La verdad tiene tranco largo
Nuestro subcontinente sudamericano
está viviendo una doble revolución, cívica y democrática, que está
transformando nuestras sociedades y culturas, mientras cambia nuestra ubicación
en el mundo. Al hablar de revolución cívica me refiero a un proceso en el que se
reconocen y amplían los derechos y las libertades individuales y grupales, no
sólo para defender mejor al individuo ante el Estado y las grandes
corporaciones, sino también para expandir sus esferas de actuación. Es la revolución
burguesa que nuestros países nunca profundizaron y que en Paraguay abortamos
hace 140 años. Esta revolución implica necesariamente desarrollar el
capitalismo con sus alcances y lacras. Desarrollar la revolución democrática,
por su parte, quiere decir agrupar a los individuos en pueblos que se
autogobiernen en todas las esferas de la vida. Es la única forma de compensar y
controlar las barbaridades inherentes al capitalismo y mantener viva la
perspectiva de un mundo más humano, aunque a veces implique limitaciones para
algunos individuos y grupos y no garantice necesariamente la adecuada
convivencia con el entorno natural.
La complejidad e incertidumbre de
este doble proceso me hace acordar a El
mar de las historias que se bifurcan, el maravilloso cuento de Salman
Rushdie. Lo bueno y lo malo conviven en cada historia. Solamente la combinación
de ambos polos hace una historia completa.
Visto desde una perspectiva
histórica, puede afirmarse que estamos retomando los caminos truncados por los
terrorismos de Estado en las décadas de 1960 y 1970. En ellos se despliegan muchas
contradicciones de las que ya no tenemos memoria y que entonces fueron
suprimidas por la barbarie imperial. Pero, como vivimos en el mundo de 2012,
estos viejos conflictos se entrelazan con los actuales.
El proceso no sólo es contradictorio
sino abarcador. Estas revoluciones están transformando la política, las
relaciones internacionales y la economía, pero también el mundo de la vida
cotidiana. “Es la hora de los hornos y ningún pan puede quedar en el horno”,
dijo José Martí. Aunque por primera vez en nuestra Historia estas revoluciones
no están propulsadas por la violencia política, la violencia recorre todos los
reacomodamientos de las relaciones interpersonales, sociales, culturales, económicas
y políticas. Por eso el período es tan terriblemente caótico. Somos parte de
revoluciones que nos abarcan y nos incluyen, se meten en nuestras casas y en
las maneras de trato con nuestros semejantes. Nos arrastran, sin que estemos
suficientemente preparados para vivir en ellas y no tenemos certezas sobre sus
derroteros.
No solamente que la resistencia del
imperio y las oligarquías viejas y nuevas es constante y permanente. También actúa
por las líneas interiores de los procesos populares y emancipatorios. Como las
rupturas con el viejo sistema nunca son totales y, al menos en los países del
MERCOSUR, hemos incorporado a los procesos revolucionarios gran parte de los
viejos sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, también hemos tomado
la mayoría de sus hábitos y conductas. El espíritu competitivo y el arribismo,
el oportunismo y la corrupción caracterizan nuestras revoluciones sólo un poco
menos que el patriotismo, la solidaridad, la búsqueda de justicia, el
sentimiento democrático y la libertad de conciencia. Por ello no son raras las
operaciones encubiertas, las campañas de difamación y calumnias, las intrigas y
las conspiraciones. Debe entendérselas como un lastre necesario de la
emancipación y la democracia, aunque para nada aceptables.
Cuando presenté este blog la semana
pasada anuncié que en él publicaría contenidos políticos y académicos. Uno de
los grandes temas latinoamericanos del momento es la clarificación de los
frentes: ¿quién está realmente del lado de las revoluciones ciudadanas y
populares que están viviendo nuestros países y quiénes sólo se aprovechan de
ellas para medrar y, en el momento oportuno, saltar la cerca y aliarse con las
oligarquías viejas y nuevas? No se trata de hacer campañas “puristas”,
señalando a los “falsos patriotas”. Esto sería hacerle el juego a la reacción
que pretende dividir las grandes coaliciones sociales que están hoy impulsando
las transformaciones cívicas y democráticas. No obstante sí se trata de
trabajar permanentemente sobre la política de Memoria, Verdad y Justicia
restableciendo la vigencia de los hechos duros y la memoria de las utopías
compartidas y desenmascarando las campañas confusionistas que engañan a
desprevenidos y sirven a otros que no lo son tanto.
Desde 2009 vengo sufriendo arteras
campañas de calumnias y difamaciones que intentan ensuciar mi nombre y
convertirme en un paria social, sin trabajo ni amigos. Sin embargo, no lo han
conseguido ni lo conseguirán. Tengo fuerza de resistencia y no tengo odio,
aunque sí bronca. Tengo el amor fabuloso de mi esposa, compañera e inspiradora
Alcira. Tengo amigos viejos que son de fierro y otros nuevos que han llegado en
la crisis por sentimiento de justicia. Tengo el apoyo silencioso de mujeres y
hombres de valía en el mundo académico y en la militancia nacional y popular.
Por eso puedo resistir y seguir andando contra el golpe artero, la intriga, la
ofensa y la mentira.
I.
El pretexto de las difamaciones
Desde hace casi tres años se agita
contra mí una campaña anónima que intenta reescribir la Historia y convertirme en
cómplice de la última dictadura. A pesar de que la Justicia Federal
ha confirmado mi inocencia y de que la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el CELS han
aceptado mis presentaciones,
periódicamente circulan por Internet mails anónimos o con identidades apócrifas
que quieren ensuciar mi nombre, dejarme sin trabajo y sin existencia pública.
Existen fundadas sospechas e indicios sobre el origen, las motivaciones y las y
los actores de esa campaña, pero, como la reforma de la legislación argentina
sobre difamación y calumnias en 2009 impide accionar judicialmente en la
materia,
sólo resta argumentar, explicar y hacerse presente en todos los espacios
públicos para desenmascarar la infamia.
Voy a contar de qué se trata y, si
alguien quiere honestamente más aclaraciones, estoy a su disposición por este
medio. Todas mis afirmaciones están documentadas.
La campaña pública contra mí comenzó
a fin de 2009 y continúa. Toma como pretexto inicial mi desempeño como redactor
de la Sección
Internacional del diario Convicción
entre 1978 y 1980 y como colaborador de la misma desde Alemania entre 1980 y
1982. Su fuente de información son listas de redactores y colaboradores del
diario que fueron primero publicadas sin adjetivación alguna por Claudio
Uriarte en su capítulo “Recuerdo de redacción: invierno en Convicción”, que
integra el libro de E. Blaustein y M. Zubieta Decíamos ayer: la prensa argentina bajo el Proceso (Buenos Aires:
Colihue, 1999). Poco después de la muerte de éste, en 2007, la lista apareció
nuevamente en Internet, pero con el epíteto de “Colaboracionistas de la
dictadura en el diario ‘Convicción’”. Con una sola palabra se convirtió a
cientos de periodistas en cómplices del terrorismo de Estado.
En los últimos años varios de esos
periodistas ya dieron adecuadas explicaciones en distintos medios de difusión y
en libros.
Claudio Uriarte, quien se inició en
el periodismo a los dieciocho años como compañero mío en la sección de
Información Internacional donde trabajó entre 1978 y 1980, describió la sección
y el diario en el capítulo mencionado (pp. 314-318) del modo siguiente:
“Convicción era como los demás diarios: con la misma variedad ideologica
en la composición de su redacción y la misma inconsistencia editorial y de línea
política.”
“El director era Hugo Ezequiel Lezama (…) [y] así se consiguió una
redacción que se repartía entre a) liberales (…), b) una porción nada
desdeñable de izquierdistas de distinto pelaje (…), c) una importante facción
peronista y d) algunos radicales. (…) La redacción era así un muestrario
bastante representativo de las tendencias de la época, y la mayoría de sus
integrantes eran periodistas profesionales de reconocida trayectoria.”
“Cuando entré a Convicción, a Política internacional para ser más
precisos, la sección estaba dirigida (en orden de autoridad decreciente) por un
liberal (Mariano Montemayor, ya fallecido), por un nacionalista de derecha
extremadamente culto y astuto (Edgardo Arrivillaga) y por un marxista
(Alejandro Horowicz). (…) de lo que puedo dar fe es que Convicción no
era un pasquín de servicios de informaciones.”
“Algunos de los que trabajaron en Convicción han preferido deletear el
dato de sus currículums, (…). No entiendo (…) qué vergüenza pueden tener de
haberse ganado la vida, en tiempos muy duros, escribiendo notas a veces muy
buenas, y al mismo tiempo sin comprometerse nunca en posiciones políticas o
sociales aberrantes.”
Más recientemente Daniel Muchnik,
quien estuvo a cargo de la sección Economía de Convicción, reseñó en la edición del diario Perfil del 12 de noviembre de 2010 que:
“(…) En Convicción nos congregamos, en diferentes años y entre
tantos, Pascual Albanese, Julio ardiles Gray, Hugo Beccacece, Vicente Muleiro,
Sibila Camps, Mauro Viale, Fernando Niembro, Jorge Dorio, Giselle Casares,
Vilma Colina, [Ricardo] Fermín Chávez, Osiris Chiérico, Oscar Delgado, Luis
Domeniani, Carlos [‘Charly’] Fernández, Pedro Larralde, Enrique Macaya Márquez,
Jorge Manzur, Juan Carlos Montero, Marcelo Moreno, Martín Olivera, J.C. Pérez
Loizeau, Luis Lanús, Ernesto Schóo, Any Ventura, Alejandro Horowicz, Nelson
Marinelli, Alberto Guilis, Edgardo Arrivillaga, León Epstein, Tito Livio La Rocca, H.H. Rodríguez Souza,
Ángel Faretta, el que esta nota suscribe, etc., etc. Y firmaron colaboraciones
Mario Rapoport, Luis Alberto Romero, María Moreno y Germán García entre muchos
otros.”
“Cada uno de nosotros asumía su propia ideología. Había ideologías de
todos los colores y posiciones [y] puede decirse sin temor al equívoco que los
de ‘derecha’ eran minoría frente a los de ‘centroizquierda’ o ‘izquierda bien
izquierda’. (…) Desde mi interés periodístico mis notas de análisis y
cuestionamiento a la política de apertura de la economía, protección de la
importación y destrucción de la industria nacional y a las facilidades
otorgadas al sistema financiero con su correspondiente quiebra de instituciones
bancarias en cadena, nada había cambiado entre lo que yo venía firmando en Clarín
y aquello de lo que luego me hice cargo en Convicción con nombre y apellido.
No padecí límites ni censuras, ni presiones, y nadie desde la conducción me
sugirió títulos o temas determinados. (…) Como bien advierte Marcelo Borrelli
en su libro El diario de Massera, no había en la Redacción signos
evidentes de una ligazón del matutino con los marinos. No había en los pasillos
personal naval en uniforme realizando tareas de control.” (…)
Por su parte, hace un año y medio,
en un “contraeditorial” del diario El
Argentino del 7 de diciembre de 2010, bajo el título “Convicción contado
por uno de sus trabajadores”, Alejandro Horowicz, también compañero y jefe mío
en la sección de Información Internacional, coincidió con Muchnik y ofreció “in memoriam Claudio Uriarte” una reseña
similar de esa redacción y del diario:
“Sin embargo, no
es ése el recuerdo instalado. ¿El motivo? Simple, al sobreimprimir la salvaje
represión de la Marina
(la ESMA) con el
diario, una cosa se volvió la otra. En la simplificación liberal una sociedad
aterrada soportó una dictadura militar y las FF.AA. pasaron a ser las únicas
culpables; se omitía un pequeño detalle: sólo fueron el instrumento con que la
dictadura burguesa terrorista ejecutó su terrible programa. Y los trabajadores
de Convicción, al igual que los trabajadores de los demás medios, deben ser
considerados por lo que publicaron con su firma. Todo lo demás, al igual que
hoy, pasa por la responsabilidad editorial.”
Coincido con la caracterización de
Horowicz. Toda la sociedad argentina fue campo de batalla. Había
colaboracionistas en el quiosco de la esquina y resistentes en las redacciones
y vice versa. Como ejemplo recuerdo un artículo mío de mediados de 1978 que
acababa abogando por un orden mundial con vigencia de los derechos humanos
(¡!). También hay que citar que Horowicz perdió su trabajo como Secretario de
Redacción de la
Sección Internacional a mediados de 1980 después de publicar
una contratapa titulada “León Trotzky, fundador del Ejército Rojo”.
Claro que las transgresiones no eran
gratuitas. Cuando a principios de 1979 me entusiasmé informando sobre las
huelgas metalúrgicas en el ABC paulista (Brasil era mi especialidad) y el
retorno de Leonel Brizola del exilio, Mariano Montemayor me llamó y me dijo que
tuviera cuidado, que los servicios están interrelacionados y que no le gustaría
verme “acabar en un zanjón”. Cuando se lo conté al Padre Jacinto Luzzi S.J.,
del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de la Compañía de Jesús, donde
yo participaba regularmente en reuniones de la oposición sindical que luego
formaría el “Grupo de los 25”
que organizó la primera huelga general contra la dictadura el 25 de abril de
1979, se quedó pálido y no dijo nada. A los tres meses, en una conversación
casual, me impulsó a presentarme a una selección de becarios para Alemania que
organizaría la
Fundación Konrad Adenauer. Así obtuve la beca que me llevó en
1980 con mi familia a Alemania.
Todavía poco antes de partir Edgardo
Arrivillaga me preguntó si, al irme yo a Alemania, dejaba familia en Argentina.
Extrañado, le respondí que sí, que quedaban mis padres y mi hermana con su
familia, a lo que me respondió “¡ah, viejito! ¿Entonces vas a seguir
colaborando con el diario, no?” Ante tan sutil insinuación lo hice. Colaboré
con el diario hasta la Guerra
de las Malvinas. Cuando ésta acabó, juzgué que ya no había riesgo y dejé de
mandar colaboraciones. Todos los artículos de opinión que publiqué llevan mi
firma, no fueron manipulados y expresan mi pensamiento. Quien quiera verlos,
puede hacerlo en la
Biblioteca Nacional o en la Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso.
Aclaro para los malintencionados: mi
beca ascendía en los tres primeros años a los 1.100 marcos alemanes y yo pagaba
600 de alquiler. No era tan lujosa, como figura en algunos de los ataques
contra mí de los últimos años. Pero, además, el pago por las colaboraciones lo
percibía mi padre que me lo hacía llegar cuando podía, así que en los primeros
años de mi estadía en Alemania trabajé de lo que encontraba para sostener a mi
familia: como lavaplatos en un restaurante, como jardinero, haciendo mudanzas, etc.
Recién a partir de 1982 comencé a dar clases de español en la Universidad de
Heidelberg y en institutos privados, actividad que mantuve en paralelo hasta mi
regreso al país en 2004.
Por otra parte, a partir de marzo
de1981, con el advenimiento del gobierno Viola y el comienzo de las
devaluaciones, las colaboraciones perdieron completamente valor, de modo que
seguí escribiendo gratis, sólo para proteger a mi familia en Argentina.
II.
Mi actividad en Alemania y mi
retorno a Argentina
Junto con mis estudios de posgrado
en Maestría y Doctorado en Ciencia Política en Alemania seguí militando
políticamente con pocas interrupciones, Durante los primeros años 80 participé
en las reuniones de las agrupaciones peronistas en Europa, en una gran reunión
de exiliados en París en 1981 (donde denuncié públicamente al colaboracionista
Enrique “Quique” Padilla en presencia del ex-senador Hipólito Solari Yrigoyen)
y mantuve luego regularmente el contacto con algunos compañeros, como Carlos
Flaskamp, entonces exiliado en Colonia, o Emilio García Méndez, quien hizo su
doctorado en Saarbücken. Ya en los años 90 milité durante diez años (1989-99)
en el Partido Verde alemán
y a partir de 1993 participé regularmente en las reuniones de los grupos
argentinos en Alemania. Todos los argentinos con quienes trabajé entonces
supieron que yo había colaborado con Convicción.
Nunca lo oculté y siempre figuró en mi CV. No es un honor, pero tampoco una
mácula.
Pude regresar al país en 2004
gracias a que mi enamorada Alcira me ayudó a encontrar a Hugo Chumbita, a quien
yo había conocido años atrás en París y con quien había colaborado a la
distancia, cuando él editaba en Barcelona una buena revista de exiliados. Así
conseguí un nombramiento como profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional
de La Matanza
(UNLaM) que me permitió obtener un subsidio de la Oficina Federal
alemana del Trabajo para mi retorno a Argentina que incluyó pago del viaje, del
transporte de mis enseres y muebles, subsidio compensatorio del sueldo por un
año y medio y seguro de salud. Vinculada con esta ayuda estaba la posibilidad
de que mi Universidad obtuviera del World
University Service (WUS) un subsidio para equipamiento por hasta 10.000
euros con la sola obligación de garantizar mi contratación por dos años. Aclaro
que la UNLaM no
daba contratos, sino que renovaba los nombramientos cada cuatro meses (¡!).
Sobre este subsidio conversé a principios de 2005 con las autoridades del
Departamento de Derecho y Ciencia Política donde trabajaba, el decano Alejandro
Finocchiaro y la
Secretaria Académica Andrea Peroceschi. Al poco tiempo me
respondieron que no había interés ni posibilidad de que la Universidad
garantizara mi contrato hasta mediados de 2007.
Aclaro este punto, porque en algunas
de las difamaciones anónimas contra mí se lee que la UNLaM me habría echado,
porque intenté chantajearla con este subsidio. La acusación es llamativa,
porque supuestamente quienes me atacan se identifican como de izquierda, pero
Finocchiaro pertenece a los cuadros de conducción del PRO, se proclama amigo de
Mauricio Macri, llevó a trabajar a La Matanza a Rodolfo Barra y a Ciro James y quedó
tan envuelto en el escándalo por las escuchas telefónicas en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que
debió renunciar al decanato en 2011. Muy pocas personas sabían de la oferta que
hice a la Universidad,
de modo que la información debió venir de ese círculo. ¿Qué cuadros de la
derecha están detrás de los ataques contra mí? ¿Quienes me atacan son
izquierdistas despistados o provocadores infiltrados que quieren crear un clima
de zozobra para asaltar posiciones en el gobierno popular usando estas campañas
como pretexto? ¿Por qué nunca dan la cara, no presentan denuncias ante la Justicia ni muestran
pruebas de sus afirmaciones?
De hecho seguí trabajando en La Matanza hasta que a fines
de 2006 acabó el proyecto de investigación sobre “Condiciones de la
participación política de comunidades de origen inmigrante: el caso de los
bolivianos en el Partido de La
Matanza” que dirigía (ver conclusiones en mi libro de
reciente aparición: Migraciones
internacionales y ciudadanía democrática, Saarbrücken: EAE, 2012). En ese
momento dejaron de designarme y me quedé sin trabajo. Aclaro que la UNLaM nunca pagó antigüedad
y que, al momento de dejar de trabajar allí, ganaba poco más de 2.000 pesos
mensuales.
Mientras estaba sin empleo,
participé en 2008 en la fundación de “Carta Abierta”, donde fundé y organicé la Comisión de Derechos
Humanos que coordiné hasta principios de 2009.
III. Mi paso por la Universidad Nacional de Río Negro
Después de pasar dos años dando
cursos de posgrado en numerosas universidades nacionales, en enero de 2009 gané
una convocatoria interna para trabajar en el Instituto de Investigaciones en
Políticas Públicas y Gobierno de la recién fundada Universidad Nacional de Río
Negro. Mi esposa Alcira fue invitada por el Rector Juan C. Del Bello a fundar
un instituto de investigaciones de su interés. Así nació el Instituto de
Investigaciones en Filosofía Práctica y Pensamiento de Asia, África y América
Latina. Ella solicitó licencia en la
UBA y ambos nos mudamos a Viedma.
En ese momento dejé la coordinación
de la Comisión
de Derechos Humanos de “Carta Abierta”. Quiero aclararlo, porque otra infamia
que circula es que me habrían echado de este colectivo de centroizquierda. Nada
más lejos de la verdad, como pueden atestiguarlo mi amigo Horacio González u
otros miembros fundadores como Aurelio Narvaja o Ricardo Forster. Simplemente
dejé de participar regularmente por razones de distancia, pero, cuando estoy en
Buenos Aires y coincido con una asamblea, participo, como lo hice en el brindis
de fin del año pasado. Hay suficientes testimonios y fotos que lo demuestran.
No cabe aquí indagar las causas,
pero desde el inicio de nuestro trabajo en la UNRN fuimos aislados de la comunidad local, mi
esposa jamás tuvo lugar de trabajo y mis investigaciones en el marco del
proyecto “Condiciones y consecuencias
políticas e institucionales de la participación ciudadana de las comunidades de
origen inmigrante en la
Provincia de Río Negro desde una aproximación intercultural a
los derechos humanos” tuvieron escaso financiamiento y fueron muy mal miradas,
en la medida en que acompañaba los proyectos para la organización de los
quinteros bolivianos que viven superexplotados por la elite local en el Valle
Inferior del Río Negro. En ese contexto fui convocado por el INTA de la Patagonia Norte
para evaluar proyectos de asesoría a la horticultura regional que llevarían
adelante sus técnicos.
Las
trabas y los conflictos fueron escalando hasta que el 8 de diciembre de 2009,
cuando mi esposa estaba volviendo del quirófano donde se le había trasplantado
la cadera (estábamos en Buenos Aires) y recién despertándose de la anestesia,
me llamó por teléfono para entrevistarme Alicia Miller, Jefa de Redacción del
diario Río Negro. A pesar de que le manifesté la situación en que nos
encontrábamos, insistió en entrevistarme sobre mi trabajo en Convicción,
hasta que accedí. Obviamente no eligió el momento por causalidad. Como en
Viedma es usual que los poderes locales accedan a las historias clínicas de
quien quieran espiar y mi esposa se había hecho allí los estudios
prequirúrgicos, ella conocía la fecha de la operación y sabía que me
encontraría desconcentrado y con los pensamientos en otra cosa.
A
partir de la publicación (tergiversada) de la entrevista tres días después se
generó un escándalo (preparado por los conspiradores) en la sede local de la Universidad. Todavía
en vísperas de Nochebuena en una reunión con el Rector éste me manifestó que el
error era mío, por haber dado la entrevista y por haber puesto la verdad en mi
CV, al mencionar mi paso por Convicción (¡!). Por otra parte, él no
creía que mis atacantes se animaran a pedir el juicio académico contra mí y
que, si lo hacían, podía quedarme tranquilo, porque el reglamento de juicio
académico de la UNRN
era tan garantista como el de la Universidad Nacional
de Córdoba (efectivamente muy bien hecho).
Cuál
no sería mi y su sorpresa, cuando el 11 de enero de 2010 se publicó en el Río
Negro la noticia de que un grupo de docentes y funcionarios no docentes
solicitarían el juicio académico contra mí. Recién días después de habérselo
informado al Rector en sus vacaciones, me mandó por mail el reglamento en
cuestión que había sido adoptado en octubre del mismo año (casi hecho a medida).
Se trata de un documento de antología que obra en mi poder, porque viola todas
las normas internacionales y nacionales de defensa en juicio:
·
Una de las causales posibles para solicitar un juicio académico contra
un profesor pueden ser “conductas de algún modo vinculadas con violaciones de
los derechos humanos”. O sea, el pizzero que llevaba las pizzas a las
comisarías.
·
El juicio puede ser solicitado por cualquier miembro de la comunidad
universitaria.
·
El juicio se realiza en instancia única, sin derecho a apelación.
·
El tribunal se reserva el derecho a
aceptar las pruebas presentadas por el acusado.
·
No existe posibilidad de asistencia letrada.
Como
mi contrato vencía el 31 de enero y el Rector no quería tener escándalos,
concertamos mi separación de la Universidad. Puede preguntarse, por qué no presenté
un amparo ante la
Justicia Federal local. Mi esposa y yo consideramos esta
posibilidad, pero ante la colusión de las elites locales, las flagrantes
violaciones a los derechos procesales que se dan en esa jurisdicción (conocemos
el caso cercano y reciente de un fiscal federal a quien se sometió a un sumario
viciado de nulidad y, sin embargo, debió pedir el traslado) y la falta de un
abogado penalista local de confianza que me defendiera, decidimos regresar a
Buenos Aires. En esas condiciones el pedido de juicio académico –que nunca
había sido presentado al Rectorado- quedó sin objeto y nunca se sustanció. Lo
digo para responder a otra maledicencia: NUNCA FUI SOMETIDO A JUICIO ACADÉMICO.
Cuando
volvimos a Buenos Aires, llegaron mails anónimos a nuestras amistades, colegas
y relaciones políticas y nuestro teléfono estuvo intervenido entre marzo y
abril de 2010, hasta que con ayuda de organismos oficiales se liberó
nuevamente.
IV.
Mi desempeño en la UNILA y mi defensa pública
En
mayo de 2010 gané el concurso para profesor regular adjunto de Ciencia Política
en la recién fundada Universidade Federal da Integração Latino-Americana
(UNILA) en Foz do Iguaçu, Brasil, donde sigo trabajando. Comencé a desempeñarme
en septiembre de ese año y a viajar regularmente entre Buenos Aires e Iguazú,
ya que mi esposa –reintegrada a la
UBA e investigadora principal del CONICET con lugar de
trabajo en Buenos Aires- no puede trasladarse.
En
diciembre del mismo año se realizó en Foz la Cumbre de Presidentes del MERCOSUR y en ese marco
se reunió el Foro de la
Sociedad Civil. Como hace diez años que investigo y publico
sobre el acceso de las comunidades de origen inmigrante a los derechos
políticos, se me ofreció y acepté la coordinación de la mesa sobre “Migraciones
y derechos humanos” que debía reunirse dentro de ese Foro. Cuál no sería mi
sorpresa, cuando, al reunirse la mesa, se me informó que la misma estaba
estructurada desde tiempo atrás, con grupos de trabajo y coordinadores. De
todos modos se me dio la posibilidad de coordinar un bloque de las discusiones,
pero, al comenzar, un grupo argentino (más tarde identificado) comenzó a
increparme por mi supuesto colaboracionismo con la dictadura. Como la gritería
aumentaba y no tuve ninguna posibilidad de defenderme, me retiré del Foro.
En
los meses siguientes arreciaron los llamados y los mails sobre el Rectorado de la Universidad reclamando
mi separación. Finalmente, en abril de 2011, una alumna puso en circulación dentro
de la Universidad
un mensaje electrónico con un texto bajado del periódico virtual Rebelión,
en el cual se acumulaban todos los infundios sobre mí. Ante este ataque, de
común acuerdo con el Sr. Rector de la Universidad, tomé una licencia en Buenos Aires,
me presenté a la
Justicia Federal, que inmediatamente certificó que no existe
imputación alguna contra mí (certificado del Juez Federal Sergio Torres, del
TOF 12, a
cargo de la causa ESMA) y regresé a la Universidad, reintegrándome a mis tareas. En los meses
siguientes me presenté a la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) solicitando información sobre si existe algún tipo de investigación sobre mí
vinculada con eventuales complicidades con violaciones de los derechos humanos
durante la dictadura, pero ni uno ni otro dieron cuenta de la existencia de
investigaciones al respecto. Reunidos estos antecedentes, finalmente, en enero
de 2012 fui entrevistado por un periodista de la sección “Lesa Humanidad” del
semanario Miradas al Sur en la que por primera vez pude dar a conocer
públicamente la verdad de los acontecimientos.
Habiéndome
presentado a la
Justicia Federal, no existiendo investigación alguna contra
mí por violaciones de los derechos humanos y después de que yo hice públicas
tanto mi historia como los pasos emprendidos para limpiar mi nombre y honor, sin
que nadie me contradijera, no existe justificación alguna para continuar los
ataques en mi contra. Sin embargo, todavía aparecen en Argentina y en Brasil
algunos anónimos que insisten en la mentira.
No
sé qué los mueve ni por qué tienen tal afán por ensuciarme. Yo tengo la conciencia
tranquila, todo lo que he afirmado en las líneas precedentes está debidamente
documentado y a disposición de quien quiera saber la verdad. Tanto las autoridades
de mi Universidad como las autoridades ejecutivas y judiciales pertinentes de
Argentina están debidamente informadas. A mis atacantes les toca ahora explicar
sus motivaciones, salir del anonimato, mostrar pruebas, si las tienen, o
callarse.
V.
Operaciones distorsivas
Esta
oscura trama de ataques con argumentos de izquierda e informaciones de la
derecha (como demuestra el ejemplo de La Matanza) es parte de las maniobras distorsivas
que se realizan actualmente para ganar posiciones aprovechando la fluidez de
los movimientos sociales en curso, la flexibilidad de las alianzas y la
persistencia de figuras, organizaciones e instituciones conservadoras, aun
dentro de los procesos emancipatorios. En Argentina operan grupos provocadores que
gritan contra mí para asaltar posiciones oficiales y amedrentar a los
compañeros. En Brasil, por su parte, quienes se oponen al proyecto
latinoamericanista de la UNILA
agitan contra mí para golpear por elevación contra el Rector H. Trindade y la
propia Presidenta de la República
que respalda activamente el proyecto. Lo nuevo está naciendo, pero lo viejo
todavía no ha muerto. En este espacio intermedio se dan estas batallas
mediáticas que la extrema liberalidad de legislación argentina sobre calumnias
y difamación hace posibles.
Yo
sigo adelante, amando a mi queridísima Alcira, a mi hija y nietos,
investigando, publicando y desempeñando normalmente mi vida académica. Como
decía mi viejo maestro:
“Quienes quieran
oír, que oigan;
quienes quieran seguir, que sigan;
alta es mi empresa y clara, mi divisa;
mi causa es la causa del pueblo,
mi guía, la bandera de la
Patria”
(Juan D. Perón).