El destino latinoamericano
Aunque no se conocieron, la
política latinoamericana hizo que Fidel y Perón se cruzaran varias veces
y se respetaran a pesar de las diferencias.
La muerte lima los cantos y subraya las líneas
maestras de una vida. Fidel Castro militó la suya en pos de la unidad
latinoamericana como destino de la independencia y la justicia social.
Durante su vida tuvo muchos admiradores y detractores, pero muy pocos
pares, uno de ellos argentino.
Cuba hoy lo reconoce. Dice el editorial del Granma
del sábado 26: “Fidel, junto a otros magnos pensadores
latinoamericanos, sembró en la región esa necesaria premisa de
supervivencia sobre la base de la independencia que cuando es olvidada
por los pueblos conduce a involuciones históricas como las verificables
hoy en partes del subcontinente”. Quien le salvó la vida, resaltó la
dimensión continental de su revolución y la defendió contra el bloqueo
imperialista fue Juan Domingo Perón.
A sus 22 años Fidel Castro presidió en Bogotá el
comité organizador del Congreso Latinoamericano de Estudiantes que el
gobierno argentino financió para oponerse a la Conferencia Panamericana
de Cancilleres en la que EE.UU. impuso la fundación de la OEA el 9 de
abril de 1948. Ese mismo día esbirros del gobierno conservador
colombiano asesinaron al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, desatando
un alzamiento popular (“el bogotazo”) que duró diez días y cuya
represión empujó a los montes de Cundinamarca a los guerrilleros que
luego darían origen a las FARC. Así comenzó la guerra civil que ahora
busca su fin.
En esos días de furia el líder cubano fue detenido
por la policía colombiana y se temía por su vida, pero el dirigente
estudiantil argentino Antonio Cafiero logró que el canciller Juan A.
Bramuglia -presente en la conferencia-, con la anuencia del Presidente
Perón interviniera ante el gobierno colombiano, consiguiera la
liberación de Fidel y lo sacara del país.
Cuando Perón estaba exiliado en España, a
principios de los años 60, su delegado personal John W. Cooke lo incitó a
asilarse en Cuba, pero el General avizoró las restricciones que
sufriría por la dependencia cubana de la Unión Soviética y prefirió la
libertad de movimiento que tenía en España a pesar de Franco.
Durante su tercera presidencia, entre 1973 y 1974,
Juan D. Perón ordenó a su canciller J.A. Vignes votar en la OEA por el
levantamiento del bloqueo contra Cuba y obligó a la empresa Ford a
entregar a la isla una flota de coches que el gobierno cubano había
adquirido con un crédito oficial argentino. Fue por entonces que el
General dio a su ministro de Economía, José Ber Gelbard una carta
personal para el líder cubano, cuando en junio de 1974 el ministro viajó
a Cuba en misión oficial. Allí le expresa lo siguiente: “(…) es
indudable que la necesidad de una unidad latinoamericana será la única
posibilidad de libertad real para nuestro continente”. La unidad
continental es el único reaseguro de la libertad y la justicia. Más allá
de las diferencias ideológicas, de estilo y edad, esta fe en el destino
unió a ambos líderes.
Cuenta mi amigo Enrique del Percio que Antonio
Cafiero visitó a Fidel en Cuba por última vez en 2000, poco antes de que
George W. Bush comenzara su mandato. Ante su angustia por el
reaccionarismo del tejano, el cubano le respondió: “¡Pero, chico! Si los
peores ataques los hemos recibido de los demócratas. Con los
republicanos siempre hemos podido negociar”. Fidel lo tuvo claro: cuando
está en juego la suerte de la patria, las ideologías son meras
distracciones.
En el futuro próximo los latinoamericanos
necesitaremos mucho este pragmatismo maquiaveliano en el mejor sentido
del término. Perón y Fidel no se conocieron, pero sus destinos se
cruzaron varias veces y se respetaron mucho a pesar de las diferencias.
Ambos sabían que sólo la unidad del continente puede consolidar la
independencia y la justicia social.