¿Puede evitarse la guerra en Europa?
Si este martes 7 Joe Biden y Vladimir Putin no inician la distensión entre ambas potencias, aumentará el riesgo de conflagración en torno a Ucrania y la amenaza de hecatombe mundial
Este
martes por la noche (hora europea), finalmente, los presidentes de
Rusia, Vladimir Putin, y de Estados Unidos, Joe Biden, se reunirán
virtualmente para tratar los entredichos que en los últimos meses se han
acumulado entre ambas potencias, formando una maraña difícil de
desmadejar que arriesga desatar un conflicto bélico en el este de
Ucrania. Las declaraciones y amenazas cruzadas fueron subiendo de tono
en los últimos días. Una mentalidad calma puede verlas como cartas de
póquer que se tiran sobre la mesa, para mejorar las posiciones relativas
antes de una negociación. Pero esta visión racionalista obvia el
espíritu aventurero que guía al régimen que gobierna Ucrania, capaz de
encender el polvorín de sus zonas orientales, con tal de obligar a los
aliados occidentales a sostenerlo. Si Washington y Moscú no ponen frenos
a las trapìsondas de Kiev, la alianza automática de la OTAN con ese
gobierno puede hacer volar el mundo.
“La solución del problema de Ucrania sólo puede obtenerse si se consigue una garantía de no agresión de Kiev al Donbas”, anunció este lunes por la tarde Dmitri Peskov, vocero de la Presidencia rusa, pero más tarde añadió que “Rusia se verá obligada a actuar, si las tropas de la OTAN se despliegan en Ucrania”. Una de cal y una de arena. Así se ha movido la diplomacia rusa en la crisis sobre el presunto riesgo de que Moscú invadiera Ucrania.
Por su parte, la Casa Blanca dijo el lunes que la reunión entre Biden y Putin es una oportunidad para mostrar el apoyo de EEUU a la soberanía de Ucrania. “Estados Unidos está dispuesto a apoyar las conversaciones entre Rusia y la OTAN, pero se opone a las ‘líneas rojas’ de Moscú” dijo un funcionario estadounidense no identificado. Según se informó el lunes en Washington, un paquete de sanciones "bastante agresivo" está siendo elaborado por EE.UU. y Europa en caso de que Rusia invada Ucrania. Una opción "muy presente" es desconectar a Rusia del sistema de pagos internacionales SWIFT y negar a los productores de energía de ese país el acceso a los mercados de deuda. En caso de una "invasión rusa a Ucrania" es también probable que Estados Unidos proporcione ayuda militar a los aliados en Europa Oriental, informó un alto cargo de Washington.
Rememoremos. Después del golpe de estado de febrero de 2014 que derrocó a Víktor Yanukóvich asumió un gobierno prooccidental prohijado por el entonces vicepresidente norteamericano Joe Biden y la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, hoy nuevamente encumbrada en el Departamento de Estado. Junto con el gobierno interino que rigió hasta las elecciones que en mayo siguiente ungieron presidente al magnate Petró Poroshenko, milicias que reivindican a los nazis ucranianos tomaron el poder en el oeste del país. En el este industrial, de población mayoritariamente rusohablante y en la península de Crimea, por el contrario, el golpe de estado produjo alzamientos contra el régimen de Kiev y el llamado a Rusia, para que viniera en ayuda.
Así las fuerzas armadas rusas ocuparon Crimea en marzo de 2014, lo que rápidamente fue convalidado por la mayoría de la población local en un referendo. Las regiones industriales de Donetsk y Luhansk, por su parte, se levantaron en armas y defendieron su autonomía contra los neonazis, más tarde sustituidos por el ejército ucraniano. Después de un primer acuerdo en septiembre de ese año, un segundo firmado en Minsk, Bielorrusia, por los representantes de Rusia de un lado, Ucrania, las principales potencias occidentales, del otro, con la supervisión de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), llevó a un cese de hostilidades. Sin embargo, en los años posteriores y hasta hoy Ucrania no cumplió con ninguna de las estipulaciones del acuerdo. Por el contrario, sus fuerzas continuaron hostigando a las regiones autónomas cada vez que pudieron.
En 2019 el ascenso a la presidencia de Volodymir Zelenski, joven actor y director de cine aupado por la principal cadena de TV, alineó a Ucrania definitivamente con la OTAN y la Unión Europea. Desde febrero de 2021, en tanto, repetidas e insistentes visitas de los más altos oficiales del ejército británico indujeron a Zelensky y sus ministros a anunciar la “pronta” recuperación de las regiones orientales. Tal fue la vehemencia y la agitación que en abril Rusia concentró 90.000 efectivos cerca de la frontera común. La señal bastó y el régimen ucraniano se calmó.
Sin embargo, después de la derrota norteamericana en Afganistán, mientras escalaba la crisis de los refugiados en la frontera bielorruso-polaca, el ejército ucraniano aumentó el ritmo de los bombardeos contra el Donetsk. Los ataques a civiles y a instalaciones productivas escalaban de día en día, al mismo tiempo que la prensa occidental desataba una masiva campaña de propaganda alertando por el riesgo de invasión rusa.
En ese momento (principios de noviembre) todavía no había concentraciones demostrables de efectivos rusos cerca de la frontera común, pero con el correr de las semanas, las reiteradas visitas de oficiales de la OTAN (sobre todo británicos), la entrega de armamentos al ejército ucraniano, la masiva intromisión de buques norteamericanos y aliados en el Mar Negro, los frecuentes sobrevuelos de sus aviones y el avance ucraniano hacia el este convencieron al alto mando ruso de que el peligro de guerra es real.
En las últimas 48 horas, en tanto, se ha desarrollado el juego previo a la reunión entre Putin y Biden. El viernes pasado, Yuri Ushakov, alto asesor del Kremlin, presentó la reunión como un "seguimiento" de las conversaciones que Putin y Biden mantuvieron en Ginebra en junio pasado. No obstante, el asesor comunicó que Ucrania encabeza la agenda y, dentro de ella, la relación con la OTAN. El asesor dijo que Moscú necesita urgentemente garantías de que la Alianza no se expandirá hacia el este. " Tanto la Unión Soviética como Rusia recibieron garantías verbales de que las estructuras militares de la OTAN no avanzarían hacia el este, comentó. Sin embargo, resultó que esas garantías no tenían ningún valor, aunque esas declaraciones estaban documentadas de alguna manera y hay registros de las conversaciones correspondientes".
A las pocas horas el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, contraatacó alegando que el presidente ruso es el responsable de las actuales tensiones y subrayó que habrá "consecuencias muy graves", si Rusia "decide seguir un curso de confrontación", y que el propio Biden "se opondrá resueltamente a cualquier acción imprudente o agresiva que Rusia pueda llevar a cabo".
Poco después, el viernes, el presidente norteamericano intervino para decir que "no acepto la línea roja de nadie", en un desafío indirecto a Moscú. Y aclaró: "somos conscientes de las acciones de Rusia desde hace mucho tiempo y mi expectativa es que vamos a tener una larga discusión con Putin", añadiendo que "lo que estoy haciendo es reunir lo que creo que es el conjunto más completo y significativo de iniciativas para hacer muy, muy difícil que el Sr. Putin siga adelante y haga lo que a la gente le preocupa que vaya a hacer".
Obviamente, Biden no va a aceptar negociar un tratado de seguridad con Rusia sobre Ucrania o la expansión de la OTAN. Sin embargo, a diferencia de la descarada diplomacia de megáfono de su principal diplomático, el presidente ha adoptado un enfoque más sofisticado insinuando un "conjunto de iniciativas más amplio y significativo" para discutir con Putin. Dicho esto, las posibilidades de un retroceso de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania son prácticamente nulas. La óptica de una "retirada" será simplemente demasiado negativa para Biden, después de Afganistán. Además, la transformación de Ucrania en un Estado antirruso sigue siendo una tarea inacabada.
Las tensiones en Ucrania permiten a Estados Unidos reafirmar su liderazgo transatlántico. El miércoles, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo tras una reunión de ministros de Asuntos Exteriores aliados celebrada en Riga, Lituania que "sólo Ucrania y 30 aliados de la OTAN deciden cuándo está preparada Ucrania para entrar en la OTAN. Rusia no tiene nada que decir y no tiene derecho a establecer una esfera de influencia, tratando de controlar a (sus) vecinos". En realidad, Washington puede ofrecer poco a Rusia, dado que está atado por sus compromisos con el régimen de Kiev.
Aunque no lo digan en voz alta, algunos aliados de la OTAN se muestran escépticos ante las advertencias sobre una inminente invasión rusa. Un análisis interno preparado para funcionarios y diplomáticos de la Comisión Europea dice que "debido a la falta de apoyo logístico el ejército ruso tardaría entre uno y dos meses en movilizarse para una invasión en toda regla. Además, su debilidad logística general impide al ejército ruso una invasión seria. Por lo tanto, no existe una amenaza de invasión inminente".
El análisis concluyó que "Moscú parece comprender plenamente [los] costes de una invasión. Así que el preposicionamiento (de las tropas rusas) tiene más bien que ver con transmitir el mensaje de descontento por la política occidental respecto a Ucrania (el aumento de la presencia de Estados Unidos y el Reino Unido y de la OTAN)".
Putin no quiere iniciar otra guerra en Ucrania, pero Moscú tampoco puede aceptar los crecientes lazos militares de Estados Unidos, el Reino Unido y la OTAN con ese país, así como su adquisición de nuevo armamento. Aunque la Alianza Atlántica no tiene una presencia permanente de tropas en Ucrania, las naciones aliadas han establecido estrechos vínculos miliares con las fuerzas de ese país.
Aquí es donde reside el riesgo. Si no se abordan las legítimas preocupaciones de Rusia en materia de seguridad por la creciente presencia militar occidental en Ucrania y la constante transformación de ese país en un Estado antirruso con el tácito apoyo de Occidente, Rusia no tendrá más remedio que recurrir a la diplomacia coercitiva. Como dijo el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, una mayor expansión de la OTAN "afectará inequívocamente los intereses fundamentales de nuestra seguridad". El mandatario estadounidense no puede permitirse subestimar dicha preocupación.
Queda por ver cómo Biden consigue la cuadratura del círculo en la reunión del martes. Sin duda, Rusia tiene hoy la mejor oportunidad en la era de la posguerra fría para obligar a Estados Unidos a sentarse a la mesa de negociaciones sobre el tema central de su descontento con Occidente: la expansión de la OTAN. Pero, por su parte, el jefe de la Casa Blanca tampoco puede permitirse el lujo de parecer "débil" en una coyuntura en la que su actuación y competencia ya no inspiran confianza entre los votantes estadounidenses. Además, Rusia es una superpotencia energética y, dada la gran dependencia de Europa del suministro energético de allí y la inestabilidad del mercado mundial del petróleo, aislar a Moscú es más fácil de decir que de hacer.
El problema es que, inspirados por los británicos, los norteamericanos vienen alentando en Kiev a un gobierno muy corrupto y plagado de bandoleros. El país está fragmentado entre oligarcas que se pelean permanentemente por las prebendas y el saqueo de sus riquezas. Cuando un país está dominado por una banda de delincuentes que pelean entre sí, es irreal suponer que van a respetar las reglas de buena vecindad. Cualquiera que se siente acosada por otras o tema perder su botín, va a estar tentada de provocar una explosión, para ocultar sus fechorías y seguir medrando. Ahí reside el verdadero peligro: la OTAN alentó a los bandidos y les dio alas. Ahora debe cortárselas, si no quiere que incendien el granero de Europa por donde, además, pasa buena parte del gas que el continente necesita imperiosamente para sobrellevar el invierno. De la reunión entre Biden y Putin debe salir un mandato para detener a los delincuentes que están poniendo al mundo al borde de una guerra de proyecciones impredecibles.
“La solución del problema de Ucrania sólo puede obtenerse si se consigue una garantía de no agresión de Kiev al Donbas”, anunció este lunes por la tarde Dmitri Peskov, vocero de la Presidencia rusa, pero más tarde añadió que “Rusia se verá obligada a actuar, si las tropas de la OTAN se despliegan en Ucrania”. Una de cal y una de arena. Así se ha movido la diplomacia rusa en la crisis sobre el presunto riesgo de que Moscú invadiera Ucrania.
Por su parte, la Casa Blanca dijo el lunes que la reunión entre Biden y Putin es una oportunidad para mostrar el apoyo de EEUU a la soberanía de Ucrania. “Estados Unidos está dispuesto a apoyar las conversaciones entre Rusia y la OTAN, pero se opone a las ‘líneas rojas’ de Moscú” dijo un funcionario estadounidense no identificado. Según se informó el lunes en Washington, un paquete de sanciones "bastante agresivo" está siendo elaborado por EE.UU. y Europa en caso de que Rusia invada Ucrania. Una opción "muy presente" es desconectar a Rusia del sistema de pagos internacionales SWIFT y negar a los productores de energía de ese país el acceso a los mercados de deuda. En caso de una "invasión rusa a Ucrania" es también probable que Estados Unidos proporcione ayuda militar a los aliados en Europa Oriental, informó un alto cargo de Washington.
Rememoremos. Después del golpe de estado de febrero de 2014 que derrocó a Víktor Yanukóvich asumió un gobierno prooccidental prohijado por el entonces vicepresidente norteamericano Joe Biden y la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, hoy nuevamente encumbrada en el Departamento de Estado. Junto con el gobierno interino que rigió hasta las elecciones que en mayo siguiente ungieron presidente al magnate Petró Poroshenko, milicias que reivindican a los nazis ucranianos tomaron el poder en el oeste del país. En el este industrial, de población mayoritariamente rusohablante y en la península de Crimea, por el contrario, el golpe de estado produjo alzamientos contra el régimen de Kiev y el llamado a Rusia, para que viniera en ayuda.
Así las fuerzas armadas rusas ocuparon Crimea en marzo de 2014, lo que rápidamente fue convalidado por la mayoría de la población local en un referendo. Las regiones industriales de Donetsk y Luhansk, por su parte, se levantaron en armas y defendieron su autonomía contra los neonazis, más tarde sustituidos por el ejército ucraniano. Después de un primer acuerdo en septiembre de ese año, un segundo firmado en Minsk, Bielorrusia, por los representantes de Rusia de un lado, Ucrania, las principales potencias occidentales, del otro, con la supervisión de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), llevó a un cese de hostilidades. Sin embargo, en los años posteriores y hasta hoy Ucrania no cumplió con ninguna de las estipulaciones del acuerdo. Por el contrario, sus fuerzas continuaron hostigando a las regiones autónomas cada vez que pudieron.
En 2019 el ascenso a la presidencia de Volodymir Zelenski, joven actor y director de cine aupado por la principal cadena de TV, alineó a Ucrania definitivamente con la OTAN y la Unión Europea. Desde febrero de 2021, en tanto, repetidas e insistentes visitas de los más altos oficiales del ejército británico indujeron a Zelensky y sus ministros a anunciar la “pronta” recuperación de las regiones orientales. Tal fue la vehemencia y la agitación que en abril Rusia concentró 90.000 efectivos cerca de la frontera común. La señal bastó y el régimen ucraniano se calmó.
Sin embargo, después de la derrota norteamericana en Afganistán, mientras escalaba la crisis de los refugiados en la frontera bielorruso-polaca, el ejército ucraniano aumentó el ritmo de los bombardeos contra el Donetsk. Los ataques a civiles y a instalaciones productivas escalaban de día en día, al mismo tiempo que la prensa occidental desataba una masiva campaña de propaganda alertando por el riesgo de invasión rusa.
En ese momento (principios de noviembre) todavía no había concentraciones demostrables de efectivos rusos cerca de la frontera común, pero con el correr de las semanas, las reiteradas visitas de oficiales de la OTAN (sobre todo británicos), la entrega de armamentos al ejército ucraniano, la masiva intromisión de buques norteamericanos y aliados en el Mar Negro, los frecuentes sobrevuelos de sus aviones y el avance ucraniano hacia el este convencieron al alto mando ruso de que el peligro de guerra es real.
En las últimas 48 horas, en tanto, se ha desarrollado el juego previo a la reunión entre Putin y Biden. El viernes pasado, Yuri Ushakov, alto asesor del Kremlin, presentó la reunión como un "seguimiento" de las conversaciones que Putin y Biden mantuvieron en Ginebra en junio pasado. No obstante, el asesor comunicó que Ucrania encabeza la agenda y, dentro de ella, la relación con la OTAN. El asesor dijo que Moscú necesita urgentemente garantías de que la Alianza no se expandirá hacia el este. " Tanto la Unión Soviética como Rusia recibieron garantías verbales de que las estructuras militares de la OTAN no avanzarían hacia el este, comentó. Sin embargo, resultó que esas garantías no tenían ningún valor, aunque esas declaraciones estaban documentadas de alguna manera y hay registros de las conversaciones correspondientes".
A las pocas horas el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, contraatacó alegando que el presidente ruso es el responsable de las actuales tensiones y subrayó que habrá "consecuencias muy graves", si Rusia "decide seguir un curso de confrontación", y que el propio Biden "se opondrá resueltamente a cualquier acción imprudente o agresiva que Rusia pueda llevar a cabo".
Poco después, el viernes, el presidente norteamericano intervino para decir que "no acepto la línea roja de nadie", en un desafío indirecto a Moscú. Y aclaró: "somos conscientes de las acciones de Rusia desde hace mucho tiempo y mi expectativa es que vamos a tener una larga discusión con Putin", añadiendo que "lo que estoy haciendo es reunir lo que creo que es el conjunto más completo y significativo de iniciativas para hacer muy, muy difícil que el Sr. Putin siga adelante y haga lo que a la gente le preocupa que vaya a hacer".
Obviamente, Biden no va a aceptar negociar un tratado de seguridad con Rusia sobre Ucrania o la expansión de la OTAN. Sin embargo, a diferencia de la descarada diplomacia de megáfono de su principal diplomático, el presidente ha adoptado un enfoque más sofisticado insinuando un "conjunto de iniciativas más amplio y significativo" para discutir con Putin. Dicho esto, las posibilidades de un retroceso de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania son prácticamente nulas. La óptica de una "retirada" será simplemente demasiado negativa para Biden, después de Afganistán. Además, la transformación de Ucrania en un Estado antirruso sigue siendo una tarea inacabada.
Las tensiones en Ucrania permiten a Estados Unidos reafirmar su liderazgo transatlántico. El miércoles, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo tras una reunión de ministros de Asuntos Exteriores aliados celebrada en Riga, Lituania que "sólo Ucrania y 30 aliados de la OTAN deciden cuándo está preparada Ucrania para entrar en la OTAN. Rusia no tiene nada que decir y no tiene derecho a establecer una esfera de influencia, tratando de controlar a (sus) vecinos". En realidad, Washington puede ofrecer poco a Rusia, dado que está atado por sus compromisos con el régimen de Kiev.
Aunque no lo digan en voz alta, algunos aliados de la OTAN se muestran escépticos ante las advertencias sobre una inminente invasión rusa. Un análisis interno preparado para funcionarios y diplomáticos de la Comisión Europea dice que "debido a la falta de apoyo logístico el ejército ruso tardaría entre uno y dos meses en movilizarse para una invasión en toda regla. Además, su debilidad logística general impide al ejército ruso una invasión seria. Por lo tanto, no existe una amenaza de invasión inminente".
El análisis concluyó que "Moscú parece comprender plenamente [los] costes de una invasión. Así que el preposicionamiento (de las tropas rusas) tiene más bien que ver con transmitir el mensaje de descontento por la política occidental respecto a Ucrania (el aumento de la presencia de Estados Unidos y el Reino Unido y de la OTAN)".
Putin no quiere iniciar otra guerra en Ucrania, pero Moscú tampoco puede aceptar los crecientes lazos militares de Estados Unidos, el Reino Unido y la OTAN con ese país, así como su adquisición de nuevo armamento. Aunque la Alianza Atlántica no tiene una presencia permanente de tropas en Ucrania, las naciones aliadas han establecido estrechos vínculos miliares con las fuerzas de ese país.
Aquí es donde reside el riesgo. Si no se abordan las legítimas preocupaciones de Rusia en materia de seguridad por la creciente presencia militar occidental en Ucrania y la constante transformación de ese país en un Estado antirruso con el tácito apoyo de Occidente, Rusia no tendrá más remedio que recurrir a la diplomacia coercitiva. Como dijo el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, una mayor expansión de la OTAN "afectará inequívocamente los intereses fundamentales de nuestra seguridad". El mandatario estadounidense no puede permitirse subestimar dicha preocupación.
Queda por ver cómo Biden consigue la cuadratura del círculo en la reunión del martes. Sin duda, Rusia tiene hoy la mejor oportunidad en la era de la posguerra fría para obligar a Estados Unidos a sentarse a la mesa de negociaciones sobre el tema central de su descontento con Occidente: la expansión de la OTAN. Pero, por su parte, el jefe de la Casa Blanca tampoco puede permitirse el lujo de parecer "débil" en una coyuntura en la que su actuación y competencia ya no inspiran confianza entre los votantes estadounidenses. Además, Rusia es una superpotencia energética y, dada la gran dependencia de Europa del suministro energético de allí y la inestabilidad del mercado mundial del petróleo, aislar a Moscú es más fácil de decir que de hacer.
El problema es que, inspirados por los británicos, los norteamericanos vienen alentando en Kiev a un gobierno muy corrupto y plagado de bandoleros. El país está fragmentado entre oligarcas que se pelean permanentemente por las prebendas y el saqueo de sus riquezas. Cuando un país está dominado por una banda de delincuentes que pelean entre sí, es irreal suponer que van a respetar las reglas de buena vecindad. Cualquiera que se siente acosada por otras o tema perder su botín, va a estar tentada de provocar una explosión, para ocultar sus fechorías y seguir medrando. Ahí reside el verdadero peligro: la OTAN alentó a los bandidos y les dio alas. Ahora debe cortárselas, si no quiere que incendien el granero de Europa por donde, además, pasa buena parte del gas que el continente necesita imperiosamente para sobrellevar el invierno. De la reunión entre Biden y Putin debe salir un mandato para detener a los delincuentes que están poniendo al mundo al borde de una guerra de proyecciones impredecibles.
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Eduardo J. Vior