La renuncia de Truss agudiza la crisis británica
El empeoramiento de la crisis económica y la reacción de los grupos financieros concentrados acabaron con el frágil gobierno conservador y apresuran las elecciones anticipadas
Tras sólo 45 días en el gobierno, este jueves dimitió Liz Truss como
primera ministra de Gran Bretañ. Fue derribada por su política
económica, que hizo temblar a los mercados y dividió al Partido
Conservador. En la próxima semana se llevará a cabo en el bloque
parlamentario tory una elección para la presidencia del mismo de la
cual debería surgir el próximo premier, si el Rey Charles III no decide
disolver el Parlamento y convocar a elecciones anticipadas. Como éstas
sellarían, empero, la derrota de los conservadores tras doce años de
gobierno, es poco probable que el monarca dé tal paso. En momentos de
grave crisis económica, con pobreza en aumento y una guerra en el este
de Europa en la que Gran Bretaña está totalmente comprometida, el reino
acelera su marcha hacia el hundimiento.
Hablando a la puerta de su despacho del número 10 de Downing Street, Truss aceptó este jueves por la mañana que no podía cumplir las promesas que hizo cuando se presentó como candidata a la jefatura de los conservadores, al haber perdido la confianza de su partido. Con sólo 45 días, Truss ha tenido el mandato más corto en la historia del Reino Unido.
Liz Truss dejará el cargo tras un trámite de urgencia de una semana para encontrar a su sucesor. La dimisión se produce después de 45 días turbulentos en los que el minipresupuesto presentado por la primera ministra hizo caer los mercados, dos ministros clave renunciaron y la mayoría de los parlamentarios tory le retiró la confianza. La premier anunció su salida del cargo después de haberse reunido con Graham Brady, presidente del Comité 1922 de diputados conservadores. Se trata de una dirección coordinadora informal del bloque que, además, regula el procedimiento sucesorio.
Los partidos de la oposición pidieron inmediatamente la convocatoria de elecciones generales con el argumento de que los conservadores no tienen mandato para gobernar. La atención se centrará ahora en el sucesor de Truss, en medio de las especulaciones previas de que personas como Rishi Sunak o Penny Mordaunt podrían presentarse como candidatos de unidad autodeclarados o que Suella Braverman o Kemi Badenoch podrían montar una candidatura desde la derecha del partido.
Jeremy Hunt, quien la semana pasada sustituyó a Kwasi Kwarteng como canciller del Tesoro, ha indicado que no quiere presentarse. Truss hizo que Kwarteng asumiera la culpa del minipresupuesto de septiembre, a pesar de que se consideraba un proyecto conjunto. Una reacción de pánico del mercado a los 45.000 millones de libras de recortes fiscales, en gran medida sin financiación, provocó la caída de la libra y el aumento del costo de la nueva deuda pública. Es que en un país completamente financiarizado, en el que la industria sólo aporta el 10% de su PBI, poner nervioso a los mercados puede producir una hecatombe.
Truss, que se enfrentó a un motín de sus diputados al dispararse las tasas hipotecarias, despidió a Kwarteng, pero no pudo explicar por qué debía seguir en su puesto, ya que las medidas de recorte de impuestos también habían sido defendidas por ella. Otra humillación llegó cuando Hunt anunció la supresión de casi todos los recortes fiscales y la reducción del plan insignia de Truss para limitar las facturas de energía, en un intento de restaurar la estabilidad.
La gota que colmó el vaso para muchos diputados tories fueron las caóticas escenas del miércoles, en las que la votación de una moción laborista sobre el fracking desembocó en un caos en los vestíbulos del Parlamento, con gritos y empujones. Después una docena o más de diputados conservadores que se rebelaron ni siquiera sabían si el vocero del bloque (quien da las consignas y alienta a los parlamentarios, una institución exclusivamente británica).
Quien fuera el contendiente derrotado por Truss. Rishi Sunak, se anuncia como probable competidor también esta vuelta. Ganó fácilmente la ronda de diputados en el concurso de liderazgo del verano y advirtió sobre el peligro de los recortes de impuestos. En otro bando están los diputados que están decididos a frenar a Sunak (y hay muchos que todavía están dolidos tras la dura contienda por el liderazgo) y están buscando a un candidato que lo derrote.
Ese candidato principal puede ser Boris Johnson. Hay una gran coincidencia entre Johnson y los partidarios de Truss, de modo que puede fácilmente presentarse contra Sunak. Una encuesta de opinión realizada esta semana entre los miembros del partido les pidió que votaran por diferentes posibles líderes y Boris Johnson salió primero.
Por supuesto, el Rey podría aceptar la exigencia del líder laborista, Keir Stamer, y disolver el Parlamento convocando a elecciones anticipadas, pero es dudoso que se atreva a romper con sus principales sostenedores. La Reina Elizabeth II mantuvo durante casi todo su reinado la confianza de la mayoría de los británicos y podía disolver parlamentos, arriesgando que los laboristas llegaran a Downing Street 10, pero Charles es mirado por sus súbditos con una mezcla de desconfianza y rechazo. Por lo tanto, él depende más del apoyo parlamentario que los diputados de él.
No es posible que Gran Bretaña resuelva rápidamente su crisis. Por el contrario, si asume otro gobierno más sin el voto popular, el caos económico y social se profundizará. Si, además, el Reino Unido es derrotado en Ucrania, deberá cargar con enormes costos. La solución vendrá, casi seguramente, de la movilización popular en las calles. Se acerca un invierno caliente.
Hablando a la puerta de su despacho del número 10 de Downing Street, Truss aceptó este jueves por la mañana que no podía cumplir las promesas que hizo cuando se presentó como candidata a la jefatura de los conservadores, al haber perdido la confianza de su partido. Con sólo 45 días, Truss ha tenido el mandato más corto en la historia del Reino Unido.
Liz Truss dejará el cargo tras un trámite de urgencia de una semana para encontrar a su sucesor. La dimisión se produce después de 45 días turbulentos en los que el minipresupuesto presentado por la primera ministra hizo caer los mercados, dos ministros clave renunciaron y la mayoría de los parlamentarios tory le retiró la confianza. La premier anunció su salida del cargo después de haberse reunido con Graham Brady, presidente del Comité 1922 de diputados conservadores. Se trata de una dirección coordinadora informal del bloque que, además, regula el procedimiento sucesorio.
Los partidos de la oposición pidieron inmediatamente la convocatoria de elecciones generales con el argumento de que los conservadores no tienen mandato para gobernar. La atención se centrará ahora en el sucesor de Truss, en medio de las especulaciones previas de que personas como Rishi Sunak o Penny Mordaunt podrían presentarse como candidatos de unidad autodeclarados o que Suella Braverman o Kemi Badenoch podrían montar una candidatura desde la derecha del partido.
Jeremy Hunt, quien la semana pasada sustituyó a Kwasi Kwarteng como canciller del Tesoro, ha indicado que no quiere presentarse. Truss hizo que Kwarteng asumiera la culpa del minipresupuesto de septiembre, a pesar de que se consideraba un proyecto conjunto. Una reacción de pánico del mercado a los 45.000 millones de libras de recortes fiscales, en gran medida sin financiación, provocó la caída de la libra y el aumento del costo de la nueva deuda pública. Es que en un país completamente financiarizado, en el que la industria sólo aporta el 10% de su PBI, poner nervioso a los mercados puede producir una hecatombe.
Truss, que se enfrentó a un motín de sus diputados al dispararse las tasas hipotecarias, despidió a Kwarteng, pero no pudo explicar por qué debía seguir en su puesto, ya que las medidas de recorte de impuestos también habían sido defendidas por ella. Otra humillación llegó cuando Hunt anunció la supresión de casi todos los recortes fiscales y la reducción del plan insignia de Truss para limitar las facturas de energía, en un intento de restaurar la estabilidad.
La gota que colmó el vaso para muchos diputados tories fueron las caóticas escenas del miércoles, en las que la votación de una moción laborista sobre el fracking desembocó en un caos en los vestíbulos del Parlamento, con gritos y empujones. Después una docena o más de diputados conservadores que se rebelaron ni siquiera sabían si el vocero del bloque (quien da las consignas y alienta a los parlamentarios, una institución exclusivamente británica).
Quien fuera el contendiente derrotado por Truss. Rishi Sunak, se anuncia como probable competidor también esta vuelta. Ganó fácilmente la ronda de diputados en el concurso de liderazgo del verano y advirtió sobre el peligro de los recortes de impuestos. En otro bando están los diputados que están decididos a frenar a Sunak (y hay muchos que todavía están dolidos tras la dura contienda por el liderazgo) y están buscando a un candidato que lo derrote.
Ese candidato principal puede ser Boris Johnson. Hay una gran coincidencia entre Johnson y los partidarios de Truss, de modo que puede fácilmente presentarse contra Sunak. Una encuesta de opinión realizada esta semana entre los miembros del partido les pidió que votaran por diferentes posibles líderes y Boris Johnson salió primero.
Por supuesto, el Rey podría aceptar la exigencia del líder laborista, Keir Stamer, y disolver el Parlamento convocando a elecciones anticipadas, pero es dudoso que se atreva a romper con sus principales sostenedores. La Reina Elizabeth II mantuvo durante casi todo su reinado la confianza de la mayoría de los británicos y podía disolver parlamentos, arriesgando que los laboristas llegaran a Downing Street 10, pero Charles es mirado por sus súbditos con una mezcla de desconfianza y rechazo. Por lo tanto, él depende más del apoyo parlamentario que los diputados de él.
No es posible que Gran Bretaña resuelva rápidamente su crisis. Por el contrario, si asume otro gobierno más sin el voto popular, el caos económico y social se profundizará. Si, además, el Reino Unido es derrotado en Ucrania, deberá cargar con enormes costos. La solución vendrá, casi seguramente, de la movilización popular en las calles. Se acerca un invierno caliente.
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Eduardo J. Vior