¿Qué Trump nos deparará 2021?
Tras
superar el juicio político y sin competidores, el presidente
norteamericano se encamina a su reelección, pero ¿con qué política?
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
7 de febrero de 2020
Infobaires24
7 de febrero de 2020
Al
día siguiente de haber sido sobreseído por el Senado, Donald Trump se
descargó contra sus adversarios dentro y fuera del gobierno. Fue un mes
duro, pero al presidente finalmente pudo empezar la campaña electoral
con el pie derecho. A esta altura del año, faltando nueve meses para la
elección presidencial, nadie duda del triunfo de Donald Trump. La
incógnita se plantea sobre la política que éste llevará adelante en su
segundo mandato.
En una alocución
espontánea ante el personal de la Casa Blanca el jueves 6 por la mañana
el jefe del Estado empezó descargando las tensiones que pasó durante 36
meses: “primero pasamos por el griterío de ‘Rusia, Rusia, Rusia,'”,
dijo, aludiendo a las acusaciones de complicidad con Rusia, para ganar
la elección de 2016. “Fue todo una bosta [sic] que nos obligó a
soportar el Informe Mueller”, continuó refiriéndose a la investigación
del fiscal especial Robert Mueller sobre si Trump había obstruido la
Justicia durante las pesquisas sobre la intromisión rusa.
“Ésta
no es ni una conferencia de prensa ni un discurso; es solamente una
celebración”, sintetizó. “No niego haberme equivocado en mi vida ni
haber hecho cosas incorrectas, aunque siempre sin intención, pero el
resultado es éste”, culminó, mostrando la tapa del The Washington Post con el titular del día: “Trump sobreseído”.
Al
absolver al presidente por 52 contra 48 votos en un cargo y por 53
contra 47 en el otro, el Senado de Estados Unidos dio el miércoles a la
noche por terminado el juicio político que habilitó la Cámara de
Representantes en diciembre pasado por los delitos de abuso de poder y
de obstrucción al Congreso.
La
votación en el Senado se realizó apenas unas horas después de que Trump
presentara el martes su informe anual sobre el estado de la Unión ante
la Asamblea Legislativa. Las escenas de Donald Trump negando el saludo a
su anfitriona, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy
Pelosi, y la de ésta rompiendo el texto del discurso, apenas el
mandatario hubo terminado, fueron cuidadosamente representadas, para
inaugurar la campaña electoral. Un novelón perfecto, que el pleno
subrayó aplaudiendo unánimemente a su huésped Juan Guaidó, cuando Trump
lo presentó como “verdadero presidente de Venezuela”.
Las
asambleas del Partido Demócrata (DP, por su sigla en inglés) en Iowa el
pasado lunes 3 debían dar el puntapié inicial para la campaña
preelectoral de la oposición, pero un grave desmanejo informático hizo
que el partido pasara un papelón. Tres días después del comicio, con el
97% de las mesas escrutadas, Pete Buttigieg, exalcalde de South Bend,
Indiana, superaba el jueves al senador Bernie Sanders ¡por 3 votos!
Consecuentemente, el Comité Nacional Demócrata (DNC, por su nombre en
inglés) ordenó la repetición de las asambleas.
El
martes 11 se realizará la primera elección primaria en Nueva Hampshire,
a la que el 22 suceden las asambleas demócratas en Nevada y el 29 la
primaria demócrata en Dakota del Sur. Ya el martes 3 de marzo las
primarias en 16 estados perfilarán más claramente las candidaturas.
Mientras que en el Partido Republicano el liderazgo de Trump es
incuestionable (en Iowa sacó el 97% de los votos), el Partido Demócrata
aparece atomizado y sin liderazgo.
También
el martes se conocieron los resultados de la última encuesta electoral
de Gallup. Según la misma, el 49% de los votantes norteamericanos
aprueba la gestión de Donald Trump. Es el índice más alto desde que
asumió la presidencia en enero de 2017 e incluye tanto a un 94% de
republicanos como a un 42% de electores autodefinidos como
independientes. Sin embargo, el porcentaje de sostén entre los
demócratas bajó a un inédito 7%. La diferencia de 87 puntos entre los
partidarios de uno y otro partido es, según Gallup, la mayor
polarización registrada desde que se realizan estas mediciones.
Para
todo observador atento de la política mediooriental, en tanto, es
evidente que el espacio político perdido por Irán tras el asesinato del
comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica,
Qasem Suleimaní, el pasado 2 de enero, fue ocupado por Rusia y no por
EE.UU. En el mes que pasó desde que Donald Trump ordenara su muerte, la
diplomacia de Moscú consiguió reducir la influencia iraní en Siria e
Irak y se afianzó como garante del orden postbélico en Medio Oriente.
Sin embargo, en Estados Unidos el presidente logró imponer la sensación
de que el magnicidio sirvió para evitar futuros atentados.
Asimismo,
dos semanas después de que China y EE.UU. firmaran el llamado Acuerdo
de Fase 1 para resolver su entredicho comercial, este lunes pasado el
Departamento de Comercio sacó una resolución que permite imponer tasas
aduaneras suplementarias a los productos de países que hayan devaluado
artificialmente sus monedas en relación al dólar, para mejorar sus
chances ante los productos norteamericanos. Si bien los medios
predominantes han puesto el acento en el mayor volumen de bienes y
servicios que la República Popular se ha comprometido a comprar a
Estados Unidos, el acuerdo se destaca en realidad por la rigurosa
protección de la propiedad intelectual de los productos y servicios
estadounidenses y por la eliminación de la obligación de transferir
tecnología a China. Al mismo tiempo, la potencia asiática se obligó a
aumentar sus importaciones de EE.UU. en 200 mil millones de dólares tan
sólo entre 2020 y 2021, lo que va a impulsar fuertemente el crecimiento
de la economía. Si bien se trata sólo de un acuerdo inicial y todavía
quedan muchos sectores de ambas economías sobre los cuales negociar,
Donald Trump puede vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo enorme.
En
el mismo sentido, una encuesta publicada el lunes 3 muestra que el 61%
de los norteamericanos aprueban el modo en que el gobierno federal está
manejando el riesgo de extensión de la epidemia de coronavirus. Si bien
muchos temen que la misma se expanda a EE.UU., muy pocos sienten temor a
un contagio inminente.
Durante su
discurso sobre el estado de la Unión, el pasado martes, Trump no se
privó de alabar enfáticamente su llamado “plan de paz” para Oriente
Medio. El presidente había presentado el proyecto el 28 de enero en la
Casa Blanca ante un auditorio compuesto por líderes republicanos e
importantes financiadores del partido, como el magnate del juego Sheldon
Adelson. Según la propuesta, EE.UU. reconocería la soberanía israelí
sobre los asentamientos judíos en Cisjordania, a Jerusalén como capital
de Israel y daría a éste la custodia de todo el territorio,
especialmente del valle del Jordán. Al mismo tiempo, permitiría la
constitución de un Estado palestino en los retazos territoriales que
quedarían en Cisjordania y Gaza y la instalación de su sede
gubernamental en Jerusalén Oriental.
La
propuesta, que no fue consultada con los palestinos, fue informada
previamente al primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y a su
contendiente, Benny Gantz, quien también la aprobó. Para los
observadores se trata de una grosera intromisión en la campaña israelí
para la elección parlamentaria de marzo próximo, pero sobre todo un
recurso propagandístico para asegurarse el apoyo de las iglesias y
congregaciones evangélicas sionistas.
A
pesar de sus éxitos políticos, diplomáticos y económicos es dudoso que
el presidente obtenga en noviembre la mayoría del voto popular, sobre
todo por el rechazo que experimenta en los estados más poblados de las
costas Este y Oeste. Igual que en 2016, va a recurrir entonces a
conquistar la mayoría del Colegio Electoral. Por ello es que está tan
pendiente del voto evangélico, predominante en los estados rurales del
Sur, Medio Este y Medio Oeste, y del voto latinoamericano anticastrista y
antichavista, determinante en Florida.
Donald
Trump dista de ser un líder ideológico. Más bien es una veleta que gira
con el viento. Según su visión estratégica, EE.UU. debería retirarse
del Medio Oriente ampliado y llegar a una mutuamente provechosa
partición de áreas de influencia con Rusia y China. Sin embargo, el
secretario de Estado Mike Pompeo, lo ha atenazado eficazmente desde el
gobierno, el Alto Mando, la CIA y el sionismo evangélico y el presidente
se ha plegado a la política de los sectores ultrarreaccionarios.
Gracias a ellos piensa ganar la elección. Después dependerá de la
correlación de fuerzas. No hay dudas de que Donald Trump será reelecto,
pero nadie sabe qué política llevará adelante en su segundo mandato.
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Eduardo J. Vior