jueves, 19 de julio de 2018

Los presidentes coinciden, pero falta mucho

Trump y Putin entreabrieron la puerta de la paz

El “Estado profundo” norteamericano se rebela contra el intento de fijar reglas para la competencia civilizada entre EE.UU. y Rusia
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
19 de julio de 2018
Eduardo J. Vior
Tras la cumbre entre el presidente de Estados Unidos y Rusia en Helsinki el pasado lunes 16 la inmensa mayoría de los medios occidentales acusó al mandatario norteamericano de haber capitulado ante su homónimo ruso. La indignación de las cadenas y diarios de EE.UU. fue tanto mayor, cuanto que el jefe de la Casa Blanca primero afirmó que Rusia no interfirió en la campaña electoral de 2016 y luego se retractó. Por cierto que ante la prensa en Helsinki y después Trump fue confuso y contradictorio. Sin embargo, no son sus palabras, sino el significado del encuentro mismo lo que enfurece al “Estado profundo”. Volver a establecer reglas para la relación con Rusia (y quizás también con China) limita el poder omnímodo que militares y espías conquistaron en los últimos 40 años. Por ello se han alzado contra el presidente.
Los presidentes sólo informaron someramente sobre lo conversado en las dos horas de reunión. Según fuentes rusas, habrían coincidido en extender la vigencia del Tratado Start III de 2010 sobre armas estratégicas y en comenzar a dirimir sus diferencias de percepción sobre las violaciones al Tratado para el Control de las Armas Nucleares de Alcance Medio (INF, por su sigla en inglés) de 1987, que prohíbe a las partes disponer de cohetes con un radio de acción entre los 500 y 5500 kilómetros.
Otro tema central fue Siria. Aparentemente, ambos jefes de Estado coincidieron en evitar allí todo choque entre israelíes e iraníes, mantener la comunicación militar entre EE.UU. y Rusia, separar a los contendientes en el norte y colaborar con el retorno de los refugiados. Por el contrario, evitaron hablar sobre la continuidad de Baschar al Assad.
Asimismo trataron sobre Ucrania. Putin dejó claro que la incorporación de Crimea a Rusia, aprobada en un referéndum realizado en marzo de 2014, es irreversible. A cambio, ofreció interceder para moderar a las milicias prorrusas en las repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk. En trueque, Trump habría ofrecido moderar las pocas sanciones económicas que dependen de su jurisdicción, dado que la mayoría de las mismas está sometida al voto parlamentario. No obstante, calló ante el pedido ruso de que Ucrania permanezca neutral.
Como era de esperar, en Rusia las reacciones ante la cumbre han sido mayoritariamente positivas. Por ejemplo, Andrei Kortunov, presidente del Consejo de Asuntos Internacionales, juzga que el encuentro puede servir, para que ambos países inicien un diálogo diplomático a bajo nivel. “Usualmente –dijo el experto- las relaciones ruso-norteamericanas progreden de arriba hacia abajo: los presidentes se encuentran, llegan a acuerdos y luego ponen en movimiento sus pesadas maquinarias burocráticas, para que los diplomáticos, funcionarios civiles y militares se encuentren y busquen la forma de implementar los acuerdos. Seguramente –continuó- esta vez comenzarán por la pacificación de Siria y el desarme nuclear.” De acuerdo a Kortunov, la propia realización de la cumbre debe verse como un gran suceso.
El Director del Instituto de Estudios sobre Estados Unidos y Canadá en la Academia Rusa de Ciencias, Valery Garbuzov, en tanto, opinó en TASS que es muy temprano, para evaluar el éxito o fracaso del diálogo en Helsinki. “Sólo se van a poder sacar conclusiones sensatas –indicó-, cuando se constituyan los grupos de trabajo comunes, se comience a resolver los problemas y se restauren los antiguos mecanismos de concertación entre ambas superpotencias”. No obstante, advirtió que todo gesto de distensión que Washington adopte hacia Moscú va a ser interpretado en EE.UU. como una prueba de la colusión entre ambos líderes. Él calcula que en ese contexto va a demorar por lo menos dos años, hasta que los dos países puedan dialogar con cierta normalidad.
Por su parte, Dario Fabbri, especialista sobre EE.UU. en la Revista Italiana de Geopolítica Limes, opinó que el mayor éxito de Putin en Helsinki fue el haber sido rehabilitado como interlocutor válido. Particularmente interesante es que el analista italiano subraya la consistencia de la propuesta geopolítica de Donald Trump. “Aún antes de ser electo en 2016 –destacó- Trump subrayó la importancia de normalizar las relaciones con Rusia. Hay que recordar –continuó- que el presidente norteamericano tiene una visión económica del mundo. Desde este punto de vista, Rusia no es un rival de EE.UU., porque es un país débil que no puede competir con la economía norteamericana. Sin embargo, prosiguió, Rusia puede ser muy útil a Estados Unidos, para avanzar en el desarme nuclear y resolver crisis regionales. En esos aspectos –concluyó- Trump ve una importante base para alcanzar acuerdos y por ello se encontró con Putin.”
Los medios norteamericanos y occidentales en general han acusado a Trump de ser una marioneta de Putin. Sin embargo, los hechos de los últimos tiempos desdicen esa afirmación. Especialmente en la política energética internacional Donald Trump ha llevado una dura confrontación con Rusia. Las ventas de petróleo y gas alcanzan al 60 por ciento de las exportaciones totales de Rusia, mientras que Europa le compra el 50 por ciento de los hidrocarburos que necesita. Al mismo tiempo, los ductos que atraviesan Rusia le sirven como palanca para influir sobre los productores en Asia Central, como Kazajistán y Turkmenistán.
Por otro lado, desde el golpe de estado en Ucrania en 2014 Putin ha buscado febrilmente la posibilidad de construir oleo- y gasoductos que lleven el fluido a Europa, sin pasar por el territorio de su vecino. En 2016 el gobierno de Barack Obama consiguió que Bulgaria desistiera de sumarse al proyecto South Stream, que a través del Mar Negro debía llevar a Europa el gas del Cáucaso. Ahora, Donald Trump está tratando de impedir la construcción del gasoducto North Stream 2, que, a través del Mar Báltico, transportaría los hidrocarburos rusos directamente hasta Alemania.
La razón inmediata para este bloqueo es que el presidente estadounidense quiere conquistar el mercado europeo para el Gas Natural Licuado (GNL) que EE.UU ha comenzado a exportar a Europa. Este año han comenzado los envíos y Trump necesita ganar nuevos clientes.
Además de la competencia en el mercado gasífero, Rusia está también sufriendo el alza de las tarifas aduaneras norteamericanas sobre la importación de metales, una de sus principales productos de exportación. Resumiendo, la acusación de que Trump es una marioneta de Putin carece de asidero real.
La reacción de los medios norteamericanos contra Trump por su encuentro con Putin ha sido tan feroz como predecible. Sin embargo, la acusación de “traición” vertida contra él lo pone en serio peligro. El Washington Post lo acusó de “coludirse con el líder criminal de una potencia hostil” y de “traicionar” a los servicios de inteligencia norteamericanos, al rechazar –junto con el presidente Putin- la acusación de interferencia rusa en la campaña electoral de 2016.
Trump es veleidoso, mentiroso, fanfarrón, demasiado retórico y contradictorio. Sin embargo, el eje central de su geopolítica está claro: reducir la exposición de las fuerzas norteamericanas en el mundo, concentrarse en pocos frentes y vincular las intervenciones exteriores con el inmediato provecho económico. Por ello está interesado en normalizar la competencia con Rusia. Sobre esta base espera también alcanzar reglas de trato con China.
Si la investigación del fiscal Robert Mueller avanza rápidamente, los conspiradores pueden estar tentados de iniciar en el Congreso el proceso de juicio político. Por esta razón, el presidente está urgido por ganar las elecciones legislativas del 6 de noviembre. Es una lucha feroz que se libra en las cabezas del pueblo norteamericano. Quien logre conquistarlas, habrá vencido. Del resultado de este combate depende la paz mundial.

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Eduardo J. Vior