25 de Octubre de 2014
Kobani espera a los boinas verdes
Mientras las potencias sunitas del Levante boicotean la guerra contra el Estado Islámico, Assad, Jamenei y el PKK empujan a Washington a comprometerse en el combate.
La
guerra contra el Estado Islámico no se resuelve militarmente en Kobani,
sino en Mosul, pero el heroísmo de las Unidades de Protección Popular
(YPG, por sus siglas en kurdo) y el hecho de que la batalla se libre
ante las cámaras de televisión apostadas al otro lado de la frontera
turca han hecho de la ciudad kurda un símbolo de la resistencia contra
el islamismo. Entre tanto, cada paso que el presidente Barack Obama da
para acabar con el flagelo lo enfrenta más con el bloque integrista que
pretende reorganizar la región según líneas confesionales. Arabia
Saudita, Turquía, Jordania, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU),
empero, han sido aliados de EE.UU. por décadas, y le cobran muy caro su
reciente cooperación con Siria, Irán, los chiítas iraquíes y los kurdos
de Siria.
Confirmando que Damasco está aprovisionando a las YPG, el ministro de Información Omran al-Zoubi declaró el jueves 23 que “la ciudad de Ein al-Arab (nombre árabe de Kobani) es tierra siria y sus vecinos son sirios”. Desde 2011, el Partido de la Unión Democrática del Kurdistán sirio (PYD, por sus siglas en kurdo) y su aliado, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán turco (PKK, por sus siglas en kurdo) declararon la neutralidad en la guerra siria, se apoderaron del norte del país y han advertido que, si Turquía invade, los kurdos defenderán Siria. Es lógico entonces que Damasco y no Estanbul sostenga Kobani. Lo ilógico es que EE.UU. los abastezca.
Esta “inconsecuencia” de Washington y sus contactos con los líderes kurdos sobre los que informó el Wall Street Journal han enfurecido a sus aliados regionales que han abandonado la campaña aérea, mientras que el presidente turco Recep T. Erdogan el fin de semana pasado exigió que EE.UU. combata al mismo tiempo al EI y a Assad, si quiere que Turquía se sume a la coalición.
El líder turco apuesta a fragmentar Siria e Irak secundado por Francia y Gran Bretaña que desean recuperar su antigua influencia colonial. Daesh (por el acrónimo árabe del Estado Islámico) no surgió solo. Como demuestra un reciente informe de Reuters sobre la caída de Mosul en junio pasado, fueron oficiales iraquíes ligados al alto mando norteamericano quienes entregaron la segunda ciudad del país y disgregaron a las fuerzas leales. Y sigue teniendo ayuda, cuando no lo atacan seriamente.
La fragmentación de Irak permitió a Massud Barsani (presidente de la región autónoma y del Partido Democrático Kurdo, PDK) ampliar el territorio bajo su influencia y controlar importantes yacimientos petroleros. El actual líder de la región autónoma siempre tuvo el apoyo de la CIA y secundó a Turquía cuando ésta reprimía al PKK. Por eso en Kobani nadie espera a los peshmerga.
Poco a poco la conspiración colonialista pierde pie. El nuevo primer ministro de Irak Haider Al-Abadi, chiíta como su antecesor al Maliki, quiere restaurar la unidad del país combinando el apoyo norteamericano con el iraní que obtuvo generosamente la semana pasada en Teherán.
Si bien Irán rechaza unirse a la coalición contra el EI que lidera Estados Unidos, su líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, recibió personalmente al premier iraquí y le aseguró su apoyo. “Irán –declaró Jamenei– no dudará en ofrecer cualquier tipo de ayuda”, mientras criticaba la ofensiva occidental contra el EI diciendo que “creemos que el caso debe ser resuelto por los propios Estados de la zona”. El guía espiritual iraní insistió asimismo en que hay que restablecer la unidad nacional de los Estados de la región. Si bien Irán abastece y asesora al ejército iraquí y las milicias kurdas, no prevé mandar tropas a Irak, para evitar dar motivos a la agitación demagógica de los islamistas.
La evidencia de que la alianza Siria-Irak-Irán puede contener al Estado Islámico induce una discusión estratégica en la Comunidad de Inteligencia (IC, por sus siglas en inglés) norteamericana. En tanto un ex miembro directivo de la CIA propone la alianza con Damasco para combatir al Estado Islámico, un informe de la misma agencia publicado el miércoles 15 en el New York Times cuestionó la eficacia de armar a grupos rebeldes y aumentó las dudas de la CIA sobre el gasto de millones en milicias rebeldes en Siria.
El alto mando estadounidense sigue eludiendo tomar decisiones que seguramente alienarán a algún aliado regional. Así, el jefe del Comando del Ejército Zona Centro (Centcom), el teniente general Lloyd Austin, anunció el pasado viernes 17 que “lentamente” se está preparando una contraofensiva del ejército iraquí, aunque los comandantes norteamericanos estiman que éste necesitará asesores del ejército estadounidense. Austin señaló Mosul como la batalla decisiva en la guerra contra el EI, pero desconfía de la capacidad de los militares iraquíes y los peshmerga para reconquistar un objetivo tan difícil. Entre tanto prefiere continuar con los bombardeos de desgaste.
Mientras los aliados esperan, el EI atacó el lunes pasado simultáneamente quince objetivos en el Norte de Irak. A pesar de que los bombardeos norteamericanos han disminuido su capacidad para movilizarse en convoyes, el reducido número de blancos bombardeados le permite desplazar tropas hacia los pocos frentes de combate sin grandes problemas.
El gobierno norteamericano querría que sus aliados sunitas hicieran la guerra contra el Estado Islámico, pero éstos prefieren luchar contra Irán y los chiítas. Por su parte, el Pentágono no quiere dejar a iraníes, iraquíes y kurdos el honor de la victoria sobre el EI, pero si lo combate, se malquista con sus aliados de siempre.
Probablemente Obama no adopte decisiones importantes antes de las elecciones del 4 de noviembre próximo, pero si después –como anuncian las encuestas– el republicano John McCain preside la Comisión de Defensa del Senado, el presidente tendrá aún menos espacio de maniobra. Probablemente del empate de poder resulte el envío vergonzante de unos escasos contingentes, mientras los gobiernos de la región hacen lobbies encontrados dentro de EE.UU. y aumentan su parálisis. Kobani no necesita a los peshmerga entrenados por la CIA, sino a las propias “boinas verdes” norteamericanas, para que Washington se comprometa contra el islamismo. Mientras tanto la guerra de desgaste seguirá, inclusive dentro de los países occidentales.
Confirmando que Damasco está aprovisionando a las YPG, el ministro de Información Omran al-Zoubi declaró el jueves 23 que “la ciudad de Ein al-Arab (nombre árabe de Kobani) es tierra siria y sus vecinos son sirios”. Desde 2011, el Partido de la Unión Democrática del Kurdistán sirio (PYD, por sus siglas en kurdo) y su aliado, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán turco (PKK, por sus siglas en kurdo) declararon la neutralidad en la guerra siria, se apoderaron del norte del país y han advertido que, si Turquía invade, los kurdos defenderán Siria. Es lógico entonces que Damasco y no Estanbul sostenga Kobani. Lo ilógico es que EE.UU. los abastezca.
Esta “inconsecuencia” de Washington y sus contactos con los líderes kurdos sobre los que informó el Wall Street Journal han enfurecido a sus aliados regionales que han abandonado la campaña aérea, mientras que el presidente turco Recep T. Erdogan el fin de semana pasado exigió que EE.UU. combata al mismo tiempo al EI y a Assad, si quiere que Turquía se sume a la coalición.
El líder turco apuesta a fragmentar Siria e Irak secundado por Francia y Gran Bretaña que desean recuperar su antigua influencia colonial. Daesh (por el acrónimo árabe del Estado Islámico) no surgió solo. Como demuestra un reciente informe de Reuters sobre la caída de Mosul en junio pasado, fueron oficiales iraquíes ligados al alto mando norteamericano quienes entregaron la segunda ciudad del país y disgregaron a las fuerzas leales. Y sigue teniendo ayuda, cuando no lo atacan seriamente.
La fragmentación de Irak permitió a Massud Barsani (presidente de la región autónoma y del Partido Democrático Kurdo, PDK) ampliar el territorio bajo su influencia y controlar importantes yacimientos petroleros. El actual líder de la región autónoma siempre tuvo el apoyo de la CIA y secundó a Turquía cuando ésta reprimía al PKK. Por eso en Kobani nadie espera a los peshmerga.
Poco a poco la conspiración colonialista pierde pie. El nuevo primer ministro de Irak Haider Al-Abadi, chiíta como su antecesor al Maliki, quiere restaurar la unidad del país combinando el apoyo norteamericano con el iraní que obtuvo generosamente la semana pasada en Teherán.
Si bien Irán rechaza unirse a la coalición contra el EI que lidera Estados Unidos, su líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, recibió personalmente al premier iraquí y le aseguró su apoyo. “Irán –declaró Jamenei– no dudará en ofrecer cualquier tipo de ayuda”, mientras criticaba la ofensiva occidental contra el EI diciendo que “creemos que el caso debe ser resuelto por los propios Estados de la zona”. El guía espiritual iraní insistió asimismo en que hay que restablecer la unidad nacional de los Estados de la región. Si bien Irán abastece y asesora al ejército iraquí y las milicias kurdas, no prevé mandar tropas a Irak, para evitar dar motivos a la agitación demagógica de los islamistas.
La evidencia de que la alianza Siria-Irak-Irán puede contener al Estado Islámico induce una discusión estratégica en la Comunidad de Inteligencia (IC, por sus siglas en inglés) norteamericana. En tanto un ex miembro directivo de la CIA propone la alianza con Damasco para combatir al Estado Islámico, un informe de la misma agencia publicado el miércoles 15 en el New York Times cuestionó la eficacia de armar a grupos rebeldes y aumentó las dudas de la CIA sobre el gasto de millones en milicias rebeldes en Siria.
El alto mando estadounidense sigue eludiendo tomar decisiones que seguramente alienarán a algún aliado regional. Así, el jefe del Comando del Ejército Zona Centro (Centcom), el teniente general Lloyd Austin, anunció el pasado viernes 17 que “lentamente” se está preparando una contraofensiva del ejército iraquí, aunque los comandantes norteamericanos estiman que éste necesitará asesores del ejército estadounidense. Austin señaló Mosul como la batalla decisiva en la guerra contra el EI, pero desconfía de la capacidad de los militares iraquíes y los peshmerga para reconquistar un objetivo tan difícil. Entre tanto prefiere continuar con los bombardeos de desgaste.
Mientras los aliados esperan, el EI atacó el lunes pasado simultáneamente quince objetivos en el Norte de Irak. A pesar de que los bombardeos norteamericanos han disminuido su capacidad para movilizarse en convoyes, el reducido número de blancos bombardeados le permite desplazar tropas hacia los pocos frentes de combate sin grandes problemas.
El gobierno norteamericano querría que sus aliados sunitas hicieran la guerra contra el Estado Islámico, pero éstos prefieren luchar contra Irán y los chiítas. Por su parte, el Pentágono no quiere dejar a iraníes, iraquíes y kurdos el honor de la victoria sobre el EI, pero si lo combate, se malquista con sus aliados de siempre.
Probablemente Obama no adopte decisiones importantes antes de las elecciones del 4 de noviembre próximo, pero si después –como anuncian las encuestas– el republicano John McCain preside la Comisión de Defensa del Senado, el presidente tendrá aún menos espacio de maniobra. Probablemente del empate de poder resulte el envío vergonzante de unos escasos contingentes, mientras los gobiernos de la región hacen lobbies encontrados dentro de EE.UU. y aumentan su parálisis. Kobani no necesita a los peshmerga entrenados por la CIA, sino a las propias “boinas verdes” norteamericanas, para que Washington se comprometa contra el islamismo. Mientras tanto la guerra de desgaste seguirá, inclusive dentro de los países occidentales.
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Eduardo J. Vior