadores y los industriales de São Paulo, donde están
las mayores industrias exportadoras del país, especialmente la
automotriz. Indudablemente, Brasil buscará imponer a sus vecinos
acuerdos comerciales desiguales, intervendrá en sus asuntos internos
aplicando presión militar (especialmente en la Cuenca del Plata),
probablemente entregue a Estados Unidos la base aeroespacial de
Alcántara, en el nordestino Estado de Maranhão, y financiará la
expansión de sus iglesias pentecostales allende las fronteras. Sin
embargo, si se embarca junto con Washington y Bogotá en una intervención
militar contra Venezuela, provocará un conflicto bélico de larga
duración y amplio alcance, que fracturará el continente e involucrará
también a Bolivia, Nicaragua, Cuba, Rusia, Irán y China.
Como
el Ejército brasileño se concibe a sí mismo como pilar y equilibrador
del Estado, en principio no es previsible que quiera meterse en un
conflicto armado de grandes proporciones, antes de “reordenar” el
escenario interno en el sentido propuesto por el “Grupo Brasilia”
(equipo cívico-militar liderado por el general Augusto Heleno que se
viene reuniendo en Brasilia desde hace un año, para planificar el futuro
gobierno): combate a la corrupción y a la criminalidad, represión de
los movimientos sociales y de la izquierda, disciplinamiento de los
trabajadores y relanzamiento del crecimiento económico.
Sin
embargo, a pesar de la confianza que los medios conservadores y
liberales y los grandes grupos financieros tienen en que el
superministro Paulo Guedes y los militares “moderen” a Bolsonaro, éste
es un delirante paranoico, megalómano y místico. Cuando haya que
comenzar a repartir los escasos recursos del Estado, la heterogénea
alianza que lo está llevando al poder fracturará. Rupturas,
enfrentamientos y persecuciones dentro de la elite serán entonces moneda
corriente. Si por el desgobierno la crisis se agudiza, no sería raro
que el presidente mesiánico intente imponer una dictadura personal con
ayuda de las milicias evangelistas, los parapoliciales y las fuerzas de
choque de los terratenientes. En ese contexto, también puede ocurrírsele
invadir Venezuela, para coronarse como nuevo emperador de los trópicos.
El
domingo próximo marcará el comienzo de una época tan negra de la
historia suramericana, como no la hemos vivido desde 1865. Que el
resultado sea diferente depende de la unidad de las fuerzas
democráticas.
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Eduardo J. Vior