Pisando la línea roja
Año 6. Edición número 261. Domingo 19 de mayo de 2013
El presidente Reccep Erdogan está jugando fuerte en
la guerra civil siria. Los deseos de Estambul de ponerle fin a la crisis
en Damasco revelan la nueva estatura regional de Turquía.
Los coches bomba que el sábado pasado asesinaron a 46 personas en la
ciudad de Reyhanli confirmaron que la guerra civil siria tiene dos
contendientes principales: Bashar al Assad, jefe de Estado, y Reccep
Tayip Erdogan, primer ministro de Turquía. El primero quiere mantenerse
en el poder; el segundo, restaurar la hegemonía turca en Medio Oriente.
Para alcanzar sus fines, ambos juegan sucesivamente nuevas cartas. La
última vuelta la perdió Erdogan y busca recuperarse con ayuda
norteamericana.
Después de reunirse con el mandatario turco en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama declaró el jueves pasado ante los periodistas que los Estados Unidos y Turquía mantendrán su presión para echar al presidente sirio del poder, pero que “no existe ninguna fórmula mágica para acabar con la violencia”. Erdogan, por su parte, subrayó la comunidad de fines de ambos países respecto de la crisis siria, pero ambos callaron sobre sus diferencias. No obstante, Obama repitió que EE.UU. no puede llevar solo la paz a Siria y necesita la cooperación internacional.
Las autoridades turcas acusaron al servicio de inteligencia sirio por el atentado y Erdogan reclamó acciones internacionales contra Assad. Obama se solidarizó con las víctimas y sus deudos, pero no respondió a la exhortación turca. La Casa Blanca ve a Erdogan –que acaba de cumplir diez años en el gobierno– como un importante actor en variados asuntos del Medio Oriente. Para ayudarlo, recientemente medió para restablecer los lazos entre Ankara y Tel Aviv, dañados desde 2010, cuando fuerzas israelíes asaltaron una flotilla turca de auxilio a Gaza. Erdogan, no obstante, anunció que piensa visitar Gaza el mes próximo, a pesar de las objeciones norteamericanas, israelíes y palestinas. Para calmar los temores, el primer ministro turco dijo que también visitará la Cisjordania.
La Casa Blanca está buscando el apoyo turco para las sanciones contra Irán y para calmar las tensiones interétnicas e interconfesionales en Irak. Asimismo, ambos esperan este año aprovechar la crisis chipriota, para inducir en la isla negociaciones para la reunificación del país, partido desde 1974. EE.UU. aseguró también a Turquía que el acuerdo de libre comercio que negocia con la Unión Europea no lo dañará. Finalmente, también felicitó a su huésped por el reciente acuerdo de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que acaba 30 años de guerra civil en el sudeste del país.
A pesar de las palmadas en la espalda, ambos saben que el interlocutor de Obama para tratar sobre Siria es Vladimir Putin. Ambos no escatiman esfuerzos para evitar que la crisis siria englobe toda la región. “Es altamente improbable que la administración de Obama lleve a los EE.UU. a intervenir militarmente en Siria mediante el bloqueo del espacio aéreo”, declaró Ozgur Unluhisarcikli, director de la Fundación Marshall en Ankara. “Aunque dar modernas armas a la oposición sería más barato, Washington es reticente a hacerlo por el creciente poder de los grupos islamistas radicalizados”, añadió.
Desde el inicio de la guerra civil siria, hace poco más de dos años, Turquía condenó el uso de la violencia contra los manifestantes antigubernamentales y pidió la renuncia del presidente sirio. En octubre de 2011, comenzó a proteger al Ejército Sirio Libre. Junto con Arabia Saudita y Qatar provee a los rebeldes con masivos armamentos. Quisiera traspasar la frontera y establecer una faja de seguridad, pero no se anima a falta de apoyo norteamericano.
Al inicio de la crisis siria Erdogan se prestigió internacionalmente criticando la brutal represión de Assad contra pacíficos manifestantes. Sin embargo, su posición se complicó cuando los salafistas se pusieron al frente de la rebelión y cometieron tantas o peores atrocidades que el gobierno. En tanto, los choques fronterizos se suceden desde hace un año. Como el reciente atentado demostró que el conflicto sirio podía afectar el interior de Turquía, la opinión pública turca redujo su apoyo a la política del primer ministro. “El gobierno turco se ha convertido en un partido en la guerra civil que es impopular en Turquía,” afirmó el pasado día 13 el analista del Council for Foreign Relations (CFR) Steven Cook. “La consigna de Atatürk, ‘Paz en casa, paz en el mundo’, todavía tiene sentido para muchos turcos”, finalizó.
Aunque el gobierno turco insiste en acusar al servicio de inteligencia sirio por el atentado del fin de semana pasado, Conn Hallinan, de la revista Foreign Policy in Focus, entrevistado por la agencia de noticias rusa RT, declaró el martes 14 lo siguiente: “Hace dos semanas, la funcionaria suiza de la ONU, Carla Del Ponte, acusó a la insurgencia de haber usado el gas sarín contra civiles, desmintiendo las acusaciones occidentales. De los medios desapareció el gas y aparecieron estas bombas. ¿Puede ser tan estúpido el gobierno de Assad, como para arriesgar una batalla abierta en su frontera contra el segundo mayor ejército de la OTAN? Si así fuera, estaría buscando su suicidio por primera vez en su historia. No sabemos quién puso las bombas, pero los atentados con coches bomba son la marca de fábrica de los salafistas.”
“Me parece que estamos en un momento muy peligroso –añadió–, porque el gobierno de Obama aumenta su presión, Turquía reclama el bloqueo aéreo, y Francia y Gran Bretaña quieren armar a los rebeldes. Las potencias extranjeras podrían intervenir directamente en la guerra civil. Al mismo tiempo, siguió, EE.UU. y Rusia están buscando una solución diplomática. Veo dos tendencias contradictorias avanzando al mismo tiempo. Todavía no puede afirmarse si Washington y Ankara intervendrán juntos, pero el timing de las operaciones es muy sospechoso.”
Según Steven Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR): “Es verdad que Turquía no buscó la posición en la que se encuentra, pero el desajuste entre sus ambiciones de potencia regional y su incapacidad para poner orden en el Medio Oriente contribuyeron en gran parte a sus problemas. Turquía ya no es el aliado deferente de antaño. Durante la década de gobierno de Erdogan su alineamiento con Washington se erosionó. Su retórica antiisraelí, sus ventas de oro a Irán y sus acuerdos petroleros con el Kurdistán iraquí han profundizado los desacuerdos. Antes de partir para EE.UU., Turquía cerró con Kurdistán y ExxonMobil un acuerdo para la explotación del petróleo en la región. Este acuerdo aumenta la división de Irak y rompe el trabajoso equilibrio armado por EE.UU.”.
Por su parte, Galip Dalay comentó en Al Jazeera que “al resolver pacíficamente la cuestión kurda en Turquía, Erdogan abrió la puerta para acuerdos con grupos kurdos en otros países. El grupo político kurdo más importante de Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD), está ideológica y organizativamente vinculado con el PKK en Turquía. Ankara puede intentar ahora convencerlo de que se una a la oposición contra Assad, para alterar la relación de fuerzas”.
Mientras que Washington y Moscú apuestan a la conferencia internacional sobre Siria que debe reunirse en junio, ni a Erdogan ni a Bashar al Assad les conviene por ahora una solución pacífica. Erdogan necesita que la guerra civil siria continúe, pero que no escale demasiado, porque la intervención internacional lo dejaría a merced de sus fuerzas armadas, pronorteamericanas y antiislamistas. Assad, por su parte, está seguro de vencer en la guerra interna y de poder crear gran inquietud en el interior de su vecino del norte maniobrando con su propia minoría alawita. También los salafistas y sus patrones, los jeques del Golfo, tienen interés en mantener viva la guerra siria, para debilitar al principal aliado iraní en el Medio Oriente. Por su lado, Irán no va a permitir que su adversario de siglos se convierta nuevamente en potencia regional y va a intervenir de algún modo. Tampoco a Israel le conviene un crecimiento desmesurado de la influencia turca, porque fortalece demasiado a los sunitas y podría acabar en un eje Ankara-Ryad-El Cairo.
Todavía se siguen repartiendo cartas. Las manos se suceden y por ahora algunos jugadores tienen más puntos, pero nadie ha vencido… y todos pueden perder.
Después de reunirse con el mandatario turco en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama declaró el jueves pasado ante los periodistas que los Estados Unidos y Turquía mantendrán su presión para echar al presidente sirio del poder, pero que “no existe ninguna fórmula mágica para acabar con la violencia”. Erdogan, por su parte, subrayó la comunidad de fines de ambos países respecto de la crisis siria, pero ambos callaron sobre sus diferencias. No obstante, Obama repitió que EE.UU. no puede llevar solo la paz a Siria y necesita la cooperación internacional.
Las autoridades turcas acusaron al servicio de inteligencia sirio por el atentado y Erdogan reclamó acciones internacionales contra Assad. Obama se solidarizó con las víctimas y sus deudos, pero no respondió a la exhortación turca. La Casa Blanca ve a Erdogan –que acaba de cumplir diez años en el gobierno– como un importante actor en variados asuntos del Medio Oriente. Para ayudarlo, recientemente medió para restablecer los lazos entre Ankara y Tel Aviv, dañados desde 2010, cuando fuerzas israelíes asaltaron una flotilla turca de auxilio a Gaza. Erdogan, no obstante, anunció que piensa visitar Gaza el mes próximo, a pesar de las objeciones norteamericanas, israelíes y palestinas. Para calmar los temores, el primer ministro turco dijo que también visitará la Cisjordania.
La Casa Blanca está buscando el apoyo turco para las sanciones contra Irán y para calmar las tensiones interétnicas e interconfesionales en Irak. Asimismo, ambos esperan este año aprovechar la crisis chipriota, para inducir en la isla negociaciones para la reunificación del país, partido desde 1974. EE.UU. aseguró también a Turquía que el acuerdo de libre comercio que negocia con la Unión Europea no lo dañará. Finalmente, también felicitó a su huésped por el reciente acuerdo de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que acaba 30 años de guerra civil en el sudeste del país.
A pesar de las palmadas en la espalda, ambos saben que el interlocutor de Obama para tratar sobre Siria es Vladimir Putin. Ambos no escatiman esfuerzos para evitar que la crisis siria englobe toda la región. “Es altamente improbable que la administración de Obama lleve a los EE.UU. a intervenir militarmente en Siria mediante el bloqueo del espacio aéreo”, declaró Ozgur Unluhisarcikli, director de la Fundación Marshall en Ankara. “Aunque dar modernas armas a la oposición sería más barato, Washington es reticente a hacerlo por el creciente poder de los grupos islamistas radicalizados”, añadió.
Desde el inicio de la guerra civil siria, hace poco más de dos años, Turquía condenó el uso de la violencia contra los manifestantes antigubernamentales y pidió la renuncia del presidente sirio. En octubre de 2011, comenzó a proteger al Ejército Sirio Libre. Junto con Arabia Saudita y Qatar provee a los rebeldes con masivos armamentos. Quisiera traspasar la frontera y establecer una faja de seguridad, pero no se anima a falta de apoyo norteamericano.
Al inicio de la crisis siria Erdogan se prestigió internacionalmente criticando la brutal represión de Assad contra pacíficos manifestantes. Sin embargo, su posición se complicó cuando los salafistas se pusieron al frente de la rebelión y cometieron tantas o peores atrocidades que el gobierno. En tanto, los choques fronterizos se suceden desde hace un año. Como el reciente atentado demostró que el conflicto sirio podía afectar el interior de Turquía, la opinión pública turca redujo su apoyo a la política del primer ministro. “El gobierno turco se ha convertido en un partido en la guerra civil que es impopular en Turquía,” afirmó el pasado día 13 el analista del Council for Foreign Relations (CFR) Steven Cook. “La consigna de Atatürk, ‘Paz en casa, paz en el mundo’, todavía tiene sentido para muchos turcos”, finalizó.
Aunque el gobierno turco insiste en acusar al servicio de inteligencia sirio por el atentado del fin de semana pasado, Conn Hallinan, de la revista Foreign Policy in Focus, entrevistado por la agencia de noticias rusa RT, declaró el martes 14 lo siguiente: “Hace dos semanas, la funcionaria suiza de la ONU, Carla Del Ponte, acusó a la insurgencia de haber usado el gas sarín contra civiles, desmintiendo las acusaciones occidentales. De los medios desapareció el gas y aparecieron estas bombas. ¿Puede ser tan estúpido el gobierno de Assad, como para arriesgar una batalla abierta en su frontera contra el segundo mayor ejército de la OTAN? Si así fuera, estaría buscando su suicidio por primera vez en su historia. No sabemos quién puso las bombas, pero los atentados con coches bomba son la marca de fábrica de los salafistas.”
“Me parece que estamos en un momento muy peligroso –añadió–, porque el gobierno de Obama aumenta su presión, Turquía reclama el bloqueo aéreo, y Francia y Gran Bretaña quieren armar a los rebeldes. Las potencias extranjeras podrían intervenir directamente en la guerra civil. Al mismo tiempo, siguió, EE.UU. y Rusia están buscando una solución diplomática. Veo dos tendencias contradictorias avanzando al mismo tiempo. Todavía no puede afirmarse si Washington y Ankara intervendrán juntos, pero el timing de las operaciones es muy sospechoso.”
Según Steven Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR): “Es verdad que Turquía no buscó la posición en la que se encuentra, pero el desajuste entre sus ambiciones de potencia regional y su incapacidad para poner orden en el Medio Oriente contribuyeron en gran parte a sus problemas. Turquía ya no es el aliado deferente de antaño. Durante la década de gobierno de Erdogan su alineamiento con Washington se erosionó. Su retórica antiisraelí, sus ventas de oro a Irán y sus acuerdos petroleros con el Kurdistán iraquí han profundizado los desacuerdos. Antes de partir para EE.UU., Turquía cerró con Kurdistán y ExxonMobil un acuerdo para la explotación del petróleo en la región. Este acuerdo aumenta la división de Irak y rompe el trabajoso equilibrio armado por EE.UU.”.
Por su parte, Galip Dalay comentó en Al Jazeera que “al resolver pacíficamente la cuestión kurda en Turquía, Erdogan abrió la puerta para acuerdos con grupos kurdos en otros países. El grupo político kurdo más importante de Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD), está ideológica y organizativamente vinculado con el PKK en Turquía. Ankara puede intentar ahora convencerlo de que se una a la oposición contra Assad, para alterar la relación de fuerzas”.
Mientras que Washington y Moscú apuestan a la conferencia internacional sobre Siria que debe reunirse en junio, ni a Erdogan ni a Bashar al Assad les conviene por ahora una solución pacífica. Erdogan necesita que la guerra civil siria continúe, pero que no escale demasiado, porque la intervención internacional lo dejaría a merced de sus fuerzas armadas, pronorteamericanas y antiislamistas. Assad, por su parte, está seguro de vencer en la guerra interna y de poder crear gran inquietud en el interior de su vecino del norte maniobrando con su propia minoría alawita. También los salafistas y sus patrones, los jeques del Golfo, tienen interés en mantener viva la guerra siria, para debilitar al principal aliado iraní en el Medio Oriente. Por su lado, Irán no va a permitir que su adversario de siglos se convierta nuevamente en potencia regional y va a intervenir de algún modo. Tampoco a Israel le conviene un crecimiento desmesurado de la influencia turca, porque fortalece demasiado a los sunitas y podría acabar en un eje Ankara-Ryad-El Cairo.
Todavía se siguen repartiendo cartas. Las manos se suceden y por ahora algunos jugadores tienen más puntos, pero nadie ha vencido… y todos pueden perder.