martes, 21 de enero de 2020

EL VIAJE DE ALBERTO A ISRAEL

Una oportunidad de tener voz en la reconfiguración de Medio Oriente:

Argentina, Israel e Irán necesitan la paz en Medio Oriente


El imam Hussein recibe al general Soleimani en el cielo.

La autocontención del liderazgo iraní y la mediación de Rusia y China tras el asesinato de Qasem Soleimaní alinean a Netanyahu con Eurasia y disminuyen la tensión también en Suramérica

Canciller Solá, presidente Fernández y embajador Sergio Uribarri. Una oportunidad de tener voz en la región más candente del globo.

POR EDUARDO J. VIOR (aprovechando aportes de Pepe Escobar, Thierry Meissan y Guillermo Robledo)

El anuncio oficial de que el primer viaje del presidente Alberto Fernández al exterior lo llevaría hoy a Israel, donde el viernes participará en Jerusalén junto a numerosos líderes mundiales en la conmemoración del 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por el Ejército Rojo, despertó en Argentina encendidas y controvertidas reacciones.
En la discusión se metió el secretario de Estado Mike Pompeo quien el sábado 18 tuiteó «en el quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman, recordamos el ataque de 1994 contra el centro judío AMIA en Buenos Aires y su esfuerzo incansable para llevar a sus responsables a la justicia.» Luego de esto, nadie puede tener dudas acerca de la imbricación internacional del aniversario argentino ni de su estrecho vínculo con las movidas que se producen en Oriente Medio.
Precisamente por este complicado entramado es aconsejable comenzar el análisis determinando algunos hechos duros sobre la conmemoración en Yad Vashem. Según informa el portal oficial Noticias de Israel, el evento fue organizado por el presidente de ese país, Reuven Revlin, y el centro conmemorativo del Holocausto que cuenta con el financiamiento del empresario ruso-judío y filantropista Viatcheslav Moshe Kantor, presidente del Congreso Judío Europeo y muy cercano al presidente ruso Vladimir Putin. Concurren representantes de 46 países, entre ellos el propio Putin, quien ya se encuentra en Israel para una visita de Estado, el presidente francés Emmanuel Macron, el príncipe Charles del Reino Unido, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier y el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, con una delegación bipartidista del Congreso. No concurre Donald Trump.
Se espera que Rivlin se reúna con casi todos los líderes durante media hora cada uno. En cambio, el primer ministro Benyamin Netanyahu, en principio, sólo tiene planeado encuentros con Putin, Macron y Pence. La Casa Rosada ha anunciado que Alberto Fernández se reunirá con Putin, Macron y Netanyahu.
La figura central de la reunión será el mandatario ruso. Según el diario La Nación del jueves 17 de enero, el gobierno argentino comunicó a la embajadora de Israel, Galit Ronen, la decisión de Alberto Fernández de concurrir a la conmemoración, sorprendiéndola. ¿Quién lo invitó, si no Israel? Este domingo 19, en tanto, la embajada intentó hacer como que todo estaba previsto, pero no convenció. En una nota de Román Lejtman en Infobae se informó que la invitación ya había sido formulada por la embajadora el pasado 12 de noviembre, pero que Alberto Fernández recién se habría decidido a viajar el miércoles 15 de enero, cuando Cristina Fernández, a la vuelta de Cuba, lo invitó a cenar y le “aconsejó” acudir a la cita en Jerusalén.
El remiendo es peor que la versión originaria, ya que, si Cristina indicó al presidente la conveniencia de viajar a Israel después de su vuelta de Cuba, es necesario inferir que lo hizo inspirada por alguna conversación que tuvo en la isla. Como se sabe, el liderazgo cubano está en fluido contacto con el Papa Francisco y con Vladimir Putin. O sea que la corrección hecha oficiosamente por la embajada lleva a pensar que el presidente tomó la decisión siguiendo un acuerdo entre Raúl Castro, el Papa y Vladimir Putin.
En segundo lugar, el viaje se produce pocos días después de que Mauricio Macri ordenara escenificar el recordatorio por el quinto aniversario de la muerte de Alberto Nisman, del que la embajada se abstuvo, retirando también a la DAIA y la AMIA. Tercero, el presidente viaja a Israel, pero a la reunión del Foro Económico Mundial en Davos que comienza el lunes 20 sólo envía a Guillermo Nielsen (YPF). Tan importante como los foros a los que concurren nuestros representantes son aquéllos donde pegan el faltazo.
De estos primeros datos es preciso inducir que Alberto Fernández participa por alguna razón más que en la negociación de la deuda externa en el recordatorio del Holocausto con un mensaje universal de tolerancia y de lucha contra el antisemitismo. Para entender por qué, es necesario situar la conmemoración en su contexto regional.

Trump quiere retirar a EE.UU. de Medio Oriente

Al ordenar el asesinato del general iraní Soleimaní en Irak el pasado 2 de enero, Donald Trump puso al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Lo hizo para consumar un giro estratégico que está cambiando la historia mundial, afirma el internacionalista francés ‎Thierry Meyssan (https://www.voltairenet.org/article208908.html, 14-01-20), refugiado en Siria desde hace diez años.
Meyssan estima que Putin y Trump están organizando ‎una retirada coordinada de Estados Unidos e Irán de Medio Oriente. Sin embargo, ambos países sufren profundas divisiones internas que se reflejan en la incoherencia de sus políticas internacionales:‎
  • Donald Trump enfrenta no sólo la oposición de los demócratas, sino también la de muchos republicanos y de casi toda la administración federal, que no sigue sus instrucciones y conspira abiertamente para eyectarlo ‎de la Casa Blanca. Al mismo tiempo, como la elección del presidente se hace en EE.UU. por Colegio Electoral, no importan tanto la cantidad de votos que cada candidato obtiene como el número de unidades federadas en los que obtiene la mayoría. Así son tan relevantes los denominados “estados oscilantes” que de una elección a otra cambian su voto. El principal de ellos es Florida, y dentro de él, Miami, donde el voto de los inmigrantes latinoamericanos puede decidir el comicio. Por ello es que en esta campaña electoral los temas de la política hemisférica son mas centrales que nunca. Por el Partido Republicano (GOP, por su nombre en inglés) el senador Marco Rubio tiene un liderazgo indiscutido sobre la minoría cubanoamericana y lo usa para presionar al presidente junto con su colega Lindsey Graham, senador por Carolina del Sur y miembro prominente del lobby pentecostal dentro del GOP. Ambos están aliados a Mike Pompeo, secretario de Estado, quien aún sigue controlando la CIA (su cargo anterior) y mantiene una gran influencia sobre el secretario de Defensa, Mark Esper. El juego se vuelve, entonces, sumamente complejo y difícil de discernir: ¿el presidente está amenazando a Irán, para después negociar desde mejores posiciones o –presionado por la ultraderecha- efectivamente está iniciando una guerra contra la nación persa y, por extensión, contra Rusia y China?
  • En Irán, en tanto, compiten entre sí el presidente Hassan Rohaní y su gobierno y el poder estatal que depende del Guía de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei. El presidente Rohaní representa los intereses de la burguesía comercial de Teherán e Ispahán, que sufre mucho por las sanciones ‎estadounidenses. Rohaní fue ‎el primer contacto iraní del gobierno de Reagan y de Israel, cuando ambos ejecutaron en 1985 y 1986 el ilegal plan Irán-Contras (la venta de armas a Irán –que estaba sancionado por el Congreso estadounidense- para recaudar fondos con los que financiar a los contras nicaragüenses) y es, por lo tanto, un viejo conocido del “Estado profundo” norteamericano. Ya en 2013, durante las ‎negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, el jeque Rohaní fue el ariete de Obama y de Alí Akbar Velayati (canciller iraní entre 1981 y 1997 y actual consejero internacional del ayatolá Jamenei), contra el nacionalismo laico del entonces ‎presidente Mahmud Ahmadineyad, lo que lo convirtió en negociador del acuerdo nuclear de 2015.
  • Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el Imam Ruholá Jomeini, para dar la jefatura del Estado a un “sabio”. La función del ayatolá Jamenei es, entonces, garantizar que las decisiones políticas sigan ‎los preceptos del Islam y los principios de la Revolución. De él ‎dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem ‎Soleimaní. Sin embargo, a pesar de tantas facultades políticas, el presupuesto del Guía de la Revolución se determina según las fluctuaciones de los ingresos por la exportación del petróleo y, por consiguiente, está sumamente afectado por las sanciones norteamericanas.
Tanto en Estados Unidos como en Irán la mayoría de las decisiones adoptadas por uno de los poderes ‎descritos encuentra de inmediato la oposición de sus adversarios internos. ‎Por esta razón los cursos de acción de ambos contendientes son tan contradictorios y difíciles de prever. No obstante, hay hechos duros que todos conocen:
  • La República Islámica no reconoce el Estado de Israel, pero nunca ha planteado nunca la ‎liquidación de los judíos. Muy por el contrario, para resolver el estatuto de Israel y Palestina propone aplicar el principio de “una persona, un voto”, ‎incluyendo también a la diáspora palestina.
  • Aunque los medios presentan a Irán e Israel como enemigos ‎irreconciliables, ambos países explotan juntos y comparten la propiedad del oleoducto Eilat-Ascalón‎. El petróleo iraní llega por el Mar Rojo al sureño puerto israelí de Eilat, el oleoducto atraviesa el país y sale hacia Europa, refinado, por el puerto de Ascalón.
  • Si bien las potencias occidentales y la propaganda israelí afirman querer impedir que Irán tenga bombas atómicas, saben bien que una “fetua” o pronunciamiento legal del Imam Jomeini de 1988 declaró ‎las armas de destrucción masiva incompatibles con el Islam. Por consiguiente, la única potencia nuclear en Oriente Medio es Israel.

Irán ganó la guerra, pero puede perder la paz

Sobre la base de estos hechos, Thierry Meissan pasa a analizar el asesinato del general Soleimaní y la ‎crisis posterior: ‎
Soleimaní era un soldado excepcional. Ingresó a la Guardia Revolucionaria en el momento de su fundación, en 1979. De 1980 a 1988 luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán. Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre ‎árabe y persa de Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución auxilió a las ‎víctimas de la agresión occidental en toda la región. En 2006, durante la invasión israelí a Líbano, estuvo en Beirut dirigiendo la resistencia junto al general sirio Hassan ‎Turkmani y el jefe de Hezbolá, Hassan Nasralá. Sin embargo, no tuvo empacho en negociar con EE.UU., cuando las circunstancias lo aconsejaban. En 2001, por ejemplo, se alió con George W. Bush para ‎luchar contra los talibanes afganos. Y en mayo de 2018 cumpió la ‎orden de limitarse a defender a las comunidades chiitas en todo Medio Oriente.
Donald Trump comprendía el enorme papel militar del general Soleimaní como principal ejecutor de la política regional del ayatolá Jamenei, pero no entendió que el gran estratega se había convertido en un héroe de todos los pueblos de la región, admirado‎ en las academias militares del mundo entero. Al autorizar su asesinato, el presidente norteamericano arruinó la reputación que había ganado desde 2017 al tratar de contrarrestar el anterior apoyo estadounidense a ‎al-Qaeda y el Estado Islámico (EI), perdiendo su rol de árbitro regional.‎
El asesinato de Qasem Soleimaní unificó temporalmente a los dos poderes políticos iraníes alrededor de un mismo ‎sentimiento y obligó al gobierno israelí a adoptar una actitud ambigua, casi prescindente.‎ Estados Unidos esperaba que Irán reaccionara automáticamente, contragolpeando, pero el Guía Jamenei y el presidente Rohaní, en consulta con Rusia y China, prefirieron negociar con la mayoría de los países de la región, incluso con sus enemigos del Golfo. En ese momento sucedieron dos hechos: por un lado, el miércoles 8 un ataque con cohetes de la Fuerza Quds afectó con precisión instalaciones de las bases de Ayn al Asad en el norte de Irak, aunque solamente hirió a numerosos norteamericanos. La precisión del ataque y la incapacidad de la defensa antiaérea estadounidense para derribar ni un solo cohete demostraron a todos los países vecinos quién tiene la supremacía.
Por el otro lado, pocas horas más tarde la defensa antiaérea iraní derribó un avión ucraniano que despegaba de Teherán. Aunque tardío, el reconocimiento del presidente iraní de que se trató de un error de la defensa antiaérea y su disposición (aún no concretada) a entregar a Ucrania la caja negra le sirvieron para restablecer el intercambio diplomático con Europa y Canadá. El análisis de los datos técnicos conocidos revela, empero, que la aeronave no fue derribada por error: alguien quiso crear un casus belli, para romper toda negociación con Occidente. Nuevamente la lucha interna por el poder trabó una estrategia internacional brillante. Y sirvió para opacar la condena al asesinato de Solemaini y sus acompañantes.
A raíz del asesinato de Solemaini –continúa T. Meissan– Irán anunció que no seguiría respetando ‎el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de ‎su país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto, pero ‎en realidad eran ofertas de paz. Finalmente, el lunes 20 la cancillería iraní confirmó que su país no se ha retirado del acuerdo. Por su parte, la retirada de las ‎tropas estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un compromiso contraído por Trump durante su campaña electoral.
Durante los últimos años Irán consiguió eludir la presión norteamericana en Siria mediante la brillante conducción militar de Soleimaní y la participación en el proceso diplomático de Astana (Kasajistán) liderado por Rusia y con la actuación de Turquía. Tal como comentó Shaiel Ben-Ephraim en Asia Times (Putin calls on Netanyahu amid struggle for Syria, 15-01-20), este exitoso precedente es la fórmula que el ayatolá Jamenei aplica ahora, para expulsar a EE.UU. de Medio Oriente: acudir a negociaciones regionales, bajo el paraguas de Rusia y China, alcanzar acuerdos de seguridad colectiva (por ejemplo, en el Golfo) y arreglar bilateralmente los conflictos con sus vecinos.
La decisión de acudir a la diplomacia en lugar de a las armas tiene en cuenta, por un lado, el debilitamiento de la hegemonía norteamericana tras el asesinato de Soleimaní, pero, por el otro, refleja también la consciencia del liderazgo iraní sobre los propios límites: la exitosa estrategia del general asesinado trajo una relativa paz a la región, pero Irán está exhausto y necesita hallar rápidamente alternativas económicas.
Tras el fracaso de EE.UU., Rusia lo ha sucedido como árbitro entre todas las fuerzas de Oriente Medio y es aceptada incluso por Israel. Por supuesto que los halcones estadounidenses seguirán boicoteando ese liderazgo, al igual que la ultraderecha israelí o las familias más retrógradas de la península arábiga. Del mismo modo que los revolucionarios iraníes y sus aliados (Hezbolá, la Yihad Islámica, los hutíes yemenitas, etc.).
En tanto, tambien en Asia Times la periodista Siavash Fallahpour sostiene que, aunque Rusia y Turquía podrían ayudar a Irán a expulsar a EE.UU. de Medio Oriente, prefieren apuntar a obtener simultáneamente el retiro de las fuerzas norteamericanas e iraníes de las posiciones que ocupan.
Los principios de la paz no serán fijados todavía y su plena vigencia demorará. Durante el periodo de duelo por la muerte del general Soleimaní, Irán no podrá admitir públicamente ‎haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos que, por otra parte, necesita el consenso de todos los estados de la región y, ‎por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras disolventes y de su apoyo al terrorismo islámico, ni siquiera el Reino Unido podrá hacerlo fracasar y tendrà que aceptar que se lo convalide en una conferencia regional. ‎
Durante algún tiempo en todo Medio Oriente seguirán sonando los tambores de la guerra. Habrá atentados, levantamientos y represiones violentas. Las potencias regionales, en tanto, estarán tentadas de aprovechar las ventajas temporarias que les da la pérdida de hegemonía norteamericana.

La hora de Rusia

Inmediatamente después del asesinato de Soleimaní, Vladimir Putin inició una diplomacia viajera que lo llevó a Ankara, Damasco y, esta semana, a una larga visita en Tel Aviv. El presidente ruso puede obtener la retirada de los iraníes de Siria y, por consiguiente, el alejamiento de sus invencibles cohetes de alcance medio tierra-tierra, pero no lo hará gratis. Por lo pronto, la fuerza aérea israelí deberá dejar de bombardear bases persas en Siria. Pero, exige Moscú, si Tel Aviv quiere la paz en su frontera norte, debe apoyar también el levantamiento de las sanciones occidentales contra Damasco, para que Assad pueda reconstruir su devastado país. Se trata de un precio muy alto que Netanyahu todavía no puede pagar.
Para los israelíes Moscú se está convirtiendo en el destino diplomático más importante y el primer ministro necesita el apoyo ruso en la elección parlamentaria de marzo próximo, para ganar los votos del millón de inmigrantes rusos que viven en el país. Las encuestas todavía dan al bloque Azul y Blanco como ganador y al Likud como segundo y no está aún definido quién ganará la elección.
Al mismo tiempo, es evidente que Donald Trump se apartó de la política unilateralmente prosionista de su secretario de Estado Pompeo. Contra el histórico expansionismo de la ultraderecha nacionalista de Tel Aviv, el presidente parece estar favoreciendo el retorno al proyecto de Confederación Jordano-Palestina. Este giro estratégico se guía por el sentido común: si Israel anexa Cisjordania, una minoría judía gobernará a una mayoría palestina a la que –al igual que sucedió en Suráfrica– a la larga no podrá negar los derechos cívicos, con el riesgo de que el nuevo Estado pase a ser dirigido por los árabes. El reflotamiento de este viejo plan es una señal de alerta para Netanyahu. El primer ministro a cargo ya está anoticiado de que no puede mantener impunemente su red internacional de tráfico de armas y su complicidad con el de drogas contando sin más con el apoyo estadounidense.
Como es obvio, no todos los actores siguen sobre el terreno la lógica de la modificada constelación geopolítica del Medio Oriente y su influencia sobre la relación de fuerzas en América del Sur. Muchos se guían por sus intereses particulares, por convicciones ideológicas superadas por la evolución u obligados por alianzas de antaño. La reunión cumbre del 24 de enero nos mostrará –si Benyamin Netanyahu entendió que Israel ya no puede ganar una guerra contra Irán– que, ante la nueva hegemonía ruso-china sobre Eurasia, la retirada norteamericana del Medio Oriente es inexorable. Si el líder israelí acepta que, para mantener el poder, le conviene plegarse a la nueva “pax eurasiana”, integrar a su país al Camino de la Seda y la Franja, y remplazar las exportaciones de armas por las de gas, perderá interés en desatar guerras regionales y en participar en el riesgoso tráfico de drogas. De cumplirse estas complejas condiciones, dejará a sus aliados suramericanos librados a su propia suerte y priorizará los negocios pacíficos.
Puede ser que esta hipótesis esté influida por un deseo de paz e independencia. No es de esperar que los actores del cambio epocal que estamos viviendo anticipen sus jugadas. Deberemos interpretarlas por las señales que den. Por esto, es preciso prestar atención a la coreografía de la cumbre de Jerusalén, para poder juzgar la estrategia internacional del gobierno argentino. Si Alberto Fernández sabe equilibrar los encuentros con los líderes presentes, priorizar el intercambio con Vladimir Putin y lanzar a árabes e israelíes un audible mensaje de paz, habremos entendido que Donald Trump llamó a la retirada y está dispuesto a negociar un nuevo reparto del poder. Por lo pronto, queda claro que el presidente de todos los argentinos no viaja a Israel sólo para negociar sobre la deuda externa, sino para que empecemos a jugar en las ligas mayores del nuevo mundo.

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Eduardo J. Vior