Al rechazar las intervenciones militares, Trump no miente
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
9 de septiembre de 2020
Nadie duda de que el Presidente de los Estados Unidos ha construido su fortuna y su carrera mintiendo, fanfarroneando, amagando, estafando, etc. Una joyita el muchacho. Sin embargo, hay un punto central de su programa político en el que nunca ha mentido: terminar el ciclo interminable de guerras en el que está envuelta la superpotencia. Se trata del primer presidente desde 1898 que no ha iniciado ninguna intervención militar. Si gana la reelección en noviembre, seguirá adelante con el desescalamiento. Los jefes del Pentágono lo saben y, por ello, apuestan a que sea derrotado.
El jefe de Estado aseguró el lunes 7 que los principales líderes del Departamento de Defensa están comprometidos con la guerra, para contribuir con el enriquecimiento de los contratistas y empresas militares. “Hay alguna gente que no quiere que las tropas vuelvan a casa y quieren seguir gastando dinero”, declaró en una conferencia de prensa celebrada en la puerta norte de la Casa Blanca. “Se trata de una traición tras otra de los corazones de hielo globalistas”, añadió. Y continuó, «no estoy diciendo que los círculos militares me amen, pero los soldados me aman. Las personas más importantes del Pentágono probablemente no lo hagan, porque no quieren nada más que pelear guerras, para que todas estas maravillosas compañías que fabrican bombas, aviones y todo lo demás estén felices», sostuvo. Por el contrario, reiteró su deseo de poner fin a la política de «guerras interminables», para así poder traer a los soldados estadounidenses «de vuelta a casa».
No es la primera vez que el líder norteamericano habla de “guerras interminables”. El pasado junio, durante la ceremonia de graduación de la academia militar de West Point, anunció el fin de esa época, subrayando que EE.UU. no es «la policía del mundo», dejando en claro que «no es deber» de las tropas estadounidenses «resolver conflictos antiguos en tierras lejanas de las que mucha gente nunca ha oído hablar».
Trump continúa luchando contra las acusaciones de que en varias ocasiones se habría expresado despectivamente sobre los militares caídos en el exterior y que se habría referido a los estadounidenses muertos en la Primera Guerra Mundial enterrados en un cementerio estadounidense en Francia como «perdedores» y «fracasados», como lo citó el pasado jueves The Atlantic.
La relación de Trump con los mandos militares nunca fue buena, pero se tensó mucho desde que en junio pasado amenazó con usar la Ley de Insurrección y desplegar fuerzas armadas, para reprimir los disturbios civiles provocados por la muerte de George Floyd, el afroamericano que falleció a manos de la Policía el pasado 25 de mayo.
Gran parte de las aseveraciones de Trump en la conferencia de prensa del lunes respondían a las historias publicadas en los principales medios durante el fin de semana.
El último episodio del enfrentamiento entre el Presidente y los más altos jefes militares se dio, después de que el pasado jueves 3 The Atlantic publicó un informe en el que relataba que durante una visita al Cementerio Nacional de Arlington, cerca de Washington, en el Día de los Caídos (Memorial Day) -31 de mayo- de 2017- junto con el entonces Secretario de Seguridad Interior, el General John Kelly, cuyo hijo murió en Afganistán, el mandatario se habría expresado despectivamente sobre los caídos en combate en el exterior. Además, al cancelar en 2018 por motivos climáticos una visita al cementerio del bosque de Belleau, en Francia, donde en 1918 miles de soldados norteamericanos dejaron sus vidas, el jefe de Estado habría dicho “¿qué tengo que hacer allí, si son un montón de perdedores?” Si bien la Casa Blanca desmintió enérgicamente ambas aseveraciones, en medio de la polarización de la campaña electoral el informe fue pan comido para quienes quieren evitar su reelección en noviembre próximo.
Más allá de que Donald Trump se haya expresado despectivamente sobre los caídos en las guerras exteriores de los Estados Unidos o no (es capaz de hacerlo y de negarlo al mismo tiempo), el actual entredicho responde a una crisis mayor: en un país que desde hace 122 años vive en guerra permanente, el voto de los soldados y de los veteranos es crucial en cualquier elección. El Presidente afirma tener el apoyo de la tropa y de los cuadros intermedios, pero sabe que el generalato y almirantazgo lo odian, primero, por elitismo y, segundo, porque desde hace 40 años han hecho de las guerras un lucrativo negocio: no sólo compran (muchas veces sin licitación) armamento y equipo a las empresas amigas, sino que, después que han destruido un país, avanzan con las empresas constructoras amigas para reconstruirlo.
El ex Secretario de Defensa James “perro loco” Mattis (enero de 2017 a diciembre de 2018), uno de los grandes intelectuales guerreros que cada tanto dan las fuerzas armadas estadounidenses, publicó en junio una furibunda columna de opinión contra el Presidente en The New York Times y ha formado un grupo de oficiales retirados llamado “Never Trump” (Nunca Trump), es decir, generales y almirantes republicanos que apoyan la candidatura de Joe Biden, para mantener en pie la estrategia de guerra de espectro amplio que EE.UU. viene llevando desde hace décadas.
Donald Trump es un repulsivo líder nacionalista que, consciente de la debilidad del Imperio, quiere reducir su exposición en múltiples frentes de combate, para recuperar fuerzas y luego volver a disputar la hegemonía mundial en mejores condiciones. Joe Biden y su asesor de política exterior Tony Blinken, en cambio, son hombres del “Estado profundo”, fieles a los aparatos que los apañaron y celosos de las alianzas y negocios tejidos durante décadas. Con los demócratas la próxima gran guerra está garantizada. Con Donald Trump quizás se pueda evitar.
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Eduardo J. Vior