viernes, 10 de junio de 2016

Sin los derechos de los trabajadores no hay recuperación

El neoliberalismo “bueno” marcha por Francia

Por Revista Veintitres
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A la cabeza de un nuevo movimiento “reformista”, el ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, dinamita la izquierda en busca de una nueva mayoría.
Por Eduardo J. Vior 

Ni el inicio de la Copa Europea de fútbol este viernes ha dado pausa al gobierno francés de Manuel Valls (Partido Socialista, PS). La Intersindical (que reúne a todas las centrales) está movilizada para frenar la “reforma laboral” que amenaza derechos vigentes desde hace mucho tiempo. Y para echar aceite al fuego, cuando la popularidad del gabinete está en su nivel más bajo, su ministro de Economía, Emmanuel Macron, lanza un nuevo movimiento neoliberal. En medio de la crisis económica, política y social el gobierno socialista se desangra en luchas intestinas y deja libre el camino al Frente Nacional y a la derecha tradicional de Nicolas Sarkozy.

En marche! (“¡En marcha!”), el movimiento político que presentó el ministro de Economía, Industria y Tecnologías Digitales Emmanuel Macron en abril pasado, salió el pasado sábado 4 de junio a timbrear casa por casa para recoger 100.000 testimonios que le permitan diagnosticar la situación del país. En septiembre próximo su líder pretende presentarlo públicamente y en el próximo invierno boreal anunciar “un plan de acción progresista para transformar el país”.

Aunque el joven ministro (39 años) fue miembro del Partido Socialista (PS) entre 2006 y 2009, ha declarado que su fuerza política es a la vez de izquierda y de derecha. Según el diario Libération, En marche! se basa en un sistema de enrolamiento piramidal directamente inspirado por las campañas electorales de Barack Obama en 2008 y 2012. 

Aunque ya está bien posicionado y es conocido por el 70% de los votantes, Macron deberá mejorar mucho su imagen en lo que queda del año. De acuerdo con una encuesta publicada el 3 de junio, por ejemplo, 52% de los franceses piden su dimisión del gobierno. Especialmente el 55% de los votantes de izquierda contra el 44% de los de derecha desea su salida. La encuesta se hizo en medio de un debate intenso sobre su evasión del Impuesto sobre las Fortunas (ISF) gracias a que habita una casa artificialmente subvaluada.

Emmanuel Macron nació en 1977 en Amiens, se formó en un colegio católico, estudió en el Instituto de Ciencia Política (“SciencePo”) de París y en la Escuela Nacional de Administración (ENA) de Estrasburgo. Pertenece, por lo tanto, a la selecta elite formada en las llamadas “grandes escuelas”, los establecimientos superiores de los que salen los dirigentes del Estado y de las grandes empresas privadas. Luego de su posgraduación trabajó como inspector de Finanzas hasta 2008, cuando ingresó a la Banca Rothschild, en la que hizo una brillante carrera y se enriqueció, hasta su regreso a la política en 2014, al incorporarse al segundo gobierno dirigido por Manuel Valls. Paralelamente, desde 2007 forma parte del grupo de expertos denominado “Comisión Attali” (por su presidente). Entre tanto, también en 2007 se casó con Brigitte Trogneux, 18 años mayor que él, su ex profesora de francés en el liceo y descendiente de una familia de fabricantes de chocolate de Amiens que abrió al joven de clase media baja las puertas de la aristocracia provincial. 

Desde que asumió como ministro de Economía, Industria y Tecnologías Digitales, Macron dio un vuelco social liberal a la política económica francesa en el sentido de las reformas de Bill Clinton en Estados Unidos, Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schröder en Alemania. En diciembre de 2014 presentó un proyecto de ley, conocida como “ley Macron”, que desreguló el trabajo de los domingos, las profesiones liberales, el transporte privado y de pasajeros y las relaciones laborales en las empresas. El primer ministro Manuel Valls promulgó en agosto pasado la reforma por decreto. En una declaración ilustrativa de su pensamiento, en julio de 2015 Macron se lamentó de que Francia no fuera una monarquía.
 
Aunque fue incorporado al gobierno por el primer ministro Valls, muy pronto obtuvo acceso directo al presidente François Hollande, quien le dio amplia libertad para implementar su política. De este modo comenzó a competir con su jefe inmediato y se convirtió en un instrumento del presidente para anular a sus competidores internos. Particularmente ha respaldado el proyecto de reforma del Código del Trabajo impulsado por la ministra de Trabajo Myriam El Khomri que todas las centrales sindicales rechazan. 


El proyecto de ley ha provocado una intensa movilización sindical, protestas estudiantiles y de la izquierda. Aprobado sin votación por la Asamblea Nacional (gracias al mismo truco constitucional usado para la “Ley Macron”), en los próximos días será tratado por el Senado. Si se promulga, se acabará la semana laboral de 35 horas, se reimplantarán los límites de resarcimiento para los tribunales laborales y se simplificarán los despidos. Valls y Macron apuestan a derrotar a los sindicatos, para poder desregular las relaciones laborales, reduciendo el costo salarial y recuperando competitividad en la perspectiva de los tratados de libre comercio que se negocian actualmente (TTIP, TISA y Acuerdo UE-Mercosur).

En ese camino recrudecen las internas. El presidente da vía libre al ministro de Economía para que sus dos competidores en la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2017 se anulen mutuamente. Macron, a su vez, se enfrenta por la candidatura con el presidente y con el primer ministro Valls. En este juego de destrucción mutua el gobierno de Hollande quizá tenga suerte y limite el poder sindical, pero quien herede los votos será la derecha tradicional de Nicolas Sarkozy, el único en condiciones de derrotar al populismo xenófobo de Marine Le Pen.
 

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Eduardo J. Vior