domingo, 15 de julio de 2012

La economía, en el centro de la coyuntura

Año 5. Edición número 217. Domingo 15 de julio de 2012
La baja de la tasa de interés del Banco Central al 8%, el pasado miércoles 11 es, por ahora, la última medida macroeconómica adoptada para reactivar la economía brasileña, cuya tasa de crecimiento no superará este año el 2%. Todos los actores piden un nuevo ciclo inversionista, pero la inminencia de las elecciones municipales del 7 de octubre traba los acuerdos.
Por ejemplo, dos Medidas Provisorias dictadas por el gobierno en abril pasado creando incentivos tributarios y crediticios para el sector productivo pueden perder vigencia, si el Congreso no las convierte en ley la semana próxima. La Medida Provisoria (MP) es un instrumento legislativo del Presidente de la República, similar a nuestros decretos de necesidad y urgencia, que debe ser ratificado por el Congreso dentro del mismo período de sesiones. Si la Cámara de Diputados no las aprueba antes del receso parlamentario que comienza el próximo martes 17 y las envía al Senado, el Poder Ejecutivo no podrá decretar otras sobre los mismos temas hasta el año próximo, por lo que el gobierno está intensamente movilizado para superar el bloqueo opositor.
La economía ya está en el centro de la incipiente campaña electoral. Para los conservadores no hay duda: “El gobierno continúa apostando al mercado interno, para enfrentar la crisis global –argumentaba Rolf Kuntz, columnista económico de O Estado de São Paulo, el pasado día 11–, pero hasta ahora la apuesta dio poco o ningún resultado. (…) A largo plazo el crecimiento depende de la tasa de inversión y de la eficiencia del capital invertido.” Según el mantra conservador, basta con que el Estado gaste menos y mejore las condiciones de mercado para que las empresas privadas crezcan. Por el contrario, el ex ministro de Economía de la dictadura (1967-74 y 1979-85) y ahora firme oficialista Delfim Netto afirmó el pasado día 10 en la revista de centroizquierda Carta Capital que “en lo que se refiere a Brasil, la sexta economía mundial desaceleró (como las otras), pero está en una situación relativamente mejor, con una política económica virtuosa que mantiene la línea de desarrollo con inclusión social, un control de la inflación bien ajustado y una política fiscal que, comparada a los demás países, es nítidamente superior en sus resultados”.
Algo más matizado, el día 11 Luis Nassif enumeraba en el mismo medio los obstáculos al crecimiento de la demanda: “(…) Las inversiones en el marco del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC, vigente desde 2010), las de las empresas estatales y de los Estados no carecen de recursos financieros, pero hay mucha lentitud en la implementación de los proyectos. La exigencia de Petrobras de que sus proveedoras aumenten el contenido nacional en los suministros para las plataformas petrolíferas dará un enorme impulso a la industria, pero ésta necesita tiempo. El Banco Nacional de Desarrollo Económico (Bndes) dispuso grandes líneas de financiamiento para los Estados, pero falta que éstos presenten proyectos de inversión en infraestructura. (…) El consumo de las familias está limitado por el alto nivel de endeudamiento alcanzado. El aumento de la demanda de productos de exportación, en tanto, depende de que la producción brasileña sea más competitiva. A corto plazo el gobierno apunta en esta dirección desvalorizando el real y subiendo los impuestos a las importaciones, pero toda la acción del Ministerio de Hacienda se está concentrando sobre los productos finales y sólo poco a poco está actuando sobre las cadenas productivas”.
Trabado por la coyuntura electoral y la ineficiencia del Estado, el gobierno de Dilma está agotando sus herramientas macroeconómicas y aparentemente sólo busca limitar el castigo de los votantes, mientras espera negociaciones más fluidas para después de octubre.

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Eduardo J. Vior