Si EE.UU. ataca a Irán, se va a encontrar con Rusia y China
Al
ordenar el asesinato de Qassem Soleimaní, Donald Trump ha subido la
apuesta desconsiderando la multiplicidad de las respuestas posibles y
sin prever cómo zafar del pantano
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
6 de enero de 2020
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6 de enero de 2020
Con
el asesinato del comandante de la fuerza Quds (Jerusalén) de la Guardia
Revolucionaria Islámica (CGRI), el teniente general Qassem Soleimaní,
Estados Unidos provocó a Irán, para arrastrarlo a una guerra en la que
espera poder derrotarlo e imponerle condiciones ruinosas. Sin embargo,
el alto mando estadounidense parece no haber tenido en cuenta la
complejidad de las reacciones que ha despertado, la multiplicidad de
alternativas a disposición de Teherán ni el forzoso involucramiento de
Rusia y China.
“Que esto sirva como advertencia, hemos puesto en la mira 52 sitios [por los 52 rehenes tomados por la CGRI en 1979)] importantes para Irán y la cultura iraní
y esos blancos serán golpeados muy rápido y muy fuertemente. ¡EEUU no
quiere más amenazas!”, escribió Donald Trump este domingo en su cuenta
de Twitter. Al presidente, obviamente, no le importó que muchos fueran
sitios del patrimonio cultural de la Humanidad.
Desde
el otro lado le replicó el general Hossein Salamí, jefe de los
Guardianes de la Revolución Islámica que “el asesinato del mártir
general Qassem Soleimaní será seguido por una venganza estratégica que
definitivamente pondrá fin a la presencia de EEUU en la región”. Salamí
agregó que la represalia iraní “vendrá en una vasta geografía, a lo
largo del tiempo y con impactos determinantes”.
El
general Soleimaní, comandante de la Fuerza Quds, a cargo de las
operaciones especiales exteriores de la Guardia Revolucionaria, murió en
la noche del 2 al 3 de enero, cuando abandonaba el aeropuerto de Bagdad
a donde había llegado desde Damasco, alcanzado por dos cohetes Hellfire
R9X Ninja disparados desde un dron MQ-9 Reaper que había despegado
desde Catar. Junto con él fallecieron Abu Mahdi Al-Muhandis, subjefe de
las Unidades de Movilización Popular (Al Hashd al Shaabi), la coalición
de 40 milicias iraquíes que derrotó al Estado Islámico (EI), otros
cuatro oficiales del CGRI y varios altos mandos iraquíes.
Como
protesta ante el atentado, en todo Irán se realizaron masivas
procesiones fúnebres. La primera tuvo lugar este domingo en la ciudad de
Ahwaz, a donde llegó el cuerpo desde Kerbala (Irak). Posteriormente sus
restos se trasladarán al santuario Imam Reza en Mashhad. En un hecho de
significación mundial, este domingo la televisión iraní transmitió el
izamiento de una bandera roja sobre la cúpula de la mezquita de Jamkaran, en la ciudad santa de Qom, en la que residen las principales autoridades religiosas del país. El estandarte traía la inscripción en farsi Ya la-Thārat al-Husayn
(“¡Oh los asesinos de Husáyn!”) con la que se homenajea el sacrificio
del Imán Husáyn en la batalla de Kerbala (683 dne) y se apostrofa a sus
asesinos. El color rojo representa la sangre de los mártires. El
martirio de Husáyn marca el inicio del Islam chiíta. La bandera no se
había izado nunca desde que Irán se hizo chiíta en 1501. Cuando se la
izó, el imán de la mezquita clamó “¡Oh, Alá! Acelera la reaparición de
tu custodio”, pidiendo la venida del Mahdi (el Guiado). El Mahdi es el
duodécimo Imán de la tradición chiíta, desaparecido en el siglo IX, que
–según la tradición- volverá a la Tierra para dirigirla durante algunos
años antes del fin del mundo, librándola del mal y restaurando la
verdadera religión.
Este
domingo se sucedían agitados intercambios diplomáticos entre
representantes iraníes y extranjeros, para hallar una salida a la crisis
creada por EE.UU. Teherán pidió una reunión del Consejo de Seguridad de
la ONU para tratar el asesinato de Qassem Soleimaní y la Unión Europea
invitó al canciller iraní Mohamad Javad Zarif a Bruselas, mientras que
la cancillería iraní advertía al embajador de Suiza (representante de
los intereses de EE.UU.) que “un ataque contra sitios históricos o
culturales constituye un crimen de guerra“. Entre
tanto, fuentes de Teherán informaron que EE.UU. ha pedido insólitamente a
Irán, a través del mismo mediador, que no lleve a cabo “una respuesta
desproporcionada”. Por su parte, la región mediooriental está
conmocionada. Diplomáticos sauditas, cataríes y emiratíes se
distanciaron del ataque. En Bagdad, a su vez, el gobierno de transición
declaró haber sido informado pocos minutos antes del bombardeo, pero
haberse expresado en desacuerdo con el mismo, mientras que el parlamento
exigió al gobierno que reclame el retiro de todas las tropas de la
OTAN.
Entre tanto, en un aparente
acto fallido, el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu confirmó que
su país es la única potencia nuclear de Oriente Medio. En una reunión
de gabinete en la que se trataban sus negociaciones con Chipre y Grecia
para construir un gasoducto, este domingo el procesado jefe de gobierno
anunció que “de este modo Israel se convierte en potencia nuclear”, para
corregirse inmediatamente y decir “potencia energética”. El acto
fallido de “Bibi” debe entenderse como una terrible amenaza contra Irán.
Lógicamente, Irán respondió canceló el cumplimiento de las obligaciones
que le imponía el Acuerdo Nuclear de 2015.
El
gobierno norteamericano habría apostado a que se produzca una respuesta
iraní en Irak o en el Golfo Pérsico, pero Teherán tiene muchas opciones
disponibles. En Irak, por ejemplo, las FMP pueden paralizar la salida
del petróleo controlado por los estadounidenses, en Yemen los hutíes
cerrarían el tránsito naviero por el Mar Rojo, mientras que en
Afganistán, las milicias chiítas harían la vida imposible a las tropas
de EE.UU.
Ante la inminencia de una
guerra entre Irán y Estados Unidos China y Rusia ya se alinearon la
semana pasada, al realizar maniobras navales junto con la marina iraní
en el Golfo de Omán. No obstante, China todavía está pidiendo a ambas
partes que mantengan la calma. Beijing no quiere guerras en Asia, porque
dañarían su iniciativa del Nuevo Camino de la Seda y la Franja. Además,
es la principal compradora de petróleo iraní, su mayor socio comercial
en general e Irán es un nodo privilegiado para las comunicaciones hacia
Occidente, por lo que China tiene un especial interés en la estabilidad
de ese país.
Hasta ahora Beijing
intentó equilibrar su apoyo a Teherán con buenas relaciones hacia
Saudiarabia, pero esto cambiaría en caso de guerra. Por otra parte,
sobre el Golfo de Omán también tiene costa Paquistán, donde la República
Popular expandió el puerto de Gwadar como salida del ferrocarril
Transhimalaya que le permitiría exportar hacia el Oeste, sin pasar por
los mares del Sur de China y el Estrecho de Malaca. Por consiguiente, la
gran potencia oriental no soportaría callada un ataque contra Irán. Del
mismo modo, Rusia tampoco se mantendría quieta ante una agresión a su
vecino que podría dejarla expuesta a ataques desde el sur.
EE.UU. asesinó al de facto
segundo líder de la República Islámica, para provocar a Irán a comenzar
una guerra frontal, en la que calcula derrotarlo fácilmente e imponerle
una negociación desventajosa, para que entregue su arsenal de
cohetería, se retire de Siria, Irak, Yemen y Afganistán y clausure
definitivamente su programa nuclear. La operación fue ordenada,
evidentemente, previendo una confrontación en territorio iraquí o en el
Golfo, pero Washington no calculó la posible reacción de las milicias
que el general Soleimaní organizó en la región ampliada ni la
implicación de Rusia y China.
Donald
Trump ordenó el asesinato del líder iraní en una fuga hacia adelante,
presionado por la amenaza de juicio político y por las condiciones que
la ultraderecha evangélica republicana le impuso para apoyarlo en la
venidera elección presidencial de noviembre. En su lógica supone que hay
que golpear fuerte al adversario, para imponerle condiciones de
negociación ventajosas, pero este pensamiento binario no tiene en cuenta
los sentimientos y las emociones de otras culturas y cosmovisiones. A
esta altura de los acontecimientos es difícil avizorar quién podría
interceder, para evitar una catástrofe de alcance planetario, pero sí se
puede determinar que Estados Unidos se ha metido en un pantano sin
salida. La pregunta es qué pasará después de su derrota.