Mientras
EE.UU. salía caóticamente de Afganistán, el gobierno de N. Maduro y la
oposición acordaban negociar en México una solución democrática sin
injerencias
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
25 de agosto de 2021
En el mismo fin de semana, mientras se replegaba desordenadamente de Afganistán, EE.UU. abandonaba calladamente sus planes de intervención en Venezuela. Con la catástrofe de Kabul, los norteamericanos y la OTAN dieron una señal de debilidad que repercute en todo el mundo.
Que Venezuela sigue teniendo costas en el Caribe y éste sigue siendo el “Mare Nostrum” estadounidense son datos duros e incambiables de la realidad. Sin embargo, allí también se ha abierto un tiempo de cambios cuya dirección y resultado dependerán de la claridad e inteligencia de los actores presentes en el escenario.
La semana pasada el presidente venezolano Nicolás Maduro renovó el gabinete luego de que varios ministros resultaron candidatos en las primarias abiertas del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de cara a las elecciones regionales y municipales del próximo 21 de noviembre.
Por
su parte, el lunes 23 la Asamblea Nacional de ese país, de mayoría
oficialista, aprobó el memorando de entendimiento que la semana anterior
suscribieron en México el gobierno y la oposición, para instalar una
mesa de diálogo destinada a superar la crisis política y allanar el
camino, para que todo el arco político participe en noviembre en las
elecciones estaduales y municipales y la comunidad internacional las
pueda aceptar.
El memorando que el gobierno de Nicolás Maduro y el sector de la
oposición que lidera el exdiputado Juan Guaidó, entre otros dirigentes,
firmaron el 13 de agosto consta de siete puntos, entre los que se
incluyen: derechos políticos, garantías electorales y cronograma
electoral; levantamiento de las sanciones, respeto al estado de derecho,
convivencia política y social, protección de la economía social y
garantías de implementación y seguimiento. Las delegaciones del Gobierno
y la oposición se volverán a reunir los próximos días 3 y 6 de
septiembre en la capital mexicana.
Tras la aprobación legislativa, el presidente del cuerpo, Jorge Rodríguez, pidió a la comunidad internacional que deje de presionar a su país, para que pueda avanzar el proceso de negociación. A su vez, el partido Primero Justicia, que lidera el excandidato presidencial Henrique Capriles, exhortó a la oposición a decidir cuanto antes “en unidad”, si participarán en los comicios que Maduro calificó como “un hito histórico”. Tanto Primero Justicia como Acción Democrática de Henry Ramos Allup y Voluntad Popular de Leopoldo López, exiliado en España, fueron intervenidos el año pasado por el Tribunal Supremo Electoral que confiscó sus símbolos y tarjetas electorales y ahora buscan su relegalización.
El país caribeño elige gobernadores estaduales en noviembre y tanto el gobierno como las oposiciones están interesados en aumentar la participación electoral. Si el régimen se legitima a través de un acuerdo amplio y una participación electoral numerosa, estará en mejores condiciones para negociar el fin de las sanciones y la devolución de los bienes incautados en EE.UU. Washington, a su vez, saldría del pantano caribeño salvando la imagen y, quizás, hasta imponiendo condiciones.
La firma del memorando desmontó lo que fue el centro de la campaña de Donald Trump para asegurarse el estado de Florida en las elecciones de 2020: la intervención masiva en la política venezolana. Pero al mismo tiempo es un paso previo al final del “interinato” de Juan Guaidó luego de que su supuesto mandato caduque el próximo 1º de diciembre. Los aliados del exdiputado en la llamada “Plataforma Unitaria” -la oposición más radical- están resentidos por haberse embarcado en la aventura intervencionista seducidos por la ilusión de que Washington sacaría a Maduro por la fuerza y constatan que solamente han servido al triunfo republicano en Florida. Ahora buscan retornar a la escena política, pero para obtener el reingreso deberán negociar no tanto con el gobierno sino con las otras oposiciones ya instaladas en la liza electoral.
El gobierno venezolano llega fortalecido a la contienda electoral, porque ha soportado bien el bloqueo, las sanciones y las agresiones norteamericanas, colombianas y opositoras. En estas condiciones Maduro puede hacer muchas concesiones, porque no va a entregar el punto fundamental, que es la continuidad de su mandato hasta 2024. Sin embargo, más allá de las sanciones, tiene un gobierno muy incompetente, ideologizado y corrupto, incapaz de gestionar eficazmente y superar equitativamente la crisis económica.
El desencanto de la población se ha expresado tanto en el descenso del voto a favor del chavismo como en la abstención electoral. Para rejuvenecer el movimiento, entonces, el pasado 9 de agosto el PSUV realizó elecciones primarias abiertas para la preselección de los candidatos para las elecciones de noviembre que, en líneas generales, ratificaron el liderazgo de Nicolás Maduro y del sector dialoguista del partido. Sabiendo que el próximo 21 de noviembre ya no tendrá la ventaja del abstencionismo opositor y que, probablemente se enfrente a alianzas atractivas, el Partido pretende ahora mostrar una imagen más joven y dinámica.
En la oposición, en tanto, Henrique Capriles está cosechando el fruto de sus reiterados llamados al diálogo y a la negociación con el chavismo, mientras que los extremistas detrás de Juan Guaidó han quedado marginados y acuden a la negociación con el gobierno para reingresar al juego político.
Cualquiera sea el resultado de la elección de noviembre, el oficialismo y la oposición deberán hallar un modo de convivencia y negociar juntos con Estados Unidos y la Unión Europea el levantamiento de las sanciones y del bloqueo, como paso previo a la discusión sobre el modelo económico y social que adoptará el país.
Las condiciones son buenas para sentarse a la mesa con el gobierno de Joe Biden. Después de la derrota en Afganistán tanto el secretario de Estado Antony Blinken como el jefe de asesores del Consejo Nacional de Seguridad, Jarek Sullivan, están muy debilitados y no es improbable que el presidente deba sustituirlos. Por su parte, la generala Laura Richardson recién se hace cargo del Comando Sur y, al igual que sus camaradas en la primera línea militar, en el próximo tiempo estará más enfrascada en intervenir en la política de Washington que en los asuntos del continente.
Venezuela llega a las elecciones regionales y municipales reunificada y con mayor margen de maniobra internacional. Estados Unidos, por su parte, debe resolver la crisis interna desatada por la catástrofe de Afganistán y hallar un rumbo en el continente. Difícilmente no le quede otro remedio que levantar las sanciones y el bloqueo contra el país caribeño, pero al hacerlo estará liberando el terreno para sus competidores regionales y extrarregionales. Avanzar es fácil, pero, cuando uno comienza a retroceder, no sabe dónde tiene que parar. Al menos, de Venezuela se retiran con los papeles en orden.
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Eduardo J. Vior