lunes, 1 de agosto de 2022

La pelea política israelí divide al Mossad

 

Con Netanyahu retornan los fantasmas del pasado

La eventualidad de que el ex primer ministro retome el poder desata conflictos con repercusión internacional entre nuevos y viejos jefes del Mossad

Por Eduardo J Vior  
 
Por Eduardo J. Vior
Agencia Télam
30-07-2022 | 20:23
El panorama preelectoral muestra el renovado fortalecimiento de Benjamin Netanyahu Foto AFP
El panorama preelectoral muestra el renovado fortalecimiento de Benjamin Netanyahu / Foto: AFP.

Hace una semana la opinión pública argentina fue conmocionada por la publicación en The New York Times de un artículo del periodista Ronan Bergen que reprodujo un informe de la agencia de inteligencia israelí Mossad sobre el atentado realizado en 1992 contra la embajada de ese país en Buenos Aires. El artículo está lleno de imprecisiones y omisiones que no aclararon tampoco la publicación del colega Román Lejtman en Infobae ni la entrevista con el autor de la nota en NYT que publicó Perfil, ambos del jueves 28. Como señala Raúl Kollman en Página12 de este sábado 30, es curioso que 30 años después del atentado el Estado de Israel dé a publicidad un informe que, sin aportar prueba ninguna, altera todas las líneas de investigación de la Justicia argentina, exculpa a funcionarios iraníes y argentinos de la responsabilidad material por el atentado y sólo marginalmente lo conecta con el posterior ataque contra la sede de AMIA en 1994. Particularmente llama la atención el momento de la publicación: no hay ningún acontecimiento del quehacer judicial o político argentino que la justifique, pero sí la situación en Israel mismo.

Después de que la coalición liderada por Naftali Bennet y Yair Lapid perdiera la mayoría absoluta (61 diputados) en la Knesset en abril pasado y de haber fracasado las negociaciones para recomponer los números, el presidente Isaac Herzog convocó a nuevas elecciones parlamentarias para el 1º de noviembre, la quinta en tres años. Según un sondeo publicado el domingo 24 por la cadena pública Kan, el bloque de partidos que apoyan al líder de la oposición, Benjamín Netanyahu, obtendría 60 de los 120 escaños de la Knesset en las elecciones del 1 de noviembre y quedaría a un voto de la mayoría.

Se prevé que el partido Likud de Netanyahu sea el mayor partido, con 35 escaños. El Yesh Atid del Primer Ministro Yair Lapid le sigue con 22 escaños. Por su parte, la alianza de Kahol Lavan, del ex ministro de Defensa Benny Gantz, y Nueva Esperanza, de Gideon Sa'ar, obtendría 12 escaños. El partido de extrema derecha Sionismo Religioso, en tanto, le sigue con 10 escaños, los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá obtendrían ocho y siete escaños respectivamente y el Laborismo y la Lista Conjunta, de mayoría árabe, ganarían ambos seis. Dentro de ella, la Lista Árabe Unida ganaría cuatro escaños, superando el umbral electoral. Según este sondeo, finalmente, el partido Yamina del ex primer ministro Naftali Bennett no alcanzaría el mínimo de cuatro escaños y quedaría fuera de la Knesset.

En síntesis, el panorama preelectoral muestra el renovado fortalecimiento de Benjamin Netanyahu quien, a pesar de los procesos por corrupción a los que está sometido, pudo recomponer su liderazgo y movilizar a la derecha neoliberal. Por el contrario, uno de los dos vencedores del año pasado, Naftali Bennet, pierde su base política. ¿Por qué uno y otro proceso?
 
El dimitido primer ministro israel Naftali Bennett Foto Archivo
El dimitido primer ministro israelí Naftali Bennett / Foto: Archivo.

El gobierno de coalición establecido en junio de 2021, integrado por partidos de centro, nacionalistas y hasta representantes de la minoría árabe (por primera vez en la historia del Estado), cayó en junio pasado después de haber perdido la mayoría y que el parlamento se autodisolviera. La gota que colmó el vaso cayó en abril pasado, cuando Bennett perdió su mayoría parlamentaria y no consiguió los votos necesarios para prorrogar por otros cinco años los privilegios legales de los colonos judíos en Cisjordania (prerrogativas que los palestinos no tienen), para tener un seguro médico público israelí, ejercer la abogacía y ser juzgados en los tribunales civiles israelíes. Se trata de un sistema jurídico segregacionista que las organizaciones de derechos humanos cuestionan. Antes que dejar de apoyar a los colonos, Bennett prefirió entonces hundir su gobierno y renunció a favor de su socio centrista en la coalición, Yair Lapid, quien conducirá el gobierno hasta la próxima elección.

La próxima contienda se centrará, por un lado, en el posible regreso de Netanyahu al poder y, por el otro, en la eventual continuidad de la actual asociación política árabe-judía. Aunque uno de los más breves en la historia del Estado, este gobierno fue el primero en incluir representantes de la minoría árabe, rompiendo así la tradición segregacionista vigente desde 1948. Como subrayó el jefe de la Lista Árabe Unida, Mansour Abbas, "éste es un paso histórico; sólo hemos empezado". Es que, ante la solidez del bloque de partidos derechistas y la dispersión de fuerzas, nadie puede alcanzar una mayoría alternativa a la de Netanyahu sin el apoyo de los diputados árabes.

Esta correlación de fuerzas confrontó a los integrantes de Yamina (la alianza derechista que llevó a Bennett al gobierno) con un dilema que el ex primer ministro aprovechó acusando al gobierno saliente de depender de los "partidarios del terror". Prefirieron hacer caer al propio gabinete en vez de ceder a la presión de los representantes árabes. Es que el segregacionismo y la expansión de las colonias en los territorios ocupados no sólo dan réditos ideológicos sino también económicos.

Ante este dilema se ha estancado el impulso anti-Netanyahu que permitió el año pasado a Lapid soldar la extraña alianza de partidos de izquierda, derecha, centro y árabes. Los sencillos e importantes logros de la coalición (aprobar un presupuesto, actuar por consenso, buscar al menos una parte del tiempo para desintoxicar el clima del debate político) están siendo eclipsados por la renovada preeminencia de los discursos racistas. La sólida mayoría de derechas de la Knesset se hace notar y ahora marca el rumbo.

La purga en el Mossad


Una de las áreas donde más se hizo sentir la purga contra los resabios de la larga era de Netanyahu fue en el Mossad. A pesar del supuesto carácter apartidista del servicio, por la influencia que tiene sobre la política del Estado y por sus nexos con representantes de las minorías judías en el exterior (principalmente en EE.UU., Argentina, Reino Unido, Francia y Brasil) la agencia a menudo ha sido instrumento de la política del partido de turno en el gobierno, particularmente desde el giro neoliberal que Likud impuso al país a partir de 1977 y muy especialmente desde que Benjamín Netanyahu fue por primera vez jefe de gobierno en 1996. Esta partidización del servicio ha provocado que decisiones específicas de inteligencia sean manipuladas a favor o en contra del gobierno.

Por ejemplo, el jefe del Mossad entre 2016 y 2021, Yossi Cohen, fue un eminente representante de la diplomacia personal de Netanyahu. Estableció sólidos vínculos con monarcas de la península arábiga y ordenó el asesinato de varios científicos nucleares iraníes. Sin embargo, fue acerbamente criticado por cuatro de sus antecesores, quienes en marzo de 2018 acusaron al primer ministro de corrupción y advirtieron que su política expansionista en Cisjordania paradójicamente estaba favoreciendo que la población árabe en un futuro próximo sea mayoritaria dentro de un Estado que fue fundado como exclusivamente judío.

Aunque el nuevo Director del servicio desde junio de 2021, David Barnea, es un funcionario que pertenece a la agencia desde 1996 y era el segundo de su antecesor, apenas asumió intentó apartar a cuadros de la época de Netanyahu, Así, en enero pasado dimitió el comandante de la división encargada de las operaciones especiales por diferencias de opinión con el jefe de la agencia. Según se informó entonces, Barnea quería introducir cambios importantes en las relaciones con los agentes israelíes en el extranjero y B. no cumplió las órdenes. Tras la dimisión de este jefe, su adjunto y varios agentes también renunciaron y fueron remplazados. B. fue el cuarto alto funcionario del Mossad que abandonó el servicio desde que Barnea asumió el cargo.

Obviamente, a falta de pruebas y de la información confidencial que este columnista no puede tener, sólo cabe conjeturar sobre los motivos de la publicación del informe. Por las razones señaladas al principio de este artículo debe descartarse que tenga la intención de influir sobre el proceso judicial que duerme en los cajones de la Corte Suprema argentina. Más bien debe considerárselo como un ajuste de cuentas interno provocado por la posibilidad cierta de que Benjamin Netanyahu gane la elección del 1º de noviembre, consiga reunir la mayoría absoluta de la Knesset y se convierta nuevamente en primer ministro de Israel. Obsesionado como está por impedir un entendimiento entre EE.UU. e Irán sobre la cuestión nuclear, probablemente ataque, sea directamente a la República Islámica o Líbano, con el que Israel tiene actualmente un diferendo sobre la soberanía en las áreas marítimas fronterizas en las que hay un enorme yacimiento gasífero.

En esencia, el informe publicado por el NYT cuestiona la incapacidad de la inteligencia israelí para prevenir el atentado contra la embajada en Buenos Aires en 1992. Recordemos que éste coincidió con el comienzo de la guerra de Bosnia-Hercegovina (1992-95) entre la minoría croata apoyada por Alemania y la bosnia musulmana sostenida por una coalición variopinta de países islámicos (por ej. Irán junto con Arabia Saudita), por un lado, contra la minoría serbia que se recostaba precisamente en esa república, por el otro. Fue entonces cuando las armas ilegalmente enviadas por el gobierno de Carlos Menem “equivocaron” su destinatario.

Entonces el primer ministro era el laborista Yitzhak Rabin (1992-95, cuando fue asesinado), quien estaba negociando con Yasser Arafat los acuerdos que en 1993 se firmaron en Oslo. Aunque su gobierno tuvo una posición neutral ante el conflicto en los Balcanes, las distintas procedencias de los inmigrados indujeron dentro del país tomas de posición encontradas. Ya entonces servían en cargos inferiores agentes que después de 1996 fueron cooptados por Netanyahu. Es usual que antes y después de su paso por el servicio muchos agentes tengan vínculos con empresas electrónicas y/o militares y participen en operaciones encubiertas en distintas partes del globo. De ese modo aprovechan sus conocimientos para hacer negocios e influir sobre la política y las fuerzas armadas. En ese mundillo hay que buscar a los destinatarios de la publicación del informe. Con la vuelta de Netanyahu retornan los fantasmas del pasado proyectando una sombra ominosa sobre el futuro de Israel y de Medio Oriente.

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Eduardo J. Vior